San Juan Diego-"Año de la Santidad"-2002-2003
San Juan Diego-"Año de la Santidad"-2002-2003
Miguel Angel Villa roiz y Carlos Villa roiz
Juan Diego, Cuauhtlatoatzin (el que habla como águila), nació en 1474 en el calpullí de Tlayacac en Cuauhtitlán, establecido en 1168 por una tribu náhua que fue conquistada por Axayacatl en 1416. Era descendiente de Chichimecas, es decir, de bárbaros.
Estudios recientes, afirman que vivió en «Cuautitlán, es decir, Santa Clara, Ecatepec, Estado de México, lo que hace más creíble que así pudiera trasladarse con facilidad al Tepeyac, a Tlatelolco o a Tultepec, que son lugares históricos en su vida.
El Nican Mopohua, el documento más importante sobre la tradición guadalupana, señala que Juan Diego era macehual, de condición social ínfima, no obstante, el Nican Motecpana refiere tuvo posesiones, cosa imposible para los macehuales. Otro estudio, explica mediante la historia de Fernando Alva Ixtlixóchitl esta diferencia de criterios e incluso, se cree que fue un hombre principal de su etnia, razón por la que fue uno de los primeros en ser evangelizado.
Algunas de las órdenes religiosas comenzaron a intentar educar a los indios muy temprano en la lucha por convertirlos al cristianismo. Los franciscanos, por ejemplo, fundaron un colegio para indios en Santiago de Tlatelolco en 1526. Este colegio pretendía educar solo a los hijos de los indios nobles para hacerlos sacerdotes cristianos. Sin embargo, la jerarquia eclesiástica no permitió a los indios hacerse sacerdotes y el colegio tuvo que cerrarse. La prohibición duró hasta 1591, y poco a poco los nativos (especialmente los criollos, pero también indios) fueron ocupando puestos en la jerarquía eclesiástica.
Antes de su conversión, Juan Diego era un hombre con principios religiosos pero extraordinario: humilde, sencillo, piadoso, bondadoso, reservado y místico.
Cuando Cortés atacó México-Tenochtitlan, Juan Diego tenía 49 años de edad y en esos momentos, la Triple Alianza-México Texcoco y Tacuba-estaba debilitada y existían fricciones; además de la ayuda que encontró Cortés entre los tlaxcaltecas, se sumaron grupos texcocanos como lo platica Ixtlixóchitl, y Juan Diego quien vivía precisamente bajo la influencia del grupo de Texcoco, debió padecer como todo su pueblo la actitud del conquistador quien le dio la espalda a los texcocanos al momento de repartir las tierras entre los soldados.
«Cortés le dijo a Ixtlixóchitl que le daba en nombre del emperador, para él y sus descendientes, 3 provincias, que eran Otumba, con 33 pueblos, Itziuhcpohuac, con otros tantos, que cae hacia la parte del Pánuco y Cholula, con ciertos pueblos, Ixtlixóchitl le respondió que lo que daba era suyo y de sus antepasados». Esto explica por qué Juan Diego y su tío Bernardino tenían algunos bienes conforme lo indica el Nican Motecpana: «Juan Diego... les dijo que se convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos dejaron». Ellos «necesitaban estar vigilantes para no ser despojados...».
Juan Diego contrajo matrimonio con una nativa, que tomó el nombre cristiano de María Lucía; no tuvo hijos.(NOTA: Esto parece ser desmentido. Se cree que si tuvo descendencia. Nota de Laura Aguilar Ramírez)
Fray Pedro de Gante, quien formó parte del primer grupo de tres que llegó a México para evangelizar, arribó en agosto de 1523 y se estableció en Texcoco. Luego, provistos de las bulas "Alias felicis y Exponi nobis fecisti", con poder especial de la Santa Sede a los religiosos que pasaran a la Nueva España, se incorporaron en 1524 los llamados franciscanos encabezados por fray Martín de Valencia «Refieren las crónicas que los indígenas fueron bautizados al otro día de la llegada, porque fray Pedro de Gante les había enseñado ya la doctrina cristiana. Entre los ‘Doce Franciscanos’ llegó fray Toribio ‘Motolinia’ quien en su obra histórica asentó cómo fueron las primeras enseñanzas, las que seguramente recibió Juan Diego».
