Por Carlos Salvador La Rosa (*)¿Qué tiene Kirchner en la cabeza? Un análisis de lo que significaron los Césares en el Imperio, los Papas en la Iglesia... Néstor Kirchner en el peronismo.
Advertencia preliminar: Para comprender cabalmente esta nota es preciso ser peronista, haberlo sido o haberse dejado seducir por siquiera una de sus variantes alguna vez en la vida. Para quien no entre en una de esas tres categorías, no recomendamos leer lo que sigue. El peronismo engulle a todos los que buscan infiltrarlo para cambiar su naturaleza. Pero también destruye a los que se quieren apoderar de él. En particular a sus Césares cuando se creen más que el Imperio.
Los infiltrados. Al PJ se lo quiso cambiar de naturaleza, o sea infiltrarlo, cuatro grandes veces en la historia. Cuatro grandes fracasos. El primero ocurrió cuando el sindicalista Augusto Timoteo Vandor ideó el “peronismo sin Perón” con lo que buscaba remplazar la conducción personalista del conductor por un partido sindical. Resultado: Terminó asesinado por los infiltrados que lo sucedieron.
El segundo fue a cargo de los Montoneros, que buscaron hacer del PJ un partido revolucionario de ideología castrista o leninista. Resultado: pocos de ellos sobrevivieron. Políticamente murieron todos. Literalmente, miles.
El tercero aconteció en democracia, cuando los “peronistas renovadores” de los ‘80 quisieron hacer del PJ un partido normal en vez de un movimiento totalizador. Resultado: los renovadores devinieron gerentes de Menem y los que resistieron, sucumbieron en la Alianza.
El cuarto comenzó cuando Néstor Kirchner arribó a la Rosada, pero éste, más que infiltrar al PJ, buscó destruirlo, sabedor de que, si no, el PJ lo destruirá a él, como pasó con todos sus antecesores en el intento de infiltración.
Para lograr su propósito, Kirchner dedicó sus primeros años a “transversalizar” el peronismo buscando cuadros -dentro y fuera- que le fueran más leales a él que al PJ. Hasta que se dio cuenta de que un millón de transversales -si los hubiera- tenían menos poder que cualquier caudillo del conurbano. Entonces, abandonó la transversalidad y se fue a conquistar Buenos Aires antes que Duhalde le hiciera algo parecido a lo que pasó con De la Rúa.
Pero para apoderarse de Buenos Aires hay que ser como sus caudillos: no sólo aliarse con ellos sino convertirse en gente como ellos. Así, Kirchner le quitó el conurbano a Duhalde, pero sin abandonar su sueño de matar al peronismo. A partir de allí lo intentó vía la “concertación”, viendo si podía poner gente e ideas de afuera dentro del PJ. Sin darse cuenta de que el PJ jamás concertó con nadie sino sólo consigo mismo. Por lo cual Kirchner no sólo obtuvo otro estrepitoso fracaso sino que además inventó al hasta hoy más inasible de sus enemigos fuera del PJ: Julio Cobos.
En la actualidad, Néstor -ya cansado de intentar destruir al PJ por izquierda- busca destrozarlo por derecha. O sea, exagerando los defectos del movimiento hasta el absurdo. Si no, veamos: para que ningún peronista se le escape hacia algún otro peronismo alternativo (porque del PJ no se va ningún peronista en serio), primero adelantó las elecciones para que nadie se la jugara solo; luego coparticipó la soja para que nadie se le aliara con el campo o la oposición.
Y al fin -ya al borde del ridículo- pide a los caciques conurbanos y a los gobernadores, que se presenten ellos mismos en las elecciones como prueba de que están dispuestos a morir por él (similar acto de fe pidió Calígula a los suyos: a los que no aceptaban los mataba por traidores, y a los que aceptaban, los mataba por leales).
Que quede claro: en ninguno de sus intentos de infiltración por izquierda o por derecha, Kirchner buscó destrozar a las oposiciones externas, sino al peronismo. Y no en particular a los disidentes, sino, especialmente a los que formalmente le obedecen.
