Fuente: Memorias de la conspiración, 1931-1936, Antonio Lizarza. Contenido en Navarra fue la primera, 1936-1939, Ed. Sahats, 2006, páginas 89 – 114.
LAS RELACIONES CON MOLA
En mayo [de 1936] visitó a Mola mi amigo y pariente Ignacio Baleztena, miembro de la Junta Regional Carlista y jefe que había sido del Requeté. El capitán Barrera había sugerido la entrevista en su afán de que el General comprobase el apoyo popular de la conspiración.
Fue muy inteligente y diplomático el enfoque que Baleztena dio a la visita, tomando como pretexto el asalto a la Diputación de Bengaray y sus esbirros.
“El frente Popular quiere sustituir nuestra Diputación por una Gestora. Los navarros, que estamos dispuestos a echar los pies por alto, no tememos ni a la Guardia Civil, ni a la chusma. Sólo queremos saber qué hará el Ejército”.
Mola contestó evasivamente: “Es una pregunta comprometida. Pueden estar seguros, sin embargo, que mientras yo tenga mando no consentiré que el Comunismo se adueñe de España. Si he de serle franco le diré que desconfío de ofrecimientos civiles, sobre todo después de lo ocurrido al General Sanjurjo [el 10 de Agosto de 1932]. Nadie le ofreció un auto para escapar a Portugal”.
Baleztena contestó rápido: “Nosotros no vamos a ofrecerle un coche para ir a Francia, sino todos los necesarios para marchar sobre Madrid”.
“¿Con cuántos Requetés se podría contar?”, preguntó Mola más interesado, y que seguramente quería comprobar otras informaciones que le habían llegado.
“No baje ni uno sólo de cinco mil”. Mola sonrió.
“¿Y cuántos de Falange?”.
“No creo lleguen a mil”.
“¿Nada más?”.
En el mes de junio fui llamado por el General Mola a Capitanía General, enterado sin duda que estaba organizando los Requetés.
Me hizo varias preguntas, especialmente sobre el número de que podía disponer en un momento dado.
Al contestarle que había encuadrados 8.400 Boinas Rojas, organizados en Unidades tácticas, según las órdenes de nuestro Inspector Militar [Teniente Coronel Ricardo de Rada y Peral], me contestó muy satisfecho y contento que le bastarían sólo 4.000.
MOLA CON ZAMANILLO
Ya muy interesado el General, se preparó su entrevista con un Representante de la Comunión, con el Delegado Nacional de Requetés, señor Zamanillo, entrevista que se celebró también en el Palacio de Capitanía de Pamplona, el día 11 de junio, donde Zamanillo entregó, por encargo del señor Fal Conde, la nota que transcribo a continuación, donde se indican los puntos bajo los cuales podía irse al Movimiento [1]:
“1.º Medidas de orden público a juicio del Ejército.
2.º Derogación de la Constitución, de las Leyes laicas y de las atentatorias de la unidad patria y al orden social.
3.º Disolución de todos los partidos políticos, incluso de los que hayan cooperado.
4.º Disolución de todos los Sindicatos y asociaciones sectarias. Incautación de sus fondos y bienes, y expulsión de sus dirigentes.
5.º Proclamación de una Dictadura de duración temporal, con anuncio de la reconstrucción social orgánica o corporativa, hasta llegar a unas Cortes de esa naturaleza.
6.º Anuncio de reforma de todos los cuerpos del Estado.
7.º La suprema dirección política corresponderá a un Directorio, compuesto por un militar y dos Consejeros civiles designados previamente por la Comunión Tradicionalista. El primero será Presidente del Directorio y del Gabinete, y tomará especialmente sobre sí la Seguridad Nacional (Ejército, Marina, Orden Público, Comunicaciones y Transportes). De los otros dos, el uno se encargará del Ministerio del Interior (Ayuntamientos, Diputaciones, Preparación del régimen foral, Corporaciones y Enseñanza profesional), y el otro tomará a su cargo el Ministerio de Educación Nacional (Propaganda y Prensa, Enseñanza General –elemental y segunda– y Relaciones con la Iglesia).
8.º Desarrollará las direcciones políticas del Directorio y llevará la Administración general del Estado un Gabinete de Ministros técnicos, previamente elegidos de entre las personas más capacitadas, desprovistas de prejuicios partidistas.
Se da por supuesto que el Movimiento será con la bandera bicolor”. [2]
El señor Zamanillo aclaró verbalmente al General Mola en esta nota que la Comunión no daba un programa completo, y sí sólo unos puntos de procedimiento; que se estimaba esencial lo puesto en cursiva; y que los cargos del número 7 se referían: el de Presidente, al General Sanjurjo, que se había propuesto a la Comunión, y ésta, complacida, aceptado; y los otros dos cargos serían designados por nosotros, que deseábamos que viniera al de Corporaciones José Antonio Primo de Rivera, a quien se lo habíamos propuesto.
Debió sorprender al General Mola esta nota, por cuanto en Informe reservado que dio unas fechas más tarde, día 12 ó 13 [3], escribía: “Está por ultimar el acuerdo con los Directivos de una importante fuerza nacional, indispensable para la acción en ciertas provincias, pues la colaboración es ofrecida a cambio de concesiones inadmisibles, que nos harían prisioneros de cierto sector político en el momento de la victoria. El llamado Pacto de San Sebastián está aún muy reciente para que los españoles lo hayan olvidado, así como las dolorosas consecuencias que ha traído a España. Nosotros no podemos en forma alguna hipotecar el porvenir del nuevo Estado”.
[1] En la carta de Fal Conde al General Sanjurjo, de 6 de Julio, se aclara que la nota está fechada el 11 de Junio, pero que Zamanillo se la entregó a Mola al día siguiente, 12 de Junio. Véase Apéndice 4.
[2] Véanse los comentarios de Fal Conde a esta nota, publicados en Montejurra, Número 44, Diciembre 1968.
[3] En realidad el “Informe reservado” del General Mola data del 1 de Julio. Se reproduce posteriormente en Apéndice 2.
ENTREVISTA EN IRACHE
Se hizo, pues, necesaria la entrevista de las dos cabezas de la conjuración, para tratar de llegar a un acuerdo, que ambas partes ardientemente deseaban.
La entrevista de don Manuel Fal Conde con el General Mola se celebró en el Monasterio de Irache, el día 15 de junio.
Yo traje a Fal desde San Juan de Luz, con los consiguientes apuros al cruzar la frontera.
En este primer encuentro se pergeñaron, a grandes rasgos, los puntos más esenciales para ir conjuntamente Ejército y Requetés, a una acción de fuerza contra la República, pero sin llegarse a concretar las condiciones, habiendo salido complacidísimos el uno del otro.
Mientras duró la conversación, que se celebró en la celda del Padre Superior, yo me dediqué a recorrer el Monasterio, acompañado de un buen Padre.
