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Tema: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

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  1. #1
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Aghori life eating human dead body





    https://www.youtube.com/watch?v=XZHg...ctr=1477272717




    El hecho de que solicite comprobación de edad ya nos dice lo macabro de las imágenes que se presentan en el video.

    A partir del minuto 2:20 se puede apreciar todo el ritual donde sacan un cadáver que flota sobre el río, lo llevan a una choza, medita sobre él y le corta un brazo para después comer parte del mismo.



  2. #2
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Todo lo anterior me hizo recordar esto:











    ¿Será que en realidad los indigenistas y demás dementes odian la conquista española porque ya no pueden merendarse a otros seres humanos?

    Última edición por Mexispano; 24/10/2016 a las 04:18

  3. #3
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América






    MEDIO AMBIENTE

    Los niveles de las partículas en suspensión PM2.5 han seguido alcanzando cifras alarmantes.


    Nueva Delhi, bloqueada por la contaminación del aire






    Peatones en Nueva Delhí, India, se tapan la cara para no respirar el humo HARISH TYAGIEFE


    Vivir en Delhi, la ciudad irrespirable.


    • VÍCTOR M. OLAZÁBAL


    • Nueva Delhi





    07/11/2016 14:05


    ¿Quiénes están peor, los habitantes de Delhi o los de Mosul? Un artículo publicado esta mañana en el diario The Indian Express trataba de levantar de alguna manera el ánimo de los habitantes de la capital india afirmando que la alarmante situación de Delhi, urbe convertida en una "cámara de gas", es mejor que la que viven en la ciudad asediada al norte de Irak. El texto explicaba que la calidad del aire de la ciudad iraquí es dramática después de que se hayan incendiado una docena de pozos de petróleo y hayan cubierto el ambiente de humos y vapores tóxicos.

    En Delhi, una de las ciudades más pobladas y contaminadas del mundo, tienen que recurrir estos días a este tipo de comparaciones para encontrar algo optimista a lo que agarrarse, porque el momento que atraviesa la capital india está lejos de ser esperanzador.

    El gobierno local, en manos del partido de los 'indignados', el AAP, ha declarado que la ciudad vive una "situación de emergencia" por la descomunal contaminación del aire. Después de una semana bajo una intensa niebla, el jefe del Ejecutivo municipal, Arvind Kejriwal, ha desglosado una batería de medidas urgentes para afrontar los próximos días.

    Lo primero ha sido pedir a la gente que no salga de sus casas; que, si puede, trabaje desde ellas; que evite pisar la calle "a no ser que sea absolutamente necesario"; y que se olvide de practicar deporte o hacer ejercicio al aire libre, como acostumbran hacer desde el amanecer los residentes de la capital en parques e incluso en la carretera que va hacia el aeropuerto.

    El gobierno ha anunciado también la paralización durante cinco días de todas las obras, construcciones y demoliciones, que suelen ser señaladas por la cantidad de polvo que levantan y por contribuir a los niveles de polución del aire. Igualmente, una importante central térmica ubicada al sureste de la ciudad estará apagada los próximos diez días.




    Un hombre y su familia cruzan la niebla en motocicleta, en Nueva Delhi. EFE




    Tampoco están abiertas las escuelas de la ciudad, en su caso cerradas hasta el miércoles, una medida que ya iniciaron más de 1.700 centros educativos el pasado sábado. Los más pequeños son especialmente vulnerables a esta problemática. Un estudio señala que la mitad de los niños que van al colegio en Delhi nunca recuperarán su capacidad pulmonar.

    Las autoridades, que también han hecho hincapié en la necesidad de contener los incendios en los ingentes vertederos, se plantean el uso de lluvia artificial para combatir el omnipresente polvo y volver a instaurar la restricción del tráfico según la matrícula par o impar de cada vehículo, algo que ya pusieron en marcha en dos ocasiones en el último año.

    En los últimos días, los niveles de las partículas en suspensión PM2.5, tan contaminantes y tan diminutas que no tienen problemas para entrar en los pulmones, han seguido alcanzando cifras alarmantes, llegando a 999 por metro cúbico, muy por encima de las 25 partículas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el máximo recomendable. La India es más generosa y sitúa ese límite de seguridad en 60, lejos también de la realidad que vive estos días Delhi. A partir de 300, el aire es "peligroso", después de haber superado los niveles de "insalubre" y "muy insalubre".

    Debido al empeoramiento de la situación que se ha vivido a lo largo del fin de semana, se ha vuelto habitual ver a ciudadanos usando mascarillas para poder respirar en la calle, una escena que, si bien en ciudades muy contaminadas como Katmandú es común desde hace tiempo, en Delhi no era así, a pesar de que sus niveles de polución son altos cada año.

    Las tiendas que venden estos productos están haciendo su agosto estos días. Los más pudientes y los expatriados pueden permitirse mascarillas de mejor calidad y purificadores de aire para sus hogares, mientras que la mayoría de ciudadanos simplemente utiliza pañuelos para cubrirse la boca. Muchos otros, sin embargo, llevan la cara al descubierto.

    "Es el primer año que uso mascarilla, pero es que el aire ahora es demasiado malo" afirma Rajindar Singh, vecino de un barrio residencial del sur de Delhi. "Yo estoy bien, pero a mi mujer le duelen los ojos desde hace unos días", añade. Ella se ha quedado en casa, él ha tenido que salir a comprar comida a un ultramarinos de su zona.



    Delhi, la capital más contaminada del planeta

    Siempre que se acaba el monzón y se acerca el invierno, sus niveles de contaminación del aire se disparan. El festival hindú llamado Diwali, conocido como la fiesta de las luces por sus millones de petardos y fuegos artificiales, suele marcar el inicio de esta época. Habitualmente, la niebla que genera la batalla pirotécnica se mantiene durante un par de días, pero en esta ocasión ha pasado más de una semana de aquella celebración y la neblina gris, el 'smog', continúa permanente.

    Pero estos niveles no se deben sólo a la festividad hindú. Cada año, por esas fechas, los campesinos de los estados vecinos de Punjab y Haryana queman de forma ininterrumpida sus campos de cultivo, los desechos de las cosechas, y el viento arrastra ese humo hacia la capital india y sus casi 20 millones de habitantes. Por eso el alcalde Kejriwal ha solicitado a los estados que controlen los incendios de restos agrícolas.

    A eso hay que añadir los gases que emiten los vehículos (unos 8 millones circulan por la capital), las emisiones de la industria, la quema de residuos, el polvo que descansa permanentemente en el aire o las pequeñas hogueras de quienes combaten el descenso de temperaturas en la calle.

    Tras el empeoramiento de la situación, no ha faltado la tradicional lluvia de acusaciones entre los diferentes partidos políticos. Especialmente desde el gobierno municipal de Delhi hacia otros estados. "Si nos centramos en un juego de culpas, el problema no se resolverá. El problema ahora mismo es que 20 millones de personas en Delhi tienen problemas para respirar", afirmó Anil Madhav Dave, responsable de medio ambiente en el gobierno nacional.

    El Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente (CSE) de Delhi calcula que la ciudad atraviesa su peor momento en dos décadas en relación a este problema. Los hospitales han reconocido que están recibiendo más pacientes de lo habitual con problemas respiratorios. También se ha reducido notablemente la visibilidad, que en horas tempranas no llega más allá de 200 metros, lo que ha ocasionado importantes accidentes en la carretera.

    El domingo, centenares de personas se reunieron en Jantar Mantar, el manifestódromo de la capital, para protestar contra la contaminación que respiran. El lema, que luego se trasladó a las redes sociales: mi derecho a respirar.

    Curiosamente, desde hoy y hasta el sábado Greater Noida, a las afueras de Delhi, acoge una conferencia mundial sobre el control del consumo de tabaco para mejorar la salud de la población. "Me sorprendió, no esperaba esto. Es un poco gracioso que estemos en una conferencia que tiene como objetivo tener un aire más limpio y estemos en un lugar que no tiene eso", afirmó Irene Ryes, delegada proveniente de Filipinas, citada por Reuters.

    El presidente de la Asociación Médica de India (IMA), K.K. Aggarwal, se sumó al alcalde y pidió a los habitantes de Delhi que no salgan de sus casas. "Llamamos a esto una polución epidémica. Nuestro consejo es que la gente se quede en casa, si es posible trabaje desde ahí y evite caminar fuera", dijo a la prensa Aggarwal, que pidió al gobierno local que facilite la venta de mascarillas para aquellos que no se pueden costear las de mejor calidad. También criticó que "no se ha tomado ninguna acción concreta sobre la contaminación vehicular".

    Según las autoridades capitalinas, en los próximos cuatro días se prevé que bajen los niveles de polución. A los habitantes de Delhi sólo les queda esperar, adaptarse a las medidas de la administración y concienciarse sobre la responsabilidad de cada uno para mitigar este problema. Hasta entonces, se tendrán que conformar con el consuelo de que, al menos, están mejor que los residentes de Mosul.




    ___________________________

    Fuente:

    Nueva Delhi, bloqueada por la contaminación del aire | Ciencia Home | EL MUNDO

    Última edición por Mexispano; 14/11/2016 a las 23:29

  4. #4
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Andrew Jackson: el presidente genocida y populista cuyas políticas exterminaron a miles de indios cherokees

    El político fomentó en 1830 la «Ley de desplazamiento forzoso» de los nativos americanos. El objetivo: expulsarles de sus tierras. Su racismo durante la campaña electoral solo es comparable al que ha mantenido Trump a día de hoy

    http://www.abc.es/historia/abci-andr...226_video.html
    La ilusión del Lejano Oeste - Museo Thyssen

    Manuel P. Villatoro - ABC_Historia

    Desde que Donald Trump obtuviese la victoria en las pasadas elecciones norteamericanas, una serie de preguntas se repiten en los medios de comunicación: ¿Cumplirá las amenazas que viene vociferando desde hace meses contra los latinos y los extranjeros? ¿Se dejará aconsejar por sus asesores y rebajará su aparente racismo?


    A pesar de que el misterio no se desvelará hasta dentro de algunos meses, la historia no parece poner sobre la mesa precedentes demasiado halagüeños. Y es que, el último presidente norteamericano con el que se vivió una situación parecida fue Andrew Jakson. Un político del siglo XIX que cumplió las amenazas que había hecho durante toda la campaña electoral y expulsó a miles de nativos americanos de sus tierras.

    El hombre que odiaba a los indios

    Desde que viniera al mundo en 1767, Andrew Jackson (hijo de inmigrantes irlandeses) destacó por su altanería. Así lo demostró allá por la década de los ochenta cuando -con 13 años y tras unirse a la milicia que combatía contra Gran Bretaña-, fue capturado por los ingleses.


    Según se cuenta, un oficial británico se le acercó y le ordenó que le limpiara los zapatos, a lo que el futuro presidentes respondió de la siguiente forma: «Señor, soy un prisionero de guerra y exijo ser tratado como tal». Sus palabras le valieron unas cuantas cicatrices, pero también demostraron que -como Trump- este joven tenía ya un alto concepto de sí mismo.

