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Tema: Textos históricos de alabanzas a España

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOAS DE ESPAÑA:

    19
    “España es vencida por la Galia en abundancia de vino, trigo y carnes; pero la vence en bondad y en el sabor de ellos... los españoles usan mucho de aguas encanaladas, trayendo de muy lejos acequias de los grandes ríos. España no está fatigada por los vientos septentrionales y por los fríos, por lo cual produce con mayor abundancia aceite, miel, azafrán, rubia, minio, cochinilla, azúcar, esparto, romarino, limones, alcaparras, dátiles, limas (mala y púnica) y otros frutos aromáticos.

    “El temperamento de los españoles es más cálido y más seco, y la color oscura. ...Es mayor para procrear de las mujeres de los galos que la de las españolas.
    ... los miembros de los españoles son más duros; tienen delgadísimo el cuerpo en la cintura. Los españoles pugnan con más arte que ferocidad y llevan a la guerra más consejo que fiereza.
    “España ha sido siempre recomendada por la ligereza de sus caballos, a los cuales los jinetes de armadura ligera cabalgan pulcramente con las piernas apretadas; dedicándose a los ejercicios de lanza y a todos los actos militares...

    ... los españoles son más taciturnos, pues aprendieron a disimular mejor... Son los españoles en los banquetes menos sociables, más ceremoniosos, afectando no sé qué severidad, de la que los galos no cuidan.
    ... los españoles beben diluido en mucha agua. Entre los españoles se recibe a los forasteros más dura e incivilmente; de suerte que, cansado el viajero por el camino, tiene que buscarse la comida de lugar en lugar. Esto hace que los españoles no sean tan avezados a viajar y no quieran gastarse la pecunia tan pródigamente; ni son inclinados a prestar servicios, de tal manera que ni a un príncipe se digna ofrecérselos un rústico si no le da la gana.

    España es más extensa por su suelo, pero no tan populosa. Más rica en oro, pero no en negociación de mercaderías; ni tantas rentas en ésta como en aquélla se recaudan para el rey.... en el hispánico suelo hay muchos lugares incultos y desiertos.
    De España a la Galia, los mercaderes llevan granos, sedas de todo género, lanas, azafrán, azúcar, arroz, aceite, alumbre, grana de los tintoreros, piedras preciosas y aromas traídos de la India. De la Galia a España, granos, telas de lino, hilo, pastel y otras muchas mercancías menores, como espadas, agujas, etc.
    Es muy inquieto y rumiador de grandes cosas el ánimo de los españoles, que son de ingenio feliz....

    Es bárbara la costumbre de las mujeres hispánicas de perforarse los lóbulos de las orejas con un aro de oro o de plata, al que prenden las más de las veces alguna piedra preciosa. Rodean también su talle con un cinturón de madera, para que con el dilatado paso parezcan más pomposas.
    Es de alabar en las mujeres hispanas que, a manera de las matronas romanas, se abstienen mucho del vino; y es de vituperar que deformen su rostro con colirios, minio y cerusa. Tiénese también a los españoles por supersticiosos en los ritos de la religión. Juran según gentílica costumbre [por el solio del rey y de su vida y se besan las manos al saludarse].

    Desde hace algunos años, los españoles alcanzaron algún nombre por su bélica fortaleza en muchas victorias ganadas al enemigo, siendo sufridísimos de hambre, sed y trabajos en la batalla y muy astutos en las estratagemas; de cuerpo tan ligero que fácilmente huyen y persiguen al enemigo. De vida frugal, no consumen tanto alimento como los galos y los germanos, a menos que sean invitados, pues entonces se llenan en los banquetes hasta la saciedad, porque para ellos son raros los convites y los toman con mayor avidez...”
    CLAUDIO PTOLOMEO ALEJANDRINO (100-160 d. C) ‘Geografía’

    20
    “Europa comienza con la Península Ibérica, abundante en frutos y próspera providencia, que produce metales y oro, minio, mármol, piedras preciosas; celebrada por sus dones... ciertamente la Bética limita con Lusitania, cuyo nombre, según la tradición, proviene de Luso, hijo de Liber, bien a causa de sus viñas... También el Tajo resplandece con sus arenas auríferas... además la Bética sobrepuja a todas las provincias por su abundancia en riquezas.”
    MARCIANO CAPELLA (s. V d. C.) ‘De nuptiis philologiae et Mercurii’ VI, 627