El General Mola entregó al señor Fal Conde una segunda nota, fechada en Madrid, a día 5 de junio, exponiendo sus puntos de vista, como contestación a la que recibiera de Zamanillo.
Decía así:
“El Directorio y su obra inicial.
Tan pronto tenga éxito el movimiento nacional, se constituirá un Directorio que lo integrarán un Presidente y cuatro vocales militares. Estos últimos se encargarán personalmente de los Ministerios de Guerra, Marina, Gobernación y Comunicaciones.
El Directorio ejercerá el poder con toda amplitud, tendrá la iniciativa de los decretos-leyes que se dicten, los cuales serán refrendados por todos sus miembros. Dichos decretos-leyes serán revisados en su día por el Parlamento constituyente elegido por sufragio, en la forma que oportunamente se determine. Al frente de los Ministerios no consignados anteriormente, figurarán unos Consejeros técnicos, quienes asumirán las funciones que en la actualidad ejercen los ministros.
Los Consejos que celebre el Directorio podrán ser ordinarios y plenos. Los primeros lo integrarán el Presidente y los vocales; los segundos, los citados y los Consejeros técnicos.
Los primeros decretos-leyes que se dicten serán los siguientes:
a) Suspensión de la Constitución de 1931.
b) Cese del Presidente de la República y miembros del Gobierno.
c) Atribuirse todos los poderes del Estado, salvo el judicial, que actuará con arreglo a las Leyes y reglamentos preestablecidos que no sean derogados o modificados por otras disposiciones.
d) Defensa de la Dictadura Republicana. Las sanciones de carácter dictatorial serán aplicadas por el Directorio sin intervención de los Tribunales de justicia.
e) Derogación de las Leyes, reglamentos y disposiciones que no estén de acuerdo con el nuevo sistema orgánico del Estado.
f) Disolución de las actuales Cortes.
g) Exigencias de responsabilidades por los abusos cometidos desde el poder por los actuales gobernantes y los que les han precedido.
h) Disolución del Tribunal de Garantías.
i) Declarar fuera de la Ley todas las sectas y organizaciones políticas o sociales que reciben inspiración del extranjero.
j) Separación de la Iglesia y el Estado; libertad de cultos y respeto para todas las religiones.
k) Absorción del paro, y subsidios a los obreros en paro forzoso comprobado.
l) Extinción del analfabetismo.
m) Creación del carnet electoral. En principio no tendrán derecho a él los analfabetos y quienes hayan sido condenados por delito contra la propiedad y las personas.
n) Plan de obras públicas y riegos de carácter remunerador.
o) Creación de comisiones regionales para la resolución de los problemas de la tierra sobre la base del fomento de la pequeña propiedad y de la explotación colectiva, donde ello no fuera posible.
p) Saneamiento de la Hacienda.
q) Ordenación de las industrias de guerra.
r) Restablecimiento de la pena de muerte en los delitos contra las personas, siempre que produzcan la muerte o lesiones que ocasionen inutilidad para el ejercicio de la profesión, industria o trabajo de las víctimas.
El Directorio se comprometerá, durante su gestión, a no cambiar en la nación el régimen republicano, mantener en un todo las reivindicaciones obreras legalmente logradas, reformar el prestigio de la autoridad y los órganos de defensa del Estado, dotar convenientemente al Ejército y a la Marina, para que tanto uno como otra sean eficientes, creación de milicias nacionales, organizar la instrucción premilitar desde la escuela y adoptar cuantas medidas se juzguen necesarias para crear un Estado fuerte y disciplinado.
Madrid, 5 de junio de 1936.– El Director”.
Como puede fácilmente deducirse de la simple lectura de esta contestación del General Mola, había varios puntos –que he puesto en cursiva– exclusivamente alejados del pensamiento tradicionalista, expuesto a grandes rasgos en aquella nota 1ª.
Se hizo, pues, necesario un tercer contacto personal.
ENTREVISTA EN ECHAURI. NO HAY ACUERDO CON MOLA
Y así, unos días más tarde –día 2 de julio– se celebraba en Echauri, en casa de don Esteban Ezcurra, que a la sazón era Jefe de los Requetés del Valle de Echauri, una nueva entrevista con el General Mola.
A ella no pudo acudir don Manuel Fal Conde, que continuaba en San Juan de Luz, y, en su lugar y en representación del mismo, traje al señor Zamanillo, a quien acompañé en esta reunión. A raíz de ella se hizo entrega al General de una tercera nota, que a continuación se copia. [1]
“Nota 3.ª, de 2 de julio de 1936.
En la primera nota se subrayaron, como esenciales, aquellos que responden a principios inmutables, servidos durante un siglo, sin los que no podemos colaborar, que pueden reducirse a dos: uno de imprescindible previsión política y otro de obligada lealtad a nuestras masas.
Dicha previsión exige que se garantice que la futura política responda a los dictados de la religión y acometa la reconstrucción política del Estado sobre las bases sociales y orgánicas para acabar con el parlamentarismo y el sufragio liberal.
Aceptamos la Presidencia del General que nos ha sido propuesto, pero pedimos que con él lleven la dirección política (no la de Gobierno en el sentido estricto de orden público, ni la Administración General), dos consejeros que designemos, a los que se encomiende la obra de la reconstrucción orgánica o corporativa y de educación nacional, sin que nos interesen en absoluto (pues que nada queremos para nosotros, ni para el Partido, llamado, como todos, a disolverse) los ministerios actuales, que se encomendarán a personas técnicas los de la Administración General del Estado, o a militares lo relacionado con el orden público.
En segundo lugar, el punto relativo a la bandera es de obligada lealtad a nuestras masas. Aunque hubiera derecho a pedir a los dirigentes que se sobrepongan a los símbolos, nunca se podrá hacer entender a las masas otro lenguaje que el simbólico, y mal podrán comprender nuestras masas, en la bandera republicana, obra de gobierno que, sobre los intereses puramente materiales, ponga los altos ideales de la espiritualidad y el honor de España, únicos merecedores del sacrificio de la vida.
De otra manera no podemos colaborar, no sin dolor, firmemente persuadidos de que el momento requiere una fuerte ponderación de ideales que (a costa de reducir colaboraciones de dudosa eficacia práctica, pero de segura pérdida de altura moral) puede crear una fuerte solidaridad entre la parte sana del Ejército, que es la que representa su honor y su gloria, con las fuerzas sociales ardientes de un sacrificio heroico y empeñadas en el propósito de rendirlo”.
El propio Zamanillo la narró recientemente así:
“Asistía a esa entrevista como Delegado Nacional de Requetés y representando a Fal Conde, que no pudo dejar San Juan de Luz. Fue la segunda parte de la que celebraron Mola y Fal en Irache, y salimos disgustados los dos. Llevábamos bastante tiempo en tratos con el General para concretar las bases políticas del Movimiento, y aunque nosotros dejáramos a un lado, por patriotismo, postulados esenciales de nuestro programa, no podíamos aceptar cosas que fueran contra ellos”.
