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Un norteamericano, Mr. James Seagrove, cuya presencia en La Habana parece originada en negocios, organizó la escapatoria de Miranda. Lo afirma el mismo Miranda, en nota estampada en su Diario, para quejarse de la conducta del capitán del barco que lo llevaba hacia Carolina del Norte y este mismo señor, le enviaba constantemente información de los movimientos de las tropas de Washington, las relaciones de la marina española con la británica y francesa y otros temas, además Seagrove le dio cartas de recomendación para personalidades en Charlestown.

Por fin, el día siguiente, 1 de junio, a las 9 de la mañana, zarpó Miranda en la balandra La Prudente, escogida por Seagrove. El derrotero seguido por La Prudente, fue rumbo hacia Matanzas y luego por el canal de las Bahamas. Al día siguiente se pudo ver tierra y a las cinco de la tarde del día 10 de julio de 1783, Miranda bajó a tierra. Iniciaba un viaje que terminaría el 15 de diciembre de 1784 al partir, a las cuatro de la tarde, desde Boston para Inglaterra.

Fueron diecisiete meses y cinco días de una actividad intensa, que mucho le sirvió para sus propósitos de querer formarse como un hombre sólido y de provecho.

Su trayecto siguió la costa Este de los Estados Unidos, desde New Bern hasta Boston. Entre junio y diciembre de 1783 visitó Beaufort, Wilmington, Charleston, y Filadelfia. De enero a diciembre de 1784, New York, West Point, Albany, New Haven, Wethersfiel, Hartford, Midletown, New London, New Port, Providence, Salem, Portsmouth, Newburyport y Boston.

Cuando desembarcó en costas norteamericanas, este personaje tenía 33 años y en estado de soltería, su grado de Teniente Coronel del Ejército de Su Majestad Católica. Además del español dominaba el inglés y el francés, sabía bastante latín y algo de griego. Sus lecturas lo habían formado como un hombre culto, sobre lo cual ya nos referimos anteriormente.

Miranda llegó a los Estados Unidos en un momento singular, acababa de terminar la guerra con Inglaterra y después de las negociaciones que dieron fin a las hostilidades, se firma el Tratado de París el 3 de septiembre de 1783, que aseguró la paz y la tranquilidad necesarias para que la gente pudiese dedicarse a sus actividades habituales y las tropas británicas regresaran a Inglaterra y mucho fueron los soldados y oficiales británicos que se quedaron allí a título privado y se comenzó la construcción de esa gran nación.

Al encontrar Miranda un país en paz, tuvo idéntica suerte que la que encontrara en Turquía, Rusia y Suecia y poder pasear por todo el continente europeo sin problemas. Escribe en su Diario que las ciudades que más le gustaron de los Estados Unidos fueron Boston, New York y Filadelfia, ciudades desde donde se desplaza a pueblos vecinos, estudia cada cosa que ve, el puerto y la cantidad de muelles, los edificios, las escuelas y los cementerios, los bancos y otras instalaciones que despiertan su interés.

Es de notar las observaciones de Miranda sobre las instalaciones y defensas militares que va haciendo en su Diario y que encuentra en cada ciudad que visita. Sin una previa y cuidadosa formación militar no le hubiese sido posible apreciar debidamente cuestiones relativas a estrategia, táctica y uso de armamento.

Sus notas consignan datos acerca de la forma como se desarrolló la guerra de Independencia norteamericana. No era posible anotar comentarios, como los que hizo sin haber estudiado atentamente la evolución de dicha guerra.

