El coronel Leiva ¿fue lugarteniente o subalterno del Gran Capitán en algún momento o tenía el mismo rango que él?
¿Y quiénes lucharon en Mantinea?(porque me suena)
El coronel Leiva ¿fue lugarteniente o subalterno del Gran Capitán en algún momento o tenía el mismo rango que él?
¿Y quiénes lucharon en Mantinea?(porque me suena)
Grandes Batallas de la Reconquista (I)
Sagrajas o Zalaca (23 de Octubre de 1086)
(...)El propio rey Alfonso VI, según Menéndez Pidal, se lamentaría de la derrota clamando: "¡Qué no digan que fuimos vencidos por falta de valor!".(...)
Yo nunca lo diré.
Daniel Jesús García Riol. (Libro Festero año 2000)
Iniciamos este año la divulgación de los más notorios hechos de armas de la Reconquista, para regocijo de filas y escuadras de moros y cristianos. Un buen motivo para rememorar y conocer mejor las gestas de ambos bandos en nuestra apasionante Edad Media. Un acercamiento a aquella sociedad que recurría frecuentemente a la guerra, pero que integraba en la paz en nuestro suelo a las tres grandes religiones monoteístas: cristianos, judíos y musulmanes.
Ojalá comprendamos que sólo desde la pluralidad nos enriquecemos, que hemos compartido juntos muchos siglos de historia y que podemos llegar a entendernos más allá de las tentaciones exclusivistas o xenófobas, en un año en el que los tristes y lamentables sucesos de El Ejido han empañado nuestra convivencia presente. Por encima de todo somos hijos de esta tierra generosa, de la vieja "piel de toro", crisol de tantas y tantas culturas y pueblos.
Comenzamos en este redondo año 2000 por la primera gran batalla librada por cristianos y musulmanes en la Submeseta Sur tras la toma de Toledo por Alfonso VI en el año 1085.
La conquista de la ciudad y su reino fue cantada en versos latinos por el ínclito arzobispo toledano, historiador, político y cronista Don Rodrigo Ximénez de Rada:
"La asegurada Castilla puso sitio a su Toledo
Disponiendo campamentos para siete años y bloqueando sus entradas.
Aunque encumbrada en las rocas y enormemente poblada.
Rodeándola el Tajo, repleta de las mejores cosas,
vencida por la falta de alimento se entregó a su invicto enemigo.
Aplaudan a éste Medinaceli, Talavera, Coimbra,
Ávila, Segovia, Salamanca y Sepúlveda,
Coria, Coca, Cuéllar, Iscar, Medina, Canales,
Olmos y Olmedo, Madrid, Atienza y Riba,
Osma con Guadalajara, Valeránica, Mora,
Escalona, Hita, Consuegra, Maqueda,Buitrago,
Entre júbilo canten por siempre a su vencedor:
Alfonso, que tus triunfos resuenen sobre las estrellas".
La caída de la ciudad del Tajo, capital del viejo Reino Visigodo, tenía una especial significación tanto para cristianos como para musulmanes. Para los primeros suponía recuperar la capital del viejo Reino Visigodo, los lugares donde habitara Don Rodrigo, su postrer infortunado monarca. Era además la plataforma idónea para nuevas conquistas que demostrarían el poder de los Reinos de Castilla y de León.
Para los segundos, la caída de esta poderosa Taifa, constataba la debilidad de la fragmentación política de Al-Andalus y ponía a los musulmanes en la necesidad de buscar al otro lado del Estrecho aliados islámicos con los que frenar el arrogante avance del monarca castellano-leonés.
En esta tesitura, varios reyes de taifas llaman en su auxilio a los temibles almorávides quienes desde su capital Marrakech habían extendido un potente imperio que llegaba desde más allá de las ardientes arenas saharauis (Cuencas del Níger y del Senegal) hasta las costas norteafricanas. Estas gentes, de vida austera, excelentes combatientes, guerreros de la fe islámica, cruzan el Estrecho de Gibraltar y desembarcan en nuestra Península por Algeciras al mando de Yusuf ibn Tasfin en el mes de rabí del año de la Hégira de 479 (julio de 1086).
Los reyes de taifas sabían que esta alianza seguramente acabaría con su independencia política pero, como citan las crónicas, pensaron que "era mejor guardar los camellos de los almorávides que los cerdos de los cristianos". No obstante muchos de estos soberanos no concurrieron a la llamada de la "guerra santa" ("yihad") e incluso alguno como el de Valencia, Al-Kadir, se mantuvo leal a los pactos firmados con el monarca castellano-leonés. Probablemente, esta acogida no tan entusiástica justifica que el Emir africano tardara en recorrer tres meses la distancia entre Algeciras y Badajoz, cuando en aquella época podría haberla cubierto en tres semanas.
Alfonso VI y Yusuf ibn Tasfin, a pesar de que la estación bélica concluía, cruzaron breves mensajes en los cuales se traslucía el deseo de luchar entre ambos y pronto resonó en toda la Península la voz del reto del Rey de Castilla, León, Asturias y Toledo al Emir almorávide.
El monarca cristiano expuso a su Curia Regia la necesidad de atacar a los almorávides antes de que se hiciesen fuertes y pudieran marchar sobre el recién reconquistado Reino.
El ejército cristiano se concentro en Toledo recibiendo el refuerzo de una parte de los hombres del Cid, dirigidos por el mítico Alvar Fáñez. El Campeador no compareció pues se hallaba empeñado en la toma de Valencia.
El ejército almorávide se vio reforzado con las tropas de Al-Mutamid, rey de Sevilla, de Al-Mutawakkil, rey de Badajoz y de Abd-Allah, rey de Granada, quien escribiría una crónica sobre la campaña.
Ambos contendientes iniciaron el avance y sentaron sus reales en las inmediaciones de un lugar cercano a la ciudad de Badajoz a orillas del Guadiana (algunos autores sitúan la acción unos kilómetros más al norte, junto al río Zapatón en las inmediaciones de la fortaleza de Azagala) que los cristianos conocían con el nombre de Sagrajas y que los musulmanes llamaban Zalaca. Como aquel día era jueves, los cristianos decidieron respetar el viernes, jornada santa para los musulmanes, y éstos expresaron su deseo de respetar la festividad cristiana del domingo; por ello fijaron el sábado como el día de la batalla.
