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Tema: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

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    Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

    Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje (1474-1516)

    Entusiasmo por la lengua de Roma. La antigua unidad del Latín y la nueva unidad del castellano en el pensamiento de los Reyes Católicos. Fernando el Católico supedita el aragonés al castellano. Expansión del castellano por la Península: Vizcaya y Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia y Portugal. Labor de Fray Hernando de Talavera por la difusión del castellano entre los moros granadinos. El judeo-español. Nebrija y la difusión de la lengua por un nuevo mundo. La Imprenta y la Lengua. Elio Antonio de Nebrija. Isabel la Católica y la lengua del siglo XVI.

    Proviene de aquí: Hª lengua, 8: El castellano, lengua escrita por obra de Alfonso X el Sabio

    El entusiasmo por el latín en la corte de Juan II continuaba ahora en la época de los Reyes Católicos con intensidad creciente, ni antes ni después superada. La propia Reina, discípula de la célebre humanista Beatriz Galindo, llevaba la iniciativa:

    “Aunque no sabía la lengua latina holgaua en gran manera oyr oraciones y sermones latinos. Porque le parescía cosa muy excelente la habla latina bien pronunciada. A cuya causa siendo muy deseosa de lo saber, fenescidas las guerras en España, començó a oyr leciones de gramática. En la qual aprovechó tanto que no sólo podía entender a los embaxadores y oradores latinos, mas pudiera fácilmente interpretar y transferir libros latinos en lengua castellana...” (Lucio Marineo Sículo, Cosas memorables de España, Alcálá, 1533)

    Sus hijas, las infantas, estudiaban latín con tanto empeño y provecho, que una de ellas, doña Juana, la que había de ser madre del Emperador Carlos, llegaba a improvisar en Flandes, años más tarde, discursos oficiales en la lengua de Roma; y del príncipe, niño, don Juan se aseguraba que era “buen latino”. Y como, según entonces decían, “Jugaba el rey, eran todos tahúres: estudia la reina, somos agora estudiantes”, dábanse todos al estudio del latín, pues “lo que los reyes facen, bueno o malo, todos ensayamos de lo facer” (Juan de Lucena, "Epístola exhortatoria a las Letras").

    Los nobles eran los primeros en imitarlos. para ello se procuraban los mejores maestros del mundo: el almirante don Fadrique hacía venir al siciliano Lucio Marineo Sículo; el conde de Tendilla, embajador en Roma, traía de Italia al lombardo Pedro Mártir de Anglería; el cardenal Fonseca sacaba de Bolonia al joven andaluz Elio Antonio de Nebrija, lumbrera ya de España, para tenerlo consigo en Sevilla.

    Los nobles tenían, además, a gala albergar en sus palacios y colmar, en ellos, de honores a sus maestros de latín. Varios años estuvo Nebrija viviendo en el palacio del gran maestre de Alcántara, don Juan de Zúñiga, en Zalamea de la Serena. En aquella mansión escuchaban sus lecciones el propio maestre, sus hijas, una de ellas la esposa del duque de Alba, y un grupo de discípulos, entre ellos quizá Hernán Núñez (el comentador de Juan de Mena), el Pinciano y Florián de Ocampo.

    En las universidades era tan grande el entusiasmo de la juventud por la lengua latina y tal la pasión de los discípulos por sus maestros de humanidades, que en la de Salamanca alzaban los estudiantes en hombros a Pedro Mártir de Anglería y lo introducían con este triunfal aparato en el aula en que comentaba las “Sátiras” de Juvenal.
    En fin, era tanto el celo por la lengua latina, que Nebrija, al terminar una de sus clases en la Universidad de Salamanca, solemnemente elevaba una plegaria a Dios y a la Virgen para que extinguiera la barbarie e ignorancia de la latinidad, y a los Reyes y a don Juan de Zúñiga exhortábanlos también a que persiguiesen a los enemigos del latín.

