Malinche
Cesáreo Jarabo 10/12/2021
Lienzo de Malinche y Hernán Cortès
Malinalli Tenépatl, Malinche y Doña Marina son la misma persona; se supone que nació sobre 1500, posiblemente en Coatzacoalcos, actual Veracruz, y que murió en la Ciudad de México en 1527, pero ni su lugar y fecha de nacimiento exactos están constatados ni su lugar y fecha de fallecimiento tampoco.
En la “Probanza de Méritos y Servicios de Doña Marina”, fechada en 1542, los testigos declaran que era oriunda de Huilotlán, lugar que finalmente quedaría bajo su señorío.
Su nombre original, Malinali, corresponde a uno de los 20 días del mes mexicatl y por tal nombre es también conocido un tipo de hierba usado para hacer cuerdas.
Pero si las circunstancias iniciales y finales de su existencia son un misterio, no lo es su actuación como elemento principal en la conquista de México.
Los datos constatados es que era de la etnia nahua, que entró a ser mercancía de los traficantes de esclavos cuando fue vendida por sus progenitores (o por su padrastro) a unos comerciantes mayas que volvieron a venderla al cacique maya de Tabasco. En ese trasiego vivió en las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió su lengua. Esta circunstancia marcaría posteriormente su porvenir y el de la conquista de México.
Cuando a principios de 1519 Cortés iniciaba la conquista de México, buscó a los náufragos españoles de la expedición de Diego de Nicuesa que sucumbió en 1508. Tuvo la fortuna de hallar en Cozumel a Jerónimo de Aguilar, que hablaba a la perfección la lengua maya después de ocho años viviendo en Yucatán.
Había conseguido un intérprete de una de la multitud de lenguas existentes. No estaba nada mal la aportación a un ejército de setecientos soldados apoyados por dos cañones, una docena de espingardas, lanzas y espadas, lanzados a la conquista de un territorio como el de México, poblado por quince millones de personas y dominado por una tiranía, la de los aztecas, que bajo la mano férrea de Moctezuma, con una estructura militar y administrativa que le permitía mantener sometidos a todos los pueblos que estaban bajo su influencia, se servía de los pueblos dominados como convidados a la mesa, como vianda. Con toda probabilidad le esperaba a Malinche ese destino.
Pero el 14 de marzo de 1519 se produjo la batalla de Centla, en la que los vencidos, chontales, en agradecimiento por el trato otorgado por los españoles tras la batalla, entregaron tributos, entre los que se encontraban veinte esclavas. Este hecho tendría unas consecuencias extraordinarias: entre ellas se encontraba Malinali, quién a poco se revelaría elemento esencial en el avance de las tropas de Hernán Cortés para la conquista de Tenochtitlan. En ese momento, Malinche debía de tener unos diecinueve años.
En San Juan de Ulúa, llegaron los embajadores de Moctezuma para averiguar qué querían aquellos viajeros. Cortés llamó a Jerónimo de Aguilar, que se mostró incapaz de entender náhuatl. Fue entonces cuando Malinali dijo a Aguilar que ella sí los entendía.
Jerónimo de Aguilar era capaz de realizar la traducción maya-español. Conocía el idioma de Malinche. Y Malinche conocía el náhuatl. En adelante, la combinación de ambos intérpretes sería un elemento esencial en el avance de las tropas españolas. Malinche interpretaría el náhuatl al maya, y Jerónimo de Aguilar lo traduciría al español… Y así continuaron hasta que la extraordinaria Malinche aprendió español, momento en el que Jerónimo de Aguilar pasó a ocupar un segundo plano, comprensible si calibramos la diferencia existente entre traducción e interpretación.
Hernán Cortés la convirtió en su compañera, y en ella concibió su primer hijo, Martín, si no el primer mestizo nacido en México, ya que Gonzalo Guerrero, compañero de Jerónimo de Aguilar había tenido tres hijos antes, sí el primer mestizo surgido de la Conquista. Pero la grandeza de Cortés no llegó a que, tras haber enviudado, se casase con ella. A pesar de eso, siempre fue fiel a los españoles, encarnando una capacidad mediadora de una envergadura equiparable a las acciones gloriosas protagonizadas por Hernán Cortés.
El náhuatl era la lengua franca que equivalía al latín en la Europa del momento; lengua dominada por Malinche, que tenía una natural disposición a para la comunicación, conociendo los géneros apropiados para interpelar a personajes como Moctezuma; conocía el lenguaje cortesano, lo que le permitía atender con el respeto debido a los emisarios enviados por Moctezuma , y conocía las costumbres sociales, lo que le permitía indicar a Hernán Cortés cómo debía actuar para evitar conflictos con los distintos pueblos con los que iba tomando contacto. Su habilidad diplomática hizo que tuviese gran predicamento entre españoles e indios, quienes llegaron a equipararla con una diosa, incluso eclipsando al mismísimo Hernán Cortés, a quién muchos conocían, no por su nombre, sino por Malinali.