Interesa el testimonio dado en ese sentido por el presidente John Adams, que no fue amigo ni admirador de Miranda y sin embargo manifestó “Es una opinión generalizada que en los Estados Unidos nadie conoce mejor o más que Miranda, las familias, grupos y relaciones del país y que ningún oficial de nuestro ejército, ni ningún hombre de Estado de nuestros Consejos, conoce mejor o más que él de ninguna campaña, sitio, batalla o refriega que se haya dado durante toda la guerra” 26

La importancia para Miranda, de su viaje por los Estados Unidos, más que en la admiración de las bellezas naturales, el estudio de edificaciones civiles y fortificaciones militares, o en el análisis de distintas zonas, está en la relación humana que pudo obtener. Estaba como civil y no lo precedía su grado militar, tan solo unas cuantas cartas de presentación y sólo estaba allí bajo la condición de un simple ciudadano. Tiene que mostrar habilidad en el trato con los demás, comprensión del estado de cada quien y respeto por sus posiciones. No le era posible imponerse sino hacer patente su capacidad de relación para ser admitido, tolerado y querido y así alcanzar admiración y respeto.

En New York se relaciona con la familia Livingston, una de las más prominentes, venida de Escocia y asentada allí desde 1654 con gran influencia política y sobre la comunidad y con una enorme posesión de tierras. Corteja a una de las hijas de Peter llamada Susan que para entonces tenía 30 años.

De New York parte hacia Boston y Susan le escribe constantemente cartas expresándole su afecto y su deseo de volver a verlo. Estas reposan en el archivo del General Miranda. Miranda no se limita a distraerse en compañías femeninas. Le era importante conocer y relacionarse con gente de valía y su forma de ser le permite alcanzar ese objetivo.

La persona de más alta categoría de esas relaciones, es George Washington. Lo conoce en Filadelfia, cuando Washington venía de recibir el control militar de New York al terminar la guerra y hace al respecto anotaciones en su Diario que no es del caso mencionar aquí por lo extensas.

La carta de presentación de Cagigal abre las puertas a Miranda. El General Washington le contesta, con el protocolo del tiempo y hace llegar su tarjeta a la residencia de Miranda. La reacción cortés e incluso amistosa de Washington hacia Miranda era lógica, pues Miranda acompañaba a Francisco Rendón, representante de España en Filadelfia y persona que por tal razón era acreedora a la cortesía oficial y además, don Juan Manuel de Cagigal, como jefe de parte de las tropas españolas que habían actuado en Pensacola, es merecedor del aprecio de Washington.

Poco después de Pensacola, en 1783, España recuperó la Florida y la hizo depender de la Capitanía General de Cuba. En 1785, varió el criterio y resolvió anexar el gobierno de Florida al de Louisiana y separarlo del de Cuba. Florida quedó de esa manera bajo el mando del gobernador de Louisiana, don Bernardo Gálvez quien poco después fue nombrado Virrey de México. Entre tanto Cagigal fue ascendido a Teniente general y conservó su posición en La Habana. 27

La carta de Cagigal para Washington es significativa. Lo denomina El Fabio de estos tiempos”, alusión al prominente Quintus Favius Maximus Verrucosus, cinco veces Cónsul, dos veces Censor, Dictador y comandante del ejército romano durante la segunda guerra púnica, vencedor de Aníbal y muerto el año 2003 a. C. Llamar Fabio a Washington, era frecuente desde que lo hizo Alexander Hamilton.28

Muchas otras personalidades norteamericanas conoció y trató Miranda durante su estada en los estados Unidos de Norteamérica como por ejemplo el General Henry Knox, el juez Adeanus Burck, Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Carolina del Sur y el Fiscal General, el General Moultrie, ambos miembros de la “Orden de Cincinnati”, fue toda una escuela de relaciones públicas lo que representó para Miranda su travesía por los Estados de la Unión. También visitó universidades y bibliotecas como la de New Port, el Colegio de Princeton, el Colegio de Yale, el Colegio de Cambridge y otros más fueron de mucho interés para él y su trato con los rectores de estas instituciones con los que compartió e intercambió aspectos referentes a la educación en Caracas, México y Nueva España.