    Claro es que, si se estudiaba con tanto empeño, no era por mero interés filológico, sino por conocer a través de aquella lengua la cultura clásica, madre de la civilización occidental, que se intentaba restaurar. Pero, sobre todo, lo que España admiraba en aquella cultura del pueblo romano era su insuperable organización política: España veía en la Roma de los Césares el modelo de lo que ella podría ser en un futuro muy próximo; soñaba en un imperio como el de Roma. Y una de las cosas que de la Roma imperial la España renacentista admiraba era la expansión de su lengua, la latina, propagada por los Césares sobre un inmenso territorio de muchas y diversas hablas, a cuyos pueblos dotaron así de las ventajas innúmeras de un lenguaje común, indispensable a todo Imperio.
    “Difundiendo e imponiendo una lengua única, conciliaron los romanos a los hombres de todas las naciones, por creer firmemente que, después de la unidad de religión, sólo la unidad y conformidad de la lengua puede hacer posible la convivencia en el Imperio. Lo contrario divide, enajena y tiene en sospecha a los unos de los otros, como los sordos que siempre se recelan y sospechan mal de las palabras que se hablan delante de ellos.” (Glosa de una carta de Arias Montano al duque de Alba, escrita en Amberes en 1570, publicada en las memorias de la Academia de la Historia, t. VII)
    Y éste fue el pensamiento de los Reyes Católicos, ante el espectáculo de España con sus variedades dialectales: para crear el Imperio español, que presentían, había que imponer sobre España una lengua sola, y derramarla luego por tierras lejanas, todavía ignotas, aunque adivinadas.

    Esta lengua no podía ser otra que la castellana, la única llamada, desde comienzos de la Reconquista, a irse ensanchando cada vez más, para suprimir diferencias dialectales o lingüísticas. Y así lo comprendió el rey aragonés Fernando, el único que hubiera podido variar el rumbo histórico del castellano.
    Porque en 1474, cuando Castilla y Aragón se unieron, Isabel hablaba el castellano, y Fernando, el aragonés; ella decía “embra”, “acer”, “ablar”, mientras que él pronunciaba “fembra, facer, fablar...”, pues la conservación de la f era, al revés que en castellano, la principal característica dialectal de Aragón. Mas el Rey bien pronto abandonó su lengua, para pronunciar en castellano, lo mismo que su esposa: “arina, acer, acienda...”. Narra este episodio Menéndez Pidal en “El lenguaje del siglo XVI”, Cruz y Raya, Madrid, 1933).

    Unidad de mando y de lengua fue, pues, el recio sostén del nuevo Estado, uno de cuyos símbolos el hinojo, representaba, como palabra, la unión de dos pueblos y dos hablas: porque en Castilla decían “inojo” con la misma letra inicial de Isabel, y en Aragón “finojo” con la letra de Fernando.
    El poeta aragonés Marcuello, en un poema perdido, y solo conocido por un resumen de Latasa, dedicábase a interpretar y relacionar tales palabras y sus iniciales:
    “Llámala Castilla Ynojo –ques su letra de Ysabel- y de Yesus Hemanuel. -Llámala Aragón fenojo –ques su letra de Fernando- y de fhe las dos de un bando”.
    “Este tal en Aragón –fenojo llaman, señores,- su primera letra es flores. -Y eso mesmo acá en Castilla –Ynojo llaman, nombralda –su letra fina esmeralda”.
    “Del fenojo, en Aragón,- la effe es letra primera- y en Castilla en conclusión,- nombrándolo por razón- es la y más delantera. –Estos son significados –de vos altos Reyes dos..”
    “Estas divisas, mis Reyes,- fueron bien consideradas- y con fhe y Yhesus armadas”.
    “Pues aquel yugo entra con y –flechas con effe doblada- más ganarán que Granada”.

    Llega entonces el momento culminante de la expansión del castellano por la Península: en la gran empresa de “reducir –como decía Nebrija- e ayuntar en un cuerpo e unidad de Reino los miembros en pedazos de España derramados”, la mutua comprensión entre hermanos exigía la sumisión de todos a un lenguaje único.

    Ilustre colaborador de los reyes en aquella gran tarea de dar a España unidad lingüistica fue el propio Nebrija, autor de una Gramática Castellana compuesta con el fin –entre otros- de que aprendiesen nuestra lengua los “vizcaínos y navarros” –aparte de los “franceses e italianos”-, ya que “no solamente los enemigos de nuestra Fe tienen necesidad de saberla”.

    Enorme fue el empeño que todos pusieron entonces en usarla o escribirla, sobre todo los aragoneses, que siguiendo el ejemplo de su Rey, diéronse a abandonar sus modalidades dialectales aragonesas para escribir en el más puro castellano, ya que como decía Bernardino Gómez Miedes, “los castellanos tienen los conceptos de las cosas más claros y así los explican con vocablos más propios y bien acomodados; de más que, por ser de sí elocuentes en el dezir, tienen más graciosa pronunciación que los aragoneses” (de Mdez Pidal, “El lenguaje del siglo XVI”).