No hubo acuerdo, ni ya posibilidad de alcanzarlo por el trato directo.
Don Manuel Fal Conde había fijado en esta tercera nota las condiciones mínimas para la colaboración.
Ni pretendíamos la Presidencia del Directorio, ni el Gobierno ni sus Ministerios, ni la Administración a formar después de la victoria; sólo pedíamos “la disolución de todos los partidos políticos, incluso de los que hayan cooperado” (véase nota 1ª), y el nuestro, por tanto, si como tal se le consideraba, para convertirnos todos automáticamente en españoles y para que España quedase calmada; pero era de “imprescindible previsión política”, decía la nota tercera, que con el Presidente del Directorio lleven la alta dirección política “de reconstrucción orgánica o corporativa y de educación nacional”, dos consejeros que la Comunión designase. A José Antonio Primo de Rivera se había hecho el ofrecimiento de uno de estos puestos de consejero.
Nuestra segunda garantía era el punto relativo a la bandera. Como ya hemos dicho, el movimiento iba a consistir en una marcha sobre Madrid de varias columnas militares. Mola requería que Unidades de Boinas Rojas fueran agregadas a ellas, para que adquiriesen seguridad y espíritu.
Añadía el General que, como quiera que había que aunar voluntades dentro del Ejército, no podía obligarse a que la tropa saliese con la bandera bicolor, sino que cada cual obrase con libertad en este punto.
Pero la Comunión no podía consentir que un solo Requeté diese su sangre bajo la bandera tricolor, y dado que la misión prevista a los Boinas Rojas era infiltrarse en los Batallones del Ejército, era de temer que bastantes de éstos saliesen con la bandera de la República.
No hubo forma de llegar a un acuerdo. Ya sólo quedaba como último recurso acudir a Sanjurjo, para someterle la cuestión y para que él la decidiese.
Así concluyó la entrevista de Echauri, sin obtenerse ningún adelanto, fracasadas las relaciones entre Ejército y Carlismo.
Cuando bajamos del piso en que se había celebrado la conversación hacia el portal, recuerdo que dijimos al General si quería ver un depósito de pistolas que se tenía instalado en la parte baja de la casa del señor Ezcurra. Pasamos a verlo, y Mola nos dijo muy sonriente que no gastásemos bromas de esa naturaleza, celebrando entrevistas encima de un depósito de armas.
[1] La entrevista tuvo lugar, según Félix Maíz, el 1 de Julio. Es posible que la confusión de Lizarza tenga que ver con que la nota esté fechada el 2 de Julio. Esta nota le sería entregada a Mola el día 3 de Julio, según se dice en la carta de Fal Conde al General Sanjurjo, de 6 de Julio (véase Apéndice 4).
DÍAS 6 A 8 DE JULIO: CORRESPONDENCIA ENTRE MOLA Y FAL CONDE
En aquellas vísperas de la explosión patriótica, Fal y Mola mantuvieron una casi diaria correspondencia, en su afán de limar asperezas y concretar los detalles de la colaboración entre Ejército y Comunión, que ambas partes, animadas del mejor fervor patriótico, consideraban absolutamente imprescindible.
El día 6, Fal Conde escribió al General: “Ayer he recibido la visita de D. José María Gil Robles [1] acompañado de un correligionario suyo (D. Francisco Herrera), que se titulaba también emisario de V., y al propio tiempo que aquél se declaraba en absoluto acuerdo con V. y con los generales Cabanellas y Queipo de Llano, con quienes el aludido emisario dice que ha tenido entrevistas, me han dicho que la futura política está acordado que sea, después de una breve actuación de los militares, un Gobierno formado por los partidos de derecha que, por lo tanto, habrían de quedar subsistentes. Y por fin la versión autorizada que tengo de Lisboa es de que las condiciones que allá se han llevado de parte del general Cabanellas son de República con Gobierno Miguel Maura”.
La Comunión, confirma, está dispuesta a hacer todo lo que sea preciso, pero ¿se trata de salvar la Patria o no?, pregunta.
“Nada que allí [en las notas] no conste ha sido pedido por nosotros, y todo lo en ellas mencionado se reduce a dos puntos, sintetizado en la segunda. Uno, sustantivo de futura gobernación sobre base de antiparlamentarismo, desaparición de toda política de partido y reconstrucción social para la vida política nueva en forma orgánica o corporativa, en que, atendido el problema religioso, se encauce toda la política del Estado a esa transformación y urgente renovación. Y otro, relativo al símbolo. Jamás saldremos en acción militar con la bandera tricolor; mas tampoco sin ninguna bandera, ni aún con la bicolor, si el contenido sustancial ha de ser republicano”. [2]
Ese mismo día 6 escribe Fal a Sanjurjo explicándole lo que ocurre, cómo Mola había dicho a Zamanillo en Echauri de que no podía aceptar las condiciones carlistas “pues las exigencias y colaboraciones de Cabanellas y Queipo de Llano lo impedían”:
“Nos enteró de los nombres de los cinco que formarían el Directorio, para los cuales no tenemos más que palabras de respeto, admiración y confianza; pero San Juan (Zamanillo) le hizo notar que ellos, como ajenos a la política, no podrán realizar ni dirigir por sí solos la reconstrucción del país”.
Continúa informando al marqués del Riff que Francisco Herrera Oria y Luca de Tena le habían visitado acompañando a Gil Robles, siendo el tono de la visita de lo más lamentable. Dijo Gil Robles que estaba de acuerdo con Mola (Quintana en la jerga del momento), lo que se contradice con lo que el día 15 dijo éste, y que estaba al habla con Cabanellas y Queipo de Llano. “No siente escrúpulos por su colaboración ni por sus exigencias, y después de una corta actuación militar se formará un gobierno de partidos de derecha, que se repartirán los gobiernos civiles. De disolución de partidos, ni hablar. Algo verdaderamente repugnante” [3]. Gil Robles ha hecho decir a Mola que la bandera tricolor es una imposición de Cabanellas. [4]
Mola, en su carta respuesta del día siguiente, festividad de San Fermín, de siete cláusulas numeradas, recaba libertad de acción y reafirma no existir ataduras ni obligaciones partidistas.
La cláusula 2.ª dice: “El Directorio será antiparlamentario; lo cual no excluye que el día de mañana se recurra a una asamblea nacional elegida en forma distinta a la del actual parlamento”.
La tercera: “Nosotros no tenemos ninguna concomitancia con el Sr. Maura ni con el Sr. Gil Robles, ni con ningún otro partido”.
“En cuanto al símbolo, yo prometo solemnemente hacer cuestión de gabinete, tan pronto las circunstancias me lo permitan, y procurar inmediatamente sea restituida la bandera bicolor; pero de momento no puede salirse con ella, por ser impolítico, y nos restaría muchas colaboraciones de orden militar que son imprescindibles para la victoria”.
