Liberalismo español????, el país más burocratizado que sufre la dictadura funcionarial más vergonzosa del mundo civilizado le llamas liberal ( si el Sr. smith levantara la cabeza...), el liberalismo se fundamenta en la libertad de acción del ciudadano sin la intromisión del órgano gestor ( llámese gobierno, estado, administración o lo que sea ) un país con 4 millones de funcionarios no es un país LIBERAL, es un país de parásitos
El liberalismo español facilitó o incluso impulsó la independencia de los virreinatos sin prestar el apoyo debido a los realistas durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), dejó de enviar refuerzos a raíz de la Traición de Riego (1820) durante tres años, lo que hizo que la secesión fuese inevitable e impulsó la secesión del Virreinato de Nueva España como reacción contra el liberalismo. Espartero perdió la oportunidad de recuperar Santo Domingo cuando ésta solicitó la reincorporación al aplicar con la isla una política pésima, los liberales de la Restauración llevaron a la pérdida de Cuba y Filipinas con el abandono del ejército y la armada que llevó a la Tragicomedia del 98, por no mencionar que Franco (a nuestros ojos liberal-conservador, pero liberal al fin y al cabo) entregó sin resistencia las colonias y protectorados de África a Marruecos y cedió por las buenas la independencia a Guinea Ecuatorial.
En economía, los liberales han sido incapaces de lograr una recuperación para España y la han sumido en un desastre del que las huellas más notables son una deuda pública impagable y cinco millones de parados. Han llevado a una inestabilidad terrible que se ha sumido con muchas consitituciones y golpes de Estado, la división ideológica de los españoles. El liberalismo, que se dice democráta (cuento que no se creen ni ellos) y tras dos siglos de su gobierno, la mayoría de los españoles se parece más a sus gobernantes que a sí mismos. En resumen: reducción de España de un imperio en el que no se pone el sol a un país de segunda que lucha por mantener su integridad en la propia Europa, paso de una economía y un ejército importantes, si bien en declive, a economía y ejército de poca monta y paso de un país fuerte, homogéneo y unido a un país débil y desunido.
Visto esto es natural que no les tengamos en demasiada estima.
No somos partidarios del Antiguo Régimen ni del absolutismo monárquico, sino de un sistema político resultante de la realidad hispánica, no de teorías políticas surgidas de una clase burguesa-"ilustrada" y calcada del extranjero. Somos partidarios de la democracia sí, pero no de la democracia liberal que lleva a la unión de la representación popular y el gobierno del Estado, que no hace bien ni lo uno ni lo otro, sino de una democracia tradicionalista que se base en la actuación directa en los municipios y en la representación en las Cortes (que sirva para limitar el poder del Estado).
Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)
Pareciera según esa afirmación que Franco se levantó un día y "sin resistencia" y "por las buenas" decidió despedazar territorios españoles. Esos sucesos deben entenderse dentro de la canallesca operación de "descolonización" que impulsó el Orden Mundial posterior a 1945. Quizá ello no excuse a Franco, pero desde luego conservar Marruecos y Guinea frente a la ONU, los yanquis, etc hubiera sido una maniobra política que ni siquiera Franco hubiera podido realizar. En fin, no quiero provocar una discusión sobre este tema, simplemente creo que esa afirmación era matizable.
Última edición por raolbo; 26/11/2016 a las 20:21
Hombre, habría que decir que Marruecos nunca fue como tal parte de España, sino únicamente y con mandato internacional PROTECTORADO. El Sultán era legalmente aliado de España.
La "descolonización" (sic) de las plazas de África se llevó a cabo muy a pesar de Franco; en el caso del Sáhara Occidental Franco esta dispuesto a ir a la guerra con tal de que no lo anexionara Marruecos (la decisión de minar toda la frontera y colocar lo mejor del Ejército fue suya) pero entonces llegó la tromboflebitis y entró otro Jefe de Estado "en funciones" (Noviembre 1975).
Si España hubiera tenido la bomba atómica y tenido poder de veto en la ONU como otras superpotencias, ni Guinea ni el Sáhara hubieran terminado como terminaron.
Pero lamentablemente, no era así.
Quizás sea matizable sí, pero aún así creo que Franco debió resisterse más: la cesión de Sidi-Ifni se realizó con una guerra que ganó España (lo que acabó con la credibilidad de Franco por parte del gobierno marroquí) y Franco nunca debió haber apoyado a los nacionalistas del Marruecos Francés, lo que no tardó en volverse contra él.
Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)
Cuidado que la cesión de IFNI se hizo después de 11 años de haber acabado la guerra (1969); guerra que en efecto fue ganada por España a pesar de la propaganda que corre por ahí.
