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Tema: Mexico no es bicentenario

  1. #21
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Ahora que lo pienso bien, ocuparé el presente hilo para continuar posteando información referente al proceso de independencia en México y así complementar lo que ya he puesto en varias partes de este tema:



    Hay “otro” bicentenario



    Me he dado cuenta que a diferencia de otras regiones del imperio, los hilos referentes a la guerra (civil) de emancipación en la antigua Nueva España no son muchos, ni contienen muchos datos.

    Además de que no encuentro páginas sobre revisionismo histórico del estilo de CLAMOR o Coterraneus; algo parecido sería la web de Mitófago (aunque he de decir que no me gusta mucho) y la de Luis Ozden que sigue una línea semejante a la de las dos primeras que menciono (pero es una lástima que no sea actualizada tan seguido). Y no es que yo vaya a crear aquí un blog infalible sobre historia, ya que de entrada no soy historiador ni nada parecido, sin embargo cuando algo me apasiona (cosa que me sucede precisamente con este tema), trato de recabar tanta información como sea posible y por ello tengo varios textos hechos por, esos sí, investigadores que han ahondado en las múltiples aristas de un tema tan complejo (que gente ignorante o carente de escrúpulos reduce a una simplona lucha entre buenos vs malos o peor aún, mexicanos vs españoles) y que son harto interesantes e importantes para ayudarnos a comprender mejor lo ocurrido en aquella convulsa época.




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    15 de septiembre de 2010

    REFLEXIONES DEL BICENTENARIO




    El día de hoy por la noche, iniciarán los festejos por el mal llamado "Bicentenario" de la Independencia; la verdadera fecha debería ser hasta el 27 de septiembre del año 2021, en que se conmemorarían 200 años de la entrada del Ejército Trigarante, comandado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero con el que se pusieron fin a 11 caóticos años de diversos movimientos que iniciaron con la rebelión del Padre Miguel Hidalgo, esa sí, el 16 de septiembre de 1810, rebelión que, como hemos dicho, no buscaba realmente la independencia, y que fue, más que nada, una catarsis del descontento, sobre todo sentido por los criollos en contra del cariz que el régimen español había tomado desde la entronización de los Borbón en Madrid y que amenazaba con ponerse peor para los privilegiados descendientes de conquistadores y primeros colonos con el ejercicio provisional del gobierno hispano en manos de juntas de liberales, muchos de ellos sospechosos de simpatizar con Francia, su Revolución y su ambicioso emperador Napoleón.

    Sin siquiera saberlo la inmensa mayoría de los integrantes de la multitud que hoy por la noche estará presente en el "Zócalo" de la Ciudad de México y en las plazas de armas de las ciudades y pueblos en que la ceremonia de "el Grito" no habrá sido suspendida por la crisis de seguridad provocada por el Gobierno de Calderón y su temeraria y estúpidamente planeada "Guerra contra el Narcotráfico", se celebrará el 180 aniversario del natalicio del General Don Porfirio Díaz, quien instauró esta litúrgica ceremonia para conmemorar el inicio de la Independencia de México, tras haber establecido el canon de la Historia de México que hacía de Hidalgo un predecesor de los Liberales juaristas y le coronaba como "Padre de la Patria" (pese a su falta de planes, de rumbo y de objetivos, así como a pesar de sus crímenes que hoy en día serían juzgados severamente en una corte internacional), coincidiendo con el día de su cumpleaños, pues Don Porfirio nació un 15 de septiembre de 1830, basta con ver un calendario en el que aparezca marcado el santoral católico para darse cuenta que hoy es día de la fiesta de San Porfirio, cuyo nombre le fue impuesto en su bautizo a un niño mixteco nacido en Oaxaca que con el tiempo se transformaría en victorioso general y en Dictador de México.

    Tampoco recordará la gente que el primer mandatario mexicano en celebrar el 15-16 de septiembre como aniversario de la Independencia con la visita a Dolores, Guanajuato y el recuerdo del Padre Hidalgo no fue ni Guadalupe Victoria, ni Santa Anna, ni Benito Juárez, sino Maximiliano de Habsburgo, que con eso mostraba la grandeza propia de los de su familia para asimilar la nacionalidad del lugar donde gobernaran, a diferencia de los mezquinos y veleidosos Borbón, según hemos dicho, Max se enamoró de México y se hizo uno de nosotros; a diferencia de su rival, el indígena zapoteca que renunció a sus raíces y soñó con convertir a México en un clon de su admirado EUA.

    Estas son pequeñas muestras de la manipulación, del engaño en que se nos ha hecho vivir por 200 años, dos siglos que han sido marcados por la mediocridad, la corrupción y las traiciones; no ha habido absolutamente ningún gran logro en este tiempo que haga de México un punto central para la Civilización Occidental o para el mundo; como los Tracios, ese pueblo apenas conocido pese a sus muchas menciones en los mitos grecorromanos y en sus Historias, México ha sido condenado por sus gobernantes a ser un área periférica, un patio trasero de la potencia mundial, la cosecha ha sido magra para un país que en 1821 presentaba un potencial enorme, que en los 300 años anteriores había sido el motor mismo del Imperio Español, que con toda su potencia y magnificencia cultural se había extendido por todos los rincones del planeta, para un pueblo que es heredero de imperios, como ya lo he dicho antes, en nosotros los mexicanos reside la herencia de Grecia, de Roma, de Cartago, de los Mayas, de los Teotihuacanos, de los Aztecas, de los Toltecas, de los Olmecas, del Islam, de los Celtas, de los Iberos de Tartessos, del pueblo Judío y de los Germanos Visigodos, todos ellos nos dan forma, poseemos un tesoro que está encerrado en su baúl dentro de nosotros esperando a que lo descubramos y lo valoremos. Pero esto no será posible hasta que nos quitemos el estúpido trauma, sin razón, de ser los eternos vencidos y de repetirnos imbécilmente que "nos conquistaron los españoles" cuando nos originamos de ellos.

    Desgraciadamente, hemos sido gobernados desde nuestra independencia por gente sin altura de miras ni principios, que han antepuesto sus propios intereses y beneficios por encima del país; al sueño de grandeza de Iturbide que nos llevó a extendernos desde Oregón hasta Costa Rica le siguió una república mediocre, con un Guadalupe Victoria cuyo mayor logro fue iniciar el endeudamiento exterior de México con unos créditos contratados en Londres, donde los antiguos oficiales de Morelos, como Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Juan Álvarez se pelearon entre sí por el poder y contra los antiguos partidarios de Iturbide como Santa Anna, Bustamante o Gómez Pedraza, la falta de proyectos con bandazos que iban del Centralismo al Federalismo y de la Monarquía a la República, con entreguistas como el propio Guerrero o Santa Anna y Gómez Farías que cedieron a los intereses norteamericanos representados por el intrigante de Joel R. Poinsett y decidieron inscribirse en un culto siniestro, secreto y malévolo como la Masonería a cambio de obtener el poder y la riqueza y le cedieron la mitad del territorio nacional a EUA que así pudo convertirse en potencia, mientras México se resignaba a convertirse en un país segundón y que disfrazaba su debilidad y la cobardía de sus dirigentes con la retórica de la "no intervención" y de la inexistente "amistad entre las naciones".

    Se nos hace venerar al Licenciado Juárez cuando fue el máximo traidor, entregado totalmente a los intereses de Washington, y resulta irónico que se le muestre como el defensor de la Soberanía de México cuando fue el que más la hipotecó, que además sacó la dimensión espiritual y moral de la vida de los mexicanos con su antirreligionsidad, porque fue mucho más allá de buscar la separación Iglesia-Estado; lo hecho por Juárez nos condenó a la doble moral y a la simulación, a la incongruencia personal en lo privado y lo público, practicada ampliamente por él, que decía defender la legalidad mientras la vulneraba una y otra vez y solo la muerte lo alejó del poder, y junto con él toda una banda de políticos de brillante intelecto y uñas largas que se enriqueció desmedidamente con el saqueo y venta de propiedades de la Iglesia e indígenas, y la destrucción de una buena parte de nuestro patrimonio artístico e histórico, demolido o vendido al exterior, o quemado por sus hordas de mercenarios.

    Y tenemos una Revolución que no sirvió para nada más que para atrasar al país, que mostró la incompetencia de nuestra clase política, pues como dijo Asimov: "La violencia es el último recurso del incompetente", con un estúpido como Madero que ambicionaba el poder, llamando a la Democracia electorera y que abrió la caja de Pandora, la era de los compadres traicioneros y asesinos: Zapata se rebeló contra Madero, Huerta traicionó y mató a Madero, Carranza ve su oportunidad y derrota a Huerta con el apoyo de Villa y de Zapata, luego Carranza los traiciona y persigue hasta asesinar a Zapata y derrotar a Villa, Carranza es traicionado y asesinado por Obregón, quien se deshace también del "Centauro del Norte", Obregón supuestamente es asesinado por un Cristero: José León Toral, pero en su cadáver se encuentran hasta 34 heridas de calibres diferentes, por lo que parece que más bien Calles lo eliminó para ser el Jefe Máximo de la Revolución que se institucionalizó en un régimen autoritario con elementos tomados del Comunismo y del Fascismo pero en versión "light": surge el PRI.

    Y los que soñaron con grandeza para México, que desearon un país fuerte más allá de sus intereses personales, ¿qué ha sido de ellos? Iturbide es el traidor, usurpador, que merece el olvido, los Conservadores que defendieron la identidad mexicana y se opusieron a los intereses norteamericanos son los "reaccionarios", los traidores, los "mochos" y demás, Maximiliano, con quien renació el sueño de grandeza de Iturbide igualmente es el usurpador y el fruto de la intervención, Porfirio Díaz, a mi parecer el más grande dirigente que ha tenido México es el "tirano" el villano de la Historia, recientemente Salinas de Gortari, pese a sus muchos errores y las corruptelas de su régimen, fue quien abrió México al mundo, al comercio internacional y buscó, mediante el programa de "Solidaridad" que la propia sociedad participara en la solución de sus problemas y que naciera un espíritu emprendedor, rompiendo con el tradicional paternalismo gubernamental, sin embargo, es el enemigo, el "malo" de la película.

    ¿Y los "buenos" del filme que nos ofrecen? Una "democracia" que no consiste más que en una aristocracia cerrada de los partidos políticos que no son capaces de establecer un acuerdo para sacar adelante un proyecto nacional, por el contrario, cada uno ve por sus intereses y por mantener a nuestra sociedad dividida, enfrentada y corrompida para manipularla a su antojo, que no tienen respeto por su ideología, inexistente además, porque sólo les interesa el poder, y así, sin dignidad alguna, se insultan y se critican para luego aliarse en contra del otro partido en algo verdaderamente irracional.

    La corrupción campea, la educación es un fracaso, regenteada por un todopoderoso sindicato y por los cacicazgos de las universidades públicas, formadoras de corruptos y de redes de influencias, la gente en la calle ha perdido toda noción moral de respeto, de cortesía, de modales, la violencia cunde por todos lados, no solamente la del crimen organizado, mismo que engrosa sus filas con los jóvenes que no tienen futuro ni posibilidad de desarrollo, de trabajo y de obtener honestamente un patrimonio, sino en el trato diario en la escuela, entre los vecinos, dentro de las familias y en el trabajo, las ciudades cada vez más sucias, el ambiente cada vez más deteriorado, la cultura cada vez más miserable, individualidades como la Directora de Orquesta De la Parra son desconocidas para la mayoría de la gente que prefiere a un desafinado como Valentín Elizalde (por fortuna ya muerto, perdonen la crueldad) porque carece de una formación cultural. Un cine que se centra en el sexo y en el morbo y ha dejado ya muy lejos el cine de oro de los 30`s a 60`s, una TV que sigue repitiendo el cuento de Cenicienta y que nos repite una y otra vez que ser rico es malo y que lo mejor es seguir siendo pobres pero honrados y revolcarnos en la miseria.

    ¿Hay algo qué celebrar? Yo, en lo personal, no celebraré a un viejo loco como Hidalgo, genocida y saqueador, celebraré a un Allende que fue la voz de la razón, no celebraré a mediocres y mezquinos como Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria o Juan Álvarez, sino a un Morelos que trató de heredar instituciones, no celebraré a un bandido iluso como Guerrero, sino a un Iturbide incomprendido y que buscó la grandeza de México, no celebraré a un traidor vendepatrias como Juárez, ni a corruptos como Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Ocampo , José María Iglesias o Lerdo de Tejada, celebraré a un valiente como Miramón, a un luchador social como Tomás Mejía y a un soñador como Maximiliano, no celebraré a un imbécil como Madero, a un asesino en busca de fama como Villa ni a la pandilla de gangsters que fueron Carranza, Obregón y Calles, celebraré a un Porfirio Díaz que buscó el orden, la paz social y la estabilidad para modernizar México, a un defensor del campesinado indígena del sur como Zapata, a un hombre de honor como Felipe Ángeles, y a José Vasconcelos que trató de sacar a México de las tinieblas de la ignorancia.

    Celebraré a Octavio Paz, a Mario Molina, a Rodolfo Neri Vela, a Mariano Azuela, a Juan Rulfo, a Alfonso García Robles, a Clemente Orozco, a Rufino Tamayo, a Diego Rivera y a Frida Khalo, a Agustín Yáñez, y a todos los que han soñado con un México fuerte y libre, importante y con bienestar, aunque sean los derrotados, los olvidados, los incomprendidos, pues son ellos los que merecen la celebración, no los héroes de cartón que son los héroes de los políticos que siguen su ejemplo de traición, corrupción y mediocridad.

    Y sobre todo, en este día, oraré porque mi país no muera, porque a veces parece que eso es lo que va a pasar, y porque algún día se descubra toda la verdad, se diga, se grite con valentía y la sociedad se arme de valor y sea dueña de su propio destino, deje de creerle a supuestos mesías y a los medios corporativos, porque desaparezcan los partidos y construyamos una sociedad y un país dueño de su propio destino y no propiedad de unos cuantos.



    ¡VIVA MEXICO!


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    Fuente:

    EL MUNDO SEGUN YORCH: REFLEXIONES DEL BICENTENARIO


    Última edición por Mexispano; 20/09/2014 a las 21:11 Razón: Correcciones al texto

  2. #22
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Dos videos interesantes para reivindicar a la figura de Agustín de Iturbide, y que desmienten esa tarugada de que solo los “mochos” lo enaltecen. Las dos personas que tratan este tema, no profesan religión alguna y uno de ellos (Daniel Salinas Basave) se declara abiertamente ateo.








  3. #23
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    Re: Mexico no es bicentenario

    En el segundo video que coloqué arriba, me llamó la atención que el historiador Juan Miguel Zunzunegui haya hablado de una conspiración contra del gobierno de Iturbide por parte del venezolano Simón Bolívar, cuando en páginas de este hilo:


    Hay “otro” bicentenario

    Hay “otro” bicentenario



    ...he puesto datos que hacen entrever cierta camaradería entre ambos personajes (por lo menos en la correspondencia que intercambiaban), incluso el hijo mayor de don Agustín (del mismo nombre que su padre) estuvo en Colombia como ayudante de Bolívar y fue una de las personas que acompañó al caraqueño en los momentos finales de su vida.

    A pesar de ello, buscando en la red encontré este artículo que muestra varios puntos oscuros entre las relaciones que habían entablado el Imperio Mexicano y Colombia y que demuestran una preocupación por parte del gobierno sudamericano respecto a los acontecimientos que se estaban dando en la antigua parte septentrional del Imperio español respecto al gobierno monárquico que éste había adoptado y que se notaron justamente en las intrigas del diplomático colombiano Miguel de Santamaría (de veracruzana cuna, por cierto).



    ________________________________________________________________




    Inicio Revista No 38-

    Iturbide y Bolívar: dos retratos diplomáticos acerca de la cuestión republicana (1822-1831)[*]

    Daniel Gutiérrez Ardila[**]

    Dossier


    =========================



    RESUMEN

    Según afirma Lamartine en la Historia de los Girondinos, la forma monárquica de gobierno, esencialmente prudente, sería la más indicada para los tiempos de reposo y para las épocas de conservación del orden. La forma republicana, entre tanto, constituiría el gobierno ideal para la gestión de las crisis, de las transformaciones orgánicas y de las revoluciones en curso. Siguiendo aquel sugerente comentario, cabe preguntarse si, a imagen de la Asamblea Constituyente francesa, que pretendió en vano conciliar ambos extremos confiando a un rey semidestronado el legado de la Revolución, los fundadores de las repúblicas hispanoamericanas no emplearon en el mismo sentido la figura de los Libertadores. Para resolver tal interrogante, el presente artículo explora los retratos que de Agustín de Iturbide y Simón Bolívar elaboraron los diplomáticos Miguel de Santamaría y José Anastasio Torrens en la segunda década del siglo XIX.



    PALABRAS CLAVE


    Agustín de Iturbide, Simón Bolívar, Historia diplomática, Revolución de Independencia.


    Il faut cent ans à ce pays pour que la république n’y
    soit pas une absurdité (Stendhal 1986, libro segundo,
    cap. XXIII).

    Pourquoi accuser l’humanité de pauvreté, au point de
    la soupçonner incapable de produire deux Washington?
    (Pradt 1825, 109).

    ¡Qué contraste ente el avariento pigmeo del Norte
    y el generoso Atlas del Sur! (Rocafuerte 1822, 162).


    [P]or haber querido establecer con la independencia las teorías liberales más exageradas, se ha dado lugar a todas las desgracias que han caído de golpe sobre los países hispanoamericanos,los cuales han frustrado las ventajas que la independencia debía haberles procurado, siendo muy de notar, que los dos hombres superiores que la América española ha producido en la serie de tantas revoluciones, Iturbide y Bolívar, hayan coincidido en la misma idea, levantando el primero en su plan de Iguala un trono en Méjico para la familia reinante en España, e intentando el segundo llamar a la de Orleans a ocupar el que quería erigir en Colombia (Alamán 1969, 82).

    Los plenipotenciarios, enviados extraordinarios y agentes confidenciales de la República de Colombia (1819-1831) en Europa y América eran mucho más que los representantes de un Estado cerca de otros. Aquellos ministros encarnaban propiamente la revolución de la Tierra Firme en el extranjero, y, en tal medida, su presencia y sus gestiones no podían ser más que la polémica promoción de la causa independentista. El principal objetivo de esta diplomacia era, por supuesto, el reconocimiento pleno del nuevo Estado por parte de las potencias, el cual debía consagrar el ingreso del país a la comunidad de naciones. Como los años finales del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX habían ido tiempos de grandes transformaciones políticas, los apoderados del gobierno de Bogotá, gracias a su intermediación y a la alta dignidad de que estaban revestidos, hacían posible un inusitado diálogo, en virtud del cual un Estado en formación discurría con otros acerca de la evolución del género humano y de los sistemas de gobierno más convenientes para fincar el progreso y la felicidad de las naciones. Los buscadores del reconocimiento actuaban, pues, sin proponérselo como curiosos espejos en los que las mudanzas de la Tierra Firme y las instituciones creadas por “el partido de los Libertadores” se reflejaban en las demás revoluciones y regímenes europeos y americanos. En tales circunstancias, se entenderá por qué, en ocasiones, su presencia misma constituía una provocación. Tal vez, la ilustración más elocuente del aserto anterior lo constituye Miguel de Santamaría, quien residió en México en 1822 como representante de la República de Colombia, antes de ser expulsado por el Secretario del Interior y Relaciones Exteriores del emperador Iturbide.

    Casualmente, por idénticas razones, el Ministro de los Estados Unidos Mexicanos cerca del gobierno de Colombia padeció al final de la década un desplante similar.Esta sorprendente simetría parece confirmar la validez de la tesis esbozada arriba acerca de la diplomacia del reconocimiento. De uno y otro incidente dan cuenta las páginas siguientes.[1]



    El emperador Iturbide

    Timothy E. Anna (1991) se refirió, en un libro publicado en lengua inglesa en 1990,[2] al desierto historio-gráfico que hasta entonces constituía el corto período del Imperio mexicano. La figura de Iturbide adolecía del mismo desprecio, de tal suerte que el historiador mencionado no vaciló en calificarlo como “la no-persona más importante de la historia mexicana”. Con sobrada razón, Anna llamó la atención acerca de la curiosa y persistente satanización de Iturbide, del desprecio e incomprensión con que se habían abordado los acontecimientos que protagonizó y de los prejuiciosos anacronismos que explican tan lamentable caricatura. En su libro pionero, Anna demostró que, a partir del momento en que deja de verse como inevitable la instauración de un república federal en la antigua Nueva España, la figura de Agustín de Iturbide escapa de los denuestos habituales, que lo han caracterizado como un mero usurpador o un traidor mediocre.

    Para los fines de este artículo, no está de más reconstituir brevemente las circunstancias que llevaron al hijo de un inmigrante vasco de alguna prosapia y “mediano caudal” a convertirse en emperador de México. Nacido en la ciudad novohispana de Valladolid (hoy Morelia) en 1783, el joven Iturbide comenzó su carrera como oficial del Ejército real tras una educación defectuosa y poco sistemática. A los 22 años de edad contrajo matrimonio con Doña Ana María Huarte, perteneciente a una rica familia de su provincia natal. Dicha alianza le permitió adquirir en 1809 la hacienda de San José de Apeo, valorada en más de noventa mil pesos (Robertson 1952; Rocafuerte 1822).

    Al estallar la rebelión del cura Miguel Hidalgo en 1810, Iturbide ocupaba graciosamente una plaza de teniente en el regimiento de su provincia natal. A pesar de las tentadoras ofertas que le hicieron los insurrectos, el joven militar se mantuvo del lado del rey, por considerar, según expresó más tarde en sus memorias, que los planes de Hidalgo “estaban mal concebidos” y no podían más que producir “desorden y sangre y destrucción” (Iturbide 2001 [1823]). Iturbide se distinguió desde entonces por su persecución a los líderes insurrectos (Alamán no vacila en tacharlo de cruel), de tal suerte que en 1813 fue condecorado con el grado de coronel y con el mando militar de la intendencia de Guanajuato.Dos años más tarde, Iturbide fue promovido a la dirección del ejército del norte, antes de caer en desgracia, acusado de corrupción. Si bien fue exonerado de los cargos en 1820, el hasta entonces coronel realista –sin duda resentido por lo sucedido– se volvió, aquel mismo año, contra el régimen español que había contribuido a sostener durante una década. El restablecimiento de la Constitución de Cádiz y las medidas anticlericales adoptadas por las Cortes habían azuzado las luchas entre facciones, por lo que se veían venir “mil revoluciones”. Con el fin de evitarlas, Iturbide concibió un proyecto que recibió rápidamente el apoyo de “sujetos de la más alta categoría”. Desde la comandancia del sur, que le fue confiada entonces por el Virrey, Iturbide consiguió imponer su plan (llamado de Iguala, por haber sido suscrito en aquella población el 24 de febrero de 1821) en unos cuantos meses, tanto a jefes rebeldes de la talla de Vicente Guerrero como a los realistas criollos y españoles (Alamán 1969; Anna 1991; Iturbide [1823] 2001; Robertson 1952; Rocafuerte 1822).

    El fulgurante éxito de aquel proyecto de 23 artículos se explica, en buena medida, por el ingenioso consenso a que dio lugar, estructurado alrededor de “tres garantías” (religión, independencia y unión), que debían traducirse, en la práctica, en la finalización de la guerra civil y en la modificación del vínculo con España. Las promesas que contenía el Plan de Iguala de proteger las propiedades, respetar los fueros del clero y dejar en su lugar a todos los funcionarios del Gobierno, el Ejército y la Iglesia conquistaron la adhesión de la élite criolla y peninsular.Por su parte, los líderes rebeldes, que habían sido incapaces de obtener un triunfo por la vía de las armas, no podían más que suscribir los designios de Iturbide, por cuanto éstos significaban la anhelada ruptura del vínculo colonial. Con el fin de asegurar una transición apacible, el Plan de Iguala hacía un llamado a Fernando VII para que se trasladara a México y se convirtiera en Emperador, o para que designase con el mismo fin a alguno de los infantes de su casa. Como la negativa del soberano español era más que previsible, el Plan preveía, en tal caso, llamar a otra casa reinante a ocupar el trono del Anáhuac.Entre tanto, se constituiría una Soberana Junta Provisional Gubernativa, que daría paso a un Congreso constituyente y a una Regencia. El proyecto ideado por Iturbide estaba encaminado, pues, a preservar la Nueva España de los desórdenes experimentados en aquel momento por la América del Sur y por la mismísima metrópoli, donde liberales y absolutistas libraban una ardua lucha por el poder.La emancipación, combinada con un régimen monárquico temperado, aparecía, pues, en la mente de Iturbide, como una alternativa viable al sistema republicano y a la guerra de independencia (Alamán 1969; Anna 1991; Iturbide 2001 [1823]; Robertson 1952; Rocafuerte 1822).