“Necesitamos, continúa el General, una contestación inmediata y concreta”.
“6ª. Comprenda que una actitud de intransigencia podría llevar a la nación a un estado que no tendría remedio”.
“7ª. Sepa que todo está paralizado precisamente por la actitud adoptada por Vd., pero ciertas cosas están tan avanzadas que no es posible ni el alto ni menos el salto atrás”. [5]
[1] Véanse los comentarios de Fal Conde sobre esta visita, en sus artículos de 2 y 3 de Mayo de 1968, en ABC.
[2] Texto completo de la carta de Fal Conde al General Mola de 6 de Julio, en Apéndice 3.
[3] Texto completo de la carta de Fal Conde al General Sanjurjo de 6 de Julio, en Apéndice 4.
[4] En esa frase se equivoca Lizarza. Fal Conde, en su carta al General Sanjurjo de 6 de Julio, afirma que fue el propio Mola el que dijo que “la bandera tricolor es una imposición de Cabanellas”, y no que “Gil Robles le hizo de decir a Mola” eso.
[5] Texto completo de la Carta del General Mola a Fal Conde de 7 de Julio, en Apéndice 4.
FAL CONDE CONTESTA A MOLA A LAS 9 DE LA MAÑANA DEL DÍA SIGUIENTE, 8 DE JULIO, REITERANDO LOS SIGUIENTES PUNTOS:
1) Disolución de todos los partidos políticos, incluso los que hubiesen participado en el movimiento;
2) Preguntaba por las garantías que se daban a la Comunión, por la clase de asamblea nacional a convocar, por el asunto religión, y por sus planes sobre los partidos;
3) Insistía que la Comunión no constituía obstáculo alguno, y que por vez primera estaba dispuesta a luchar sin mencionar la cuestión del Rey.
“No me negará Vd. que esa imposición del símbolo republicano por algunos colaboradores es muy sospechosa de que esos mismos exijan, como caso de honor militar, que consecuentemente con el hecho de haber ostentado ese símbolo y triunfado con él, se le deje adoptado, y, lo que es peor, se respeten las esencias que esa bandera representa”. [1]
[1] Texto completo de la carta de Fal Conde al General Mola de 8 de julio, en Apéndice 6.
MOLA ROMPE LAS RELACIONES
El General dirigió el 9 de julio la siguiente carta a Fal Conde:
“Muy Sr. mío y amigo:
Al recibir su carta de ayer he adquirido el convencimiento de que estamos perdiendo el tiempo.
El precio que Vds. ponen para su colaboración, no puede ser aceptado por nosotros. Al Ejército sólo le interesa la salvación de España; nada tiene que ver con la ambición de los partidos.
Recurrimos a Vdes. porque contamos únicamente en los cuarteles con hombres uniformados, que no pueden llamarse soldados; de haberlos tenido, nos hubiéramos desenvuelto solos.
El tradicionalismo va a contribuir con su intransigencia de modo tan eficaz como el Frente Popular al desastre español. Allá Vdes. con su responsabilidad histórica.
De cuantos han actuado en esta aventura, la única víctima voy a ser yo. Será el pago a mi buena fe.
Quizá tenga que arrepentirse algún día de la actitud de hoy.
Le saluda atentamente,
EMILIO MOLA”.
MI VIAJE A ESTORIL
Como para nosotros era cuestión capital conjuntar nuestra acción con la del Ejército, y en vista del cariz que iban adquiriendo las relaciones difíciles con Mola, y de los peligrosos acontecimientos que venían ocurriendo en España, fui mandado por Fal Conde a Estoril, con el fin de exponer al General Sanjurjo el estado de la cuestión.
Pasé con el malogrado General los días 9 y 10, y, regresando el día 11, portador de dos cartas, una para el General Mola, y otra, copia de la misma, para don Manuel Fal Conde.
Era admirable el febril patriotismo con que se expresaba el General Sanjurjo hablando del próximo Movimiento; ¡Qué en carlista se expresaba!, y ¡qué ansiedad la suya al ver que cada vez estaba más cercana la hora de volver a redimir a España! Le recuerdo bien todavía, con su lenguaje bronco, sus manos en el bolsillo, un poco sordo, lleno de entusiasmo e impaciencia.
Lloraba y hacía llorar, cuando al entregarme las cartas y despedirme, me decía: “Que se arreglen las cosas, dígaselo al General Mola, porque sin los Requetés no se podrá hacer nada, y vengan a buscarme cuanto antes, que yo quiero presentarme al frente de los míos. Hasta pronto, amigo Lizarza”.
Presenciaba emocionado esta despedida don Aurelio González de Gregorio, que también estaba desterrado por la República en Portugal.
INTERVENCIÓN DEL CONDE DE RODEZNO
Estando yo en Estoril con el General Sanjurjo, ocurrió un hecho de la mayor trascendencia por las consecuencias que acarrearía para toda la Historia ulterior de la Comunión, y fue la entrevista de Rodezno con Mola, que preparara “Garcilaso” [Raimundo García], director del “Diario de Navarra”.
Como ya he dicho en otra parte, el conde de Rodezno dirigió durante algún tiempo la Junta Suprema que gobernaba el Tradicionalismo.
Sea por las circunstancias excepcionales por que atravesaba España, sea por las razones que fueren, aquella Junta cesó, y en su lugar fue nombrado el 3 de mayo de 1934, como única autoridad, don Manuel Fal Conde.
Una nueva política sustituyó a la anterior, y Rodezno se inhibió de la política de acción, preconizada por Fal, sobre todo de la organización militar carlista.
Pues bien, en aquellos días de julio, el General Mola se hallaba en una difícil postura: comprometido en una conspiración, de la que ya no podía retirarse, no acababa de arreglar las diferencias con la Jerarquía oficial del Carlismo, representada por el señor Fal Conde, y cuyo concurso le era absolutamente necesario para seguir adelante.
Fue don Raimundo García quien preparó la entrevista del General Mola y Rodezno, que se celebró la primera el día 9, en los alrededores de Pamplona.
“El resultado más importante de estas conferencias –copiamos de “La Historia de la Cruzada”, pág. 458, volumen dedicado a Navarra–, fue la sugestión de Rodezno, aceptada con júbilo por Mola, de que el General se entendiese para todo lo relacionado con los carlistas de Navarra con la Junta Regional del Partido, que presidía a la sazón don Joaquín Baleztena”.
Aquella baza era triunfo para Mola y para Rodezno; suponía la posibilidad, la seguridad mejor dicho, de que el General lograría lo que hasta entonces no había conseguido.
Si se prometiese que los Ayuntamientos de Navarra fueran carlistas… Y si la Junta Regional se alzaba con el poder, Rodezno automáticamente recobraría la posición que perdiera en 1934, porque Navarra era no sólo el eje del Carlismo, sino aun el mismo corazón de España.