«Fray Pedro de Gante había tenido tiempo de instruir con esmero a sus discípulos. A menudo se contentaban con una formación sumaria, que abarcaba solamente los puntos esenciales: un solo Dios todopoderoso, eterno, de sabiduría y bondad infinitas, creador de todas las cosas, la Santísima Virgen, la inmortalidad del alma, los demonios y sus perfidias: tales eran en suma, los dogmas a que se limitaba la instrucción según el testimonio de Motolinia, con que los indios eran preparados para el bautismo».
Entre 1524 y 1525, Juan Diego abandonó las creencias de sus antepasados y fue bautizado junto a su esposa. Probablemente ofició «Motolinia» en Santiago Tlatelolco. No hay fe de bautismo pues la costumbre de llevar registros data de tiempo después.
Su esposa María Lucía falleció en 1529, un año después de que por decreto fue creado el obispado de México; entonces Juan Diego se fue a vivir con su tío, también bautizado, Juan Bernardino, en Tultepec, a 14 Km. de la Iglesia de Tlatelolco.
Durante una de sus caminatas, cruzó por el cerro de Tepeyac (punta, nariz), que los españoles llamarían Tepeaquilla, donde los indios adoraban a Tonantzin, Nuestra Madrecita, madre de todos dioses. Allí ocurrió la primera aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, en el sitio que hoy conocemos como «Capilla del Cerrito». La Virgen habló a Juan diego en náhuatl y le pidió que viera al obispo para que le edificaran una capilla. «Se afirma con valor jurídico, que el Obispo electo fray Juan de Zumárraga dejó un testimonio escrito del suceso. El documento ha sido buscado cuidadosamente, pero no ha sido encontrado». La Virgen la que llamaba «Tequatlanopeuh o Tequantlaxopeuh, cuyas significaciones respectivas serían La que tuvo origen de la cumbre de las peñas o La que ahuyentó o apartó a los que no comían». Por la dificultad de pronunciar este nombre, lo españoles la llamaron Guadalupe, palabra árabe que significa Río de Luz. En Extremadura, España, se venera a una Virgen con ese nombre.
Aquí comienzan las dificultades, en la traducción de su nombre indígena.
«El nombre náhuatl que verosímilmente dijo la Sma. Virgen a Juan Bernardino y que los oídos españoles asimilaron a «Guadalupe»; de Guadalupe tal vez nunca lo lleguemos a encontrar en ningún documento... proponemos aquí el nombre Cuahtlapcupeuh, o lo que es igual Tlecuauhtlapcupeuh. Los elementos de dicha palabra son: Tle cuauh- Tlapcup-euh, cuya significación es la siguiente:
Tle-tl: fuego
Cuauth-tli: águila
Tlapcup-a: del oriente, de la región de la luz.
El verbo ehua, en forma de pretérito: euh; dicha terminación se usa para indicar el sujeto que hace la acción. Significa: levantar, proceder de.
El significado de dicho nombre, en su forma más sencilla sería: La que procede de la región de la luz como el águila de fuego.
Al momentos de las apariciones, el Papa era Clemente VII. Juan Diego tenía 57 años y la Orden de los Agustinos estaba por llegar. Después de aquellos sucesos, Juan Diego vivió en el cuarto que construyó junto a la capilla que en los primeros años alojó la imagen de su ayate; dejó sus pertenencias a su tío Juan Bernardino quien fallecería el 15 de mayo de 1544, y vivió de modo callado y escondido durante 17 años a lado de la Ermita. El traslado de la imagen a la ermita tuvo lugar el 26 de diciembre de 1531 y entonces ocurre el primer milagro. Las confusiones históricas se explican mejor si se toma en cuenta que la imprenta llegaría a México hasta 1534, en el pontificiado de Paulo III. Después de 1531, Juan Diego dedicó su vida a la difusión oral de las apariciones. Murió poco después de Zumárraga, entre junio y septiembre de 1548, a los 74 años.
Sus restos no han sido encontrados, sin embargo, las fuentes citan: «Sus restos están en la «Capilla antigua», también conocida como la «Parroquia de Indios», al pie del cerro». «Está enterrado en esta iglesia, señala una lápida sepulcral». «Fue sepultado en la ermita (primera capilla) posteriormente sus restos fueron trasladados de un lugar a otro según era trasladada la Sagrada Imagen». Se sabe que su sepultura fue marcada con una «tarjeta de madera» ovalada, con la inscripción: «En este lugar se apareció Nuestra Señora de Guadalupe a un indio llamado Juan Diego, donde está enterrado en esta iglesia» y ésta «fue encontrada posteriormente en una bodega por el señor Ruiz Alarcón, canónico archivero del Templo de Guadalupe. Se la había entregado al sacristán Antonio Romo, y el Sr. José María Ruiz Alarcón la puso en un bastidor, con resguardo de vidriera... la entrega por parte del sacristán tuvo lugar en 1797».