Pero además de políglota, Malinche era socióloga y una excelente educadora, y lo demostró cuando señalaba a Cortés las costumbres sociales y militares, las creencias de los pueblos que estaba conquistando, el fatalismo de Moctezuma, muy en concreto sobre la creencia en el regreso de Quetzalcóatl, extremo que tendría la oportunidad de constatar en el primer encuentro que tuvo con él, y que dejó relatado en sus Cartas de Relación.
“Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros y venidos a ella de partes muy extrañas y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza y después tornó a venir dende en mucho tiempo y tanto, que ya estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían y queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor y así se volvió y siempre hemos tenido que los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a sus vasallos y según de la parte que vos decís que venís, que es a donde sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural…”
Malinche no sólo demostró sus cualidades diplomáticas con los enviados de Moctezuma, sino con el mismo Hernán Cortés y con los pueblos que iba reclutando para su ejército. Recordemos que Tenochtitlan fue conquistado por un puñado de españoles y miles de indígenas pertenecientes a una muy variada coalición de pueblos que vieron en los conquistadores españoles la tabla de salvación en la que apoyarse para librarse de la tiranía azteca, a la que estaban obligados a entregar onerosos tributos que llegaban hasta la obligación de suministrar anualmente jóvenes condenados al sacrificio, cuyos cuerpos servirían de alimento al pueblo azteca.
Todas esas circunstancias fueron puestas por Malinche en conocimiento de Cortés, como también que, por ejemplo, Tlaxcala, estaba dividida en cuatro señoríos que disputaban entre sí si hacer la guerra a los españoles o apoyarlos. Todo lo cual posibilitó la creación de alianzas que resultaron decisivas para el éxito de la conquista.
Puso al corriente de las circunstancias que más interesaban a Cortés: las debilidades del imperio azteca, su relación con los otros pueblos y el descontento de no pocos señoríos indígenas… y más… significó un elemento esencial en el avituallamiento de alimentos, ya que era conocedora de la flora y la fauna locales, y como guía en un territorio absolutamente desconocido, que la llevó a aconsejar que el trayecto desde las costas mayas hasta Veracruz no fuese recorrido por tierra sino por mar.
Una información de un valor incalculable que ponía en evidencia, no sólo la voluntad de Maliche, que sin dudar estaba encaminada a sacudir la esclavitud sanguinaria que los aztecas venían imponiendo a su pueblo, sino la capacidad cultural de una persona que estaba dotada de un formidable talento diplomático, que si bien es cierto que ese talento era compartido por el propio Cortés, tenía un valor añadido cual era el conocimiento exacto de las costumbres, lo que evitó no pocos conflictos. El primero con los mismos tlaxcaltecas cuando, convencidos de las intenciones de Cortés, y para manifestar su buena voluntad, ofrecieron como regalo trescientas esclavas. Cortés manifestó a Malinche que rechazaba el ofrecimiento, pero ella, en vez de transmitir la respuesta, manifestó al conquistador que eso representaría una ofensa para sus anfitriones, de tal envergadura que podía dar al traste con el acuerdo.
Y mientras continuaban la marcha hacia Tenochtitlan, Malinche allanaba las relaciones con nuevos pueblos, mantenía buenas relaciones con los enviados de Moctezuma, forjaba alianzas con los caciques descontentos con el dominio azteca. Animaba a los indígenas a convertirse al catolicismo, procuraba que la Conquista discurriese a través del entendimiento, evitando el enfrentamiento… Sin Malinche, es probable que la conquista nunca hubiese llegado a buen fin. Es probable que se hubiesen generado sangrientos enfrentamientos que hubiesen exterminado la expedición española… Pero también es probable que, si Malinche no hubiese existido, una legión de Malinches hubiera realizado la labor que tan brillantemente desarrolló ella, y es que los pueblos mesoamericanos estaban inmersos en una feroz tiranía. Moctezuma representaba la tiranía azteca, y en ningún caso era un hermano de sangre.
Y el mismo Cortés, que en sus Cartas de Relación cita en muy pocas ocasiones a Malinali, no duda en señalar su importancia cuando señala: «Después de Dios, le debemos la conquista de la Nueva España a Doña Marina».
Y es que Malinche abordó todos los campos de la conquista. También en el ámbito religioso, donde no falta quién la titula “primera catequista de México”. Que pudiese realizar esta función fue obra de fray Bartolomé Olmedo, quién puso especial interés en que Marina conociese a la perfección la doctrina al objeto de evitar la transmisión de herejías. Malinche debió de ser una catequista destacada si tenemos en cuenta la carencia de palabras en nahualt que expresasen los conceptos que debía transmitir.