Pero el tiempo de Miranda en Estados Unidos se iba agotando y después de ciertas intrigas y traiciones por parte de su anfitrión el señor Rendón y de don Joaquín de la Quintana quien en carta le informa al Ministro José Gálvez el 12 de enero de 1784 de la presencia en Filadelfia del Coronel Miranda y Rendón escribir al Conde de Floridablanca don José Moñino para prevenir cualquier retaliación en su contra, hacen que el Conde escriba de inmediato al Ministro español en Londres para que estuviese atento a las “depravadas intenciones” de Miranda. 29

El 15 de diciembre de 1784, a las cinco de la tarde, la fragata mercante Neptuno, de 250 toneladas, zarpó de Boston rumbo a Londres. Entre sus pocos pasajeros iba Francisco de Miranda. Su ocupación principal en medio de la tranquilidad que mostró, fue leer. Lee la historia de la República Romana, de Ferguson, se entusiasma con Hume y comienza leer History of Charles V de William Robertson.

Cuando llega a las costas inglesas y remonta el Támesis se asombra con dos novedades, las horcas con restos de piratas y los arsenales de la Armada con decenas de navíos y el 10 de febrero de 1785 desembarca y llega a Londres, ciudad que produce en Miranda un efecto extraordinario pues la catalogaba diferente a Madrid, New York, Caracas, La Habana o Washington.

Se relaciona de inmediato con la sociedad inglesa ignorando la traición de Rendón y le escribe contándole de su llegada a Londres y dentro de sus relaciones, le cuenta la que hace con el Marqués del Campo (Ministro de España en Inglaterra), quien le da noticias amplias a Floridablanca de sus vigilancias sobre Miranda. Estaba siendo víctima sin saberlo de una conspiración en su contra. La correspondencia cruzada entre el Ministro Español y el Conde de Floridablanca describe todo el campo de acción de Miranda. “Ocupa un alojamiento en la calle del Palacio y tiene dos criados, viviendo al parecer con un cierto ensanche, sin petardear hasta ahora a nadie aunque no se sabe de dónde le vienen las asistencias”. “Trata ya en Londres a muchas personas de todas clases, así inglesas como de otras naciones y con nadie hace misterio de quien es”. “Parece que su padre, establecido en Caracas, es hombre de hacienda”. “Habla del Rey con el mayor respeto y ternura y muestra desear las prosperidades de la Monarquía”30

“Es cierto que le tratan muchos sujetos principales y personas a la verdad sospechosas, como generales, marinos, ingenieros, pero también es verdad que, con el mismo afán, corre tras los sabios, los artífices y cuánto hay de curioso en todas las clases sin hacer misterio de lo uno ni de lo otro”. “Tiene dos amanuenses y él escribe bastante”

…Y así un sin número de informes sobre todos y cada uno de los pasos que Miranda daba en Londres eran enviados por el Marqués del Campo al Conde de Floridablanca, sin que el Coronel se percatase de que era observado y seguido a diario. Floridablanca a la orden de Gálvez añade otra, la de aparentar ante Miranda trato amable, pero “preparar algunos pasos”

La vigilancia sobre Miranda se intensifica entonces hasta el extremo que los esbirros del diplomático español, casi no lo pierden de vista ni de día ni de noche. El Marqués del Campo no sabe exactamente qué hacer pero parece orientado a lograr una finalidad muy particular como era la de tratar de convencer a Miranda de que se fuese de Inglaterra y pasara al Continente.

Floridablanca se entusiasma con el proyecto del Marqués del Campo e incluso lo somete al Rey. “Deja S.M.- al celo y cuidado de usted este asunto hasta sacarle de ahí a ese hombre en los mejores términos que sea posible”31 Los medios indirectos de Floridablanca consistían en gestionar ante el gobierno francés la detención de Miranda apenas entrase a su territorio. Para lograrlo, se comunica con su agente en París, Ignacio de Heredia. Este estaba listo para todo. Trata con el Conde de Vergenne32 y obtiene la colaboración necesaria. Del Campo fue informado. Miranda sería arrestado en cualquier plaza de Flandes a donde entrara y sus papeles y planos decomisados para ser remitidos a Madrid.33