    21
    “Qué podrá decir la voz humana digno de tus tierras, ¡oh Hispania! La India, primero, levanta el sol de sus aguas; tú quien lo recoge al declinar el día, y en ti respiran los astros fatigados...
    Rica en caballos, fértil en cereales, preciosa en minas y, sobre todo, fecunda en píos príncipes. De ti los siglos recibieron a Trajano; de ti a Adriano, fuente de donde por adopción fluyeron los Elios, Antonino y Marco Aurelio, de ti nacieron Teodosio y los dos jóvenes hermanos Arcadio y Honorio. Cada provincia conquistada por Roma entregó sus dones para el Imperio: Egipto y África, trigos para los campamentos; la Galia, fuertes soldados; la Iberia, sus caballos, cosas todas que se hallan por todas partes; sólo Iberia dio un nuevo tributo al Lacio: los Augustos. Ella engendra los que han de regir el mundo”.
    CLAUDIO CLAUDIANO (370-404) ‘Laus Serenae’, 50-56.

    22
    “España, tierra abundante en riquezas y sobre todo en hombres doctos... envía aceite, salmuera, telas variadas, tocino y jumentos en suficiente cantidad para todo el mundo; poseyendo todas las cosas buenas y excelentes en ella; además la aventaja su producción de esparto”.
    ‘EXPOSITIO TOTIUS MUNDI ET GENTIUM’ (segunda mitad siglo IV).

    23
    “España fue, ante todo, madre para tí; tú, la tierra más feliz de todas las tierras... Posee numerosas ciudades eminentes; toda, cultivada o yerma, está llena de frutos o rebaños; es rica en ríos auríferos, en metales y en piedras preciosas de esplendor. Esta España produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los facundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio. España dio a Dios cuanto vemos”.
    PACATO DREPANIO (último tercio siglo IV) ‘Panegyricus Theodosio Augustus dictus’.

    24
    “España, tierra fértil y especialmente rica, favorecida en hombres sabios y en toda clase de bienes, envía mucho aceite, salmuera, tejidos varios, jumentos, tocino y esparto, y no solamente abunda en toda clase de bienes, sino que aun excede...”
    JUNIOR, ‘Libro del Filósofo’.

    25
    “Región que hay que comparar entre las mejores de la tierra; a ninguna inferior en frutos, y hay abundancia de todo, bien sea de viñas o de otra clase de árboles, que de todo produce... Tiene plata y oro; no se halla falta de hierro, ni cede en viñas; sobrepuja en aceite; nada hay en ella ocioso o estéril; pues si en algún lugar faltan mieses, se producen pastos; incluso en los lugares yermos produce materias útiles; no se preparan allí las sales, sino que se extraen de minas; obteniendo minio... y el Tajo, a causa de sus arenas auríferas, sobresale sobre los restantes ríos...”
    JULIO SOLINO (siglo IV) ‘Collectanea rerum memorabilium’.

    26
    “Se mostraba favorable la naturaleza de aquella región (Asturias) por las medidas emprendidas. Pues es feraz en oro, crisócola, minio y otros colores varios. (Augusto) obligó a explotar su suelo. Y así los astures, mientras buscaban para otros trabajando en el subsuelo, empezaron a descubrir sus tesoros y riquezas.”
    FLORO ‘Historias’, II, 33,60

    “La belicosa España, noble por sus guerreros y hechos de armas, plantel de los ejércitos enemigos... Maestra de Hannibal.”
    FLORO ‘Historias’, I, 22,38

    27
    “Eulalia, virgen de nacimiento noble, y todavía más, por su muerte, finamente ama a su Mérida, cuya leche la alimentó y que se adorna con sus restos.
    Próximo a Occidente existe un lugar que posee este egregio regalo, ciudad poderosa y rica en pueblos, pero aun más poderosa por la sangre del martirio y por el título de la virgen,
    de casi dieciséis años, cuando, frente a la pira de ásperas crepitaciones, pasmó a temblorosos verdugos.
    .........
    Mérida, gloriosa colonia de la Vettonia, ceñida por el famoso río Guadiana, con su potente onda rapaz, lava tus limpias murallas;
    es aquí, oh peregrino, oh indígena, donde tierno resplandor ilumina estos atrios de brillante mármol; en su venerable seno, la tierra guarda sus cenizas sagradas.
    Lámparas encendidas en artesonados de oro lucen encima de nuestras cabezas, y piedras sacadas del corazón de la tierra decoran incansables el suelo: de modo que podías imaginarte que te encuentras en un prado herido de diversas flores.
    Coged aquí moradas violetas y encendidas amapolas. Invierno es éste tan fecundo que no se priva de flores; ni hay helada capaza de amodorrar estos campos, impidiendo a nuestros cestos cogerlas a porfía.
    Cortándolas de entre las hojas, dedicadla esos dones; por mi parte, traeré en el concierto versos tejidos en dáctilos, flojos y de poco valor, pero transidos de alegría;
    pues le agrada que sus restos sean venerados aquí con un altar puesto encima de ellos; dormida a los pies del Señor, mira estas tierras y favorece a sus pueblos con encanto propicio”.
    AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en alabanza de la dichosísima mártir Eulalia.

