De esta polémica me sorprende sobre todo hasta qué punto de refinamiento sofístico puede llegar un revolucionario como Quiñonero a la hora de querer desvirtuar y falsificar la verdadera Tradición española y utilizando, para ello, el arma favorita de los sofistas: las medias verdades.
Afortunadamente ahí estaba Elías de Tejada para poner las cosas en su sitio. Aunque, sin embargo, al margen de otras cuestiones secundarias de detalle, hay que señalar dos matizaciones importantes a la réplica de Elías de Tejada.
La primera hace referencia a la correcta valoración de la política de los Borbones anteriores al comienzo de la Revolución en suelo español en 1833. El régimen constitucional de la Monarquía española ha tenido a lo largo de su Historia (589 - 1833) muchos desgastes y desviaciones accidentales, pero que, en virtud de su mismo carácter institucional, eran corregidos con el paso del tiempo a través de las correspondientes reformas perfeccionadoras y revitalizadoras de nuestra Constitución tradicional.
En este sentido, ni las desviaciones inauguradas por Alfonso X, ni las de Carlos I y sus colaboradores extranjeros, ni las de Felipe V constituyeron un acto decisivo o esencial, en sus efectos, en relación a la Constitución histórica española (ni tampoco los normales desgastes de los periodos de crisis del siglo XIV y primera mitad del XV, ni del periodo austracista, ni tampoco del periodo borbónico anterior a 1833 constituyeron desviaciones de carácter substancional, sino sólo de tipo accidental). De hecho, la reacción reformista de los Reyes Católicos, la del periodo del reinado (desconocido e injustamente mal valorado) de Carlos II, así como la reforma (necesaria) que hubiera venido de haber triunfado en las armas Carlos María Isidro y su Familia (como demuestra, por ejemplo, el acto de restauración y restitución de Carlos VII con respecto a los fueros de los Reinos de la Corona de Aragón durante la contienda de 1872 - 1876, en el marco del territorio que él gobernaba tanto de derecho como también de hecho o de manera efectiva) prueban ese carácter solidariamente institucional y orgánico de la Monarquía española como garante verdadero de la Constitución tradicional española (es algo parecido a lo que ocurre en el Papado, donde su carácter institucional permite que las desviaciones accidentales de una época con respecto a la gobernación de la Iglesia sean compensadas por las reformas realizadas en otra época para ajustarse más a los principios de la misión y función propias de la Iglesia).
Por tanto, este todo solidario de la Monarquía española constituye algo substancialmente distinto a lo que vino después de 1833 y, por tanto, es preciso establecer la correspondiente separación y ruptura frente a la posible ambigüedad errónea que suponga cualquier tipo de equiparacíon o confunsión entre lo habido antes y después de ese año de 1833. Una cosa es la Constitución tradicional española (junto con la Monarquía que la custodia, sirve y protege, con independencia de las desviaciones provisionales originadas por la llegada de una nueva dinastía extranjera -que normalmente se españoliza y adapta a nuestra Constitución a la siguiente generación inmediata sin ningún problema- o por cualquier otra razón coyuntural), y otra cosa muy distinta es el proceso de la Revolución (con el mal llamado "derecho nuevo") llevado a cabo por los distintos usurpadores habidos en territorio español en estos últimos 182 años de continuada destrucción sin interrupción en base a esos "nuevos principios" revolucionarios.
La segunda matización se refiere a la negación de Elías de Tejada de que los movimientos regionalistas del vasquismo y del catalinismo no tengan su origen en el liberalismo revolucionario. De hecho sí fue así, pues precisamente nacieron como medio para intentar destruir a los verdaderos representantes de las Vascongandas y de Cataluña, esto es, los legitimistas o carlitas.
Para el caso catalán, es preciso tener en cuenta los estudios de Francisco Canals Vidal y de su escuela (Alsina, Barraycoa, etc...). Dígase lo mismo para el caso vasco.
Los movimientos distorsionadores del integrismo y del regionalismo (a menudo unidos entre sí) siempre fueron la lógica y normal antesala, respectivamente, del democristianismo y del nacionalismo centrífugo (también a menudo unidos, estos dos, entre sí); pero nunca tuvieron nada que ver con el legitimismo o carlismo, que siempre combatió (y sigue combatiendo) todos esos errores (es decir, integrismo-regionalismo y democristianismo-nacionalismo) interconectados entre sí y ajenos a él. El carlismo es la vivencia de realidades políticas conforme a la verdadera historia de cada pueblo, mientras que el integrismo-regionalismo se enmarcan dentro del ideologismo romanticista (uno de los engendros más sutiles y peligrosos paridos por la Revolución).
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(Fuente: Cómo informa «Informaciones» (con lo que «Informaciones» no publica), Francisco Elías de Tejada, Sevilla, Gráficas Teatinos, 1976)
EXPLICACIÓN PREVIA
I
En las páginas que siguen no se emiten juicios de valor; simplemente se narran hechos, para que el lector saque las pertinentes conclusiones. Cuando aparezca algún adjetivo gramaticalmente tal léase por substantivo, pues es un hecho lo que se diga, rehuyendo definiciones calificadoras.
II
Informaciones es nuestro periódico europeo por excelencia, porque está integrado en el grupo “Europa” junto con The Times de London, Le monde de París, Die Welt de Hamburg y La Stampa de Torino. Mientras escribo celebra en los locales del banquero March (entre capitalistas anda el juego) una fiesta europea por todo lo alto. Pues la segunda realidad de Informaciones es la de ser el periódico de los millonarios burgueses de por acá; baste ver la proporción en que las sociedades del capitalismo eligen Informaciones para airear sus anuncios y comunicaciones económicas. Informaciones es nuestro magno portavoz del europeísmo y del capitalismo: un hecho.