¿Qué es el peronismo? Es muy audaz todo lo que hizo Kirchner. Jamás nadie se atrevió a tanto. Pero Kirchner parece olvidarse de que hasta el creador de la criatura, Juan Perón, debió más de una vez subordinarse a la lógica del movimiento para que el movimiento no se lo engullera a él también (si no, por ejemplo, hubiera designado a Ricardo Balbín como su sucesor y no a su esposa). El PJ, que cumplió una gran misión histórica en su fundación del ‘45, luego perdió de vista toda meta estratégica, pero fue tan grande la potencialidad de su origen (o la falta de una idea igual de grande que la remplazara) que se autonomizó de toda persona y se apoderó culturalmente de la política argentina. Hoy es una máquina inmanejable, salvo por quien acepte enteramente su lógica.
El peronista orgánico, leal tiene como única misión en su vida defender la sobrevida de la institución peronista, porque la lealtad a ella es mucho más importante que la lealtad al líder de turno. O sea, el peronismo tiene una institucionalización bárbara, pero institucionalidad al fin. La legalidad peronista es quizá pre-constitucional, pero va más allá de las personas. Incluso de sus líderes. Menem y Duhalde son arquetipos de líderes peronistas plenos. Menem jamás discutió la lógica peronista, salvo su ideología, que es discutir nada porque el PJ no tiene ideologías o las tiene todas, que es lo mismo. Y a todas las “peroniza”. Duhalde, por su parte, sigue siendo el peronista “ideal”, porque más que Papa del movimiento busca ser el proclamador de Papas. En cambio, Kirchner es más bien una anomalía. No es que no sea peronista, sino que es al peronismo lo que algunos Césares desviados fueron al Imperio Romano.
De suicidas y traidores. Hace tiempo, y hoy más que nunca, que los obispos del PJ vienen discutiendo qué hacer con el líder desviado que intentó destruirlos, por izquierda o por derecha. Para colmo, en estos días, Kirchner está obligando al PJ a destruirse para salvarse él. Cosa que el PJ no consentirá. La lógica peronista puede tolerar muchos dobleces, pero jamás el suicidio. Y para no suicidarse, el PJ no dudará en hacer todo lo que deba hacer.
Enfrentar a la oposición para Kirchner siempre fue juego de niños. Enfrentar al campo le fue un poco más duro pero nada del otro mundo. Enfrentar a la realidad le es muy difícil, aunque siempre tendrá una chance de imponer su férrea voluntad por sobre el determinismo de las cosas. Pero enfrentar al peronismo es literalmente un suicidio y por estos días Kirchner parece estar jugando ese juego.
En síntesis, el anhelo de Kirchner fue y es matar al PJ para que el PJ no lo mate a él. Pero en estas Pascuas comenzó a intuir que ya no podrá hacerlo, que lo único posible es neutralizar lo más que pueda al PJ, para diferir su muerte. Deberá dedicar, entonces, todas sus energías a evitar que Brutus le clave el cuchillo a César, o que los senadores lo fulminen como hicieron con Calígula o Nerón. Su vida hoy es sólo una carrera contra la muerte anunciada.
Breve epílogo para opositores. La respuesta a la pregunta ¿qué tiene Kirchner en la cabeza?, es la siguiente: Kirchner en su cabeza tiene a todos los argentinos cada vez que hacen algo dentro de su lógica. Hoy la política la hace sólo Kirchner como si el resto del país fueran células en su cabeza que siempre lo fortalecen, ya sean como cuerpos o anticuerpos, siempre al servicio de la salud del organismo, aunque las células mueran.
Por ende, el problema de la oposición no es unirse como sea con tal de que se vaya. La cuestión no es sacarse a Kirchner de encima, sino ellos salir de su cabeza, de su lógica. Nunca más peque la oposición para derrotarlo porque él pecará el doble. Las trampitas opositoras generan las súper-trampas oficialistas. El pícaro siempre le gana al aprendiz de pícaro. Los aprendices de brujos siempre son derrotados cuando se enfrentan con los brujos en serio. A no ser que se quiera ser tan brujo como ellos.
Por ende, todos los que quieran infiltrar el peronismo, terminarán expulsados. Y si quieren superarlo desde afuera haciendo lo mismo que el aparato peronista hace, sólo contribuirán a la legitimación de sus peores defectos. Porque, e incluso más allá de Kirchner, el PJ sólo morirá por muerte natural o cuando alguien le proponga a la Argentina otra lógica, otra idea de Nación.
clarosa@losandes.com.ar
(*) Columnista de Los Andes, Mendoza
clarosa@losandes.com.ar
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