    «Toda la Nación Cherokee debería ser exterminada»

    Durante toda su juventud se destacó como una persona con un terrible temperamento y que siempre andaba buscando pelea. Con todo, el paso de los años le hizo sentar la cabeza y licenciarse en leyes. No se le deberían dar mal, pues en 1796 participó en la redacción de la Constitución de Tennessee, fue nombrado congresista y, apenas dos años después, inició una carrera fulgurante como juez del Tribunal Supremo de Carolina del Sur. Sin embargo, Jackson no es recordado a día de hoy por sus andanzas con la toga, sino por su faceta militar, la cual empezó a cultivar en 1802 cuando empezó su nueva labor como capitán general de las milicias de Tennessee.


    Su vida transcurrió relativamente tranquila hasta el año 1812, cuando -tras reunir un ejército de 50.000 hombres- recibió el encargo de combatir a la tribu de los indios creeks, los cuales se habían aliado con los ingleses con el objetivo de expulsar a los estadounidenses de sus tierras.


    Fue en esos años cuando nuestro Andrew cultivó a fuego lento su racismo y su odio hacia los nativos, a los que «cazaba» con sus soldados independientemente de que fueran hombres, mujeres o niños. Para él no eran personas, sino «perros salvajes», como solía afirmar. De hecho, durante su vida alardeó de haber «conservado siempre el cuchillo de escalpar a aquellos [indios] a los que había matado».


    Andrew Jackson- ABC

    Durante el transcurso de aquella campaña, Jackson supervisó como general el asesinato (o más bien la masacre) de más de 800 indios creeks de todas las edades y ambos sexos. Cuerpos que luego fueron mutilados y a los que se les cortó la nariz con el objetivo de tener una prueba de su fallecimiento.


    Todo ello, por cierto, acompañado de su desollamiento. Y es que, Jackson era partidario también de cortar largas tiras de piel de los nativos con el objetivo de fabricar macabras bridas para los caballos. Así se fraguó su aversión a los indios. Un carácter que, posteriormente, le haría decir cosas como que «toda la Nación Cherokee debería ser exterminada» y afirmar que lo mejor era acabar con las mujeres indias para que no se reprodujeran.

    Campaña populista

    Con los años, su racismo fue creciendo a la par que su fortuna y su reputación militar (no en vano logró grandes victorias para el ejército americano como la de Horseshoe Bend). También ganó cierta popularidad combatiendo contra los españoles (el otro pueblo al que más odiaba después de los indios) y, posteriormente, contra los indios seminolas en La Florida.


    Aquellas contiendas le hicieron ser considerado un héroe militar para el pueblo norteamericano, algo que aprovechó para presentarse a las elecciones en 1824. No le fue mal, pero la igualdad de los resultados y el que sus dos enemigos políticos se asociaran contra él, le hicieron perder el puesto.


    Cuatro años después, Jackson volvió a la carga. Esta vez, en las elecciones de 1828. Aquel año, los Estados Unidos vivieron una de las campañas electores más sucias y barriobajeras de la historia de la democracia. Y es que, tanto nuestro protagonista como su contrincante (John Quincy Adams) utilizaron todo tipo de ataques contra su contrario para tratar de descalificarle. El militar y jerifalte dijo de su contrincante que era un «violador del día del reposo» por viajar en domingo, que era un alcohólico y que usaba fondos públicos para comprar «muebles de juego» para su propia casa. Todo mentira.


    Jackson, en batalla- Wikimedia

    Por su parte, Quincy tampoco se mordió la lengua y dijo de Jackson que era un «hombre crudo e ignorante»; llamó a su mujer bígama afirmando que había contraído matrimonio con él sin haberse divorciado (algo que era mentira); y acusó a su madre de conducta inmoral. Dicen que el militar, frio como un témpano de hielo habitualmente, no pudo evitar romper a llorar cuando leyó la cantidad de calumnias que se estaban vertiendo sobre él.


    Fuera como fuese, finalmente las elecciones se las llevó de calle nuestro protagonista, quien logró hacerse con el voto -curiosamente- del pueblo llano. De hecho, muchos le acusaron de populista. Lo mismo que sucede a día de hoy con Trump.

    «Nadie sabe lo que va a hacer. Mi temor gana a mis esperanzas»

    Jackson tomó oficialmente el poder en 1829, y el recibimiento que le dio la población no pudo ser mejor. De hecho, el senador Daniel Webster (presente en el acto) vio como «el presidente del pueblo» -como le llamó- fue apretado y aplastado por sus eufóricos seguidores. «Nunca antes me ha tocado ver por aquí tanta multitud. Hay personas que han viajado 500 millas para ver al general Jackson y en verdad parecen convencidas de que el país ha sido rescatado de algún desastre», señalaba.


    Con todo, y tal y como sucede a día de hoy con Trump, el político también dejó constancia de que no sabía si Jackson iba a llevar a cabo las políticas racistas que había vociferado durante toda la campaña, o si por el contrario iba a dejarse asesorar por los más próximos a los nativos americanos. «Nadie sabe lo que va a hacer. Mi temor gana a mis esperanzas», determinó. Estaba en lo cierto, pues con el nuevo líder llegarían las deportaciones masivas y, en último término, las masacres de nativos americanos.

    La situación con los indios

    Cuando Jackson ascendió al poder la situación con los indios americanos era sumamente tensa. Apenas unos años antes, en 1815, el país comenzó a expandise hacia el oeste y se topó de bruces con las tribus de indios norteamericanos que habitaban el país desde hacía siglos. Aquellas tierras ocupadas despertaron los deseos de las colonias, las cuales iniciaron una serie de campañas para lograr que los emplumados viajasen más al oeste a cambio de todo de regalías económicas.


    De hecho, ya durante el mandato de Jefferson (en el cargo entre 1801 y 1809) se había establecido que los únicos nativos que podrían quedarse al este del Mississippi serían aquellas que se «civilizaran» y pudieran convivir con el «hombre blanco». En base a ello, las que se habían mantenido en la región eran las tribus chicksaw, choctaw, creek, seminola y cheroqui. Estas, a cambio de mantener sus territorios, habían fijados sus asentamientos, labraban la tierra, dividían sus terrenos en propiedades privadas y habían adoptado la democracia. Algunas llegaron a hacerse cristianas (al menos en apariencia) para no ser expulsadas de la zona.

    Deportaciones en masa

    Poco duraron las dudas sobre las políticas que iba a esgrimir Jackson. En 1830, apenas un año después de tomar el poder, decidió solucionar el problema indio por las bravas. Esto es, creando una ley para deportarlos todavía más al oeste. «Ese año se aprobó la Ley del Traslado Forzoso de 1830, que obligaba a los indios a trasladarse a tierras al oeste del Mississippi y facultaba al presidente de los Estados Unidos a actuar contra todos los que se encontraran al este de dicho río», explica el divulgador histórico Gregorio Doval en su obra «Breve historia de los indios norteamericanos».


    Oficialmente, el político tomó esta decisión por la necesidad de tierras en las que producir algodón y por «seguridad nacional» (evitar conflictos entre indios y estadounidenses). Sin embargo, expertos como Doval son partidarios de que, además de estas dos causas y de su propio racismo, Jackson también buscaba crear una barrera humana entre los Estados Unidos y las regiones bajo dominio de otras potencias trasatlánticas. «Con ellos, Jackson no solo perseguía vaciar de conflictos indios los territorios colonizados al oeste del Mississippi, sino también crear un cinturón de seguridad ante la amenaza ritánica y española que seguía instalada en amplios territorios estadounidenses».


    Independientemente de la causa, en la práctica se instó a decenas de miles de indios a abandonar las casas en las que vivían (sus tierras desde hacía siglos) para partir hacia territorios «reservados» (o «reservas»).



    Andrew Jackson, durante la última etapa de su vida- Wikimedia

    «Se estima que, como resultado de esta política, unos 100.000 indios fueron trasladados al Oeste, la mayoría de ellos durante la década de 1830. Fue entonces cuando se empezó a hablar del “Territorio Indio”, un hipotético enclave a determinar donde los pueblos indios tendrían un hábitat asegurado “para siempre”», explica Doval. Esa era, al menos, la teoría. En la práctica, por el contrario, serían expulsados también de aquellas zonas con el paso de los años.


    A nivel oficial, Jackson afirmaba que los nativos tenían la posibilidad de negarse a este «realojamiento» (una palabra, por cierto, usada posteriormente por los nazis con un sentido similar -el de campos de concentración-) y mantener su vivienda en territorio estadounidense. Sin embargo, la realidad fue que el gobierno (a la cabeza del cual se encontraba el presidente) ejerció una presión brutal sobre los jefes tribales para que se marcharan. Además, dejaban claro que, ante la negativa, usarían la fuerza. Así es como se hizo válido el lema que muchos atribuyen al político (aunque se procedencia es discutida): «El mejor indio es el indio muerto».

    Nuevas elecciones y nuevas guerras

    Con el paso de los años fueron muchas las tribus que esperaron a que las elecciones de 1832 trajeran nuevos vientos políticos. Al fin y al cabo...

    ¿Eran los hombres blancos tan racistas como para reelegir a Jackson? Parecía imposible. Sin embargo, así fue. A partir de ese momento multitud de jefes se armaron para defender sus territorios y aquellos que ya se habían declarado en guerra contra los Estados Unidos recrudecieron sus campañas para lograr mantener las tierras que, por tradición, les pertenecían.


    Una de las contiendas más crudas de esta época fue la que enfrentó al gobierno de los Estados Unidos contra el jefe «Halcón negro». El líder de las tribus sauk y fox. Este, tras emigrar hacia el oeste del Mississippi, decidió volver a la región que le había visto nacer debido a que en la nueva zona que le habían asignado su pueblo se moría de hambre. Algo, por descontado, que no estaban dispuestos a permitir los norteamericanos.


    Recreación del "Sendero de lágrimas"- ABC

    Sonaron tambores de guerra, y en principio no les fue mal a los hombres de «Halcón negro», quienes lograron acabar con varios destacamentos de soldados. Sin embargo, su suerte se terminó acabando. «Cuando por fin una fuerza de mil trescientos soldados logró vencer a la pequeña tropa de “Halcón negro” en el mes de agosto, los indios trataron de rendirse. No se le dio descanso a las tribus, y los milicianos procedieron a masacrar a hombres mujeres y niños», explica William J. Bennett en su obra «América, la última esperanza».


    El líder nativo fue capturado, y posteriormente Jackson se reunió con él. «Se ha comportado usted muy mal al levantar los tomahawk contra los blancos, y al matar hombres, mujeres y niños en la frontera», le dijo. Para desgracia de «Halcón negro», su castigo no se quedó en esa reprimenda, sino que el presidente ordenó que se le llevase por medio continente como un trofeo de guerra para demostrar que nadie se podía resistir al poder del ejército de los Estados Unidos. El nativo falleció en 1838, poco después de que comenzara aquel circo.