III
Desde esas atalayas Informaciones ha asumido la cruzada de educar a los españoles en la versión europea –y por ende antiespañola– de nuestra historia. Hace siete lustros, cuando Europa era Hitler, nadie igualó a Informaciones en la apología del nazismo, ni ningún general del Estado Mayor tudesco ganó tantas batallas como las que ganaba Informaciones informando. Hoy, que Europa es Willy Brandt, nadie emula a Informaciones en ganar las batallas culturales de la rojería tibia de nuestros demócratas capitalistas. Es un hecho; la duda está si los capitalistas de Informaciones buscan con esos artificios que las gentes olviden su capitalismo arrollador o si procuran hacer olvidar sus legendarios entusiasmos hitlerianos.
IV
Para la cruzada en que anda empeñado Informaciones dispone de un equipo cultural entero en la persona del sapientísimo señor don Juan Pedro Quiñonero, nombre que vale por un ejército, el ejército de la cruzada iluminadora de los españoles que todavía creemos en España y a los que hay que convencer de que los valores culturales de nuestra Tradición nada valen y son una “mierda” (por usar el lenguaje que emplean algunos colaboradores de Informaciones) en comparación con los que Europa nos va a traer de mano del sabio Quiñonero para civilizarnos. Porque, respaldado por la empresa capitalistísima y europeísima de Informaciones, el docto Quiñonero será el encargado de decirnos lo tontos que somos y lo que tenemos que pensar de nuestra cultura tradicional para merecer la nota de europeos, que es la moda de este año.
Es de lamentar que hombre tan sabio no dedique alguna parte de sus afanes en aclararnos los misterios de esa Europa ejemplar y civilizadora; por ejemplo, cuántos maricones hay en el Parlamento inglés (otra vez hay que escribir así para imitar a los colaboradores de Informaciones); qué tiene que ver la masonería, sí o no, con los democráticos negociejos que papá Bernardo hace con la Lockheed; quién sea el padre de Willy Brandt, porque es una lástima que europeo tan egregio carezca de padre conocido, cosa que por acá suele todavía ser bastante mal considerada; cuántos asesinatos cometieron las mesnadas antifascistas en Italia, en lección suprema de modos democráticos; la vida privada del Salvador Allende, en Informaciones canonizado con injurias para el general don Augusto Pinochet; el recuento de las carcajadas que consigue cuando monta su “show” en las calles de Estocolmo ese genial payaso que responde por Olof Palme, de quien justamente se enorgullecen los suecos al diputarle por “den bäst ock stör pajas i hela världen”. (Como los lectores no son sabios Quiñoneros ni tienen siempre a mano un Quiñonero civilizado les diré, recordando el poco sueco que uno sabe y que no es nada en comparación con el de tan insigne políglota, –que para eso es europeo y yo no–, que esas palabras quieren decir en lengua sueca “el mejor y mayor payaso del mundo entero”).
Pero el docto Quiñonero no hace eso, porque su misión es la que le tiene encomendada Informaciones y no puede perder su tiempo en tales menudencias. En el artículo publicado en Informaciones el 17 de julio de 1976 y que constituye el primer documento que se edita, nos va a decir en resumidas cuentas que en nuestra historia no hay más cosechas culturales que el Califato de Córdoba y la Institución libre de Enseñanza; que nuestros siglos XVI y XVII son épocas en las que fuimos “un chafarrinón grotesco”, porque el Estado español opresor siempre, inquisitorial y bárbaro, –que para eso era español y no tan europeo como Informaciones y este sabio Quiñonero– actuó “arruinando y condenando al exilio las artes y la ciencia”. Empresa continuada por los bárbaros que en el 18 de Julio de 1936 hicimos la “guerra civil” que “supuso el colapso de esta tarea monumental” montada por otro sabio como don Juan Pedro Quiñonero y otro europeo como Informaciones que era el santón Francisco Giner de los Ríos. Juzgue el lector leyendo el sapientísimo y misionero artículo del doctísimo y sapientísimo Quiñonero.
Porque parecía ser en esta democratísima España que padecemos lícito disentir de sabio tan preclaro, envié a Informaciones el 17 de julio mismo la carta que constituye el segundo documento y que apareció publicada en Informaciones del día 23.
Hombre inculto como soy, y además carlista del 18 de Julio, no sé cómo tuve osadía semejante frente a varón de tantas ciencias. Aunque he publicado medio centenar de libros y puedo leer libros en treinta y ocho idiomas, bien sé mi incapacidad para competir con sabio de sabidurías tantas, además avalado en sus saberes nada menos que por Informaciones, lo que ya le proporciona patente ilustre de europeo. La desproporción entre un enano español, que se emperra en ser español, y un europeo como don Juan Pedro Quiñonero, gigante del saber y de la pluma, era tanta que merecí una reprimenda en nota aparecida el mismo día. En ella, varón sapiente y Salomón redivivo, el sabio Quiñonero me trató según un español ha de ser tratado en la europeísima Informaciones: con burlas de mis enseñanzas de treinta y cinco años de catedrático universitario que son ofensas para mi honor profesional; con injurias para mis palabras, que el sabio Quiñonero liquida desde el Olimpo de su sabiduría tachándolas de “simplezas”. Lo cual, a tenor del Diccionario de la Real Academia Española, quiere decir a la letra “boberías” y “necedades”.
Lanzado ya a darme una lección, el sabio Quiñonero intentó lo que nadie ha conseguido todavía: apabullarme con sus saberes sacados de apresurada lectura del Espasa y fulminarme con sus nuevas teorías acerca de la cultura española. Comprendo perfectamente que sabios de tanta calidad se indignen cuando se les discuta, máxime si es español quien discute al europeo, como sucedía en el presente caso; pero mi piel intelectual es bastante dura y como –pese a ser un necio y un bobo en el juicio de un sabio de tantas calidades– algo al fin he estudiado, amén de no ser tan necio como desde sus alturas europeas me juzga, me decidí a dejar las cosas en su sitio en la carta que constituye el documento cuarto y que conste escribí al correr de la pluma la misma noche que me llegara Informaciones el día 23, enviándola certificada al señor director el siguiente día.
Dicha carta no ha sido publicada, y el lector comprenderá por qué. Pese a que los días 28 de julio, 2 y 9 de septiembre el señor redactor jefe me aseguró su publicación en la semana siguiente, incumpliendo siempre su palabra. Sin que tenga derecho a reclamar la publicación a términos de la vigente legislación de prensa porque perdí el derecho a reclamarlo, dado estuve ausente durante la primera quincena de agosto.
