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En la imagen, San Luis Rey de Francia, por el Greco.

LA PATRIA, SEGÚN EL TRADICIONALISMO CONTRA-REVOLUCIONARIO

Discrepábamos ayer del concepto de patria -y sobre todo del de "tradición"- que manejaba D. Antonio Goicoechea en su discurso de los Juegos Florales de Orihuela de 1916. Pero, con el objeto de mostrar las razones de nuestro desacuerdo con el eminente político, procedemos hoy, en un fugaz aproche a la cuestión, a dilucidar qué entendemos por "Patria" (que afirmamos nosotros: es concepto que puede ser sinónimo, pero no puede ser identificado con el de "Nación"). ¿Qué es la Patria, desde un criterio tradicionalista y católico?


Para ello nada mejor que acogernos a la autoridad de Monseñor Henri Delassus -pues nosotros, a diferencia de las soberbias torres de marfil del pensamiento moderno, sí aceptamos la autoridad: principio de autoridad fundado en el Magisterio de la Santa Iglesia, autoridad fundada en la obra de aquellos que, antecesores nuestros en la defensa de la Cristiandad y en la lucha contra-revolucionaria, nos merecen por sus virtudes y sabiduría nuestro más obediente y filial respeto, y abrazamos católicamente -universalmente- a todos los que tal respeto merecen, independientemente de su nacionalidad.


Y sea, en esta ocasión, la autoridad de un sacerdote francés, Monseñor Henri Delassus. Este polemista galo, prácticamente un desconocido, nació en 1836 y fue ordenado sacerdote en 1862. Fue párroco en Valenciennes y Lille. Y en 1874 fue nombrado Capellán de la Basílica de Notre-Dame de la Treille de Lille. En 1882 era nombrado Canónigo honorario. En 1914 era Canónigo de la diócesis de Lille y Deán del Cabildo de su Catedral.


Colaborador de "Semaine Religieuse du Diocèse de Cambrai", se convirtió en propietario, director y redactor del mismo medio en 1874, convirtiendo esta publicación en un "bastión contra el liberalismo, el modernismo y todas las formas de conspiración anticristiana en el mundo". En 1919 la "Semaine" pasó a ser el órgano oficial del obispado de Lille, cambiando en su cabecera el nombre de "Cambrai" por el de "Lille".


Monseñor Delassus ejerció su ministerio bajo el pontificado de León XIII y San Pío X, aunque fue ordenado sacerdote durante el reinado de Pío IX, pasando a mejor vida en el año 1921, bajo el pontificado de Benedicto XV.


Si bien algunas jerarquías eclesiásticas lo amonestaron en varias ocasiones por su beligerancia literaria contra los enemigos de la Santa Iglesia y por su acérrima defensa del Pontífice, el Romano Pontífice San Pío X recompensó con creces la obra del audaz paladín y polemista francés. Fue San Pío X el que lo elevó a Prelado Doméstico en 1904 y en 1911 le otorgó el título de Protonotario Apostólico. Durante la Gran Guerra suspendió su actividad polemista, pero en 1918 volvía otra vez a combatir al modernismo tanto como a toda degeneración herética.


En su obra "El espíritu familiar en el hogar, en la familia y en el Estado", Henri Delassus escribió:


"Vemos a los agrupamientos sociales constituirse de la misma manera en los orígenes de nuestro mundo moderno.



La familia, al extenderse, formó entre nosotros la mesnada (Mesnie, Magnie: casa, familia, como se dice todavía hoy "la casa de Francia"), así como había formado la fratría entre los griegos, y la gens entre los romanos. "Los parientes, dice Flach (Les Origines de l'ancianne France), agrupados alrededor de su jefe, formaron el núcleo de un compañerismo extendido, la mesnada. Los textos de la Edad Media, crónicas y canciones de gesta, nos hablan de la mesnada, ampliada por el patronato y la clientela, como correspondiendo exactamente a la gens romana". A continuación, Flach muestra como la mesnada se desarrolla, a su vez, y produce el feudo, familia aún más extensa cuyo señor feudal es aún el padre; tanto es así, que para designar al conjunto de las personas reunidas bajo la soberanía de un jefe feudal, se encuentran con frecuencai en los textos de los siglos XII y XIII -épocas en que el régimen feudal alcanzó su leno desarrollo-, la palabra "familia". "El barón, dice Flach, es ante todo un jefe de familia". Y el historiador cita algunos textos en que el padre es asimilado específicamente al barón, y el hijo al vasallo.



"Una extensión mayor, forma al gran señor". Del pequeño feudo sale el grande. La aglomeración de los grandes feudos formará los reinos.



"Así se formó nuestra Francia. La lengua nos da testimonio de ello tan fielmente como la Historia.



