La Importancia de la Revolución Francesa Para el Mundo Moderno y ContemporáneoCartel revolucionario que proclama valores como la libertad, la igualdad y la hermandad.Introducción.No cabe duda que la Revolución Francesa de 1789 representa (junto con la industrial a la que fue contemporánea), una de las transformaciones más decisivas en el desarrollo de todo el mundo alcanzado por las relaciones políticas y comerciales con el occidente europeo. Además de haber sido la gran Revolución burguesa-liberal que permitió el inicio de una serie de cambios importantes en el ambiente político e intelectual de los imperios europeos, su incidencia fue decisiva para el desarrollo del mundo colonial, o como en el caso de América, del mundo recientemente independizado de Europa. Para el caso de México, por ejemplo, basta con pensar en las cruentas luchas entre liberales y conservadores durante el siglo XIX, que acarrearon una profunda crisis al interior del país e incluso una intervención extranjera, dejando finalmente espacio para el desarrollo (en muchos casos en teoría) de las principales ideas políticas y económicas triunfantes en la Revolución francesa. Es una pretensión muy ambiciosa querer exponer un tema como éste en unos cuantos párrafos, sin embargo, trataré de hacer una reflexión lo más clara y concreta posible para exponer estas ideas.Revolución francesa: el parte aguas del mundo occidentalizado.Si bien varios hechos han marcado el desarrollo del mundo occidental o relacionado de alguna manera con las potencias occidentales, no cabe duda que para el desarrollo del capitalismo moderno los hechos de mayor trascendencia fueron dos: la Revolución industrial y la Revolución francesa. Ambas aportaron al mundo del siglo XIX, tanto las técnicas y usos (Revolución industrial), como las ideas y la justificación a un nuevo orden que se abría paso entre los viejos regímenes de las monarquías absolutas. En palabras del historiador ingles Eric Hobsbawm: “Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales, rádicales y democráticos de la mayor parte del mundo. Francia ofreció el primer gran ejemplo, el concepto y el vocabulario del nacionalismo. Francia proporcionó los códigos legales, el modelo de organización científica y técnica y el sistema métrico decimal a muchísimos países. La ideología del mundo moderno penetró por primera vez en las antiguas civilizaciones, que hasta entonces se habían resistido a las ideas europeas, a través de la influencia francesa. Esta fue la obra de la Revolución francesa” (Hobsbawm, 1987; p. 102)Es bien cierto que ninguno de los dos movimientos trajo de inmediato el cambio hacia la sociedad liberal-burguesa de forma inmediata, pero sus consecuencias vistas a medio y largo plazo fueron decisivas en Europa para su crecimiento político y económico durante el siglo XIX y aún en el siglo XX. De ambos nacieron también las fuerzas que más tarde se encargarían de hacerles férrea oposición: la aparición de la clase obrera, los nuevos sectores marginados de las ciudades y de la crítica al capitalismo que más tarde sería la ideología de estos grupos: el comunismo. Así pues, podemos decir que ambos procesos (Revolución industrial y Revolución francesa) forman parte de una misma transición y cambio experimentados entre 1789 y 1848 que marcarían al mundo, principalmente el del siglo XIX.Pero ¿Qué importancia tuvo la Revolución francesa fuera del continente europeo? Hay que recordar que para el siglo XVIII la expansión de las potencias occidentales ya había alcanzado prácticamente a todo el mundo, salvo algunas regiones alejadas o que no eran de interés para los europeos. Ya fuera a través del comercio, la explotación colonial, o la simple convivencia e intercambio con grupos no europeos, occidente fue imponiendo sus reglas del juego a las demás naciones y culturas. Pero antes del gran desarrollo del capitalismo e imperialismo del siglo XIX, varias de estas naciones se habían negado decididamente a la penetración e influencia europea en sus territorios. Por otro lado, la falta de desarrollo técnico y económico había impedido un proceso de “expansión total” en algunas regiones como África. Pero a partir de la entrada en escena de las ideas emanadas de la Revolución francesa que permitieron a una sociedad estamental crecer y desarrollarse, así como la aparición de los recursos técnicos, éstas ambiciones pudieron por fin verse realizadas. El desarrollo avasallador de Europa con respecto al mundo abrió las puertas al capitalismo europeo en regiones donde siempre había sido mirado con recelo, pero también permitió su implantación forzosa en regiones que lo habían resistido como el gran imperio chino.Además de esta penetración importantísima para el mundo europeo y que dejó un legado profundo en donde se hizo, los países que no se vieron sometidos al control directo de Europa aceptaron de manera voluntaria lo que el mundo emanado de la Revolución les ofrecía: un modelo a seguir de Estado-Nación. Pensemos para esto en los Estados americanos (exceptuando los Estados Unidos cuya independencia fue muy temprana y que incluso se puede considerar antecedente de las revoluciones burguesas, aunque de alcance más limitado con respecto a la francesa), que se fueron independizando a lo largo del siglo XIX, si bien algunos como el Brasil optaron por el modelo de la monarquía al estilo del viejo régimen, otros como México se decidieron al final por un sistema liberal de corte capitalista, aunque no siempre fue una decisión fácil y pacífica. Esto conllevó inevitablemente a una mayor integración del mundo tanto colonial como poscolonial con respecto a los centros de desarrollo económicos y culturales de occidente.Pero también en los países donde la entrada de las potencias colonizadoras occidentales fue al estilo del dominio político, y que podríamos pensar pertenecían a una cultura muy ajena a la de los países europeos (como las naciones africanas), la condición de subalternidad dejó un legado importante proveniente de la Revolución francesa: se educó a las elites al modo occidental y se trató de imponer el sistema cultural europeo a la sociedad en general, lo que heredó, aunque un tanto distorsionadamente, las ideas clásicas del liberalismo burgués a aquellos quienes en un futuro dirigirían los movimientos de liberación e independencia en esas regiones, que una vez libres del dominio colonial optaron por seguir el camino del libre mercado y la “democracia” representativa.Y aún en aquellos que al quitarse de encima a sus amos blancos optaron por la opción política que ofreció el siglo XX, es decir, el comunismo y los regímenes social-demócratas, podemos pensar que su sustento ideológico surgió como reacción al desarrollo capitalista propiciado por la Revolución francesa e industrial, lo que conlleva forzosamente a reconocer la importancia e incidencia de ambos sucesos que marcaron al mundo moderno y contemporáneo.Conclusión.Con lo expuesto brevemente arriba, podemos considerar a la Revolución francesa no como un hecho que trajo importantes cambios sólo a las sociedades europeas, sino a todo el mundo que se había visto, o que posteriormente se vio tocado por las potencias occidentales. La Revolución francesa fue el triunfo de la sociedad burguesa que se abría paso entre un antiguo régimen en decadencia, pero a la larga fue también la conquista ideológica del capitalismo clásico liberal en la sociedad y la opción, tal vez forzada en ocasiones, para un mundo en constante reacomodo e integración de todos sus rincones
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