Por ello la publico ahora, a ver si me responde el sabio Quiñonero y se decide a aplastarme con su ciencia europea, avalada nada menos que por el respaldo europeísimo y capitalistísimo de Informaciones. Pues si no me responde mal va a quedar en la cruzada civilizadora que Informaciones le tiene encomendada. Aunque tenga la seguridad de que, a fuer de español viejo y en la fuerza de mis razones, tengo la educación suficiente para no llamarle con el necio ni con el bobo con los que él me ha calificado a mí. Pero sí mantendré los juicios que en mis escritos he lanzado sobre los argumentos, si pueden llamarse así, usados por el sabio Quiñonero.
V
Solamente quiero agregar dos observaciones, que son también dos hechos:
1. Si el doctísimo Quiñonero escribe las cosas que escribe, no es toda culpa suya, sino la de los maestros que toma por modelos y a quienes se ensalza cada día en Informaciones a fuer de europeos y de demócratas. Como no soy ninguna de esas dos cosas, gracias al Dios de las Españas, me permito equipararle a ellos, para saber cómo anda su europeísmo civilizador al lado de un santón, de un liberal y de un socialista. Si quiere proseguir la cruzada civilizadora que en Informaciones cumple, ha de empezar por aclarar los métodos de sus maestros, métodos curiosos que con tanta fidelidad el sabio Quiñonero perpetúa. Ahí van:
El santón: José Ortega y Gasset. Quien en el ensayo Guillermo Dilthey y la idea de la vida hace a Giambattista Vico maestro de Pierre Bayle, siendo así que éste había muerto en 1706, tres lustros antes de que Vico publicara sus obras cardinales. Léanse Obras. Madrid, Revista de Occidente, tomo VI (1952), pág. 178.
El liberal: Carlos Ollero, íntimo del Pariente y muy estimado en la corte. Quien confunde a la Defensio fidei de Francisco Suárez (1548 – 1617), impresa en 1613, con el Defensor pacis, de Marsilio de Padua, escrito y publicado en 1324; en salto alegre que va dese Coimbra a Padua con trescientos años por medio. Véase la inteligentísima, como suya, censura del profesor Eustaquio Galán Gutiérrez en su Ius naturae, Valladolid, Meseta, 1954, pág. 502, en glosa de lo que el profesor Ollero asienta en la página 188 de su libro Introducción al derecho político.
El socialista: Raúl Morodo, personaje a quien Blanco y Negro diera la bienvenida a la cátedra de Oviedo explicando que ahora es cuando se iba a saber derecho político en Asturias. Por aprendizaje de su director Carlos Ollero, que sin duda su maestro Enrique Tierno posee talento y saber sobrados para no autorizar tales desmanes, en su Lectura de ciencia política coloca a dos figuras del siglo XIV como son Marsilio de Padua y Guillermo de Occam en la alta edad media, casi por contemporáneos de la corte de Carlomagno. Véase la página 9 en este libro, Madrid, Túcar ediciones, 1975.
Felicito al sabio Quiñonero por seguir tales ejemplos, dignos de Europa y de la página cultural de Informaciones. Aunque no le secunde a fuer de mi concepto del estudio. Ya sé que ello me va a traer que el sabio Quiñonero me insulte otra vez desde la europea Informaciones; pero mis maestros de las Españas clásicas no eran mequetrefes intelectuales y les prefiero como maestros a los maestros que emula el sabio Quiñonero. Que son estos modelos los que inspiran la misión civilizadora que le tiene encomendada la europea Informaciones.
2. En momento de indignación, muy comprensible al leer tamaña befa de nuestros abuelos y tanta inquina contra los muertos del 18 de Julio, escribí en mi primera carta que lo que adoctrinaba el sabio Quiñonero tornábale “indigno de ejercer el noble menester del periodismo”. Retiro estas palabras. Porque en Informaciones el doctísimo Quiñonero está en su sitio. Más todavía: es el modelo del periodista ideal que Informaciones necesita para cumplir la misión civilizadora de transformarnos en europeos. Tal como escribe el egregio Quiñonero es como informa Informaciones, según prueba no haber publicado mi segunda carta. Misioneros así son los llamados a quitarnos de los ojos toda memoria de que somos españoles y de que, cuando éramos españoles y no simiescos imitadores de Europa, dictamos leyes culturales al mundo entero. Tal cruzada exige tal periódico y tal periodista. Así informa Informaciones.
VI
Parece que Informaciones va a fundar una casa de misión europeizadora de Sevilla. Espero que mande de misionero al sabio Quiñonero. Así nos veremos las caras pluma en mano, porque no le voy a dejar pasar ninguna de sus doctrinas civilizadoras. En nombre de Dios y de mis muertos, ante quienes ni Europa, ni Informaciones, ni el sabio Quiñonero no suponen para mí más que enemigos declarados.
Sevilla, 17 de septiembre de 1976.
I
INFORMACIONES, 17 de Julio de 1976, página 17
EL ESTADO MODERNO ESPAÑOL, EN SUS ORÍGENES, ES LA IMPOSICIÓN, POR LA VIOLENCIA POLÍTICA, DE UNOS ADMINISTRADORES EXTRANJEROS QUE PERSIGUEN NUESTRAS TRADICIONES Y PRETENDEN DESTRUIR QUINCE SIGLOS DE CULTURA ROMANA, VISIGODA, ÁRABE Y JUDÍA, NUESTRAS RAÍCES
MADRID, 17.– Sin raíces, ignorante de su pasado, mutilada, corrompida, expoliada, proscrita, perdida, nuestra cultura ha perdido el rumbo de su existencia.