Tras consultar su horóscopo y la posición de las estrellas, Yusuf decidió cambiar el emplazamiento de sus reales, cosa que le salvaría la vida.
Al alba del día del combate las huestes de Alfonso VI llevaron a cabo un ataque frontal y por sorpresa contra las tiendas, que los cristianos creían ocupadas por Yusuf y que en realidad lo estaban por las fuerzas musulmanas andalusíes. La caballería cristiana actuaba organizada en escuadrones de entre cuarenta y sesenta caballeros, cifra que permitía causar un fuerte quebranto al enemigo y al mismo tiempo maniobrar en bloque dependiendo de las señales recibidas desde el puesto de mando.
En Sagrajas se estima que participaron diecinueve escuadrones de caballería cristiana, catorce provenientes de los obispados y condados, dos aportados por los magnates de los reinos de Alfonso VI, uno llegado del Reino de Aragón, otro venido desde Valencia con Alvar Fáñez y otro perteneciente a la Guardia Real al mando del Alférez del Rey.
Esta acción, violentísima, causó una gran mortandad entre las huestes islámicas que se vieron sorprendidas por la vanguardia cristiana y con el Guadiana a sus espaldas, comenzaron una desordenada huida, sólo frenada por el valor del rey toledano Al-Mutamid, quien, herido hasta en seis ocasiones, resistió bravamente la embestida cristiana tratando de poner orden entre las desalentadas tropas de Al-Andalus. Los cristianos, dirigidos por Alvar Fáñez, avanzaban imparables en una loca carrera de muerte, saqueo y captura de prisioneros.
Yusuf ibn Tasfin fue informado de la derrota de las fuerzas de los taifas andalusíes pero no intervino hasta el último momento pues, en el fondo, consideraba igualmente como enemigos a todos los peninsulares, tanto musulmanes como cristianos.
Las mesnadas de la vanguardia de Alfonso VI, ya con poco orden, se habían alejado excesivamente de sus bases y Yusuf se lanzó con todas sus fuerzas, flanqueando al grueso de sus enemigos, contra los reales de los cristianos, que fueron saqueados y destruidos a pesar de los denodados esfuerzos de sus defensores. Debemos imaginar este momento bajo el atronador sonido de los tambores almorávides, instrumento de percusión que fue empleado masivamente para infundir pánico entre sus enemigos y que de forma sistemática irían adoptando posteriormente los ejércitos cristianos.
El siguiente objetivo para los almorávides fue el propio rey Alfonso VI, quien con un grupo de trescientos caballeros se refugió en el monte cercano. La posición era casi inaccesible para los musulmanes por lo que no pudieron lograr la captura del monarca. Parece ser que las principales bajas cristianas se produjeron durante esta retirada siendo la más sensible la del conde gallego Don Rodrigo Muñoz y quizás la del asturiano Don Vela Ovéguez.
Alfonso VI, bajo el amparo de la noche, pudo llegar hasta Coria (a 125 kilómetros al nordeste del campo de batalla) y después a Toledo pues creía inminente el ataque musulmán a la misma. El monarca cabalgaba según los cronistas: "derrotado, triste y herido". En efecto, había recibido una grave herida en la pierna que casi llegaba a la tibia.
El ejército cristiano contaba en Sagrajas o Zalaca, según las fuentes musulmanas, con sesenta mil combatientes de los cuales más de diez mil perecieron en la batalla. Hay que tener en cuenta que estas cifras resultan casi siempre terriblemente abultadas debido al deseo de los cronistas de magnificar los hechos de armas que narraban. Cálculos más realistas hacen pensar que el ejército cristiano contaría en aquella jornada con unos mil seiscientos caballeros a los que se sumarían unos cuatrocientos carreteros y personal encargado de custodiar el convoy de campaña con las provisiones y las bestias de carga y vigilar el campamento una vez iniciadas las hostilidades. De ello se desprende que las bajas cristianas en Sagrajas pudieron alcanzar las trescientas, pereció uno de cada cinco de los que combatieron.
Sea como fuere, lo evidente es que los almorávides dieron un castigo ejemplar y terrible a los cristianos que quedaron sobre el campo de batalla, aquellos que quedaron sin montura o carecían de ella en el momento de la retirada. Cedo para ello la palabra al cronista Ibn Al-Kardabus quien nos habla de la cruel venganza almorávide:
"...Los musulmanes se apresuraron a cortar las cabezas de los politeístas y construyeron con ellas alminares (o minaretes: torre de la mezquita) como los que hay en los patios de las mezquitas, y desde lo más alto de ellos los almuédanos (o mue-cines: encargados de llamar a la oración cinco veces al día desde el alminar) tres días llevaron a cabo la llamada a la oración. Después volvieron al campamento todos aquellos musulmanes que habían quedado incólumes. Fue esta incomparable victoria el viernes 10 de rayab del año 481 (23 de octubre de 1086). Con ella la garganta de la Península respiró aliviada y por su causa se afirmaron muchas regiones...".
Se sabe que las cabezas de los cristianos fueron más tarde mostradas por distintas ciudades andaluzas y del Norte de África para afirmar el poder almorávide.
La suerte de los Reinos de Taifas estaba echada y, uno tras otro, de grado o por la fuerza, se fueron incorporando bajo los estandartes de los almorávides, quienes resucitaban en Al -Andalus el más puro espíritu de la yihad (guerra santa) contra los cristianos.
Yusuf ibn Tasfin, que volvería a la Península en varias ocasiones más, adoptó tras la batalla el título de "Amir al-Muslimin wa Nasir al-Din" ("Emir de los Musulmanes y Defensor de la Religión"), pero tuvo que regresar al norte de África al producirse el fallecimiento de su primogénito, dejando en Al-Andalus a Muhamad ibn al-Hayy al frente de tres mil jinetes almorávides y de las fuerzas sevillanas, granadinas y pacenses.
La victoria del Islam en Zalaca hizo que los cristianos concentraran sus esfuerzos en el oriente peninsular con las campañas de El Cid en tierras valencianas para compensar el descalabro. El propio rey Alfonso VI, según Menéndez Pidal, se lamentaría de la derrota clamando: "¡Qué no digan que fuimos vencidos por falta de valor!". Y, en efecto, dirigió sendas expediciones de castigo, demostrándolo sobradamente, contra el castillo de Aledo (Murcia) en 1090 y las inmediaciones de Granada (1091).