    Los catalanes, que hacía muy poco, en la corte de Alfonso V, habían preferido el castellano, aparecen en el “Cancionero de Stúñiga” componiendo sus versos en castellano. Se siente entonces profunda admiración por Castilla y uno de ellos la elogia en estos términos:

    En Castilla es proesa,
    franquesa, verdat, mesura,
    en los Señores larguesa,
    en donas grand fermosura.

    Eran además aquéllos los momentos en que el catalán, después de haber sido cultivado por un Desclot, Muntaner, Lull, Eximenis, Ausias March, Roig, etc. inicia su decadencia literaria.

    En Valencia, foco de cultura muy superior entonces al de Barcelona, la lengua de su primer conquistador, el Cid, penetraba por las vegas del Segura y del Júcar. En el Cancionero General, impreso en Valencia en 1511, en castellano escriben el conde Oliva, Mosén Tallante, el comendador Escrivá y otros tantos valencianos. Uno de ellos Narciso Viñoles, en su traducción de la Summa Chronicarum, alaba la “limpia, elegante y graciosa lengua castellana, la cual puede muy bien, y sin mentira ni lisonja, entre muchas ... de aquesta nuestra España, latina, sonante y elegantíssima ser llamada”.
    Viziana, en 1574, describe todavía la propagación del castellano por Valencia en estos términos: “La lengua castellana se nos entra por las puertas deste Reino, y todos los valencianos la entienden y muchos la hablan, olvidados de su propia lengua”.

    Portugal, en los primeros años del siglo XVI, cedía a Castilla su mayor poeta, depués de Camoens: en Lisboa –ante una hija de los Reyes Católicos, doña María, madre del rey de Portugal Juan III –recitaba Gil Vicente, en castellano, la primera obra de teatro que se representaba en Portugal.

  2. #2
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    Respuesta: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

    Una vez conquistada Granada, también los moros de aquel antiguo reino tuvieron que usar el castellano. En ellos pensó aquel amigo de Nebrija, Fray Hernando de Talavera, arzobispo de Granada. Este gran apóstol de los moriscos se propuso formar sacerdotes que sabiendo árabe llevasen al territorio granadino la religión y la lengua española.
    Para ello reunió a varios alfaquíes, bajo la dirección del fraile Pedro de Alcalá, quien en 1505 publicó un diccionario español-árabe, el primero que hasta entonces en el mundo se había compuesto para traducir una lengua moderna al árabe. Una gramática o “Arte para ligeramente saber la lengua arábiga” lo completaba, a imitación el latino y castellano de Nebrija.

    Más arraigado que en los moriscos estaba el castellano en los judíos, pues éstos venían cultivándolo incluso literariamente: recordemos a Sem Tob (1350), rabino de Carrión, el autor de los “Proverbios morales”, o a otros poetas, como Antón de Montoro y Juan Alfonso de Baena.
    Los judíos utilizaron, pues, el castellano con una especial afección, que conservaron y conservan, después de ser expulsados precisamente en 1492: todavía lo hablan hoy los descendientes de aquellos expulsos o sefardíes, que están diseminados por el Norte de Africa, Palestina, Siria, Turquía y hasta por Rumanía, Bulgaria, Servia y Bosnia, o sea por lo que fue el antiguo Imperio Otomano, donde mejor fueron acogidos. Mantienen, además, un vivo recuerdo de la Poesía española: recitan de memoria, sobre todo, romances, y guardan fielmente los refranes antiguos. Cultivan también el español escrito, publicando libros y periódicos, bien con tipos latinos, bien con hebraicos.
    Ahora bien: estos judíos, aislados de la Península desde 1492, no hablan el español de hoy, sino el de entonces, o sea que todavía emplean sonidos y palabras del siglo XV, distinguiendo la s de la ss, y la j de la x, y la b de la v (como en la época de Alfonso el Sabio), o empleando en el vocabulario arcaísmos como “agora”.
    Claro es que este castellano no se conserva tal como saliera entonces de España: toda lengua se renueva constantemente, y los sefardíes han renovado su judío-español, incorporando a él hebraísmos y extranjerismos tomados de los idiomas de aquellos países donde residen. (Ver: Wagner: “Caracteres generales del judeoespañol de Oriente, Madrid 1930; Mdez. Pidal: “Catálogo del Romancero judío español”, Cultura Española, 1906-07; Kayserling: “Biblioteca española-portuguesa-judaica”, Estrasburgo, 1890).