Por una simple casualidad, Miranda no solamente decidió no pasar por Francia, sino ir directamente a Prusia y además, un problema de espacio en el coche donde viajaba lo obligó a no llevar consigo el cofre de sus papeles y mapas, que tanto interesaban al Marqués del Campo, sino dejarlo confiado a un amigo inglés, a cuya casa el Marqués no podría entrar. Sin saberlo, Miranda se salvó de la prisión que se le tenía preparada.34

El 10 de agosto de 1785 Miranda partió de Londres a donde regresará el 18 de junio de 1789 y poco tiempo después le escribe al Conde de Floridablanca describiéndole el trayecto en líneas generales. Saliendo de Londres pasó a Sajonia, Bohemia, Austria, Hungría, etc…, Después bajó a Italia y luego a Bríndisi a Ragusa, a la antigua Grecia, al Peloponeso, sus islas, a Egipto, Asia Menor y Constantinopla, atravesando el Mar Negro desembarcó en Otchacov y después a Kherson, donde su Alteza Real el Príncipe de Potemkin, Feld Mariscal, lo invita a la Táurida y después a Kiev, donde es presentado a Su Majestad Imperial Catalina II quien lo acoge con excepcional benevolencia honrándolo con muchas distinciones. Pasó luego a la Corte del Rey Estanislao Augusto de Polonia y después siguió sus viajes por el interior de las Rusias a Moscú, Nóvgorod, Finlandia, Laponia y después a San Petersburgo donde residenció por algún tiempo. Atravesó el Báltico y llegó a Estocolmo, luego en Noruega, Dinamarca, Holstein, Lubeck, Hamburgo, Bremen, luego Holanda y las fértiles provincias que bañan el Rin, para entrar luego a los cantones Suizos y luego pasó a Francia, dejando a Versalles bastante convulsionado. En España reina Carlos III hasta su muerte, ocurrida en 1788 y es sucedido por Carlos IV. La expulsión de los jesuitas de todo el Imperio Español, decretada en 1767, los dispersa hacia los países adversarios de España. Miranda en muchas partes, encontrará y tratará ex jesuitas y verá sus antiguas residencias e iglesias. Los exjesuitas ocuparán un puesto importante en cualquier consideración de la vida de Miranda. Gustavo III de Suecia, creyó que el mismo Miranda era un jesuita. La obra del jesuita don Pablo de Viscardo y Guzmán, Lettre aux espagnols – américains, será pieza fundamental en la propaganda de Miranda y de sus ideas. El presidente John Adams vió como jesuitas a quienes firmaron con Miranda la llamada Acta de París.

En una carta dirigida desde Londres al doctor William Thompson y al enviarle varios de esos libros relativos a los jesuitas, Miranda comentará: “Los jesuitas han dado más a Sur América que ningún otro grupo de hombres y de Órdenes religiosas que han ido a ese Continente”.

El centro de este viaje de Miranda hay que ubicarlo en Rusia, donde reinaba Catalina La Grande, Emperatriz desde 1762, princesa alemana de nacimiento con formación intelectual influida por la cultura francesa y para la fecha de la llegada de Miranda ella frisaba los 54 años y en la plenitud de su poderío político y militar.

Como ya dijimos, el Príncipe Potemkin lo introduce en la Corte y es presentado a Catalina en Kiev a donde llegaron el 7 de febrero de 1787 y el día 13 es presentado a la Emperatriz, cuando ella asiste a una solemne misa del rito ortodoxo y se inicia así el trato de Miranda con Catalina que dará origen a espléndidas fantasías, pero al día siguiente de este primer encuentro, Miranda es presentado de forma protocolar por el Príncipe Potemkin. También en esa ocasión es presentado al general Mamonov, entonces favorito de Catalina. El tema americano la seducía, así como obtener información acerca de los sistemas inquisitoriales de España. 35 Recibe de Catalina los más grandes elogios por su ilustración y cultura. Se vuelven a encontrar en varias cenas y reuniones de personalidades, ella siempre le interroga sobre diferentes temas de su interés y vuelven a verse varias veces más, tratándole la Emperatriz con cariño como lo manifiesta Miranda en su Diario.