Como en los otros casos, el proceso de descolonización auspiciado internacionalmente afectó a potencias nucleares como Francia etc, con mucho más motivo afectó a España que no lo era (aunque hubo un proyecto secreto para ello, dirigido por un ayudante de Carrero Blanco, el almirante Otero de Navascués que estuvo cerca)
Última edición por DOBLE AGUILA; 27/11/2016 a las 17:24
Respecto a los orígenes sociales de los conquistadores, a manera de muestra analicemos a los primeros que arribaron a Cajamarca con Pizarro: 44 eran hidalgos seguros y varios más probables; 91 plebeyos y 33 cuyo origen no se puede precisar. Un total de 168 hombres. De los hidalgos, una gran parte son extremeños y de conocidas familias de Trujillo, como los mismos Pizarros; de Cáceres, Badajoz, Jérez de los Caballeros y otras localidades.
De los hidalgos seguros (hay muchos probables) encontramos a notarios, abogados y aún a comerciantes.
Dentro de los plebeyos podemos distinguir a los que eran de familias de labradores acomodados o de familia de jornaleros. Los primeros eran llamados "hombres de bien", los otros "hombre vil y bajo" u "hombre de baja suerte". De los 91 plebeyos sólo 20 fueron de condición definitivamente humilde. Los otros, sino eran hidalgos, se codeaban con ellos, y algunos que los historiadores no consideran hidalgos, son de probable origen hidalgo, por sus apellidos, procedencia y biografía. Con el tiempo todos estos hombres comunes se ennoblecieron por sus hechos en la Conquista.
Respecto a la educación, Fray Vicente de Valverde estudió en la Universidad. Mogrovejo, Valdivieso, Hernando Pizarro, Ruiz de Arce y los notarios Miguel de Estete y Jerónimo de Aliaga parece por su forma de escribir y expresarse que fueron también probablemente, universitarios o de esmerada educación particular, contando con una alta cultura.
De los 168 hombres de Cajamarca sabían leer y escribir correctamente 51, podían firmar y es posible que supieran leer, 25. De otros 24 hombres no es posible saber si sabían leer o escribir. 8 sabían firmar tan mal que es evidente que eran analfabetos y habían aprendido a firmar de adultos. Este total 57. Habían 33 que de seguro eran analfabetos. Total hasta aquí de 141 hombres. De los restantes 27 no tenemos noticias para saber si sabían o no leer y escribir. Total 168 hombres que estuvieron en Cajamarca en la prisión de Atahualpa. De los 168 hombres de Cajamarca, 76 eran realmente letrados, 41 a medias y 51 iletrados o no se sabe a ciencia cierta.
La relativamente alta proporción para la época de gente que sabía leer y escribir refuerza la conclusión de que los plebeyos de la expedición no pertenecían a las capas más bajas de la sociedad española. Los índices de analfabetismo en Europa en los siglos XV, XVI y XVII eran elevadísimos, ni qué decir que la escritura no se conocía entre los indígenas americanos al tiempo de la Conquista.
La mayoría de los hombres de Cajamarca eran, pues, hidalgos pequeños o segundones, profesionales de "tercer nivel" como se diría hoy, y hombres corrientes, pero de un estrato superior dentro del pueblo.
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DE LA NOBLEZA INHERENTE A LOS DESCUBRIDORES, CONQUISTADORES, PRIMEROS POBLADORES Y PRIMEROS VECINOS CASTELLANOS DE INDIAS, Y SUS DESCENDIENTES AMERICANOS
Felipe II otorgó privilegio de hidalguía y nobleza a los descubridores, conquistadores, primeros pobladores y primeros vecinos castellanos de Indias, y también a sus descendientes en nuestro continente; gozando de los mismos privilegios y preeminencias que los hidalgos de Castilla. Quedando establecido en las Leyes de Indias así:
«Que los pobladores principales, y sus hijos y descendientes legítimos sean Hidalgos en Indias.
D. Felipe II Ordenanza 99
Por honrar las personas, hijos y descendientes legítimos de los que se obligaren á hacer poblacion, y la hubieren acabado y cumplido su asiento, les hacemos Hijosdalgo de solar conocido, para que en aquella poblacion, y otras qualesquier partes de las Indias, sean Hijosdalgo y personas nobles de linage, y solar conocido, y por tales sean habidos y tenidos, y les concedemos todas las honras y preeminencias, que deben haber y gozar todos los Hijosdalgo, y Caballeros destos Reynos de Castilla, segun fueros, leyes y costumbres de España.»
Recopilación de leyes de los reinos de las Indias, Libro IV; Título VI, De los descubridores, pacificadores y pobladores; Ley VI, fechada en el Pardo el 26 de septiembre de 1575.
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España, el actual ‘culpable’ de los males de Hispanoamérica
Por
Alberto Garín
4 julio, 2018
Cuando vine a vivir a Guatemala hace veinte años, no llevaba 48 horas en el país, cuando una compañera me dedicó una frase que he vuelto a escuchar a menudo: “Ah, otro español que viene a robarnos a nosotros los inditos”. La dama en cuestión era una universitaria de piel blanquita y con dos apellidos españoles.
A las pocas semanas, me regalaron una segunda frase que he escuchado aún muchas más veces que la primera: “Qué lástima que los españoles conquistaran Guatemala. Nos habría ido mejor si nos hubieran conquistado los ingleses”. Por lo general, esta segunda frase, siempre de labios de universitarios, es más habitual en boca de guatemaltecos de piel morena, aunque la idea también es posible encontrarla en las conversaciones de guatemaltecos de piel clara, si bien no expresada de forma tan rotunda.