Se trata sin duda de un ser extraordinario, inteligente, astuta, con la suficiente sangre fría para salir airosa de las situaciones más comprometidas, como demostró en Cholula, donde una conspiración estuvo a punto de acabar con la aventura de Cortés.
Estando asentados en el lugar, supuestamente amistoso, estaba previsto asesinar a traición a los expedicionarios, y ante el peligro evidente que ella misma fuese objeto de la masacre, una anciana que la veía con buenos ojos para ser la mujer de su hijo, le informó del asunto y le dijo que se refugiase en su casa aquella noche, porque los sucesos que estaban previstos ponían en peligro su vida. Marina se mostró agradecida y dijo que aprovecharía el momento para recoger su ajuar, que serviría para el próximo matrimonio. Entablado un ámbito de confianza, supo sacar la máxima información de quién era la esposa del máximo responsable de la celada, para a continuación, poner al corriente del asunto a Hernán Cortés, que como represalia aplicó un castigo tremendo sobre la población. Es de destacar que en esta ocasión no procuró Marina minimizar el castigo, como hacía en otras ocasiones, lo que hace pensar que la situación era de grandísimo peligro.
En su camino hacia Tenochtitlan, y merced a las habilidades políticas de Malinche, con los chontales se unieron a la lucha los totonacas de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca, y tras ser vencidos militarmente, también los tlaxcaltecas se unieron a la expedición en la que también figuraban los cholultecas, y es que, finalmente, la conquista de México fue una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente a la tiranía azteca.
El 13 de agosto de 1521 caía Tenochtitlán. En 1522 nacía el hijo de Malinche y Cortés, Martín. Llegó su esposa Catalina, que a poco fallecería, y Malinalli se quedó en una casa que Cortés le construyó en Coyoacán, cerca de la capital mexica.
La vidas de Hernán Cortés y Marina quedarían provisionalmente separadas. Pero Hernán Cortés no olvidó, a su modo, compensar los servicios de Malinche, dándola por esposa a Juan de Jaramillo, alcalde que fue de México, con quién tendría una hija, María Jaramillo, y otorgándole las encomiendas de Huilotlán y Tetiquipac, todo lo cual comportaba una excelente posición social.
Sin embargo, envió a Martín a España. Desde ahí, Cortés logró que el Papa declarara legítimo al hijo de Malinche. Después, el conquistador tendría otro hijo, también llamado Martín, de su matrimonio con Juana de Zúñiga.
En 1524 la requeriría nuevamente como intérprete para la campaña de Honduras, en represión de Cristóbal de Olid, en cuyo desplazamiento pasaron por Coatzacoalcos, la localidad natal de Marina, y donde se encontraban su madre y su hermanastro, quienes temían represalias, pero Marina les perdonó y les colmó de regalos. Relata Bernal Díaz:
“vino la madre, y su hija, y el hermano, y conocieron que claramente era su hija porque se le parecía mucho. Tuvieron miedo d’ella, que creyeron que los enviaba a llamar para matarlos, y lloraban, y así que los vido llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que hacían y se lo perdonaba… y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido, Juan Jaramillo”.
Y se le pierde la pista… No sabemos la fecha exacta de su muerte, que debió sobrevenirle, según dicen, antes de 1529, a consecuencia de la viruela.
Hoy, la memoria de esta gran mujer es manchada por la maledicencia. Los detractores de Malinche y de Hernán Cortés, casualmente, son enemigos de España y ponen en duda lo acontecido en Cholula, señalando que fue un acto despótico de Hernán Cortés, pero esa idea es de difícil sustentación tanto por la presencia de Marina, conciliadora en tantas ocasiones, como por el continuo reflejo del espíritu de Cortés, en el que sin merma de su carácter militar, predominaba el carácter diplomático. Lo único que sustenta la maledicencia es el espíritu de la Ilustración, que, contrariamente al espíritu cristiano que afirma que la verdad nos hará libres, justifica la mentira como elemento necesario para la consecución de los objetivos. Para terminar, una última anotación: Hemos hablado de Moctezuma como un tirano, y lo fue. Pero no lo fue por propia intención, sino como consecuencia del sistema social imperante. Moctezuma sería finalmente asesinado por los propios sacerdotes carniceros de personas, y el asesinato fue cometido como consecuencia de la actitud de Moctezuma que, tras haber sufrido la humillación de ser presentado encadenado ante su pueblo, acabó sintonizando con los conquistadores, y demostrando ser fiel vasallo del rey de España. Tan es así que el autor de estas líneas está dubitativo, entendiendo que bien puede ser merecedor de una semblanza como héroe de la Hispanidad, como la dedicada a Malinche, la que fue su principal enemigo.
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