    Al propósito de unificar lingüisticamente la Península iba parejo –como ya hemos indicado- el de difundirla por Ultramar. Esa fue precisamente la idea obsesionante de Nebrija al redactar su Gramática Castellana en 1492: Nebrija soñaba en una prodigiosa expansión de nuestra lengua por el mundo.
    Un día de aquel año se acercó a Isabel la Católica acompañado de su amigo Fray Hernando de Talavera, a la sazón obispo de Avila e íntimo de Colón; quería Nebrija que viese la reina aquella Gramática, antes que corriese en manos de las gentes; la Reina preguntó entonces “que para qué podía aprovechar”, y arrebatando el obispo a Nebrija la respuesta, dijo solemnemente contestando por él: “Después que vuestra Alteza meta debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros e naciones de peregrinas lenguas e con el vencimiento aquellos ternán necesidad de recebir las leyes que el vencedor pone al vencido e con ellas nuestra lengua, entonces por este Arte podrán venir en el conocimiento della.”
    En fin, los tres sabían ya que aquellos pueblos de peregrinas lenguas no podían ser otros que los que Colón estaba a punto de descubrir.

    Un gran invento, el de la Imprenta, vino además a asegurar esa difusión del español y aun a variar favorablemente su rumbo histórico. Hasta entonces las gentes no habían podido gozar de la eficacia del lenguaje escrito, primero como medio poderoso de difusión de la lengua, con reproducciones múltiples de una misma obra; segundo, como elemento renovador del lenguaje hablado, y tercero, como elemento estabilizador del mismo.
    Con la Imprenta, el lenguaje escrito llegaba a las muchedumbres y convertíase en fuente renovadora del lenguaje; llegaban los escritos intactos a las gentes tal como salieran de las plumas de los grandes autores, y así se hacían permanentes unas mismas palabras y sonidos, alcanzando así el lenguaje, poco a poco, la fijación y estabilización imprescindible a toda lengua civilizadora.

    Nebrija (1441-1522), el árbitro lingüistico de aquella España, era, según el retrato que de él nos ha transmitido Nicolás Antonio, mediano de estatura, pero bien formado; su rostro, que respiraba majestad, decía ser el de un hombre consagrado al estudio; su voz, grácil o sutil; delgadas piernas; ojos pequeños. Había nacido en Lebrija (Sevilla); se formó en Italia principalmente. Explicó luego en Sevilla, Salamanca y Alcalá de Henares.

    Como todos los grandes humanistas del Renacimiento, Nebrija aspiró a poseer una visión totalitaria del universo. Por eso trabajó en tan diversas disciplinas como la Teología, Derecho, Ciencias Naturales, Cosmografía y Geodesia. Estudió griego y hebreo; pero el latín absorbió casi toda su vida: su diccionario romance latino (1491), al lado del que por encargo de la Reina compuso el anciano Alonso de Palencia un año antes, son, en realidad, los dos primeros diccionarios de la lengua española. Su interés y amor hacia el Imperio romano le llevaron a estudiarlo no sólo en los libros, sino también en las ruinas de Mérida, cuyo Circo y Naumaquia exploró por vez primera en España.

    Mas Nebrija no es sólo el restaurador de la Antigüedad profana, sino también de la sagrada: en 1513 colabora con Cisneros en la Biblia Políglota y se adelanta a Erasmo- su contemporáneo, aunque mucho más joven éste- en los métodos científicos de exégesis bíblica.
    Trascendental en la marcha del Renacimiento europeo fue también su estudio de la lengua castellana, pues con él despertó en Europa el interés por las lenguas vulgares: Nebrija, primer historiador, por cierto, del español (en el prólogo de su Gramática sienta el origen latino del castellano y, en pocas palabras, traza la primera historia del español), dignificó nuestra lengua haciéndola objeto de estudio como el latín y proclamándola política y estéticamente émula de la de Roma; años después, Italia, Francia y Alemania se dedicaban a estudiar y valorizar sus lenguas vulgares respectivas.

