La identidad hispana en Jaime Eyzaguirre

“para Eyzaguirre cada pueblo tiene una alma colectiva propia, que en su esencia está lo verdadero y trascendente, que debe ser defendido y valorado, para no perder el rumbo en nuestro “destino histórico” El siguiente texto es un fragmento del trabajo titulado “Discurso identitario hispanista y de la cultura popular: el caso chileno”, de Roberto Rojas Cisterna, estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía de la Universidad de San Sebastián (Chile), publicado en el sitio web de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Portada de “Hispanoamérica del dolor” (1969), de Jaime Eyzaguirre, (edición de Editorial Universitaria, Santiago de Chile).

Elementos centrales del discurso hispanista El discurso identitario desarrollado por Jaime Eyzaguirre, el cual es de una corriente denominada hispanismo, que consiste en que Chile no puede definir su identidad sin mirar su relación con España, la “Patria Grande”, que trae los valores constitutivos de nuestra idiosincrasia, a saber, la lengua española, la religión cristiana-católica que conlleva a una conciencia de la dignidad de la persona y a una moral de respeto por la vida, las instituciones y un orden político jurídico de raíz occidental, que son elementos esenciales de nuestra cultura y que se mantienen en el tiempo. El objetivo principal del discurso hispanista es la revalorización de la herencia hispana, como elemento constitutivo de la identidad chilena, pero además es su lucha Contra un indigenismo romántico y marxista, contra un panamericanismo imperialista y sin alma, cabe pues oponer la confiada afirmación del patrimonio hispano-americano… lo que cabe es abandonar los caminos mercenarios y actualizar, no de manera idéntica sino que análoga, los valores eternos que alimentaron en América el único esbozo de verdadera y genuina cultura continental (Eyzaguirre, 1939, p.18, citado en Larraín, 2001, p.62). Es de esta forma que este discurso identitario, surge también como un pensamiento de “trinchera”, que busca conservar la esencia verdadera de nuestra cultura, ya que para Eyzaguirre cada pueblo tiene una alma colectiva propia, que en su esencia está lo verdadero y trascendente, que debe ser defendido y valorado, para no perder el rumbo en nuestro “destino histórico”. Lo indígena: prehistoria de “la sangre y el espíritu” Los pueblos prehispánicos de Chile no son considerados sino como la “materia prima” o “lienzo” en donde lo español traza y configura toda su genialidad y alta cultura, debido a que “la idea de patria no podía brotar de los labradores del valle central, de los guerreros de la Araucanía, de los pehuenches, puelches y poyas de las cordilleras, ni de los cazadores y pescadores de tierra del fuego” (Eyzaguirre, 1998, p.13), porque es la cultura hispánica que une a la diversidad en un todo, ya que supera los avatares de la difícil geografía del territorio, plagado de cordillera, desiertos, grandes ríos y largas distancias, configurando la idea de nacionalidad y sentido de pertenencia a los habitantes del territorio, de esta forma, los introduce a tener un devenir histórico, motivo del “choque de razas inconexas, de angustias dispares, ha brotado el alma de la América Hispana. Alma compleja y múltiple, rica como ninguna y apenas revelada aún en sus posibilidades” (Eyzaguirre, 1986, p.28). Esto es consecuente al planteamiento hispanista que subordina toda la riqueza de la diversidad y formaciones sociales de los pueblos indígenas al genio conquistador y cultura superior de la cultura española, que permite “producir el milagro de la cohesión americana” (Eyzaguirre, 1986, p.29)., esto gracias a que “cuando el indio americano, rescatado de la obscuridad de sus ídolos, conoció al Dios del amor y se dirigió a ÉL con las voces tiernas y confiadas del Padrenuestro, no lo hizo en francés ni en italiano, sino que en viril lengua de Castilla” (Eyzaguirre, 1986, p.30), lo que demuestra un etnocentrismo hispanista que con ojos de hoy, nos puede chocar un tanto ese tipo de afirmaciones más pirotécnicas que rigurosas. Lo español: Tradición y raza ecuménica En palabras de Eyzaguirre (1986) la tradición es Hablar la propia voz, es marcar la vida con el sello vernáculo, es escribir mil palabras con la pluma propia, firme e inconfundible. Tradición es algo que trasciende a la mutación incesante del tiempo, es vida, es germen activador, siempre fecundo, nunca agotado. Es tradición todo aquello que ha llegado a incorporarse a los pueblos como algo inherente de su propia persona, y de la cual no podrían ellos prescindir sin poner en peligro su existencia misma (p.40). Es la tradición el pilar de la identidad, la esencia misma de la patria y nación, que comparten los pueblos de herencia hispánica, que los hace parte de una cohesión basada en el reconocimiento de los valores de la “dignidad humana y la conciencia de una ley moral que rige la vida…” (Eyzaguirre, 1986, p.41). Esta tradición ha sido traída a América por la cultura española, proveniente de la península Ibérica en Europa, que “carga un raro y contundente destino de universalidad” (Eyzaguirre, 1998, p.14) en donde “innumerables pueblos fueron allí a volcar su sangre, a dar forma a la raza y molde a su genio. Se llamaron iberos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, vándalos, suevos, alanos, árabes, judíos” (Eyzaguirre, 1998, p.14)., los cuales configuran a la cultura española que desembarcará con una misión histórica trascendente en las costas del “nuevo mundo”, gracias a un temple forjado a pulso por ocho siglos de lucha contra los árabes, dieron a la conquista de América un carácter de “cruzada religiosa”, en donde se debe imponer la “verdadera” cultura y valores, a los pueblos autóctonos de América, que viven bajo una profunda ignorancia al no conocer a Dios. Nos duele Chile, la patria chica. Nos duele Hispanoamérica, la patria grande En el contexto que escribe Jaime Eyzaguirre, se viven lo que para él son dos crisis fundamentales, por un lado la destrucción de la sociedad rural tradicional chilena (década de los 60 con la presidencia de Eduardo Frei) y por otra parte la revolución social de corte marxista-leninista, que desde la Revolución de Octubre de 1917, es un fantasma que ronda en las mentes de los conservadores. Es por este motivo que Eyzaguirre apela al “ídolo de los orígenes”, a ese pasado glorioso, lleno de gestas y grandes hombres forjadores de la nación y del Estado, que nos iluminarán con sus ejemplos de vida a tomar las decisiones correctas en el presente. De esta forma Eyzaguirre (1986) configura su Hispanoamérica del Dolor, en un grito desesperado hacia la tradición, a no caer envueltos a las nuevas modas y tendencias contemporáneas, que es en nuestro pasado y en nuestra verdadera identidad, donde podemos encontrar una guía para el futuro, revalorizando los antiguos principios heredados de España, que cada vez se niegan por toda Hispanoamérica (cabe señalar que el concepto de América Latina para Eyzaguirre es inconcebible, es un concepto “imperialista” que llama a borrar y a olvidar nuestra esencia de origen hispano).

La identidad hispana en Jaime Eyzaguirre | Hispanoamérica Unida