    El sendero de los 4.000 muertos

    Además de las guerras y las matanzas, si por algo será recordado Jackson es porque sus políticas provocaron la muerte de más de 4.000 indios cherokees en el denominado «Sendero de lágrimas». Para hallar el origen de este suceso es necesario remontarse hasta el año 1830 y al momento en el que se aprobó la ley de deportación fomentada por el presidente. Para entonces, la tribu cherokee no vivía sus mejores momentos.

    Y es que, después de que se encontrara oro en sus territorios, miles de hombres blancos invadieron sus territorios deseosos de hacerse ricos.


    A pesar de ello, la tribu se negó a marcharse (al menos parte de ella). Y de nada sirvieron las maniobras políticas motivadas por Jackson, quien trató (y de hecho consiguió) dividir a sus líderes en un intento de que abandonasen la región y se dirigiesen a las reservas ubicadas al oeste del Mississippi. Con todo, el presidente tenía de su lado el tiempo. Así pues, cuando en 1838 se terminó el plazo de espera que se había establecido para que los cherokees abandonaran aquellas tierras, se llamó al ejército para que expulsara a los pieles rojas de sus viviendas.

    Hambre, frío, enfermedades... El ejército no tuvo piedad con los indios

    Oficialmente lo hizo el siguiente presidente de los Estados Unidos (pues Jackson no se encontraba en el poder), pero lo llevó a cabo basándose en la ley y los pilares puestos por su antecesor.


    «A medida que la fecha tope para el traslado voluntario del 23 de mayo de 1838 se aproximaba, el nuevo presidente Van Buren encargó al general Winfield Scott (1786-1866) que preparara la operación de traslado a la fuerza. Scott llegó a New Echota el 17 de mayo al Tennessee, Carolina del Norte y Alabama. Durante tres semanas, unos 17.000 cheroquis, además de aproximadamente unos 2.000 esclavos propiedad de los más ricos, fueron sacados a punta de pistola de sus casas y agrupados en campos, a menudo con lo puesto. Los soldados asaltaban las granjas y, a punta de bayoneta, conducían a las familias a las reservas», completa Doval.


    Durante aquella marcha, los nativos recorrieron más de 1.300 kilómetros a pie hasta la reserva que se les había asignado. Un camino que, por las malas condiciones que se tuvieron que soportar, fue conocido como «Sendero de lágrimas». Hambre, frío, enfermedades... El ejército no tuvo piedad y a los militares solo les importó cumplir su misión.


    «El número de personas fallecidas ha sido objeto de diferentes estimaciones. El gobierno federal hizo un recuento en su momento de 424 muertes; un doctor estadounidense que viajó con una partida calculó unos 2.000 fallecimientos en los campos y otros 2.000 en el tren; su total de 4.000 muertes permanece como la cifra más aceptada. Los cheroquis no dejaron de cantar “Amazing Grace” (“Gracia Increíble”) para levantar la moral. Se escribieron las letras en el idioma cheroqui y la canción se convirtió en una especie de himno nacional para el pueblo cheroqui», finaliza el experto.


    Andrew Jackson: el presidente genocida y populista cuyas políticas exterminaron a miles de indios cherokees
    raolbo dio el Víctor.

  5. #5
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    La deleznable y falsa «batalla» en la que el Séptimo de Caballería asesinó a decenas de bebés indios

    El 29 de diciembre de 1890, este regimiento asesinó a sangre fría a más de 300 hombres, mujeres y niños que habían intentado huir de una reserva de nativos


    El Séptimo de Caballería es recordado por batallas como la de Little Bighorn (arriba)

    Manuel P. Villatoro - ABC_Historia

    Una unidad heroica cuyos soldados no titubeaban cuando se les ordenaba lanzarse a la carga contra un grupo innumerable de indios. Gracias a los largometrajes de Hollywood, así es como vemos en la actualidad al popular Séptimo de Caballería. Un regimiento norteamericano que fue creado a mediados del siglo XIX para –en plena expansión hacia el Oeste de los Estados Unidos a costa de la tierra de los nativos- defender las fronteras entre los estados de los «blancos» y los de los «pieles rojas». Sin embargo, y a pesar de que la pequeña pantalla nos ha transmitido que esta unidad era un ejemplo del respeto hacia los indígenas, la realidad era bien distinta. Y es que, sus soldados cometieron todo tipo de excesos contra este pueblo. El 29 de diciembre de 1890 se sucedió, precisamente, uno de los más famosos cuando un destacamento de estos jinetes asesinó a sangre fría a casi 300 siouxs -la mayoría mujeres y niños desarmados- cerca del arroyo de Wounded Knee, en Dakota del Sur. El acto suscitó tal vergüenza que fue «vendido» por el gobierno como una batalla decisiva para detener una presunta revolución.


    La explicación de cómo se sucedió esta triste masacre, así como las causas que la provocaron, es uno de los múltiples temas que se pueden leer en «Pieles Rojas. Encuentros con el hombre blanco» (Edaf, 2015), el último trabajo de Victoria Oliver -Doctora en Geografía por la Universidad Complutense-. El libro es, en esencia, un estudio pormenorizado de los encuentros que las más de 200 tribus americanas tuvieron con el hombre blanco desde que Colón pisó el Nuevo Mundo en 1492. «En EE.UU. hay miles de libros sobre tribus americanas, pero en España casi nada. Mi obra habla del encuentro de los exploradores con los “pieles rojas”. Es un libro de historia que muestra como los exploradores y los pioneros iban descubriendo las tribus. Cada capítulo se corresponde con una región de América y explica, por orden cronológico, los momentos en que los conquistadores se toparon con los lugareños», determina la autora en declaraciones a ABC.


    Edaf

    A pesar de que el cine nos ha vendido que la conquista del «Far West» se realizó hace siglos y siglos, la realidad es que comenzó a materializarse hace apenas 200 años. Sus orígenes se remontan a la época en la que Napoleón Bonaparte fue desterrado a la isla de Elba tras ser vencido en Waterloo. Aquellos días de 1815, décadas después de que los primitivos Estados Unidos se independizasen de Inglaterra a base de fusil y cañón, fueron en los que el país comenzó a expandirse por el norte de América a costa, en primer lugar, de España (a la que se le compró Florida en 1819). Posteriormente, allá por los años 30, el presidente Andrew Jackson puso sus ojos en las tierras del oeste de Norteamérica, unas extensas llanuras que podían ser cultivadas y aprovechadas por los nuevos colonos que llegaban desde Europa ansiosos de asentarse en el Nuevo Mundo.


    Lo cierto es que el presidente sabía lo que se hacía, pues aquel territorio prometía dinero fácil. «Las tierras despertaban la admiración, envidia y codicia de los anglosajones, ya que no solamente eran extensas, sino fértiles y ricas tanto para el cultivo como para la ganadería. […] Para muchos estadounidenses el territorio se encontraba desaprovechado y era improductivo, por lo cual era necesario que el pueblo norteamericano se expandiera e hiciera un efectivo uso de esas tierras. El derecho natural blanco al uso de esa tierra estaba muy arraigado», explica la historiadora María del Rosario Rodríguez Díaz en su obra «A. Jackson. La conquista del Oeste y la regeneración india». Todo aquel frenesí colonizador se terminó acrecentando todavía más en los años posteriores cuando se corrió la voz de que, en algunas regiones indígenas, se había encontrado oro y todo tipo de minerales. El hecho movilizó a miles de «hombres blancos».


    Con todo –y para desgracia de los norteamericanos- el Oeste era habitado por sus originales pobladores: los indios. Un pueblo formado por decenas y decenas de tribus a las que no les hizo demasiada gracia compartir sus tierras con los nuevos pobladores. «Los indios de las grandes llanuras y de las montañas rocosas ofrecían un obstáculo formidable contra el establecimiento de los blancos. Los más fuertes y guerreros de las tribus eran: los sioux, los pies negros, los crow, los cheyenne y los arapahoe en el norte; los comanches, los kiowa, los ute y los cheyenne, los apaches y los arapahoe del sur. Eran jinetes veloces, admirablemente armados y que vivían de los millones de búfalos que vagaban en libertad», explica Jaime Márquez Morant –Graduado en Historia por la Universidad de Málaga- en su investigación «Historia de los Estados Unidos de América en el SXIX».

    Una deportación masiva


    Pero los norteamericanos ya habían decidido que, tarde o temprano, aquellas vastas llanuras serían suyas. Así pues, y tras la llegada de Jackson a la poltrona, comenzó la expansión (primero sutil y luego masiva) de los colonos americanos hacia el Oeste del país. En los años siguientes, por lo tanto, ambas culturas tuvieron que convivir juntas. La relación, como cabía esperar, no terminó siendo agradable.
    Así lo demuestra el que el presidente estableciera en el Congreso que los nativos –a los que consideraba bárbaros y salvajes- se encontraban por debajo de los blancos a nivel social y legal (aunque por encima de los negros). Entendiendo que no se merecían las tierras que el destino les había regalado, comenzó una campaña para expulsarles hacia regiones ubicadas todavía más al Oeste. «En 1830 se promulgó la “Removal Bill”, la ley de Remoción de Indios, por medio de la cual se disponía su traslado a reservas asignadas, donde podrían vivir y desarrollarse de acuerdo a sus costumbres», añade la experta en su obra.


    Según explicó el presidente, aquello se hacía para favorecer que la cultura india no se perdiera y pudiera practicarse en regiones acotadas. Estas, por descontado, solían ser menos fértiles y ricas en minerales que las que ya poseían. Sin embargo, la realidad era bien diferente, pues lo que se pretendía era legalizar la expulsión de los nativos de sus tierras y que, a través de las mismas, pudieran cruzar miles de colonos. Por otro lado, y además de las deportaciones, el Gobierno también recurrió a los tratados legales para obtener las tierras en las que creía que había oro o cuya importancia era determinante para establecer una ruta mercantil. Y, si esto no funcionaba, entonces se expropiaba por la fuerza. Todo valía para arrebatar las tierras a sus legítimos propietarios. «Si no funcionaban la presión y el soborno, entonces se dividía el territorio indio en asignaciones privadas individuales. Se comprendía bien que con ellas se les restaría fuerza a las organizaciones indias y los terrenos pronto pasarían a manos de los anglosajones», explica Rodríguez.


    Un indio sostiene la cabellera de un soldado fallecido- Wikimedia

    Cuando todo aquello fallaba, comenzaba la expulsión mediante los fusiles o las amenazas, algo a lo que muchas tribus indígenas terminaron por responder con las armas. A partir de entonces, muchos grupos de nativos se dedicaron a acabar con la vida de todo hombre, mujer o niño anglosajón que pisaba sus tierras. Y todo ello, de una forma cruel. «Solían escalpar (quitar la cabellera) a los muertos y, además, eran famosos por matar lentamente a sus enemigos», determina Oliver. Para cuando llegó 1835, aquella barbarie ya había hecho mella en el Este de los Estados Unidos. Así lo demostró el mensaje que envió ese mismo año Jackson a sus conciudadanos: «Todos los anteriores experimentos para mejorar las condiciones de los indios han fallado. Ahora parece confirmarse el hecho de que no pueden vivir en contacto con una comunidad civilizada y próspera. Épocas de infructuosos esfuerzos nos han llevado al convencimiento de este principio para la intercomunicación con ellos».