    La universal aceptación del Plan de Iguala permitió al Ejército Trigarante controlar rápidamente la mayor parte del territorio novohispano. Contribuyó a ello el nombramiento hecho por los liberales españoles de un nuevo Capitán General y jefe superior político de Nueva España. El empleo recayó en D. Juan de O’Donojú, figura principal de la masonería peninsular, quien había sido ministro doceañista de la guerra y se había visto complicado luego en una conspiración contra Fernando VII. A su llegada a Veracruz, O’Donojú (30 de julio de 1821) se encontró prácticamente con un hecho consumado y no tuvo más remedio que suscribir el 24 de agosto el Tratado de la villa de Córdoba.Éste retomaba, esencialmente, el hábil consenso concebido por Iturbide, reiterando el llamado al trono imperial a los Borbones españoles y manteniendo provisionalmente en vigor la Constitución de Cádiz. Satisfecho de haber logrado un acuerdo susceptible de preservar los lazos entre la Península y la Nueva España, O’Donojú instó gustoso a las tropas españolas a abandonar el país. Toda oposición a Iturbide se hizo a partir de entonces inviable y el coronel, revestido con el título de presidente de la regencia, pudo entrar triunfalmente en la ciudad de México el 27 de septiembre, donde instaló el mismo día la Junta Gubernativa. A partir de entonces, Iturbide (adornado luego con los títulos de almirante, generalísimo y alteza serenísima) gobernó efectivamente el país durante ocho meses, al cabo de los cuales fue coronado tumultuariamente emperador (Alamán 1969; Anna 1991; Iturbide [1823] 2001; Robertson 1952; Rocafuerte 1822). Precisamente, en vísperas de aquel momento decisivo, el ministro plenipotenciario de la República de Colombia, Miguel de Santamaría, arribó al puerto de Veracruz.

    Coronación de Iturbide en la Catedral de la Ciudad de México. 1822. Imagen tomada de ARTstor Slide Gallery (Ver PDF, página 50)



    El álgebra diplomática de las revoluciones

    Como se ha dicho en un comienzo, la actividad de los diplomáticos de la República de Colombia consistió, en buena medida, en una tarea de contraste, mediante la cual la revolución de la Tierra Firme y sus resultados eran parangonados con otras mudanzas y regímenes políticos más o menos semejantes. De hecho, esta confrontación era un ejercicio necesario para vencer la resistencia de las potencias al reconocimiento del nuevo Estado: si la instauración de un gobierno independiente en Angostura o Bogotá no representaba ninguna amenaza para la estabilidad de la región o para los intereses europeos, ¿cómo negar la entrada de la República de Colombia a la comunidad de las naciones? Por ello, en sus gestiones en el extranjero, el gobierno de Bogotá sintió la necesidad de erradicar toda confusión susceptible de asimilar su nacimiento con los desórdenes provocados por el surgimiento de las repúblicas francesa y haitiana. De ahí los esfuerzos de los funcionarios colombianos por establecer más bien un parentesco espiritual entre la independencia de la Tierra Firme y la liberación de portugueses y holandeses: tal filiación cobraba sentido no sólo con respecto a una antigua metrópoli común, sino sobre todo en los fundamentos mismos de la insurgencia, que no había supuesto una ruptura generalizada con el pasado ni representaba un factor perturbador del orden mundial:

    No pretenden las Américas meterse en el Gobierno de España ni guillotinar al Rey de los españoles; su pretensión es la misma que la de los Países Bajos y Portugal contra los tres Felipes de Castilla. La revolución e independencia de ambos fue auxiliada por el gobierno británico, aunque no eran de tanta importancia como la América del sur. De la Francia, de Holanda y de España, tuvieron todo género de protección los americanos del norte, insurrectos por su independencia y no para destronar a Jorge III ni alterar las instituciones inglesas. Adoptaron principios muy liberales, pero su tránsito del sistema anterior no fue como el de la República francesa, y por tanto el suceso fue muy diferente. Igual hubiera sido el de los franceses si hubieran imitado a los romanos en la expulsión de los Tarquinos y establecimiento de la República. [3]

    Como se ve por esta cita, el gobierno revolucionario de la Tierra Firme promovía también en el extranjero un paralelo entre su nacimiento y el de Estados Unidos de América.Algo semejante puede decirse con respecto a Grecia, por razones evidentes: la empresa de liberación de dicho pueblo del yugo turco –que era coetánea a las guerra de independencia hispanoamericana– gozaba de gran popularidad en Europa y Norteamérica y se beneficiaba tanto de auxilios generosos y abundantes como de las gestiones diplomáticas de las potencias. La (discutible) caracterización de la causa de la Tierra Firme como una guerra de liberación “nacional” explica también los esfuerzos por identificarla con la reciente independencia de Noruega:

    Todo el mundo se interesa en la emancipación de un pueblo dependiente porque es de interés común el que se aumente el número de las naciones hábiles para tratar y comerciar recíprocamente. De aquí es que casi no hay pueblo que haya carecido de protección cuando ha querido eficazmente emanciparse, ni opositor a la emancipación auxiliado en su empeño a impedirla. Quizá no podrá citarse otro ejemplar que el de la Noruega en 1815, si se exceptúan los que, como éste, tenían contra sí un tratado tan solemne como el de Viena. [4]

    El archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Colombia enseña otros parangones un tanto menos predecibles que muestran hasta qué punto el ejercicio de comparar revoluciones constituía, en cierta forma, el meollo de la gestión diplomática del reconocimiento. Un buen ejemplo de ello es la conferencia sostenida por José Fernández Madrid en Londres en julio de 1828 con el Conde Bjornstjierna, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del rey de Suecia. En medio de la reunión, éste sostuvo que Bernadotte “sentía muy particular estimación y admiración” por Bolívar, y hallaba “mucha analogía” entre sus propias acciones y las del Libertador: en efecto, “ambos debían su elevación a su espada y a sus servicios” y “ambos eran amados de los pueblos y fieles a la causa de la libertad, bien diferentes en esto de Napoleón”. [5] Como se ve, en una sola frase son contrastadas las mudanzas políticas de Francia, Suecia y Colombia, de suerte que la evolución del género humano y la ciencia del gobierno son analizadas en un interesante polinomio, compuesto de variables que representan países y revoluciones. El tras-fondo del ejercicio es, por supuesto, la negociación de un tratado de amistad y comercio, o sea, el reconocimiento de la República de Colombia.

    Es en este panorama donde adquiere interés la misión diplomática de Miguel de Santamaría en México. En efecto, el representante del gobierno de Bogotá se convirtió, luego de la proclamación de Agustín I, en el símbolo mismo del republicanismo moderado y en la prueba viviente de que dicho régimen no era incompatible ni con las poblaciones hispanoamericanas ni con los países extensos.Dicha encarnación se volvió tan problemática que explica, más que las sospechas de participación en una conspiración contra el Emperador, la rápida expulsión del agente del territorio mexicano. La experiencia de Santamaría resulta además relevante por otra razón: al contrario de lo sucedido en Europa y Estados Unidos, donde los agentes de Colombia debían esforzarse por promover la revolución y las instituciones del Estado que representaban, en México la historia y las instituciones adoptadas por la Tierra Firme se convirtieron en un polémico ejemplo, habida cuenta del riesgo de emulación que entrañaban.



    Miguel de Santamaría y el Imperio de Iturbide

    Cuando ultimaba los preparativos de la expedición al sur, poco después de haber sido decretada la Constitución de la república y de conocerse en Bogotá la evacuación española de Cartagena de Indias, Simón Bolívar decidió enviar un plenipotenciario a México y otro a Perú, Chile y Buenos Aires. La primera misión fue confiada a Miguel de Santamaría y la segunda a Joaquín Mosquera y Arboleda. Según José Manuel Restrepo, el propósito principal de ambas embajadas era la creación de una liga ofensiva y defensiva que permitiera concluir rápidamente la guerra con España (Restrepo 1858). No obstante, las fuentes consultadas indican que se esperaba también de los enviados colombianos la promoción del sistema republicano, o lo que es lo mismo, la frustración de cualquier tentativa de crear cortes borbónicas en el continente.

    A comienzos de enero de 1822 Miguel de Santamaría recibió los poderes y credenciales que lo acreditaban como ministro plenipotenciario de la República de Colombia cerca de la Regencia de México. [6] Tras un atento estudio de las instrucciones que le fueron confiadas, el agente comprendió que sus gestiones debían dirigirse –además del establecimiento de la mencionada liga ofensiva y defensiva– a que México adoptara políticas uniformes a las de Colombia con respecto a su antigua metrópoli y, en particular, a que se negase a sufragar cualquier indemnización que pudiera exigírsele a cambio del reconocimiento de la independencia. Además, el plenipotenciario estaba encargado de fijar límites (el reino de Guatemala formaba parte del Imperio), arreglar el comercio recíproco y promover la reunión de una asamblea general, compuesta de los plenipotenciarios de todos los Estados independientes de la América antes española. [7] Otros documentos señalan que las autoridades de Bogotá encomendaron también a su representante cerca de la Regencia del Imperio mexicano la negociación de un empréstito de tres millones de pesos. No obstante, al llegar a su destino, el diplomático comprendió que la ruina del país hacía ilusoria dicha pretensión. [8]

    La misión de Santamaría en México tenía una importancia vital para el gobierno de Bogotá. En efecto, los tratados de la villa de Córdoba entrañaban una amenaza de grandes proporciones para la independencia de Colombia: una alianza entre el Imperio mexicano y el reino de España podía dar un vuelco desfavorable a la guerra y prolongarla por mucho tiempo.[9]En tales circunstancias, convenía que, con la mayor premura, un plenipotenciario colombiano procurase atraerse los favores de la Regencia, distanciándola, al mismo tiempo, de la Corte de Madrid. Como bien dice Lucas Alamán, de haberse hecho efectivo el llamamiento de las casas reinantes de Europa al trono de México, éste se hubiera convertido en “una potencia europea más bien que americana”, lo que, teniendo en cuenta las circunstancias, equivalía a entrar en la Santa Alianza (Alamán 1969). La República de Colombia debía desvanecer a toda costa semejante amenaza.

    Miguel de Santamaría estaba adornado con cualidades que hacían de él un sujeto muy a propósito para llenar exitosamente la misión diplomática en México. En primer lugar, había nacido en Veracruz en 1789 y tenía un conocimiento profundo del país al que había sido destinado. En segunda instancia, era un hombre de mundo: tras comenzar sus estudios en el prestigioso Colegio San Juan Letrán en México, se había dirigido a Madrid en 1808 para concluir sus estudios y recibirse de abogado. En 1814, Santamaría había sido encarcelado por sus ideas, antes de refugiarse en Norteamérica, desde donde colaboró con el general Mina en la fallida expedición a las costas mexicanas. Ya en 1818 se unió a Simón Bolívar en Jamaica. [10] En tercer lugar, Santamaría contaba ya con alguna experiencia en lides de tipo diplomático, pues en 1819 había comprado fusiles en Haití para los revolucionarios de la Tierra Firme (Restrepo 1858). Por último, su compromiso con la República de Colombia era sincero y profundo: no en vano había sido diputado en la Convención de Cúcuta y secretario de dicha corporación. [11]

    Tras recalar en Jamaica, Santamaría desembarcó en el puerto de Veracruz el 18 de marzo de 1822. De inmediato comenzaron a llamar la atención del enviado las particularidades de la revolución mexicana: a pesar de que el fuerte de San Juan de Ulúa seguía en posesión de los españoles, había muy buenas relaciones entre éstos –que parecían “avenirse con la independencia”– y la Regencia del Imperio mexicano. De hecho, se permitía el ingreso de buques peninsulares al puerto de Vera-cruz, y un número muy considerable de europeos estaba empleado en el nuevo gobierno en “puestos civiles y militares de superior graduación”. Por último, los militares españoles cumplían con lo pactado en Iguala y Córdoba, abandonando progresivamente el país, sirviendo a la Regencia o dedicándose a las faenas agrícolas. [12] Ante semejante panorama, podrá imaginarse el asombro de Santamaría. Como se ha visto, la República de Colombia había hecho en vano esfuerzos considerables para negociar con los liberales españoles. No obstante, tras la expulsión de la Península de José Rafael Revenga y Tiburcio Echavarría, a quienes se había confiado una misión diplomática cerca de la Corte de Madrid, el gobierno de Bogotá se vio obligado a consolidar su independencia por la vía militar. [13] Ante la imposibilidad de negociar su emancipación, la República de Colombia suspendió las relaciones comerciales con la antigua metrópoli y padeció los efectos económicos de la emigración de las familias peninsulares.

    Si bien la instalación del Congreso Constituyente (24 de febrero de 1822) confirmaba la aplicación del Plan de Iguala y del Tratado de Córdoba, ya en su primera comunicación desde territorio mexicano Miguel de Santamaría advirtió al Ministro colombiano de Relaciones Exteriores la presencia soterrada de un partido republicano. [14] ¿Presagiaba acaso que la existencia de éste significaría en días no muy lejanos una fuente de inestabilidad y de discordia? ¿O es que acaso la dilatada guerra de independencia de la Tierra Firme inhabilitaba a Santamaría para comprender y otorgar confianza a la brillante política de Iturbide? ¿No podía concebir el agente del gobierno de Bogotá una liberación como la de México que se había transformado de “colonia en gran imperio”, “[s]in sangre, sin incendios, sin robos, ni depredaciones, sin desgracia y de una vez sin lloros y sin duelos?” (Iturbide 2001 [1823]).

    Sea como fuere, el 23 de marzo de 1822, desde el puerto de Veracruz, el plenipotenciario de Colombia anunció al Ministro de Estado y Relaciones Exteriores de la Regencia del Imperio de México su llegada y el objeto de la misión que le había sido confiada. Según afirmó Santamaría en dicha ocasión, la incomunicación propia del orden colonial español debía ser reemplazada en lo sucesivo por un “nuevo orden de relaciones”, basado en “principios de honor, de rectitud y generosidad”. El sistema americano sería, pues, esencialmente diferente del europeo, que había consistido, en opinión del representante del gobierno de Bogotá, “en la ruina de unos imperios para el engrandecimiento de otros”. [15]

    El representante de Colombia se puso muy pronto en camino hacia la capital del Imperio, de tal suerte que se hallaba ya en Puebla el 6 de abril de 1822. [16] Cuando diez días más tarde comunicó sus credenciales al Ministro mexicano de Estado y Relaciones Exteriores, Santamaría se había residenciado ya en la ciudad de México, más precisamente en el número 14 de la calle de Donceles. [17] Los buenos deseos del ministro colombiano, respecto al rápido establecimiento de relaciones binacionales, parecieron confirmados por la promulgación del decreto del Congreso Constituyente del 29 de abril de 1822, mediante el cual el Imperio de México reconoció solemnemente la independencia de Colombia. [18]

    Los acontecimientos de los días siguientes apuntaron, igualmente, a la rápida consolidación de los lazos entre ambos Estados. En efecto, el 5 de mayo el plenipotenciario de Colombia fue presentado a Agustín de Iturbide, entonces presidente de la Regencia, a quien cumplimentó de parte de Simón Bolívar. Por aquellos días, Santamaría tuvo también varias entrevistas con el Ministro mexicano de Estado y Relaciones Exteriores. Por último, el 13 de dicho mes de mayo de 1822, Santamaría fue recibido por la Regencia en pleno y declaró solemnemente, conforme a las instrucciones que le habían sido conferidas, que su comitente reconocía “a la nación mexicana por Estado soberano e independiente” y que “cualesquiera fuesen las leyes constituyentes por las cuales la nación mexicana, en ejercicio de su soberanía, estimase conveniente asegurar sus libertades y tranquilidad interior, Colombia se haría una gloria y un deber de contribuir al sostenimiento de la independencia nacional”. [19]

    No obstante esta declaración, el primer mes de residencia en la capital del Imperio mexicano había convencido a Santamaría de que la oposición constante entre los diputados del Congreso Constituyente y los miembros de la Regencia impedía el curso regular de los negocios y había de producir, en última instancia, el estallido de una guerra civil. La situación se complicaba aún más por la existencia de tres partidos: los republicanos, los cape-tos o borbonistas (que insistían en preservar el trono del Anáhuac para la dinastía de España) y los iturbidistas (que pretendían elevar el presidente de la Regencia a la dignidad imperial).En opinión de Santamaría, la persistencia del ideal monárquico se explicaba, antes que nada, por una incomprensión crasa del régimen republicano. En efecto, sólo concebían éste “en el sentido de la más extensa democracia”. [20]

    En tal contexto, la representación de que estaba revestido Miguel de Santamaría se contagió de un aura polémica, que fue acentuada con el papel “pedagógico” que el diplomático tuvo a bien desempeñar. En efecto, en su primera comunicación desde el territorio del Imperio mexicano, Santamaría solicitó a Pedro Gual la remisión de impresos relativos a la República de Colombia, pues, según afirmó, ella era poco conocida y sólo se tenían acerca del país “noticias muy generales”. [21] En todo caso, el plenipotenciario ya traía algunas publicaciones consigo, puesto que el 29 de marzo el Ministro mexicano de Estado y Relaciones Exteriores le acusó recibo de una “colección de papeles colombianos”. [22] El 16 de abril Santamaría remitió al mismo funcionario la Ley Fundamental de la República, así como la Constitución de ella, rogándole que la comunicara a la Regencia. [23] Dos días más tarde José Manuel de Herrera indicó al representante del gobierno de Bogotá que los impresos habían sido comunicados por orden del gobierno al Congreso Constituyente, con lo que un grupo muy influyente de políticos mexicanos quedó al tanto de las particularidades de las instituciones colombianas . [24] El 14 de mayo Santamaría refirió al ministro Pedro Gual los “rápidos progresos” que hacían en México las ideas republicanas, particularmente en las provincias interiores. Según sospechaba, a ello contribuían de manera muy positiva las noticias que había propagado acerca del estado de la República de Colombia, “de cuya ilustración popular y ciencia de gobierno” se habían formado ideas muy ventajosas. Aparentemente, era muy corriente entonces que se elogiase a Bolívar,

    […] como el único héroe del continente americano y su conducta de desprendimiento es contrastada con la de este jefe [Iturbide] en todos respectos, pero especialmente en la ambición que se le supone a la Corona. Debo manifestar a usted que los partidos de oposición son los que han manifestado más entusiasmo y simpatía en el reconocimiento de nuestra independencia y deseado más sinceramente nuestra unión. [25]

    La tarea propagandística del representante del gobierno de Bogotá prosiguió en las conversaciones diarias que éste mantenía con “multitud de personas respetables y diputados”, a los cuales transmitía, además, papeles públicos de Colombia y, particularmente, la Constitución. El éxito de la empresa fue tal, que en breve la carta de Cúcuta fue reimpresa en México. [26] La promoción del régimen republicano en el territorio del Imperio contó también con el concurso del guayaquileño Vicente Rocafuerte, quien a mediados de 1821 se dirigió a Estados Unidos comisionado por una sociedad secreta veracruzana, con el doble propósito de adquirir los barcos necesarios para evacuar a los soldados españoles y de escribir una obra para contrarrestar las ideas monárquicas. Finalmente, el libro vio la luz en Filadelfia en el transcurso del año, con el título Ideas necesarias a todo pueblo americano que quiere ser libre. Al concluir su misión, Rocafuerte regresó a México, donde se puso en contacto con Miguel de Santamaría, en cuya casa se reunían hombres de la talla de Carlos María de Bustamante, fray Servando Teresa de Mier y José María Fagoaga (Rodríguez 2007).

    Así, pues, con bastante celeridad, la posibilidad de construir en la América septentrional una república, cuyo gobierno fuera a un tiempo “enérgico” y “liberal”, se consolidó en el momento mismo en que se discutía el nombramiento del emperador que había de ocupar el trono del Anáhuac, en concordancia con lo estipulado por el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba. Para ponderar hasta qué punto fue polémica la labor de Miguel de Santamaría, es menester recordar con Carlos María de Bustamante que en aquella época la palabra república era considerada “abominación y anatema” (Bustamante 1985 [1846]). Como se ha visto, en esta campaña de propaganda del ideal republicano, acometida por el enviado de Colombia, desempeñaba un papel central la figura de Simón Bolívar, un “libertador”, que a diferencia de Iturbide, se creía adornado con un desprendimiento admirable del poder. [27]

    En vísperas de la designación de Iturbide como emperador, Santamaría percibía una gran incertidumbre en lo relativo a los destinos de México, y, en consecuencia, el 16 de mayo decidió abstenerse de “agitar el curso de las negociaciones” que se le habían confiado. [28] La decisión del Congreso Constituyente de entronizar a Iturbide, conocida tres días más tarde, rompió definitivamente la concordia existente entre las autoridades mexicanas y el plenipotenciario de Colombia.En efecto, los sucesos fueron juzgados severamente por Santamaría a causa de su carácter tumultuario: ¿cómo era posible que en el curso de una noche y medio día se decidiera la cuestión “que más inmediata y esencialmente” comprometía “la existencia política de un pueblo al tiempo de constituirse”? ¿Cómo soslayar el hecho de que se hubiese comenzado por la nominación del nuevo emperador y no, como debía ser, sancionando leyes que fijaran la extensión y límites de las atribuciones de éste? ¿Cómo no cuestionar la validez de una elección aprobada por tan sólo 67 diputados, cuando 15 más la habían rechazado y otros 72 se hallaban ausentes? [29]

    Los acontecimientos del 18 y el 19 de mayo de 1822 convencieron al plenipotenciario de Colombia de la necesidad de abstenerse “enteramente de todo acto que directa o indirectamente manifestase aprobación o desaprobación de lo sucedido”, incluida, por supuesto, la negociación de cualquier tratado. Al informar al ministro Pedro Gual esta decisión, Santamaría arguyó en su favor el hecho de que las instrucciones para el lleno de su misión habían designado exclusivamente por parte contratante a la Regencia del Imperio mexicano. Además, como en su opinión el afianzamiento de Iturbide en el trono estaba en entredicho, la dignidad y reputación del gobierno de la República de Colombia se comprometerían fuertemente en caso de reconocer el nuevo régimen. Así mismo, los intereses del gobierno de Bogotá padecerían un grave desdoro en tal situación, puesto que el partido republicano de México se sentiría profundamente agraviado. [30] Santamaría se fijó, por lo tanto, una “conducta neutral”, que no podía serlo en virtud de los acontecimientos. En efecto, ¿cómo evitar que Iturbide y los miembros de su gabinete se sintiesen injuriados ante un desplante tan estruendoso como la inasistencia de Miguel de Santamaría a la ceremonia de coronación, a la que fue expresamente invitado? [31] El agravio resultaba aún mayor por cuanto se habían señalado al plenipotenciario de Colombia (único diplomático presente en la ciudad de México) un lugar distinguido y una escolta de honor (Alamán 1969). Este episodio demuestra que la pretendida imparcialidad del plenipotenciario de Colombia constituía, en realidad, una manifestación elocuente de condena al ascenso al trono de Agustín de Iturbide.