El avance triunfal de los castellano-leoneses se había detenido. A partir de ahora el nuevo poder almorávide estaría presente en todas las vicisitudes políticas y militares de la Reconquista hasta bien entrado el siglo XII y causaría el desvelo de los reyes cristianos de Castilla en Consuegra, Valencia y Uclés y de los de Aragón en Cutanda y Fraga. La Al-Andalus de los Reinos de Taifas desaparecería progresivamente ante la marea africana que hacía de estos territorios una parte más de su extenso imperio. El Valle del Tajo permanecería como tierra de peligrosa frontera, pero la ciudad de Toledo, aunque llegaría a sufrir asedio por parte almorávide años después, nunca volvería a manos musulmanas.
Bibliografía:
• Abd-Allah; Memorias de Abd Allah, último rey ziri de Granada, destronado por los almorávides. Trad. y Ed. de Lévi-Provencal y García Gómez. Madrid, 1980.
• Anónimo; Crónica Anónima de los Reyes de Taifas. Akal, Madrid, 1991.
• Ibn Al-Kardabus; Historia de Al-Andalus. Akal, Madrid, 1986.
• Jiménez de Rada, Rodrigo; Historia de los hechos de España. Alianza Universidad, Madrid, 1989.
• Lagardere, V.; Le vendredi de Zallaga. París, P.U.F.,1989.
• Menéndez Pidal, Ramón; La España del Cid. Madrid, 1947.
Reilly, Bernard F.; El Reino de León y Castilla bajo el Rey Alfonso VI (1065-1109). IPIET, Salamanca, 1989
http://es.geocities.com/alcazar_myc/histor03.htm
Última edición por Irmão de Cá; 28/11/2008 a las 20:13
Estimado, Leiva hasta donde he leido no fue coronel.Pero he encontrado esto:
Antonio de Leyva. El heroico defensor de Pavía. Contaba con 45 años de edad y había participado ya en 32 batallas y 47 asedios.
Combatió con el Gran Capitán y Colonna, participó en Ravenna y Bicoca. Su fama era tal que en una ocasión el Emperador Carlos, llegó a desfilar delante de él, con una pica en la mano y diciendo: "Carlos de Gante, soldado del valeroso don Antonio de Leyva". Esto puede parecer intrascendente, pero en la época era un honor increíblemente elevado. Falleció en 1.536 durante la expedición a la Provenza.
Me da que estuvo bajo las órdenes del Gran capitán(teniendo un rango relativamente alto).
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
Adjunto la bibliografía de Antonio De Leiva.
ANTONIO DE LEIVA (1480 - 1536)
Jefe militar español. "...oficial superior de una clase distinguida, de gran experiencia, bizarro, sufrido y enérgico, fecundo en recursos, deseoso de sobrepujar a los demás, tan acostumbrado a obedecer como a mandar, y por lo mismo capaz de intentarlo todo y sufrirlo todo por salir airoso en sus empresas." (Robertson, en Historia de Carlos V, 1821)
Nació en un pueblecillo de la provincia de Navarra en 1480, siendo descendiente de un tal Juan de Leiva, que a principios del siglo XV había construido un castillo en la villa de Leiva, situada en la provincia de Logroño y a 11 kilómetros de Santo Domingo de la Calzada y a 20 kilómetros de Haro. En 1501 se inició en la carrera de las armas, tomando parte en la guerra de las Alpujarras contra los moriscos sublevados. Posteriormente pasó a Nápoles a las órdenes de su pariente El Gran Capitán. Tomó parte en la batalla de Rávena (1512), donde fue herido en la jornada en la que las tropas de la Liga, mandadas por el virrey de Nápoles, don Ramón de Cardona, fueron derrotadas por el ejército francés al mando de duque de Nemours.
La fama de Antonio de Leiva vino con ocasión de la batalla de Pavía. Al invadir Italia el rey Francisco I, las tropas imperiales tuvieron que retirarse ante la superioridad de los franceses, y Antonio de Leiva se refugió en Pavía con cerca de 6.000 hombres, siendo cercado por el rey francés en persona el 28 de octubre de 1524. Los soldados de Leiva rechazaron el asalto del 7 de noviembre y repararon casi inmediatamente las brechas abiertas en la muralla por la artillería francesa.
En los combates de los dias siguientes perecieron tantos franceses que el rey Francisco I ordenó que se suspendiesen los ataques para tratar de emplear otros medios y recursos. Uno de ellos fue el de torcer con estacadas el curso del río Tesino, que defendía la ciudad por un lado; pero cuando la obra estaba ya casi terminada sobrevinieron unas lluvias tan copiosas que la coriente arrastró las obras realizadas.También hizo destruir los molinos de ambas riberas, pero el general español había previsto este echo y había hecho construir molinos de mano suficientes para las necesidades de la población.
No teniendo con que pagar a los soldados, los repartió por las casas, imponiendo a los vecinos la obligación de darles de comer; y a fin de que no faltase moneda, al menos para los tudescos, que eran los más impacientes, recogió toda la plata de los templos y la hizo acuñar con un letrero que decía: Los cesarianos cercados en Pavía, año 1524.. A pesar de ello, los alemanes amenazaban rendir la plaza si no recibían sus pagas; pero gracias al ardid de dos valientes españoles pudo recibir 3.000 escudos del marqués de Pescara. De este modo las tropas de Leiva pudieron resistir hasta el 24 de febrero de 1525, fecha de la célebre batalla de Pavía. Ese día Leiva se hallaba enfermo, y a pesar de ello se hizo sacar en una silla a la puerta de la plaza, y allí entretuvo a unas tropas italianas del ejército francés con 1.000 soldados españoles y alemanes, impidiendo que tomasen parte en la batalla.
La defensa de Pavía, elogiada por el propio Francisco I, valió a Leiva el gobierno del Milanesado y el título de príncipe de Ascoli. En 1528, doliente y casi postrado de gota, supo triunfar con un puñado de soldados sobre los duques de Urbino, Sforzo y Saint Pol, haciéndose conducir a los combates en una litera: puso en fuga a los dos primeros, cogió prisionero al último y obligó a retirarse a las fuerzas francesas, que no regresaron a Italia en muchos años.