DE ESTORIL A SAN JUAN DE LUZ
Regresé el día 11 con esas dos cartas; una escondida en el cinturón; la segunda, en el tubo de la pasta de dientes, y sin novedad crucé la frontera.
Llegado a Pamplona, y sin comer, seguí viaje a San Juan de Luz, a entregar a Fal Conde la suya.
La leyó y le pareció muy bien su contenido, y me felicitó efusivamente por haber conseguido un documento de tal importancia, de puño y letra del General Sanjurjo, en que dirimía de una vez el pleito –llamémoslo así– entre Mola y la Comunión.
LA CARTA DE SANJURJO A FAL CONDE
Copiada literalmente decía:
“9 de julio de 1936.
Querido Fal:
Tengo mucho gusto en transcribir a continuación copia de la carta que con esta fecha escribo a Emilio en los términos siguientes:
Querido Emilio:
Enterado de su noble y patriótico trabajo de organización y de unión de pareceres, tanto para la preparación del Movimiento como para la estructuración del país, una vez que hayamos triunfado. Ratos desagradables son éstos, pues siendo varios los que intervenimos, y más siendo españoles, es difícil el empeño de aunar, pero no imposible, dado el patriotismo de todos.
Mi parecer sobre la bandera debía por lo pronto solucionarse dejando a los tradicionalistas usen la antigua, o sea la española, y que aquellos Cuerpos a los que hayan de incorporarse fuerzas de esta Comunión no lleven ninguna. Esto de la Bandera, como Vd. comprende, es cosa sentimental y simbólica, debido a que con ella dimos muchos nuestra sangre y envuelto en ella fue enterrado lo más florido de nuestro Ejército, y se dio el caso de que en nuestra guerra civil entre carlistas y liberales, unos y otros llevaron la misma enseña. En cambio, la tricolor preside el desastre que está atravesando España. Por eso me parece bien lo que me dicen de que Vd. ha prometido que el primer acto de Gobierno será la sustitución de la misma.
Ya veo que hay alguno de nuestros compañeros a quienes no agrada esta solución, pero no dudo que han de convencerse, y en todo caso habrán de someterse, teniendo en cuenta esta razón y que la inmensa mayoría de los Oficiales desea este cambio.
Comprendo desde luego, que en el Ejército debe buscarse el mayor número de adhesiones, pero no quiere esto decir que todos los adheridos tengan el derecho de hacer cambiar la opinión de la mayoría de nosotros, pues Vd. bien sabe que a algunos de ellos se les han hecho indicaciones, no porque el Movimiento dejase de triunfar sin ellos, sino por presentar al Ejército más unido y hasta más disciplinado dentro de sus Jerarquías.
En la organización del Ejército volverán los Tenientes Generales.
El Gobierno tiene que constituirse en sentido puramente apolítico por militares, y ha de procurarse que el que lo presida esté asesorado por un Consejo de hombres eminentes, no pudiendo formar parte de él aquéllos que no hubiesen cooperado de una manera decisiva en la acción del Movimiento.
Desde luego, e inmediatamente, habrá que proceder a la revisión de todo cuanto se ha legislado, especialmente en materia de religión y social, hasta el día, procurando volver a lo que siempre fue España.
Como ya indico antes, es necesario que cesen las actividades de los partidos políticos para que el país se encalme, tomando para desempeñar los cargos a aquellos señores que sean idóneos y patriotas.
Ir a la estructuración del país, desechando el actual sistema liberal y parlamentario, que es en definitiva el que ha llevado a la Patria, como a otros países, a los trastornos que hoy lamentamos y tratamos de remediar, adoptando las normas que muchos de aquéllos están siguiendo, para ellos modernas, pero seculares en nuestra Patria.
La duración del Gabinete Militar ha de ser la necesaria hasta encauzar el país por las normas indicadas.
Le reitero mi felicitación por lo bien que lleva su cometido, lo que no me extraña nada conociendo su patriotismo y su inteligencia.
Ya sabe Vd. que iré en cuanto me llame. Un poquito de paciencia, pues tenga la seguridad de que el triunfo será nuestro. Comprendo que no desarrollo toda una política a seguir, pero sí creo que son puntales muy fundamentales para la dirección de ella el día de mañana.
Parecido a esto escribo al amigo Fal, esperando lleguen a un acuerdo tan necesario y que no debe demorarse.
Un fuerte abrazo,
JOSÉ SANJURJO (Rubricado).
En espera de que estas cartas puedan solventar las diferencias que hasta este momento existían al parecer, le envía un abrazo,
JOSÉ SANJURJO (Rubricado)”.
DE SAN JUAN DE LUZ A PAMPLONA
Este mismo día 11 volví a Pamplona y convine con el Ayudante de Mola que a la mañana siguiente podría ver al General en la Plaza de Toros, durante el encierro, donde, gracias a la aglomeración, pasaría desapercibida nuestra entrevista y entrega del mensaje. Pero fue tanta la aglomeración en la Plaza –era el último día de las Fiestas–, que fue de todo punto imposible acercarme al palco que ocupaba el General.
A la salida, ya en la Plaza del Castillo, se me acercó el Ayudante, señor Fernández Cordón, a quien entregué la carta de Sanjurjo para Mola, rogándole una rápida contestación. Quedamos que llevaría el resultado a mi casa a las ocho y media de esa misma mañana.
TROPIEZO CON MOLA [1]
Efectivamente, a esa hora llegó el Ayudante a mi casa, de la calle Calceteros, para decirme lo siguiente:
Que le había dicho el General que, aunque reconocía que la firma de la carta era del General Sanjurjo, el contenido de la misma no era suyo.
Me produjeron tal extrañeza y tan dolorosa sorpresa, que hice ver al Ayudante la gravedad de cuanto había dicho, porque se hacía suponer, nada menos, que toda una falsificación, o suplantación; pero el señor Fernández Cordón me replicó diciendo que todo ello se lo había hecho ver al General.
Sin salir de mi asombro, le hice repetir las palabras, y, al ratificármelas, dada la extrema gravedad del asunto, me trasladé inmediatamente a San Juan de Luz, a dar cuenta de lo que ocurría al Príncipe Javier, a don Manuel Fal Conde y a la Junta Militar.
[1] Nota de Antonio Lizarza. Desde esa fecha hasta el final, el libro de Maíz [Alzamiento en España, 1952] padece varios errores o deficiencias. Ni recoge la carta de Sanjurjo, ni me cita sino como “un viajero”. Habla de la conformidad de Mola al mensaje el día 11, cuando la verdad es que no existiría hasta el día 14, y que, si se consiguió, fue por motivos ulteriores, hasta hoy inéditos.
Así se explican los “síntomas de discusión”, a que alude en la página 255, y que “las relaciones –en el día 14–… están en punto muerto”, como dice en la pág. 278. ¿Por qué, de existir la conformidad de Mola como pretende Maíz? La verdad aparece hoy, por vez primera, y esto porque yo fui testigo de primera fila en aquellos decisivos momentos.