    Tan graves consideraciones no escaparon al Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Imperio, quien a comienzos de agosto exhortó a Miguel de Santamaría a ratificar el reconocimiento que había ofrecido de la independencia de México, bajo el sistema que el país tuviera a bien adoptar. [32] Como respuesta a tan perentorio requerimiento, el plenipotenciario de Colombia se contentó con señalar que las instrucciones que había recibido al comienzo de su misión no lo facultaban para obrar en el particular, por lo que aguardaba órdenes precisas de su comitente. [33]

    Las relaciones entre el agente de Colombia y las autoridades del Imperio mexicano terminaron de agriarse con el aprisionamiento de varios diputados que frecuentaban “la casa y mesa” de Santamaría, y que fue decretado el 26 de agosto con el fin de aplastar una conspiración republicana. [34] Santamaría calificó de escandalosos los arrestos y los comparó (siguiendo en ello a algunos diputados mexicanos) [35] con el atentado cometido por Fernando VII a su regreso al trono de España en 1814, cuando disolvió las Cortes y abolió la Constitución. En cuanto a la conspiración contra Iturbide, el plenipotenciario la atribuyó parcialmente al influjo de las instituciones colombianas. [36] Si ha de creerse la narración de Santamaría, aquella república se había convertido en uno de los más álgidos puntos de disputa entre iturbidistas y opositores al régimen. Aparentemente, aquéllos habían visto con desagrado las noticias de la liberación de Quito y la rendición de Puerto Cabello, al tiempo que los miembros del partido republicano las habían celebrado con regocijo,

    […] figurándose que libre en [sic] el territorio de Colombia el que ha sido su libertador pudiera serlo de México. A tal punto ha llegado la esperanza de suceso que se me culpa de indolencia y frío espectador de la desgracia del suelo en que nací por no anunciar al presidente de Colombia que su presencia, su virtud y victoria son necesarias para extender la felicidad de América hasta los términos del norte que poseía la antigua dominación española. [37]

    La provincia de Yucatán ofrece un buen ejemplo de la utilización partidista de la imagen de Colombia. En efecto, allí se celebró con júbilo “extraordinario” el reconocimiento de la república, mientras que tres días antes la exaltación de Iturbide al trono transcurrió sin la menor ceremonia.[38]

    La actividad propagandística desempeñada por Santamaría desde su llegada a Veracruz, su condena sin atenuantes del régimen de Iturbide, la injuria propinada a las autoridades del Imperio con la conducta de “neutralidad” que se fijó el plenipotenciario y las relaciones de amistad y cercanía que mantenía el enviado con eminentes miembros del partido republicano generaron sospechas más que fundadas acerca de su participación en la conspiración del mes de agosto (Alamán 1969). A comienzos del mes de octubre, Santamaría se convirtió además en el principal informante de Mr. Joel R. Poinsett, quien llegó a la ciudad de México comisionado por el gobierno norteamericano para “observar la situación política” del país. [39] Por este cúmulo de circunstancias, el representante colombiano fue intimado por el Ministro de Estado y Relaciones Exteriores a abandonar el territorio del Imperio, para lo cual se le remitió pasaporte el 18 de octubre de 1822. [40]

    Según narra el historiador Alamán, desde Veracruz, hacia donde dirigió sus pasos, el plenipotenciario de Colombia promovió una insurrección contra el emperador, que a la postre fue encabezada por los generales Santa Anna y Victoria (Alamán 1969; Anna 1991; Bustamante 1985 [1846]; Iturbide 2001 [1823]). Pretextando falta de buque seguro, vientos contrarios a la navegación y quebrantos en su salud, Santamaría se encontraba aún en dicho puerto el 19 de marzo de 1823, cuando Iturbide renunció a la corona. [41] A instancias del Congreso mexicano, retomó entonces sus funciones diplomáticas en la capital del país, en cuyo ejercicio habría de permanecer hasta abril de 1828. [42] Entre tanto, publicó bajo el seudónimo del Capitán Chinchilla artículos en el periódico El Sol, en los que continuó atacando a Iturbide y promovió la adopción de una república central(Alamán 1969). No está de más indicar que sus intervenciones en la política interna mexicana llevaron a la Legislatura de Sonora y a El Correo de la Federación a solicitar a comienzos de 1828 a las autoridades de la Unión la expulsión de Santamaría (Roldán 1974).

    Antes de concluir este apartado, conviene contrastar la primera experiencia de Miguel de Santamaría en México con la misión contemporánea de Joaquín de Mosquera en Lima. En efecto, a su paso por el Perú, el enviado de Colombia logró suscribir en muy pocos días un tratado de liga y confederación (6 de julio de 1822). La única dificultad que halló entonces Mosquera fue la tocante al establecimiento de límites, puesto que la provincia de Guayaquil, que en ese entonces se gobernaba de manera independiente, oscilaba entre incorporarse a Colombia o agregarse al Perú. [43]

    Mosquera logró concluir, pues, con mucha mayor celeridad que Santamaría uno de los objetivos primordiales de la misión que Simón Bolívar había confiado a ambos. No obstante, esta desemejanza es menos importante que un resultado fundamental de las gestiones de uno y otro: así como Santamaría participó activamente en la caída de Iturbide, preconizando la adopción de un régimen republicano central, Joaquín de Mosquera no parece haber sido ajeno a la caída del ministro Bernardo Monteagudo. En efecto, queriendo frustrar los proyectos monárquicos que atribuía a San Martín, Mosquera se afanó desde su llegada a Lima por dar a conocer la república que representaba, así como “la justicia y magnanimidad de sus principios y moderación”. Esta labor parece haber sido de lo más fructífera, pues si, como pudo constatarlo, al principio nadie se atrevía a hablar de Colombia, pocos días después se vitoreaba el nombre de dicho país junto con el de su Libertador y se estampaba en las imprentas cuanto deseaba el plenipotenciario: la opinión favorable aumentaba “de un modo tan rápido” que los colombianos, a finales de mayo de 1822, estaban “de moda en Lima”. [44]

    Justo antes de embarcarse con dirección a Valparaíso, Mosquera informó a Pedro Gual y a José Gabriel Pérez la deposición de Monteagudo, para expresar enseguida que tras dicho acontecimiento,

    […] se ha pronunciado la opinión pública tan general y enérgicamente contra la monarquía y a favor de la república que es ya imposible adopten otra forma de gobierno. Por la misma razón ha crecido infinitamente la opinión por Colombia y por su Libertador. Yo me he aprovechado de esta oportunidad y he obligado a un hijo de Lima a que haga reimprimir la constitución de Colombia que ya está en prensa. [45]

    Así, pues, tanto en Lima como en México el sistema de gobierno adoptado por los diputados de la Tierra Firme en la convención de la villa del Rosario de Cúcuta tuvo mucho que ver con la frustración de los proyectos monárquicos.Como se ha visto, aquel ascendiente no puede entenderse sin la tarea propagandística de los plenipotenciarios de Colombia.



    Los diplomáticos colombianos y la instauración de la república mexicana

    Tras la caída de Iturbide, la influencia de Colombia y sus instituciones siguió siendo de la mayor actualidad, como lo demuestra la publicación en Nueva York de un libro de Vicente Rocafuerte en el cual, no está de más recordarlo, fue incluida la Constitución de Cúcuta. Considerando que era preciso dar dirección a la “chispa del patriotismo” para conservar los beneficios de la independencia en Perú, Chile y México, Rocafuerte se propuso demostrar con su obra que el sistema republicano era el único que convenía a la índole y al estado de civilización de los hispanoamericanos. En otras palabras, Rocafuerte se pronunció contra la doble amenaza representada por la tentación de establecer en el continente monarquías constitucionales o federaciones.Entre los argumentos empleados para defender estas tesis, hay uno particularmente interesante porque coincide con el espíritu de las misiones diplomáticas despachadas por Bolívar a México y a la América meridional. En efecto, según Rocafuerte, la uniformidad política del continente era absolutamente indispensable si quería establecerse en él una paz permanente (Rocafuerte 1823).

    No obstante, con la disolución del Imperio de Iturbide, la imagen de Colombia dejó de suscitar entre los republicanos mexicanos el entusiasmo de un comienzo, sencillamente porque dejó de representar el género para convertirse en especie. Como lo demuestra un famoso discurso del padre fray Servando Teresa de Mier, en el marco de las discusiones sobre el sistema de gobierno más conveniente para México, la historia reciente de la Tierra Firme fue utilizada con un doble propósito: los acontecimientos del interregno fernandino, por una parte, fueron presentados de manera ejemplarizante para demostrar la inconveniencia de una federación entendida como “liga de potencias”. Por otra parte, los liberales mexicanos se distanciaron del modelo republicano de Colombia por considerar que presentaba una “concentración peligrosa” de la autoridad. [46]

    Si bien hasta el final de su misión (12 de abril de 1828) [47] Miguel de Santamaría siguió promoviendo la imagen de Colombia, haciendo imprimir cuanto contribuyese a darle brillo, el triunfo de los federalistas mexicanos minó en buena medida el aura de prestigio de que había gozado la república. Además, la sublevación del general Páez, la promoción de la Constitución boliviana y los demás sucesos de 1826 afectaron irremediablemente la reputación del país. [48] A finales de dicho año, en una de sus comunicaciones con las autoridades bogotanas, Santamaría se refirió a aquel descrédito creciente:

    Estaba en posesión Colombia de ser citada en México (como en todos los demás países) por modelo de estabilidad, orden y progreso de los nuevos Estados independientes de América. Nada más frecuente aquí que ponerla por tema y ejemplo de imitación. Los nombres del Libertador y del vicepresidente encargado del poder ejecutivo, han sido pronunciados siempre con la expresión del más alto respeto y simpatía, y el carácter del primer personaje ha sido reputado como esencialmente identificado con las glorias de su patria, sino generalmente con las de toda la América independiente. Es, pues, natural que las sensaciones que causen en contrario los temores de perder Colombia su Constitución, o de que ésta sufra una alteración sustancial antes del tiempo asignado por la misma, deban ser tanto más profundas, cuanto más íntimo ha sido hasta aquí el convencimiento de que la integridad del territorio de Colombia y sus adelantos a una sólida organización interior se habían fijado irrevocablemente. [49]

    Para colmo, Santamaría había dejado para entonces de ser el único diplomático residente en México y su ascendiente había padecido una merma considerable en beneficio de los agentes de Inglaterra y Estados Unidos.El ministro de este último país contaba, en opinión del plenipotenciario colombiano, con una influencia notable, no sólo en virtud de ciertas logias masónicas yorkinas cercanas al gobierno, cuya fundación había promovido, sino también de los medios cuantiosos de que disponía y con los cuales ofrecía frecuentes convites, bailes y brillantes tertulias. Los amigos del plenipotenciario de Colombia, entre tanto, eran miembros del partido derrotado, estaban afiliados a las logias escocesas y eran tachados de borbonistas, aristócratas y monarquistas. [50] No obstante, hay evidencia de que las autoridades de Bogotá procuraron conservar hasta el final su influjo en la política interna de México. Una buena muestra de ello son las órdenes que José Rafael Revenga transmitió a comienzos de 1828 a Pedro Gual y Miguel de Santamaría, encargándoles que buscaran cuantos medios estuviesen a su alcance,

    […] a que el pueblo mexicano corrija sistemática y gradualmente los vicios que ya hubiere descubierto en su Constitución y a que para ello, eviten ustedes cuerda y oportunamente que ninguno se deslumbre con la prosperidad que hayan proporcionado a otros Estados sistemas de gobierno que requieren más luces o más virtudes que las que por desgracia tenemos nosotros, u otros menos calculados a los progresos del espíritu humano, o que inspiren menos confianza a los Estados vecinos. [51]

    No está de más señalar que el intervencionismo colombiano de los años 20 del siglo XIX reposaba sobre la creencia de las autoridades de Bogotá de hallarse en un estadio político más avanzado que el resto de Hispanoamérica.La correspondencia de Pedro Gual desde la ciudad de México (1826-1829) lo demuestra abundantemente. En opinión de aquel hombre (que había diseñado ni más ni menos las relaciones exteriores de la República de Colombia), el federalismo en la América hispánica era un síntoma innegable de inmadurez política.Por lo tanto, neogranadinos y venezolanos, que pensaban haber superado aquella tara supuestamente congénita a la revolución, y comprendido que dicho sistema era inaplicable a las circunstancias propias de las antiguas posesiones castellanas de ultramar, podían permitirse adoptar un tono aleccionador de superioridad. [52]



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    José Anastasio Torrens en Bogotá


    Las circunstancias propias de la política interior mexicana durante los primeros años de vida independiente explican la tardanza con que aquel país despachó un representante cerca de la República de Colombia. En efecto, si bien ya en épocas de Iturbide se había decretado el despacho de una misión diplomática a Bogotá, [53] ésta tan sólo se concretó a finales de abril de 1825 con la llegada a dicha ciudad del coronel José Anastasio Torrens. [54] Natural de la villa de Huatusco, cerca del puerto de Veracruz, Torrens había estudiado en el seminario de Puebla, combatido en las tropas de Morelos (1812-1813), hecho las veces de agente de los revolucionarios en Estados Unidos (1815-1817) y tomado parte en la expedición del general Mina, en cuyo curso fue arrestado y conducido al presidio de Melilla. Tras ser liberado con la llegada de los liberales al poder, Torrens se dirigió a México. Una vez allí, fue nombrado secretario de legación en Estados Unidos de América por las autoridades del Imperio. Tras la caída de Iturbide, el gobierno republicano de México lo promovió al rango de encargado de negocios en Washington, primero, y a la legación en Bogotá, después (Roldán 1974).

    La presencia de Torrens en Colombia obedecía principalmente al propósito de firmar convenios conducentes a la expulsión conjunta de los españoles del fuerte de San Juan de Ulúa y de las islas de Cuba y Puerto Rico. No obstante, este proyecto se vio frustrado por las guerras de Colombia en Perú, en un primer momento, y, posteriormente, por la decidida oposición británica, francesa y estadounidense a las hostilidades contra La Habana y San Juan.

    Tras 15 días de residencia en Bogotá, Torrens advirtió a su gobierno acerca de la “increíble diferencia” que había en considerar a Colombia “desde afuera” y “ser espectador” de lo que pasaba “dentro”. En su opinión, los adelantos en las relaciones exteriores de la república permitían deslumbrar y esconder el desorden general de los ramos de la administración interior y el “despotismo militar más espantoso”. Torrens criticó además la asimilación malintencionada de las autoridades colombianas, que hacían de los partidarios del federalismo simples anarquistas. [55] Del mismo modo, pues, que Miguel de Santamaría en México se había convertido, en los tiempos del Imperio de Iturbide, en una prueba viviente de la posibilidad de establecer sistemas republicanos en la América antes española, Torrens, a su vez, encarnó en Colombia la viabilidad del federalismo en el continente, esto es, de su aplicación en países diferentes a Estados Unidos.

    Simón Bolívar. 1825. Obra de Antonio Salas. (Ver PDF, página 59)

    Las dificultades entre el coronel Torrens y las autoridades de Colombia comenzaron muy pronto, por cuestiones de protocolo y etiqueta. Ornán Roldán, quien estudió la correspondencia de Torrens con su comitente, ha demostrado que a partir de 1826 las aprensiones del plenipotenciario mexicano con respecto a Bolívar y el gobierno de Colombia en general se multiplicaron. Desde entonces, Torrens caracterizó al Libertador en sus comunicaciones como un mandatario ansioso de cortejar a los ingleses para consolidar “el poder militar”. Las convicciones políticas de Torrens explican la creciente simpatía del enviado con respecto a la figura del general Santander. Este sentimiento debía ser ostensible, puesto que en septiembre de 1827 el vicepresidente de Colombia se sintió autorizado a confiarle la salvaguardia de un paquete de documentos que debían ser publicados en caso de que acaeciese al remitente “una muerte violenta o una expatriación”. Ya en 1828, Torrens refirió sus sospechas de que Bolívar buscaba “un trastorno en México para probar que las instituciones republicanas no sólo no convienen a Colombia, sino a ningún Estado americano, a lo menos a los que pertenecieron a España”. [56]

    No obstante, fue sólo en 1829, a raíz de la admisión del joven Agustín de Iturbide en el ejército de la república, cuando las relaciones se deterioraron de manera irreparable. Paradójicamente, correspondió a Miguel de Santamaría, quien tan activamente había participado en la caída del emperador mexicano, hacer embarcar al vás-tago de Iturbide en Nueva York con destino a Cartagena (Lomné 1829). Al conocer el reclutamiento, Torrens solicitó su suspensión por considerarlo hostil y contrario a los intereses de su país. Según explicó, quedando como quedaban aún en México restos del partido iturbidista, y no estando del todo consolidadas las instituciones republicanas, era peligroso proporcionarle al primogénito del emperador “una carrera que le diese nombre y partidarios” y lo incitase a reclamar algún día “derechos sobre el país”. [57] Tras consultar el asunto con Bolívar, el gobierno de Bogotá se negó a complacer a Torrens, recordándole que los Estados Unidos Mexicanos protegían a la familia de Iturbide, “manteniéndola a expensas de la nación”, y que ninguna ley impedía al joven “dedicarse a la carrera militar ni consagrar sus servicios a otra nación que vive en paz y en la mayor inteligencia con la suya”. [58]

    Por lo dicho previamente acerca de las incidencias de la misión de Miguel de Santamaría en México, y particularmente a propósito de su oposición frontal al nombramiento de Iturbide como emperador, cabe decir que la incorporación de un vástago de éste en el Ejército colombiano entrañaba una contradicción manifiesta.¿Puede tenerse acaso como un indicio certero de la evolución de las concepciones políticas de Simón Bolívar y de sus más allegados colaboradores? ¿No constituía acaso la admisión del joven Agustín una prueba de que el Imperio mexicano no era ya percibido con la severidad de antaño? La promoción que entonces comenzaba a hacerse del establecimiento de una monarquía constitucional en Colombia confirma esta sospecha. Es por ello explicable que Torrens trajera a las mientes en sus comunicaciones al ministro Estanislao Vergara ciertos rumores publicados en el Evening Mail, según los cuales el Libertador pensaba erigir tronos o crear monarcas en la América antes española. Sea como fuere, la suposición fue juzgada ofensiva por las autoridades de Bogotá. [59]

    La conducta de Torrens se hizo aún más chocante para el Gobierno colombiano por la cercanía que el diplomático estableció con el general Harrison, enviado extraordinario y ministro plenipotenciarios de Estados Unidos. Según el historiador Restrepo, ambos se mezclaron en los asuntos domésticos de la república, propugnando el establecimiento de un sistema federativo y esparciendo juicios desfavorables sobre Simón Bolívar (Restrepo 1858). [60] Al enterarse de los hechos, las autoridades de Colombia solicitaron al Ministro Mexicano de Relaciones Exteriores el relevo del diplomático, como una medida necesaria para conservar la buena armonía y las relaciones fraternales entre ambos países. [61] Como puede apreciarse, difícilmente podría establecerse una simetría tan perfecta como la existente entre las circunstancias que rodearon la misión de Miguel de Santamaría en México en 1822 y las que siete años más tarde enmarcaban los procedimientos de Anastasio Torrens en Bogotá. Así como aquel se había opuesto al Imperio de Iturbide, promoviendo el establecimiento de una república central, a imagen de la fundada en la Tierra Firme, Torrens conspiró contra el proyecto de establecer una monarquía constitucional en Colombia e impulsó la adopción en el país de un régimen federal. El desenlace de los conflictos generados por ambas conductas es también harto semejante. En efecto, así como Miguel de Santamaría fue expulsado de la ciudad de México por hallarse comprometido en una conspiración republicana, José Anastasio Torrens fue obligado a dejar la capital de Colombia a mediados del mes de octubre de 1829 por su complicidad en el levantamiento del general José María Córdoba en la provincia de Antioquia (Lomné 1829). Como este militar había cortejado a Fanny Henderson y esperaba casarse con ella (Posada 1914), [62] no le fue difícil ganarse la simpatía y el apoyo del padre de ésta, quien era entonces cónsul británico en Bogotá. Todo indica que fue Henderson quien sirvió de enlace entre el líder de la insurrección, el representante de México y el general Harrison, ex ministro plenipotenciario de Estados Unidos. [63]



    Conclusiones

    Según afirmó provocadoramente Gramsci, buena parte de la pretendida superhumanidad nietzscheana tiene como origen no tanto a Zaratustra como al Conde de Montecristo de Alejandro Dumas (Eco 1990). En ese sentido, cabe preguntarse si algún modelo heroico condicionó la trayectoria de los Libertadores hispanoamericanos. En sus Memorias de ultratumba, Chateaubriand trazó un interesante paralelo entre Washington y Bonaparte que viene como anillo al dedo para resolver este interrogante. Si bien el escritor bretón caracterizó a ambos héroes como “diputados de la Providencia”, cada uno simbolizaba, en su opinión, cosas por completo diferentes. Según Chateaubriand, a Washington correspondían una estatura humana y un accionar discreto y silencioso porque, más que su destino, encarnó el de Estados Unidos. Bonaparte, en cambio, combatió con estruendo y ansiedad porque sólo le interesaba su gloria y porque presentía que su misión sería corta “como una juventud fugitiva”: así, con “una mano depone a los reyes y con la otra abate al gigante revolucionario, pero al aplastar la anarquía ahoga la libertad y finalmente pierde la suya en el último campo de batalla”. Washington lleva una nación a la independencia, Bonaparte arrebata la suya a Francia; el uno termina sus días en un retiro honorable y doméstico, el otro muere en el exilio en los confines del mundo. La república de Washington subsiste, el imperio de Napoleón se extingue. Ambos héroes deben su destino a la libertad: el primero le fue fiel, el segundo traicionó su causa (Chateaubriand 1973).

    El parangón establecido por Chateaubriand entre Washington y Bonaparte es pertinente porque los Libertadores hispanoamericanos oscilaron entre ambos polos para terminar siendo atraídos casi irreparablemente por el magnetismo preponderante del emperador corso. En el caso de Agustín de Iturbide, el paralelo con Bonaparte se imponía como una evidencia a sus mismos contemporáneos. El historiador Alamán refiere, por ejemplo, que para la ceremonia de coronación que se realizó en la ciudad de México “los trajes adecuados a la dignidad imperial se imitaron de las estampas que pudieron haberse de la coronación de Napoleón” (Alamán 1969, 396). Carlos María de Bustamante, entre tanto, afirma que Iturbide imitaba “en miniatura” al emperador de los franceses en las paradas militares, “cual pudiera hacer un cómico cuando hace el papel de un célebre personaje” (Bustamante 1985 [1846], 34). Y ¿qué decir de la Orden de Guadalupe, inspirada en la Legión de Honor? ¿Cómo no emparentar el fracasado regreso de Iturbide a México, tras un corto exilio en Italia, con el desembarco de Napoleón después de escapar de su reclusión en la isla de Elba?

    En cuanto a Simón Bolívar, la propaganda revolucionaria lo muestra recurrentemente en un comienzo como un perfecto émulo de Washington. Tal es el caso, por ejemplo, de Vicente Rocafuerte, quien utiliza abundantemente la comparación en su Ensayo político y en su Bosquejo ligerísimo. No obstante, al concluir la campaña del Perú, la promoción de la Constitución boliviana, la instauración de la dictadura y el proyecto monárquico que impulsaron sus ministros empañaron la imagen republicana del Libertador de Colombia, haciéndolo ver cada vez más como un tirano ambicioso. En septiembre de 1828, el mismo Rocafuerte sospechaba que Bolívar se había “quitado la máscara del patriotismo”, que aspiraba a coronarse y que para lograrlo estaba dispuesto incluso a proporcionar a España la posesión de México.El émulo de Washington se había convertido en imitador de Bernadotte. [64]

    Otro excelente ejemplo que muestra la degradación de Bolívar en un émulo censurable de Bonaparte (y Cromwell) es la polémica que sostuvieron a comienzos de 1829, en las columnas del Courrier Français, Benjamin Constant y el abate de Pradt acerca de la dictadura de Bolívar. [65] En efecto, la disputa demuestra la dificultad de conciliar el título de Libertador con el ejercicio de facultades omnímodas en que éste incurrió tras la disolución de la Convención de Ocaña. ¿Podía justificarse tal procedimiento arguyendo que la sociedad colombiana se hallaba en un estado informe y que era del todo incapaz de gozar de su libertad? En cuanto a Bolívar, ¿podía ser eximido del cargo de usurpador, en virtud de su pretendida moderación? Según Constant, todos los aspirantes a la tiranía deseaban siempre “ser obedecidos como amos y compadecidos como víctimas de su propia abnegación”, y el despotismo, más que en la manera de ejercer el poder absoluto, residía ante todo en el derecho que alguien concebía de atribuirse una autoridad omnímoda. En definitiva, un hombre, cualquiera que éste fuese, “carecía de facultades para salvar a un pueblo incapaz de salvarse a sí mismo”(Aguirre 1983, 336).

    En buena medida, los desencantados retratos diplomáticos elaborados por Miguel de Santamaría en México y por Anastasio Torrens en Bogotá ilustran el arduo debatirse de los Libertadores entre la ley y el poder, entre la predestinación y la renuncia, entre la gloria y la ambición. Así mismo, son una clara denuncia de los efectos perversos generados por el procedimiento propagandístico de la heroización, que los independentistas usaron tan indiscriminadamente. En 1825 el abate de Pradt sugirió con agudeza en uno de sus libros que una revolución, al “personificarse” en nuevos Cromwell, corría el riesgo de ser fácilmente abordada, seducida y aplastada (Pradt 1825). En otros términos, los beneficios que la encarnación caudillista podía generar en cuanto a movilización y popularización de una causa terminaban pagándose muy caro, por la lamentable confusión establecida entre un ideario y un hombre asaltado permanentemente por tentaciones de todo género. Cuando Thomas Carlyle en 1840 describió la manera en que las Repúblicas colombianas hacían de cada reforma una revolución y llevaban a la horca a los antiguos ministros a cada cambio de gabinete (Carlyle 1902), ¿no estaba acaso poniendo de manifiesto, más allá de la caricatura, las derivas generadas por la exacerbación del culto a los grandes hombres?