    El odio a los indios se generaliza

    Con el paso de los años el Oeste no fue el único territorio que contribuyó al ensanchamiento de Norteamérica. Un claro ejemplo fue la unión en 1845 de Texas (independiente de los Estados Unidos desde 1838) y, posteriormente, la anexión de varias regiones de México. Dos décadas después, entre 1861 y 1865, este expansionismo se vio frenado por la llegada de la Guerra Civil entre los estados del Norte y los del Sur. Sin embargo, tras la finalización de esta contienda, las ansias de conquista volvieron de una forma renovada. Y es que, tras lograr la adhesión de algunos territorios de la costa oeste del país como Oregón, el gobierno se percató de que la región india se interponía en la comunicación de los dos extremos del país. Norteamérica, por tanto, se dispuso a conquistar aquella zona nativa -ubicada en el centro del continente- y encerrar en reservas a todos los nativos que aún se hallasen en libertad.


    Territorio EEUU (gris); territorio indio (verde)- YouTube

    Este deseo de conquista se vio favorecido por la aparición de oro en las montañas de Dakota, territorio que había sido cedido, en principio, a la tribu sioux por ser sagrado para sus miembros. Cuando el vil metal está de por medio, no hay trato que valga, que debieron pensar los miembros del gobierno norteamericano. Por su parte, y hasta el penacho de plumas de verse asediados una y otra vez por el «hombre blanco», algunos nativos se armaron creando grupos de resistencia. El más famoso de ellos fue el que estuvo al mando de Caballo Loco, un líder cuyo valor era reconocido por todos sus iguales. «Hasta el año 1861, los indios habían sido relativamente pacíficos, pero es en ese año cuando vieron sus territorios de caza invadidos por frenéticos y crueles mineros que llegaban en millares. A esto debemos añadir la llegada de colonizadores blancos y el trato poco satisfactorio que les daba el gobierno», completa el historiador en su dossier.


    Una vez más la violencia se generalizó. Los indios se armaron y, a base de arco, flecha y tomahawk, se dispusieron a rechazar al enemigo. Sin embargo, en este caso Estados Unidos reaccionó creando unidades como el Séptimo Regimiento de Caballería. Alumbrado en 1868, a este grupo de militares se le asignó el objetivo de proteger a los anglosajones en la frontera entre Estados Unidos y las regiones nativas. Un fin heroico que, para desgracia del gobierno americano, se vio manchado por los múltiples actos desalmados que cometieron sus componentes contra la población indígena. Todos ellos, por cierto, ordenados por su líder, George Armstrong Custer (un inepto militar que, además de sádico, se graduó el último de su promoción en la academia de West Point). Este oficial se hizo rápidamente famoso por sus ataques al amanecer en contra de poblados de indígenas y por no dejar que ninguno de sus enemigos (ancianos, mujeres y niños en muchos casos) escapase con vida. Un mal menor, que pensaban sus superiores, si con ello tenían garantizado expulsar a sus enemigos de allí y deportarles a las reservas.


    Custer y el Séptimo de Caballería- Wikimedia

    En 1876 este abyecto militar se encontró con la horma de su zapato cuando, mientras asaltaba lo que -según creía- era una pequeña aldea india, tanto él como sus hombres perecieron ante un innumerable ejército enemigo. Aquella masacre (conocida como la de Little Bighorn por el lugar en el que se celebró) hirió profundamente el orgullo de los estadounidenses y provocó que aumentase todavía más el odio contra los ya vilipendiados indios. «Después del desastre de Little Bighorn y de la derrota del general Custer, los Estados Unidos quedaron traumatizados. El ejército, como respuesta, empezó a acosar a las tribus indias con tal contundencia que, al año siguiente, la mayoría acabaron en reservas. En ellas, los nativos vivían en condiciones miserables por lo que, siempre que podían, se escapaban para
    hacer la guerra contra los blancos por su cuenta», explica, en declaraciones a ABC Oliver.

    La «Danza de los espíritus»


    A pesar de la victoria de Little Bighorn, la presión militar del ejército de los Estados Unidos acabó diezmando a la tribu de Caballo Loco. Este, sin otro remedio, tuvo que rendirse en 1877 y, por primera vez en toda su vida, aceptar un pacto con el «hombre blanco» según el cuál sería recluido en una reserva. Con todo, los americanos tenían otros planes para supersona. «Sospechaban de él y, a pesar de que estaba confinado y no tenía capacidad de actuación, decidieron eliminarlo. Para ello, le convocaron a una reunión en Fort Robinson (en Nebraska) con la intención de asesinarle. Él se presentó, en principio, sin recelo, pero pronto descubrió que le habían preparado una encerrona. Entonces se rebeló contra sus captores mientras le sujetaban y gritó “Otra trampa de los blancos, dejadme morir luchando”.

    Al final, un soldado le clavó su bayoneta por la espalda. Murió esa misma noche», añade la historiadora española a este periódico.


    En palabras de Oliver, los siouxs se entristecieron tanto por la muerte de su líder que adoptaron una nueva religión conocida como la «Danza de los Espíritus». Predicada por un chamán de Nevada llamado Wowoka, esta creencia se basaba en realizar un baile milenario que, según decían los brujos, podía hacer volver a los muertos del otro mundo. «Wowoca llegó a vivir desde pequeño en una granja con una familia cristiana y blanca. Después, y sin saber por qué, regresó con su tribu en la reserva del Valle Mason (también en Nevada). A los 30 años tuvo una enfermedad que le provocó severas alucinaciones el día de año nuevo. Durante aquella enfermedad, Wowoca dijo que Dios había hablado directamente con él para decirle que los indios estaban destinados a dominar la Tierra y que los búfalos regresarían a las campiñas. Sin embargo, para ello todos los nativos debían bailar una danza solemne. Según Wowoca, tras el baile los espíritus de sus antepasados entrarían en sus cuerpos y les harían inmortales a las balas», destaca la experta.


    Varios indios bailan la «Danza de los espíritus»- Wikimedia

    Los sioux (la mayoría ubicados en la reserva de Standing Rock –Dakota del Sur-) fueron añadiendo a esta religión un toque más bélico con el paso de los años. Uno de los más drásticos fue el instaurado en los años 80, pues por entonces esta tribu afirmaba que los bailarines tenían que comprometerse a asesinar a los blancos para que los antepasados entraran en sus cuerpos. Con todo, esta variación no fue la más sanguinaria. «En aquella reserva había también un jefe llamado Alce Moteado que le añadió otras particularidades a la danza. Una de ellas era que las viudas debían morir bailando para que los espíritus de sus maridos volvieran a la vida y luchasen por su pueblo», determina Oliver. Todas estas creencias no tardaron en llegar a los oídos del Ejército de los Estados Unidos, que decidió hacer válida aquella frase tan repetida por entonces de «el único indio bueno es el indio muerto» atrapando al líder de la reserva para dar ejemplo. Este no era otro que Toro Sentado, famoso por su arrojo y por ser uno de los compañeros de Caballo Loco.


    El 15 de diciembre de 1890, el ejército se dispuso a arrestar a Caballo Loco dentro de la reserva para, posteriormente, interrogarle en dependencias militares. «Esta misión corrió a cargo de una policía india nativa seleccionada de entre gente muy leal al gobierno. Los encargados fueron 43 agentes indios que, seguidos a cierta distancia de un destacamento de soldados, llegaron a la choza de Toro Sentado y le pidieron que se entregase», destaca Oliver. Sabedor de que poco podía hacer ante los agentes, el líder (de unos 60 años y con pocas ganas de iniciar una revuelta) se entregó. Sin embargo, cuando el destacamento salió de la cabaña del nativo, se dio de bruces con una turba formada por siouxs dispuestos a enfrentarse con ellos para evitar la marcha de su jefe. «Cuando Atrapa al Oso, uno de los indios alborotados, hirió a un policía, un agente disparó a Toro Sentado en la cabeza. Entonces se inició un combate que se cobró la vida de ocho indios y otros tantos militares», destaca la experta.

    La huida de Alce Moteado

    Cuando las barbas de tu vecino veas cortar… Todos conocemos el dicho. Y es seguro que el jefe Alce Moteado (apodado Bigfoot o Pie Grande) también pues –a la vista de que el gran guerrero Toro Sentado había fallecido de aquella cruel forma- decidió reunir a sus seguidores y poner sus pies descalzos en polvorosa el 15 de diciembre de 1890. Su objetivo, así como el de los aproximadamente 400 nativos que partieron con él (la gran mayoría mujeres y niños pequeños), era llegar hasta la reserva de Pine Ridge para ponerse bajo la protección de Nube Roja. Este era otro de los grandes guerreros indios que, entre 1866 y 1868, había presentado batalla (y vencido en varias ocasiones, todo sea dicho) al ejército de los Estados Unidos en Wyoming y Montana. Pero esta era una huida que el Séptimo de Caballería no estaba dispuesto a tolerar. Así pues, horas después de conocer la noticia una unidad de este regimiento partió para interceptarlos.


    James Forsyth- Wikimedia

    «Tras tres días de marcha [el 28 de diciembre] los soldados encontraron a esa partida de indios», explica el historiador y periodista Jesús Hernández en su obra «Las 50 masacres de la historia». Los perseguidores no eran más que un destacamento de jinetes dirigido por el Mayor Whitside, pero con eso bastó para asustar a los indefensos nativos y obligarles a ser escoltados hacia una posición ubicada cerca del río Wounded Knee. Una vez en la zona se les ordenó que acampasen y que preparasen sus armas, pues deberían entregarlas al día siguiente. Tras ello, y según les dijeron, serían llevados hasta un tren que los deportaría a Oklahoma, en Nebraska. «Esa misma noche llegó el coronel James Forsyth con el resto del Séptimo de Caballería e instaló cuatro cañones ametralladores en las cercanías», explica Oliver. El 29 de diciembre de 1890, en una mañana fría repleta de nieve, los soldados se dispusieron a desarmar a los nativos. Una turba que, aunque podía parecer peligrosa, apenas contaba con hombres armados.

    Una cruel masacre

    Con los esperados refuerzos cubriéndoles las espaldas (así como las cuatro ametralladoras pesadas) el Séptimo Regimiento de Caballería entró el 29 de diciembre en el campamento temporal que los indios habían levantado en Wounded Knee. Tras los pertinentes saludos (más ceremoniales que por respeto) los soldados solicitaron a los nativos que entregasen cualquier arma que tuvieran en su poder. Los tensos indígenas accedieron... ofreciendo a aquellos «hombres blancos» apenas 38 fusiles. Un número irrisorio para defender una muchedumbre como la que allí se reunía. El truco no surtió efecto. Al instante, los militares se adentraron en lo más profundo del recinto y, espadas y pistolas en ristre, se dispusieron a buscar entre las pertenencias de aquellas personas cualquier utensilio que pudiese ser usado en su contra. Sus sospechas se materializaron enseguida al descubrir todo tipo de hachas, escopetas y filos entre sus aperos y dentro de sus cabañas. La situación se ponía peliaguda por momentos.