Unidas las dos frases, muestran una explicación cuando menos rocambolesca para la situación de Guatemala a comienzos del siglo XXI. Los problemas vienen determinados por lo que les ocurrió a los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los guatemaltecos actuales, es decir, a los europeos y americanos que se encontraron en estas tierras a comienzos del siglo XVI.
La culpa de los males… en el pasado remoto
Parecería extraño pensar que los problemas que hoy puedan vivir los segovianos, los madrileños o los toledanos, en España, sea el resultado de la derrota de Juan Padilla y Juan Bravo, los líderes comuneros que se levantaron contra Carlos V, en Villalar, allá por 1521. Es más, imagínese que me encontrase con un neerlandés actual y le dijese: usted es el culpable de que yo no sea rico porque un tipo que vino hace cinco siglos de lo que hoy es su país, Adriano de Utrecht, mató a un líder de mi pueblo (el segoviano Juan Bravo). ¿No parecería ridícula una conversación así? En América, no les parece ridícula. Y ahí comienza parte del problema.
La frase ‘qué lástima que nos conquistaran los españoles y no los ingleses’ parece indicar que sus antepasados necesariamente debían ser conquistados
Porque a la larga, si analizamos la segunda frase (qué lástima que nos conquistaran los españoles y no los ingleses), la idea es que sus antepasados, sí o sí, necesitaban ser conquistados. Sólo era cuestión de haber sido sometidos por los conquistadores más “sabios”.
Aquí surgen nuevas contradicciones. Una vez más, ¿podemos imaginar a un italiano contemporáneo reprochando a un austriaco que sus problemas actuales, los del italiano, se debe a que parte de lo que hoy es Italia fue colonia del Imperio Austriaco hasta hace ciento cincuenta años? Sí, Venecia estuvo bajo el yugo Habsburgo hasta 1866, mientras que Centroamérica ya era independiente de España 45 años antes.
Pues no, ni en los sueños más húmedos de los líderes de la Liga Norte italiana, los culpables de todos sus males son los austriacos. Ojo, habrá quien diga que el Véneto no era una colonia austriaca, propiamente dicha. Bueno, Hispanoamérica tampoco era exactamente una colonia de España. El diputado de Guatemala Antonio Larrazabal llegó a presidir las Cortes de Cádiz en 1812. Extrañas colonias éstas sientan a sus representantes en el parlamento en igualdad de condiciones que los diputados de la metrópoli.
El origen de la colonización no determina el futuro
Pero volvamos a la queja de no haber sido conquistados por el imperio conveniente. Por supuesto, recordar que de los diez países más pobres del mundo (salvo Afganistán, el resto todos en África), la mayor parte fueron colonias británicas, no ayuda. Porque los guatemaltecos en particular (y muchos hispanoamericanos en general), no se van a mirar en el espejo de Malawi, Sudán del Sur o Gambia, sino en el de Estados Unidos, país rico y, además, antigua colonia británica. Al menos en parte. Porque entre los cuatro estados más ricos de Estados Unidos, hay tres territorios colonizados por españoles: California, que tiene el mayor PIB de USA; Texas, en segunda posición; y Florida, en cuarta (Nueva York está en tercera posición, una pica de colonización anglosajona entre tanto dominio hispano).
Llegamos entonces a una frase habitual del periodista chapiñol (guatemalteco y español) Ignacio Laclériga que divide Guatemala en tres departamentos: la capital, el resto del país y Miami. Porque los guatemaltecos pudientes (de piel clara y de piel morena) gustan, siempre que pueden, de hacer sus compras en Miami. Una tendencia que parecen compartir con otros muchos hispanoamericanos, entre otras cosas, por esa singularidad geográfica de la península de Florida que la hace estar casi en mitad del Caribe, a una distancia de dos a tres horas de avión de un buen montón de capitales hispanoamericanas.
Estados Unidos se convierte así en un modelo de bienestar, de riqueza material, de servicios. Surge entonces la duda: ¿por qué los gringos sí viven bien y los guatemaltecos (y otros muchos hispanoamericanos) viven peor?
En lugar de asumir la propia responsabilidad, se buscan las raíces de los problemas de Hispanoamérica en la ‘inconveniente’ conquista de hace cinco siglos
En verdad, hay razones de peso en la historia mediata y en la realidad inmediata. Pero antes de entonar el mea culpa, asumir la propia responsabilidad, es más fácil echar balones fuera, buscando las raíces del problema en la inconveniente conquista de hace cinco siglos.
El malo solo puede ser rico
Sin embargo, sería un error pensar que este rechazo a los conquistadores es una constante de la historia hispanoamericana. Hasta hace poco más de medio siglo, los hispanoamericanos que miraban a España, lo hacían con lástima. Era difícil acusar a la metrópoli de saqueo, cuando la propia ex-metrópoli era un país subdesarrollado. En realidad, según España fue mejorando su posición desde los años 60 del siglo XX, fue más fácil convertirla en la razón de las desdichas guatemaltecas.