    “El Cristo anotó en letras de oro los nombres de estos dos mártires en medio del Cielo, y estas inscripciones de sangre legó a las tierras conocidas.
    Tiene por esto la tierra Hibera rango feliz de corona por todo el orbe; porque pareció a los ojos de Dios digno lugar para depositar sus cuerpos aquel que había sido acogedor de los austeros cuerpos beatos.
    Teñido este lugar de la doble muerte, absorbió sus cálidas ondas. Sus habitantes ahora visitan las tierras empapadas de santa sangre, rogando con voz, promesas y ofrendas.
    Gentes extrañas, verdaderos cosmopolitas, vienen aquí, pues Fama va llevando de boca en boca, de tierra en tierra, que aquí están los recomendadores del mundo, a los que asedian con súplicas.
    Nadie que rogara aquí rogó en vano. El que suplica con limpio llanto se vuelve con el sentimiento seguro en el fondo del alma de haber conseguido lo que pidió con justicia.
    .........
    Fue el mismo Salvador el que nos regaló con este bien de que gozamos, cuando consagró a nuestra ciudad con las cenizas de estos mártires que conservan salvos a los colonos de las orillas del río Ebro.
    Cantad himnos ahora, en pie, ¡oh madres! Resuene la alegre voz de las esposas que conservan sanos sus maridos. ¡Festivo sea este día y consagrado al gozo por los hijitos que nos han sido dados!
    En el lugar donde los mártires padecieron se alza el Baptisterio de Calahorra.
    Del lugar de donde Cristo se llevó al cielo estos corazones probados en sangre brota ahora el agua del bautismo para purificar nuevos cristianos.
    Dos varones soportaron aquí martirio de sangre en nombre de su Señor.
    Fluye ahora indulgencia de líquida fuente para lavar antiguas manchas en río nuevo.
    Quien desee subir al eterno reino del Cielo, lleno de sed, que venga aquí: el camino le está aparejado.
    Por atrios de dolor subiendo los mártires, consiguieron su corona; almas purificadas en estas aguas buscan ahora el Cielo.
    .........
    Esta tierra, sagrada tesorera de los restos, por igual hace manar rocíos de agua o de sangre, análogamente purificadores, a los ojos de Dios.
    De la misma manera es el dueño de este lugar, Jesucristo, que herido en cada costado vierte torrentes de sangre aquí y agua viva allí.
    Como pueda, cada uno se irá al Cielo: con heridas de espada el uno; el otro, purificado en las aguas.”
    (Himno en honor de los mártires Emeterio y Celedonio de Calahorra).