    Los Reyes Católicos le estimaban mucho. La Reina tenía el empeño de que él fuera el maestro de su hijo, el malogrado príncipe don Juan. De sus obras se informaba con todo detalle y hasta gustaba tenerlas en sus manos en muestra, antes de que salieran a la luz.
    En fin, cuando los Reyes pensaron en esculpir y bordar en piedras y estandartes el símbolo de España, llamaron a Nebrija y él fue quien hizo “la acertada aguda y grave empresa de las saetas, coyunda y yugo, con el alma Tanto Monta, que fue ingeniosa alusión.” (Léese esta noticia en la Historia del Escorial del padre Sigüenza, fijándose en el retrato de Nebrija: “A la parte de Oriente están los dos conocidos Aelios... Aelio Donato y Aelio A. de Nebrija, romano el uno, español el otro.”
    Cristiano y patriota, su “pensamiento e gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación.”

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    Respuesta: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

    Tan trascendental para el futuro como la obra de Nebrija fue la actitud de la reina Isabel ante el lenguaje, no sólo en su aspecto político, sino también desde el punto de vista de la estética del castellano. Porque ella, indudablemente, ponía en su lenguaje un nuevo estilo, en oposición al exagerado y artificioso de los tiempos de su padre Juan II; un nuevo estilo que admiraban y procuraban imitar las gentes de entonces.

    En primer lugar, ponía en su hablar la reina Isabel una sobriedad, propia de su elegante sencillez y modestia; por eso no le agradaban hueros discursos ni frases altisonantes: “Aborrecía los hombres livianos parleros” –decía de ella Lucio Marineo Sículo ( “De las cosas memorables de España”)-.
    En segundo lugar, hablaba con un solemne reposo: “Hablaba el lenguaje castellano elegantemente y con mucha gravedad”, atribuyendo a la Reina una cualidad propia, poco más tarde, de los españoles del siglo XVI, admirados en el mundo –según B. Castiglione- precisamente por su “peculiar gravedad reposada”, que acaso aprendieran de la reina Isabel. Y acaso también de Fernando el católico, que, al decir de Pulgar, “tenía la fabla igual, ni presurosa ni muy espaciosa”.
    En fin, hablaba la Reina en un lenguaje natural, pero selecto, y opuesto por tanto al latinizante y engolado de la anterior corte de Juan II; un lenguaje regido por lo que ella llamaba buen gusto, o sea una no aprendida aptitud para saber elegir las imágenes y palabras más adecuadas, agradables y hermosas.”

    Buen gusto es también lo que rige en la obra más perfecta hasta entonces del lenguaje escrito: en La Celestina de Fernando de Rojas, compuesta alrededor de 1492, brilla ya el gran estilo de la época imperial; estilo que incorpora al lenguaje literario el vocabulario popular y el Refranero –como reflejo del alto aprecio en que se tiene a la lengua vulgar-, tratando, a la vez, de armonizarla con expresiones nuevas, tomadas generalmente del latín, empleando como Rojas, cultismos como ánima, objecto, inmérito etc,. o giros latinizantes con el verbo al final de la frase.
    De todas formas, lo natural se sobrepone siempre a lo artificioso, no sólo en Rojas, sino también en otros escritores, como el mismo Nebrija, tan sencillo en la expresión. En Rojas, incluso cuando lo artificioso latinizante aparece en boca de altos personajes, como acomodado al estilo de éstos, la réplica o crítica de ese estilo surge inmediatamente en boca del criado, señalando así Rojas bien claramente cuál había de ser en aquella época el canon del estilo ideal: “Dexa, señor- dice Sempronio a Calixto una vez-, esos rodeos, que no es habla conveniente la que a todos no es común.”

    Ante tan grandes éxitos como los que venimos señalando, era natural que Nebrija creyera estaba la Lengua “ya tanto en la cumbre, que más se pudiera temer el descendimiento de ella que esperar la subida”. Sin embargo, días de mayor gloria iba a alcanzar el castellano, gracias al nieto de Isabel de Castilla, el Emperador Carlos V. En ellos se afirmaría la política lingüistica de la Reina: unidad y difusión universal. En ellos se perfeccionaría la Lengua, a base del buen gusto isabelino. A ella, pues, se debe la iniciativa en el desenvolvimiento de la Lengua en su Edad de Oro.
    Con razón decía Nebrija de la Reina que “en su mano e poder no menos está el momento de la lengua que el arbitrio de todas nuestras cosas”.


    J. Oliver Asín, Historia de la Lengua española

  4. #4
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    Respuesta: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

    Elio Antonio de Nebrija:

    -Prólogo a la Gramática de la lengua castellana (año 1492)-

    A la mui alta e assí esclarecida princesa doña Isabel, la tercera deste nombre, Reina i Señora natural de España e las islas de nuestro mar.