Según España fue mejorando su posición económica, fue más fácil convertirla en la razón de las desdichas guatemaltecas
Al mismo tiempo, el diablo previo culpable de todos los males, la United Fruit Company, la (supuestamente) todopoderosa compañía bananera, iba perdiendo fuelle. Porque claro, si el señor de todos los males, la Frutera, se fue al garete junto con su presidente Eli Black, en 1975, cuando esté se arrojó desde el piso 44 de su despacho de Nueva York, había que buscar un nuevo culpable. Y España era un buen candidato. Después de todo, era sospechoso que, mientras los guatemaltecos ralentizaban su desarrollo, los españoles despegaban con fuerza.
La clave está en que la responsabilidad siempre es de los otros. Guatemala es pobre porque los malvados extranjeros llevan siglos aprovechándose de ella (los conquistadores españoles, los bananeros gringos, hoy los canadienses y sus minas).
Los Estados Unidos prosperaron no por su origen británico sino por garantizar el estado de derecho, la propiedad privada y fomentar el libre comercio
El problema es que no se han puesto a pensar que los saludables Estados Unidos no lo son porque fuera John Smith quien desembarcara en Virginia hace 400 años. Sino porque desde que se constituyó como país independiente, los Estados Unidos se han esforzado por respetar su estado de derecho, preservar la propiedad privada, garantizar la certeza jurídica o fomentar el libre comercio. Incluso y sobre todo en los estados que fueron colonizados por españoles y que, como decía más arriba, son los más ricos.
Mientras los guatemaltecos, y otros muchos hispanomericanos, justifiquen sus problemas en lo acontecido en los siglos pretéritos y pretendan que ese determinismo histórico les impide progresar, podrán seguir regodeándose o sufriendo, dependiendo en que peldaño de la escala social se encuentren, en su subdesarrollo.
Foto por Peter Hershey
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Fuente:
https://disidentia.com/espana-el-act...ispanoamerica/
¿Quiénes fueron los conquistadores?
«Apenas estamos empezando a entender que el cambio climático global, las empresas multinacionales, el derecho internacional de paz o la expansión de las religiones ecuménicas tuvieron en la historia global de España un escenario crucial de partida. Como españoles podemos elegir conocerla, o seguir ignorando que el pasado es el futuro»
Manuel Lucena Giraldo
Actualizado:20/12/2017 10:44h
Si hubieran gritado tanto en la realidad histórica como lo hacen en las películas o teleseries que fabrican sobre ellos, los conquistadores españoles hubieran sido incapaces de comunicarse. Por supuesto que las imágenes que se difunden de modo habitual en las pantallas, habitadas por machotes sucios, barbados, fuera de sí salvo para torturar, responden a que escritores y cineastas del ámbito de la cultura en español han carecido por lo general del valor -y la ambición- necesarias para romper con las «verdades cansadas» de la leyenda negra. También en este campo la ficción resulta más aburrida y plana que la historia. Al sufrido espectador -de cine, televisión, teatro, videojuego, teléfono móvil- le cuentan una y otra vez que «sus antepasados españoles» fueron la hez de la humanidad, asesinos en serie de los pobrecitos indios, que vivían antes de 1492 en el balneario perfecto del buenismo indigenista. Le escamotean así la narración de la primera globalización, protagonizada por España.
¿Cuál es el origen de estas ficciones? ¿Resulta una causalidad que el modelo visual de los últimos cuarenta años sobre la conquista de América sea una película alemana, «Aguirre, la cólera de Dios» (1972), de Werner Herzog. Como se recordará, este gran director cuenta con poca exactitud, y el psicótico Klaus Kinski en el papel protagonista, las andanzas del guipuzcoano Lope de Aguirre por el Amazonas en 1561. Es bien sabido que Kinski y Herzog (este rodó en 1999 el documental «Mi enemigo íntimo» sobre sus peripecias) no se mataron de milagro. Kinski fue elegido porque le apetecía interpretar a «un salvaje, loco y desvariado», a cambio de un tercio del magro presupuesto. En una ocasión disparó hacia un grupo que jugaba a las cartas, e hirió a uno de los extras. Una inundación, oportunamente filmada en el Ucayali peruano, destruyó las embarcaciones. Los monos sueltos de la última escena fueron recapturados por el director, que no podía pagarlos, fingiendo ser veterinario. La poética visual de Herzog es tradicional, puesto que remite al punto de vista sobre la naturaleza establecido a comienzos del siglo XIX por el viajero prusiano Alejandro de Humboldt. La selva es un lugar infernal y al tiempo paradisíaco, amenazador y terrible. Se trata de un «paisaje desposeído» de humanidad. Pero también es innovadora. El director proyecta en la película la contracultura cinematográfica del 68, con distorsiones de tiempo y espacio, o músicas demenciadas que remiten a límites perceptivos y estados lisérgicos.