    “Nuestro pueblo natal, Zaragoza, guarda en un solo sepulcro las cenizas de dieciocho mártires. En alta voz, una y otra vez, proclamamos a la ciudad de Zaragoza poseedora de tan altísimo interés.
    Una patria llena de ángeles y que lleva en su seno tanto que ofrecer al Cristo, no tiene que temer la ruina de este mundo frágil.
    Cuando Dios, fulminante su ardiente diestra, venga envuelto en rubia nube para ajustar la cuenta, hasta el detalle de su peso, a las gentes.
    De todo el orbe, orgullosa al encuentro de Cristo y con presteza, irá cada ciudad con sus ofrendas y dones de precio.
    Cartago, la africana, mostrará tus huesos, oh Cipriano, doctor de boca elocuente. Córdoba, a Acisclo, a Zoilo y tres coronas más.
    Tú, Tarragona, engendradora de gente piadosa, le ofrecerás bella diadema de tres perlas, en la que Fructuoso puso lindo broche.
    Es éste el nombre de la perla atada al anillo; a su lado brillan piedras gemelas y las tres brillan con igual lucimiento.
    Es pequeña, sí, Gerona, pero rica en martirios; exhibirá orgullosa a su Félix. Nuestra Calahorra llevará a los dos hermanos que veneramos.
    Se alzará Barcelona, celosa de su preclaro Cucufate, y Narbona, enamorada de su Paulo, y, en fin, a ti, San Gregorio, te poseerá la sobresaliente Arles.
    La urbe cabeza de las urbes lusitanas, poderosa con los restos de la llorada muchachita, saldrá al encuentro del Cristo hasta el mismo altar.
    A la villa de Alcalá le gustará exhibir la sangre de Justo unida a la de Pástor, manjar y regalo doble.
    Tánger presentará a su Casiano, reliquia dichosa de los reyes Massylos, cuyo holocausto movió a las gentes domeñadas.
    Pocas serán las que se contenten con uno o con dos o con tres; algunas, caudalosas en amables prendas, comparecerán hasta con cinco mártires.
    Tú, Zaragoza, que te desviviste por el Cristo, tu cabeza ungida de aceites en prenda de paz, presentarás dieciocho santos.
    Con cantidad más crecida que ninguna otra ciudad, te alhajaste para este encuentro, y por la mucha piedad te iluminas de la máxima luz. Con dificultad, la ciudad madre del Peno y la misma Roma podrán superarte en regalos de sangre.
    Por esta sagrada sangre dedicada, te son apartados de la puerta los torpes demonios y las negruras de las tinieblas.
    No hay horror de sombras dentro de ti; la peste fulminada y vencida huye de tus pueblos. en cada plaza tuya habita el Cristo. En todas partes Cristo está.
    Puede confiarse en esta tierra fecunda en coronas sagradas, de donde, en levantado tropel, vuelan hacia el cielo las famosas togas formando un coro de nieve.
    De allí vino, oh Vicente, tu palma. En tu raza religiosa. Engendró tu gran triunfo esta patria de los infulados sacerdotes Valerios.
    Cuantas veces la feroz persecución retembló en este pobre mundo nuestro con los viejos tormentos, más enconada fue la rabia contra esta fortaleza.
    Ninguna oleada se amansó sin que nuestros compatriotas no cosecharan alabanzas; bajo la granizada aumentó siempre el número de tus mártires.
    Tú, al que la huella de su sangre caminante había de traer a morir a esta tierra, oh Vicente, con tu cercana muerte, ¡no la dejaste sellada de belleza futura? Siguen cultivando tus hijos esta tierra, que guarda tus restos en abrazo de amorosa sepultura.
    Nuestro eres, aunque padeciste lo indecible lejos de aquí, en Roma y cerca de Sagunto, después de vencer, hayas dejado tu sepultura.
    Nuestro y bien nuestro es aquel famoso infante que, empapado en el aceite de virtud y fe, en la gloriosa palestra supo probar cómo se doma al enemigo.
    Había conocido hasta dieciocho frescas palmas, y sabedor de los laureles, con ansia, persiguió el mismo honor.
    Aquí reposa ¡oh Engracia!, lo que nos quedó de tus virtudes con las que, oh poderosa virgen, fustigaste al espíritu deshonrado de aquel mundo.
    A ninguno de los mártires les quedó tiempo, durante su vida mortal, de habitar en nuestra tierra; sólo tú, sobreviviente de tu propia muerte, vives por el orbe todo.
    Fue éste un nuevo título de gozo para Zaragoza: tesoro fue proclamada la patria del mártir vivo.
    Hora es ya, con Optato y Luperco, de que el propio senado te dedique salmos consagrada por sus dieciocho mártires.
    ¡Muéstranos a Suceso!, ¡canta a Marcial!, ¡la misma muerte de Urbano te corresponde! ¡resuenen canciones a Julia y Quintiliano!
    ¡Haya coro en honor de Publio!, ¡sea descrita la victoria de Fronton y que consiguió Félix el bueno!, ¡qué el duro Cecilio!, ¡cuánta sangre costó tu victoria, oh Evoto!, ¡cuántas las tuyas, oh Primitivo!, ¡laúd fresca siempre para tu triunfo, oh Apodemo!
    para no añadir el especialísimo tormento de la muchacha viva, ni la muerte de Vicente, cuya sangre mana de aquí como fuente de honor.
    A más de Gayo (por no pasarlo por alto) y tú, Clemente, que en famosa batalla conseguisteis honor incruento.
    Por dificultad métrica me quedan por ensalzar a continuación cuatro nombres de varones a los que una remota tradición llama Saturninos.
    Mi amor por sus nombres de oro poco se importa de las leyes poéticas, aunque el cuidado en hablar de las cosas santas no es cosa viciosa ni perjudicial.
    Maravilloso es poder rezar, en verso, nombres anotados por el Cristo en el libro del cielo, que será abierto en el momento oportuno;
    Un ángel, entonces, en presencia del Dios Padre y del Hijo, agasajará a tus dieciocho santos, que en esta ciudad tienen derecho de ciudadanía por ley de sepulcro.
    Tantos mártires como guarda la ciudad rica en altas cabezas purpuradas, ruegan sin cesar por nuestras culpas.
    Concededme que con piadoso llanto riegue hasta hacer surcos en estos mármoles de manera que me quede esperanza de pagar la pena de mis culpas.
    Prostérnate conmigo, ciudad generosa de las santas sepulturas. Más tarde irás detrás de las almas que resucitan con sus huesos.”
    AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en honor de los dieciocho mártires de Zaragoza.


    DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS:

    28
    “Nos espera el Océano, circundador del mundo: busquemos los campos, venturosos campos; busquemos las islas ricas, donde la tierra sin arar rinde trigo cada un año y está en cierne la no podada viña y no engañoso jamás germina el pimpollo de la oliva, y el higo negro es adorno de su árbol, y la miel corre de las encinas huecas y de los altos montes delgada el agua se desliza con su pie fresco y sonoroso.
    Allí las cabras sin dueño se acercan a la colodra por sí mismas y la vacada amiga trae tensas las ubres; ni el vespertino oso ronda bramando los apriscos ni hincha la tierra el nido de las víboras.
    Ningún contagio daña allí al rebaño ni el hervor impotente de astro ninguno causa horror a los ganados.
    Muchas más cosas, gusto al par que asombro, nos han de dar; como que ni el Euro acuoso hiende la tierra con sus largas lluvias, ni el árido terrón abrasa nunca la simiente pingüe, porque el rey celeste atempera todos los extremos.
    No enderezó acá su rota la nave Argos, con ayuda del remo, ni la princesa impúdica de Colcos puso allí su pie.
    No hacia allá volvieron sus antenas los mercadantes de Sión ni el trabajado séquito de Ulises.
    Júpiter segregó del mundo estas riberas y las reservó para una raza piadosa, cuando manchó de bronce la edad de oro; con bronce primero, luego con hierro endureció los siglos de quienes, según mi vaticinio, escaparán los hombres con una fuga a tiempo.”
    HORACIO (65-8 a. C.) ‘Epodo XVI’

  2. #2
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    LO ESPAÑOL:

    29
    “Acordaos de que me habéis oído hablar como español, no como romano”
    ENNIUS (200 a. C.) ‘Annales’


    CALIDAD DEL ESPAÑOL :

    30
    “Tú, oh Septimio, que conmigo irías a Gades y a ver al cántabro indócil en llevar el yugo nuestro...”
    HORACIO (65-8 a. C.) ‘Oda VI’

    “Deja de inquirir, Hirpino Quincio, lo que piensa el cántabro belicoso...”
    (‘Oda XI’)

    “No quieras, Mecenas, que yo acomode a los muelles sonidos de mi lira las largas guerras de la feroz Numancia...”
    (‘Oda XII’)

    “... cuyos lomos abrasó el látigo ibérico” (se hacían los látigos con esparto)
    (‘Epodo IV’)

    “Y si la llama sola
    (sabiéndolo el marido) el mercadante
    o de nave española
    el maestre que es pródigo y amante,
    se levanta en presencia
    de todos, y a su gusto da licencia”
    HORACIO (65 - 8 a. C.)

    31
    “Los celtíberos muestran en el combate un júbilo fiero...”

    “Los españoles ignoran el latín, como los cartagineses; no los entendería sin intérprete el Senado Romano. Los poetas de Córdoba tienen algo de ronco, algo de exótico; no merecen los oídos de un cónsul. Si los poetas cordobeses son roncos, los oradores vacceos son broncos y horrísonos...”
    CICERÓN.