    REFERENCIAS


    Archivo


    1. Archivo General de la Nación (Bogotá), Fondo Ministerio de Relaciones Exteriores, Delegaciones, Transferencia 2, t. 300, 307, 392-395, 399-401, 411; Transferencia 8, caja 633, carpeta 1.



    Fuentes primarias

    2. Actas del Congreso de Cúcuta… T. 1. 1990. Bogotá: Presidencia de la República.

    3. Bolívar, Simón. 1979. Obras completas, compilación y notas de Vicente Lecuna. Bogotá: Fica.

    4. Gaceta de Colombia [Edición facsimilar, 5 vols.]. (1822-1831). Bogotá: Banco de la República.

    5. Iturbide, Agustín de. 2001 [1823]. Manifiesto al mundo, o sean apuntes para la historia. México: Fideicomiso Teixidor-Libros del Umbral.

    6. Rocafuerte, Vicente. 1822. Bosquejo ligerísimo de la revolución de Méjico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial de Iturbide. Filadelfia: Imprenta de Teracruef y Naroajeb.

    7. Rocafuerte, Vicente. 1823. Ensayo político. El sistema colombiano, popular, electivo y representativo, es el que más conviene a la América independiente. Nueva York: Ediciones A. Paul.



    Fuentes secundarias

    8. Aguilera, Miguel. 1951. Nuestros primeros percances diplomáticos. BHA XXXVIII, No. 441-443: 459-485.

    9. Aguirre Elorriaga, Manuel. 1983. El Abate de Pradt en la emancipación hispanoamericana. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

    10. Alamán, Lucas. 1969. Historia de Méjico [T. V]. México: Editorial Jus.

    11. Anna, Timothy E. 1991. El Imperio de Iturbide. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes - Alianza Editorial.

    12. Bustamante, Carlos María de. 1985 [1846]. Continuación del cuadro histórico. Historia del Emperador Iturbide hasta su muerte y consecuencias y establecimiento de la república popular federal. México: Comisión Nacional para las Celebraciones -Instituto Cultural Helénico - Fondo de Cultura Económica.

    13. Carlyle, Thomas. 1902. Les héros, le culte des héros et l’héroique dans l’histoire. París: Armand Colin.

    14. Chateaubriand, François-René de. 1973 [1849]. Mémoires d’Outretombe. París: Le livre de poche.

    15. Eco, Umberto. 1990. Il superuomo di massa. Retorica e ideologia nel romanzo popolare. Milán: Bompiani.

    16. Lomné, Georges. 1829. Bolívar, l’homme qui ne voulait pas être roi. L’échec de la mission Bresson. En L’échec en politique, objet d’histoire, eds. Fabienne Bock, Geneviève Bührer-Thierry y Stéphanie Alexandre, 129-149. París: L’Harmattan.

    17. Narváez, Roberto. 2007-2008. Dos criptosistemas empleados por el coronel José A. Torrens en Colombia (1825-1826). Memorias de la Academia Mexicana de la Historia XLIX: 7-43.

    18. Narváez, Roberto. 2008. La criptografía diplomática mexicana en la primera mitad del siglo XIX. Tres ejemplos. Documenta & Instrumenta 6: 29-53.

    19. Narváez, Roberto. 2009. El ‘Diario No. 18’ (1829) de José Anastasio Torrens. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México 38: 139-163.

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    28. Rodríguez, Jaime. 2007. El nacimiento de Hispanoamérica. Vicente Rocafuerte y el hispanoamericanismo, 1808-1832. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar - Corporación Editora Nacional.

    29. Roldán Oquendo, Ornán. 1974. Las relaciones entre México y Colombia, 1810-1822. México: Secretaría de Relaciones Exteriores.

    30. Valle, Rafael Heliodoro. 1993. Bolívar en México. México: Secretaría de Relaciones Exteriores.

    31. Zubieta, Pedro A. 1924. Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia (primero y segundo períodos, 1809-1819-1830). Bogotá: Imprenta Nacional.


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    [*] El artículo hace parte del libro que prepara el autor sobre la propaganda diplomática del reconocimiento de Colombia.«« Volver


    [**] Doctor en Historia de la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne. Docente investigador del Centro de Estudios en Historia (CEHIS) de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá. Autor del libro: Un Nuevo Reino. Geografía política, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816). Bogotá: Universidad Externado, 2010. Editor de las actas de los Colegios Electorales y Constituyentes de Cundinamarca y Antioquia, 1811-1812 (Universidad Externado, 2010). Correo electrónico: malvarrosa@live.fr.«« Volver





    [1] Las misiones de D. Miguel de Santamaría y José Anastasio Torrens han sido estudiadas por Pedro A. Zubieta, (1924, 210-242) y Roldán (1974). Raimundo Rivas se refiere muy sucintamente al enviado de Colombia en México en su Historia diplomática de Colombia (1810-1934) (1961, 146-150). Rafael Heliodoro Valle ha publicado buena parte de la correspondencia de Torrens en su libro Bolívar en México (1993). Roberto Narváez ha estudiado los métodos criptográficos empleados por Torrens en al menos tres artículos: “Dos criptosistemas empleados por el coronel José A. Torrens en Colombia (1825-1826)” (2007-2008); “La criptografía diplomática mexicana en la primera mitad del siglo XIX. Tres ejemplos” (2008); “El ‘Diario No. 18’ (1829) de José Anastasio Torrens” (2009). Acerca de Torrens en Bogotá, ver también el artículo de Miguel Aguilera (1951) “Nuestros primeros percances diplomáticos”.«« Volver

    [2] The Mexican Empire of Iturbide. Lincoln: University of Nebraska, 1990. Se utiliza aquí la traducción española de la obra El Imperio de Iturbide (1991).«« Volver

    [3] Instrucciones otorgadas por Juan Germán Roscio a Fernando Peñalver y José María Vergara (Angostura, 7 de julio de 1819), agentes de Venezuela en la Corte de Londres, Archivo General de la Nación (AGN), Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE), Delegaciones, Transferencia 2 (DT2), t. 300, ff. 3-10.«« Volver

    [4] Instrucciones otorgadas por Juan Germán Roscio a Fernando Peñalver y José María Vergara (Angostura, 7 de julio de 1819), agentes de Venezuela en la Corte de Londres, Archivo General de la Nación (AGN), Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE), Delegaciones, Transferencia 2 (DT2), t. 300, ff. 3-10.«« Volver

    [5] José Fernández Madrid al Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia (Londres, 16 de julio de 1828), AGN, MRE, DT2, t. 307, f. 137 v.«« Volver

    [6] Miguel de Santamaría a Pedro Gual, ministro de Estado y Relaciones Exteriores (Cartagena, 19 de enero de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 4-5. Oficio de Simón Bolívar a Agustín de Iturbide (Villa del Rosario de Cúcuta, 10 de octubre de 1821). Gaceta de Colombia No. 77 (Bogotá, 6 de abril de 1823).«« Volver

    [7] Santamaría a Gual (Kingston, 24 de febrero de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 7-13.«« Volver

    [8] Ofcios de Santamaría a Pedro Gual y a Vicente Rocafuerte (México, 22 de julio y 5 de agosto de 1822), id., 103-106 y 90-91.«« Volver

    [9] Al respecto, resulta del mayor interés la carta que Simón Bolívar dirigió al general José de San Martín desde Bogotá el 16 de noviembre de 1821: “si el gabinete español acepta el tratado hecho en México entre los generales Iturbide y O’Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobiernos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos, bajo los mismos principios que en México. Trasladados al Nuevo Mundo estos príncipes europeos, y sostenidos por los reyes del antiguo, podrán causar alteraciones muy sensibles en los intereses y en el sistema adoptado por los gobiernos de América”. Ver también la carta de Bolívar al general Carlos Soublette (Bogotá, 22 de noviembre de 1821). Bolívar (1979, 12-13 y 14-15).«« Volver

    [10] Gustavo Otero Muñoz publicó un artículo sobre Miguel de Santamaría en dos revistas colombianas: “Don Miguel de Santamaría” (1930a y 1930b). Sin embargo, la mejor semblanza del diplomático es la de Ornán Roldán (1974).«« Volver

    [11] Acta de instalación del Congreso General de Colombia (6 de mayo de 1821). Actas del Congreso de Cúcuta…, Bogotá, Presidencia de la República, 1990, t. 1, 1-4.«« Volver

    [12] Santamaría a Pedro Gual (Veracruz, 27 de marzo de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 14-17.«« Volver

    [13] Al respecto, resulta sumamente interesante el oficio que Miguel de Santamaría remitió el 23 de julio de 1823 a Lucas Alamán, secretario de Estado y de Relaciones Exteriores del gobierno de México. En la misiva, motivada por las negociaciones abiertas en la villa de Jalapa con los comisionados españoles Juan Ramón Osés y Santiago de Irisarri, el plenipotenciario colombiano recordó los esfuerzos siempre fallidos hechos por su gobierno para alcanzar la paz y exhortó a Alamán a mantener una “vigilante desconfianza”. Esta comunicación revela de manera elocuente que el móvil principal de la misión diplomática confiada a Santamaría era propiciar un rompimiento entre México y España, AGN, MRE, DT2, t. 393, ff. 44-47.«« Volver

    [14] Oficio citado de Santamaría a Pedro Gual del 27 de marzo de 1822.«« Volver

    [15] Oficio de Miguel de Santamaría al ministro de Estado y Relaciones Exteriores de la Regencia de México, José Manuel de Herrera (Veracruz, 23 de marzo de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 21-25. Este oficio ha sido publicado por Rafael Heliodoro Valle (1993).«« Volver

    [16] El oficio de Santamaría a Agustín de Iturbide puede consultarse en AGN, MRE, DT2, t. 392, f. 34.«« Volver

    [17] Santamaría a Herrera (México, 16 de abril de 1822), id., f. 43.«« Volver

    [18] José Manuel de Herrera a Miguel de Santamaría (México, 3 de mayo de 1822), id., f. 42. Una copia impresa del decreto del Congreso Constituyente de México que reconoce a Colombia figura en id., f. 96. Tanto el oficio como el decreto fueron publicados en la Gaceta de Colombia No. 63 (Bogotá, 29 de diciembre de 1822).«« Volver

    [19] Santamaría a Gual (México, 14 de mayo de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 393, ff. 26-28.«« Volver

    [20] Santamaría a Gual (México, 16 de mayo de 1822), id., ff. 58-63.«« Volver

    [21] Santamaría a Gual (Veracruz, 27 de marzo de 1822), id., ff. 14-17.«« Volver

    [22] José Manuel de Herrera a Santamaría (México, 29 de marzo de 1822), id., f. 44.«« Volver

    [23] Santamaría a Herrera (México, 16 de abril de 1822), id., f. 44.«« Volver

    [24] Oficios de Herrera a Santamaría (México, 18 de abril de 1822), id., ff. 45 y 46.«« Volver

    [25] Miguel de Santamaría a Pedro Gual (México, 14 de mayo de 1822), id., f. 75.«« Volver

    [26] Miguel de Santamaría a Pedro Gual (México, 16 de mayo de 1822), id., ff. 58-63.«« Volver

    [27] Oficio citado de Miguel de Santamaría a Pedro Gual del 16 de mayo de 1822.«« Volver

    [28] Oficio citado de Miguel de Santamaría a Pedro Gual del 16 de mayo de 1822.«« Volver

    [29] Santamaría a Gual (México, 24 de mayo de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 67-71.«« Volver

    [30] Santamaría a Gual (México, 24 de mayo de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 67-71. A mediados de junio Santamaría insistió en la inconveniencia para Colombia de reconocer a Iturbide como emperador; ver su oficio a Pedro Gual, fechado en México el 16 de junio de 1822, id., ff. 29-30.«« Volver

    [31] La invitación de José Manuel de Herrera a Miguel de Santamaría para asistir a la ceremonia de coronación fue fechada en México, el 20 de julio de 1822. El mismo día, el plenipotenciario de Colombia se excusó, pretextando problemas de salud, cf. id., ff. 84 y 85. Ver también, a ese respecto, el oficio de Santamaría a Gual del 31 de julio de 1822, id., 81-83 Santamaría a Gual.«« Volver

    [32] José Manuel de Herrera a Santamaría (Tacubaya, 7 de agosto de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, f. 88.«« Volver

    [33] Santamaría a Herrera (México, 9 de agosto de 1822), id., f. 89.«« Volver

    [34] Santamaría a Gual (México, 15 de septiembre de 1822), id., f. 175. A propósito de los hechos del 26 de agosto de 1822, Bustamante ([1846] 1985), carta primera, y Robertson (1952).«« Volver

    [35] Véase, por ejemplo, la representación redactada por Zabala y Fernández del 30 de agosto y la respuesta de Iturbide fechada el mismo día, que incluyó en su obra Carlos María de Bustamante ([1846] 1985).«« Volver

    [36] Oficio descifrado de Santamaría a Gual (México, 18 de septiembre de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 181-182.«« Volver

    [37] Oficio descifrado de Santamaría a Gual (México, 18 de septiembre de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 181-182.«« Volver

    [38] Oficio descifrado de Santamaría a Pedro Gual (¿México?, 2 de agosto de 1822), id., ff. 252-253.«« Volver

    [39] Oficio muy reservado de Miguel de Santamaría a su comitente (29 de marzo de 1826), AGN, MRE, DT2, t. 394, ff. 52-53.«« Volver

    [40] José Manuel Herrera a Pedro Gual (México, 28 de septiembre de 1822), Miguel de Santamaría a Pedro Gual (Veracruz, 26 de noviembre de 1822), Pasaporte concedido por José Manuel de Herrera a Miguel de Santamaría para regresar a Colombia (México, 18 de octubre de 1822), AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 53-57, 192-194 y 263. Antes de su partida hacia Veracruz, el plenipotenciario de Colombia publicó un folleto vindicando su conducta, en el que ofreció una copia de los últimos oficios intercambiados con el Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Imperio acerca de su expulsión: Despedida del ministro plenipotenciario de la República de Colombia cerca del gobierno de México, México, Oficina de Don José Mariano Fernández de Lara, 1822, 9 p. Una copia de este folleto se encuentra en id., f. 262. Fue reproducido por la Gaceta de Colombia Nos. 79 y 84 (Bogotá, 20 de abril y 25 de mayo de 1823).«« Volver

    [41] Santamaría a Pedro Gual (Veracruz, 12 de febrero, 19 de marzo y 16 de mayo de 1823), AGN, MRE, DT2, t. 393, ff. 32, 73, 74-75. A propósito del exilio de Iturbide, ver Robertson (1952).«« Volver

    [42] Los diputados secretarios del Congreso mexicano al poder ejecutivo (2 de abril de 1823), AGN, MRE, DT2, t. 393, f. 76. “Méjico”, Gaceta de Colombia Nos. 96 y 102 (Bogotá, 17 de agosto y 28 de septiembre de 1823). La primera comunicación de Santamaría con el gobierno mexicano que sucedió a Iturbide está fechada en la capital del país el 23 de julio de 1823, AGN, MRE, DT2, t. 393, ff. 44-47.«« Volver

    [43] Notas pasadas entre los plenipotenciarios de Colombia y Perú para la conclusión del tratado de liga y confederación y Tratado de liga y confederación, AGN, MRE, DT2, t. 411, ff. 76-81 y 104-106.«« Volver

    [44] Mosquera a Sucre (Lima, 23 de mayo de 1822), id., f. 340.«« Volver

    [45] Oficios de Joaquín de Mosquera a Pedro Gual y José Gabriel Pérez (Lima, 8 de agosto de 1822), id., ff. 96-99.«« Volver

    [46] El discurso del padre Mier (11 de diciembre de 1823) fue incluido por Carlos María de Bustamante en su obra, Continuación del cuadro histórico…, pp. 200-213. Cabe indicar que, no obstante la adopción del sistema federal en México, según Santamaría, “una parte muy considerable de personas, cuyo juicio y conocimientos” eran “muy respetables”, insistían en que era preferible un gobierno republicano “pero más concentrado y unido”. Y que, como prueba de la validez de sus opiniones, traían a las mientes el ejemplo colombiano y sus resultados positivos; Santamaría a Gual (México, 25 de diciembre de 1824), AGN, MRE, T8, caja 633, carpeta 1, ff. 36-38.«« Volver

    [47] Gual al Secretario de Relaciones Exteriores (Tacubaya, 18 de abril de 1828), AGN. MRE, DT2, t. 400, f. 49 v.«« Volver

    [48] Santamaría al Secretario de Estado y Relaciones Exteriores de Colombia (México, 2 de mayo de 1827), AGN, MRE, DT2, t. 394, ff. 82-84.«« Volver

    [49] Santamaría a Revenga (México, 25 de diciembre de 1826), id., ff. 115-117.«« Volver

    [50] Oficio muy reservado de Miguel de Santamaría a su comitente (29 de marzo de 1826), AGN, MRE, DT2, t. 394, ff. 52-53; Santamaría a José Rafael Revenga (México, 12 de enero de 1827), id., ff. 199-211.«« Volver

    [51] Revenga a Gual y Santamaría (Bogotá, 24 de febrero de 1828), AGN, MRE, DT2, t. 399, ff. 374-377.«« Volver

    [52] Basten tres ejemplos: 1) el 25 de octubre de 1826, Pedro Gual refrió a José Rafael Revenga desde Acapulco que la situación de México era “muy semejante a la de Venezuela o Nueva Granada en sus primeros ensayos sobre el régimen federativo”, que “las mismas pasiones” agitaban los espíritus y que idénticas trabas embarazaban la administración de los negocios públicos en todos sus pasos. Por ello, pronosticó que el régimen sufriría variaciones sustanciales antes de constituirse de manera “firme y permanente”. 2) El 29 de enero de 1827 Gual volvió a afirmar que para comprender las circunstancias de México era preciso trasladarse a las primeras épocas de la revolución de la Tierra Firme, tiempos de descontento y exaltación, en que se cortejaba la soberanía popular de manera imprudente y pusilánime. 3) El 15 de noviembre de 1827, Gual predijo que la federación mexicana degeneraría en discordias políticas, pues era imposible “suponer el milagro de que unas provincias regidas poco ha por la recopilación de las leyes de Indias se convirtiesen repentinamente en los desiertos del Delaware con todos los puritanos independientes y republicanos del tiempo de Carlos II”. AGN, MRE, DT2, t. 400, ff. 17-18v, 20-22, 30v-32.«« Volver

    [53] El 16 de mayo de 1822, Miguel de Santamaría anunció a sus comitentes que la regencia del Imperio había nombrado representantes en Colombia, Estados Unidos e Inglaterra. A postrero de julio del mismo año, Santamaría les indicó que la salida de los ministros se había frustrado por falta de dinero. Tres días más tarde, el plenipotenciario colombiano describió al enviado destinado a Bogotá (Manuel de la Peña y Peña) como “un joven oidor partidario que fue de los españoles, tímido y absolutamente ignorante de diplomacia” AGN, MRE, DT2, t. 392, ff. 58-63, 81-83 y 252-253. Sobre los nombramientos fallidos de ministros públicos de México en Colombia antes de 1825, cf. Roldán (1974).«« Volver

    [54] Pedro Gual a Torrens (Bogotá, 23 de abril de 1825), AGN, MRE, DT2, t. 395, f. 2. Torrens fue presentado por el Secretario de Relaciones Exteriores al vicepresidente Santander el 28 de abril de 1825, “Relaciones Exteriores”, Gaceta de Colombia No. 186 (8 de mayo de 1825).«« Volver

    [55] Torrens al Ministro de Estado y Relaciones Exteriores de México (Bogotá, 14 de mayo de 1825). Transcrito por Ornán Roldán (1974, 191-194).«« Volver

    [56] Roldán (1974, 47-62). El ministro colombiano en la Asamblea de Tacuba-ya estaba al tanto de los “informes siniestros” de Torrens y sabía positivamente que en la Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores existía un diario en el que aquel enviado se esforzaba en probar que el gobierno de Bogotá fomentaba la división en México “para hacerse partido e intervenir después en sus arreglos domésticos”, Gual a Michelena (Tacubaya, 10 de enero de 1829), AGN, MRE, DT2, t. 401, ff. 348-351.«« Volver

    [57] Estanislao Vergara a T. P Moore (Bogotá, 17 de enero de 1830) y José Manuel Restrepo al Ministro de Relaciones Exteriores (Bogotá, 17 de octubre de 1829), AGN, MRE, DT8, caja 509, carpeta 17, ff. 113-115 y 123.«« Volver

    [58] Estanislao Vergara al Ministro de Estado en el departamento de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos Mexicanos (14 de julio de 1829), AGN, MRE, DT2, t. 395, f. 23 v. Vergara al Secretario General del Libertador (Bogotá, 22 de julio de 1829), AGN, MRE, DT8, caja 731, carpeta 235, f. 22.«« Volver

    [59] Estanislao Vergara a Torrens (Bogotá, 9 y 22 de abril de 1829), id., ff. 20 v. y 22. Véase también la carta que Torrens dirigió al Secretario de Relaciones Exteriores de México (Bogotá, 14 de abril de 1829) en Valle (1993, 123-124).«« Volver

    [60] El pasaporte concedido a J. A Torrens para dejar el territorio de Colombia con su comitiva y sirvientes fue expedido por Estanislao Vergara el 17 de octubre de 1829 y remitido al diplomático una semana más tarde, con la siguiente nota: “Haciéndose cada vez más desagradable al gobierno la permanencia de usted en esta capital y teniendo informes muy detallados y auténticos de que ella es perjudicial a la tranquilidad pública, y siendo por otra parte probable que el retiro de usted se difiera algún tiempo, el gobierno, que debe conservar el orden en el país, ha creído conveniente usar del derecho que le asiste por la ley de las naciones con respecto a los ministros públicos y ha resuelto se extienda a usted el correspondiente pasaporte para que en el término de seis días, deje usted el territorio de esta república”, id., f. 25.«« Volver

    [61] Véase el interesante “Diario reservado No. 18” de José Anastasio Torrens, transcrito por Roberto Narváez en su artículo del mismo nombre (en Restrepo 1858, 235-236).«« Volver

    [62] Minuta de la conferencia tenida entre el señor coronel J. A Torrens y el honorable señor Estanislao Vergara, ministro secretario de Estado y Relaciones Exteriores el día 2 de enero de 1829, AGN, MRE, T8, caja 731, carpeta 234, f. 15.«« Volver

    [63] José de Espinar al Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia (Cuartel General en La Plata, 17 de enero de 1827), id., f. 1; Estanislao Vergara a Torrens (Bogotá, 17 de marzo de 1829), AGN, MRE, DT2, t. 395, f. 19.«« Volver

    [64] Rocafuerte al Secretario mexicano de Estado y Relaciones Exteriores (Londres, 18 de septiembre de 1828), Ramírez (1930, 240-242).«« Volver

    [65] Fue reproducida en francés por Manuel Aguirre Elorriaga (1983, 336-355).«« Volver


    ________________________________________________________________








    Fuente:

    -Revista de Estudios Sociales-Revista No 38|Iturbide y Bolívar: dos retratos diplomáticos acerca de la cuestión republicana (1822-1831)[<a href="#*">*</a>]
    Última edición por Mexispano; 27/09/2014 a las 20:21

  5. #25
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Coincido con el retrato de la situación actual de nuestro país, pero me parece indispensable hacer las aclaraciones pertinentes en cuanto a ciertos personajes históricos que ud. retrata mal:

    Hidalgo no fue genocida ni saqueador; las masacres y saqueos ocurridos fueron coyunturales, propios de cualquier levantamiento, darle toda la responsabilidad al cura Hidalgo es injusto además de no guardar proporción alguna los calificativos con los hechos.

    Villa tampoco fue sólo un asesino en busca de fama, y como prueba el pequeño experimento social que hizo en su hacienda al final de sus días, no tenia ideas claras, es verdad, imposible que un adolescente fugado por enfrentarse al hijo de un hacendado tuviera acceso a la más mínima información de cualquier tipo, pero poseía una sensibilidad que lo animaba a mejorar la vida de las clases más humildes pese a sus grandes defectos que se vieron en no pocos actos de crueldad.

