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Tema: Armas inventadas en España: de las espadas romanas al «cóctel Domínguez»

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    Armas inventadas en España: de las espadas romanas al «cóctel Domínguez»



    Armas inventadas en España: de las espadas romanas al «cóctel Domínguez»

    Aunque los historiadores no saben con seguridad si los primeros modelos de arcabuz provienen de España, Italia o de Alemania, una modificación hizo que los modelos españoles fueran los más demandados de Europa


    César Cervera


    Fueron muchas las armas que vieron su origen en las siempre belicosas tierras de España, «I-span-ya», país así llamado por los fenicios porque era una «tierra de metales». La calidad del hierro que servía para la construcción de las armas hispánicas fue alabada por los cronistas romanos y luego los cristianos, que quedaron sorprendidos por su capacidad de corte y su flexibilidad. El pragmatismo romanollevó a adoptar estas armas entre sus filas sin el menor miramiento. Y no fueron los únicos, en lo referido a la guerra nunca importó la nacionalidad de las armas sino su capacidad de matar.

    Roma copia las armas a Hispania

    El «gladius» era la espada básica de los soldados romanos. De una longitud aproximada de medio metro y una hoja recta y ancha de doble filo, se trata de una adaptación de las espadas cortas usadas por los mercenarios celtíberos («gladius hispaniensis») al servicio de Aníbal durante las Guerras Púnicas.

    Las celtiberas –usadas para lanzar ataques con gran rapidez, en especial estocadas– causaron gran impresión a los romanos que nunca había visto armas tan letales. Cabe recordar que estaban compuestas de un hierro de alta calidad, obtenido con un tratamiento especial. Progresivamente el «gladius» fue sustituido por la «spatha», copiada de los bárbaros germánicos. No en vano, el «gladius» había desplazado a su vez a la «falcata» también de origen hispano.

    Las espadas celtiberas eran usadas para lanzar ataques con gran rapidez, en especial estocadas, que causaron gran impresión a los romanos que nunca había visto armas tan letalesLa «falcata» era un tipo de arma blanca, similar a los actuales machetes en su forma y longitud, que se fabricaba con acero originario de Iberia, y por tanto relacionada con las poblaciones nativas ibéricas anteriores a la conquista romana. Fue muy usada entre los pueblos íberos, siendo la espada de «antenas» más común en la zona céltica de la Península.

    La espada jineta

    La tradición española en la fabricación de espadas se extendió a la Edad Media. A partir del siglo XIII se elaboró aquí, desde el bando musulmán, otra arma única llamada espada «jineta». Una espada de producción nazarí, introducida en Al-Ándalus por la caballería de la tribu bereber de los zenatas, elaborado con materiales ricos y con una bella factura artesanal. A nivel técnico, tanto las espadas «jinetas» usuales como la que puede verse en el Museo Arqueológico cuentan con una serie de características concretas.

    Este tipo de espadas gozaron de gran popularidad y prestigio no solo entre los musulmanes. También en el Museo Arqueológico se puede encontrar una del propio Rey Fernando el Católico quien, a su vez, la donó la iglesia de San Marcelo de León.

    Arcabuz y espada ropera, ¿origen español?


    Los historiadores no se ponen de acuerdo en la fecha exacta de la aparición del primer arcabuz, ni en el lugar de su invención en Europa. Ya en la década de 1420, en las Guerras Husitas (1419-1434), que tuvieron lugar en el Reino de Bohemia, los rebeldes emplearon armas portátiles de fuego que eran unos primitivos arcabuces.

    Aunque no se sabe con seguridad si los primeros modelos de arcabuces provienen de España, Italia o de Alemania, sí está documentado que un ingeniero español incorporó a este arma un muelle de serpentín que permitía al mecanismo volver a su posición inicial. Una modificación que convirtió a los arcabuces españoles en los más demandados de Europa.

    Archivo ABC

    En lo respectivo a la espada ropera (también llamado estoque), ocurre algo parecido. Es difícil saber su procedencia, pero muchos lo asocian a España porque su nombre es de origen español y aparece registrado por primera vez en las Coplas de la panadera, de Juan de Mena, escritas entre 1445 y 1450 aproximadamente.

    Sin embargo, el hecho de que el término sea de origen español no implica que el desarrollo de este tipo de espadas se diera originalmente en España, ya que el proceso se dio de forma conjunta por toda Europa.

    «La navaja española» sustituye a la espada


    Se considera que la navaja surgió a finales del siglo XVI en España tras la prohibición promulgada por Carlos I de llevar armas de hoja larga, sobre todo espadas, a gente ajena a la nobleza. La navaja permitía ocultar la hoja, además de ser pequeña, manejable y mucho más barata que una espada. Asimismo, la difusión que los dibujantes y viajeros románticos del XIX hicieron de la navaja en manos de los bandoleros españoles y como arma contra el poderoso ejército francés ha terminado por vincularla estrechamente a nuestro país.

    En todo caso, el término navaja es bastante más antiguo. Algunos historiadores han apuntado a los tiempos de Roma, pero la ausencia de piezas originales de esa época induce a pensar que su uso como arma fue adquirida durante la Edad Moderna en España.