Las atrocidades de la Alemania del Tercer Reich y la historia atormentada del siglo XX constituyen un trasfondo fundamental del cine de Herzog. Años después, sus hallazgos fueron utilizados de modo sabio por el mejor Francis Ford Coppola, con la fábula sobre la guerra de Vietnam que fue su obra maestra, «Apocalypse Now» (1979). Allí usó la cabalgata de las Valkirias de Wagner en una escena brutal, el bombardeo de una aldea costera. Coppola reconoció la potencia visual del pionero Herzog a la hora de filmar escenas infernales en los trópicos. Ciertamente se basó en el itinerario literario trazado por Joseph Conrad en «El corazón de las tinieblas», la novela corta que publicó en 1899, a partir de las atrocidades que contempló en el Congo belga.
Con semejantes antecedentes en la cultura visual global, ¿resulta posible anclar la versión española de la conquista de América en otros modelos y archivos, que no valoren solo lo legendario para mal, por criminal y sanguinario? ¿Tenemos que suscribir y comprar esta anomalía romantizada, en la que los españoles salen siempre identificados con lo abyecto, aunque nos lo disfracen de búsqueda de un sueño imposible? Seguramente habrá una motivación por la cual escritores, directores de cine y guionistas, españoles e iberoamericanos, siguen explicando el siglo XVI de la América española como si fueran alemanes de la posguerra mundial. La historia ofrece otras perspectivas para quienes tengan interés en salir del agujero mental autocomplaciente. Un maestro del americanismo español y académico de la historia, don Guillermo Céspedes del Castillo, tituló uno de sus textos, publicado en 1986, «La riqueza de algunos conquistadores». Recordó que de manera abrumadora se quedaron en América. Según cuenta, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, entregó en 1536 un repartimiento de indígenas a un veterano de la conquista. Diez años después, el trujillano Gabriel de Rojas habló de su sufrimiento de conciencia, «porque no sé si en algunas cosas, o en todas, he agraviado a los naturales». En 1550 se debatió bajo patrocinio de la corona española la licitud de la conquista americana. El comienzo de la definición de los derechos humanos estuvo en la polémica, mantenida en Valladolid, entre el fraile Bartolomé de Las Casas y el humanista Juan Ginés de Sepúlveda. No ganó ninguno, pero se trataba de un proceso terminal. Gobernadores y autoridades animaban a los viejos conquistadores, que se empeñaban en seguir buscando «tierras por descubrir y por ganar», a seguir con sus sueños doradistas. Cuanto más lejos se fueran, mejor. En las fronteras ignotas, selvas y desiertos, suponían -con acierto- iban a desaparecer para siempre. Fue el caso de Aguirre.
El imperio español consistía en una red estable de ciudades emergentes. Hacia 1600 existían más de 200 ciudades iberoamericanas actuales. Durante las décadas iniciales del siglo XVI, los conquistadores, que formaron huestes o grupos, se adentraron en las Antillas y tierra firme. Eran empresarios de sí mismos. El monarca firmaba con ellos una capitulación, un contrato de obligado cumplimiento, que les otorgaba derechos y deberes. Había un enjambre de oficiales, factores y veedores, que los vigilaban a todas horas. Multitud de frailes providencialistas, convencidos de que los indígenas eran cristianos de alma pura, los denunciaban por casi todo. Ni Pizarro, envuelto tras la conquista del Perú en guerras de liderazgo, ni Cortés, que tras la conquista de los aztecas pasó el resto de su vida en búsqueda humillante del favor del emperador Carlos V, se recuperaron de su instante de gloria. Disfrutaron de algunas compensaciones que parecen enormes, pero en la Europa nobiliaria del siglo XVI resultaron justas, e incluso escasas.
La verdadera historia de la conquista de América radica en los colosales efectos globales que produjo. El llamado «Nuevo Mundo», que había quedado desconectado de los demás continentes unos 40.000 años antes de Cristo, se insertó en dinámicas comunes mediante redes marítimas y terrestres tendidas por los navegantes españoles. Queda mucho por investigar y contar. Sabemos poco de los indígenas colaboracionistas, que fueron cruciales en la conquista. O de las mujeres conquistadoras, blancas, también mulatas e indígenas. El trasvase de la experiencia africana o asiática fusionada con la europea e ibérica, que llamamos mestizaje, resulta todavía un enigma. Apenas estamos empezando a entender que el cambio climático global, las empresas multinacionales, el derecho internacional de paz o la expansión de las religiones ecuménicas tuvieron en la historia global de España un escenario crucial de partida. Como españoles podemos elegir conocerla, o seguir ignorando que el pasado es el futuro.
Manuel Lucena Giraldo es investigador del csic y profesor del instituto de empresa.
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Fuente:
https://www.abc.es/cultura/abci-quie...a&ns_fee=pos-1
"Los mitos de la Conquista" | Dr. Antonio Rubial García
https://www.youtube.com/watch?v=Emo5S3pRIYQ
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El perdón de los pendejos
Javier R. Portella 27 de marzo de 2019
No, Méjico no reclamará a Roma (y hará bien) que pida perdón a España por haber conquistado la Hispania sin cuya conquista y sin la que los conquistados efectuarían siglos después, habrían ocurrido dos cosas. Seguiría imperando aquí el orden emanado de las tribus celtibéricas, mientras que por las escaleras de las pirámides aztecas seguiría derramándose la sangre de miles de niños sacrificados (millones serían ya).