    SENTIDO RELIGIOSO HISPANO:

    32
    “Al hombre se le ha dado un alma inquieta y movediza; lo que no es de admirar si se tiene en cuenta su origen, pues no está compuesta de ningún cuerpo sólido y terreno, sino que proviene de un soplo celeste”
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, 6-7

    “A nuestro cuerpo miserable, cárcel y atadura del alma, lo arrojan de una parte a otra. A él afectan suplicios, despojos, enfermedades; pero el alma es sagrada y eterna, y nadie puede poner sobre ella la mano.”
    (‘De Cons. ad Helviam Matrem’, XI, 7)

    “No se mantiene en pie esta inmensa fábrica del universo sin alguien que la cuide, y el ir y venir de los astros no es fortuito, pues lo casual con frecuencia se perturba y pronto se rompe. Esta velocidad sin choques procede de un mandato de ley eterna, por el cual tantas cosas se mueven en el mar y tierra y brillan con orden tantas luces clarísimas. No es obra de la materia errante este orden.”
    (‘De Prov.’, I, 2)

    “No lanza Dios el rayo, pero todo está dispuesto de tal modo que cuanto se hace, aunque no lo haga Él, no se hace sin una razón: la suya. Pues aunque Dios actualmente no lo haga, hizo posible que se hiciera. No mueve mano en las cosas particulares, pero dio causas y fuerza a todas”
    (‘Nat. Quaest.’, II, I, 46)

    “Dios, rector y guardián del universo; dueño y artífice de la máquina del mundo. Muchos nombres le convienen. ¿Quieres llamarle Destino? No yerras; pues de Él, causa de causas, penden todos. ¿Quieres llamarle Providencia? Dices bien, pues por su consejo se provee el mundo. ¿Quieres llamarle Voluntad? Haces bien; pues por la suya se hace todo.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘Nat. Quaest.’, II, I, 45


    HEROÍSMO Y AMOR A LA LIBERTAD:

    33
    “Los numantinos, acosados por el hambre, enviaron una embajada de cinco ciudadanos a Escipión para saber si, caso de entregarse, les serían puestas condiciones honrosas.
    Avaro, jefe de los legados, habló con arrogancia a Escipión de las instituciones de Numancia y de su valentía; añadió que nada reprochable habían cometido los numantinos al sufrir tantos males por defender sus hijos y mujeres y la libertad de su patria.
    “Digno es de ti, valeroso Escipión –dijo- que perdones a una gente tan noble y valerosa y nos ofrezcas, como alternativa de nuestros males, condiciones mas humanas, que seamos capaces de sobrellevar, una vez que acabamos de experimentar un cambio de fortuna. Así que no está ya en nuestras manos, sino en las tuyas, o bien aceptar la rendición de la ciudad si concedes condiciones mesuradas o consentir que perezca totalmente en la lucha.
    Mas Escipión, que conocía la situación interna de la ciudad, a través de los prisioneros, se limitó a decir que debían ponerse en sus manos, junto con las armas, y entregarle la ciudad sin condición ninguna.
    Cuando les fue comunicada la respuesta, los numantinos, que hasta entonces habían podido contener difícilmente su ira por su absoluta libertad y falta de costumbre en recibir ordenes de nadie, en aquella ocasión, aún más enojados por las desgracias y tras haber sufrido una mutación radical en su carácter, dieron muerte a Avaro y a los cinco embajadores que le habían acompañado, como portadores de malas nuevas y, porque pensaban que, tal vez, habían negociado con Escipión su seguridad personal.
    No mucho después, al faltarle la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin hierba, comenzaron a comer pieles cocidas, como hacen algunos en situaciones extremas de guerra y cuando también les faltaron las pieles, llegaron a comer carne humana cocida: en primer lugar comieron a los muertos, y después, despreciando la carne de los enfermos, los más fuertes mataban a los más débiles para poder vivir; no les faltó ninguna clase de males; sus almas se convirtieron en almas de fiera, por la clase de sus alimentos, y embrutecidos sus cuerpos por el hambre y la peste, y con los cabellos crecidos por el tiempo que tal situación había durado, decidieron entregarse a Escipión.
    Este les ordenó que ese mismo día llevaran las armas al lugar que habían designado y que al día siguiente abandonaran la plaza; ellos, en cambio, declararon que muchos querían morir y por consiguiente, solicitaron a Escipión un día para disponer su muerte.
    Gran amor a la libertad y extraordinaria valentía mostró esta ciudad bárbara y pequeña; habitada en tiempos de paz por unos ocho mil, ¡cuántas y cuáles derrotas causaron a los romanos! ¡Cuántos pactos les obligaron a firmar, que con ningún otro pueblo habría roma concluido! ¡Cuántas veces provocaron a combate a un general tan eximio y que contaba con setenta mil hombres!
    Sólo Escipión comprendió que no debían trabarse batallas con fieras, sino combatirlas por el hambre, contra la que no puede lucharse. Sólo por el hambre podía ser combatida Numancia, y sólo por ella lo fue en realidad. Tal es mi opinión sobre los numantinos, considerando su corto número, los trabajos que soportaron, las hazañas que realizaron y el tiempo que resistieron.
    De los habitantes de Numancia, la mayor parte se dieron la muerte a sí mismos de mil modos distintos, y los demás, a los tres días, salieron para el lugar que se les había destinado, ofreciendo un espectáculo horrible y extraño, con sus cuerpos escuálidos, sucios y desgreñados, malolientes, con las uñas crecidas, los cabellos largos y los vestidos repugnantes; si aparecían dignos de lástima a los enemigos por tanta miseria, les infundían pavor, por llevar impresos en su cara la cólera, el dolor y la fatiga.
    APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’