    Fue en ese instante de tensión cuando saltó finalmente la chispa que detonó el barril de pólvora (esto es, la paciencia de los militares).
    «Se cuenta que, durante el registro, un indio sordo llamado Coyote Negro comenzó a forcejear con un militar para que no le quitase su rifle debido a que era una auténtica reliquia de familia. En ese forcejeo, al parecer, el rifle se disparó», explica Oliver. Como era de esperar, el tiro acabó con la paciencia de los soldados, que se pusieron en guardia, desenfundaron e iniciaron un tiroteo en el que las ametralladoras del Séptimo de Caballería dieron buena cuenta de una gran cantidad de mujeres, niños de todas las edades (incluso recién nacidos) y, en último término, hombres. Por su parte, algunos nativos devolvieron las balas, aunque en una cantidad irrisoria. No hubo tregua ni se atisbó bondad. La caballería modélica de Norteamérica no se apiadó de los indefensos presentes.


    Los soldados, junto a las ametralladoras usadas en la matanza- Wikimedia

    Cuando cesó el fuego y se disipó el humo de los disparos la situación era dantesca. Así la describió posteriormente el jefe Caballo Americano: «Había una mujer con un bebé en sus brazos que fue asesinado. Una madre fue derribada con su bebé; el niño sin saber que su madre estaba muerta trataba de llamarla. Las mujeres que huían con sus bebés murieron juntas. Dispararon a través de la mayoría de ellas. Posteriormente los soldados gritaron que todos los que no estuvieran muertos se presentasen ante ellos y que estarían a salvo. Muchos niños pequeños salieron de sus lugares de refugio y, tan pronto como llegaron hasta los soldados, fueron masacrados allí mismo». El jefe Pie Grande tampoco salvó la vida. Fue asesinado en su tienda mientras se recuperaba de un pulmonía que le había postrado durante todo el viaje.


    Aunque las cifras varían, Oliver es partidaria de que aquella jornada fallecieron 90 indios, así como 200 mujeres y niños. 51 quedaron, a su vez, gravemente heridos. En cuanto a los soldados, dejaron este mundo 25 y 39 fueron heridos. La mayoría, curiosamente, por el fuego de sus propios camaradas desde retaguardia. La situación se agravó con la llegada de la noche. «Aquella noche, una tormenta de nieve cubrió la pradera y muchos de los indios heridos que todavía yacían en el suelo murieron en la oscuridad a consecuencia del frío», explica, en este caso, Hernández. El Séptimo de Caballería, por su parte, custodió a todos los supervivientes que pudiesen andar hasta Pine Ridge, a donde llegaron horas después con 4 hombres y 47 mujeresy niños. Todos ellos, dañados de una forma u otra. Según se cuenta, cuando los nativos fueron atendidos en la iglesia, pudieron leer un irónico letrero con la siguiente leyenda: «Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad».



    Fosas excavadas en el lugar de la masacre- Wikimedia

    En los días posteriores, después de que un temporal atacase la zona, la prensa logró acceder a Wounded Knee y ver con sus propios ojos cientos de cadáveres todavía sin enterrar. Y es que, aunque el Séptimo de Caballería había intentado ocultar las pruebas de lo sucedido, sus unidades de «limpieza» todavía no habían podido acceder a la región. No se pudo hacer nada para evitar que se fotografiasen los cuerpos congelados por el frío invernal. Sin saber como actuar, el Ministerio de la Guerra norteamericano decidió afirmar que el ejército se había limitado a responder con las armas a un levantamiento militar sioux. «Aunque en principio se acusó a James Forsyth de actuar con “ciega estupidez y conducta criminal” y se le destituyó, finalmente el Gobierno presentó la matanza como un levantamiento y una batalla épica. No solo eso, sino que se le concedió la medalla de honor a los soldados que más indios mataron aquel día», añade la experta en declaraciones a ABC.



    Cuatro preguntas a Victoria Oliver



    1-¿Se sabe cómo reaccionó el Séptimo de Caballería cuando se supo la noticia de la masacre?



    Se mostraron orgullosos de haber vengado a sus compañeros muertos en Little Bighorn. El problema es que se generó una gran controversia porque era difícil hacer creer a la opinión pública que aquello había sido una batalla. Pero se logró parcialmente.



    2-¿Hasta que punto fue grave el maltrato de los nativos por parte del ejército americano?



    En el Siglo XIX la represión que hizo el ejército norteamericano de los indios fue terrible. Hay que tener en cuenta que en 1890 estamos hablando de un ejército moderno y democrático, pero antes, cuando no lo era, fue todavía peor. Los indios habían sido tan crueles que el ejército sentía un gran odio hacia ellos. Era relativamente normal. Al haber tanto odio, todo se justificó. Se llegó a decir que el único indio bueno era el indio muerto. Y estas frases eran aplaudidas.



    3-¿Existen muchas investigaciones sobre las tribus indias en España?



    En EE.UU. hay miles de obras sobre tribus americanas, pero en España casi nada. Mi obra habla del encuentro de los exploradores con los pieles rojas y sus diferentes tribus. Los que lean el libro van a encontrar una investigación seria. Lo he escrito igual que si hubiera escrito sobre los griegos, los egipcios o los íberos. Al decir pieles rojas se piensa en literatura, pero lo he hecho con total seriedad y mediante fuentes inglesas de la época (para los territorios de Virginia y Massachusetts), españolas (cuyos cronistas estuvieron en el sur de Estados Unidos) y franceses.



    4-¿Quién “sale ganando” en su libro, los nativos o los colonos?



    He intentado ser absolutamente objetiva en mi libro. He hablado bien y mal de los europeos y de los indios.


    Wounded Knee: La deleznable y falsa «batalla» en la que el Séptimo de Caballería asesinó a decenas de bebés indios




  6. #6
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    EL AGUA Y EL DESARROLLO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN. Por Patricio Lons



    EL AGUA Y EL DESARROLLO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN


    Cuando se formulan planteos indigenistas en América o los separatistas en Europa, todos impulsados por fuerzas exógenas, solo se hacen desde una visión de un presente perpetuo, sin plazos de miras y sin dar un paso más en el pensamiento, sin mirar hacia adelante y hacia atrás, dejando de lado las causas y desconsiderando las consecuencias, sin analizar intenciones de terceros ni egoísmos personales o de grupo.

    Por Patricio Lons





















    Y para lanzar una opinión de este tipo, por el solo hecho de tener boca, no se tienen en cuenta aspectos anteriores a considerar, algunos tan básicos como entender que sin ingeniería hidráulica no existe posibilidad alguna de civilización. Sin estas obras, que les llegaron desde la otra península, Iberia sería un conjunto de tribus dispersas; a estas alturas, estarían posiblemente islamizadas y el mundo se hubiese mantenido sin conectar los continentes por muchísimo tiempo más.


    Para decirlo más simple, sin agua no hay alimentos abundantes para una población en crecimiento, ni hábitos de limpieza, ni salud suficiente para un grupo humano. Y sin ellos, no hay cultura ni mucho menos, civilización. Sin agua no hay crecimiento poblacional. En síntesis, no hay pueblos, apenas tendríamos unas pocas tribus de carpetos y vetones, de numantinos y otros celtíberos diseminadas aquí y allá junto a las fuentes de agua, las que podrían ser objetos de disputas y no de progreso humano.
    ¿Qué sería de España y de Europa sin el desarrollo y la construcción de obras que regulen las fuentes de agua? No existirían como tales, se habrían mantenido en estado salvaje y se hubiesen producido invasiones vikingas por un par de siglos más.
    Roma con sus leyes y acueductos modernizó y civilizó a la península ibérica. Y como naciones adultas, España y Portugal no andan por la vida lamentándose de la "ocupación" romana. Como tampoco Nápoles y Dos Sicilias no se lamenta de la "ocupación" aragonesa, es más, todavía muchos napolitanos y sicilianos reivindican su pasado como “españoles mediterráneos” del Regno de Due Sicilie o de la “Sicilia aragonesa”, incluso hoy la familia real de los Borbón de Dos Sicilias, son respetados y considerados en el sur de Italia. Ni escuchamos a Alemania reclamar nada por haber sido civilizados por el Imperio Romano ni por haber tenido a un emperador como Carlos V de Habsburgo. Tanto valoró Alemania su pasado, que mantuvo el Derecho Romano hasta principios del siglo XX. No vemos a los ocho pueblos franceses reclamar una división de París, por el contrario, están orgullosos de pertenecer a una potencia como Francia. Ni a los länders alemanes quejarse de la unidad de sus territorios llevada adelante por Prusia.
    Los pueblos adultos aprenden del transcurrir de la historia sin llevarse pañuelos a los ojos ni quejarse mucho de su pasado; por lo general lo miran como glorias de su civilización. En los últimos siglos, Francia y Alemania tuvieron muchas guerras y enfrentamientos entre ellos y hoy los vemos como un bloque político y económico fortalecido por su mutua ayuda y comprensión. En la actualidad, el eje europeo es Berlín-París; las capitales de los otrora imperios en pugna, han fortalecido una alianza que ya lleva tres generaciones.
    ¿Cuándo entenderemos en América que si seguimos favoreciendo las políticas de separación indigenistas promovidas desde Londres y con el silencio cómplice de nuestros políticos, terminaremos desapareciendo de la historia con nuevas secesiones territoriales que solo favorecerán a los apetitos de los bancos y las mineras y petroleras de Londres?
    Dejemos el llanto por la leche derramada.
    España aumentó la población de nuestros pueblos, pues nos trajo el manejo del agua y el desarrollo agrario, nos aportó el 90 % de la dieta cárnica y cerealera y los aborígenes sumaron a la civilización humana alimentos como el maíz, tomate, vainilla, chocolate, ají, girasol. España llevó a los pueblos de América del Neolítico a la Edad Moderna, nos convirtió de tribus a estados. Y salvó a los indígenas de su extinción al terminar con la escasez de agua y con las prácticas de la antropofagia y de los sacrificios humanos.
    Solo la unión de nuestras múltiples capacidades en un mismo espíritu civilizador, nos hará fuertes. No pensemos en separarnos, la disgregación no construye nada. Por el contrario, centremos nuestros esfuerzos y pensamientos en un Gran Eje Hispanoamericano desde Filipinas hasta Madrid.
    Por eso, no hay que expresar palabras como fruto desagradable de una incontinencia verbal, sino que debemos expresar pensamientos propios del sano, pausado y meditado ejercicio de la inteligencia que Dios nos dió. Digamos palabras, ideas que partan desde el alma de nuestra civilización para la recreación de nuestra identidad, en la tierra…y en el agua.




    .: EL AGUA Y EL DESARROLLO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN. Por Patricio Lons
    Vainilla y Trifón dieron el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
    𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘

  7. #7
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Chica japonesa se lleva un chasco visitando la "Ciudad de la Luz".