En septiembre de 1529 Carlos V ordenó a Antonio de Leiva que se le presentase en Plasencia, con ocasión de un viaje a Italia del Emperador, pues deseaba conocer personalmente al afamado capitán. Este intentó excitar al emperador para que continuase la guerra, asegurándole la victoria y razonando que podría hacerse sin dificultad como Señor de toda Italia; pero Carlos V insistió en sus proyectos de paz y ordenó a Leiva que se limitase a reconquistar la plaza de Pavía, en manos francesas en aquel tiempo.
Por esta época tuvo lugar el testimonio de aprecio dado en público por el emperador a Leiva. Se cuenta que en una revista de comisario el propio emperador se presentó con una pica en la mano, y al llegarle el turno de desfilar ante el contador real, el sargento mayor y el maestre de campo, éste se puso en pie sorprendido y le preguntó qué concepto debía escribir en la reseña, a lo que el emperador contestó: "Carlos de Gante, soldado del tercio del valeroso Antonio de Leiva."
Pero Leiva era un obstáculo para la paz que solicitaba el duque de Sforza con tanto interés, por lo que Carlos V le ordenó que pasase a Bolonia para asistir a las fiestas de su coronación por la papa Clemente. En medio de aquella ceremonia otra escena llamó la atención: la de los soldados alemanes y españoles llevando a hombros a su capitán Antonio de Leiva mientras los prelados y el clero entonaban el Te Deum. El 23 de diciembre de 1529 se firmó la paz con el duque de Sforza, y el emperador solicitó al duque que concediera a Leiva algunas tierras en Milán, como agradecimiento del emperador hacia su general.
En 1533 fue nombrado generalísimo de la liga defensiva formada a instancias del emperador entre todos los estados italianos, a excepción de Venecia, que no quiso entrar en ella. En 1536 acompañó al emperador durante sus campañas de África, que antes había vencido a los turcos frente a Viena.
En 1536 se reanudó la guerra entre Francisco I y Carlos V. Antonio de Leiva era prácticamente el general en jefe de las tropas reunidas por el emperador en Italia, puesto que eran sus consejos y parecer los que seguía Carlos V, a pesar de que los principales caudillos de la época formaban parte de aquel ejército. Leiva puso sitio a la plaza de Tossano con 15.000 soldados alemanes, españoles e italianos, tomándola tras un mes de cerco. A continuación aconsejó al emperador que se internara en el mediodía francés, en contra de la opinión de la mayoría del resto de generales. En aquella expedición Leiva murió con 56 años en la localidad de Aix como consecuencia de la gota que padecia desde hacía varios años. La muerte de Antonio de Leiva fue muy sentida por Carlos V y una de las causas que decidieron la retirada de su ejército de suelo francés en octubre de 1536. Antonio de Leiva, príncipe de Ascoli, marqués de Stela, conde de Monsa y Grande de España, dejó a su muerte cerca de 200.000 ducados a su única hija, que se convirtió en la "primera gran dote sin mayorazgo de aquellos tiempos en España".
Diccionario Enciclopédico Espasa. Espasa-Calpe. Madrid.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
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Y aqui va señores la que siempre he intentado poner:
DON GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, EL GRAN CAPITÁN (1453 - 1515)
General español, conquistador del reino de Nápoles para la corona de España.
![]()
Don Gonzalo Fernández de Córdoba nació en Montilla, Córdoba, el 1 de septiembre de 1.453 y murió en Loja en 1.515. Pertenecía a la Casa de Aguilar. Era hijo de Pedro Fernández de Aguilar y Elvira de Herrera y fue educado en Córdoba. Desde muy niño fue paje del infante don Alfonso, al que sirvió durante la guerra que éste sostuvo como aspirante al trono de Castilla contra el legítimo rey Enrique IV, su hermano.
La reina Isabel la Católica, que acababa de casarse, se disponía a defender sus derechos contra los partidarios de La Beltraneja en la Guerra Civil castellana, y le llamó a su lado para que luchara con sus tropas. En esta guerra hizo sus primeras armas, como correspondía a un segundón de la nobleza castellana, mereciendo grandes elogios de sus jefes. A partir de entonces, se distinguió en la Corte por su apostura, magnificiencia y generosidad. Se casó con su prima Isabel de Montemayor, pero pronto quedó viudo y libre para dedicarse por entero a la vida militar.
En la Guerra de Granada mandó una "capitanía" de 100 lanzas de las Guardas Reales de Castilla. Figuró entre los más valientes en la toma de Loja, ciudad que le confiaron los Reyes Católicos, y se distinguió en el sitio de Tájara y en la conquista de Illora. Durante el cerco de Granada tomó parte en las negociaciones con Boabdil para lograr la capitulación de la capital.
En recompensa por sus destacados servicios, recibió una encomienda de la Orden de Santiago, el señorío de Orjiva y determinadas rentas sobre la producción de seda granadina, lo cual contribuyó a engrandecer su fortuna. Sus hazañas y cualidades inclinaron a la reina Isabel para escogerle para mandar el cuerpo expedicionario que el rey Fernando envió a Italia para librar a Nápoles de las tropas invasoras francesas.
Don Gonzalo zarpó para Sicilia en 1495. Tenía a la sazón 42 años. En la Primera Campaña de Italia Fernández de Córdoba hizo gala de grandes dotes militares como jefe de un ejército. Con escasas fuerzas y mucha movilidad se hizo con toda la Calabria en 1495. Al año siguiente efectuó una marcha relámpago para acudir al sitio de Atella y ponerse al frente de las fuerzas aliadas de la Santa Liga. En algo más de un mes logró la capitulación del ejército francés, la repatriación a Francia de la mayoría de sus efectivos y la entrega de la mayor parte de las plazas fuertes en su poder. Su éxito tuvo una gran repercusión internacional y se ganó el título de El Gran Capitán.
Tras la toma de Ostia en nombre del papa Alejandro VI, el Gran Capitán entró triunfador en Nápoles, donde fue repuesto el rey Don Fadrique III, de la Casa de Aragón. Finalizada su tarea, regresó a España en 1498.