    Santa Anna no fue un entreguista ante los EUA a diferencia de Gómez Farías o Melchor Ocampo, ¿Cómo serlo cuando él mismo dijo aquella frase napoleónica "La frontera entre Estados Unidos y México se fijara junto a la boca de mis cañones" o al haber enfrentado sin una pierna al ejercito más poderoso del hemisferio?

    Comparto su animo de celebrar a los verdaderos patriotas, pero no veo cómo hacerlo con personajes de funesta memoria como los artistas Diego Rivera o su esposa Frida, personajes comunistas que no hubieran dudado en traicionar a México por sus filias tal y como lo hizo Juárez, sin mencionar que su fama ha sido obra de los guardianes de la cultura "correcta, librepensadora, progresista etc." más que por sus méritos artísticos, lo mismo con Agustín Yáñez.

    Se debe celebrar tanto el inicio como la consumación de la lucha por la independencia.
    ¡ VIVA MÉXICO VIVA SANTA MARÍA DE GUADALUPE VIVA MÉXICO !

    Adelante soldado de Cristo
    Hasta morir o hasta triunfar
    Si Cristo su sangre dio por ti
    No es mucho que tu por ÉL
    Tu sangre derrames.


  6. #26
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Buen día. Soy mexicano, y ya que me presente, diré que en México se dice que España, esclavizo al todo el que no era españolito.
    Que tontería, se dijo que en Nueva España el campesino de menor categoría era pobre si, pero libre. En cambio uno alemán estaba prácticamente en desventaja bajo la misma lupa.
    No estoy de acuerdo con que los nativos eran unos salvajes sin noción de patria, imagino que aquel que lo dice ha vivido aqui al menos 10 años para andar a pie conociendo a la gente, y para notar la manifestación cultural que aquí floreció antes de la llegada hispana.
    Seguramente son personas que nunca han visto el templo mayor en el D.F.
    Tampoco han visto las hermosas pinturas murales de Cacaxtla, ni tampoco han escuchado las historias que inventaron para el entendimiento y aprendizaje.
    Seguro nunca han visitado Xochimilco, ni han disfrutado de un buen octli(pulque) o un pavo en mole, no han notado que la virgen de Guadalupe es una manifestación diferente y mas nuestra, de la antigua deidad luna. No saben que la guerra florida, era posible porque existían diferentes naciones caracterizadas por etnia distinta.
    Un ejemplo: ustedes aun, como muchos mexicanos, dicen azteca, en lugar mexica o meshica si quieren. Esto es erroneo pues azteca es el habitante de Aztlan, y meshica es habitante de Meshico-tenochtitlán. Ademas estaba la nación mazahua, la nación purempe, la nación totonaca, la nación huichol que aun existe como manifestación cultural, la nación zapoteca, llamada asi por la abundancia de zapote de la zona, la nación de cuautexcalan o tlaxcala como ahora se llama, la nación de cuaunahuac que es la actual cuernavaca bautizad por los españoles de la época, y podria seguir nombrando mas y mas....
    En RESUMEN. un extranjero solo podrá hablar de un país ajeno durante su antigüedad, si le conoce personalmente, si no, solo dira su interpretacion de los hecho que seguramente tendra distorsión.
    Los españoles no eran bárbaros estúpido que destruyeron el paraíso como unos indigenistas dicen, la conquista en primer momento no tuvo la grandeza que demandaba la empresa, pero si que la tuvo desde que comenzó a dar a todos los nativos por igual una cultura para todos, y el resultado somos nosotros, con la gallardía ibérica y ademas la fuerza brutal del americano.
    Deberían leer:Los grandes problemas nacionales, de Andres Molina, tiene un apartado donde toca la antropología de los mexicanos, que seguramente les puede disipar dudas.
    Hidalgo para mi junto al emperador Iturbide representaron el comienzo de la decadencia de occidente en las americas españolas. Aunque les respeto y al emperador le admiro, seamos sinceros, México sin España no existe, pues nos aportaron, sangre, religión, cultura milenaria, y lo mejor, nos hicieron parte de occidente y de Europa, eso ningún imperio lo intento, solamente Inglaterra:se dedico a saquear múltiples lugares sin aportar sangre ni mucho menos el toque anglo-escoces, España nos dio raza (la actual), se llevaron oro, ni como negarlo, en cambio nos dejaron el suyo.... uno que no se puede perder tan fácilmente, adivinen a que me refiero....
    Mexispano dio el Víctor.

  7. #27
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Cita Iniciado por francisco rubio Ver mensaje
    Coincido con el retrato de la situación actual de nuestro país, pero me parece indispensable hacer las aclaraciones pertinentes en cuanto a ciertos personajes históricos que ud. retrata mal:

    Al parecer no se dio cuenta que el texto no es de mi autoría, no obstante voy a contestar algunos de los planteamientos que hace. Quizás fue error mío no mencionar aquellos puntos en los que no estuve de acuerdo con quien lo escribió.




    Hidalgo no fue genocida ni saqueador; las masacres y saqueos ocurridos fueron coyunturales, propios de cualquier levantamiento, darle toda la responsabilidad al cura Hidalgo es injusto además de no guardar proporción alguna los calificativos con los hechos.

    Tenga en cuenta que uno de los datos al que se le dio mucho énfasis con miras a exponer una visión más detallada sobre lo sucedido en ese periodo fue que el mismo Ignacio Allende quiso asesinar al cura envenenándolo; y justamente una de las razones que argumentaba el militar eran los excesos cometidos en contra de los peninsulares, que sabemos no fueron los únicos ultrajados, pero sí la gran mayoría; por poner un ejemplo, en la alhóndiga de Granaditas se habían guarnecido algunos criollos, mujeres indias y/o mestizas que fueron llevadas para preparar alimentos y hasta un italiano y su hijo.




    En este video se trata el asunto.






    Acá un pequeño fragmento de un artículo hecho por la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach sobre la película Morelos del año 2012 donde también se aborda esto.


    En la historia real, “Ciriaco del Llano y Agustín de Iturbide, con un reducido grupo de realistas, se internan entre las lomas de Santa María al oscurecer. Los insurgentes los atacan, los realistas se salen y regresan a Valladolid y las fuerzas insurgentes se disparan durante la noche y se destrozan entre sí”. Pero Iturbide dista de ser el ser cruel, represor y torturador como muestra el largometraje, de hecho Hidalgo ejecutó a más inocentes que él en Valladolid y Guadalajara, precisa.

    A decir de la investigadora, la película es maniquea, “de buenos y malos. Son malos los realistas, los jefes de las tropas del rey son crueles, sanguinarios y cobardes en general, y no fue así.Por ejemplo, el realista Pedro Antonio Vélez, defensor del Fuerte de San Diego, cumplió con su deber con entereza ‘digna de encomio’, según el biógrafo de Morelos, el historiador Ernesto Lemoine”.

    Nota original:

    La película “Morelos”, otra pifia del sexenio



    Por si eso fuera poco, cito las palabras del insurgente Mariano Jiménez, tomadas de las declaraciones hechas en Chihuahua, luego de ser aprehendido junto con los otros rebeldes al dirigirse a EUA a solicitar ayuda, que a su vez están extraídas de la página 24 este documento:

    http://www.fifomi.gob.mx/web/images/...cia/impazy.pdf


    26ª. Preguntado: Si sabe o tiene noticias de los asesinatos que son notorios de Guanajuato, Guadalajara, Valladolid, Charcas, Real de Catorce, Matehuala y otros pueblos, cometidos en las personas de varios europeos y criollos, sin forma alguna de proceso mi aun concederle el último consuelo de confesarse si el mismo o sus secuaces de orden suya verbal o por escrito con su consentimiento y con…… los han ejecutado y quién a quiénes fueron los ejecutores de estos horrorosos crímenes.

    Dixo: Que efectivamente tiene noticias de los asesinatos que contiene la pregunta y que ha oído decir que fueron los ejecutores de los de Guanajuato la misma plebe después de retirados los insurgentes y con ellos el que declara, que sería a las cuatro de la tarde del día veinte y cuatro de noviembre próximo pasado, y que un anglo-americano cuyo nombre no tiene presente fue el motor de ellos. (3) que los de Guadalajara y Valladolid fueron mandados por Hidalgo y ejecutados por un Loya y Agustín Marroquíny que los ejecutados por el Real de Catorce, Matehuala y Charcas los fueron por el mismo Loya y otros soldados del Ejército de Iriarte que el que declara ni ninguno de los que ha servido a sus órdenes han cometido crímenes de esta naturaleza y responde.

    Como habrá notado, ninguno culpa a Hidalgo por TODOS los crímenes, sin embargo sí lo hacen responsable de haber incitado a cometer varios.





    Villa tampoco fue sólo un asesino en busca de fama, y como prueba el pequeño experimento social que hizo en su hacienda al final de sus días, no tenia ideas claras, es verdad, imposible que un adolescente fugado por enfrentarse al hijo de un hacendado tuviera acceso a la más mínima información de cualquier tipo, pero poseía una sensibilidad que lo animaba a mejorar la vida de las clases más humildes pese a sus grandes defectos que se vieron en no pocos actos de crueldad.

    De él no opino porque no poseo datos suficientes y sólo conozco la versión oficial de su historia y unos cuantos detalles más.




    Santa Anna no fue un entreguista ante los EUA a diferencia de Gómez Farías o Melchor Ocampo, ¿Cómo serlo cuando él mismo dijo aquella frase napoleónica "La frontera entre Estados Unidos y México se fijara junto a la boca de mis cañones" o al haber enfrentado sin una pierna al ejército más poderoso del hemisferio?

    La figura de Santa Anna sigue causando debates, yo por mi parte no tengo la típica visión de él como el villano favorito de la historia nacional. Sin embargo hay que recordar que fue uno de los implicados en la caída de Iturbide con el llamado Plan de Casa Mata.

    No fue el único culpable de la desastrosa campaña de Texas, aunque resulta sospechoso el famoso descanso en el que echó a las tropas en San Jacinto y la posterior derrota a manos de Houston. Posteriormente, una vez que ya había caído prisionero de los gringos, fueron más responsables sus subalternos al haber acatado las órdenes de éste de retirar a las tropas de las zonas ocupadas, cuando sólo habían perdido un combate y habían batido muchas veces a los rebeldes texanos.

    Respecto a la guerra de 1847, sólo puedo decir que más que la culpa del individuo, los destinos del país se vieron supeditados a la lucha de facciones y a la poca cohesión que había entre la población (y con mayor notoriedad en las altas jerarquías) del recién independizado país.




    Comparto su ánimo de celebrar a los verdaderos patriotas, pero no veo cómo hacerlo con personajes de funesta memoria como los artistas Diego Rivera o su esposa Frida, personajes comunistas que no hubieran dudado en traicionar a México por sus filias tal y como lo hizo Juárez, sin mencionar que su fama ha sido obra de los guardianes de la cultura "correcta, librepensadora, progresista etc." más que por sus méritos artísticos, lo mismo con Agustín Yáñez.

    Aquí sí estoy totalmente de acuerdo con usted. Aunque en el caso de Rivera he de decir que varias obras de él son de mi agrado. Sobre Kahlo, tiene cuadros interesantes pero me parece bastante sobrevalorada.

    Como ligera acotación, el comunismo militante de ambos (y de otros personajillos de esos) pudiera deberse a cierta característica que tenían en común muchos rojos y que va muy acorde con lo tratado en este tópico que encontré, abierto años atrás en Hispanismo:



    Las ¿extrañas? coincidencias: marxistas y...





    Pondré algo sobre ello ya que dispongo de información. Sirve que vamos engrosando la lista que aparece ahí.


    Saludos
    Última edición por Mexispano; 10/11/2014 a las 04:32

  8. #28
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  9. #29
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    Re: Mexico no es bicentenario

    UN “MATADOR” INDEPENDENTISTA: AGUSTÍN MARROQUÍN…

    POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.



    Y es que literalmente lo fue, un auténtico “matador”.

    La fiesta brava no es ajena a los tiempos de la Independencia. Igual que en la Conquista o en la Colonia, tal o cual batalla ganada se suele celebrar con festejos taurinos. Se sabe que Miguel Hidalgo llega a vender toros de lidia y hasta en una ocasión es visto en la plaza de San Luis Potosí. Se cuenta que Ignacio Allende, tres días antes de que se diera el grito de Dolores, torea y lucha cuerpo a cuerpo con un burel en el palenque de gallos de dicha cuna. José María Morelos, por su parte, en su infancia tiene una estrecha relación con este tipo de ganado. Así, entre los llamados Padres de la Patria hay colaboradores, otrora toreadores profesionales, tal como es el caso de Agustín Marroquín, famoso no por sus hazañas en el ruedo —de las cuales no se conserva noticia alguna—, sino por unirse a las huestes independentistas.

    La historia de Agustín Marroquín, conocido durante la independencia como el Torero Marroquín, es más bien oscura: no tanto por la falta de datos en torno a su persona —ausencia, sin embargo, notable a la hora de escribir su biografía[1]—, sino por su sanguinaria leyenda de matador, y no exactamente de toros.

    Varios autores coinciden en afirmar que llega a la Nueva España en 1803 para servir de criado al virrey José de Iturrigaray y Aróstegui para, después de caer de su gracia, convertirse en torero, tahúr, ladrón, presidiario y, por último, brazo ejecutor del cura Hidalgo[2], quien al entrar a Jalisco lo libera de la cárcel, lo vuelve su mozo de estribo, coronel y verdugo de los enemigos de la Independencia hasta que, el 10 de Mayo de 1811, en Chihuahua, Marroquín es fusilado por la espalda.

    Las pocas referencias en torno de este popular torero, más de nombre que de hazañas taurinas, se dan en su relación enfermiza con la muerte. Y el ejemplo más claro lo proporciona uno de los personajes de la novela de G. F. Ferry que, en torno al matador, señala:

    …con una mano sostenía una antorcha, y con la otra blandía una de esas largas espadas de dos filos, que se emplean en las corridas de toros (…) Cubría su rostro una espesa barba, y su camisa, húmeda y ensangrentada, marcaba sus robustas espaldas. Sus ojos brillantes y la feroz expresión de su fisonomía, me hacían creer en una aparición diabólica[3].


    Más adelante, Ferry pone el siguiente comentario en boca del torero:


    Escucha, amigo. Has de saber que no he degollado esta noche (…) Esos doscientos españoles decían, como tú, que eran amigos del general, lo cual no ha impedido que… ¿creerás que aún tengo sed? El aguardiente puro no embriaga tanto como la sangre.[4]


    Y el otro personaje describe:


    El robusto torero, a quien había visto paralizar con mano poderosa los esfuerzos de los toros en las plazas, me venció de nuevo cuando un caballero[5]

    Valgan, pues, tales párrafos, propios más de la ficción que de la realidad, para lograr un perfil de un toreador que, pese a sus inconfesables vicios, representa una parte confusa de la historia no sólo Patria, sino tauromáquica, época en donde nada es lo que parece y en la que cualquier bandolero o no, con el arrojo y la fuerza corporal necesaria para enfrentar a un toro o asesinar a un hombre, puede participar en lo público o en lo privado en el espectáculo y evolución de la fiesta brava.

    Algunos datos más acerca de su vida, los encontramos en la tesis de licenciatura en Historia que Benjamín Flores Hernández presentó en 1976, quien apunta:

    De origen español,[6] quizás ya en su patria había ejercido la profesión de torero. En 1803 pasó a México, adonde vino acompañando a don José de Iturrigaray, en calidad de su criado. Aquí se encargaba de llevar a pasear a los hijos del virrey. Más adelante se hizo tahúr y luego lidiador profesional. No he encontrado noticias sobre las ocasiones en que entrara a bregar con toros en las plazas: sin embargo, parece que llegó a gozar de cierta fama. Tiempo después se convirtió en bandolero. Por un robo que hizo en México debió salir huyendo de la capital, logrando mantenerse oculto por un tiempo gracias a la ayuda que le prestó su antiguo amigo Antonio San Román –tío abuelo del sacerdote historiador Agustín Rivera-, quien lo escondió en Guadalajara. Aprehendido por fin en dicha ciudad, permaneció preso por espacio de algunos años hasta que lo libertó el cabecilla insurgente José Antonio Torres. Tal vez Miguel Hidalgo y Costilla lo conocía ya desde antes; el caso es que al entrar a la capital tapatía en noviembre de 1810 lo declaró públicamente libre de toda culpa y le encargó organizar la matanza de españoles en la propia Guadalajara. En las que él llamaba pomposamente sus “operaciones” llegó a privar de la vida a más de 700 peninsulares. Alcanzó grado de coronel. Siguió con la comitiva de Hidalgo hasta que todos los que iban en ella fueron aprehendidos en Acatita de Baján. Tras ser juzgado, fue fusilado en Chihuahua, al lado del mariscal Ignacio Camargo, el 10 de mayo de 1811[7].







    [1] José de J. Núñez y Domínguez en su Historia y tauromaquia mexicanas, págs. 74 y 78, refiere dos novelas, que logran un acercamiento al personaje en cuestión: Sacerdote y caudillo, de Juan A. Mateos, México, Ed. Porrúa (“sepan cuantos…”, 514), y Escenas de la vida militar en México, del francés G. F. Ferry. FERRY, Gabriel (Seud. Luis de Bellamare): La vida civil en México por (…). Presentación de Germán List Arzubide. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1974. 111 pp. (Colección popular CIUDAD DE MÉXICO, 23).

    [2] Se desconoce cuándo, cómo y por qué Hidalgo se interesa por Agustín Marroquín, pero parece que su existe una relación entre ambos nacida antes de la misma conspiración de la Independencia.

    [3] Núñez y Domínguez, op. cit., p. 79.

    [4] Ibidem.

    [5] Ibid.

    [6] Aunque existen claras evidencias de que nació en el estado de Veracruz.

    [7] Benjamín Flores Hernández: “Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII”, México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 311.






    Fuente:

    https://ahtm.wordpress.com/2011/06/1...quin%E2%80%A6/
    Última edición por Mexispano; 23/11/2014 a las 01:04

  10. #30
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    Re: Mexico no es bicentenario

    martes, 22 de enero de 2013

    SOBRE "HÉROES" Y TUMBAS:

    Por Enrique Sada Sandoval.



    Calderon y osamentas.JPG



    Salió expuesto en casi todos los diarios de circulación nacional. La noticia para muchos, algunos ya lo sabíamos o acaso otros lo sospechaban de antemano, de que la gran colección de osamentas que reposan oficialmente bajo la Columna de la Victoria alada (los ángeles carecen de sexo, razón por la que no se trata de ningún “ángel de la Independencia” la estatua que corona el monumento central del Paseo de la Reforma), resultó ser un fraude. Sin duda una más entre las muchas sorpresas y comicidad que aún nos depara la Historia Oficial. Todos recordamos la solemnidad y el derroche con que el Gobierno Federal llegó a pavonearse en esa mezcla de ignorancia, soberbia y de mal gusto en donde expusieron al público los supuestos huesos “de los héroes que nos dieron patria”.

    Así lo aseguraba Felipe Calderón y el ex director del INHERM José Manuel Villalpando quienes pese a cuestionamientos por parte de prensa y académicos, (sobre el supuesto “heroísmo” de los celebrados y la autenticidad de sus osamentas) con tal despotismo y teatralidad que nos recordó a Luís Echeverría y Ernesto Lemoine (vetando a periodistas) cuando las celebraciones del 150 aniversario de la Independencia en 1971, lo repitieron como dogma junto con el difunto Alfonso Lujambio: “No hay duda, se trata de los restos de Juan Aldama, Ignacio Allende, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo, Mariano Jiménez, Mariano Matamoros, Francisco Javier Mina, José María Morelos, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario, Guadalupe Victoria, Pedro Moreno y Víctor Rosales”. Sin embargo, para vergüenza de los mismos, hoy sale a la luz pública gracias a solicitud del IFAI ante el INAH que tanto Calderón como sus colaboradores estaban al tanto que los huesos eran un montaje urdido con osamentas de hombres, mujeres, niños y hasta venados. Cuando Ernesto Sábato publicó Sobre héroes y tumbas en 1961 introdujo la ceguera como elemento metafórico literario; sin embargo, en nuestro país pereciera que la invidencia suele ser lo mismo impuesta desde la infancia que autoimpuesta a la edad adulta como en el caso de ciertos académicos y políticos inescrupulosos a la hora de agitar el sahumerio de la Mentira Histórica para seguir cobrando sus quincenas.

    Pero no todo está perdido si sabemos mirar la debacle de mitos y de huesos como el fin de una larga noche o la posibilidad de volver a empezar. Sin duda alguna la oportunidad se abre para que la clase política mexicana y los historiadores al servicio del Estado puedan redescubrir lo mejor de nuestro pasado, ilustrar a la población con auténticos prohombres y también, por que no decirlo, atreverse quizá a aprender algo nuevo.






    Fuente:

    Cuaderno de bitácora: SOBRE "HÉROES" Y TUMBAS: Por Enrique Sada Sandoval.

  11. #31
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Seguimos con José Vasconcelos y la independencia, si bien el texto que voy a colocar a continuación deja ver ese discurso vasconcelista donde a la cuestión biológica de la raza le otorga gran importancia (no por nada el hombre era simpatizante de los nazis) y teniendo en cuenta que el sitio de donde saqué esta transcripción es de esa misma tendencia, opté por ponerlo ya que hay algunos puntos que son interesantes. Aunque de entrada, la visión de una guerra de castas, como parece dar a entender, me parece simplista tanto como el discurso de buenos vs malos; es necesario reiterar que fue una guerra civil donde hubo gente de todos los estratos sociales y todas las castas tanto en el bando realista como en el insurgente. Por eso las consecuencias de la fratricida conflagración fueron devastadoras (social, económica, demográfica y espiritualmente) para México y para el resto de los nacientes países hispanoamericanos.


    ___________________________________________________________



    Méjico con “j”



    Si a partir de esta entrada inicial no escribiré la palabra “México” con x sino con j es porque me rebelo frente a la concepción histórica que, desde niño, me inculcaron en la escuela en la Ciudad Méjico, donde nací.

    El año pasado los nacionalistas mejicanos, incluso los más “güeros” (véase por ejemplo esta fotografía), celebraron el aniversario 200 de la independencia de Méjico. Gracias a Vasconcelos, creo que la forma en que se llevó a cabo la independencia representó un error no sólo para la historia de este país, sino para las otras colonias de habla hispana y portuguesa.

    En esta entrada inaugural básteme citar un pasaje del capítulo “La Independencia” de Breve historia de México (México, D.F., Ediciones Botas 1944, págs. 255-260). El ilustre mejicano escribió:





    La independencia de los pueblos americanos es el resultado de la desintegración del imperio español. Ninguna de las naciones de América había llegado a las condiciones de madurez que determinan la emancipación como proceso de crecimiento natural… Los hombres de más clara visión de la Colonia y los más patriotas, como por ejemplo, el Obispo Abad y Queipo, dieron a México por perdido y con razón, desde que se vio que era inevitable su independencia…

    Desde el principio, la guerra se propuso destruir a los españoles que representaban la fuerza y la cultura del país. De igual modo que más tarde se desarrolló la lucha contra el criollo y hoy se libra contra el mestizo, todo a pretexto de libertar al indio; en realidad, para desenraizar la cultura española y reemplazarla con la nórdica [Vasconcelos se refiere oblicuamente a la cultura norteamericana].

    Los dos pueblos más penetrados de la influencia española, México y el Perú, se resistieron a la independencia y la debieron a esfuerzos del exterior. Al Perú lo libertaron colombianos y argentinos…

    En los Estados Unidos nunca se dio al movimiento independiente el sentido de una guerra de castas. Para que Morelos, por ejemplo, fuese comparable a Washington, habría que suponer que Washington se hubiese puesto a reclutar negros y mulatos para matar ingleses. Al contrario, Washington se desentendió de negros y mulatos y reclutó ingleses de América, norteamericanos que no cometieron la locura de ponerse a matar a sus propios hermanos, tíos y parientes, sólo porque habían nacido en Inglaterra.Todo lo contrario, cada personaje de la revolución norteamericana tenía a orgullo su ascendencia inglesa y buscaba un mejoramiento, un perfeccionamiento de lo inglés. Tal debió ser el sentido de nuestra propia emancipación, convertir a la Nueva España en una España mejor que la de la península, pero con su sangre, con nuestra sangre. Todo el desastre mexicano posterior se explica por la ciega, la criminal decisión que surge del seno de las chusmas de Hidalgo y se expresa en el grito suicida: “¡Mueran los gachupines!” [caló mejicano por españoles].