Lo privilegia con invitaciones a los más importantes actos, a cacerías y paseos y le manifiesta su deseo de que permanezca en Rusia, pero Miranda dice que debe seguir su viaje y que debe abandonar la Corte Imperial a lo que Catalina antes de iniciar un viaje a Crimea, firma órdenes para los embajadores rusos indicando que deben proteger a Miranda.


Este se atrevió a pedir a Catalina 10.000 rublos para su seguridad y la conclusión de sus viajes. No hubo en ello mayor problema. Un “Ucase” de Catalina dispuso además que como el señor Conde Miranda, Coronel de los ejército españoles, se dirigía a San Petersburgo vía Moscú, “todas las autoridades competentes debían proveerle de caballos”.

El 1 de mayo de 1787 partió hacia Moscú donde llegó doce días después y se queda por un mes. El embajador de Austria comenta a su Canciller: “Cuando nos preparábamos para partir hacia Kiev, el Conde Miranda decidió visitar Moscú y Petersburgo…En Moscú, el llamado Conde Miranda, ha sido muy bien recibido…”

De Moscú partió para San Petersburgo el 12 de junio y el Gran Duque lo recibe, Francisco queda maravillado con la ciudad, con la Academia de Ciencias, con la estatua ecuestre de Pedro el Grande, sus museos, sus mujeres…El Embajador de España, don Pedro Normández, había recibido instrucciones de su gobierno de observar y tratar a Miranda con precaución.36 Pero tenía que viajar por cuatro meses y dejó encargado a su segundo el señor Macanaz quien fungía como encargado de negocios y logró imprudentemente crear una situación que fue catalogada por el Embajador como “desabrimiento entre las dos Cortes”.

Venía Miranda haciéndose llamar Conde de Miranda y Coronel de los Ejércitos Españoles. No era Conde ni tenía ningún título nobiliario. Tampoco su grado oficial era el de Coronel sino el de teniente Coronel. 37

El asunto carecía de importancia y no daba ocasión a problemas de ninguna índole hasta que el Encargado de negocios de España, queriendo en alguna forma frenar a Miranda se sintió en la necesidad de exigirle los instrumentos que lo acreditaban como tal Conde y Coronel y le daban derecho a usar uniforme.38

A tal requerimiento que ponía a Miranda en una situación embarazosa ante la Corte, este respondió de la siguiente manera: “No me faltarían medios con qué satisfacer la incredulidad y vanidad de usted si el modo en que lo solicita por su carta de ayer fuese más propio o decente…la amenaza con que Vmd. Concluye es tan ridícula como grosero y despreciable el lenguaje…que solo puede usar Vmd. Con los que tengan la desgracia de ser sus inferiores…

Catalina ya de vuelta en Petersburgo e informada de lo sucedido, respondió que si Miranda era peligroso para España, en ninguna parte estaría mejor que en Rusia, pues por estar tan lejos, se anulaba ese peligro. Añadió que su aprecio personal por Miranda no se radicaba en el posible rango que él tuviese en España sino en sus cualidades personales que ella conocía y le habían hecho acreedor a su estima y protección.

Todo salió mal para el diplomático, Miranda no fue molestado y la amistad de la Emperatriz se hizo más patente. En cada ocasión que podía, Catalina hacía manifiesto su afecto por Miranda y lo autorizó a usar el uniforme de Coronel ruso, ordenó que se le dieran cartas muy expresivas y de fuerte recomendación para todos sus ministros en países extranjeros y le prestasen auxilio. Dispuso que de volver Miranda a Rusia se le daría “un Acomodo ventajoso” y se aprestó a recibirlo el 8 de agosto, para que le besara la mano en señal de despedida.


Fue una comida privada, después de la cual Catalina le mostró obras de arte y joyas del palacio. Ordenó como medidas finales, expedir a Miranda un pasaporte que le permitiese recibir toda clase de ayuda y benevolencia y que se le facilitara abundante dinero para sus gastos. Miranda permaneció en San Petersburgo hasta mediados de agosto de 1787 cuando resolvió irse a Suecia. Hasta su salida siguió usando su uniforme de Coronel español cada vez que lo consideró oportuno.