Los hombres de cultura viven alejados, marginados, de los asuntos públicos. Nuestra sociedad vegeta al margen de la vida espiritual. La violencia más implacable condena al silencio las manifestaciones artísticas. Se han dejado morir los últimos resortes económicos y políticos que aseguraban una discreta supervivencia. El futuro es muy incierto. Ni líderes ni partidos políticos han manifestado el más rudimentario interés por tales asuntos. Los altos cargos de la Administración, cuando tienen buena voluntad y comprenden, no poseen los resortes políticos necesarios para emprender mínimas acciones. Un siglo de cambio de planes de estudio, un colapso de cuarenta años, la sustitución de ministros cada veinte meses, la corrupción de presupuestos, confinan en un campo de batalla desierto donde quedan los restos descuartizados de nuestra cultura.
Tan vasto silencio amenaza a nuestra sociedad. Ortega ya denunció, precisamente, la inexistencia de una sociedad española, comentando: “La enfermedad española es, por malaventura, más grave que la susodicha “inmoralidad pública”. Peor que tener una enfermedad es ser una enfermedad. Que una sociedad sea inmoral, tenga o no tenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave.” Es bien conocida la teoría de Ortega: no existimos como sociedad civilizada porque nuestra patria, vive todavía invertebrada, sin encontrar una razón que articule su existencia, sin que la vida moral de nuestro pueblo encuentre en el Estado una respuesta espiritual a su historia, su pasado, y sea la encarnación de nuestra vida colectiva.
Así, la cultura, suerte de carne gloriosa que confiere a la vida de los pueblos la memoria del pasado, cimiento donde se levanta la arquitectura moral de las civilizaciones, en nuestro país, vive en los arrabales de la conciencia, en la tierra baldía del olvido. Así, la historia de nuestra vida pública es la historia de una desintegración que nos fragmenta y destruye como pueblo civilizado.
Vivimos unos días decisivos. El rumbo que nuestros gobernantes emprendan deberá configurar nuestro incierto futuro. Con respecto a los negocios de la cultura, sólo hay dos alternativas posibles: asumir nuestro pasado, ir en busca de nuestras bibliotecas y tradiciones perdidas, reconocernos como pueblo, con todas sus miserias y conquistas, o, sencillamente, continuar este abandono que no sabemos a dónde nos conduce, si no es al abismo.
La más absoluta decadencia
La miseria de la vida política cotidiana nos impide contemplar el exacto horizonte donde moramos. Hoy, nuestra cultura oscila entre el vacío y una senda desconocida: como al filo de la caída de los Austrias, la proclamación de las Cortes de Cádiz o la Restauración de Alfonso XII, nos encontramos en el umbral de una nueva era de nuestra historia.
En los grandes acontecimientos históricos, las aventuras de nuestra cultura han corrido los riesgos más oscuros de nuestra civilización. Su miseria o esplendor han sido los de nuestro pueblo. No es un azar que el nacimiento del primer Estado moderno, el que funda Carlos I, suponga el desastre de nuestra cultura secular. El Imperio contemporáneo crea la burocracia, el estado numeral por excelencia, la cartografía administrativa, su ley nos convierte en números, abstracciones en el catálogo de las cifras.
Carlos I inicia el sabotaje más absoluto de ocho siglos de cultura. Nacido en Alemania, su lengua es el francés, y habla el castellano (nunca llegó a aprenderlo) peor que el alemán. Entra en España como Roma en sus provincias: armado con sus legiones de políticos y administradores holandeses. La revuelta de los Comuneros será una rebelión popular y cultural, tradicionalista y burguesa: ellos defendían la burocracia directa medieval, las libertades forales, la cultura autóctona frente a la imposición violenta de la Administración central, las tradiciones locales, las costumbres consagradas por la tradición, la cultura hasta entonces más civilizada de Occidente.
La dinastía Borbónica, a partir de Felipe V, continúa la dominación de nuestra península por parte de administradores políticos extranjeros. El nuevo Rey es francés y francesa será su Corte. Su dominio político censurará costumbres y fiestas populares que desconoce y no soporta. Ellos encarnan la Monarquía absoluta moderna. Durante dos siglos introducirán las reformas que harán posible el Despotismo ilustrado: Academias, laboratorios, archivos, museos y bibliotecas. A cambio, en 1791 se suprimen todos los periódicos del país, con la excepción del “Diario de Madrid”, aunque éste no podía publicar “versos o materias políticas de ningún tipo”. El dominio de los Austrias y Borbones, en suma, no excede a los cuatro siglos. Ellos han creado el Imperio, al que conducen a la más absoluta decadencia: Inquisición, administración central, condena de las libertades del burgo medieval. Los Comuneros son aplastados por un arzobispo extranjero (Adrián de Utrecht). Gobiernan con nobles y policía extranjeras que persiguen incluso nuestra indumentaria (recordar el Motín de Esquilache). Protagonizan la Contrarreforma. Felipe II prohíbe el estudio en Universidades extranjeras. Luis Vives debe de abandonar su patria para vivir en el exilio en Francia, Bélgica e Inglaterra. Felipe IV restringe el número de las escuelas públicas ante su estado de ruina. La Inquisición persigue a Fray Luis de León, el Brocense, Nebrija, Gracián.
Pronunciamientos y revueltas
Fruto de tal estado de corrupción, la novela picaresca hunde cualquier esperanza, crea una literatura sin raíces ni esperanza, testimonio cruel, chafarrinón grotesco de un país que ha perdido la razón de su existencia y vive en un arrabal miserable de la civilización occidental, gobernado como una colonia.
El Estado español, en sus orígenes, es la imposición, por la violencia de las armas, de un sistema de gobierno ajeno a las tradiciones seculares del país y que administradores extranjeros fraguaron en su propio beneficio, arruinando y condenando al exilio las artes, la ciencia, el humanismo de quince siglos de vida romana, visigoda, árabe y judía. El árabe es la primera lengua científica de Occidente: a través de los traductores de la Escuela de Toledo, los autores griegos y romanos se traducen a una lengua vulgar. Avicena, Averroes, Abuchafar, Abentofail, crean la ciencia, el humanismo, la novela filosófica moderna. Alfonso X proyecta la primera enciclopedia universal. Raimundo Lulio escribe filosofía por vez primera en lengua vulgar.