    LIBERTAD Y JUSTICIA:

    34
    “Si he de vestir la toga del magistrado y notificar una sentencia de muerte, iré al tribunal, no furioso y amenazador, sino con la seriedad de la Ley; diré las palabras solemnes, con voz serena y grave, mas no rabiosa; y mandaré ejecutar, no encolerizado, sino severo”.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De ira’ I, XVI, 5.

    “¡Qué pequeña inocencia es ser bueno según las leyes! ¡Cuánto más se extiende la regla moral que la legal! ¡Cuántas cosas exige la piedad, humanidad, generosidad, justicia, buena fe, que no están en las Doce Tablas!”
    (‘De ira’ II, XXVI, 2)

    “Obedecer a Dios es libertad”
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De vita beata’, XV, 7.


    ÁNIMO ESPAÑOL:
    35
    “Parecía que el resto de la campaña debía ser tranquilo, y lo hubiese sido por parte de los cartagineses; pero además de que los españoles tienen ánimo inquieto y ávido de aventuras; Mandonio e Indibilis, que había sido anteriormente rey de los ilergetes, viendo que los romanos los abandonaban el desfiladero para marchar a la costa, sublevaron a sus compatriotas y marcharon a talar el pacífico territorio de los aliados de Roma.
    TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’


    VALOR:

    36
    “Retógenes, por sobrenombre Caraunio, el más valiente de todos los numantinos, en unión de cinco amigos, con otros tantos jóvenes criados y con cinco caballos, en una noche tenebrosa, atravesó, sin embargo de todas estas precauciones, el espacio que mediaba entre la ciudad y la cerca romana. Llevaba consigo una escala plegable, la acercó al muro, subieron por ella él y sus amigos y, matando al punto a los guardias de uno y otro lado, consiguieron atravesar las líneas enemigas sin tropiezo. Enviaron a la ciudad los jóvenes criados y, haciendo subir los caballos por la escala, marcharon a las ciudades de los arévacos, para suplicarles que, siendo congéneres de los numantinos, vinieran en su ayuda.
    Pero la mayor parte de los arévacos no escucharon sus ruegos, sino que por miedo los despacharon enseguida. Sólo Sutia, ciudad floreciente, que distaba trescientos estadios de Numancia, estuvo indecisa. Su juventud, admiradora de los numantinos, instaba al resto de la ciudad para que llevasen socorro a los sitiados, pero los viejos denunciaron a Escipión lo que ocurría y se frustró el propósito.”
    APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’.