Miranda quizás sin saberlo había jugado una carta con excelentes resultados en la Corte de Catalina, era la de presentarse como víctima y perseguido de la inquisición. Así atraía sobre sí, la simpatía de las mentes liberales.

Entre tanto Floridablanca citaba al Ministro ruso en Madrid para solicitarle que de modo confidencial se les solicitara a los Ministros de Su Majestad Imperial se “dignaran negarle su apoyo a Miranda”. Pero las recomendaciones imperiales rusas le llevarían a las Cortes de Suecia y Dinamarca y a contactarse con personalidades del gobierno, los negocios y la cultura.

Su Diario de viajes es extraordinario, nos detalla cuanto país visitó y lo que le llamó la atención, aparece como un viajero curioso que mira, compara, mide, valora, aprecia, rechaza, critica, aprueba…En el prólogo de los Diarios de Miranda: Una página del gran libro del Universo Miguel Castillo Didier apunta: “…Mucho, muchísimo nos falta por conocer de la personalidad del Precursor, el más universal de los hijos de Caracas y de América. Como la ha destacado José Luis Salcedo Bastardo, Venezuela y Latinoamérica están en deuda con aquel que, el primero, concibió la libertad y la unidad de los países hispanoamericanos y entregó a esa causa su vida, siendo precursor, apóstol, héroe y mártir de la independencia americana. Aún no lo conocemos bien, no hemos aquilatado en todas sus dimensiones su aporte a esa y otras causas que siguen teniendo hoy completa vigencia. Miranda luchó por la libertad del hombre: primero en Estados Unidos, luego en Francia, después en Venezuela; propició la emancipación y un destino común para las naciones hermanas de Latinoamérica; alzó por doquier su palabra en defensa de los derechos Humanos, desde la época en que recorrió las diversas latitudes europeas, hasta los tristes tiempos de su injusta prisión final; hizo oír su voz condenatoria contra la práctica de la tortura, la inhumanidad de los regímenes carcelarios, las arbitrariedades y la falta de garantías judiciales; en plena Revolución Francesa denunció la inconsecuencia de negar a la mujer los derechos cívicos; se opuso a las conquistas como incompatibles con el espíritu libertario y así lo expresó a los franceses con serena firmeza; se enfrentó al Directorio y a Napoleón, condenando el saqueo de los tesoros artísticos de Italia y otros pueblos; la instrucción popular fue una de sus preocupaciones más constantes. En fin, no es posible señalar una causa noble que no haya contado con su amplio y leal apoyo”…39

Pero volvamos a sus viajes y a lo que más le impactó a manera de ejemplo y citaremos aquí el caso de las bibliotecas. La conducta de Miranda es especial. En cada lugar visitado, pedía noticia de las bibliotecas existentes para luego examinarlas. Llegó a visitar 34 bibliotecas principales, unas públicas, otras particulares, en Conventos, palacios y residencias privadas que, en conjunto tenían dos millones ciento treinta y tres mil volúmenes.40

En cada biblioteca se informaba del número de libros que poseía, su grado de conservación y cuidado, el tipo de obras reunidas, la calidad de las mismas y el uso que se hacía de ellas. Solamente una o dos veces, no le fue permitida la entrada a ciertas bibliotecas, lo que le produjo un alto grado de indignación.

Son muchos los apuntes que en sus diarios de viajes tiene sobre las bibliotecas y solo registramos lo anterior para que el lector de este escrito, tenga una visión de lo que importaba para Miranda estas cosas que le eran tan caras a su espíritu y a su intelecto.