La vida de nuestro país reposa en concepciones económicas, religiosas y culturales decisivas; Córdoba es la primera ciudad alcantarillada de Europa, Valencia es el primer puerto moderno del Mediterráneo, Ben Quzman crea los cimientos de la lírica occidental, la “General Estoria” imaginada por Alfonso X es un compendio de las culturas más avanzadas de su tiempo, una síntesis inimaginable y decisiva, el catalán es la lengua de un imperio cuando todavía el castellano es un dialecto de incierto futuro. Tan gloriosa tradición, que cubre quince siglos de nuestra historia, es dinamitada por el Estado creado por un extranjero para dominar nuestro país, Carlos I. Durante cuatro siglos la política expoliará minuciosamente esas raíces políticas, económicas, folklóricas, etnográficas, culturales, para abandonarnos como la horda destruye cuando contemplan sus ojos y su paso arrasa.
Las Cortes de Cádiz, por vez primera, supondrían la primera posibilidad, perdida, de iniciar un proceso de rescate y fundación moral de nuestra cultura en unos principios ajenos a la más absoluta arbitrariedad política. Sin embargo, los liberales de la época confundían tradición con el más burdo “tradicionalismo” inquisitorial: y entre sus reformas introdujeron una nueva forma de colonialismo: la Universidad napoleónica, instituciones de la tradición francesa o inglesa, poco en consonancia con nuestra historia. Así, la Historia del siglo XIX es una permanente lucha fratricida: pronunciamientos y revueltas, revoluciones y contrarrevoluciones.
Recuperación y purificación
Durante el intervalo liberal de 1820 – 23 se crea la Universidad de Madrid. Un año más tarde, el ministro y favorito Calomarde ordena “la destrucción de todos los libros extranjeros”. Se crean los colegios de magisterio y los jardines de infancia (1838), se ordena el salario fijo a los maestros (1847). Un exilado, Gil de Azcárate, inspira la ley de Educación. Pero Isabel II expulsa a Sanz del Río, Salmerón, Giner, de sus cátedras, y suprime los colegios de magisterio…
Mil ochocientos setenta y seis es una fecha decisiva para nuestra cultura: se funda la Institución Libre de Enseñanza, la empresa pedagógica más ambiciosa de nuestra cultura desde el Califato de Córdoba. Entre sus tareas fundamentales se encuentra el rescate de nuestra cultura; viajes, diálogo, pedagogía, se confunden en esta empresa decisiva. En 1900 se crea el Ministerio de Educación Pública y Bellas Artes, y dos años más tarde se hace cargo de los salarios de los maestros. En 1907 se crea la Junta para la ampliación de estudios e investigación científica. La Institución descubre, redescubre nuestro paisaje, nuestras tradiciones, nuestra literatura. La Junta nos abre al mundo: envía anualmente a varios cientos de estudiantes, que traerán a nuestra cultura los últimos rumbos del saber. En 1918 se crea el Instituto Escuela, tarea encomendada a la Institución por un ministro liberal, Santiago Alba. La Residencia de Estudiantes, el Instituto Internacional, serán las otras instituciones capitales en la historia de nuestras ideas…
La guerra civil supuso el colapso de esa tarea monumental. Hace días, por vez primera, TVE citó a la Institución sin necesidad de proferir insultos. El círculo se cierra. Nuestra sociedad necesita, con urgencia, para vertebrare con la fisonomía de un pueblo civilizado, que nuestra cultura sea sometida a un vasto proceso de recuperación y purificación.
Del Estado burocrático imaginado por Carlos I debemos pasar, mirando hacia atrás sin ira, a las tradiciones seculares de la democracia medieval, que la Institución Libre de Enseñanza rescata para la modernidad. La tradición ha sido usurpada del modo más vil. Debemos purificarla, restituirle sus rostros más vivos, tachados entre los siglos XVI y XIX por administraciones públicas extranjeras, que expoliaron nuestro patrimonio, y luego han sido inmortalizadas por la más zafia propaganda ideológica, usurpando a la cultura de nuestro país sus rostros más nobles, que se llaman Escuelas de Traductores de Toledo, Califato de Córdoba, Comuneros de Castilla, Cortes de Cádiz, Institución Libre de Enseñanza.
II
CARTA PRIMERA DE FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA,
fechada a 17 de Julio de 1976 y publicada en INFORMACIONES, 23 de Julio de 1976, p. 24
NUESTRA CULTURA Y TRADICIONES, SEGÚN ELÍAS DE TEJADA
«Sin más títulos que el amor a la verdad y ser lector diario de INFORMACIONES, me permito solicitarle la publicación de estas líneas. Como soy hombre sin nombradía y por ello mi nombre no ha de sonarle, me permito presentarme ante usted para indicarle no participé ni participo en la política al uso; bien que en mis tiempos de catedrático en Salamanca, cuando en ella primaban fascistas tan conocidos como Antonio Tovar y Gustavo Bueno, fui sacado de mi casa y apaleado hasta la pérdida del conocimiento por fascistas, el 1 de abril de 1944, según consta en denuncia –por supuesto inútil– ante el Juzgado de guardia en dicha fecha.
Motivo de esta carta es el incalificable artículo –porque calificarle entraría en el Código Penal vigente– del señor don Juan Pedro Quiñonero en INFORMACIONES del pasado día 17, que culmina lo que viene sosteniendo en otros anteriores. Quisiera hacer a este señor dos preguntas, bien entendido que si no las responde quedará por una de estas dos cosas: por mendaz a sabiendas o por irresponsable, en todo caso creo que indigno de ejercer el noble menester del periodismo.
Estas preguntas son:
1.ª ¿Cómo pueden compararse los hombres ramplones de la institución –llamada “libre”– de enseñanza, copistas menudos de doctrinas alemanas mal digeridas casi siempre, con los pensadores de las Españas tridentinas, desde el cardenal Cajetano a Giambattista Vico? Ni mucho menos ¿cómo cabe ensalzar a aquéllos, dando de lado a los Molina o a los Suárez? De exportar ideas a importarlas media mucho trecho, y ya dijo Ángel Ganivet que el vigor cultural de un pueblo consiste en su capacidad de “parir ideas”.