No es por los horrores de los aztecas por lo que España jamás pedirá perdón por la gesta efectuada en América.
Pero no incurramos en los males de nuestro tiempo. No invoquemos la sensiblería ante un horror que hiela el alma de cualquier persona bien nacida. No es por los horrores de los aztecas por lo que España jamás pedirá perdón por la gesta efectuada descubriendo, conquistando y colonizando América: creando universidades, abriendo hospitales, defendiendo derechos, edificando hasta más arte que en la propia España, entregando su alma, donando su lengua.
No pediremos perdón —desengáñese, Licenciado López Obrador— por la sencilla razón de que la Historia no es un confesionario en el que confesar y perdonar pecados. Ninguna de las conquistas que la han jalonado y la jalonarán requiere ser condenada o absuelta. Ha habido conquistas grandes y abyectas, las ha habido que han engrandecido a los conquistados y otras que los han envilecido (hasta ha habido una conquista en que los conquistados han acabado conquistando espiritualmente a los conquistadores: la de Grecia por parte de Roma).
No hay que pedir perdón. Por una sencilla razón: el perdón, el pecado, la moral, la santurronería, en fin, no pintan nada aquí. Nunca, por ejemplo, se nos ocurriría a los españoles reclamar a los moros que nos pidan perdón, y Dios sabe si fueron miserables, por habernos invadido y conquistado durante más de setecientos años. O por haberse llevado como esclavos a decenas de miles de los nuestros (y “nuestros” significa: europeos). Lo mismo cabe decir de los otomanos, que llegando hasta las puertas de Viena se adueñaron durante siglos de buena parte de Europa; o de los franceses, que nos invadieron bajo la égida de Napoleón. O de quien sea.
Si uno es vencido por el enemigo, no le queda sino encarar con gallardía y honor las consecuencias. Y tratar de reconquistar lo perdido. Como lo reconquistamos los españoles en la Reconquista.
Si el enemigo te vence, hay que encarar con gallardía y honor las consecuencias. Y tratar de reconquistar lo perdido.
Pero enfocar las cosas en tales términos (en los de la lógica “amigo-enemigo”, que diría Carl Schmidt) implica romper radical, completamente, con otra lógica: la de la biempensancia, la del buenismo y el derechohumanismo que nos aplasta. No, que nos aplastaba. Las cosas, señor Licenciado, están cambiando profundamente. Se acabaron los tiempos en que parecía como si Europa tuviera que arrastrarse arrepentida y de rodillas por haber sido la más alta civilización que vieran los siglos.
De lo que se trata, decía, es de que, cuando la derrota se produce, se encaren sus consecuencias con honor y gallardía: esas palabras que desconoce nuestra época. Y, junto con ella, el Licenciado que se cree capaz de ofender a un pueblo. Y, junto con ambos, el partido ése de las Unidas Podemos que, si aplaude al mejicano, si sigue empeñado en despreciar a España, si hasta le da igual suicidarse electoralmente, es porque aún no se ha enterado de una cosa: ya se ha recompuesto (aún no del todo, pero sí en parte sustancial) nuestro resorte nacional, vital: ese aliento de vida que hemos tenido roto durante cuarenta años.
Se acabaron los tiempos en que parecía como si Europa tuviera que arrastrarse arrepentida y de rodillas.
¿Por qué ha estado roto durante tanto tiempo? Porque el pueblo español —dejémonos de tonterías: no caigamos en patrioterismos— no ha estado a la altura de las circunstancias, ha dejado de reconocer y amar su identidad. Pero tiene una disculpa: se ha visto considerablemente ayudado, empujado a tan vil flagelación. Todos juntos —progres, liberales, izquierdones o derechones— se han dedicado a convencernos de que ser español es cosa rancia, casposa, un asunto de fachas. España no existe: se la inventó Franco.
Pero eso se ha acabado, vaya si se ha acabado.
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Fuente:
https://elmanifiesto.com/tribuna/370...z-Obrador.html
Última edición por Mexispano; 29/05/2019 a las 19:59
La catedral de Ciudad de México
Pedimos perdón
Serafín Fanjul 22 de abril de 2019
Pero no pedimos perdón por el desastre en que sumieron a sus países los criollos triunfantes en las independencias.
No parece un buen argumento —si no damos otro— para rechazar las recurrentes y pesadísimas acusaciones sobre la Conquista y demás, conformarnos con aludir a la progenie de conquistadores y pobladores del XVI y XVII, los actuales hispanoamericanos. Es escapista e incurre en una contradicción: si no asumimos lo malo, tampoco podremos reivindicar lo bueno como nuestro. Y hubo muchísimo, en un análisis global. Así pues, asumiendo «el relato de agravios», como gusta decir el nieto del santanderino, si se trata de hechos históricos probados, no de calentones bucales de demagogos, queremos ofrecer una botanita al presidente mexicano, en vez de propinarle una cachilada, como apetece a todo padre cuando un hijo consentido le suelta una impertinencia. Por consiguiente, aceptemos que la nuestra es una responsabilidad más moral que genética, como continuadores de la nación llamada España.
