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Tema: Historia del carácter y psicología españolas: su permanencia a través de los siglos

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    Re: Historia del carácter y psicología españolas: su permanencia a través de los sigl

    6. Concreción del carácter

    Veamos ahora cómo salió el carácter español de esa reacuñación última, que ha durado hasta nuestros días.—Guicciardini, embajador de la Señoría de Florencia que vino a España en los últimos años de Fernando el Católico (1512-1513) sorprende ya entonces, con su triple penetración de diplomático, de historiador y de humanista casi todos los rasgos esenciales y definitivos de esta nación «que ha estado oscurecida—dice—hasta nuestros tiempos y hoy, no solo la vemos libre de servidumbre, sino que comienza a mandar a las demás.»

    Extractemos ligeramente: los hombres son de carácter sombrío, de color moreno, adustos, de baja estatura (colorati vultus... etc.). Son orgullosos y creen que ninguna nación puede compararse a la suya. Agrádanles poco los forasteros. Muéstranse inclinados a las armas acaso más que ningún pueblo cristiano y son muy aptos para su manejo, a causa de su agilidad y soltura. Estiman en mucho su honor, que anteponen a la muerte. Son más guerreros que militares, y les faltan hombres especialmente entendidos. A pesar de esto, la infantería castellana es reputada de excelente...

    Hombres sutiles y astutos, no se distinguen, sin embargo, en ningún arte mecánico o liberal: casi todos los artífices que hay en la corte del rey son extranjeros. No se dedican al comercio, considerándolo vergonzoso. Prefieren la milicia con mil estrecheces o servir a un grande con mil humillaciones. Ahora se introduce algo de comercio y en varias poblaciones se tejen paños o lienzos, pero la nación, en general, es opuesta a la industria. Los artesanos son intermitentes: trabajan cuando la necesidad les obliga. Los campesinos les imitan y labran menos terrenos de los que pudieran. La pobreza es grande y, a su juicio, no tanto por culpa de la tierra como de los pobladores. Prefieren enviar al extranjero las primeras materias para readquirirlas elaboradas. Viven con mezquindad y todo lo que tienen se lo ponen encima. No son aficionados al estudio; entre los nobles, sobre todo, escasean los conocimientos. A pesar de ser reino tan belicoso, ha sufrido muchas dominaciones, acaso porque tenga mejores soldados que caudillos o por su gran fraccionamiento. No obstante, ahora—dice al final—reducida toda España a la obediencia y al orden, la gloria del país se ha aumentado con el recobro del Rosellón, con la adquisición de Nápoles, con la conquista de buenas plazas africanas y las islas del mar Océano, de las cuales viene oro abundante. «De manera que va adquiriendo lustre en la actualidad

    Tal es el cuadro, tales las grandes líneas que, según Guicciardini, ofrecía España en 1513, es decir veinte años después de coronada su unidad con el remate de la Reconquista y el descubrimiento del Nuevo Mundo. No se dirá que el retratista adule a su modelo. Acaso no ve o pasa en silencio algunas altas condiciones que estaban fuera de la órbita de comprensión de un político imbuido en las doctrinas de su tiempo; pero, ¿cómo negar que muchos de esos rasgos viven y perduran todavía y que, al liquidar el pasado, en la pérdida de las últimas colonias, nos hemos vuelto a encontrar con ellos?

    Este cuadro dulcifica, a pesar de todo, el que, setenta años antes, en 1445, trazaron de su viaje el caballero bohemio barón de Rosmithal y algunos de sus acompañantes, cuadro curioso principalmente por la fuerte sensación geográfica en él perpetuada. Esa sensación, esa pintura viene a coincidir todavía, mutatis mutandis, con la presente distribución productiva de nuestras regiones: una zona periférica fértil y de tráfico; una planicie central de grandes extensiones desiertas, con pequeños oasis en las cañadas o a la orilla de algún río, como ahora; leguas y leguas de llanura sin más que jaras y romero, alguna casa de adobes, algún vuelo de cigüeñas, algunos toros que se lidian, las fiestas, en la plaza de la ciudad convertidos en tribunas los soportales y que cuestan la vida a uno, dos y hasta cinco hombres. Así lo había ya observado Cánovas del Castillo, el estadista y fautor de la Restauración, en sus Estudios sobre el reinado de Felipe IV.


    7. Hispania Victrix

    La dulcificación que Guicciardini representa respecto de Rosmithal, puede hallarse también en Navaggero respecto de Guicciardini. Andrea Navaggero vino a España como embajador de Venecia unos doce años después que el diplomático florentino. La ascensión prosigue; al triunfo empiezan a suceder la gloria, el esplendor, la conciencia de nuestra superioridad. El César dispone de Europa; y la admiración, la fascinación por este nuevo semidiós, su poder y sus estados se transparenta en cada página y cada línea, no obstante la poca fortuna que obtiene su autor en las negociaciones de la embajada.

    De los demás extranjeros que entonces siguen a nuestra corte o divulgan cosas de España se desprende la misma luz: Pedro Mártir de Anglería, Marineo Sículo, Baltasar Castiglione, autor de El Cortesano. Dos imperios inmensos en las Indias se añaden a la corona cesárea. López de Gómara decora el frontispicio de su Historia de la Conquista de Méjico con este arrogante lema: Hispania victrix. La embriaguez de la dominación rebosa del mismo lenguaje castellano, que se hincha para proclamar la fórmula inflexible de su cesarismo teocrático:

    una ley, un imperio y una espada,
    y palpita bajo las corazas de los arcabuceros del duque de Alba, camino de Flandes. Son los famosos, invencibles infantes castellanos: la flor de los tercios de Milán, de Nápoles, de la Goleta. Pedro de Bourdeille, señor de Brantôme, vuela en posta a Turena para ver pasar esa tropa gentil que deslumbra al mundo: tous vieux et aguerrys soldatz tant bien en poinet d'habillements et d’armes, la plus part d’orées et l'autre de gravées, qu'on les prenoit plustot pour capitaines que soldatz... Et eussiez dict que c'estoint des princes tant ilz estoint rogues et marchoient arrogamment et de belle grace.

    La moda sigue al poderío, y la imitación de las costumbres y las letras a la victoria de las armas. El español se convierte por un momento en la lengua elegante por excelencia, y la aprenden y enseñan en París las gentes más distinguidas y los profesores o humanistas más expertos. Pícase todo el mundo de hablar un poco á la cavalliére por reflejo de la gloria española, y se tiñen de españolismo los hábitos y los caracteres. La tradicional ojeriza literaria de nuestros vecinos de la otra parte de los Pirineos—aquella ojeriza que el mismo Morel-Fatio hace arrancar de las narraciones de los peregrinos que iban a Santiago de Compostela por el «camino francés» y aun de los primeros monjes de Cluny venidos para la reforma eclesiástica—ofrece entonces una tregua, y la diatriba se convierte en influencia y en imitación.

    Al españolismo de Brantôme en el siglo XVI, corresponderá todavía el de Corneille en el XVII, y aún el de Lesage en el XVIII. Y hasta las mismas rodomontades y espagnolades de los satíricos y parodistas tendrán más de simpatía que de acrimonia en aquel instante.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 28/01/2019 a las 12:06

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