    Comença la gramatica que nueva mente hizo el maestro Antonio de Lebrixa sobre la Lengua Castellana. E pone primero el prólogo. Léelo en buen hora.

    Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas, que para nuestra recordación e memoria quedaron escriptas, una cosa hallo e saco por conclusión mui cierta: que siempre la Lengua fue compañera del imperio, e de tal manera lo siguió, que junta mente començaron, crecieron e florecieron, e después junta fué la caida de entrambos. Y dexadas agora las cosas mui antiguas de que a penas tenemos una imagen e sombra de la verdad, cuales son las de los assirios, indos, sicionios e egipcios, en los cuales se podría mui bien provar lo que digo, vengo a las más frescas, et aquellas especial mente de que tenemos maior certidumbre; e primero a las de los judíos.

    Cosa es que mui ligeramente se puede averiguar que la lengua ebraica tuvo su niñez, en la cual a penas pudo hablar. I llamo io agora su primera niñez todo aquel tiempo que los judíos estuvieron en tierra de Egipto. Por que es cosa verdadera o mui cerca de la verdad, que los patriarcas hablarían en aquella lengua que traxo Abraham de tierra de los caldeos, hasta que decendieron en Egipto, e que allí perderían algo de aquélla y mezclarían algo de la egipcia. Mas después que salieron de Egipto e començaron a hazer por sí mesmos cuerpo de gente, poco a poco apartarían su lengua, cogida, cuanto io pienso de la caldea e de la egipcia, e de la que ellos ternían comunicada entre sí, por ser apartados en religión de los bárbaros en cuia tierra moravan. Assí, que començó a florecer la lengua ebraica en el tiempo de Moisén, el cual, después de enseñado en la filosofía e letras de los sabios de egipto, e mereció hablar con Dios, e comunicar las cosas de su pueblo, fue el primero que osó escriuir las antigüedades de los judíos e dar comienço a la lengua ebraica. La cual, de allí en adelante, sin ninguna contención, nunca estuvo tan empinada, cuanto en la edad de Salomón, el qual se interpreta pacífico, por que en su tiempo con la monarchia floreció la paz, criadora de todas las buenas artes e onestas. Mas después que se començó a desmembrar el reino de los judíos, junta mente se començó a perder la lengua, hasta que vino al estado en que agora la vemos, tan perdida, que de cuantos judíos oi biuen, ninguno sabe dar más razón de la lengua de su lei que de como perdieron su reino e del Ungido que en vano esperan.

    Tuvo, esso mesmo, la lengua griega su niñez e començó a mostrar sus fuerças poco antes de la guerra de Troia, al tiempo que florecieron en la música e poesía Orfeo, Lino, Museo, Amphion, e poco después de Troia destruida, Omero e Esiodo. Y assí creció aquella lengua, hasta la monarchia del gran Alexandre, en cuio tiempo fue aquella muchedumbre de poetas, oradores e filósofos que pusieron el colmo, no sola mente a la lengua, mas aun a todas las otras artes e ciencias. Mas después que se començaron a desatar los reinos e repúblicas de Grecia e los romanos se hizieron señores della, luego junta mente començó a desvanecerse la lengua griega e a esforçarse la latina.

    De la cual otro tanto podemos dezir: que fué su niñez con el nacimiento e población de Roma, e començó a florecer quasi quinientos años después que fué edificada, al tiempo que Livio Andrónico publicó primera mente su obra en versos latinos. Y assí creció hasta la monarchia de Augusto Cesar, debaxo del cual, como dize el Apóstol, vino el cumplimiento del tiempo en que embió Dios a su unigénito Hijo e nació el Salvador del mundo, en aquella paz de que avían hablado los profetas e fue significada en Salomón, de la cual en su nacimiento los ángeles cantan: “Gloria en las alturas a Dios e en la tierra paz a los ombres de buena voluntad”. Entonces fué aquella multitud de poetas e oradores que embiaron a nuestros siglos la copia e deleites de la lengua latina: Tulio, César, Lucrecio, Virgilio, Oracio, Ouidio, Liuio i todos los otros que después se siguieron hasta los tiempos de Antonino Pío. De allí, començando a declinar el imperio de los romanos, junta mente començó a caducar la lengua latina, hasta que vino al estado en que la recebimos de nuestros padres; cierto, tal, que cotejada con la de aquellos tiempos, poco más tiene que hazer con ella que con la aráviga.

