Tema: Cristina Kirchner fracasa en su intento de "desahuciar" a Colón

La infructuosa tarea de refundar lo imposible

Por Ignacio F. Bracht | Para LA NACION


Si de la confrontación presente, el gobierno nacional y la presidenta Cristina Kirchner han hecho una norma, lo extienden al pasado y a la propia historia, negándole a ésta el carácter de sí misma como síntesis, y no una parcial revista del relato oficial.
Sabemos que en pos de reivindicar la figura de la heroína de la Independencia, Juana Azurduy de Padilla, se pretendió mudar el monumento que honra la figura de Cristóbal Colón, obra del escultor Arnaldo Zocchi y que fuera donada en 1910, con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo por la colectividad italiana residente en nuestro país. El proyecto era llevar a Colón a Mar del Plata y en su lugar erigir un monumento a la patriota nacida en Chuquisaca, con fondos por un millón de dólares, donados por el gobierno boliviano. La remoción de la escultura al marino genovés produjo el rechazo de la colectividad italiana en nuestro país y un recurso de amparo ante la Justicia por la ONG Basta de Demoler, que a su vez solicitó al gobierno porteño la defensa del patrimonio cultural de la ciudad de Buenos Aires.
La decisión presidencial, más que clara, que ya mutó el nombre de Salón Colón por el de Salón de los Pueblos Originarios en la Casa Rosada, estuvo teñida de una maniquea concepción de enfrentar como símbolos a Colón, que es España y la conquista de América con Juana Azurduy, ícono de los pueblos indígenas y combatiente bajo las órdenes de Belgrano y Güemes, revalorizando uno en desmedro del otro. Vale precisar que en pos de un ideologismo de cabotaje se pretendió negar una realidad que impera desde hace más de 500 años, cuando el hoy denostado Cristóbal Colón puso el pie en suelo americano, en octubre de 1492. Allí se inició un camino sin retorno, una conquista que, como tal, tuvo luces y sombras, pero que la hacen única a la faz de la historia de la humanidad, produciendo un sincretismo y el fenómeno del mestizaje cultural y de sangre, dando a la América hispanohablante un rasgo que la engrandece. Que, como en toda conquista, hubo excesos, avasallamiento de los pueblos naturales, no puede negarse, pero esa misma acción conquistadora nos dio a su vez la fe de Cristo y la lengua de Cervantes. También las universidades, los Reinos y Leyes de Indias, las órdenes religiosas, entre otras, la de mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Estos últimos crearon las misiones y de aquel tronco surgió hoy un Papa, Francisco, americano y de sangre italiana. Tan mestizo fue el proceso como la propia teniente coronel Juana Azurduy, casada con un criollo, Manuel Ascencio Padilla. Pretender enfrentar el pasado, refundar lo imposible, además de resultar una alucinada visión, es una infructuosa tarea, ya que la historia es, y no puede moldearse a gusto de una reinterpretación sectaria.
Que Juana Azurduy merece ser recordada, nadie puede discutirlo, pero esgrimirla como contrapartida de Colón y España desalojando una obra de arte de 38 toneladas, del Paseo y Avenida que lleva su nombre, para reemplazarlo por el de la Flor del Alto Perú, como la recuerda la canción, fue un desatino.
Un hecho merece ser resaltado como la contracara de esta iniciativa. Tuve el honor de integrar la Junta Ejecutiva que repatrió en 1989 los restos del brigadier general Juan Manuel de Rosas, luego de su exilio en vida y muerte desde 1852. Esa acción, a mi entender justa y merecida reparación histórica, no implicó remover, trasladar y opacar las figuras trascendentes en nuestra historia que constituyen el parnaso del unitarismo. La historia de un pueblo es la resultante de una síntesis, no la versión de una facción o parcialidad.
La valoración de los pueblos originarios se debe traducir en el respeto a sus culturas, a su integración sin perder su identidad en el todo nacional, brindándoles inclusión, educación, salud, trabajo e igualdad de oportunidades; algo que no sucede con las perseguidas comunidades tobas de los qom o wichi y no promoviendo un demagógico populismo verbal y escenográfico que alienta un absurdo enfrentamiento con un pasado que nos abarca, en su totalidad y no en parte, como la propia sangre mestiza que corrió por las venas de Juana Azurduy.

La Legislatura porteña acaba de declarar al Monumento a Cristóbal Colón como bien del patrimonio histórico y cultural de la ciudad. El proyecto fue presentado por el diputado de la Coalición Cívica Fernando Sánchez y aprobado por la totalidad de los diputados, a excepción de los integrantes del bloque del Frente para la Victoria. Así, se frustra el capricho presidencial y arbitrario que agraviaba a las comunidades española e italiana. La sesgada visión oficial que hace una necesidad de lo que no existe fue rechazada por los legisladores porteños. Tanto Colón como Azurduy hacen a nuestra identidad cultural, y uno no es refractario del otro, a pesar del criterio que prevaleció en el proyecto presidencial.

La infructuosa tarea de refundar lo imposible - 01.06.2013 - lanacion.com *

P.D. No comparto varias de las afirmaciones en este artículo, pero lo cuelgo porque toca ese tema central que tiene que ver con la negación de una parte de nuestra historia.