CONTINÚA LA PERSECUSIÓN

Pero si bien estas cosas las disfrutaba Miranda en cada país, ciudad, pueblo o Convento, también es cierto que la persecución contra él no cejaba y que el Marqués del Campo persistía en obtener de alguna manera su reivindicación con Floridablanca y mantenía constantemente comunicación con todos los encargados de negocios españoles en otros países y con sus pares, para primero impedir que Miranda se enterara de lo que él fraguaba en su contra y para que se le pudiese capturar.

Tan eficaz fue su organización, que cuando Miranda, al regresar a Londres, era junio 1789 y escribió a Floridablanca contándole los detalles de su viaje por Europa, le dijo que había logrado sus objetivos gracias en parte a la asistencia de los Ministros de España en esos parajes. Tales señores, mientras aparentaban atender a Miranda, daban noticia de su paso a Madrid y a Londres.

La esperanza más firme de del Campo, era que Miranda realmente entrase a París. Tenía otra carta que proyectaba jugar, pues enterado que Penman el amigo inglés de Miranda a quien había confiado su cofre con los mapas y documentos, prestó cierta suma de dinero a Miranda, este consideró pagarla y con el recibo de la misma, lograr la prisión por deudas de Miranda apenas regresara a Londres y extraditarlo. Le salva el Embajador ruso que demuestra que Miranda está adscrito a la Embajada de Rusia. Le ofrece un banquete el Lord Mayor de Londres (Alcalde) y traba amistad con personalidades británicas de alta significación y poder, muchos de ellos masones. Sabe exactamente a dónde se dirige.

Del Campo es informado de todo movimiento de Miranda en cada país al que visita por los Ministros españoles y este a su vez enviaba la información a Madrid, entre tanto Francisco escribe durante varios días una carta para el Conde de Floridablanca. Es una extensa explicación detallada de su viaje y de dos hechos infortunados con representantes españoles.

Era clara la insidia. Nada sabía del Campo, nada conocía sobre el caso, creía que se estaba arreglando…Mientras tanto seguía “madurando alguna otra alternativa”

Del Campo aspira al buen término del asunto para que “vuelva a entrar en el rebaño de nuestro Soberano esta oveja descarriada” y evitar que entre al servicio de otra potencia.

Concluye diciendo: “Tengo pintado su carácter, imaginación exaltada. Sus luces y conocimientos más que medianos, fervor y vehemencia en su expresión y sobre todo una actividad extraordinaria; con tal conjunto de cualidades si este joven llegara a verse exasperado y reducido a abrazar el partido de servicio extranjero, creo que preferiría siempre lo que sea acción, movimiento y singularidad a seguir una vida quieta e indiferente”41

Floridablanca le responde con rudeza: “No obstante lo que VE., ha escrito a favor de Miranda de resultas de lo que VE. Ha observado y tratado desde su regreso a esa Corte, No es posible que el Rey tenga esa confianza en este sujeto y debe VE., caminar bajo este concepto pues aquí estamos contra él por razones muy graves”.42

Del Campo responde con cierta dignidad y dice no haber pretendido nada diferente a fijar a Miranda en destino donde no pueda hacer daño. Floridablanca accede: El Rey ha estado en cuenta de lo que se ha escrito a favor de Miranda “pero como ese caballero está comprendido en proceso pendiente, conviene que se defienda y purifique su conducta”. Por tanto no puede Su Majestad, hacer uso de él y tomar partido.

Del Campo muestra esa nota a Miranda. Ha llegado el fin. No es posible entenderse.43

Miranda responde con una representación al Rey, enviada por intermedio de Floridablanca, a quien dice que con la carta al Rey, “Quedan terminados estos asuntos de mi parte”

Se traman y se oyen nuevas implicaciones en su contra poniéndole en la dura posición de “sacrificar todo…y lo que es más, la dulce compañía de mis padres y deudos para escoger una patria que me trate al menos con justicia y asegure la tranquilidad civil”44 Había esperado una respuesta razonable de la Corte.

Estaba sorprendido y contristado, dice del Campo y añade “Colijo que se mira ya como no dependiente en modo alguno de España”.

Efectivamente todo había terminado. Se abría para él una nueva etapa de su vida.
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