Pedimos perdón porque en 1536 Fr. Juan de Zumárraga fundara en México el Colegio para señores naturales, pagado por el virrey Mendoza. Se conoció la institución como Colegio Imperial de Sta. Cruz de Tlatelolco. En él se desempeñaron Fr. Bernardino de Sahagún y Fr. Andrés de Olmos y fue imitado en Tepozotlán, Puebla, Guadalajara, Valladolid (Morelia), Texcoco… Zumárraga estableció, también en 1536, la primera imprenta del continente, en un edificio que todavía subsiste, cerca del Zócalo.
Igualmente, pedimos perdón porque la Universidad de México se fundara en 1551 bajo el Patronato Real y siguiendo el modelo de Salamanca y Alcalá, con estudios de Filosofía, Artes, Teología, Derecho, Medicina; y por haber introducido Fr. Cervantes de Salazar -catedrático de Retórica en México y autor de México en 1554. Crónica de la Nueva España. Túmulo imperial de la gran ciudad de México- el pensamiento de Luis Vives.
Y pedimos perdón por el muy granado intento de Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, para implantar la Utopía de Tomás Moro. Aun perviven —como los olivos multicentenarios que plantara en Tzin-Tzun-Tzan— los pueblos por él fundados para acoger y promocionar a los indios: ¡ese maravilloso retablo en la iglesia de Tupátaro, siglo XVIII, artesonado indígena, placita con soportales ocre y blanco! Y pedimos perdón porque el desarrollo de la ganadería, la agricultura y la minería favorecieron el auge de clases urbanas que, junto con el clero y la burocracia virreinal, promovieron las grandes obras y construcciones. Y ahí están, pese al deterioro, México, Morelia, Puebla, Pátzcuaro, Zacatecas, Guanajuato, Querétaro, San Miguel Allende, Veracruz y que superan a Toledo, Madrid o Sevilla.
En el siglo XVII, la Ciudad de México albergaba más habitantes que París, Londres o Roma.
En el siglo XVII, la Ciudad de México, como gran polo económico que era, albergaba más habitantes que París, Londres o Roma. Y en México se hallan las cuatro obras cimeras del barroco: el Sagrario de la Catedral metropolitana, el Colegio de los Jesuitas de Tepozotlán, el convento de Santa Rosa en Querétaro y la iglesia parroquial de Sta. Prisca en Taxco.
Y pedimos perdón por la mayor obra de etnografía y arqueología de nuestro siglo XVI, en tres idiomas (latín, español y náhuatl), la Historia Universal de las cosas de Nueva España de Fr. Bernardino de Sahagún; y por el gran erudito mexicano Carlos Sigüenza y Góngora; por Sor Juana Inés de la Cruz; por Juan Ruiz de Alarcón, de Taxco; por el libro-poema de Bernardo de Valbuena Grandeza mexicana (1604), donde establece el «Relato» del arte, las letras y la prosperidad de la urbe, visible, por ejemplo, en la Casa de Comedias de D. Francisco León (desde 1597) en la que actuaban tres compañías; y por el «Mercurio Volante» (1693), primer periódico de Hispanoamérica,(en 1737 le seguiría «La Gaceta de México»); y por la Escuela de Minería de México (1792), donde se desempeñaron Fausto de Elhúyar, descubridor del tungsteno y Andrés del Río del Vanadio. Y no hay espacio para «relatar» la admiración que el país causó a Humboldt por aquellas fechas.
Y pedimos perdón porque la población del virreinato de Nueva España (casi seis millones), en 1776, duplicaba a la de las colonias inglesas de Norteamérica y su desarrollo económico, técnico y cultural las superaba en todos los terrenos. Saquen las conclusiones de este pasado que no quieren recordar y cuidadosamente ocultan. De lo contrario, habría que responsabilizarse de lo sucedido desde 1821, sin colgar culpas a lejanos conquistadores. Verbigracia, en lugar de llorar por enésima vez por Cholula, llamar por su nombre al general Jesús González Ortega, buen liberal, que en 1857 saqueó la catedral de Zacatecas, o a quien entregó, en la misma ciudad (1862) el convento de San Agustín a los presbiterianos, que lo arrasaron.
Pedimos perdón por haber instituido el náhuatl y el otomí como linguas francas para la evangelización, lo que agrandó su papel y rango y su extensión por tierras que antes les eran ajenas. También por haber tenido un rey (Felipe II) que, contraviniendo las llamadas de oidores y virreyes para imponer en exclusiva el castellano, se inclinó por el parecer de los frailes (muy interesados en controlar el contacto con los indígenas) y favoreció el misionado sólo en idiomas locales (Cédula de 1565 a los obispos de Nueva España), hasta llegar a mandar: «No parece conveniente apremiarlos a que dejen su lengua natal (…) no proveer los curatos sino a quien sepa la de los indios» (1596). Y así se siguió hasta fines del XVIII cuando a la vista de los notables problemas que presentaba el plurilingüismo (sólo en la diócesis de Oaxaca había dieciséis lenguas aborígenes) los obispos mexicanos Fabián y Fuero, de Puebla, Alvarez Abreu de Oaxaca y Lorenzana de México obtuvieron la Real Cédula de Aranjuez (mayo de 1770).