    "Is this Africa?" - Japanese Girl goes on Paris vacation for her VLOG, can't believe her Eyes


    Publicado el 20 mar. 2016


    A Japanese girl goes on vacation to France to document her experiences. Her intention: Showing the atmosphere and exploring some of the romantic Stereotypes of the iconic city. Instead she got what appeared to her like a run-down African ghetto mixed with Arabic and Asian ambience. Coming from a nation with very little immigration, she was very surprised when she barely saw any French people - in Paris, the capital of France! She jokes about having ended up in the wrong country, as she feels like transported to "faraway lands" - but not France.

    Like in many European nations, like England or Sweden, the French are now the minority in their own capital. In some districts of large European cities, children of migrants now make up up to 80% of newborns. In Tibet, the liberal Left calls Chinese mass immigration displacing the Tibetan culture and people genocide - in Europe it's called "diversity" and "progressive".

    Europeans are robbed of their homeland while the liberal Left, under Zionist control, ironically destroys the diversity of European nations in the name of multiculturalism and creating, as many globalists envisioned it, the "United States of Europe". If current trends of mass forced immigration, lack of assimilation, low birth rates among Europeans and blind acceptance of the influx of radical Islamists and young, military age men dubbed "refugees" continues, the future of the continent will be devoid of culture, reverted to a primitive state and inhabited by Africans, Arabs and Asians.

    The destruction of the European people and their heritage is the greatest genocide in human history - yet you are silenced, sometimes by law, if you mention it.







    https://www.youtube.com/watch?v=JfkDzXuWhkk

  8. #8
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    El Imperio Británico no ha sido forjado con sedas y bombones, sino empleando la mayor dureza frente al sufrimiento de los otros hombres que conoce la historia universal. -- ORTEGA Y GASSET
    ReynoDeGranada y Trifón dieron el Víctor.

  9. #9
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    El tétrico origen del Black Fraday









    El Viernes Negro (Black Friday) se remonta a la época de la esclavitud en los Estados Unidos. Y aunque hoy es un canto al capitalismo, en el fondo está bañado de sangre.

    La historia es tétrica. Era precisamente el día después de Acción de Gracias, cuando los comerciantes de esclavos los vendían con descuento para que los propietarios de las plantaciones contaran con más bazos para el próximo invierno, de ahí viene el nombre.

    Cuando la esclavitud fue abolida, en la práctica, se toleró en la región de Mississippi durante la década de 1870. Los ex propietarios de esclavos crearon un resquicio legal como una forma de continuar la esclavitud de alguna manera. Ya no se vendían esclavos pero se subastaban a los “trabajadores” negros que igualmente se seguían necesitando para las labores de invierno.











    https://somatemps.me/2016/11/27/el-t...-black-fraday/
    Vainilla y Trifón dieron el Víctor.

  10. #10
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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Historia

    La contaminación no es un tema racial

    Desde que desarrollé mi antipatía al capitalismo empecé a ver que muchos de los problemas del «tercer mundo», son efectivamente problemas de capitalismo mal manejados, justamente por ser países periféricos. Uno de estos problemas es la «Contaminación». Es un cliché ver como la altrait o los “fachos” racialistas ponen fotos de la India o países Africanos llenos de basura y luego se jactan de como los blancos son superiores, y miren que cochinos los otros. Si señor, al parecer a la gente de la India o de Egipto simplemente les encanta vivir en la mierda, no pueden evitarlo, sus genes así lo dictan. Cuando veas una foto del Ganges lleno de basura y gente bañándose en este, no pienses que son victimas de la contaminación y que el problema se les escapa de las manos, sino que es que les encanta, por razones genéticas. La raza blanca sin embargo es naturalmente limpia, pulcra y ordenada, nunca se bañaría en un río sucio, mucho menos dejaría que algo así sucediera. Estas actitudes son típicas, ya que después de todo, el racismo o mas bien el narcisismo racial no es mas que comparar lo mejor de la raza propia con lo peor de las demás, y estás comparaciones siempre son atrevidas, pues siempre son ignorantes.




    Seguro le encanta


    Pero el tema de la contaminación no tiene que ver con razas o genes, es un problema político. Un problema que los Europeos también tuvieron y vivieron de maneras similares a lo que se ve en el tercer mundo hoy, con una diferencia fundamental que veremos mas adelante.

    En Europa se vieron cosas similares, sino iguales, durante los inicios de la revolución industrial. Por ejemplo en Londres ocurrió el famoso “Great Stink” en 1858 donde la contaminación en el Támesis generaba unos hedores pútridos en la ciudad y un sin fin de enfermedades, la situación era tan grave que el parlamento tenía que llenar de cal sus cortinas para reducir el hedor.




    Representación de la época acerca del Támesis


    Cuatro años antes había ocurrido el brote de cólera de Broad Street en el distrito de Soho en Londres. Este brote se dió porque Soho había acumulado una vasta cantidad de basura e inmundicia debida “al gran influjo de gente y falta de servicios sanitarios apropiados”.

    Uno de los grandes problemas de la contaminación del Támesis era que la gente, por costumbre, se seguía bañando en él, lavando su ropa y hasta tomando su agua.

    Pero no hay que esperar a la revolución industrial para ver que los Europeos no eran los paragones del orden publico y la limpieza que nos haría creer el verlos ahora. Por ejemplo en la biografía escrita por Claire Tomalin sobre el administrador de la marina inglesa del siglo XVII, Sam Pepys se observa que: “toda casa quemaba carbón…el humo de las chimeneas hacía que el aire fuera oscuro, cubriendo cada superficie con mugre….La gente en Londres escupe negro.”.

    No solo el aire, sino las calles también estaban contaminadas y llenas de inmundicia. Fernand Braudel en “The Structures of Everyday Life” nota que hasta bien avanzado el siglo XVIII “Cerdos eran criados con libertad en las calles y las calles estaban tan sucias y lodosas que tenían que ser cruzadas en zancos.”. Lawrence Stone en “The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800” nota que los carniceros ingleses tiraban los restos de los animales a las calles y que animales muertos eran dejados a pudrirse y descomponerse donde estaban, nadie los limpiaba o recogía. Stone también hace notar que -y esto es particularmente importante si alguna vez te has burlado de los Hindúes por cagar en la calle- “grandes cantidades de excremento humano eran arrojados a la calle en la noche, también eran arrojados a las carreteras y caminos”. Gente como Waldo Emerson observó que “nadie en Inglaterra usa blanco porque es imposible mantenerlo limpio”.

    Situaciones y descripciones como estas no son exclusivas de Inglaterra, ciudades en Francia y Alemania presentaban situaciones similares, como deja ver la graciosa anécdota de la reina Ana de Austria diciendo sobre Paris que “es un lugar horrible con un espantoso hedor. Las calles son tan mefíticas que uno no puede permanecer en ellas debido al hedor de carne y pescado podrido y por una muchedumbre de gente que orina en ellas”.

    Todo lo anterior no es para demonizar a los ingleses o europeos en general, sino mostrar que todos los pueblos tienen problemas de sanidad y contaminación justamente por problemas de urbanismo, organización política y por falta de sanidad publica, pero eso no es todo, muchos de estos problemas se dan por la gente siguiendo sus costumbres ancestrales como bañarse en ríos o tirar desechos a la calle pues estos eran eventualmente absorbidos por la naturaleza, tanto los europeos como no europeos hacían estas cosas . La gran diferencia entre Europa y los demás es primero que en Europa estos procesos contaminadores se dieron en Estados fuertes y establecidos que podían actuar decisivamente en grandes proyectos de obras publicas, no en republiquetas o países inestables. Segundo, en Europa se dieron paulatinamente, poco a poco, hoy día tienes a la Coca Cola o la empresa que sea con unas economías de escala y capacidad de producción industrial (y de contaminación) totalmente desarrolladas y listas para ser desplegadas en cualquier momento. Es decir, en la periferia estamos con mucha menos capacidad de respuesta política ante el problema al mismo tiempo que nos enfrentamos con empresas mucho mas grandes con procesos de producción mucho mejor desarrollados que antes.

    Nadie quiere ni le gusta vivir lleno de basura, la gente que así lo hace padece de contaminación no es algo que les de igual, pero la solución a la escala del problema actual se escapa de cualquier esfuerzo individual y mientras al imperio realmente existente lo que le interese es la producción y acumulación de capital seguirá ignorando el problema y pagando para que los gobiernos endebles de esas áreas sigan ignorando el problema. Solo un imperio puede arreglar esta situación, pero parece que no es el actual el que lo hará.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.mundorepubliqueto.com/20...n-tema-racial/
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    El engaño con el que EE.UU. ocultó la mayor vergüenza del Séptimo de Caballería

    El 29 de diciembre de 1890, este regimiento asesinó a sangre fría a más de 300 hombres, mujeres y niños que habían intentado huir de una reserva de nativos

    Manuel P. Villatoro


    Una unidad heroica cuyos soldados no titubeaban cuando se les ordenaba lanzarse a la carga contra un grupo innumerable de indios. Gracias a los largometrajes de Hollywood, así es como vemos en la actualidad al popular Séptimo de Caballería. Un regimiento norteamericano que fue creado a mediados del siglo XIX para –en plenaexpansión hacia el Oeste de los Estados Unidos a costa de la tierra de los nativos- defender las fronteras entre los estados de los «blancos» y los de los «pieles rojas». Sin embargo, y a pesar de que la pequeña pantalla nos ha transmitido que esta unidad era un ejemplo del respeto hacia los indígenas, la realidad era bien distinta. Y es que, sus soldados cometieron todo tipo de excesos contra este pueblo. El 29 de diciembre de 1890 se sucedió, precisamente, uno de los más famosos cuando un destacamento de estos jinetes asesinó a sangre fría a casi 300 siouxs -la mayoría mujeres y niños desarmados- cerca del arroyo de Wounded Knee, en Dakota del Sur. El acto suscitó tal vergüenza que fue «vendido» por el gobierno como una batalla decisiva para detener una presunta revolución.


    La explicación de cómo se sucedió esta triste masacre, así como las causas que la provocaron, es uno de los múltiples temas que se pueden leer en « Pieles Rojas. Encuentros con el hombre blanco» (Edaf, 2015), de Victoria Oliver -Doctora en Geografía por la Universidad Complutense-. El libro es, en esencia, un estudio pormenorizado de los encuentros que las más de 200 tribus americanas tuvieron con el hombre blanco desde que Colón pisó el Nuevo Mundo en 1492. «En EE.UU. hay miles de libros sobre tribus americanas, pero en España casi nada. Mi obra habla del encuentro de los exploradores con los “pieles rojas”. Es un libro de historia que muestra como los exploradores y los pioneros iban descubriendo las tribus. Cada capítulo se corresponde con una región de América y explica, por orden cronológico, los momentos en que los conquistadores se toparon con los lugareños», determina la autora en declaraciones a ABC.