    Lo que diximos de la lengua ebraica, griega e latina, podemos mui clara mente mostrar en la castellana, que tuvo su niñez en el tiempo de los Jueces e Reies de Castilla e de León e començó a mostrar sus fuerças en tiempo del mui esclarecido e digno de toda la eternidad el Rei don Alonso el Sabio, por cuio mandado se escrivieron las Siete Partidas, la General Istoria, e fueron trasladados muchos libros de latín e arávigo en nuestra lengua castellana. La cual se estendió después hasta Aragón e Navarra e de allí a Italia siguiendo la compañía de los infantes que embiamos a imperar en aquellos Reinos. Y assí creció hasta la monarchia e paz de que gozamos, primera mente por la bondad e Providencia diuina, después por la industria, trabajo e diligencia de Vuestra Real Majestad.

    En la fortuna e buena dicha de la cual, los miembros e pedaços de España, que estauan por muchas partes derramados, se reduxeron e aiuntaron en un cuerpo e unidad de reino. La forma e travazón del cual assí está ordenada, que muchos siglos, iniuria e tiempos no la podrán romper ni desatar. Assí que, después de repurgada la cristiana religión, por la cual somos amigos de Dios o reconciliados con Él, después de los enemigos de nuestra fe vencidos por la guerra e fuerça de las armas, de donde los nuestros recebían tantos daños e temían mucho maiores, después de la justicia e essecución de las leies que nos aiuntan e hazen bivir igual mente en esta gran compañía, que llamarnos reino e república de Castilla, no queda ia otra cosa sino que florezcan las artes de la paz.

    Entre las primeras es aquella que nos enseña la lengua, la cual nos aparta de todos los otros animales e es propia del ombre e, en orden, la primera después de la contemplación que es oficio propio del entendimiento. Esta hasta nuestra edad anduvo suelta e fuera de regla, e a esta causa a recebido en pocos siglos muchas mudanças: por que si la queremos cotejar con la de oi a quinientos años, hallaremos tanta diferencia e diversidad cuanta puede ser maior entre dos lenguas. Y por que mi pensamiento, e gana siempre fué engrandecer las cosas de nuestra nación, e dar a los ombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leiendo novelas o istorias embueltas en mil mentiras e errores, acordé ante todas las otras cosas reduzir en artifizio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora e de aquí adelante en él se escriviere pueda quedar en un tenor e estenderse en toda la duración de los tiempos que están por venir, como vemos que se a hecho en la lengua griega y latina, las cuales, por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an pessado muchos siglos, toda vía quedan en una uniformidad. Por que si otro tanto en nuestra lengua no se haze como en aquéllas, en vano vuestros cronistas e estoriadores escriven e encomiendan a inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, e nos otros tentamos de passar en castellano las cosas peregrinas e estrañas, pues que aqueste no puede ser sino negocio de pocos años. Y será necessaria una de dos cosas: o que la memoria de vuestras hazañas perezca con la Lengua, o que ande peregrinando por las naciones estrangeras, pues que no tiene propia casa en que pueda morar. En la çania de la cual io quise echar la primera piedra e hazer en nuestra lengua lo que Zenodoto en la griega e Crates en la latina. Los cuales, aun que fueron vencidos de los que después dellos escriuieron, a lo menos fué aquella su gloria e será nuestra que fuemos los primeros inuentores de obra tan necessaria, lo cual hezimos en el tiempo más oportuno que nunca fué hasta aquí, por estar la nuestra lengua tanto en la cumbre, que más se puede temer el decendimiento della que esperar la subida.

    Y seguir se a otro no menor provecho que aqueste a los ombres de nuestra lengua que querrán estudiar la gramática del latín: por que después que sintieren bien el arte del castellano, lo cual no será mui difícile por que es sobre la lengua que ia ellos sienten, cuando passaren al latín, no avrá cosa tan escura que no se les haga mui ligera, maior mente entreveniendo aquel Arte de la Gramática que me mandó hazer vuestra Alteza, contraponiendo línea por línea el romance al latín. Por la cual forma de enseñar no sería maravilla saber la gramática latina, no digo io en pocos meses, más aún en pocos días, y mucho mejor que hasta aquí se deprendía en muchos años.