    La Guerra de Independencia extendió la creencia de que todo español llevaba guardada una navaja en el pantalón - Museo del Prado

    El «cóctel Domínguez» y el «cóctel molotov»

    Se conoce como «cóctel molotov» a la bomba incendiaria de fabricación casera cuyo propósito, más que la explosión, es la expansión de los líquidos inflamables. El nombre y empleo de este artefacto explosivo recibe su designación de la Guerra de Invierno (1939) cuando Viacheslav Mólotov (Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores de la Unión Soviética) comunicó por radio a la población finlandesa que el ejército ruso no estaba bombardeando sino enviando alimentos. El ejército finlandés declaró que si «Mólotov ponía la comida, ellos pondrían los cócteles».

    Sin embargo, en España existe un antecesor directo de este concepto de bombas incendiarias: el «cóctel Domínguez». La descripción de un ataque en la costa de Calahonda, Granada, el 10 de julio de 1831, hace referencia el lanzamiento de «varios frascos de fuego contra los contrabandistas».



    https://sevilla.abc.es/historia/abci...7_noticia.html





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    Re: Armas inventadas en España: de las espadas romanas al «cóctel Domínguez»

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    Inventos españoles (11). El cóctel molotov

    Por Pablo Martín Sánchez

    El 13 de septiembre de 2010 apareció en esta revista mi último artículosobre inventos españoles, en el que acababa asegurando que «el mejor invento de todos no es otro que la imaginación». Ahora, tras un silencio de medio año, retomo la tarea de un modo explosivo: con un artículo sobre el cóctel molotov. ¿Cómo?, se preguntarán por enésima vez los seguidores de esta serie. ¿Cómo va a ser un invento español con ese nombre siberiano? Y mi respuesta será, como siempre, impasible: cojan el Manual del perfecto terrorista, de Mathias Énard, y sorpréndanse de lo que allí se dice sobre ese «cóctel grandioso y exótico llamado Molotov, un nombre que no remite a su desconocido inventor español, sino al general ruso que lo plagió». Cuando lo hayan hecho, vuelvan a leerme a mí, que les pondré los puntos sobre las íes.

    La fecha en que se acuña el término no ofrece lugar a dudas. El Oxford English Dictionary confirma que la primera vez que se utilizó fue en 1940, en Finlandia, tras el ataque de la aviación rusa y las posteriores declaraciones del primer ministro Viacheslav Mijailovich Scriabin, alias Molotov, en las que aseguraba con un cinismo sobrecogedor que sus aviones no habían atacado a nadie, sino que se habían limitado a mandar alimentos. «Si vosotros ponéis la comida —le respondió algún militar finlandés más cínico todavía—, nosotros pondremos el cóctel». Y lanzó la bomba que acabaría adoptando el apodo del primer ministro ruso.

    Pero los finlandeses no fueron los primeros en ofrecer tan sencillo aperitivo, que no necesita más ingredientes que una botella de cristal rellena de líquido inflamable, un trozo de tela a modo de mecha y un objetivo claro contra el que estrellar la rabia. De hecho, el Diccionario de la Real Academia Española empezó definiendo el cóctel molotov como una «bomba incendiaria de fácil construcción», aunque desde su vigésima primera edición se ha esforzado un poco más y asegura que se trata de un «explosivo de fabricación casera, generalmente una botella provista de mecha». Y, claro, ante bomba tan elemental, resulta difícil adjudicarle una sola paternidad. Hay quien hace remontar su origen hasta el último tercio del siglo xix, como Walter Laqueur en Una historia del terrorismo, donde explica que los irlandeses emigrados a Estados Unidos idearon una primera versión del popular artefacto: un «recipiente de zinc que contenía siete litros de gasolina controlado por un reloj adosado que lo prendía y hacía arder a una hora prefijada». No es por ser purista —pues he de confesar que en cuestión de explosivos entiendo menos que nada—, pero ponerle un temporizador a un cóctel molotov me parece tan impropio como echarle cacahuetes a una paella.

    En cambio, la descripción que hace Nicholas Rankin en su libro Crónica desde Guernica ya se acerca más a la idea que uno tiene de los cócteles molotov, al asegurar que en la Guerra Civil española «se lanzaban botellas de gasolina con un trapo en llamas envolviendo el cuello». La misma tesis defiende Antony Beevor, historiador y ex militar británico, quien en su ensayo La guerra civil española sostiene taxativamente que «el cóctel molotov fue inventado por la Legión Extranjera aquel otoño [de 1936] cuando atacaba tanques rusos en las afueras de Madrid». Aunque para argumentos irrefutables sobre la paternidad del cóctel, ninguno como el que da el maestro artificiero del libro de Mathias Énard: «Es bastante simple, y como todo lo que procede de España (tan conocida por sus bebidas), terriblemente eficaz».

    De todos modos, en esto de las paternidades más vale andarse con tiento, no vaya a ser que algún día la cosa nos explote entre las manos.




    https://cvc.cervantes.es/el_rinconet...4032011_01.htm

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