Pero no pedimos perdón por el desastre en que sumieron a sus países los criollos triunfantes en las independencias.
Pedimos perdón por haber sido los principales actores en el conocimiento global del planeta, facilitando la interrelación entre sus partes, con el Descubrimiento del Nuevo Mundo y con la primera circunnavegación del Globo y estableciendo la comunicación entre los diversos imperios y naciones de América que, con anterioridad, se hallaban incomunicados.
Y finalmente pedimos perdón por disfrutar con un mole poblano, un pozole taxqueño, unos chilaquiles y un chilpachole de jaiba, aunque después —provistos sólo con un estómago español— debamos pasar por la enfermería.
Pero no pedimos perdón por el desastre en que sumieron a sus países los criollos triunfantes en las independencias, al romper todo el sistema comercial y administrativo virreinal, para convertirse en cacicatos de millones de kilómetros cuadrados. Y basta por hoy de perdones.
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Fuente:
https://elmanifiesto.com/identidad/6...e-America.HTML
¿La colonia española en América fue tan mala? (Cesar Pérez Guevara)
Publicado el 1 ago. 2019
¿La colonia española en América fue tan mala? (Cesar Pérez Guevara)
¿La colonia española en América fue tan mala?: los españoles no fueron tan malos ni los tan indígenas buenos
Los españoles no fueron tan malos ni los indígenas tan buenos durante la colonia española en América
https://www.youtube.com/watch?v=jMa__KFDUtM
Durante los primeros años de la conquista de las Indias, la nobleza tradicional castellana no participó en ello, pero eso no quiere decir que los que estaban encargados de hacerlo y de traer la cultura europea a América fuesen seres social y culturalmente bajo como lo eran vagabundos, prófugos de la justicia o viles campesinos que hicieron las Indias por no tener nada que perder, aunque muchos eran así en los primeros viajes a las Indias, pero cambió con el tiempo y llegaron caballeros, hijosdalgo, burgueses y letrados; muy pocos de clases inferiores al no tener los recursos para costearse la aventura.
Konetze declara que sí, hubo delincuentes que lograron llegar a las Indias, los menos, que se introdujeron clandestinamente a las reinos de Indias, aunque lo usual era enviar a los revoltosos desde estos reinos a la península, España jamás traslado a sus pobres, mendigos u holgazanes a América. Eso convirtió el hemisferio occidental en el lugar ideal, para españoles, criollos y nobleza indígena para que lograr un ascenso social acelerado, la colonización española significó un ennoblecimiento de gran parte de la sociedad.
Ennoblecimiento sustentado en que España buscaba formar en Indias una aristocracia de los mejores linajes españoles, reteniendo en la península a los cabezas de familia para evitar que los familiares abusaran de su poder por la lejanía de la metrópoli, esta nobleza era legítima porque surgía con hijos segundones, caballeros e hijosdago, fue tanta la afluencia de ellos, que a mediados del siglo XVI, había más en las Indias que en la propia España. Para ser noble se debía demostrar hidalguía, servicios extraordinarios así como mayorazgos y comprar el derecho de título que permitía pertenecer a una orden militar.
En España, era una especie de título de nobleza el no descender de judíos ni moros, en América, era la piel más o menos blanca lo que decidía el rango del individuo en la sociedad. En España y sus reinos, las ideas ilustradas de igualar a los hombres, no van encaminadas a atacar a la nobleza, contra lo que comúnmente se cree, sólo se ataca a los nobles pobres, incapaces e indignos de conservar el mando de la aristocracia y que quieren conservar a todo costo su esplender, dejando a sus siervos en la miseria. La idea ilustrada española va en contra de leyes que coartan a las masas, a su derecho elemental de trabajo y vida digna que la ganancia de ese trabajo les pudiera proporcionar, el pueblo se vuelca contra los nobles que no pueden mantener una riqueza y velar por la gente de su señorío, por su incapacidad. En América, la titulación de nobleza era más un simbolismo que una autoridad real, no había señoríos semejantes al período prehispánico ni al señorío europeo, con una bonanza económica superior a la peninsular, el título o el mayorazgo, era confirmación del estatus millonario de la familia, para el resto, era confirmación de que la familia había sido cristiana durante generaciones, así como habían mantenido relaciones respetables y una manera digna de vivir, era un logro al que se había llegado.
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Fuente
https://www.facebook.com/gazetamexic...type=3&theater
«El gobierno del Imperio español había logrado controlar el eterno problema de la ineficacia Y LA CORRUPCIÓN, pero los gobiernos republicanos, débiles y fragmentados, fueron menos vigilantes y más vulnerables, a la vez que disponían de menos recursos que España.»
~Mark J. Van Aken, historiador estadounidense
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