    Ni a Washington, ni a Hamilton, ni a Jefferson, a ninguno de los Padres de la Independencia yankee les pasó por la cabeza la idea absurda de que un piel roja debía ser el Presidente o de que los negros debían ocupar los puestos desempeñados por los ingleses. Lo que nosotros debimos hacer es declarar que todos los españoles residentes en México debían ser tratados como mexicanos.

    La idea de que la independencia tendiera a restablecer los poderes del indígena, no fue idea de indígenas. La emancipación, ya se ha dicho hasta el cansancio, no la idearon ni la consumaron los indios.La idea de soliviantar a los indios aparece en los caudillos de la emancipación que no encontrando ambiente para sus planes entre las clases cultas, recurrieron al arbitrio peligroso de iniciar una guerra de castas, ya que no les era posible llevar adelante una guerra de emancipación. Y a este cargo no escapa ni Bolívar, que en Colombia lanzó a los negros contra los blancos a fin de reclutar ejércitos. A los del Norte, semejantes procedimientos les hubieran parecido desquiciadores y lo son.

    Fue, pues, un crimen, el hecho de lanzar a los de abajo contra los de arriba, sin plan alguno de mejoramiento social, y tan solo para tener soldados. En realidad, la idea de poner al indio al frente del movimiento insurreccional fue una idea inglesa. Uno de los que primeros hablaron de confederar al continente hispánico bajo el cetro de un descendiente de los Incas, fue Miranda. Las ideas se las dieron a Miranda ya hechas sus amigos, los dos mayores enemigos de la obra española en América, o sea los franceses y los ingleses.

    Si durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos algún agitador hubiese hablado de que el país nuevo debía ser gobernado por los pieles rojas, seguramente lo fusilan los patriotas como traidor. Entre nosotros todavía halla sonrisas quien habla de devolver el país a los indios. La propaganda inglesa bien sabía que los indios ni siquiera se darían por enterados; pero contaba con la ligereza, la vanidad, la estulticia de los criollos y los mestizos. Y aprovechaba ambos contra el español, porque destruido el español, estos países quedarían sin soporte étnico y divididos, por lo mismo, a merced de una nueva dominación.

    Sin duda que un México gobernado por indios, convertido otra vez en azteca, se haría presa tan fácil como lo fue para Cortés. Aun suponiendo que lo indígena mereciera la restauración, lo que es absurdo imaginar, es obvio que los pueblos no retroceden trescientos años. Mucho menos en el caso de México en que ya la raza misma, aparte de las costumbres y las ideas, se había transformado.

    El desprecio de la propia casta es el peor de los vicios del carácter.



    Published in:



    on mayo 24, 2011 at 11:19 pm Comments (1)



    ___________________________________________________________





    Fuente:

    http://nacionalismocriollo.wordpress...lismo-criollo/


  12. #32
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    Re: Mexico no es bicentenario



    ___________________________________________________________



    Eterno Retorno


    Sunday, October 18, 2009

    Publicada en El Informador # 3



    La Conquista
    la hicieron los indígenas; la Independencia los españoles

    Por Daniel Salinas Basave


    GUERRERO AZTECA.jpg



    El más rimbombante nacionalismo nos ha impuesto una versión ridículamente poética de la historia. Bajo esta visión oficialista, una nación llamada Anáhuac, poblada por sabias culturas de astrónomos, arquitectos y artesanos, es conquistada y esclavizada por el Imperio Españolgracias a la superioridad técnica y militar de su ejército. Después de tres siglos de esclavitud y tiranía, esta nación logra liberarse del yugo español gracias a un heroico movimiento insurgente que acaba con el tirano. Muy bonita historia la oficial, como para envolverse en la bandera y derramar patrióticas lágrimas. Lástima que sea una historia falsa.

    La realidad es que al llegar los españoles a costas mexicanas en 1517, no existía en este territorio algo parecido a una nación. Existían muchos pueblos que hablaban lenguas distintas, la mayoría sometidos al dominio del pueblo mexica. Por simple lógica matemática, una expedición de menos de 500 españoles con apenas 16 caballos no hubiera derrotado jamás a un imperio de decenas de miles de bravos guerreros. Con todo y los arcabuces, tan complicados de disparar, las pesadas armaduras y los caballos (que como hemos podido ver no eran tantos) la expedición de Hernán Cortés jamás hubiera tomado la Gran Tenochtitlán. ¿Cómo lo logró entonces? La culpa de todo la tienen los tlaxcaltecas, diría Elena Garro. Hernán Cortés supo aprovechar a su favor los pavores supersticiosos de Moctezuma y sacar partido del odio que a los mexicas profesaban sus pueblos sometidos. Por cada soldado español, hubo diez tlaxcaltecas en la caída de Tenochtitlán en 1521. ¿La conquista la hicieron los indígenas? En cierta forma. Sin tlaxcaltecas, Cortés y los suyos jamás habrían vencido a Cuauhtémoc.

    Ahora bien ¿la Independencia la hicieron los españoles? Ciertamente no la hicieron los indígenas.
    Es verdad que hubo rebeliones étnicas durante el virreinato, siendo la del maya Jacinto Canek en Yucatán la más sonada, aunque ninguna pudo triunfar y ni siquiera hacer tambalear el gobierno peninsular. También es verdad que en sus inicios, la insurgencia tuvo carácter de revuelta popular y el “ejército” de Hidalgo estuvo compuesto por el escalafón más bajo de la pirámide social. Sin embargo, la realidad es que la Independencia de México fue en esencia un movimiento criollo. Imposible concebir las independencias latinoamericanas sin el factor de la invasión napoleónica a España y la decadencia borbona. Los factores geopolíticos de la península fueron la clave del movimiento en América.

    Cuando se habla de una guerra de once años, como fue la Independencia de México, lo coherente es creer que los avances y los triunfos del bando ganador fueron graduales y progresivos. Si la Independencia se consumó en 1821, sería muy lógico pensar que para 1820 el bando insurgente tenía dominado casi todo el país y que los realistas estaban a punto de rendirse. Pero el nuestro fue un movimiento independentista sui generis y atípico. La realidad es que para 1820, el movimiento insurgente estaba casi totalmente sofocado y en el Virreinato de la Nueva España se vivían tiempos de paz. De aquellos grandes ejércitos de Morelos y Galeana que fueron capaces de poner en jaque al virrey, tan sólo sobrevivía una reducida guerrilla comandada por Vicente Guerrero aislada en las montañas del Sur, que no representaba peligro alguno para la estabilidad del virreinato, mientras que el futuro primer presidente del país, Guadalupe Victoria, yacía oculto en las profundidades de una cueva en Veracruz donde sobrevivió casi un lustro como un ermitaño. Si nos atenemos al aspecto puramente militar, debemos concluir que cuando la insurgencia fue más fuerte y tuvo reales posibilidades de derrocar al gobierno peninsular, fue en 1812 y 1813, cuando los ejércitos de José María Morelos, Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros, lograron controlar casi todo el Suroeste del país. Cuando Morelos es aprehendido y fusilado en 1815, el ejército virreinal había asestado una herida mortal a la insurgencia. El virrey Félix María Calleja del Rey había pacificado por completo al país. Salvo por esa fugaz y relampagueante expedición encabezada por el navarro Francisco Javier Mina en 1817, lo cierto es que de 1815 a 1820 los realistas no tuvieron mayores dolores de cabeza con los insurgentes, reducidos a aisladas guerras de guerrillas

    Con un virreinato casi limpio de focos de insurgencia ¿Cómo fue posible que en menos de diez meses se consumara la caída del gobierno español? Por la simple y sencilla razón de que al ambicioso y visionario jefe del Ejército Realista, Agustín de Iturbide, “se le ocurrió” proclamar la independencia mediante el Plan de Iguala. Los jefes realistas que habían combatido a sangre y fuego a los insurgentes, de pronto se dieron cuenta que para sus intereses, era mejor cortar de una vez por todas la cadena umbilical que los unía a la España del déspota Fernando VII, que había desconocido la Constitución de Cádiz. Iturbide, que había combatido con lujo de crueldad a las tropas de Morelos, de pronto se convertía en el defensor de la Independencia. Bustamante, Santa Anna, Filisola y otros jefes realistas se adherían al Plan de Iguala. Más como un símbolo de legitimidad que como estrategia militar, Iturbide pacta con Vicente Guerrero, jefe del último reducto insurgente original. Aunque no hubo abrazo ni fue en Acatempan, la unión de Iturbide con Guerrero legitimó al Ejército Trigarante, compuesto en su mayoría por soldados realistas. La Independencia la consumaron los que originalmente la habían combatido. Guste o no a la historia oficial, Iturbide, el sanguinario cazador de insurgentes, es en los hechos el único libertador de México.Haciendo un poco de historia comparada, vale la pena señalar que Simón Bolívar, José de San Martín, Artigas, O´Higgins y los principales libertadores de América, también fueron burgueses nacidos en la aristocracia criolla y formados en el ejército español como defensores del Rey. Salvo el caso de Haití, donde una rebelión de esclavos rompió las cadenas francesas, la liberación de América fue concretada por la alta burguesía criolla y en la mayoría de los casos, los indígenas continuaron en las naciones independientes reducidos a las mismas condiciones de miseria y esclavitud disfrazada que padecían en la colonia.

    ¿Hubiera podido Vicente Guerrero consumar la independencia? ¿Se habría roto tan fácilmente el vínculo con España de no haber cambiado de bando Iturbide? ¿Un Fernando VII más tolerante, liberal y reformista habría podido conservar sus colonias otorgándoles mayor autonomía? La historia de lo que pudo haber sido y lo que estuvo a punto de ser, yace escrita en la imaginación.



    posted by Daniel at 2:42 PM


    ___________________________________________________________



    Fuente:


    Eterno Retorno
    Última edición por Mexispano; 06/12/2014 a las 20:43

  13. #33
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    Re: Mexico no es bicentenario

    los indígenas continuaron en las naciones independientes reducidos a las mismas condiciones de miseria y esclavitud disfrazada que padecían en la colonia.

    En este caso, no pocos estudiosos han dicho que las circunstancias de estas comunidades empeoraron con la independencia, tal y como lo dice este altamente recomendable artículo:

    Independencia, Reforma y Revolución ¿y los indios qué? Dos siglos de injusticia



    Donde la frase más lapidaria del texto proviene del ya fallecido Carlos Montemayor cuando dice que:


    “El liberalismo mexicano destruyó más comunidades en un siglo de las que la Colonia destruyó a lo largo de trescientos años”.
    Última edición por Mexispano; 07/12/2014 a las 21:24

  14. #34
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Y de paso uno se encuentra en los periódicos notas como éstas.

    (Tomado del diario predilecto de los progres a los que tanto les gusta rebuznar contra España)




    ___________________________________________________________



    San Luis y NL han ganado extensión a costa de la etnia


    Luchan los nahola contra el despojo de sus tierras


    Viven sin servicios y marginados de programas sociales

    MARTIN SANCHEZ TREVIÑO CORRESPONSAL


    Integrantes de la última comunidad indígena en Tamauilipas, los nahola, quienes reclaman terrenos ubicados entre San Luis Potosí y Nuevo León


    030n1est-1.jpg


    Foto: Martìn Sánchez Treviño




    Santa Ana de Nahola, Tamps., 7 de enero. Los nahola, la última comunidad indígena en Tamaulipas, reclaman desde principios del siglo pasado un predio que la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) utilizó para crear al menos 11 ejidos en el municipio de Tula, en los límites de la entidad con San Luis Potosí y Nuevo León.

    La comunidad nahola, de aproximadamente 3 mil habitantes, se ubica a 200 kilómetros de Ciudad Victoria, la capital de Tamaulipas. No se beneficia de programas oficiales del gobierno federal, por lo cual su actividad agrícola y ganadera es precaria. El abasto de agua es a cuentagotas: un camión cisterna sólo entrega cuatro garrafas por familia cada tres días.

    La mayoría de los pobladores son ancianos, pues hombres y mujeres, apenas concluyen la secundaria, emigran indocumentados a Estados Unidos.

    Hace siete años un grupo de mujeres naholas se organizó y elabora en forma artesanal champús de sábila, amole de lechuguilla, nopal, palma, manzanilla y dragú. Los gobiernos estatal y municipal, priístas, se niegan a financiarles proyectos productivos, lo que las mujeres atribuyen a que en la elección de 2004 apoyaron a otros partidos políticos.


    Un antiguo litigio agrario

    El representante de la comunidad nahola, Aniceto Gaytán García, promovió la demanda 507/2005 ante el Tribunal Unitario Agrario (TUA) para el distrito 30, con sede en Ciudad Victoria, por el cual reclamó 6 mil 748 hectáreas que ocupan dos ejidos creados por el Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede). Además, el ex alcalde priísta de Tula, Magdaleno Barrón Mata, invade parte de esa superficie.

    El reclamo de los indígenas va más allá. De acuerdo con un título de propiedad emitido en 1714 por el virrey de la Nueva España Fernando de Alencastre Naroya y Silva, la superficie nahola comprende 242 mil hectáreas, que incluirían parte de lo que hoy son tres municipios de Nuevo León, tres de San Luis Potosí y 17 de Tamaulipas.

    La comunidad indígena está integrada por 103 ancianos, que, basados en el título virreinal y en un plano paleográfico del siglo XVI, promovieron una demanda para recuperar las tierras de sus ancestros y ser reconocidos como comunidad indígena.


    Según la demanda, la propiedad de los nahola tenía como mojoneras naturales el lugar donde está actualmente la presa Guadalupe, en San Luis Potosí; el cerro de El Pilón, en Nuevo León, y el cerro de El Bernal, en el municipio de González, Tamaulipas, cerca del puerto de Altamira.

    Los actuales municipios tamaulipecos que afectaron la propiedad indígena son Victoria, Güémez, Padilla, Jaumave, Bustamante, Miquihuana, Palmillas, Tula, Ocampo, Mante, Gómez Farías, Llera, Xicoténcatl, Antiguo y Nuevo Morelos, así como González.

    En San Luis Potosí les quitaron territorio los municipios de Matehuala, Guadalcázar y Ciudad del Maíz, así como Mier y Noriega, Doctor Arroyo y Aramberri, en Nuevo León.


    Varias resoluciones presidenciales emitidas entre 1920 y 1942 les reconocieron sólo 24 mil 39 hectáreas.

    Como el gobierno federal pretendía continuar con el despojo de tierras para crear más ejidos, los nahola gestionaron en 1994 que se les declarara ejido con 24 mil 39 hectáreas, pero la Federación respondió que no podían serlo por su título de comunidad indígena.

    En 1942 se les negó otra reconversión de 22 mil hectáreas, con el argumento de que la comunidad indígena estaba constituida por 295 nativos, y ''no existen necesidades agrarias en nahola''.

    Los ancianos aseguran que, según sus ancestros, la mayor parte de la propiedad y el mismo título de comunidad indígena fue afectado antes y durante la Revolución, al constituirse haciendas.


    Los vicios de la SRA y del Procede

    En su primera promoción ante el TUA, los demandantes reclamaron las tierras que la SRA dio a los ejidos San Pablo, Terrones Benítez, 20 de Noviembre, Tanque Blanco, Lázaro Cárdenas, San Juan, Celso Huerta, La Tapona, Nicolás Medrano, Gasmones y Gavial.

    El asesor jurídico de los indígenas, Juventino López Ruiz, recordó que varios gobiernos federales entregaron 24 mil 39 hectáreas de los nahola a ejidos y pequeños propietarios desde 1938. Entre los despojos destacan el ejido José María Morelos, de reciente creación, y el perpetrado por el ex edil Magdaleno Barrón Mata.

    Acotó que durante las últimas dos décadas, el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) ha manipulado los documentos sobre las posesiones de los nahola para reconocer nuevas adjudicaciones.

    Añadió que no se ha cumplido el artículo 262 del Acuerdo Nacional para el Campo, que ordena a resolver problemas añejos de la tenencia de la tierra.

    Los demandantes esperan la resolución de la promoción 507/2005 para reclamar 218 mil 961 hectáreas, donde están asentados 17 municipios tamaulipecos, tres de Nuevo León y otros tantos de San Luis Potosí.


    Piden la reconversión en bienes comunales

    El patriarcado de la comunidad, en voz de Aniceto Gaytán García, dijo estar consciente de que si no existe voluntad del gobierno para devolver a los nahola 6 mil 748 hectáreas, mucho menos les restituirán 218 mil 961.

    Por ello, la meta de los comuneros es exigir en litigios posteriores una indemnización por la superficie, basada en el Acuerdo Nacional para el Campo, o reconvertirla en bienes comunales propiedad de Santa Ana de Nahola.

    Gaytán García expuso: ''Los bienes comunales son inafectables, aun con la reforma al artículo 27 constitucional, que también otorga protección a comunidades indígenas. Pero a los gobiernos se les hace más fácil afectar comunidades indígenas que latifundios de particulares''.


    ___________________________________________________________






    Fuente:

    Luchan los nahola contra el despojo de sus tierras - La Jornada

  15. #35
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    Re: Mexico no es bicentenario

    El caso de los nahola no ha sido el único al que se han tenido que enfrentar los gobiernos del México independiente. Podríamos decir que casi desde su inicio como nueva nación, empezaron los inconvenientes con los indígenas, así como lo dice este texto.

    Voy a ser sincero, no transcribí todo lo que decía el capítulo de donde saqué esto, ya que muchas veces cae en la misma visión demagógica de siempre, donde habla de los “300 años de afrentas” reflejados en el salvajismo con el que fueron asesinados muchos peninsulares (que no fueron los únicos afectados, como se ha dicho) a manos de los indios durante la guerra, eso sí, obviando a aquellos que se mantuvieron del lado de los realistas.



    ___________________________________________________________


    … Un liberalismo tímido y romántico proclamó los derechos del hombre: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Se abolió la esclavitud y el sistema de castas. Desde entonces todos los habitantes de la antigua Nueva España – criollos, mestizos, mulatos, indios y negros – se llamaron ciudadanos. Todos los ciudadanos eran iguales y no podía haber un sector de la población con leyes privativas: las Leyes de Indias fueron condenadas.

    La posición de los creadores del México Independiente teóricamente era justa; había que destruir todo signo de vasallaje y en esta categoría se encontraban las Repúblicas de indios, engendro exclusivo –se pensó- de la dominación española.El Honorable Congreso de Veracruz tomó la iniciativa a este respecto y decretó la desaparición del gobierno discriminatorio y con él la existencia de tierras y fondos de comunidad, incompatibles con una estricta filosofía liberal. Pronto el Congreso Nacional siguió los pasos de los legisladores jarochos y dispuso la desaparición del indio; de una simple plumada asentó la convicción liberal de que en México sólo había ya ciudadanos libres iguales y fraternos.

    El romanticismo y la demagogia liberal, racionalizando en esta forma, sumieron a los indígenas en la miseria más absoluta.

    […]

    ¿Cuál fue la respuesta de los indios? ¿Cuál la de los directamente afectados?

    Su reacción primera fue de protesta: exigieron de sus libertadores el reconocimiento del derecho a gobernarse por sí mismos de acuerdo con sus patrones tradicionales.Una República de indios, la de Tlacotalpan de la provincia de Veracruz rechazó la igualdad que tan a su desagrado se le concedía y solicitó de la Honorable Diputación se le reintegrara su antigua forma de gobierno.


    Para ella fue la siguiente contestación que en orden del 21 de agosto de 1824 se le envió por conducto del Gobernador de la Provincia:

    Excmo. Señor: Conformándose este honorable Congreso con el dictamen de su Comisión de Peticiones en que hace el ciudadano Juan del Sacramento a nombre de las parcialidades de Tlacotalpan, en número de cuatrocientos individuos,sobre que se les permita la creación de su Cabildo y demás costumbres que tenían bajo el Gobierno Español, ha tenido a bien disponer: Que se devuelva por conducto de V. E. esta solicitud de los naturales de Tlacotalpan, para que se encargue de manifestarles del modo más conveniente lo ilegal e injusto de su petición.


    El caso de Tlacotalpan es ejemplar. En este pueblo como en tantos otros de México coexistían dos grupos de población separados por la Legislación de Indias, a saber: los de razón y los naturales. Al decretarse la desaparición de las Repúblicas de indios, privativa de los naturales, se creó un Ilustre Ayuntamiento, cuerpo que naturalmente cayó en manos de los criollos, mestizos y mulatos ilustres, quedando sin voz ni representación los rústicos y miserables indios que, iguales, más sin amparo ni defensa, sucumbieron durante el periodo independiente como no habían sucumbido durante la dominación extranjera.


    ___________________________________________________________






    Fuente:

    Aguirre Beltrán Gonzalo, Formas de Gobierno Indígena, Instituto Nacional Indigenista, México, 1981, pp. 58 – 60



  16. #36
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    Re: Mexico no es bicentenario

    Otro texto más que interesante y aunque no estoy de acuerdo en algunos en puntos, como que el 16 de septiembre “inició la independencia”; trata cosas interesantes como el caso de los yaquis de Sonora, a quienes los flamantes gobiernos liberales (los buenos del cuento según la historia oficial) les hicieron una guerra durísima.

    La información está tomada de otra fuente favorita de todos aquellos que dicen estar siempre del lado de la verdad.




    ___________________________________________________________


    A pesar de todo, la mayoría siente orgullo por su mexicanidad: Lorenzo Meyer



    Hay que celebrar el 16 de septiembre, pero también hay que tener en cuenta el enorme precio que se ha pagado por la construcción de la nación mexicana, sostiene el historiador.




    (Foto: Cuartoscuro)

    Redacción AN

    Septiembre 15, 2014 6:45 pm


    A pesar de todos nuestros problemas, hay en México un deseo mayoritario de seguir adelante como comunidad, de continuar unidos como organización social, comentó el historiador Lorenzo Meyer en la primera emisión de Noticias MVS.

    De acuerdo con una de las recientes encuestas de opinión, cuando se pregunta a los encuestados si se sienten bien siendo mexicanos, la enorme mayoría dice que sí, prevalece el orgullo de ser mexicano y ésa “es una oportunidad para construir algo”, dijo.

    “Les preguntan que, si tuviera la oportunidad de irse a otro lado (supongo Estados Unidos), alrededor de un tercio dijo sí, y de ese tercio solamente la mitad, dijo que lo haría sólo si tuviera los documentos. Es una pequeñísima parte, menos del 5%, que está descontenta de ser mexicana, explicó.

    El académico de El Colegio de México explicó que hay que celebrar el 16 de septiembre, pero también hay que tener en cuenta el enorme precio que se ha pagado por la construcción de la nación mexicana y lo mucho que está por construirse. “Ha sido muy defectuosa, una nación llena de ilegalidades, injusticia y cuentas pendientes”.

    En este momento, hay una buena cantidad de cosas de las que yo como mexicano no estoy nada orgulloso, señaló. “Hay cosas de cambiar que todos los días se escucha una lista de problemas larguísima, como el caso de los yaquis, una pequeña piedra en el zapato del gobierno de Sonora y del gobierno federal”.


    Otras nacionalidades

    El analista añadió que México debe ser generoso con las otras nacionalidades que todavía quedan, como la tribu yaqui, cuyo dirigente fue detenido la semana pasada.

    “Debemos sentir (su detención) como propio su agravio y no serles indiferentes”, dijo en referencia a Mario Luna, secretario y vocero de la tribu yaqui, detenido el pasado jueves 11 de septiembre.

    Luna ha luchado en contra de la construcción del Acueducto Independencia y fue aprehendido en Sonora por ser presuntamente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad y robo.

    Meyer hace referencia al lo que dijo el historiador Adolfo Gilly, que se comete una más de las injusticias contra los yaquis a los que se les ha tratado “de una manera horrorosa por los gobiernos nacionales: deportados de sonora, bombardeados por los propios ejércitos revolucionarios una vez que les ayudaron, y han sido traicionados. Sólo el general (Lázaro) Cárdenas se mostró ante los yaquis con la suficiente humildad y calidad de gobernante para reparar un poco el daño que les habían hecho”, afirmó.

    Al crearse la nación mexicana se aplastaron otras naciones, por ejemplo los yaquis, son una nación, lengua, religión, organización social y tenían hasta ejército.“La nación mexicana vía el Ejército Mexicano la aplastó”, dijo.

    Hizo referencia a los países de Europa donde están a punto de decidir su independencia, por ejemplo Escocia, ahí no hay guerra civil, “es una votación y el proceso sería de lo más civilizado y pacífico, tomando en cuenta que los escoceses anteriores, no pudieron ser dominados ni por los romanos. No van a tener que pagar el altísimo costo que pagó México”.