Juan Diego eslabona el mundo antiguo mexicano no cristiano y la propuesta misionera; facilitó el camino a la hiperdulía, es decir, al culto de la Virgen; no obstante, los indígenas ya estaban predispuestos a tenerla en lugar especial en su corazón y en su cultura porque en las religiones mesoamericanas, existía el concepto de dualidad teológica: hombre-mujer, día-noche, vida-muerte; así, ante el naciente cristianismo, la parte femenina fue encarnada por Guadalupe, la Virgen que los propios españoles, desde el primer momento, trataron de fomentar. Recordemos cómo Hernán Cortés impulso imágenes de María en Cozumel, Tabasco, Zempoala, Tlaxcala, ante los emisarios de Moctezuma en Veracruz; lo intentó en Tlatelolco y lo hizo en el Templo Mayor de México Tenochtitlan.
En los propios soldados de Cortés también anidaba el deseo de la aparición mariana y en 1531, muchos hubieran querido estar en el papel de Juan Diego, prueba de ello es que desde antes, tuvieron la ilusión de inexplicables apariciones de la Virgen y el Apóstol Santiago: «Bernal Díaz Castillo dice que en el Centla hizo tres apariciones; Solís plática que ‘exceso es de piedad al atribuir al cielo estas cosas’ y que ‘no es necesario recurrir al milagro visible donde se conoció con tantas evidencias la mano de Dios’. Andrés de Tapia afirma: ‘de manera que fueron tres veces las que apareció que le vimos... Cortés dijo: Adelante, compañeros, que Dios está con nosotros; Bernardino Vázquez de Tapia cuenta ‘un caballo blanco, a cuya causa se desbarataron los indios, el cual caballo no había entre los que traíamos’; López de Gómara también coincide... La cuarta aparición del Señor Santiago fue cuando los españoles huyeron de México-Tenochtitlan, y según ellos, entonces sí se manifestó la virgen, en la Batalla de Otumba. Torquemada dice que el Señor Santiago ‘pelaba sin ser herido y su caballo hacía tanto mal como el caballero con su espada: el Padre Acosta da por verdaderas las apariciones de ambos; Fray Diego Durán afirma: ‘Santiago se apareció ante los guerreros aztecas, a los que puso en fuga habiéndoles roto y ganado sus banderas’». Hay crónicas que afirman que el Apóstol Santiago se apareció en 38 batallas contra los moros durante la reconquista de España. Sin embargo, la Virgen seleccionó en México a un indio convertido y no a un conquistador.
Ante las apariciones guadalupanas, la inquisición no tuvo un papel represivo. El propio obispo Zumárraga era protagonista del acontecimiento. El Santo oficio comenzó a funcionar en México desde 1522 para preservar la fe y los dogmas contra quienes sostenían puntos de vista heréticos o eran culpables de actos inmorales o carentes de respeto hacia los principios religiosos. Todo bautizado está bajo su juridicción; combatía la herejía, la blasfemia y la brujería. «El primer juicio de la Inquisición mexicana data de 1522, y es el juicio del indio Marcos de Acolhuacán por el crimen de concubinato. En dos edictos emitidos en 1523 se encuentra evidencia adicional de que la Inquisición funcionó temprano en México. El primero de ellos se dirigía contra los herejes y los judíos, pero el segundo era tan amplio que apuntaba a toda persona que de palabra u obra cometiera actos que parecieran pecadores. El primer fraile que tuvo facultades inquisitoriales específicas en México fue el franciscano Martín Valencia». Si la Inquisición no detuvo a Juan Diego, dio por veraz la aparición.