2.ª ¿Cómo cabe pensar que la “libertad” de que hablan los extranjerizados doceañistas, copistas de la Constitución francesa de 1791, tiene nada que ver con las libertades concretas de los fueros de nuestros pueblos, por más que hubieran decaído o los hubiese asesinado la barbarie europea del absolutismo importado por la Casa de Bourbon? O ¿es que puede sostenerse a estas alturas, después de tanta bibliografía al canto, la interesada mentira de Martínez Marina, desmentido por la reacción auténticamente española de los únicos pueblos nuestros que habían mantenido sus libertades concretas forales, de los vascos?
La tradición hispánica ha sido falseada por las tres sucesivas europeizaciones que hemos padecido en los tres últimos siglos: por Felipe V, llamando tradición hispánica, al menos en su versión castellana, en el decreto del Buen Retiro, a lo que era la importación cínica del absolutismo a la francesa; por los legisladores de Cádiz, llamando tradición hispánica a lo que era copia servil de la Francia revolucionaria; y por Ramón Serrano Sunyer, o quien quiera aconsejara el decreto del 19 de abril de 1937, llamando tradición española a lo que era la copia del fascismo mussoliniano. Creo es hora de salvar de equívocos a la tradición de las Españas y espero del señor don Juan Pedro Quiñonero una de estas tres cosas: que lo reconozca, que me conteste cumplidamente o que se abstenga de escribir falsías.»
III
RÉPLICA DEL SABIO JUAN PEDRO QUIÑONERO
INFORMACIONES, 23 de Julio 1976, p. 24
¿GIAMBATTISTA VICO CORRIÓ HEREJES POR CUENTA DE LA INQUISICIÓN?
Madrid, 23.– Las observaciones del profesor Elías de Tejada plantean un enigma literario, que de confirmarse, sería un descubrimiento sin duda histórico…
Atenderé su intempestiva solicitud, pues, ordenadamente:
1. El señor Elías de Tejada considera “ramplones” a los hombres de la Institución Libre de Enseñanza. Es materia a todas luces opinable. Personalmente, la Institución me parece el proyecto pedagógico más memorable que produjo nuestra cultura, desde el Califato de Córdoba. Por el contrario, las Españas tridentinas, a que hace referencia mi fogoso comunicante, evocan en mi conciencia lúgubres fantasmones de púrpura, cilicio, Inquisición y garrote vil.
2. Entrecomillar la palabra “libertad” refiriéndose a la Constitución francesa de 1791, con todos los respetos, me parece una simpleza. Cualquier manual para estudiantes de bachillerato es bien elocuente: La Revolución francesa inicia la historia contemporánea. Su lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad es un hecho irreversible y decisivo en la historia de la Humanidad. Los liberales españoles, que, entre la caída del antiguo régimen y los desastres del noventayocho (del duque de Ribas 1 a los primeros discípulos gaditanos de Fournier, de don Manuel José Quintana a Blanco White) se inspiraron en proclamas francesas o inglesas para redactar todo tipo de poemas líricos, panfletos, códigos morales de comportamiento, proyectos utópicos y Constituciones liberales, me parecen unos señores francamente simpáticos. En ocasiones suenan como muy engolados, pero siempre cautiva su honradez, su sentido de la justicia, el deber, la libertad, el respeto y la tolerancia. Debo recordarle al señor Elías de Tejada, puntualizando sus enrevesadas y para mí oscuras alusiones, que los movimientos regionalistas, en nuestra historia moderna, nacen precisamente en tales ambientes liberales y burgueses. Puede consultar cualquier historia sobre nuestro siglo XIX.
3. En efecto, entre otros individuos e instituciones, las tradiciones peninsulares han sido falseadas por Felipe V, y por el decreto de abril del 37, que se redacta a imagen y semejanza del fascismo mussoliniano. Para mi sensibilidad, por el contrario, la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes, el Instituto Escuela, inician un rescate liberal, crítico y creador de nuestras más notables tradiciones. (Ver el rescate de la lírica popular, efectuado por Alberti y García Lorca, o el descubrimiento del paisaje castellano por los catedráticos de la Institución).
4. Finalmente, me gustaría contarme entre los discípulos del señor Elías de Tejada en su cátedra de Derecho Natural y Filosofía del Derecho, para conocer detenidamente a “los pensadores de las Españas tridentinas, desde el cardenal Caiteano a Giambattista Vico”… Me agradaría conocer los trabajos que lo han conducido a tal descubrimiento sensacional. Desgraciadamente, el único Giambattista Vico que ha pasado a la historia de las ideas no fue español, sino italiano, toda su obra pertenece a la cultura italiana, y escribió sus obras, como es lógico, en latín e italiano. Cualquier manual de estudios elementales ofrece su biografía; nació y murió en Nápoles (1668 – 1744), en cuya Universidad fue catedrático de elocuencia; precursor del romanticismo, “se le enmarca en el quehacer cultural napolitano del siglo XVIII”.
Sería estupendo y admirable que Vico hubiese nacido en nuestro país y formase parte de nuestra cultura. Personalmente, me encantaría que Montaigne fuese murciano. Pero la historia es cruel con los mortales. Y Vico fue napolitano. Sin duda sería más divertido imaginarse que Vico escribió su capital “Scienza nuova” (1725, 1730, 1744) haciendo de Pimpinela Escarlata que ajusticiaba a los liberales que leían la “Enciclopedia” en Tomelloso. Pero mucho me temo que al reverendo profesor de elocuencia no le hubiese divertido esta imagen. Y en verdad (a pesar de que Vico, para matar el hambre, tuvo que escribir, como es bien sabido, fastuosas arengas para las recepciones de los virreyes españoles, que visitaban Nápoles) no acabo de imaginarme a este admirable humanista italiano cabalgando por la estepa manchega de las Españas tridentinas corriendo herejes por cuenta de los Tribunales de la Inquisición.