ORDEN DE FAL CONDE
Al contarles lo sucedido, me fue ordenado “que se diese por terminada toda relación con Mola”, puesto que dudaba de la honorabilidad de la Comunión.
Se dio inmediatamente la orden de no secundar movimiento que no fuera exclusivamente nuestro. La orden era de Fal Conde y fue dada en la mañana del día 12 de julio.
Se me mandó continuar y acelerar la labor de introducción de armas, de fabricación de bombas y de preparación del Requeté, dispuestos a hacer nosotros solos el alzamiento, con la seguridad de que, cuando llegase la hora, nos llevaríamos la parte más sana del Ejército.
Asimismo, se debía estar alerta contra un posible golpe comunista, del que había confidencias fidedignas.
Consecuencia de todo esto, cayó por tierra el plan primitivo, conjunto de la Comunión y del Ejército, que era que Navarra se levantase el día 12, y el 14 África, pues sabido es que la primera idea asignaba a las fuerzas de Marruecos un papel expectante, como de reserva.
“Navarra y África fueron el eje de la guerra. Sin Navarra y África, que ofrecieron dos bases compactas y sólidas… en 1936, pudo haber un pronunciamiento militar más” [1]
[1] Nota de Antonio Lizarza. “Juan de Iturralde”, seudónimo del Padre Juan Usabiaga, El Catolicismo y la Cruzada de Franco, ed. Egui-Indarra, 1955, volumen primero, pág. 447.
INTERVENCIÓN DE LA JUNTA REGIONAL CARLISTA DE NAVARRA
La tarde de ese día, estando yo todavía en San Juan de Luz con S. A. el Príncipe y don Manuel Fal Conde, se presentó la Junta Regional de Navarra, compuesta por don Joaquín Baleztena, su hermano Ignacio, don José Martínez Berasain, don Luis Arellano y don Isidro Arraiza, a quienes acompañaba don Fermín Sagüés, para entrevistarse con el Príncipe y con Fal Conde, y suplicarles autorización para movilizar a los Requetés de Navarra, en un movimiento militar que iba a dirigir el General Mola y que, según sus noticias, sería en un plazo de tres o cuatro días.
El Príncipe les preguntó (aunque yo no estaba presente, él mismo me lo repitió):
“– ¿Qué condiciones han pedido ustedes al General Mola para ir al Movimiento?
– Mola nos ha prometido, bajo palabra de honor, que, en cuanto se triunfe, se decretará que la enseña nacional sea la bandera bicolor, y que, desde luego, los Ayuntamientos de Navarra serán carlistas”.
El Príncipe, completamente asombrado, replicó:
“– Y, ¿a esto supeditan ustedes todo el historial y todo el futuro de la Comunión Tradicionalista, a que los Ayuntamientos de Navarra sean carlistas?”.
A pesar de esa respuesta, la Junta volvió a insistir, pidiendo la autorización para apoyar a Mola.
“– Esto yo no lo puedo autorizar bajo esas condiciones. Pero, no obstante, si mi Tío, el Rey Don Alfonso Carlos, que está en Viena, da su conformidad, Él tiene la última palabra. Yo le escribiré hoy mismo, y supongo que la contestación la tendré dentro de tres días.
– Pero, ¿y si el movimiento estallase antes de esos tres días? –apuró la Comisión”.
El Príncipe entonces les dijo:
“– Si, como ustedes dicen, el movimiento se inicia antes de esa fecha, podrán ustedes ir a él, pero lo mejor será esperar la decisión del Rey.
– Dentro de tres días vendremos por la contestación, Alteza –contestaron los de la Junta”.
DE SAN JUAN DE LUZ A PAMPLONA Y VUELTA A SAN JUAN DE LUZ
La misma tarde del día 12 había regresado yo a Pamplona, encontrándome con la sorpresa de que se daba por descontado que se iba al movimiento en la forma expresada por la Junta Regional. Por lo visto se presuponía la aprobación del Señor.
En vista de ello, a primera hora de la mañana siguiente, volvía a San Juan de Luz, a dar cuenta de lo que pasaba, volviendo de nuevo a Pamplona con la orden concreta de que los Requetés no secundasen ningún levantamiento sin que el mandato viniese por mi mediación.
A este efecto, procedí a reunir a todos los Jefes del Requeté de Pamplona y de los alrededores en la sala de Guardia del Círculo, y, habiéndoles explicado lo que sucedía, prestaron juramento de no acatar orden alguna que no llegase por mi conducto.
Joaquín Baleztena recibió carta del Rey Don Alfonso Carlos, ordenando la abstención de los carlistas en el inminente levantamiento. [1]
La tarde de este día volví a San Juan de Luz a dar cuenta que la orden estaba cumplida, regresando la misma noche a Pamplona, donde había corrido como un reguero de pólvora la noticia del asesinato de Calvo Sotelo. La gente estaba muy impresionada. [2]
[1] Aquí se equivoca Antonio Lizarza. La carta en cuestión dirigida a Joaquín Baleztena, no era de Don Alfonso Carlos sino de Don Javier. El entonces Príncipe, efectivamente, había escrito a Don Alfonso Carlos el mismo día 12 de Julio dándole cuenta de su desautorización a la Junta Regional de Navarra de toda negociación con Mola al margen de la Junta Militar de la Comunión con sede en San Juan de Luz. Don Alfonso Carlos le envió inmediatamente carta de contestación, que fue recibida al día siguiente, 13 de Julio, dándole toda la razón a Don Javier frente al acto de indisciplina de la Junta Regional.
Véase aquí el texto completo de la carta de Don Javier a Joaquín Baleztena, de 13 de Julio.
[2] Nota de Antonio Lizarza. El asesinato llenó a España de ira, de asco y de vergüenza. El Alzamiento habría estallado sin su muerte, pero dio el espaldarazo definitivo a la justicia y necesidad de la conspiración.
EN PAMPLONA EL 14 DE JULIO
El día siguiente, 14 de julio, me encontré en la Plaza del Castillo con tres de los capitanes comprometidos, Barrera, Lorduy y Vázquez, quienes al verme me dijeron muy contentos:
“Esto ya está en marcha; dentro de dos o tres días nos echamos a la calle, puesto todo está preparado.
– ¿Nos echamos? u ¿os echáis? –pregunté–. Iréis vosotros, porque nosotros no vamos al movimiento.
– ¡Qué no vais al movimiento! –me dijeron estupefactos–. ¿Qué es lo que pasa?
– Pues sencillamente –y les expliqué lo ocurrido–, que he traído una carta de Sanjurjo para Mola con el fin de que éste la suscribiese, y como quiera que se ha negado a ello, hemos roto toda relación con él, y, por tanto, no le secundaremos mientras que, por su parte, no se acepten las condiciones mínimas de aquella carta.
– Esto hay que arreglarlo, como sea, esto no puede ser. Ahora mismo estaremos con Mola –me dijeron los capitanes.