    Inhumación de cadáveres en Wounded Knee

    A pesar de que el cine nos ha vendido que la conquista del « Far West» se realizó hace siglos y siglos, la realidad es que comenzó a materializarse hace apenas 200 años. Sus orígenes se remontan a la época en la que Napoleón Bonapartefue desterrado a la isla de Elba tras ser vencido en Waterloo. Aquellos días de 1815, décadas después de que los primitivos Estados Unidos se independizasen de Inglaterra a base de fusil y cañón, fueron en los que el país comenzó a expandirse por el norte de América a costa, en primer lugar, de España (a la que se le compró Florida en 1819). Posteriormente, allá por los años 30, el presidente Andrew Jackson puso sus ojos en las tierras del oeste de Norteamérica, unas extensas llanuras que podían ser cultivadas y aprovechadas por los nuevos colonos que llegaban desde Europa ansiosos de asentarse en el Nuevo Mundo.

    Lo cierto es que el presidente sabía lo que se hacía, pues aquel territorio prometía dinero fácil. «Las tierras despertaban la admiración, envidia y codicia de los anglosajones, ya que no solamente eran extensas, sino fértiles y ricas tanto para el cultivo como para la ganadería. […] Para muchos estadounidenses el territorio se encontraba desaprovechado y era improductivo, por lo cual era necesario que el pueblo norteamericano se expandiera e hiciera un efectivo uso de esas tierras. El derecho natural blanco al uso de esa tierra estaba muy arraigado», explica la historiadora María del Rosario Rodríguez Díaz en su obra «A. Jackson. La conquista del Oeste y la regeneración india». Todo aquel frenesí colonizador se terminó acrecentando todavía más en los años posteriores cuando se corrió la voz de que, en algunas regiones indígenas, se había encontrado oro y todo tipo de minerales. El hecho movilizó a miles de «hombres blancos».

    Con todo –y para desgracia de los norteamericanos- el Oeste era habitado por sus originales pobladores: los indios. Un pueblo formado por decenas y decenas de tribus a las que no les hizo demasiada gracia compartir sus tierras con los nuevos pobladores. «Los indios de las grandes llanuras y de las montañas rocosas ofrecían un obstáculo formidable contra el establecimiento de los blancos. Los más fuertes y guerreros de las tribus eran: los sioux, los pies negros, los crow, los cheyenne y los arapahoe en el norte; los comanches, los kiowa, los ute y los cheyenne, los apaches y los arapahoe del sur. Eran jinetes veloces, admirablemente armados y que vivían de los millones de búfalos que vagaban en libertad», explica Jaime Márquez Morant –Graduado en Historia por la Universidad de Málaga- en su investigación « Historia de los Estados Unidos de América en el SXIX».

    Una deportación masiva

    Pero los norteamericanos ya habían decidido que, tarde o temprano, aquellas vastas llanuras serían suyas. Así pues, y tras la llegada de Jackson a la poltrona, comenzó la expansión (primero sutil y luego masiva) de los colonos americanos hacia el Oeste del país. En los años siguientes, por lo tanto, ambas culturas tuvieron que convivir juntas. La relación, como cabía esperar, no terminó siendo agradable. Así lo demuestra el que el presidente estableciera en el Congreso que los nativos –a los que consideraba bárbaros y salvajes- se encontraban por debajo de los blancos a nivel social y legal (aunque por encima de los negros). Entendiendo que no se merecían las tierras que el destino les había regalado, comenzó una campaña para expulsarles hacia regiones ubicadas todavía más al Oeste. «En 1830 se promulgó la “ Removal Bill”, la ley de Remoción de Indios, por medio de la cual se disponía su traslado a reservas asignadas, donde podrían vivir y desarrollarse de acuerdo a sus costumbres», añade la experta en su obra.

    Andrew Jackson

    Según explicó el presidente, aquello se hacía para favorecer que la cultura india no se perdiera y pudiera practicarse en regiones acotadas. Estas, por descontado, solían ser menos fértiles y ricas en minerales que las que ya poseían. Sin embargo, la realidad era bien diferente, pues lo que se pretendía era legalizar la expulsión de los nativos de sus tierras y que, a través de las mismas, pudieran cruzar miles de colonos. Por otro lado, y además de las deportaciones, el Gobierno también recurrió a los tratados legales para obtener las tierras en las que creía que había oro o cuya importancia era determinante para establecer una ruta mercantil. Y, si esto no funcionaba, entonces se expropiaba por la fuerza. Todo valía para arrebatar las tierras a sus legítimos propietarios. «Si no funcionaban la presión y el soborno, entonces se dividía el territorio indio en asignaciones privadas individuales. Se comprendía bien que con ellas se les restaría fuerza a las organizaciones indias y los terrenos pronto pasarían a manos de los anglosajones», explica Rodríguez.

    Cuando todo aquello fallaba, comenzaba la expulsión mediante los fusiles o las amenazas, algo a lo que muchas tribus indígenas terminaron por responder con las armas. A partir de entonces, muchos grupos de nativos se dedicaron a acabar con la vida de todo hombre, mujer o niño anglosajón que pisaba sus tierras. Y todo ello, de una forma cruel. «Solían escalpar (quitar la cabellera) a los muertos y, además, eran famosos por matar lentamente a sus enemigos», determina Oliver. Para cuando llegó 1835, aquella barbarie ya había hecho mella en el Este de los Estados Unidos. Así lo demostró el mensaje que envió ese mismo año Jackson a sus conciudadanos: «Todos los anteriores experimentos para mejorar las condiciones de los indios han fallado. Ahora parece confirmarse el hecho de que no pueden vivir en contacto con una comunidad civilizada y próspera. Épocas de infructuosos esfuerzos nos han llevado al convencimiento de este principio para la intercomunicación con ellos».

    El odio a los indios se generaliza

    Con el paso de los años el Oeste no fue el único territorio que contribuyó al ensanchamiento de Norteamérica. Un claro ejemplo fue la unión en 1845 de Texas (independiente de los Estados Unidos desde 1838) y, posteriormente, la anexión de varias regiones de México. Dos décadas después, entre 1861 y 1865, este expansionismo se vio frenado por la llegada de la Guerra Civil entre los estados del Norte y los del Sur. Sin embargo, tras la finalización de esta contienda, las ansias de conquista volvieron de una forma renovada. Y es que, tras lograr la adhesión de algunos territorios de la costa oeste del país como Oregón, el gobierno se percató de que la región india se interponía en la comunicación de los dos extremos del país. Norteamérica, por tanto, se dispuso a conquistar aquella zona nativa -ubicada en el centro del continente- y encerrar en reservas a todos los nativos que aún se hallasen en libertad.

    Este deseo de conquista se vio favorecido por la aparición de oro en las montañas de Dakota, territorio que había sido cedido, en principio, a la tribu sioux por ser sagrado para sus miembros. Cuando el vil metal está de por medio, no hay trato que valga, que debieron pensar los miembros del gobierno norteamericano. Por su parte, y hasta el penacho de plumas de verse asediados una y otra vez por el «hombre blanco», algunos nativos se armaron creando grupos de resistencia. El más famoso de ellos fue el que estuvo al mando de Caballo Loco, un líder cuyo valor era reconocido por todos sus iguales. «Hasta el año 1861, los indios habían sido relativamente pacíficos, pero es en ese año cuando vieron sus territorios de caza invadidos por frenéticos y crueles mineros que llegaban en millares. A esto debemos añadir la llegada de colonizadores blancos y el trato poco satisfactorio que les daba el gobierno», completa el historiador en su dossier.

    George A. Custer

    Una vez más la violencia se generalizó. Los indios se armaron y, a base de arco, flecha y tomahawk, se dispusieron a rechazar al enemigo. Sin embargo, en este caso Estados Unidos reaccionó creando unidades como el Séptimo Regimiento de Caballería. Alumbrado en 1868, a este grupo de militares se le asignó el objetivo de proteger a los anglosajones en la frontera entre Estados Unidos y las regiones nativas. Un fin heroico que, para desgracia del gobierno americano, se vio manchado por los múltiples actos desalmados que cometieron sus componentes contra la población indígena. Todos ellos, por cierto, ordenados por su líder, George Armstrong Custer (un inepto militar que, además de sádico, se graduó el último de su promoción en la academia de West Point). Este oficial se hizo rápidamente famoso por sus ataques al amanecer en contra de poblados de indígenas y por no dejar que ninguno de sus enemigos (ancianos, mujeres y niños en muchos casos) escapase con vida. Un mal menor, que pensaban sus superiores, si con ello tenían garantizado expulsar a sus enemigos de allí y deportarles a las reservas.

    En 1876 este abyecto militar se encontró con la horma de su zapato cuando, mientras asaltaba lo que -según creía- era una pequeña aldea india, tanto él como sus hombres perecieron ante un innumerable ejército enemigo. Aquella masacre (conocida como la de Little Bighorn por el lugar en el que se celebró) hirió profundamente el orgullo de los estadounidenses y provocó que aumentase todavía más el odio contra los ya vilipendiados indios. «Después del desastre de Little Bighorn y de la derrota del general Custer, los Estados Unidos quedaron traumatizados. El ejército, como respuesta, empezó a acosar a las tribus indias con tal contundencia que, al año siguiente, la mayoría acabaron en reservas. En ellas, los nativos vivían en condiciones miserables por lo que, siempre que podían, se escapaban para hacer la guerra contra los blancos por su cuenta», explica, en declaraciones a ABC Oliver.

    La «Danza de los espíritus»

    A pesar de la victoria de Little Bighorn, la presión militar del ejército de los Estados Unidos acabó diezmando a la tribu de Caballo Loco. Este, sin otro remedio, tuvo que rendirse en 1877 y, por primera vez en toda su vida, aceptar un pacto con el «hombre blanco» según el cuál sería recluido en una reserva. Con todo, los americanos tenían otros planes para supersona. «Sospechaban de él y, a pesar de que estaba confinado y no tenía capacidad de actuación, decidieron eliminarlo. Para ello, le convocaron a una reunión en Fort Robinson (en Nebraska) con la intención de asesinarle. Él se presentó, en principio, sin recelo, pero pronto descubrió que le habían preparado una encerrona. Entonces se rebeló contra sus captores mientras le sujetaban y gritó “Otra trampa de los blancos, dejadme morir luchando”. Al final, un soldado le clavó su bayoneta por la espalda. Murió esa misma noche», añade la historiadora española a este periódico.

    En palabras de Oliver, los siouxs se entristecieron tanto por la muerte de su líder que adoptaron una nueva religión conocida como la «Danza de los Espíritus». Predicada por un chamán de Nevada llamado Wowoka, esta creencia se basaba en realizar un baile milenario que, según decían los brujos, podía hacer volver a los muertos del otro mundo. «Wowoca llegó a vivir desde pequeño en una granja con una familia cristiana y blanca. Después, y sin saber por qué, regresó con su tribu en la reserva del Valle Mason (también en Nevada). A los 30 años tuvo una enfermedad que le provocó severas alucinaciones el día de año nuevo. Durante aquella enfermedad, Wowoca dijo que Dios había hablado directamente con él para decirle que los indios estaban destinados a dominar la Tierra y que los búfalos regresarían a las campiñas. Sin embargo, para ello todos los nativos debían bailar una danza solemne. Según Wowoca, tras el baile los espíritus de sus antepasados entrarían en sus cuerpos y les harían inmortales a las balas», destaca la experta.