    Independencia del rey

    Explicó que la independencia de México empezó realmente sin que la sociedad mexicana estuviera preparada para tal evento. “Sí había habido protestas por la expulsión de los jesuitas o por una política fiscal de la corona y había inconformidad de las clases altas y medias pero no la idea de una nación. México era un reino de la Nueva España y la idea de una nación realmente se formó hasta la revolución mexicana”.

    “(La Independencia) Fue un desastre, una guerra civil durísima, una guerra sin cuartel, una masacre que no le pide nada a masacres de todo el mundo”, dijo.

    La independencia mexicana se inicia como resultado no pensado y no planeado, del esfuerzo español de liberarse de los franceses. El inicio de la independencia es el 16 de septiembre y en febrero de 1821 cuando se llega a la conclusión del proceso, afirmó.



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    Fuente:

    A pesar de todo, la mayoría siente orgullo por su mexicanidad: Lorenzo Meyer - Aristegui Noticias

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    Re: Mexico no es bicentenario

    Artículo para entender cuál es el origen del culto a los insurgentes como héroes de la patria; si es cierto que Iturbide se pasó del lado de los rebeldes como algunas versiones dicen; por qué se ha demeritado el nombre del caudillo de Iguala borrándolo hasta del famoso “grito de Dolores”.

    Lo que queda claro es que nuestros “Honorables” Congresos se han dedicado desde tiempos remotos a debatir cosas baladíes en vez de enfocarse en aquellos temas de importancia vital, cosa que hasta el día de hoy padecemos.



    Imperdibles lo que dice en la reflexión final, ayudará a despejar muchas dudas.






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    CADA QUIEN SUS HÉROES [ 1 ]

    María José Garrido Asperó






    Introducción


    La unión de los insurgentes con los antiguos realistas y la rendición de la autoridad virreinal dieron a todos la impresión de que después de once años de guerra la revolución había terminado.La confianza en la paz y en el futuro promisorio de la nación era el sentimiento común que embargaba a todos. La ciudad de México, sede de los poderes del Imperio Mexicano y residencia de los jefes militares que proclamando el Plan de Iguala consumaron la independencia, con sobrados motivos se desbordó en festejos.

    El 27 de septiembre de 1821 la ciudad recibió a los dieciséis mil hombres del Ejército Trigarante; el 28 y 29 celebró la instalación de los poderes legislativo y ejecutivo interinos: la Suprema Junta Provisional Gubernativa y la Regencia; el 27 de octubre, por disposición de la Junta, juró y proclamó públicamente la soberanía del Imperio; honró en varias ocasiones al primer jefe Agustín de Iturbide, a quien sus más acérrimos y antiguos enemigos reconocían entonces como el héroe de Iguala; hizo infinidad de misas, paseos y procesiones agradeciendo a la Providencia la independencia que ahora festejaba.

    Tan continuas festividades, observó Juan de Dios Arias, no impidieron que el disgusto y el espíritu de oposición se presentaran.[ 2 ] Efectivamente, pasado el entusiasmo septembrino, cuando la independencia así conquistada intentó hacerse gobierno, entre fiesta y fiesta, brotaron las debilidades y contradicciones del pacto político-militar de Iguala. El debate sobre la mejor manera de organizar a la nación y la exclusión de los insurgentes y de la insurgencia en el proyecto nacional de Agustín de Iturbide, sumados al desaire de Fernando VII a la corona del Imperio Mexicano y al desconocimiento de su independencia, condujeron a la reanudación de las hostilidades.

    El problema inicial, el que fracturó al Imperio, no fue, sin embargo, el enfrentamiento abierto entre dos proyectos distintos de nación: la monarquía liberal, aun con Iturbide como emperador, o la república, que a decir del mismo Agustín de Iturbide eran los sistemas políticos que más comentaban los habitantes de la Nueva España en los días previos a que él proclamara el Plan de Iguala. La fragilidad del Imperio tuvo su origen en las difíciles y poco claras relaciones que prevalecieron entre los poderes ejecutivo y legislativo y, en consecuencia, en la distinta interpretación de la fuente de la que emanaba la autoridad soberana.

    En un tono similar al de las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz y al Congreso de Chilpancingo, a la Constitución Política de la Monarquía Española y al Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, el poder legislativo del Imperio Mexicano -la Suprema Junta primero y después el Congreso Constituyente- se asumió como el poder preponderante en el proceso político al que debían quedar subordinados el judicial y el ejecutivo, independientemente de que el titular de este último se llamara Fernando VII o Agustín I.

    Agustín de Iturbide, como el héroe de Iguala, como el presidente de la Regencia y principalmente como el emperador, consideró que el legislativo limitaba las facultades y poderes que por naturaleza le pertenecían. Como propone Timothy Eagan Anna, Iturbide no estaba dispuesto a someter sus decisiones a las opiniones de una Junta, y luego a las de un Congreso, que a su juicio eran su creación.[ 3 ] Para el Generalísimo-Almirante el poder legislativo debía su existencia a la labor que él exitosamente emprendió en la Nueva España. Además, la Junta y el Congreso le habían manifestado hostilidad y, por si fuera poco, eran del todo ineficientes. La Junta porque no tuvo la capacidad de convocar inmediatamente a un Congreso y éste porque no pudo redactar la Constitución del Imperio.[ 4 ]

    Agustín de Iturbide estaba convencido de que su poder era legítimo porque gracias al Plan de Iguala que, afirmó era de su autoría, la Nueva España después de once largos y destructivos años de guerra consiguió independizarse; porque él, a nombre de la nación, firmó los Tratados de Córdoba; porque él había sido reconocido por los diversos sectores del Imperio como el jefe militar y como el héroe de Iguala y, finalmente, porque él había sido proclamado por el consenso popular y el Congreso como el emperador; porque ambos documentos, el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, aceptados por todos los sectores político-militares, eran las bases del Imperio Mexicano hasta que el Congreso redactara la Constitución. Agustín de Iturbide simplemente consideraba que en él "estaba depositada la voluntad de los mexicanos".[ 5 ]

    Así, como señala Luis Villoro, el Imperio Mexicano nació padeciendo una dualidad de soberanías.[ 6 ] Las diferencias entre las atribuciones y límites de los poderes se manifestaron desde que la Suprema Junta, habiéndose autonombrado soberana, se opuso a que Iturbide reuniera en su persona la jefatura de las fuerzas armadas, la presidencia de la Regencia y de la Junta. Se complicaron cuando se estableció el Congreso Constituyente y se fracturó la aparente unidad de los ejércitos y de los líderes que proclamando el plan de Iguala habían consumado la independencia.

    Los desacuerdos entre los poderes ejecutivo y legislativo del Imperio se hicieron irreconciliables cuando la facción republicana en el Congreso se fortaleció con la presencia de los diputados más adictos a aquel sistema de gobierno y por la alianza que éstos hicieron con los borbonistas después de que España desconociera los Tratados de Córdoba, cuando existían claramente dos propuestas distintas de nación: la monarquía constitucional con Iturbide como emperador o la república.Cuando los diputados republicanos o simplemente los desafectos a Iturbide interpretaron, con sobrada razón, las acciones del emperador como un exceso de las facultades del ejecutivo que vulneraban la división de poderes y advirtieron la amenaza de una monarquía absoluta. Así, como proponen Luis Villoro y Timothy Eagan Anna, en el centro de todas las diferencias políticas del Imperio Mexicano se encontraba el desacuerdo entre Iturbide y el Congreso sobre sus respectivos poderes.

    En este contexto, la selección de los héroes de la independencia, facultad que era competencia del legislativo, se convirtió en un importante tema en disputa.Cada grupo propuso la celebración de los acontecimientos y el reconocimiento de los personajes que no sólo eran la explicación del pasado, el presente y el futuro que proponía cada facción, sino que además podían contribuir a legitimar y perpetuar el sistema político que cada grupo deseaba establecer.

    La valoración del pasado reciente y de los individuos que se distinguieron en él por sus hazañas militares y/o por la propuesta de nación que en su momento abanderaron, fueron los criterios de autoridad para validar los proyectos políticos y mostrar los progresos que cada grupo representaba, por ello la selección de los héroes de la independencia expresó la disputa entre los poderes ejecutivo y legislativo del Imperio Mexicano y se convirtió en bandera de distintos proyectos de nación: la monarquía liberal o la república.[ 7 ]

    Los diputados desafectos a Agustín de Iturbide, los que habían participado en la insurgencia y los partidarios de la república intentaron premiar el mérito de los insurgentes y decretar días de festividad nacional las fechas que recordaban a la insurgencia, reconociendo así que el origen y el futuro del nuevo Estado independiente tenía sus antecedentes en 1810 y no, como Iturbide pretendía, en 1821; es decir, en el grito de Dolores y no en el Plan de Iguala. Introducían además en la discusión política la opción de la república como forma de gobierno, sistema relacionado con aquellos caudillos, particularmente con José María Morelos.

    Agustín de Iturbide, por su parte, no estaba dispuesto a conceder que el nuevo Estado tuviera como referencia constante y argumento histórico fundador la destrucción, el desorden y el odio que a su juicio caracterizaron a aquella revolución. Ésta no podía ser la base sobre la que se construyeran los cimientos y el futuro de la nación; era la contradicción de la garantía de la unión, base del proyecto iturbidista.Tampoco deseaba que se facilitara la discusión sobre otro sistema de gobierno que no fuera la monarquía constitucional.

    Así, las diferencias de opinión que se presentaron en el Congreso y entre éste y Agustín de Iturbide sobre los personajes que debían ser reconocidos como héroes de la independencia se apoyaban, por un lado, en las distintas concepciones del orden político y relación de poderes en que debía sustentarse el Imperio Mexicano y, por otro, estrechamente relacionado con aquél, en las también distintas interpretaciones que de la revolución de independencia, de los personajes y acontecimientos fundadores del nuevo Estado hicieron las facciones en pugna por el poder.


    Fiestas y héroes: bandera de dos proyectos de nación

    En la sesión del 28 de febrero de 1822 los diputados del Congreso Constituyente discutieron la propuesta que a nombre de la Suprema Junta Provisional Gubernativa hizo el señor José María Fagoaga el día de la apertura del legislativo. El diputado por la provincia de México propuso declarar días de fiesta nacional el de la proclamación del Plan de Iguala e instalación del Congreso, el día en que el Ejército Trigarante juró aquel plan y el de la consumación de la independencia.

    Aunque las actas no registran los nombres de todos los diputados que participaron en esta discusión y desarrollo de la misma, anotaron que después de varias observaciones hechas por algunos señores el Congreso acordó que las fiestas nacionales no entorpecían el curso del comercio, la agricultura y la industria, que no había, por lo tanto, inconvenientes para que el Imperio destinara algunos días al regocijo nacional.

    Hubo ese día voces que propusieron que se incluyera en el calendario festivo del Imperio el día en que se firmaron los Tratados de Córdoba y el día en que se dio el "primer" grito de libertad en Dolores. Algunos, no se dice quiénes, hicieron "importantes y tiernas memorias" de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez. Esto dio oportunidad para que los partidarios de aquellos caudillos intentaran conciliar la insurgencia con el Imperio y a que los afectos a Iturbide realzaran la posición de éste.

    El diputado de Valladolid, Francisco Argandar, uno de los firmantes de la Constitución de Apatzingán, afirmó, por ejemplo, que el primer grito de la libertad giró, como el Plan de Iguala, sobre los principios de religión, independencia y unión; el señor José María Portugal, diputado por Guadalajara, solicitó que el 13 de junio, aniversario de la proclamación de independencia en aquel lugar, fuera declarado día de fiesta para esa provincia y que el 28 de agosto, santo de Iturbide, "día de nuestro heroico libertador", fuera declarado fiesta en todo el Imperio; el señor Francisco Ortega, diputado por México, pidió que se incluyeran entre los héroes a Javier Mina y a Juan de O'Donojú. El señor Manuel Argüelles, diputado por Veracruz, más político y conciliador, propuso que se nombrara una comisión que dictaminara "el modo de honrar la memoria de los primeros defensores de la patria, y la de los jefes principales, que proclamando el plan de Iguala consumaron sus glorias".[ 8 ]

    Esta petición fue aprobada y quedó la comisión integrada por los señores José Antonio Andrade, José Joaquín de Herrera, Francisco Argandar, José Agustín Paz y José Vicente Robles, diputados por Guadalajara, Veracruz, Valladolid, México y Puebla, respectivamente. Esta comisión debía estudiar y proyectar "lo que juzgara oportuno para recordar los días memorables, el mérito y su grado de quienes hayan sido héroes de la patria".[ 9 ]

    A partir de esa sesión la selección de los días de festividad nacional quedó ligada a la elección de los que debían ser declarados y honrados como héroes de la patria. Las fiestas y los héroes comenzaron a ser motivo de diferencias en el Congreso y entre éste y Agustín de Iturbide.

    Las discusiones sobre el que debía ser el calendario festivo del Imperio Mexicano coincidieron con las del reglamento de premios militares elaborado Agustín de Iturbide. Este reglamento reconocía los méritos de todos los que se habían sumado al Plan de Iguala y desconocía no sólo los méritos de los insurgentes, vivos y muertos, sino a aquella revolución. Esa situación complicó más el debate relativo a las fiestas y a los héroes.

    Mientras los de la comisión de fiestas hacían su trabajo, el 1 de marzo de 1822, el ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, el señor Manuel de Herrera, preguntó al Congreso si el día siguiente había sido ya decretado de fiesta nacional por ser el primer aniversario del día en que el Ejército Trigarante juró el Plan de Iguala.[ 10 ] Esta duda motivó que los trabajos de la comisión festiva se apresuraran.

    Al parecer, por lo apuntado en la sesión del Congreso y por lo señalado por Lucas Alamán, el dictamen de la comisión encargada de proponer las festividades nacionales y la forma de honrar la memoria de los héroes introdujo elementos perturbadores para algunos diputados.Las actas del Congreso solamente señalan que el dictamen contenía "muchos y graves puntos", que siendo "urgentísimo" señalar los días de festividad nacional se ocuparían inmediatamente de ellos y dejarían para otra ocasión la discusión del resto del proyecto de la comisión.[ 11 ]

    Es muy probable que los otros puntos se refirieran a sumar a los días de festividad nacional el aniversario del grito de Dolores y a reconocer como héroes a los caudillos insurgentes que murieron antes de que Iturbide proclamara el Plan de Iguala, haciendo en su honor una ceremonia especial.

    Afirmo lo anterior no sólo porque ese mismo día, 1 de marzo de 1822, fueron desechadas las propuestas de los señores diputados por México José Mariano Aranda y José Agustín Paz, miembros de la comisión, que proponían colocar en la sala de sesiones del Congreso los nombres de los insurgentes con inscripciones de oro y los bustos de "los inmortales Hidalgo, Allende, Morelos y Matamoros, [...] en el centro el del caudillo del Ejército Trigarante, como consumador de tan grande obra".[ 12 ]Principalmente lo sostengo porque existe el dictamen de otra comisión, la de premios, que, contraviniendo los deseos de Agustín de Iturbide, proponía el reconocimiento de los caudillos insurgentes y de la primera revolución.De hecho, es posible que éste fuera el dictamen que menciona Lucas Alamán.

    Aunque desconozco la fecha en que se discutió este dictamen, impreso el 7 de junio de 1822, supongo que expresa el mismo sentimiento de los diputados de la Comisión de Fiestas y de los otros señores que en varias sesiones del legislativo solicitaron el reconocimiento de los caudillos de la primera época de la independencia.

    La comisión de premios estaba integrada por los diputados por México Melchor Múzquiz, Juan de la Serna y Echarte y Vicente Carvajal; por Oaxaca, Juan Manuel Sánchez del Villar, y por Manuel Espinosa de los Monteros que al parecer era diputado por Sonora. Estos señores expusieron claramente en el dictamen que la diversidad de opiniones en el Congreso sobre el asunto del reconocimiento de los héroes radicaba en la distinta interpretación que unos y otros hacían sobre la guerra de independencia, habiendo quienes:

    mirando la primera insurrección como distinta de la segunda en sus objetos y motivos, desconocen el influjo que tuvo en los rápidos progresos y éxito glorioso de ésta, a cuyos autores atribuyen exclusivamente todo el mérito de haber hecho la libertad. [...] ya por la oportunidad del tiempo en que lo emprendieron, ya por la más feliz elección de los medios que emplearon para conseguirlo.[ 13 ]

    Según los que opinaban de esta manera, decía el dictamen, los primeros caudillos, si no eran considerados sólo como perturbadores del orden público, por lo menos eran sin duda poco dignos del reconocimiento nacional, del premio que la patria debía dar a los ciudadanos que se consagraron a su defensa. Desde ahí sería un grave error estimular la repetición del crimen premiando a quienes se condujeron durante la primera guerra sólo por ambiciones personales y con métodos despreciables.[ 14 ]

    Por lo tanto y por la gravedad del asunto, los miembros de la comisión de premios opinaban que era necesario evaluar imparcialmente los méritos de los primeros caudillos. Para ello proponían que se tuvieran como criterios generales el análisis de: 1) los motivos "razonables" que tuvieron los primeros caudillos para levantarse en armas; 2) si esta guerra era el único medio que tenían para conseguir las mejoras que la situación de la "Patria" exigía; 3) si esa primera guerra aportó algún beneficio "efectivo" para la consumación de la independencia, y 4) si los medios de los caudillos eran los más conducentes al fin, o resultado de motivaciones personales para satisfacer "pasiones criminales".[ 15 ]

    A todos estos puntos dieron los diputados de la comisión una opinión favorable a los primeros caudillos. Argumentaron, por ejemplo, que la guerra de independencia peninsular, "tumultuaria y desordenada" como la que acaudillaron Hidalgo y Morelos, era considerada como un modelo de heroísmo y afirmaron que los líderes insurgentes iniciaron la guerra porque era el único medio de procurar a la patria las ventajas a que aspiraba. Es decir, la guerra iniciada en 1810 por Hidalgo y continuada por Morelos, Mina, Guerrero y otros debía ser, a juicio de estos señores, reconocida por los mexicanos no sólo por los motivos razonables que guiaron a estos caudillos, también porque ése había sido el último recurso que quedaba a los entonces novohispanos para liberar a la nación.[ 16 ]

    Las respuestas a las otras dos preguntas eran más contundentes y debieron ser menos agradables a Agustín de Iturbide. Los diputados de esta comisión aseguraron que las calamidades y desastres producidos durante la primera guerra no habían sido tan graves como algunos habían afirmado y magnificado con el deseo de subestimar los beneficios aportados por los casi once años de guerra anteriores a la proclamación del Plan de Iguala.

    Esa etapa de la revolución era interpretada por los individuos de la comisión como antecedente indispensable para la consumación de la independencia. Otorgándole unidad histórica a los once años de guerra, como observó Edmundo O'Gorman, afirmaban que sin la experiencia política y militar generadas del grito de Dolores a la proclamación del Plan de Iguala, habría sido imposible en 1821 la reunión de las voluntades a un mismo fin y la rendición de las autoridades españolas.[ 17 ]Militarmente, porque fue en los campos de batalla donde España midió el "secreto de su impotencia". Los miembros de la comisión estaban convencidos de que los combates ganados por los insurgentes prepararon la victoria final. Políticamente, porque esa guerra despertó los espíritus de los mexicanos, obligándolos a pensar sobre:

    la mejor organización del Estado; la ciencia del gobierno, antes desconocida y extraña entre nosotros, empezó a cultivarse con el interés que inspiraban las circunstancias de la Patria. Todas las nociones sociales, todos los sentimientos generosos que después se han desarrollado tan portentosamente, deben su origen a aquel primer impulso que recibió la nación en el estado de su mayor inercia.[ 18 ]

    Los miembros de esta comisión sostenían en su dictamen que la independencia no se consumó tan sólo por las virtudes de un "plan magnífico" sino por la combinación de ese plan y la experiencia y disposición que la nación tenía después de años de guerra. ¿Y quién será capaz, preguntaban, de atribuir este suceso más bien al plan que al tiempo en que se ejecutó? ¿Y este tiempo no llegó sazonado por los esfuerzos hechos en once años?[ 19 ] Sin la combinación de estos dos elementos, la experiencia anterior y el acierto de Iturbide, nada se habría conseguido. Simplemente decían que si los primeros caudillos: "no vieron sazonado el costoso fruto de sus afanes, lo dejaron preparado a sus dignos sucesores, y como muchas veces se ha dicho con verdad y con justicia, sin un MORELOS jamás hubiéramos tenido un ITURBIDE ".[ 20 ]

    La comisión en consecuencia de todo lo expuesto propuso al Congreso: 1) que se declararan buenos y meritorios los servicios que se presentaron en los once primeros años de insurrección por hombres o mujeres; 2) que se reconocieran por héroes de la patria a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Mariano Jiménez, Mariano Abasolo, Juan Aldama, José María Morelos, Mariano Matamoros, Leonardo y Miguel Bravo y a Javier Mina; 3) que se dieran a sus viudas, hijos y deudos las pensiones, empleos y honores que el gobierno había concedido a los deudos de los militares trigarantes; 4) que se decretaran honores fúnebres a la memoria de los caudillos, se exhumaran sus cenizas y se depositaran en catedral el próximo 17 de septiembre con toda la publicidad y pompa dignas de un acto tan solemne. A esta ceremonia debían asistir la Diputación Provincial de México, el Ayuntamiento de la ciudad de México, el Estado Mayor y todas las autoridades eclesiásticas, militares y políticas residentes en la capital del Imperio, incluyendo obviamente a Agustín de Iturbide; 5) que se levantaran, en el sitio donde fueron sacrificados, monumentos en su honor, y 6) que se escribieran sus nombres con letras de oro en el salón de sesiones del Congreso.[ 21 ]

    La discusión sobre los héroes de la patria no se limitaba a las sesiones del legislativo. Se ocupaban de ella, desde que la independencia se consumó, la prensa y los particulares. Unas veces a favor de lo hecho por Iturbide y otras abogando por los insurgentes.

    En 1821, cuando la ciudad entera se preparaba para recibir al Ejército Trigarante, un tal Francisco Granados elaboró un proyecto para honrar la memoria de los primeros héroes de la libertad. Este señor quería levantar un retablo en el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, símbolo insurgente, que representara, de tamaño natural, las figuras de los primeros héroes y de Agustín de Iturbide. Este monumento serviría de gratitud y emulación patriótica. Granados propuso al Ayuntamiento de la ciudad de México la creación de una suscripción patriótica para que con esos recursos se construyera el monumento que sugería. Aunque el gobierno de la ciudad aceptó colaborar en el proyecto, éste no prosperó.[ 22 ]

    Carlos María de Bustamante publicaba en la capital del Imperio el semanario La Abispa de Chilpancingo. Estaba dedicado a José María Morelos y cada número a uno de los jefes insurgentes. Esto bastaba, como observó Alamán, para atraerse la enemistad de Iturbide, aunque el número dos estuviera dedicado a él.[ 23 ] El licenciado Bustamante también propuso que las cuatro fuentes de la Plaza de Armas fueran sustituidas por igual número de columnas consagradas a Hidalgo, Allende, Morelos y Mina. Cada una de estas columnas debía estar truncada, señalando con ello que estos héroes comenzaron la guerra de independencia sin concluirla. A Iturbide debía dedicársele una inscripción en el pedestal de la Columna de la Independencia que se levantaría en la Plaza de Santo Domingo con el siguiente texto: "Al ciudadano Agustín de Iturbide y Aramburu, porque en el espacio de siete meses concluyó con medidas prudentes más bien que con armas, la obra de la libertad e independencia mexicana, comenzada desgraciadamente once años antes".[ 24 ]

    Rafael Dávila publicó en 1821 un folleto en el que, haciendo una serie de preguntas al público promovía el reconocimiento de los héroes de la primera época de la independencia en el mismo sentido y con argumentos muy parecidos a los expuestos por la Comisión de Premios Militares.Dávila preguntaba:

    ¿Quién merece más gloria, el que cava la tierra y echa los cimientos de un grandioso edificio, o el que lo sigue y finaliza?; ¿el que inventa una cosa o el que la perfecciona?; ¿el que abre el camino o el que lo transita?; ¿el que recuerda lo olvidado, o el que primero lo enseñó?; ¿el que con cenizas y rescoldo enciende un nuevo fuego o el que sin estos recursos lo encendió primero? ¿Si no hubiera habido Hidalgos y Allendes que principiaran la revolución pasada qué lugar ocuparían nuestros dignos actuales jefes?[ 25 ]

    El coronel Joaquín Parres respondió a todas estas preguntas defendiendo la postura que atribuía a Agustín de Iturbide la obra de la independencia. Expuso que la libertad de la nación debía poco a los insurgentes, quienes causando graves males a la patria sólo contribuyeron (poca cosa) a formar la opinión favorable a la independencia. Preguntaba: "¿Es lo mismo [...] mueran los gachupines, que unión?, ¿saquear, que conservar y defender las propiedades? Establecer un gobierno liberal y economizar la sangre. [...] ¿es [lo mismo] recordar una práctica de desolación y rivalidad?"[ 26 ]

    El Congreso Constituyente dispuso, en su sesión del 1 de marzo de 1822, que sólo se ocuparía en ese momento de decretar los días de festividad nacional posponiendo para mejor ocasión la discusión del resto del dictamen presentado por la Comisión de Fiestas.