A su llegada a la península, la gente le recibió como un héroe nacional, y el rey don Fernando decía en la Corte que las victorias de Italia daban mayor renombre y gloria a España que la guerra de Granada. Su retorno coincidió con la rebelión de las Alpujarras, por lo que el Gran Capitán fue enviado con el conde de Tendilla a sofocar la rebelión en el año 1.500.![]()
En el año 1.500 el rey Fernando el Católico pactó con Luis XII, rey de Francia, el reparto del reino de Nápoles, dando lugar con ello a la Segunda Campaña de Italia por los desacuerdos entre ambos reyes a la hora de interpretar el pacto. En abril de 1503 el Gran Capitán derrotó en la batalla de Ceriñola el ejército francés mandado por el duque de Nemours, que murió en combate. Tras esta victoriosa batalla, el ejército español se hizo dueño de todo el reino napolitano.
El rey francés envió otro ejército a Italia, pero fue igualmente vencido por el Gran Capitán en la batalla de Garellano de diciembre del mismo año. Como consecuencia de ella los franceses tuvieron que entregar la plaza de Gaeta y dejar el terreno libre al ejército español.
Finalizada la guerra gracias al tratado de paz entre Francia y España del 11 de febrero de 1504, Nápoles pasó a la corona de España. El Gran Capitán gobernó el reino napolitano como virrey con amplios poderes. Congregó a todos los Estados del reino y les recibió juramento de fidelidad a los monarcas de Castilla y Aragón. También quiso recompensar a los que le habían ayudado combatiendo a su lado: a Próspero y Fabricio Colonna les devolvió los estados que les habían arrebatado los franceses; al jefe de los Ursinos, Bartolomé Albiano, le dió la ciudad de San Marcos; a Diego de Mendoza, el condado de Mélito; a Pedro Navarro, el condado de Oliveto; a Diego de Paredes, el Señorío de Coloneta.
Pero la reina Isabel, su valedora, murió a los pocos meses de la ratificación tratado, y el rey don Fernando el Católico entró en zozobra sin la compañía y apoyo de aquella gran reina. Incitado por recelos obsesionantes, el rey decició relevar al Gran Capitán por el arzobispo de Zaragoza y, temiendo que aquel no se dejase relevar, quiso que acompañaran al clérigo Pedro Navarro con órdenes de arrestar al Gran Capitán y apresarlo en Castelnovo, y Alberico de Tenacina para agitar al pueblo en favor del arzobispo. Afortunadamente aquel proyecto no se llevó a cabo, porque don Fernando nombró a su yerno Felipe como Rey consorte Gobernador de Castilla.
Al año siguiente, en 1505, don Fernando visitó Nápoles acompañado de su nueva mujer, Germana de Foix, a la sazón sobrina del rey Luis XII. El Gran Capitán, conocedor de los recelos que inspiraba al rey, salió a recibirlo al mar con gran agasajo, y trató de disipar sus temores por todos los medios. A pesar de ello, don Fernando comprobó personalmente que los napolitanos tenían más aprecio a su general que a él mismo, y que con su comportamiento había decepcionado a los napolitanos y a los subordinados del Gran Capitán.![]()
Los injustificados recelos del rey aumentaron y, ya que debía regresar a España a hacerse cargo de la situación por la reciente e inesperada muerte de su yerno Felipe I, ordenó al Gran Capitán que entregase el mando y regresase con él a España. Corría el año de 1507. Una vez allí le mantuvo apartado de cargo alguno. En una ocasión le había jurado por "Dios nuestro Señor, por la Cruz y los cuatro Santos evangelios que resignaría a su favor" el cargo de Maestre de Santiago, pero faltó a tan sagrado juramente y le negó lo prometido al Gran Capitán, por lo que éste se retiró a Loja, ciudad que le concedió el Monarca, cansado y desengañado. En 1.512 rompió su amistad con el rey Fernando el Católico.
Antes de su fallecimiento estuvo una temporada de retiro en el monasterio de San Jerónimo de Córdoba, en cuyo cenobio tuvo intención de recluirse el resto de sus días. Murió en Loja en 1.515 a la edad de 62 años. Su cadáver se conserva en la iglesia de San Francisco de Granada.
El Gran Capitán fue un gran servidor del naciente estado español, a la vez que sagaz político, extraordinario diplomático, gran general y un genio militar excepcional. Supo combinar con maestría las tres armas de infantería, caballería y artillería; incorporó los fuegos de arcabuces y artillería a la maniobra general y supo sacar provecho de ellos adaptándolos al terreno. Supo mover las tropas por el terreno, efectuó marchas muy rápidas para la época, que se hicieron célebres, y supo llevar al enemigo a que combatiera en el terreno que él deseaba. Era idolatrado por sus soldados y admirado por todos.
Sin duda alguna el ejército del Gran Capitán sentó las bases de lo que en un futuro inmediato sería la famosa "infantería española", que reinaría en los campos de batalla hasta la derrota de Rocroi. La leyenda afirma que el rey le pidió cuentas de su gestión, las famosas "Cuentas del Gran Capitán", pero este hecho no está demostrado documentalmente. Sí es cierto la diferencia de caracteres tan abismal entre el Gran Capitan y el rey don Fernando. Este era tacaño, quizás debido a la penuria de medios económicos de su padre y de él mismo en sus primeros años de reinado como príncipe aragonés. En cambio aquel era bastante generoso: ganaba y derrochaba como un gran señor andaluz, como lo demostró a la hora de recompensar a sus subordinados.
FUENTES:
- Diccionario Enciclopédico Espasa. Espasa-Calpe. Madrid, 1985. Tomo 6, página 337.
- Miguel Angel Landero Quesada. Castilla y la conquista del reino de Granada. Granada, 1993. Páginas 165, 166 y 334.
- César Silió Cortés. Isabel la Católica. Espasa-Calpe. Madrid, 1973. Páginas 365-367.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
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y con lloros;
los caballeros famosos,
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He aqui un ejemplo de por que los españoles considerabamos cobardes a los italianos:
PRIMERA BATALLA DE SEMINARA (21 de junio de 1495)
Victoria del general francés Aubigny ante el ejército aliado hispano-napolitano de Don Gonzalo Fernández de Córdoba y el rey Fernando II de Nápoles.
El Señor de Aubigny, dispuesto a acabar cuanto antes con el ejército hispano-napolitano recién desembarcado en Calabria, juntó sus fuerzas y las de su subordinado Precy, reuniendo un ejército de 400 hombres de armas, 600 caballos ligeros, un cuerpo de infantería suiza y otro de milicias del país. Con él se dirigió a Seminara para presentar una batalla campal a los aliados.