    Los sioux (la mayoría ubicados en la reserva de Standing Rock –Dakota del Sur-) fueron añadiendo a esta religión un toque más bélico con el paso de los años. Uno de los más drásticos fue el instaurado en los años 80, pues por entonces esta tribu afirmaba que los bailarines tenían que comprometerse a asesinar a los blancos para que los antepasados entraran en sus cuerpos. Con todo, esta variación no fue la más sanguinaria. «En aquella reserva había también un jefe llamado Alce Moteado que le añadió otras particularidades a la danza. Una de ellas era que las viudas debían morir bailando para que los espíritus de sus maridos volvieran a la vida y luchasen por su pueblo», determina Oliver. Todas estas creencias no tardaron en llegar a los oídos del Ejército de los Estados Unidos, que decidió hacer válida aquella frase tan repetida por entonces de «el único indio bueno es el indio muerto» atrapando al líder de la reserva para dar ejemplo. Este no era otro que Toro Sentado, famoso por su arrojo y por ser uno de los compañeros de Caballo Loco.

    El 15 de diciembre de 1890, el ejército se dispuso a arrestar a Caballo Loco dentro de la reserva para, posteriormente, interrogarle en dependencias militares. «Esta misión corrió a cargo de una policía india nativa seleccionada de entre gente muy leal al gobierno. Los encargados fueron 43 agentes indios que, seguidos a cierta distancia de un destacamento de soldados, llegaron a la choza de Toro Sentado y le pidieron que se entregase», destaca Oliver. Sabedor de que poco podía hacer ante los agentes, el líder (de unos 60 años y con pocas ganas de iniciar una revuelta) se entregó. Sin embargo, cuando el destacamento salió de la cabaña del nativo, se dio de bruces con una turba formada por siouxs dispuestos a enfrentarse con ellos para evitar la marcha de su jefe. «Cuando Atrapa al Oso, uno de los indios alborotados, hirió a un policía, un agente disparó a Toro Sentado en la cabeza. Entonces se inició un combate que se cobró la vida de ocho indios y otros tantos militares», destaca la experta.

    La huida de Alce Moteado

    Cuando las barbas de tu vecino veas cortar… Todos conocemos el dicho. Y es seguro que el jefe Alce Moteado (apodadoBigfoot o Pie Grande) también pues –a la vista de que el gran guerrero Toro Sentado había fallecido de aquella cruel forma- decidió reunir a sus seguidores y poner sus pies descalzos en polvorosa el 15 de diciembre de 1890. Su objetivo, así como el de los aproximadamente 400 nativos que partieron con él (la gran mayoría mujeres y niños pequeños), era llegar hasta la reserva de Pine Ridge para ponerse bajo la protección de Nube Roja. Este era otro de los grandes guerreros indios que, entre 1866 y 1868, había presentado batalla (y vencido en varias ocasiones, todo sea dicho) al ejército de los Estados Unidos en Wyoming y Montana. Pero esta era una huida que el Séptimo de Caballería no estaba dispuesto a tolerar. Así pues, horas después de conocer la noticia una unidad de este regimiento partió para interceptarlos.

    «Tras tres días de marcha [el 28 de diciembre] los soldados encontraron a esa partida de indios», explica el historiador y periodista Jesús Hernández en su obra « Las 50 masacres de la historia». Los perseguidores no eran más que un destacamento de jinetes dirigido por el Mayor Whitside, pero con eso bastó para asustar a los indefensos nativos y obligarles a ser escoltados hacia una posición ubicada cerca del río Wounded Knee. Una vez en la zona se les ordenó que acampasen y que preparasen sus armas, pues deberían entregarlas al día siguiente. Tras ello, y según les dijeron, serían llevados hasta un tren que los deportaría a Oklahoma, en Nebraska. «Esa misma noche llegó el coronel James Forsyth con el resto del Séptimo de Caballería e instaló cuatro cañones ametralladores en las cercanías», explica Oliver. El 29 de diciembre de 1890, en una mañana fría repleta de nieve, los soldados se dispusieron a desarmar a los nativos. Una turba que, aunque podía parecer peligrosa, apenas contaba con hombres armados.

    Una cruel masacre

    Con los esperados refuerzos cubriéndoles las espaldas (así como las cuatro ametralladoras pesadas) el Séptimo Regimiento de Caballería entró el 29 de diciembre en el campamento temporal que los indios habían levantado en Wounded Knee. Tras los pertinentes saludos (más ceremoniales que por respeto) los soldados solicitaron a los nativos que entregasen cualquier arma que tuvieran en su poder. Los tensos indígenas accedieron... ofreciendo a aquellos «hombres blancos» apenas 38 fusiles. Un número irrisorio para defender una muchedumbre como la que allí se reunía. El truco no surtió efecto. Al instante, los militares se adentraron en lo más profundo del recinto y, espadas y pistolas en ristre, se dispusieron a buscar entre las pertenencias de aquellas personas cualquier utensilio que pudiese ser usado en su contra. Sus sospechas se materializaron enseguida al descubrir todo tipo de hachas, escopetas yfilos entre sus aperos y dentro de sus cabañas. La situación se ponía peliaguda por momentos.

    Fue en ese instante de tensión cuando saltó finalmente la chispa que detonó el barril de pólvora (esto es, la paciencia de los militares). «Se cuenta que, durante el registro, un indio sordo llamado Coyote Negro comenzó a forcejear con un militar para que no le quitase su rifle debido a que era una auténtica reliquia de familia. En ese forcejeo, al parecer, el rifle se disparó», explica Oliver. Como era de esperar, el tiro acabó con la paciencia de los soldados, que se pusieron en guardia, desenfundaron e iniciaron un tiroteo en el que las ametralladoras del Séptimo de Caballería dieron buena cuenta de una gran cantidad de mujeres, niños de todas las edades (incluso recién nacidos) y, en último término, hombres. Por su parte, algunos nativos devolvieron las balas, aunque en una cantidad irrisoria. No hubo tregua ni se atisbó bondad. La caballería modélica de Norteamérica no se apiadó de los indefensos presentes.

    Wounded Knee

    Cuando cesó el fuego y se disipó el humo de los disparos la situación era dantesca. Así la describió posteriormente el jefe Caballo Americano: «Había una mujer con un bebé en sus brazos que fue asesinado. Una madre fue derribada con su bebé; el niño sin saber que su madre estaba muerta trataba de llamarla. Las mujeres que huían con sus bebés murieron juntas. Dispararon a través de la mayoría de ellas. Posteriormente los soldados gritaron que todos los que no estuvieran muertos se presentasen ante ellos y que estarían a salvo. Muchos niños pequeños salieron de sus lugares de refugio y, tan pronto como llegaron hasta los soldados, fueron masacrados allí mismo». El jefe Pie Grande tampoco salvó la vida. Fue asesinado en su tienda mientras se recuperaba de un pulmonía que le había postrado durante todo el viaje.

    Aunque las cifras varían, Oliver es partidaria de que aquella jornada fallecieron 90 indios, así como 200 mujeres y niños. 51 quedaron, a su vez, gravemente heridos. En cuanto a los soldados, dejaron este mundo 25 y 39 fueron heridos. La mayoría, curiosamente, por el fuego de sus propios camaradas desde retaguardia. La situación se agravó con la llegada de la noche. «Aquella noche, una tormenta de nieve cubrió la pradera y muchos de los indios heridos que todavía yacían en el suelo murieron en la oscuridad a consecuencia del frío», explica, en este caso, Hernández. El Séptimo de Caballería, por su parte, custodió a todos los supervivientes que pudiesen andar hasta Pine Ridge, a donde llegaron horas después con 4 hombres y 47 mujeresy niños. Todos ellos, dañados de una forma u otra. Según se cuenta, cuando los nativos fueron atendidos en la iglesia, pudieron leer un irónico letrero con la siguiente leyenda: «Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad».

    En los días posteriores, después de que un temporal atacase la zona, la prensa logró acceder a Wounded Knee y ver con sus propios ojos cientos de cadáveres todavía sin enterrar. Y es que, aunque el Séptimo de Caballería había intentado ocultar las pruebas de lo sucedido, sus unidades de «limpieza» todavía no habían podido acceder a la región. No se pudo hacer nada para evitar que se fotografiasen los cuerpos congelados por el frío invernal. Sin saber como actuar, el Ministerio de la Guerra norteamericano decidió afirmar que el ejército se había limitado a responder con las armas a un levantamiento militar sioux. «Aunque en principio se acusó a James Forsyth de actuar con “ciega estupidez y conducta criminal” y se le destituyó, finalmente el Gobierno presentó la matanza como un levantamiento y una batalla épica. No solo eso, sino que se le concedió la medalla de honor a los soldados que más indios mataron aquel día», añade la experta en declaraciones a ABC.

    Cuatro preguntas a Victoria Oliver

    1-¿Se sabe cómo reaccionó el Séptimo de Caballería cuando se supo la noticia de la masacre?

    Se mostraron orgullosos de haber vengado a sus compañeros muertos en Little Bighorn. El problema es que se generó una gran controversia porque era difícil hacer creer a la opinión pública que aquello había sido una batalla. Pero se logró parcialmente.

    2-¿Hasta que punto fue grave el maltrato de los nativos por parte del ejército americano?

    En el Siglo XIX la represión que hizo el ejército norteamericano de los indios fue terrible. Hay que tener en cuenta que en 1890 estamos hablando de un ejército moderno y democrático, pero antes, cuando no lo era, fue todavía peor. Los indios habían sido tan crueles que el ejército sentía un gran odio hacia ellos. Era relativamente normal. Al haber tanto odio, todo se justificó. Se llegó a decir que el único indio bueno era el indio muerto. Y estas frases eran aplaudidas.

    3-¿Existen muchas investigaciones sobre las tribus indias en España?

    En EE.UU. hay miles de obras sobre tribus americanas, pero en España casi nada. Mi obra habla del encuentro de los exploradores con los pieles rojas y sus diferentes tribus. Los que lean el libro van a encontrar una investigación seria. Lo he escrito igual que si hubiera escrito sobre los griegos, los egipcios o los íberos. Al decir pieles rojas se piensa en literatura, pero lo he hecho con total seriedad y mediante fuentes inglesas de la época (para los territorios de Virginia y Massachusetts), españolas (cuyos cronistas estuvieron en el sur de Estados Unidos) y franceses.

    4-¿Quién “sale ganando” en su libro, los nativos o los colonos?

    He intentado ser absolutamente objetiva en mi libro. He hablado bien y mal de los europeos y de los indios.



    https://sevilla.abc.es/historia/abci...1_noticia.html


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    Re: Contraste entre la colonización española, anglosajona y francesa en América

    Lo que querían hacer los ingleses con los indios americanos









    https://somatemps.me/2021/01/02/lo-q...os-americanos/

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