    Decretó que serían días de fiesta nacional los propuestos por José María Fagoaga, es decir, el aniversario de la instalación del Congreso Nacional y de la proclamación del Plan de Iguala, 24 de febrero; el día en que juró el Ejército Trigarante el plan, 2 de marzo, y el de la consumación de la independencia con la entrada triunfal del ejército a la ciudad de México, 27 de septiembre. A esta fiesta se le dio entonces el significado, como lo había propuesto el señor Argüelles, de "honrar la memoria de los primeros defensores de la patria, y de los primeros jefes que proclamando el Plan de Iguala consumaron sus glorias". A estos días se añadieron el 16 y 17 de septiembre, en recuerdo del primer grito de la libertad dado en el pueblo de Dolores.

    Esas fechas debían celebrarse en todo el Imperio Mexicano con salvas de artillería y misa de gracias. En la ciudad de México debían asistir la Regencia con las demás autoridades, vistiéndose la corte de gala.[ 27 ] Aunque fueron incluidos los días 16 y 17 de septiembre como ceremonias de honras fúnebres a los caídos en la guerra, la discusión de los héroes quedó pendiente.

    Pasada la coronación, las fiestas volvieron a ser tema de debate en las sesiones del Congreso. La situación era bastante diferente. No sólo porque entonces discutirían el calendario festivo del Imperio de Agustín I, que incluía el tema de los héroes, sino porque lo harían en la época en que las relaciones entre el emperador y el Congreso se fracturaron por completo, cuando la corona de Iturbide se tambaleaba y el clima de conspiración recorría el territorio.

    Entre julio y octubre de 1822 los poderes ejecutivo y legislativo se enfrascaron en tres problemas que han sido señalados por Timothy Eagan Anna: 1) el Congreso negó el poder de veto sobre las leyes constitucionales y los impuestos al emperador, 2) ambos poderes se decían facultados para organizar y nombrar al poder judicial y 3) la necesidad o no de establecer en la ciudad de México y en todas las capitales de provincia tribunales militares especiales.[ 28 ] La discusión en el Congreso sobre este último asunto dada el 12 de agosto, uno de los días en que legislaron las fiestas, dio resultados contrarios, como en los otros dos casos, a los deseos de Iturbide. Lucas Alamán observó que "Tal propuesta, [la del tribunal especial], fue resueltamente desechada por el Congreso, en el que por el contrario se presentó un proyecto de ley para honrar la memoria de los promovedores de la revolución de 1810, que desagradaba altamente a Iturbide".[ 29 ]

    Finalmente, el Congreso ratificó en esa misma sesión que las fiestas cívicas del Imperio serían las antes aprobadas: los días 24 de febrero; 2 de marzo; así como 16, 17 y 27 de septiembre. A estas fechas se añadieron el 19 de mayo, en recuerdo de la designación del emperador; el 26 de julio, día de la emperatriz, y el 28 de agosto, santo del emperador y del príncipe imperial.[ 30 ] Así, los diputados que habían militado bajo la bandera insurgente o simpatizado con esa causa y sus caudillos y los desafectos a Agustín I lograron, una vez más, incluir algunas fechas que recordarían a la insurgencia.

    A los pocos días se desató la gran confrontación entre Iturbide y el Congreso. El gobierno descubrió una conspiración republicana dirigida por algunos diputados. Como señala Timothy Anna, independientemente de sus posibilidades de éxito y de lo amenazante que hubiera sido para el emperador, esta conspiración aceleró la disolución del poder legislativo.[ 31 ]

    El plan era promover una revuelta en la ciudad de México, argumentando que el Congreso no había tenido libertad en la elección del emperador. Los conspiradores declararían nula su coronación, apresarían a Agustín de Iturbide y trasladarían el Congreso a Texcoco para que sesionara con entera libertad. Los conjurados suponían que ahí el poder legislativo se pronunciaría por el establecimiento de la república.

    Entre los principales conspiradores dentro del Congreso se encontraban Servando Teresa de Mier y Juan Pablo Anaya. El 26 de agosto de 1822 fueron aprehendidas sesenta y seis personas, cincuenta de ellas eran diputados.Algunos de los diputados detenidos que habían participado en las discusiones relativas a las fiestas y los héroes del Imperio fueron: José María Fagoaga, Carlos María de Bustamante, Servando Teresa de Mier, Rafael Leandro Echenique, Joaquín Obregón, Francisco Sánchez de Tagle, José Joaquín de Herrera y Juan de la Serna y Echarte.[ 32 ] Este último había sido miembro de la comisión de premios que, como observamos ya, se pronunció por el reconocimiento de los caudillos insurgentes.

    El 31 de octubre, como se sabe, Iturbide ordenó la disolución del poder legislativo. En su lugar nombró a la Junta Nacional Instituyente que prestó juramento el día 2 de noviembre, "circunstancia de triste presagio, por ser el día en que la Iglesia celebra con lúgubre aparato, la conmemoración de los fieles difuntos".[ 33 ]

    Las sesiones ocupadas por el Congreso en la discusión de los días que debían ser festividades nacionales y sobre los individuos que debían ser reconocidos como héroes de la patria cuando todavía había efectivos españoles en el territorio, España había desconocido los Tratados de Córdoba y existía una amenaza de reconquista; cuando había desorden en la economía, los caminos estaban cerrados y el comercio y la minería paralizados, fueron motivo para que más que un observador las denunciara como muestra de la incapacidad de los legisladores de este Congreso.Para Juan de Dios Arias por ejemplo:

    En el desorden consiguiente a la falta de un sistema parlamentario forzoso más que nunca, porque eran los momentos de comenzar sin obstáculo a organizar y a constituir, se escogían al azar o según el interés o capricho de cada diputado los asuntos que debían tratarse, posponiendo los más urgentes y de positiva necesidad a otros muy triviales o que nada significaban para el bien público. Uno de estos asuntos fue el relativo a los días que deberían señalarse de fiesta nacional.[ 34 ]

    Para el diputado José María Bocanegra, el Congreso debió haberse ocupado de temas de más urgente necesidad, redactar las leyes necesarias al Imperio y no perder el tiempo con "las que decretaban fiestas nacionales".[ 35 ]

    Para otros, como Lucas Alamán, siempre el más observador, esas discusiones fueron expresión de la formación de los grupos políticos. Alamán opinaba sobre este asunto que:

    A los diputados que habían pertenecido a los insurgentes teniendo parte en su gobierno y Congreso o militado bajo sus banderas, se unieron los que habían sido parciales, aunque ocultos, de aquella revolución, y los que por poca inclinación a la persona de Iturbide o por oposición a sus ideas, intentaban desde entonces oscurecer su gloria, haciendo resaltar la de los promovedores de la revolución de 1810, a quienes se empezó a distinguir con el nombre de antiguos patriotas. Esto hizo que empezase a adquirir influencia aquel partido, como se manifestó con motivo de las festividades.[ 36 ]

    Sobre este asunto afirmaría Edmundo O'Gorman:

    Al desprevenido que lea las actas de los largos debates suscitados con esos motivos podrá parecerle frívolo el gasto de tiempo en asunto a primera vista tan trivial y pensará que habría sido mejor empleado en ventilar la gran cuestión para la cual fue convocado el Congreso. Pero la verdad es que, bien visto, no otra cosa se discutía, porque un voto en favor de la memoria de Hidalgo había adquirido el sentido de un voto republicano.[ 37 ]

    Si bien los diputados que habían participado o simpatizado con la insurgencia y los que se identificaban como republicanos no lograron que se aprobara el decreto que haría héroes nacionales a los insurgentes, por lo menos consiguieron incluirlos en los días de festividad nacional en la misma línea que la de los jefes de Iguala, con no poco disgusto de Iturbide y de sus seguidores que monopolizaban esa distinción para el héroe de Iguala.


    Reflexión final

    La oposición de Iturbide a que los caudillos de la primera época de la Independencia fueran declarados héroes nacionales se explica por la interpretación negativa que él y muchos contemporáneos hicieron de aquella revolución y no sólo por supuestas ambiciones desmedidas de crédito, reconocimiento y veneración del fallido emperador. Además reconocer los méritos de los insurgentes abonaba el terreno hacia la república.

    Para Iturbide, como apuntamos ya, la destrucción y el odio desatados por Hidalgo y continuados por los caudillos que le siguieron no podían ser la causa inmediata de la independencia y menos el argumento histórico legitimador del imperio mexicano, la base sobre la que se construyeran los cimientos y el futuro de la nación.

    Para Iturbide, la revolución iniciada en 1810 había sido solamente, como lo expresa en el mismo Plan de Iguala y en otros documentos, "el origen del desorden, el abandono y otra multitud de vicios".[ 38 ] En la carta que escribió a Juan Ruiz de Apodaca, informándole del Plan de Iguala, mucho tiempo antes de sus desacuerdos con el Congreso, afirmó:

    La noche del 15 al 16 de septiembre de 1810 se dio el grito de independencia entre las sombras del horror con un sistema (si así puede llamarse) cruel, bárbaro, sanguinario, grosero e injusto por consecuencia [...]. Nada ha estado más en el orden natural, que el que los europeos desconfíen de los americanos; porque éstos, o por lo menos, algunos, tomando el nombre general, sin razón, sin justicia, bárbaramente en todos sentidos, atentaron contra sus vidas, contra sus fortunas, envolviendo ¡qué horror! a sus mujeres e hijos en tal ruina.[ 39 ]

    Los reputados héroes por el Congreso eran para Agustín de Iturbide, independientemente de sus fáciles juicios sobre la insurgencia, más vulgares malhechores que fantasmas a quienes debía disputar el poder y la gloria.

    En sus memorias escribió:

    El Congreso de México trató de erigir estatuas a los jefes de la insurrección y hacer honores fúnebres a sus cenizas. A estos mismos jefes había yo perseguido, y volvería a perseguir [...]. Es necesario no olvidar que la voz de insurrección no significa independencia, libertad justa, ni era objeto reclamar los derechos de la nación sino exterminar todo europeo, destruir las posesiones, prostituirse, despreciar las leyes de la guerra, las de la humanidad, y hasta las de la religión. [...] los americanos [...] fueron culpables no sólo por los males que causaron, sino porque dieron margen a los [europeos] para que practicaran las mismas atrocidades que veían en sus enemigos. Si tales hombres merecen estatuas ¿qué se reserva para los que no se separaron de la senda de la virtud?[ 40 ]

    Derrocado el efímero imperio de Agustín I, predominando en el Congreso restituido en 1823 la opción de la república federal como forma de gobierno y con la opinión favorable de las provincias a ese sistema, triunfó la interpretación histórica de la guerra de Independencia que reconoció en los insurgentes y sus proyectos políticos el antecedente histórico fundador y legitimador de la república. Fue entonces cuando se celebró la ceremonia de traslación y entierro de los héroes de la patria.

    Nació así el culto a los héroes nacionales en estrecha relación con la ideología del grupo político que triunfó en 1823, con su proyecto de nación y con la interpretación histórica que hizo de la revolución de independencia y del Imperio Mexicano.[ 41 ]







    [ 1 ] Este artículo se desprende de la tesis de maestría que realicé como becaria del Instituto de Investigaciones Históricas. Sirva esta ocasión para refrendar mi agradecimiento a la Universidad Nacional Autónoma de México, a la doctora Virginia Guedea y a los becarios del Instituto de Investigaciones Históricas. María José Garrido Asperó, Las fiestas cívicas celebradas en la ciudad de México: de las ceremonias del Estado absoluto a la conmemoración del Estado liberal, 1765-1823, tesis de maestría, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000.

    [ 2 ] Juan de Dios Arias, México independiente, en México a través de los siglos, 5 v., México, Cumbre, 1962, v. IV, p. 27.

    [ 3 ] Timothy Eagan Anna, El imperio de Iturbide, México, Alianza-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, p. 17.

    [ 4 ] Sobre las características de la convocatoria y elección de diputados al Primer Congreso Constituyente Mexicano, véase Alfredo Ávila Rueda, Representación y realidad. Transformación y vicios en la cultura política mexicana en los comienzos del sistema representativo, tesis de maestría, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1998, y "Las primeras elecciones del México independiente", Política y Cultura, México, Universidad Autónoma Metropolitana, n. 11, 1999, p. 36-48.

    [ 5 ]"Memorias que escribió en Liorna D. Agustín de Iturbide", en Mariano Cuevas, El Libertador. Documentos selectos de D. Agustín de Iturbide, México, Patria, 1947, p. 399-400.

    [ 6 ] Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, 2a. ed., México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999, p. 203.

    [ 7 ] En esta ocasión analizo el problema de la selección de los héroes de la independencia durante el primer Imperio Mexicano a partir de los debates en las sesiones del Primer Congreso Constituyente Mexicano. Sobre la conmemoración de la consumación de la independencia en 1821 y sus aniversarios posteriores pueden consultarse, entre otros Javier Ocampo, Las ideas de un día. El pueblo mexicano ante la consumación de la independencia, México, El Colegio de México, 1969, 376 p. (Nueva Serie, 6); Fernando Serrano Migallón, El grito de independencia. Historia de una pasión nacional, México, Porrúa, 1981, 236 p., y Enrique Plasencia de la Parra, Independencia y nacionalismo a la luz del discurso conmemorativo (1825-1867), México, Consejo Nacional para la cultura y las Artes, 1991, 172 p. Asimismo sugerimos el libro que sobre las fiestas en general celebradas en la ciudad de México durante el siglo XIX prepara Verónica Zárate Toscano.

    [ 8 ] Actas del Congreso Constituyente Mexicano, en Actas Constitucionales Mexicanas, 7 v., México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1980, v. II, sesión del 28 de febrero de 1822.

    [ 9 ]Ibidem, v. II, sesión del 28 de febrero de 1822.

    [ 10 ] Ibidem, v. II, sesión del 1 de marzo de 1822, p. 25.

    [ 11 ] Ibidem, v. II, sesión del 1 de marzo de 1822, p. 25, p. 26; Lucas Alamán, Historia de México. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 5 v., México, Jus, 1990, v. V, p. 484.

    [ 12 ] Actas del Congreso Constituyente Mexicano, op. cit., v. II, sesión del 1 de marzo de 1822, p. 33.

    [ 13 ]Dictamen presentado al Soberano Congreso Constituyente Mexicano por su Comisión de Premios, sobre los que corresponden a los primeros caudillos de la libertad de este imperio, y a cuantos hicieron verdaderos servicios en favor de ella desde su proclamación en el pueblo de Dolores, México, Oficina de don José María Ramos Palomera, 1822, p. 3.

    [ 14 ] Ibidem, p. 4.

    [ 15 ] Ibidem, p. 5.

    [ 16 ]Ibidem, p. 6.

    [ 17 ] Edmundo O'Gorman, "Hidalgo en la historia", Secuencia, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, septiembre-diciembre, n. 6, 1986, p. 171-185, p. 174.

    [ 18 ] Dictamen presentado al Soberano Congreso Constituyente Mexicano por su comisión de premios, sobre los que corresponden a los primeros caudillos de la libertad de este imperio, y a cuantos hicieron verdaderos servicios en favor de ella desde su proclamación en el pueblo de Dolores, México, Oficina de don José María Ramos Palomera, 1822, p. 8.

    [ 19 ] Ibidem, p. 9.

    [ 20 ] Ibidem, p. 9.

    [ 21 ] Ibidem, p. 10-12.

    [ 22 ] El documento de Francisco Granados fue discutido en las sesiones de Cabildo de los días 6, 29 y 30 de octubre de 1821. Archivo Histórico del Distrito Federal, Historia en General, inv. 2255, año 1821, exp. 90, f. 1 a 6.

    [ 23 ] Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 265.

    [ 24 ] Edmundo O'Gorman, "Hidalgo en la historia", op. cit., p. 175.

    [ 25 ] Rafael Dávila, Varias preguntas importantes sobre las cosas del día, México, Imprenta Americana de don José María Betancourt, 1821.

    [ 26 ] Joaquín Parres, "Contestación a las preguntas de Rafael Dávila", en Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 325.

    [ 27 ] Actas del Congreso Constituyente Mexicano, op. cit., v. II, sesión del 1 de marzo de 1822, p. 26.

    [ 28 ] Timothy Eagan Anna, op. cit., p. 107-109.

    [ 29 ] Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 407.

    [ 30 ] Las fiestas religiosas obligatorias dispuestas en el decreto fueron los días de San Hipólito, Purificación de Nuestra Señora, Domingo de Ramos, jueves y viernes santos, San Pedro y San Pablo, Corpus Christi y su octava, Asunción de Nuestra Señora, Santa Rosa de Lima, virgen de los Remedios y virgen de Guadalupe. Decreto del soberano Congreso sobre los días que deben celebrarse las festividades, 29 de agosto de 1822, en Archivo Histórico del Distrito Federal, Festividades. Diversas, exp. 2, y Actas del Congreso Constituyente Mexicano, op. cit., v. III, sesión del 12 de agosto de 1822.

    [ 31 ] Timothy Eagan Anna, op. cit., p. 113.

    [ 32 ] Ibidem, p. 115; Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 411-412; Manuel Lorenzo Justiniano de Zavala y Sáenz, Ensayo histórico de las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830, 2 v., México, Secretaría de la Reforma Agraria, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1981, v. I, p. 128.

    [ 33 ] Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 422.

    [ 34 ] Juan de Dios Arias, op. cit., v. IV, p. 66.

    [ 35 ] José María Bocanegra, Memorias para la historia del México independiente, 2 v., México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, v. I, p. 38.

    [ 36 ] Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 324.

    [ 37 ] Edmundo O'Gorman, "Hidalgo en la historia", op. cit., p. 175.

    [ 38 ] Agustín de Iturbide, "Plan de Iguala", en Lucas Alamán, op. cit., v. V, p. 606.

    [ 39 ]"Carta de Agustín de Iturbide a Juan Ruiz de Apodaca, Iguala, 24 de febrero de 1821", en Mariano Cuevas, op. cit., p. 188-189.

    [ 40 ] "Memorias que escribió en Liorna D. Agustín de Iturbide", en Mariano Cuevas, op. cit., p. 400. Las cursivas son mías.

    [ 41 ] El 19 de julio de 1823 el Congreso restituido emitió el decreto que declaró héroes de la patria a los insurgentes. Este documento está basado en el dictamen de la Comisión de Premios discutido por los legisladores en 1822. El 17 de septiembre de ese año los restos de los caudillos insurgentes fueron conducidos a la catedral de la ciudad de México en una ceremonia festiva y luctuosa. Decreto del Congreso declarando a los héroes de la patria,19 de julio de 1823, en Archivo Histórico del Distrito Federal, Historia en General, inv. 2255, año 1823, exp. 137, y María José Garrido Asperó, op. cit., p. 255-259. Las cursivas son mías.






    Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Martha Beatriz Loyo (editora), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 22, 2001, p. 5-22.

    DR © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas







    ___________________________________________________________





    Fuente:

    Garrido Aspero, Maria Jose - Cada quien sus heroes [articulo]


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    Re: Mexico no es bicentenario

    Dejo unas láminas (o memes, que creo es la palabra correcta) con algunos textos sacados de los documentos que he colocando en este hilo. Siempre es bueno tener algún soporte gráfico para ayudar a la comprensión.

    Por si quieren ponerlas en sus redes sociales, ya que como he dicho, por ahora no tengo feisbuk.



    Saludos







    Última edición por Mexispano; 24/01/2015 a las 03:43 Razón: agregar algo

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    Re: Mexico no es bicentenario






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    Re: Mexico no es bicentenario

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    BICENTENARIO KITSCH

    Por Avelina Lésper





    EKO, Suave Patria, mixografía.

    El nacionalismo es el reino de lo kitsch. Ahí florecen, sin ningún límite ni pudor, el despilfarro, el mal gusto, la evasión y el oportunismo. Después de la tradición histórica de burlarse de las fiestas de 15 años como el pináculo de la ridiculez, llegan estas fiestas patrias del Bicentenario para ocupar su lugar con su despropósito y dilapidación. Y al margen del uso político que están dando a este circo, de la manipulación de la historia y de la histérica rapiña con la que escritores e intelectuales han sacado tajada de estas celebraciones escribiendo libros de ficción o revisionistas sobre ellas, al margen de todo esto, es increíble que la fiesta aún no comienza y no deja de anunciarse su fracaso.

    Y es que no es para menos.

    Para empezar, el monumento conmemorativo es un arco que no es un arco, y para justificar que los organizadores del certamen desconocen la diferencia entre una línea recta y una curva, le cambian el nombre. Sin respeto por el equilibrio de peso y espacio, está ubicado en un sitio saturado visualmente y carece de aportaciones estéticas originales. El primer error fue dárselo a un bufete de arquitectos y no a un escultor. Pero como los artistas apadrinados por este sexenio creen que la escultura es una pila de basura y habrían colocado una torre de baños portátiles como monumento, es evidente que los organizadores no podían echar mano de los “talentos” consentidos de Conaculta. Los diseñadores de esta doble pared, en un acto de banal arribismo, lo planearon para ser construido con materiales importados: acero de Finlandia, cuarzo de Brasil que se lamina en Italia, etcétera, incrementado los costos. A esto se suma que, a última hora, los constructores triplicaron el presupuesto para además no tener el monumento listo a tiempo, dejando sin sentido su objetivo conmemorativo.

    En lo que era Palacio Nacional, hoy convertido en galería, organizan una exposición de antigüedades de dudosa originalidad compradas en la Zona Rosa, que tampoco va a estar lista para los festejos, con un gasto de 140 millones de pesos. Esta mega colección de memorabilia, tiene como único fin ser el marco de la supersticiosa ceremonia de exhibir los restos de los héroes que se encontraban en la Columna de la Independencia. El ritual de atraerse el poder de los muertos sacando sus huesos de la tumba, sigue la moda impuesta en América Latina por Hugo Chávez, quien exhumó los restos de Simón Bolívar, y que siguen los santeros venezolanos que violan tumbas de personas relevantes o talentosas para hacer amuletos que cuidan a delincuentes y narcotraficantes.

    El asunto es que el nacionalismo y el fascismo no guardan distancia estética. Para la propaganda nada es demasiado porque se desarrolla en la inmediatez, busca un impacto momentáneo y se desenvuelve en la visceralidad de las emociones. Es por eso que los despojos que están dejando estas celebraciones son vergonzosos.

    Encargan el desfile y los festejos a empresas de eventos que hacen lanzamientos de coches y de productos de limpieza, el resultado: paseo de carros alegóricos con extras disfrazados de nopales que recitan Suave Patria, coreografías aéreas que no es más que rappel sobre un muro en donde el tema es la “unidad de los mexicanos” y otras intenciones de marketing que hacen abstracción del motivo que se celebra.

    Pareciera que la propaganda política que nos impusieron con el futbol no fue suficiente y, con voluntario ánimo depredador, se suman a título personal películas con escenografía de pueblito vaquero, obras de teatro con crinolinas anacrónicas, pelucas y bigotes postizos, estopines, rifles de plástico. ¿Qué va a quedar de estas celebraciones que podamos conservar? Nada. Miles de comerciales de televisión, series históricas, programas de sillón y gente discutiendo un pasado que se diluye ante un presente fracasado. Estas celebraciones, además de su monumental mal gusto, son la demostración de que sus organizadores no fueron capaces ni de hacer una fiesta, y lo más grave, que sin conocer el lenguaje real de la propaganda no pueden comunicar, emocionar ni involucrar a la población. Su única ventaja es que las próximas serán en 100 años, y tal vez sobre las cenizas de este país.



    Publicado en Laberinto de Milenio Diario, el sábado 11 de septiembre.






    Fuente:

    Avelina Lésper: BICENTENARIO KITSCH

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