Fernández de Córdoba aconsejó al rey Fernando II que no presentase batalla, pues se desconocía a ciencia cierta tanto el número de soldados franceses como la calidad de los voluntarios napolitanos en una batalla campal. Propuso retirarse a una plaza fuerte o en su defecto, encerrarse en la propia Seminara para observar al enemigo y tomar más elementos de juicio. Pero el rey, un joven de apenas 26 años y quizás influenciado por el ánimo de sus capitanes, no tomó en cuenta los consejos del español y decidió presentar batalla al francés.
El 21 de junio salieron las tropas aliadas de Seminara para desplegar en unas colinas a una legua al este de la plaza y a cuyo pie discurría un riachuelo vadeable. A la derecha formaron 1.000 infantes y 400 jinetes españoles; a la izquierda formaron los 6.000 voluntarios napolitanos y calabreses de Fernando II. Frente a los españoles el Señor de Aubigny formó a su caballería, y a su derecha colocó a los piqueros suizos. En su retaguardia dejó las tropas del país.
Comenzaron el ataque los señores de armas franceses, que avanzaron hacia el riachuelo vadeable. Los 400 jinetes españoles se lanzaron sobre ellos para tratar de desorganizarlos. El Señor de Aubigny y su subordinado Precy se lanzaron sobre las filas de su caballería para rehacerlas, y las lanzaron de nuevo al ataque. Los españoles, fieles a sus tácticas guerreras aprendidas durante años de luchas contra los árabes, retrocedieron a sus posiciones para reorganizarse en ellas y volver a la carga.
Pero los voluntarios napolitanos y calabreses entiendieron la maniobra de la caballería española como una huida, y se desbandaron en desordenada fuga sin llegar a pelear. En cuanto se dió cuenta de ello, el Señor de Aubigny lanzó sobre ellos su caballería. En el campo quedó el cuerpo de infantería y caballería españolas que, al mando de Don Gonzalo Fernández de Córdoba inició una ordenada y disciplinada retirada hacia los muros de Seminara. Al dia siguiente partió hacia Reggio. Esta fue la primera y única derrota del general español, si bien no puede decirse que sea achacable a él.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
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La verdad y en mi opinión,los italianos como militares dejaban mucho que desear,cuando lo de Rocroi que aquello fue más una traición que otra cosa ya que se retiraron sin entablar batalla alguna y dejando a los españoles vendidos,otro ejemplo en la Segunda Guerra Mundial,en el norte de África ellos tenían 500.000 hombres contra 80.000 británicos y los italianos casi pierden todo el norte de África,menos mal que llegó Rommel a salvarles...
Bueno,de hecho Margaret Thatcher en la guerra de las Malvinas dijo:"Si los argentinos sacan su coraje español,las Malvinas serán suyas,pero si sacan el coraje italino,perderan las Malvinas".Sin ofender a los argentinos,que yo creo que le echaron huevos a la situación.
¡Por España Siempre!
Jervis y Nelson bloquean Cádiz:
A mediados de abril de 1797, Jervis y Nelson establecían el bloqueo de Cádiz, defendido por D. José de Mazarredo, quien suplicó al almirante inglés, como cuestión prioritaria, por ser los más cercanos a las naves ofensivas, permitiera a los pescadores gaditanos que pudieran continuar con sus faenas sobre sus pateras en las aguas circundantes. Al día siguiente, el almirante sitiador contestaba encabezando su carta con esta frase:
«Nada me causará mayor satisfacción que suavizar el azote de la guerra entre las gentes de dos naciones formadas para vivir entre sí con estimación y concordia» (...) «Suplico a V.E. que me haga la justicia de creer que soy incapaz de causar la menor injuria a los inofensivos habitantes de las naciones contra quienes estoy empeñado en hostilidades por las órdenes de mi soberano, en cuyo desagrado incurriría ciertamente si no usase de toda humanidad en las operaciones militares».
Mazarredo, un preclaro marino de la Ilustración, que va a defender Cádiz con todas sus fuerzas y toda su inteligencia, dirá a sus oficiales la frase, reflejo de su talante y que para el s. XXI quisiéramos oír la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo de sus dirigentes: «Nunca tenga cabida en vosotros la ferocidad». Con Mazarredo y hombres de la talla de Federico Gravina, Antonio de Escaño y Cosme Damián Churruca, Cádiz podrá sentirse seguro, pese a la fuerza enemiga... A Mediados de junio una reducida fuerza naval española formada por navíos, faluchos, cañoneras, botes y sereníes, se aprestaban a la lucha. A las nueve de la noche del tres de julio, una bombarda inglesa rompía el fuego sobre el castillo de San Sebastián. Inmediatamente, fuego y ruido llenaban los tranquilos aires del verano gaditano; obuses y granadas caían sobre la Caleta ante el terror de pescadores y vecinos. Nelson dirigía a bordo de una lancha de trece hombres las operaciones de ataque. Mal se pusieron las cosas para los españoles, hasta que el valor de los marinos españoles, superando el normal miedo ante un enemigo destacadamente mejor armado, sería principio de una feroz contraofensiva que llegará hasta el abordaje sobre los botes ingleses por los hombres de las lanchas españolas capitaneadas por Cavalieri y Ferriz (muerto el primero, herido el segundo). Cuando Ferriz recobre el conocimiento podrá contemplar cómo un jefe inglés lo sujeta, impidiendo que fuera rematado por la soldadesca: ese jefe era el contraalmirante Nelson, segundo de Jervis, que por disposición de éste dirige el bombardeo sobre la ciudad. Cuentan las crónicas que muchos gaditanos huyeron hacia los pueblos cercanos, conscientes de que la ciudad sería arrasada y conquistada si un milagro no lo remediaba. Pero los milagros no llegan sin que quien los espera no ponga toda la carne en el asador». Y así tuvo que ser. Cádiz se salvaría -como era premisa de Mazarredo- con valor, pero sobre todo con esfuerzo e inteligencia; en el tiempo de siete días la ciudad se puso «manos a la obra», armando ocho tartanas y diez barcos grandes bien armados. ¡Trabajo les iba a costar a los ingleses apoderarse de Cádiz! El 5 de junio, Mazarredo apostaba en la Caleta 16 lanchas cañoneras, mientras otras 15 quedaban en la boca del puerto. Ese día, al anochecer, una bombardera inglesa se dirigía nuevamente a la ensenada de levante, la Caleta, para infligirle un duro castigo de obuses. A las 9,55, las fuerzas de Mazarredo rompían el fuego desde la cercana zona del vendaval. En la madrugada, el mar de Cádiz ardía entre las llamaradas de los obuses y el estruendo de las explosiones. El fragor de la artillería era casi apocalíptico, tanto como el miedo de los más avezados marinos, conocedores de tempestades, abordajes y corsarios... Ante la dura resistencia, el enemigo, por fin. se retiraba. Un segundo intento, también infructuoso, tendrá lugar días más tarde; a media mañana, desde la Caleta, las lanchas cañoneras rechazaban a los ingleses con tal energía, que la famosa bombardera de Nelson quedaba fuera de combate. Nelson y Jervis se retiraban de Cádiz rumbo a Tenerife. Lo que al famoso héroe de Abukir le había parecido sería un tranquilo paseo por las aguas gaditanas, resultó ser una contraofensiva española con todas las de la ley, obligando al inglés a la retirada hacia otras latitudes, tal vez más propicias para una victoria. En 1805 la suerte personal de Nelson sería muy distinta: moriría en Trafalgar, destruyendo, al propio tiempo, a la flota franco-española mandada por el almirante Villeneuve.