– También nosotros quisiéramos un arreglo, porque sería una verdadera pena que, por no llegar a un acuerdo, se malograse vuestro esfuerzo y no consiguiéramos lo que todos queremos, que es salvar a España”.
ENTREVISTA HISTÓRICA EN MI CASA
La tarde de ese día 14 se presentaron en mi casa aquellos tres capitanes, para decirme que habían hablado con Mola, el cual les había expuesto el estado de la cuestión.
“– Hemos visto que las condiciones que ahora tratáis de imponer son inadmisibles, pues queréis aprovecharos de la difícil situación en que se halla Mola ante el Gobierno, ya enterado de sus propósitos, para ponerle el dogal al cuello. Parece mentira que la Comunión Tradicionalista se raje (sic), ahora que ha llegado la hora.
– ¡Basta! –les atajé–; no tolero que en mi casa se hable así de la Comunión, porque tened presente que, ni se ha rajado nunca, ni se raja, ni se rajará, pase lo que pase. Lo que sucede es que estáis hablando por hablar, porque sin duda no estáis bien enterados del asunto. Lo que nosotros hemos pedido, no son condiciones, sino mínimas garantías. Nosotros no hemos pedido, para secundar el movimiento, otra cosa que lo más indispensable: que se salga con la bandera española, por cuanto no podemos consentir que ningún Requeté derrame una gota de sangre por la bandera tricolor; y que el primer acto de Gobierno, en cuanto se triunfe, sea dictar una ley disolviendo todos los partidos políticos, incluso el nuestro, si se le considera como tal, para convertirnos automáticamente todos en españoles. ¿Se puede ir con más alteza de miras a un alzamiento?.
– Pero, es que ahora pedís que se proclame el Rey, que se acepte íntegramente vuestro programa –me respondieron”.
Yo les rebatí enérgicamente diciendo: “No es cierto; del Rey ni se ha hablado siquiera. Vendrá, eso sí, pero vendrá cuando tenga que venir”.
Como la discusión se prolongaba, y disminuían las esperanzas de entendernos, propuse conciliador:
“– Dejemos de discutir y vayamos al grano. Como sabéis, nosotros habíamos indicado al General Mola las condiciones para ir al movimiento, pero como él oponía ciertos reparos, he estado con Sanjurjo, supremo director y símbolo de la conjuración, y he traído una carta suya para Mola, carta que éste se niega a aceptar y suscribir, bien sea por lo de la bandera, bien por lo de la disolución de los partidos políticos, bien por la cuestión religiosa. Ahora bien, se me ocurre una idea, que os expongo como Antonio Lizarza, como particular, y que puede llevarnos a una inteligencia. ¿Por qué no conseguís del General Mola una carta donde manifieste su conformidad con las orientaciones que en su carta del 9 indica el General Sanjurjo y con las que en el día de mañana determine el mismo como Jefe de Gobierno? Eso no comprometería al General Mola frente a los demás militares comprometidos; únicamente a aquella carta y a lo que hiciese después el General Sanjurjo.
– Pues esto ya lo conseguiremos –me respondieron los Capitanes.
– Conste –les aclaré– que esta propuesta es iniciativa particular mía, y que no tendrá validez sin el consentimiento de las autoridades de la Comunión”.
LA CONFORMIDAD DE MOLA
Se marcharon estos buenos amigos, y a la media hora volvieron con un autógrafo del General Mola, que decía:
“CONFORME CON LAS ORIENTACIONES QUE EN SU CARTA DEL DÍA 9 INDICA EL GENERAL SANJURJO, Y CON LAS QUE EN EL DÍA DE MAÑANA DETERMINE EL MISMO, COMO JEFE DE GOBIERNO.
Firmado: Emilio Mola”.
Con este documento marché inmediatamente a San Juan de Luz, encontrándome que estaba allí la Junta Regional de Navarra, esperando la respuesta a la petición elevada al Rey tres días antes, reunida con el Príncipe Javier y con Fal Conde.
Cuando entré y les dije: “¡Aquí está la conformidad de Mola!”, excuso decir el efecto que esto causó entre los que allí estaban.
Los miembros de la Junta volvieron a Pamplona, y yo me quedé con el Príncipe y con Fal.
Asintieron los dos a lo que había hecho, diciendo que “aunque el documento de Mola, en sí, no decía nada, como quiera que teníamos la carta de Sanjurjo, en la que claramente se expresaba su pensamiento, y el General Mola decía estar conforme con sus orientaciones, podíamos admitirlo y, en consecuencia, se podía ir al Movimiento”.
Ese mismo día 14 volvía a Pamplona, trayendo en mi coche al Teniente Coronel Rada, quien iba a dar cuenta a Mola del acuerdo de la Comunión de participar en el Alzamiento.
El General Mola quedó muy contento, y al día siguiente, a primera hora, envió a su enlace, don Félix Maíz, a recoger el documento de conformidad de la Comunión.
Éste decía:
“La Comunión Tradicionalista se suma con todas sus fuerzas en toda España al Movimiento Militar para la salvación de la Patria, supuesto que el Excmo. Sr. General Director acepta como programa de gobierno el que, en líneas generales, se contiene en la carta dirigida al mismo por el Excmo. Sr. General Sanjurjo, de fecha 9 último. Lo que firmamos con la representación que nos compete. San Juan de Luz, 14 de Julio de 1936. JAVIER DE BORBÓN PARMA. MANUEL FAL CONDE”.
Como consecuencia de todo esto, quedaba listo el plan definitivo, en el que correspondía a las fuerzas de África iniciar la insurrección el día 17. A Navarra se asignó el domingo, día 19.
Así se arregló el famoso pleito entre las autoridades de la Comunión y Mola.
Contra lo que se lee en “La Historia de la Cruzada” y en el libro del señor Maíz [Alzamiento en España, 1952], “las dificultades o discrepancias” –como las llaman– no se solucionaron, ni por la sugerencia del Conde de Rodezno, ni por su hijuela la intervención de la Junta Regional Carlista de Navarra, sino que la solución vino con motivo de la reunión que tuve en mi casa con los capitanes Barrera, Lorduy y Vázquez, los cuales consiguieron de Mola el documento, que he transcrito, con su conformidad, que yo llevé a San Juan de Luz. El mismo General Mola lo comprendió así, al dar a dichos capitanes su autógrafo con la conformidad.
La Historia de la Cruzada (pág. 459) ha trastocado el orden de estos acontecimientos cuando, después de decir que la Comunión se sumó al Movimiento el día 14, supone que Mola, “desechando sus últimos escrúpulos, responde el día 15 con la siguiente lacónica comunicación: «Me comprometo a seguir las instrucciones que en su día dé, como Presidente del Gobierno, el General Sanjurjo. Emilio Mola»”.
