TRISTEZA
Uno de los recuerdos más tristes que traje de Colombia cuando fui a recoger el premio Blas de Lezo, fue ver el profundo desconocimiento que los habitantes de los países hispanoamericanos tienen no sólo de España y su historia, sino de la de sus propios vecinos, porque desde niños les han borrado los trescientos años en los que todas las naciones de Hispanoamérica eran lo mismo, una extensión más de España.
Todas las semanas se publican decenas de comentarios en redes sociales en los que, por ejemplo, los mexicanos se emocionan con la participación de criollos de la Nueva España y de indígenas tlaxcaltecas en la conquista de Filipinas, sin embargo, no lo hacen desde una visión global en la cual se integraría todo lo que era la Hispanidad desde el sur de Chile hasta más allá del Río Grande, sino que lo limitan, única y exclusivamente, a una forma más de nacionalismo mexicano moderno (algo bastante triste y patético).
La mayoría de los mexicanos, y de los demás hispanoamericanos, desconocen que el mejor periodo de su historia, sin lugar a dudas, fueron los 300 años que fueron parte de España y, además, han olvidado que estaban en un mundo más amplio que sus miserables y empobrecidas republiquetas actuales, en donde viven amargados, echándole la culpa de todo a los demás, y diciendo que son pobres porque «España les robó su oro».
Me dio pena que cuando citaba a varios de los responsables de las construcciones de la maravillosa Cartagena de Indias, o hablaba de los protagonistas de sus defensa frente a los británicos, casi nadie sabía que eran naturales no sólo de Nueva Granada, sino que habían nacido en Lima, Santo Domingo, México o España, y que todos eran españoles. Es increíble que un niño colombiano actual no sepa absolutamente nada acerca de Panamá, Venezuela o Ecuador o qué para un argentino o un chileno, México sea algo lejano y remoto, cuando en el pasado fueron parte integrante de la misma nación.
Por eso, al igual que muchos mexicanos saben, porque se lo repiten machaconamente, que las islas Filipinas dependían orgánicamente del virreinato de la Nueva España, y por lo tanto de Ciudad de México, muy poca gente conoce, por ejemplo, que Guinea Ecuatorial dependía de Buenos Aires, pues fue administrada hasta 1810 desde el virreinato del Río de la Plata. Sí, mis amigos argentinos o uruguayos, hubo un tiempo en el que la África de habla española era una parte integrante más de vuestro mundo.
En el año 1808 España tenía la moneda más fuerte que había, el doblón o real de a ocho, usado desde China hasta los recién nacidos Estados Unidos. Disponía de una de las flotas mercantes y de guerra más poderosas del mundo, era un emporio comercial que cubría más de medio planeta, y había organizado en las tres décadas anteriores, tres de las más grandes expediciones científicas de la historia de la humanidad, la del punto fijo de Jorge Juan, la de Malaspina, y la de Balmis.
Por eso me da tristeza y pena ver cómo los países «latinoamericanos» se han dejado quitar hasta la hispanidad del nombre con el que se autodenominan, y se han convertido en países quebrados, atrasados, focos de violencia, pobreza y miseria, que no pintan nada en el mundo, y que no van a ninguna parte, pues la grandeza que tuvieron se perdió hace ya tiempo «como lágrimas en la lluvia»… De verdad, qué pena.
… por cierto, la foto es de la catedral de Malabo, donde como en el resto del mundo, nuestro paso dejó una huella diferente y mejor
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Fuente
https://www.facebook.com/carlos.cana...Yt3HbKQznvYJsl
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