INDICE
Algunos tenemos la idea de Juan Diego como la de un indio ignorante y no es así
Por Miguel Vázquez
Nieto de Netzahualcóyotl y emparentado también con el emperador Moctezuma I, el noble Juan Diego nació en 1474, en lo que hoy es el pueblo de Santa Clara Coatitle. Su nombre original era Cuau-tlizatzin Ixlilxóchitl. Fue dueño de vastas propiedades e instruído en el sacerdocio y en el arte de la guerra, consiguiendo el grado de Caballero Aguila. Juan Diego tuvo dos esposas a la vez, Beatriz y María Lucía. Con la primera procreó tres hijos, y con la segunda, dos hijas. Al convertirse al cristianismo, decidió vivir únicamente con María Lucía. Ya era viudo cuando en 1531, se la apareció la Virgen en el Tepeyac, a la que consagró los últimos años de su existencia. Murió en 1548, a los 74 años de edad.
Así dice exactamente la biografía definitiva de Juan Diego, que basada en las investigaciones, que entregó personalmente al Papa, el postulador de su causa de canonización Monseñor Enrique Salazar y Salazar.
"Es interesante conocer la historia", explicó el Padre José Fortunato Alvarez, secretario canciller del Obispo de Mexicali. "Algunos tenemos la idea de Juan Diego como la de un indio ignorante y no es así. El tenía una posición reconocida entre los Aztecas. Esto hace más atractiva su conversión reconocida entre los Aztecas. Todo el que se bautizaba era aquel que había dejado la idolatría, y nunca es fácil desprenderse de su cultura, prácticas y creencias.
"Juan Diego, por ser de la nobleza indígena, tuvo formal-mente dos mujeres y según los investigadores pudo incluso haber tenido varias concubinas, como acostumbraban los señores de la época pre-hispánica. Pero Juan Diego, renunciando a sus tradiciones, aceptó y abrazó la fe católica que trajeron los españoles. En 1524 el fue bautizado junto con su esposa María Lucía, cuando el tenía 50 años.
"Juan Diego fue beatificado en 1990. A partir de ese momento empezó la etapa final en su proceso de canonización en la que debe acreditarse un tercer milagro. En esta última etapa se batalló mucho con Juan Diego porque hubo un sector dentro de la Iglesia que cuestionaba la historicidad de Juan Diego. Es decir que afirmaban que no había pruebas suficientes para asegurar la existencia real, física, histórica de Juan Diego. Fue un gran obstáculo, pues el mismo Shulemburg, quien era el Abad de la Basílica de Guadalupe en ese tiempo, promovía esta duda sobre la existencia real de Juan Diego. Eso vino a retrasar el proceso. Si no puedes acreditar la existencia real de una persona, no puedes hacerlo santo, no puedes hacer santo a un mito, a una leyenda".
Añadió el P. Alvarez, "Pero Dios saca bienes de los males. En octubre del 2000 se entregaron a la Santa Sede más de 500 documentos probatorios sobre la existencia de Juan Die-go y se han localizado a más de 100 de sus descendientes directos.
Ellos viven en cuatro poblados en el noreste de la Ciudad de México. En el libro El Mensajero de La Virgen, escrito por Monseñor Enrique Salazar y Salazar y las Antropólogas Asunción García Samper y Rossana Enríquez Arguello, se exponen las principales pruebas de la existencia de Juan Diego. Con reproducciones de documentos originales en náhuatl y español, fotografías, textos y gráficas, dejan sin argumentos a quienes sostienen que Juan Diego no existió".
"Finalmente, el pasado 13 de diciembre del 2001 el Papa aprobó el decreto canónico de reconocimiento del milagro atribuído a la intercesión de Juan Diego. Este es el tercer y último milagro requerido para su canonización", dijo.
Ahondó, "El milagro ocurrió el 6 de mayo de 1990, en el mismo momento en el que el Santo Padre proclamaba beato a Juan Diego. Se trata del joven Juan José Barragán Silva, que desesperado y bajo el efecto de la droga, frente a su mamá, se hirió a sí mismo con un cuchillo y se tiró de cabeza al vacío desde un balcón a 10 metros de altura. La madre del muchacho, Esperanza, ha contado que justo cuando el joven estaba cayendo lo encomendó a Dios y a la Virgen de Guadalupe. Invocando a Juan Diego le dijo: `Dame una prueba. ¡Sálvame a mi hijo! Y tú Madre mía escucha a Juan Diego'.
"A juicio de los médicos, la muerte debía haber sido instantánea. Considerando la altura desde la que se aventó el muchacho, su peso de 70 kilos y el ángulo de impacto, se ha calculado que la caída ocasionó una presión de dos mil kilos en su cráneo. Sin embargo, a los tres días de estar hospitalizado, de manera instantánea e inexplicable, Juan José se curó completamente", dijo el Padre. "No quedó con ningún daño neurológico o psicológico y además sanó de su problema de drogadicción. Los especia-listas dijeron que este caso era científicamente inexplicable".