1 Así escribe el sabio Quiñonero, con «b» de burro.
IV
CARTA SEGUNDA DE FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA,
fechada a 23 de Julio de 1976 y no publicada por INFORMACIONES
Sevilla, 23 de julio 1976
Sr. Director de INFORMACIONES
Madrid
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Mi estimado señor director: Gracias infinitas por la publicación en Informaciones de hoy de mi carta al señor don Pedro Quiñonero. Mas al no contestar a mis preguntas y por tratarse de asunto de tanta envergadura como la esencia de nuestros pueblos, me atrevo a solicitarle publique esas líneas.
Desde las alturas de su obra científica, sin duda insigne, pero que cuenta entre las muchas cosas en las que ejerzo mi ignorancia, el sin duda doctísimo señor don Juan Pedro Quiñonero califica mis ideas de “simplezas”. Sean jueces los hechos, pues a ello me remito. Bien entendido que si este sabio caballero no opone hechos contrarios, remacho mis calificativos de la anterior misiva.
1. No contesta a mi primera pregunta. Entre una cultura importada y otra exportadora, con Ángel Ganivet en honrada compañía creo en la superioridad de la segunda por lo cual reitero mi pregunta ciñéndola a dos nombres representativos. Francisco Giner de los Ríos es el enrevesado importador de pensador alemán de tan quinto orden como Krause. Francisco Suárez es, desde 1935 por lo menos en que fue publicado el clásico libro de Ernst Lewalter Spanisch-jesuitische und deutsche-lutherische Metaphysik des 17, Jahrhunderts, el punto de partida de la entera filosofía moderna en Alemania. En cuyas circunstancias, por “simpleza” de pura españolía, me quedo con Francisco Suárez con todo ese espeluznante cortejo de “fantasmones de púrpura, cilicio, Inquisición y vil garrote”. Aunque en los males de la Inquisición ya no creen ni los niños de teta; sin duda mi doctísimo contradictor olvida las páginas concluyentes dedicadas al asunto por ese espejo estupendo de españoles que es Salvador de Madariaga en el Cuadro histórico de las Indias. Añadiéndole ahora que en las Españas tridentinas existía mucha más libertad intelectual y política que en la Europa coetánea; díganlo los lances del padre Juan de Mariana con la corte francesa, dígalo la licencia otorgada en 14 de marzo de 1579 por Felipe II al catedrático salmantino Diego de Estúñiga para enseñar las doctrinas de Copérnico, cuando todavía sesenta años después el cardenal Richelieu obligaba a la Sorbona a condenarlas o Descartes hubo de huir de la república de Holanda por defender el heliocentrismo. Ejemplos que podría aumentar hasta cansarle. Son hechos, no “simplezas”.
2. Que la Constitución gaditana de 1812 es copia de la francesa de 1791 lo demostró hace muchos años Rico y Amat. Mientras mi doctísimo contradictor no refute a Rico y Amat sigo pensando como éste, pese a todos los interesados manejos de Francisco Martínez Marina.
En cuanto a mi “simpleza” de que la “Libertad” nacida de la revolución francesa fue pura algarabía declamatoria, en contraste con las verdaderas libertades forales concretas, es lugar común para quien compare la noción de libertad francesa con la vivencia de las libertades británicas. En lo que toca a nuestros pueblos, mi eximio señor don Juan Pedro Quiñonero olvida que en las tres oportunidades en que nuestras gentes tuvieron ocasión de optar entre la vacía Libertad revolucionaria y las libertades concretas de los sistemas forales de la Tradición hispánica, optaron por los segundos. Así en el Franco-Condado lo que se pide en los Cahiers de 1789 es volver a las leyes dadas al Franco-Condado POR FELIPE II; lea el docto señor don Juan Pedro Quiñonero el libro de Philippe Maréchal La revolution dans la Haute-Saône, Paris, Honoré Champion, 1903. Lo que piden los sardos a la corte torinesa en 1794 y 1795 es volver a las leyes dadas POR FELIPE II; lea la Breve storia di Sardegna de Raimundo Carta Raspi, Cagliari, Il Nuraghe, 1950. En el territorio peninsular los vascos han hecho dos guerras por defender las libertades forales contra la mentida Libertad revolucionaria. Son hechos, no “simplezas”.
3. Niego que los movimientos regionales modernos entre nosotros “nacen precisamente en tales ambientes liberales y burgueses”. En 1843 publica el catalán Magín Ferrer los dos apretados tomos de Las leyes fundamentales de la monarquía española, exactamente cuarenta y tres años antes de que Valentí Almirall publicara en 1886 Lo catalanisme, que tantos tienen por la primera teoría política regionalista catalana. En 22 de mayo de 1829 firma en Bilbao don Pedro Novia de Salcedo los cuatro tomos de su Defensa histórica; esto es, treinta y seis años antes de que viniera al mundo Sabino Arana Goiri y sesenta y cuatro años antes de que el 3 de junio de 1893 leyera su Discurso de Larrazábal. No siendo ninguno de los dos, ni Ferrer ni Novia de Salcedo, liberales, ni demócratas, ni burgueses, ni siquiera isabelinos; porque daban en la “simpleza” de ser CARLISTAS. Y por lo que toca a Galicia lea mi doctísimo señor los juicios que mis tesis al respecto merecieron a mi entrañable don Ramón Otero Pedrayo en los dos Prólogos que antepuso a mis libros La tradición gallega y El Reino de Galicia; sino que yo crea que ahora, desde el Olimpo de sus afirmaciones gratuitas, el señor don Juan Pedro Quiñonero discuta los saberes sobre Galicia de mi inolvidable don Ramón.
Por lo demás, si el señor don Juan Pedro Quiñonero cree que la Tradición de un pueblo se recorta a las canciones populares o a la estima literaria de los paisajes, posee menguado concepto que me resisto a compartir, por más venga de varón de tamaños coturnos intelectuales.