¡Por España Siempre!
¿Dónde perdió el farruco de Horacio el brazo?
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Perdió el brazo cuando intento tomar Santa Cruz de Tenerife.
¡Por España Siempre!
DIVISIÓN AZUL
Batalla por Possad (1942)
El 8 de noviembre se reciben ordenes de ocupar las pequeñas aldeas de Otenski, Possad y Poselok, ya ocupadas por el 30 Rgto. de la 18ª Div. alemana, y en una zona a 12 km. al sur de la línea establecida con una carretera como único acceso entre bosques para el aprovisionamiento, frecuentemente minada y hostigada por el enemigo, que discurre en dirección N-O desde Otenski a Schevelevo junto al Volkhov. Se asigna esta misión al 1º/269 que manda el Cmte.
Luque, que releva el mismo día 8 a los alemanes, estableciendo su PC en Possad y distribuyendo sus tropas entre las tres poblaciones. El dia 12 lanzan los rusos sucesivos ataques contra las posiciones fortificadas españolas de Possad y Poselok, apoyados por fuego artillero y aviación que ya desde las primeras horas incendian Posselok. Al recibir la orden de retirada, los 40 supervivientes combaten hasta llegar a la cercada Possad, donde encuentran el mismo panorama que han dejado atrás; las numerosas bajas españolas hablan de su heroísmo y los episodios de combates cuerpo a cuerpo y lucha a la desesperada para defender la posición son numerosísimos. El día 13 es herido el Cmte. Luque y caen en bravo combate los Cap. Calero, Díaz y Arredondo. La tarde del 14 llega el Cmte. Gª Rebull a hacerse cargo del mando y constata la fiereza de los combates: en algunas compañías sólo quedan una docena de hombres útiles, yaciendo muertos o heridos cerca de 200. Muñoz Grandes visita el 17 Otenski y arenga a sus guripas: "¡Con soldados como vosotros se puede ir a todas partes!". Entran en juego, relevando al diezmado 1º/269 una compañía del 2º/262, otra del 1º/263 y una compañía de zapadores que siguen bajo mando del Cmte. Gª Rebull.
Los rusos atacan Udarnik el 24 y el día 27 se construyen dos posiciones reforzadas para proteger la carretera entre Otenski y Schevelevo bautizadas con los nombres de "posición intermedia" y "capitán navarro", que son inmediatamente hostigadas por el enemigo. El general Moscardó, héroe del Alcázar, visita las posiciones de Schevelevo el 1 de diciembre y la madrugada del 4, cuatro regimientos soviéticos , apoyados de nuevo por artillería, morteros y aviación, atacan todas las posiciones españolas al este del Volkhov. Dos Cías. de zapadores y una de cañones anticarro al mando del Cmte. Román combaten, desde sus machacadas posiciones en el monasterio rodeado ya por los rusos, con inusitado valor durante cuatro horas y ponen en fuga a sus atacantes.
Tras nueve horas de ofensiva rusa, los españoles seguían en sus posiciones satisfactoriamente, con la excepción de Possad que aún estaba bajo el potente fuego artillero soviético. Muñoz Grandes decide reforzar Possad y manda a los remanentes del 1º/269 regresar al montón de ruinas del que habían sido relevados sólo dos semanas antes. Possad sufre un nuevo asedio artillero los días 5 y 6 con temperaturas de 40º bajo cero, y los españoles siguen en sus posiciones pese a todo, repeliendo los sucesivos asaltos rusos. El mando alemán autorizó entonces la evacuación de Possad y Otenski hacia las posiciones, relativamente más seguras de Schevelevo, para reorganizar las unidades.
Durante esos épicos treinta días, sólo el 269º Rgto. tuvo 120 muertos, 440 heridos y 20 desaparecidos. Antes del 10 de diciembre, de nuevo habían alcanzado las tropas españolas sus posiciones al otro lado del rio, de las que partieron dos meses antes. Sin embargo, la guarnición del subsector norte no tendría tregua. Udarnik y Gorka fueron atacadas en nochebuena y Muñoz Grandes ordenó a la división que mantuviese sus posiciones: "¡Ni un paso atrás, tenéis que resistir como si estuviéseis clavados al terreno!". El día 26 el Col. Esparza ordenó se reforzase la "posición intermedia" entre Udarnik y Lubkovo, yendo allá la sección del Alf. Moscoso. A las 6 de la madrugada del 27 ya ardía Udarnik, víctima de un intenso cañoneo y poco despues un Bon. soviético lograba penetrar en la población. El 2º/269 del Cmte. Román expulsó de nuevo a los rusos y contraatacó hacia el sur, a la vez que el Cmte. Rebull y tres Cías. del 1º/269 avanzaban hacia el norte.
