Ni histórica, ni geográfica, ni culturalmente lo es.
Los franco-compteses siempre han sido de lengua francesa, también durante su periodo hispánico, pero ello no fue óbice para que constituyesen una de las mayores resistencias a la invasión francesa. Los campesinos franco-compteses en sus disposiciones testamentarias establecian ser enterrados boca abajo para no soportar la bota del invasor francés sobre su hispánica tierra. El periodo hispánico (que dejó su huella principalmente en la arquitectura, la escultura, el arte, la política, la milicia y la diplomacia) fue el de más explendor de esa tierra; lo demostró Elías de Tejada en su insuperable "El Franco Condado Hispánico" y lo reconocen hoy por hoy los historiadores franceses del Franco Condado: Febvre, Brun y Longil. Durante el periodo hispánico el Franco Condado fue un islote católico en medio de las sombras del racionalismo y el protestantismo. En el ámbito de la doctrina Jean Chifflet y Jean Boyvin son parte de la escuela del derecho natural hispánico. Testimonio del carácter radicalmente hispánico de los franco-compteses es la profunda emoción que en Felipe IV (el Rey planeta) supusieron las valerosas acciones de los mismos en los ejércitos de España, como en Cataluña en 1640. Además franco-compteses fueron virreyes en Flandes y Nápoles y muchos otros fieles y eficaces miembros de la administración española.
Solo cuando sube al trono hispánico el débil Carlos II el monarca de Francia se prepara para realizar la invasión definitiva del Franco Condado. La violencia criminal con la que consigue su triunfo se desarrolló en dos etapas de 1668 y 1674. La fragilidad teórica y doctrinal de la argumentación sobre los derechos de Francia sobre el Franco Condado era tan manifiesta que sólo pudo silenciarse gracias al aislamiento diplomático que España sufrió con respecto a Europa (lo cual es una constante, incluso en nuestra historia más reciente).
La máquina militar francesa se apoderó del Franco Condado, cuya heroica resistencia no pudo hacer más que afirmar su lealtad a la Corona de España. La invasión del Franco Condado encontró una encarnizada resistencia, atestiguada en Arcey, Arbois o Fancogney (donde las mujeres lucharon e hicieron de artilleros), que motivó duras represalias por parte de los generales franceses: el marqués de Ressnel y D'Apremont. En otro terreno, la falacia legal era puesta al descubierto simultáneamente por tratadistas del Franco Condado como Frangois de Lisola, napolitanos como Francesco de Andrea y castellanos como González Salcedo. La anexión, por fin, fue reconocida por el tratado de Nimega de 1678. El Franco Condado se incorporó de un modo definitivo al centralismo francés.
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