4. Mi sabio contradictor se escandaliza de que yo escriba que Giambattista Vico era hispánico, parte de la Tradición de las Españas. Pero es tesis no ya solamente mía, sino la conclusión del congreso de estudios vichianos tenido en Bari en el pasado mes de diciembre por estimable grupo de especialistas sobre Vico. Es que con la mentalidad retrasada del centralismo de nuestros liberales decimonónicos, mi ilustre polemista olvida que la monarquía de las Españas fue hasta 1700 monarquía federal en la cual, unidos por la fidelidad al Rey común, los varios pueblos que la integraban poseían personalidad política, institucional, jurídica y cultural; de suerte que su única manera de ser hispanos era ser muy mucho parte de sus pueblos propios. ¿No le dice nada al señor don Juan Pedro Quiñonero la conocida anécdota de Felipe II con el abad de Poblet? Así Vico fue hispano en la medida en que fue napolitano, porque el Reino de Nápoles fue hispano en tanto grado que durante tres siglos, sin más excepción que la segunda parte de la vida del invertido y soberbio Tommaso Campanella, voluntariamente sirvieron a sus reyes –que eran los Reyes de Castilla y de Aragón– con las armas y con las plumas en la lucha de nuestros abuelos defendiendo a la Cristiandad contra Europa. Lo he documentado en cinco volúmenes de mi Nápoles hispánico en términos que nadie ha contradicho y que incluso merecieron elogios cumplidos de historiador de la talla de Carlo Curcio; y no creo que, desde el Olimpo de sus menosprecios, mi sabio señor don Juan Pedro Quiñonero discuta la calidad científica de un Carlo Curcio.
Nacido en 1668, no solamente loó a su rey Carlos II, sino que mantiene la doctrina de la monarquía tradicional hispánica, incluidas las libertades concretas de los fueros, en la Oratio latina del 18 de octubre de 1704. Pisando las huellas filosóficas de Francisco Suárez, como han probado Fausto Nicolini, Elio Gianturco, Antonio Corsano, Tullio Piacentini o Cesare Vasoli, en manera que al salir el Reino patrio suyo del seno de la monarquía hispánica, acorre a defender lo defendible: el sentido católico de la historia, frente al abstraccionismo dimanado de Lutero, combatiendo contra Grocio, Hobbes y demás campeones del abstracto jusnaturalismo protestante. Vico fue el postrer paladín de la Contrarreforma, por mi egregio señor don Juan Pedro Quiñonero tan olímpicamente despreciada. Incluso en modo indirecto defiende a la Inquisición al postular la unidad religiosa como esqueleto de los pueblos en párrafo famoso de La scienza nuova seconda que no cito a la página para dar ocasión a mi insigne contrario a leer con mayor detenimiento a Giambattista Vico, hispánico precisamente por napolitanísimo. Porque en el caso presente las cañas de las burlas del título de su postilla a mi carta tórnanse en efecto lanzas de verdad. Hechos, no “simplezas”.
Para terminar, suplico al señor don Juan Pedro Quiñonero tenga la bondad de indicarme los libros por él publicados, obra científica de la que salió su magisterio displicente salvo pena de irresponsabilidad intelectual. Las ideas que defiendo –no los méritos de mi humilde persona, que ya sé nulos sin que nadie me lo diga–, me han llevado a alcanzar el doctorado “honoris causa” por universidades extranjeras, alguna como la harto prestigiosa Nacional de Buenos Aires; han hecho que sobre mis doctrinas fueran compuestas cuatro tesis doctorales en el extranjero, una de ellas en la Universidad de Colonia; que para propugnar tales ideas, sin ayuda oficial o particular o de socialistas de Suecia o comunista de Moscú, existan asociaciones culturales intituladas al sagrado nombre de Felipe II en seis países de América, en Italia y, desde el pasado mayo, en Grecia; que estas ideas, pese a tener un pobre defensor como yo, son tan poderosas que las he podido exponer en medio centenar de libros y en más de doscientas publicaciones menores, en su caso en el idioma respectivo, en un círculo que va desde Tokyo hasta São Paulo y desde Uppsala hasta Atenas. Le suplico, por ende, que su menosprecio contra mi humilde persona se detenga delante de mis ideas, olvidando la mezquindad de quien las sustenta, desde una cátedra universitaria hoy precisamente hace treinta y cinco años justos. Las demagogias intelectuales tienen un límite, que ansío establecer apenas conozca la obra científica del señor don Juan Pedro Quiñonero, de la que tanto espero aprender y de la que confío aprenderé mucho sin ninguna duda.
La enumeración de los hechos hizo esa carta demasiado larga; mas estoy seguro, señor director, de que a lo menos le dará cabida en las páginas literarias de los jueves. Gracias por sus amabilidades inmerecidas, aunque sí las merezcan los muertos que hicieron a las Españas, guste o no guste a mucha gente. Un agradecido saludo de su “simple” amigo
Francisco ELÍAS DE TEJADA. Brasil, 30. Sevilla. Carnet número 27.620.496.
COLOFÓN EN COPLILLAS DE PLIEGOS DE CORDEL DE LOS TIEMPOS DE LAS ESPAÑAS “CHAFARRINÓN GROTESCO”
Con impaciencias espero
respuesta de Quiñonero;
pues de que hable o de que calle
se verá si tiene talle
de sabio o de majadero.
Que si le faltan razones
en contestar las cuestiones
que mi carta le plantea,
deja mal a la europea
plutócrata Informaciones.
Si de su silencio infiero
no es sabio y sí majadero,
¿quién nos irá a europeizar?
¡Dios mío, que va a pasar
a España sin Quiñonero!
Si Informaciones se calla
no habrá ya europeización;
volverá la inquisición;
se perderá la batalla
de la civilización.
Si Quiñonero y la tropa
que Informaciones arropa
nos dejaran abandonados,
nunca obtendremos de Europa
el perdón de “homologados”.
Si de Quiñonero el sol
–que brilla como un farol–
cesara en su parpadeo,
nunca el bárbaro español
llegará a ser europeo.
Por eso con ansia espero
respuesta de Quiñonero;
pues de que hable o de que calle
se verá si tiene talle
de sabio o de majadero.
Fuente: FUNDACIÓN IGNACIO LARRAMENDI
Última edición por Martin Ant; 04/02/2015 a las 15:26
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