Excelente texto.
De todos modos la perspectiva del análisis es exclusivamente histórica y aséptica, y no entra en valoraciones (lo cual es lógico, por ser obra de un historiador).
Lo que falta aquí (y que sería decisivo para un verdadero juicio sobre lo que pudo significar Fuerza Nueva) es el punto de vista de la concordancia que tuvieron sus postulados con la Doctrina tradicional de la Iglesia y su defensa, hecho que debería ser la cuestión básica para defender aquellos postulados de Fuerza Nueva como, al menos, un auténtico y verdadero “mal menor” irrenunciable dentro de la debacle de la “derecha” a la muerte de Franco.
El autor del texto parece considerar todas las opciones políticas, como absolutamente lícitas y legítimas para cualquier tipo de votante, ignorando cualquier tipo de limitaciones por razón de su licitud moral.
Ahora bien, el problema decisivo es otro: no se trataría tanto de averiguar el calado y aceptación de Fuerza Nueva entre los electores derechistas de entonces sino de probar cómo Fuerza Nueva (u otras organizaciones similares) defendían unos postulados con una fundamentación religiosa y moral acordes, más bien, con la Tradición de España y de la Iglesia y que, por tanto, hubieran debido ser irrenunciables y obligatorios para todo católico; es decir para la mayoría de los españoles de entonces.
Y ese era el drama fundamental que se ventiló (y que se perdió): que por aquellos mismos años se comprobaba la traición de los obispos y del clero posconciliar a los postulados del Magisterio y del Catolicismo tradicionales, deslegitimando y desmarcándose de cualquier opción política tradicional y de orden que los defendiera o aplicara (caso de Fuerza Nueva o del Carlismo, en España).
Es evidente que, de no haberse celebrado el Vaticano II, la opción de aquellos obispos españoles probablemente se hubiera encaminado a apoyar tendencias mucho más tradicionales y a condenar opciones liberales (como UCD y PSOE) con el consiguiente reflejo en votos de esos (previsibles) apoyos y condenas episcopales.
Y es obvio que Fuerza Nueva, el Carlismo o la Falange incluso, en tal caso, habría obtenido amplísimo apoyo católico y que la UCD no habría sido ni sombra de lo que llegó a ser. Y, en definitiva, que la transición (que la hubiera habido) habría sido otra.
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