El señor Maíz, en su libro, por el contrario, hace dar a Mola su conformidad el día 11, inmediatamente después de conocer la carta de Sanjurjo, lo que también es un error, que dejaría sin explicar por qué la Comunión no dio su consentimiento hasta días más tarde.
Don José María Iribarren, secretario que fue del General, en su interesante libro Mola. Datos para una biografía y para la Historia del Alzamiento Nacional (edic. 1938, págs. 79 y ss.) hace converger a Carlismo y Ejército el día 13, consecuencia de varias conversaciones de la Junta Regional de Navarra con Mola –olvidando las realmente decisivas entrevistas de Capitanía, Irache y Echauri de nuestra Jerarquía Nacional, única a quien competía el asunto–, conversaciones que fueron ratificadas posteriormente por la Junta de San Juan de Luz, a quien Mola acudió por sugerencia del Conde de Rodezno, cuando la verdad es que éste sugirió, precisamente, todo lo contrario.
“Juan de Iturralde”, que por lo visto no ha entendido el pleito, hace firmar al General Mola dos veces el mismo documento de aceptación de la carta de Sanjurjo.
Ocurrió así:
La carta de Sanjurjo la traje el día 11. Mola dio su conformidad el día 14, por medio de los capitanes, a quienes yo había sugerido tal solución. Y, como consecuencia de aquella carta y de esta conformidad, la Comunión, el día 15, dio la orden para el levantamiento general.
LOS MALOS RATOS DE MOLA
Si malos ratos pasamos los carlistas, otro tanto podríamos decir de los que pasó Mola.
Lo sé por diversas fuentes, y el mismo Raimundo García, director de “Diario de Navarra”, tan íntimo de Mola, me lo confirmaría después: “De haber triunfado el movimiento en ocho días, os hubiese pasado por las armas, por lo mucho que le hicisteis rabiar, pero al octavo día no había quien admirase más a los requetés que él”.
Y es verdad que, con el correr de los sucesos bélicos, y en su contacto estrecho y a campo abierto con los requetés, que llegaron a conmoverle profundamente, los recelos y el fervor republicano del General Mola cambiaron abierta y decididamente de signo.
LOS ÚLTIMOS PASOS. SE DISPONE MI VIAJE A LISBOA EN AVIÓN
El día 15 de julio, Utrilla dio las instrucciones correspondientes del levantamiento, que llevaban este colofón: “Esta Orden se cumplimentará en virtud de lo que disponga otra que se comunicará en momento oportuno”. [1]
La anunciada Orden, que Utrilla firmó el día 17 en Capitanía, sobre la misma mesa de trabajo de Mola, tiene sabor espartano y reciamente castrense: “Cúmplase la orden del día 15. Mañana en Pamplona, a las seis”.
El día 15 por la tarde, tras haber llevado a mi familia a Leiza, en la creencia de que allí tendrían más seguridad personal –nunca habíamos pensado en la posibilidad del fracaso en Guipúzcoa y en el Norte– marché a San Juan de Luz, donde recogí al General Muslera y al Teniente Coronel Baselga, para llevarlos a San Sebastián, que era su puesto de honor, y que sería su tumba también, pues, traicionados, serían fusilados.
Ese mismo día fue la policía a mi domicilio para detenerme. No habiendo nadie en el piso, un vecino saltó por la ventana y, haciéndose cargo de la situación, hizo, antes de abrir la puerta a la policía, un rápido repaso por si había algún papel comprometedor. No era correligionario, y, sin embargo, lo hizo. Entonces era todo el pueblo el que estaba contra la República.
De nuevo fui a San Juan de Luz, el día 16. Durante todo este día nos dedicamos a contratar un avión que, al día siguiente, pudiera llevarme a Lisboa, ya que el que hacía el servicio de la Comunión estaba reparándose. Después de varias conferencias con diversos aeródromos de París y de Burdeos, se contrató uno en Toulouse, que al día siguiente, 17, estaría a las 10 de la mañana en Biarritz para llevarme en vuelo directo hasta Lisboa y regresar la misma tarde.
El objeto de mi viaje era, en primer lugar, entregar al General Sanjurjo la conformidad de Mola a las condiciones de su carta. Al mismo tiempo, y de acuerdo con los deseos manifestados por el propio Sanjurjo, cuando me despidió, de que se le fuese a buscar cuanto antes, de lo cual, por razones de alta política, se hizo buen cargo Fal Conde, traer al General Sanjurjo a San Juan de Luz, para que el día 19 entrase en Pamplona, acompañado de Fal Conde, para ponerse al frente de los Requetés y dar, así, un carácter especialmente carlista al Alzamiento.
Y esto a pesar de la contraseña que había dado a Mola, destinada únicamente a evitar un rapto o sabotaje de agentes al servicio de la República. Sanjurjo tenía una ansiedad enorme por venir a Pamplona y encabezar a los Requetés; tenía también gran confianza conmigo, y lo había dicho bastante claramente delante de González de Gregorio.
Hasta el aeródromo de Biarritz me llevó el Príncipe Javier en su coche; él me acompañó en la larga espera de más de dos horas, una esperando la llegada del avión, y otra hasta que partió éste.
Llegó el aparato sobre las 11 de la mañana, pilotado por un aviador francés. Durante más de una hora la Policía retuvo al aviador. ¿Qué órdenes se dieron entonces al piloto? Quizás el saberlas explicase lo que pronto iba a ocurrir.
Se hizo el repostaje necesario, el Príncipe me despidió con un fuerte abrazo, y comencé mi viaje. Era el 17 un día espléndido del mes de julio, aunque con fuerte viento sur, que hizo penoso el paso del Pirineo. Sobrevolamos San Sebastián, Vitoria, y, cuando estábamos acercándonos a Burgos, me vi sorprendido porque el aviador me comunicó la necesidad de aterrizar, ya que, por la difícil travesía, se había consumido más gasolina de la debida, y tenía el temor de no llegar a Lisboa.
Aterrizamos en Gamonal, nos repostamos, y cuando ya parecía que íbamos a continuar el viaje, llegó una camioneta con una docena de guardias de asalto, que rodearon el aparato. Allí acabó mi viaje y mis esperanzas.
Sanjurjo ya no vendría a San Juan de Luz, a ponerse al frente de los Requetés; ni siquiera a Burgos, con Ansaldo, a quien enviara Mola. Moriría Sanjurjo, el Alzamiento estallaría espléndido y victorioso, pero yo no lo vería.
Comenzaba una difícil etapa de mi vida, una espantosa lucha por mi existencia, por no perecer. Todo lo podía perder; Dios había aceptado el ofrecimiento que de mi vida y de mis trabajos había hecho por España y por la Causa del Carlismo.
Así acabaron mis actividades de conspirador y de organizador de los Requetés navarros, el día 17 de julio de 1936, en el campo de aviación de un Burgos aún no alzado contra la República.
[1] Texto completo de la Orden del Teniente Coronel Utrilla de 15 Julio, en Apéndice 8.
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