El reconocimiento de este milagro fue un paso definitivo en el proceso de canonización de Juan Diego.
también se dice que uno de los hermanos de Juan Diego fué un noble guerreo que fue ejecutado por que se nego a entregar sus tierras y no acepto convertirse al cristianismo.
En el libro Juan Diego. El mensajero indígena de la Virgen de Guadalupe. (Centro de Estudios Mesoamericanos A.C., 2002), la historiadora y su homóloga, Rossana Enríquez Arguello muestran una imagen diferente a la que se conocía del pobre y humilde indio o macehuatl.
A decir de García Samper, al estudiar varios pueblos y señoríos del siglo XV y XVI de la Cuenca de México, se encontró datos que conducían con Juan Diego, el vidente del Tepeyac.
En la BNAH, se localizó, lo que según la investigadora es la copia del testamento firmado en San Juan Ixhuatepec por Juan Diego Cuauhtliztatzin Tlipotonqui, y que hace referencia a las propiedades que lega a tres de sus hijos: Santa Clara Coatitla, San Pedro Xalostoc, Tecamac y Tolpetlac, en donde de acuerdo con el análisis genealógico aún viven descendientes.
Este documento lo registró Lorenzo Boturini en sus escritos. En el archivo de la Villa de Guadalupe existía la evidencia en un libro que tenía todos los testamentos de los caciques indígenas de la región, sin embargo, desapareció. Actualmente existen dos copias detectadas, la del Archivo General de la Nación y la que se localizó en la BNAH, la cual se encuentra íntegra.
En este contexto, las historiadoras afirman: "Juan Diego existió, formando parte de una sociedad de origen otomí-matlame cuyo territorio se centraba en Tezcoco y se distribuía en Ehecatepec, Tepletlaoztoc y parte de la cuenca norte de México, y que la clase dominante estaba formada por la nobleza indígena chichimeco-tolteca, como también por la mexica-tlatelolca".
De esta manera, explican las historiadoras, no se trató de un indio pobre, sino del descendiente de Netzahualpilli, propietario de grandes extensiones de tierra, que se casó dos veces y tuvo cinco hijos.
Además, por el tipo de indumentaria bordada con que se le conoce y el ayatl con nudo en el hombro, se infiere que tenía cierta jerarquía. La palabra macehualt muchos traductores la colocan como el que no tiene posesiones, sin embargo, en náhuatl también quiere decir el elegido de Dios y el humilde de corazón.
Sin enfatizar la cuestión guadalupana del catolicismo, manifiestan que no se puede negar la presencia histórica de Juan Diego y decir que es una invención. "Existen documentos que amparan el desarrollo histórico y real de la existencia de este personaje".
Indagando se encontraron dos familias, Soriano y Escalona, que se dicen descendientes directas y quintas nietas de Juan Diego, ellas son hijas de caciques. Además, por pleitos de tierras se localizaron a más que por tradición oral se asumían como parientes del indígena vidente.
Las historiadoras aseguran tener las evidencias documentales que indican donde está enterrado actualmente Juan Diego, así como su esposa María Lucia y su tío Juan Bernardino, los traslados que se han hecho de sus restos y su localización actual.
Este es el inicio de una serie de investigaciones cuyos resultados pronto se darán a conocer. "Ofreceremos pautas para mostrar la ubicación de los restos y posteriormente analizarlos", si es que se desea excavarlos, a través de antropólogos físicos.
Otra de las líneas de investigación apuntan sobre el lugar de nacimiento de Juan Diego, que se ha cuestionado que sea Cuauhtitlán de Romero Rubio, lo cual aseguran las investigadoras es una invención del siglo XIX porque él nació en Santa Clara Cuauhtitlan o Catitlan, hoy Coatitla, en el municipio de Ecatepec, Estado de México.
Asimismo, localizar el santuario de la Quinta Aparición, de Tolteplac, a través de la arqueología; estudiar la indumentaria para saber cómo vivían; y demostrar que la iglesia no siempre se oponía y despreciaba al indígena, a través de cartas de fray Domingo de Betanzos, son otros de los temas que se dejan sobre la mesa.
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