    El tercero provecho deste mi trabajo puede ser aquel que cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a Vuestra Real Majestad e me preguntó que para qué podía aprovechar, el mui reverendo padre obispo de Avila me arrebató la respuesta e respondiendo por mi dixo que, después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros e naciones de peregrinas lenguas e con el vencimiento aquellos ternían necessidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido e con ellas nuestra lengua, entonces, por este mi Arte, podrían venir en el conocimiento della, como agora nos otros deprendemos el Arte de la Gramática Latina para deprender el latin.

    Y cierto assí es que, no sola mente los enemigos de nuestra fe, que tienen la necessidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcaínos, navarros, franceses, italianos e todos los otros que tienen algún trato e conversación en España e necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender por uso, podránla más aína saber por esta mi obra.

    La cual con aquella vergüença, acatamiento e temor, quise dedicar a Vuestra Real Majestad, que Marco Varrón intituló a Marco Tulio sus Origenes de la Lengua Latina, que Grilo intituló a Publio Virgilio, poeta, sus libros del acento; que Dámaso papa a sant Jerónimo, que Paulo Orosio a sant Augustín, sus libros de istorias; que otros muchos autores, los cuales endereçaron sus trabajos e velas a personas mui más enseñadas en aquello de que escriuían, no para enseñarles alguna cosa que ellos no supiessen, mas por testificar el ánimo e voluntad que cerca dellos tenían e por que del autoridad de aquéllos se consiguiesse algún favor a sus obras.

    Y assí, después que io deliberé, con gran peligro de aquella opinión que muchos de mí tienen, sacar la novedad desta mi obra de la sombra e tinieblas escolásticas a la luz de vuestra corte, a ninguno más justa mente pude consagrar este mi trabajo, que a aquella en cuia mano e poder no menos está el momento de la Lengua que el arbitrio de todas nuestras cosas.
    Última edición por Gothico; 12/01/2010 a las 13:41

  5. #5
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    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Respuesta: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

    Cita Iniciado por Gothico Ver mensaje
    “Difundiendo e imponiendo una lengua única, conciliaron los romanos a los hombres de todas las naciones, por creer firmemente que, después de la unidad de religión, sólo la unidad y conformidad de la lengua puede hacer posible la convivencia en el Imperio. Lo contrario divide, enajena y tiene en sospecha a los unos de los otros, como los sordos que siempre se recelan y sospechan mal de las palabras que se hablan delante de ellos.” (Glosa de una carta de Arias Montano al duque de Alba, escrita en Amberes en 1570, publicada en las memorias de la Academia de la Historia, t. VII)
    Y éste fue el pensamiento de los Reyes Católicos, ante el espectáculo de España con sus variedades dialectales: para crear el Imperio español, que presentían, había que imponer sobre España una lengua sola, y derramarla luego por tierras lejanas, todavía ignotas, aunque adivinadas.
    .
    Es evidente que sin una lengua común jamás ha habido ni puede haber nación propia. Si la península ibérica hubiera consistido en cuatro bloques dialectales cerrados jamás se hubiera formado la unidad de España. ¿Qué sentido hubiera tenido unir territorios cuyas gentes no se hubieran podido entender entre ellas?
    Lo cual no es impedimento para que puedan coexistir a menor escala lenguajes regionales pero no sin una lengua vehicular entre todas.

    Y se comprueba que lo de la lengua del Imperio fue realmente cierto en palabras de Nebrija y no un mito propagandístico de la falange.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  6. #6
    Avatar de Reke_Ride
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    Respuesta: Hª lengua 9: Los Reyes Católicos y la unidad del lenguaje

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    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Es evidente que sin una lengua común jamás ha habido ni puede haber nación propia. Si la península ibérica hubiera consistido en cuatro bloques dialectales cerrados jamás se hubiera formado la unidad de España. ¿Qué sentido hubiera tenido unir territorios cuyas gentes no se hubieran podido entender entre ellas?
    Lo cual no es impedimento para que puedan coexistir a menor escala lenguajes regionales pero no sin una lengua vehicular entre todas.

    Y se comprueba que lo de la lengua del Imperio fue realmente cierto en palabras de Nebrija y no un mito propagandístico de la falange.
    El sentido patrio de los suizos es muy acendrado y no tienen una lengua común (hay también vascos que jamás hablaron castellano y se sintieron españoles como el que mas).

    Aunque con lengua común todo es mas fácil, eso es cierto.
    "De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"






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