"Al conjunto de las personas sometidas a la autoridad de un padre de familia se le llama familia. A partir del siglo X, al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un señor, jefe de una mesnada, se le llama familia. Al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un barón, jefe de un feudo, se le llama familia. Y más adelante veremos que el conjunto de las familias francesas fue gobernado como una familia. El territorio sobre el cual se ejercían esas diversas autoridades ya sea que se tratara de la de un jefe de familia, de la del jefe de mesnada, del barón feudal o del rey- es denominado uniformemente en los documentos como patria, el señorío del padre. "La patria, dice Frantz Funck-Brentano, era al principio el territorio de la familia, la tierra del padre. La palabra se extendió al señorío y a todo el reino, puesto que el rey era el padre del pueblo. El conjunto de los territorios sobre los que se ejercía la autoridad del rey se llamaba, por tanto, Patria" (op. cit.)


Conviene recordar estas cosas, pues es de advertir que se ha hecho frecuente identificar "patria" y "nación". Podemos hacerlo así, cuando no es cuestión de de hilar fino; todos lo hemos hecho. Pero la noción de "nación-estado" es algo moderno que poco tiene en común con la Patria en el sentido de "Gran Familia", familia bajo el mismo padre del pueblo: el Rey. Aunque hay historiadores que manejan el concepto anfibio de "nación-estado" aplicándolo a los Reinos-Estados que se constituyen tempranamente en Europa: España, Inglaterra y Francia..., lo cierto es que el concepto "nación-estado" no es operativo en su sentido revolucionario hasta la guerra que se entabla entre los revolucionarios franceses y los ejércitos de los monarcas que acuden a Francia a restablecer el orden. Así que en resumen: "nación", en su sentido moderno, es una consecuencia del desarrollo de los acontecimientos revolucionarios que sacuden a Francia a partir de 1789. Y la Patria es algo anterior, arraigado en el Antiguo Régimen, heredero de todo lo mejor de la Edad Media aunque pudiera corromperse con la "monarquía absoluta".


El liberalismo y el romanticismo son los grandes fabricantes de "naciones". El nacionalismo decimonónico, también el español, reúne como en una letrina de heces la colosal fusión de embelecos revolucionarios como son: "soberanía nacional", "voluntad general", "constitución", amén de otras engañifas que se sacan de la manga los ilustrados, como el demente Juan Jacobo Rousseau.


El tradicionalismo nada tiene que ver con esos delirios liberales que desembocan en el nacionalismo. El tradicionalismo español tenía su cifra en el lema que pronunciaban los carlistas del siglo XIX: Dios, Patria, Fueros y Rey. Ahí no había invenciones, no había mixtificaciones... Los sacrosantos principios que se invocaban en la lucha por la Legitimidad no eran calenturas de paranoicos y oportunistas, eran realidades. Las mismas realidades que, en algunos blasones de nuestros hidalgos, todavía campeaban. Valga como muestra el lema de un escudo de armas, hecho a piedra en 1671 y localizado en una antigua capilla-enterramiento de unos hidalgos. Orlando el escudo, el lema parla por sí mismo:


"A ninguno de esta vida yo me diera, si a mi mismo Rey no fuera".


Este monarquismo es anexo, en los nobles hispánicos, del Símbolo de Fe de la antigua España. Es declaración de vasallaje, como expresión de la especial relación paterno-filial que existía entre el Rey, los nobles y el pueblo. Es esencia de nuestro ser español. Desde que perdiéramos este norte y guía, vamos dando tumbos, ebrios de mentiras modernas. Y con España, todos los países hermanos que formaban la antigua Cristiandad -dígase por caso Francia- también han ido desfigurándose, alejándose de sus esencias católicas y convirtiéndose en la caricatura despreciable que hoy son. Ahora, estos países democráticos que dicen constituir eso que los "dineranos" llaman Europa, quieren formar una casa de vecinos en la que cada una de esas "naciones-estado", esperpentos epigonales del liberalismo execrable, semejan a viejas prostitutas amnésicas que parlotean entre sí, mientras que sus chulos hacen lucrativos negocios. Esas rameras desdentadas, naciones europeas degradadas, apeadas de la Historia... Olvidaron que hubo una época esplendorosa en que fueron doncellas hermosas y honradas, pero hace tanto tiempo de eso que no se acuerdan de cuándo perdieron su decencia y su honra.


Entre ellas, anda una que se llama España, recién llegada al prostíbulo. Todavía está a tiempo de salir del lupanar y volver a ser honrada. España: vuelve a tu ser, vuelve a ser tú misma... ¡España, despierta!


Escrito cabalmente hoy, 25 de agosto del Año del Señor de 2008, en la feliz Festividad de San Luis IX, Padre de la Familia Francesa, Rey de la Primogénita de las Naciones.