EL SITIO DE BALER.Comienza así el sitio de Baler, cuya duración como he dicho al principio fue de casi un año. Los 54 soldados españoles se refugian de las acometidas Tagalas en la pequeña iglesia, la cual empiezan a proteger tapiando las ventanas y haciendo acopio de los pocos alimentos disponibles (arroz, tocino, azúcar) con la certera intención de aguantar hasta ser liberados o recibir ordenes desde Manila.
En torno al templo, los insurrectos comienzan a construir una trinchera desde donde atacar. A las pocas horas comienza el asedio, cientos de soldados filipinos acometen encarnizadamente la posición desde todas partes, los cazadores españoles repelen una y otra vez los ataques que se suceden uno tras otro. La tenacidad de los asediados desarma la voluntad del enemigo que ve como lo que parecía cuestión de horas, se alarga preocupantemente en el tiempo.
Podemos imaginar el interior de la iglesia prácticamente a oscuras, ya que las ventanas se habían tapiado, el pesado ambiente hacía que respirar fuera muy dificultoso. Los días pasan y los ataques no cesan, los alimentos cada vez eran más escasos y el mayor de los enemigos llegaría en forma de epidemia. El Ber-iberi la terrible y dolorosa enfermedad diezmaría a los débiles soldados españoles, que morían entre terribles dolores. Esta enfermedad se debía a la falta de la desconocida vitamina B-1, se descascarillaba el arroz ignorantes de que la cáscara era fuente de esa vitamina tan necesaria. También la disentería se haría presente, contribuyendo a llenar la enfermería del Teniente Rogelio Vigil, que veía como sus hombres morían uno tras otro, unas veces por la enfermedad y otras por el hambre. Comenzaron a escasear las provisiones, la carne pronto comenzaría a faltar, además no tenían sal con que conservarla y la necesidad hizo que se consumieran todo tipo de animales como ratas, lagartijas y serpientes, cualquier cosa era apetitosa.
Atacados por el hambre y las enfermedades, mueren el Capitán de las Morenas y el Teniente Zayas, quedando el Teniente Saturnino Martín Cerezo al mando de aquella guarnición de soldados andrajosos, pues ya no tenían ropa con la que vestirse ni calzado con el que proteger sus pies. La bandera que ondeaba en lo alto de la iglesia y que a causa del sol y la lluvia se había degradado tanto como sus custodios, fue cambiada y sustituida por otra confeccionada con algunos trapos rojos y amarillos, pero la torre donde flameaba fue derruida por varios disparos de cañón.
Los sitiados recibieron multitud de emisarios ofreciéndoles la rendición, pero ninguna vez accedieron a sus pretensiones, acordando no recibir a ningún otro y resistir hasta el final. La moral quedaba así en pie a diferencia del techo de la iglesia, el cual se derrumbaría por el impacto de las bombas haciendo que la lluvia penetrase en el interior.
Mientras nuestros soldados resistían, España se rendía, el 13 de Agosto de 1898 se firmaba el Tratado de París por el que se capitulaba y se entregaba a USA, Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Todo se había perdido, se vendió Filipinas por 20 Millones de Dólares, todo se entregaba, todo a excepción de la pequeña localidad de Baler que seguía siendo defendida por aquel grupo de soldados ajenos a lo que estaba ocurriendo.
Desde Manila comenzaron a enviar noticias de la capitulación al Teniente Martín Cerezo, se les animaba a rendirse y a deponer las armas, pero el Teniente desconfiaba y no hacía caso a las noticias que le llegaban. Hasta el lugar llegó el Capitán Olmedo para informarle de lo que había ocurrido, pero tampoco pudo convencer al valeroso oficial de que la Guerra había terminado, temiendo que todo fuera urdido para engañarle, hasta en cinco ocasiones lo intentó.
Llegó la navidad y la situación era desesperante, como sustento solo disponían de infusiones de naranja, el hambre haría que varios soldados al frente de Cerezo y Vigil animados por la necesidad aprovecharan la noche para salir de la iglesia y tras eludir la constante vigilancia del enemigo, abatieran a tiros un Carabao cuya carne les daba otra oportunidad de seguir con vida y así alargar la defensa.
El tratado de París había sido un engaño, la independencia prometida por los americanos a los filipinos no se produjo y las islas se convertirían en una colonia mas. Ahora, los enemigos eran los Americanos. El 13 de Abril de 1899 llegó hasta las costas el Cañonero Estadounidense USS Yorktow, con la intención tomar la zona, pero en un gesto de casi admiración, el mando Estadounidense decide salvar antes a los soldados españoles recluidos en Baler. Por la noche el cañonero ilumina desde la costa la Iglesia, el Teniente Martín Cerezo no puede creer lo que esta viendo, su mente cansada cree que se trata de los refuerzos llegados para salvarlos estallando en euforia toda la guarnición. Finalmente los soldados Americanos destinados a salvarlos fueron masacrados. Los sitiados siguen en su defensa, pero ahora con la moral más alta.
Otro cañonero, esta vez Español llega en mayo a la bahía procedente de Manila, a bordo se encontraba el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar y Castaneda nuevamente enviado para convencer al Teniente Cerezo, éste en su ofuscación confunde al barco español con uno Filipino, y piensa que ha sido enviado para engañarle nuevamente, y que la embarcación ha sido camuflada como española. Los sitiados quedan clavados al terreno en su firme actitud de continuar con la defensa, hasta que el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar hace llegar a Cerezo unos periódicos donde se evidencian las noticias de los desafortunados acontecimientos. Martín Cerezo queda petrificado, no puede creer lo que está viendo, todo había sido entregado y lo único que le reconforta es saber que su plaza había aguantado.
El 2 de Junio de 1899 la bandera española que todavía ondeaba en la Iglesia de Baler es sustituida por un paño blanco, pero no sería una rendición en su término más exacto. Martín Cerezo había conseguido firmar una capitulación que aseguraba la rendición más honrosa. En la Capitulación de Baler se decía que las dos partes habían pactado cesar en sus hostilidades, que las vidas de los soldados serían respetadas, y que se dejaría salir a éstos portando sus armas y escoltados hasta un lugar seguro.
Ya no había motivo por el cual permanecer más tiempo en aquella tumba, aquella mañana se abriría la puerta de la Iglesia, al frente, el Teniente Saturnino Martín Cerezo encabezaba la formación de a tres, con la cabeza bien alta sus cadavéricas figuras desfilaron con honores frente a las tropas Tagalas. Sólo quedaron 33 soldados y 2 frailes, ya que 17 habían muerto, seis habían escapado y 2 fueron fusilados.
El 30 de junio se publicó un decreto firmado por Aguinaldo, presidente de la República Filipina, en el que se podía leer lo siguiente:
"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente":
Artículo Único.Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.
Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899. El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo. El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores.LA ENCAMISADA
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