A las 10 de la mañana se encontraron sobre la "posición intermedia" y quedaron paralizados por el horror...Alrededor de las trincheras y pozos de tirador estaban esparcidos los cuerpos del Alf. Moscoso y sus hombres, desnudos sobre la nieve, algunos mutilados y literalmente "clavados" al terreno con sus propias bayonetas y zapapicos...horrible visión para sus camaradas. Se completó la recuperación de la línea española con el furioso contraataque del Cmte. Gª Rebull, apoyado por un grupo de artillería alemán del 7´5 y dos Cías del 1º/269, a la iglesia derruida de Lubkovo llamada "la vieja capilla" donde el Bon. ruso que la guarnecía ofreció poca resistencia y cayó bajo el fuego de las armas españolas que vengaron así a sus camaradas caídos. El General Von Chappuis insinúa relevar a los españoles para reorganizar sus diezmadas unidades; Muñoz Grandes le contesta: "Mis hombres se recuperarán en sus puestos de vanguardia"
¡Por España Siempre!
Los soldados de la División Azul, son para mi, los herederos de los tercios, en cuanto a gallardia, valentia y todo lo que se puede esperar de un español en combate.
Digo esto por que a lo largo del siglo XX en España ha habido muchos casos individuales, pero colectivos del calibre de esos hombres hubo pocos.
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Caçador (militar)
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Soldado do Batalhão de Caçadores Nº 6 do Exército Português em 1811
Caçador era a denominação dos soldados de infantaria e cavalaria ligeiras, os primeiros chamados Caçadores a Pé e os outros Caçadores a Cavalo. Formavam linhas à frente ou aos lados tanto para atrapalhar as tropas inimigas como para proteger as suas próprias tropas.
A partir de finais do séc. XVII a infantaria dos exércitos europeus, começou a incluir subunidades armadas com armas mais ligeiras e de maior precisão (sobretudo carabinas), que cobriam os flancos das tropas de linha (mosqueteiros e, posteriormente, fuzileiros) alvejando as forças inimigas com tiros de precisão. Ao contrário da infantaria de linha, que actuava em ordem unida e fazia descargas conjuntas de fuzilaria, a infantaria ligeira actuava em ordem dispersa e efectuava tiro individual de precisão. Nalguns países, entre os quais Portugal, essas tropas começaram a ser conhecidas por Caçadores, dado que a sua actuação era semelhante à actividade de caça.
Mais tarde, já no séc. XIX começou também a ser dada a designação de Caçadores a Cavalo, às tropas de cavalaria ligeira usadas na função de exploração e reconhecimento.
Brasil
No Brasil é, modernamento, designado Caçador o soldado que é comumente conhecido como Franco atirador, um atirador de Fuzil que em geral atua em dupla e é responsável por emboscadas e inquietação da tropa inimiga. As Unidades do Exército Brasileiro que ainda têm essa designação, são Batalhões de Infantaria Leve, que apenas permaneceram com seus antigos nomes.
Portugal
Em Portugal, os regimentos de infantaria do séc. XVIII possuiam, cada um, uma companhia de caçadores. Na organização de 1808 foi decidida a criação de batalhões independentes de caçadores, sendo aquelas companhias abolidas nos regimentos de infantaria. Os Batalhões de Caçadores tornaram-se as tropas de elite do Exército Português durante a Guerra Peninsular, caracterizando-se pelos seus típicos uniformes castanhos permitindo aos soldados camuflarem-se no terreno.
Posteriormente, paralelamente às unidades independentes de Caçadores, voltaram a ser criadas no seio dos regimentos de infantaria, subunidades de infantaria ligeira, agora denominadas Companhias de Atiradores. Basicamente os atiradores eram tropas de Caçadores, distinguindo-se destes apenas por estarem integrados em regimentos de linha e não usarem uniformes castanhos.
Os batalhões e, mais tarde, regimentos de Caçadores mantiveram-se no Exército Português até à reorganização de 1911. Nessa reorganização, deixou de existir separação entre infantaria de linha e Caçadores, sendo as unidades deste tipo transformadas em regimentos de infantaria.
Na reorganização do Exército de 1928, foi decidida a criação de batalhões reforçados responsáveis pela defesa fronteiriça, baptizados de Batalhões de Caçadores. Apesar do título Caçadores estas unidades não eram de infantaria ligeira, pelo contrário, possuindo maior dimensão e armamento mais pesado que os batalhões de infantaria de linha.
A partir dos anos 50, paralelamente aos Batalhões de Caçadores de fronteira, começou a ser usado o título de Caçadores para designar as unidades expedicionárias de infantaria enviadas para o Ultramar. Estas sim eram unidades de infantaria ligeira vocacionadas para operações em ambiente de Guerra Subversiva, com organização e armamento mais aligeirado que as unidades de infantaria de linha. Estas unidades (batalhões e companhias independentes) constituiram a grande maioria das tropas portuguesas que combateram na Guerra do Ultramar. De notar que foram mobilizados batalhões e companhias do tipo Caçadores por unidades de cavalaria e artilharia que mantiveram a designação da arma a que pertenciam apesar de actuarem como infantaria ligeira.
Também nos anos 50, o título Caçadores foi utilizado para designar as então criadas tropas paraquedistas agrupadas no batalhão de Caçadores Páraquedistas, mais tarde transformado em regimento.
No início dos anos 60 foram também designadas por Caçadores Especiais as companhias de operações especiais criadas pelo Centro de Instrução de Operações Especiais. Os Caçadores Especiais consideravam-se os verdadeiros herdeiros dos Caçadores da Guerra Peninsular, adoptando como peça de fardamente uma boina da cor castanha das fardas daquelas antigas unidades. Estas companhias combateram no início da Guerra do Ultramar, sendo posteriormente descontinuadas devido à decisão de alargar o treino em operações anti-guerrilha a todas as unidades de Caçadores (paralelamente, o uso da boina castanha foi também alargado a quase todas as unidades do Exército). Posteriormente foram novamente criadas unidades do mesmo tipo, mas desta vez designadas Comandos.
A separação entre unidades de Caçadores e de infantaria de linha voltou a desaparecer no Exército Português no final dos anos 70, passando a haver apenas regimentos e batalhões de infantaria.
De notar que a designação de Caçadores a Cavalo foi também utilizada no Exército Português para designar os esquadrões de cavalaria de linha desde meados do séc. XIX até ao fim da cavalaria hipomóvel na década de 1940.
Obtido em "http://pt.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%A7ador_(militar)"
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