    37
    "Escipión (Africano) volvió a Cartago (Nova) para cumplir sus votos a los
    dioses y celebrar los juegos de gladiadores que había dispuesto en honor de los manes de su padre y de su tío. La actuación de los gladiadores no estuvo en manos de la clase de hombres que los empresarios suelen enfrentar, sacándolos de los tablados de esclavos y de libres que ponen en venta su sangre, sino que todo fueron combatientes voluntarios y gratuitos. Pues unos fueron, en efecto, enviados por los régulos para dar ejemplo del coraje innato de su pueblo; otros se brindaron a luchar para dar gusto al general; a otros los arrastró el afán de emulación y de lucha, a no rehuir ésta al provocar o ser provocados en desafío.
    Algunos, que no habían podido o querido zanjar sus diferencias en un pleito legal, tras ponerse de acuerdo en que el objeto de la disputa correspondiese al vencedor, dirimían el asunto con la espada.
    Hombres de linaje nada oscuro sino preclaro e ilustre, de nombres Corbis y Orsa, primos hermanos y aspirantes al principado de una ciudad que llaman Ibis, se comprometieron a disputárselo en duelo. Corbis era el de más edad; pero el padre de Orsa había sido hijo del último rey, tras heredar el principado a la muerte de un hermano mayor.
    Cuando Escipión trató de discutir con ellos el asunto y de calmar sus iras, ambos declararon haberse negado ya a los ruegos de sus parientes en el mismo sentido "y que no aceptarían a ningún juez, ni de los hombres ni de los dioses, si no era Marte"... Corbis, el mayor de los dos, confiaba en su fuerza, Orsa, el menor, en su juventud, y cada uno de ellos prefería morir combatiendo a vivir sometidos a la autoridad del otro. De manera que al negarse ambos a desistir de su furiosa enemistad, ofrecieron al ejército un magnífico espectáculo, demostrando los males que la ambición produce entre los mortales.
    El mayor triunfó fácilmente, por su destreza y habilidad en el manejo de las armas de la fogosa inexperiencia del joven”.
    TITO LIVIO.


    INDEPENDENCIA:

    38
    “Escipión padeció una enfermedad bastante grave, pero cuya gravedad exageró el rumor público, añadiendo cada cual algo a lo que había oído decir... Esto bastó para perturbar toda la provincia, y especialmente los puntos lejanos. Entonces se vio qué masa de enemigos habría levantado una desgracia real, puesto que un falso rumor había excitado tan violentas tempestades.
    Los aliados violaron sus juramentos y el ejército sus deberes. Mandonio e Indibilis, que se habían lisonjeado con la esperanza de que, una vez arrojados los cartagineses, dominarían en España, y que veían frustrados sus deseos, sublevaron sus pueblos (que eran los lacetanos), armaron la juventud celtibérica y, penetrando en las tierras de los suesetanos y de los sedetanos, aliados de los romanos, hicieron en ellas crueles estragos...

    “En aquel mismo verano, el ilergete Indibilis promovió de nuevo en España una guerra grave, sin otro motivo que el desprecio que su admiración por Escipión le había hecho concebir hacia los otros generales”.
    TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’


    LIBERTAD DE ALMA DEL ESCLAVO:

    39
    “Yerra el que piensa que la esclavitud se apodera de todo el hombre, porque la mejor parte de él queda libre. Los cuerpos están consignados y sujetos al dueño, pero no lo está el alma; que ésta, de tal manera es libre y vagante, que aun con la misma cárcel del cuerpo, donde está encerrada, no puede ser impedida para que no use de su ímpetu ni para que deje de hacer cosas grandes, y espaciándose por lo infinito sea compañera de los espíritus celestiales.
    Finalmente, el cuerpo del esclavo es lo que solamente entregó la fortuna al dueño; esto es lo que se compró y esto lo que se vendió. No se da a la esclavitud la parte interior, porque todo lo que de ésta procede es libre; y así, ni nosotros podemos mandar a los esclavos todas las cosas ni ellos tienen obligación de obedecernos en todas. No estarán obligados a hacer lo que les mandáremos si fuere contra la república, ni tendrán obligación de dar sus manos para la maldad”.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De beneficiis’.

    HERMANDAD CON EL ESCLAVO:

    40
    “Laudable es mandar con moderación a los esclavos, y no debes pensar hasta qué punto puedas hacerles sufrir con impunidad, sino lo que te permiten sobre ellos la ley del bien y la equidad, que manda perdonar hasta a los cautivos y comprados por dinero...
    ¿A quién no había de ser más odioso Vedio Polión que a sus mismos esclavos, cuando engordaba sus lampreas con sangre humana y hacía arrojar a los que le ofendían en un vivero lleno de serpientes? ¡Hombre digno de mil muertes, ora reservase para su mesa las lampreas a que arrojaba sus esclavos para que les devorasen, ora no las tuviese sino para alimentarlas de esta manera!
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De clementia’.


    LA IDEA DE NOBLEZA:

    40
    “De nuevo disminuyes a mis ojos y dices que demasiado mal obran contigo, primero Naturaleza y después Fortuna, para que puedas apartarte del vulgo y llegar a la mayor felicidad humana. Si algo hay de bueno en filosofía es esto: no buscar los antepasados; todos, si remontamos el primer origen, procedemos de Dios. Caballero eres, y a esta clase te elevó tu esfuerzo.
    Pero para muchos están cerrados los altos puestos, no a todos admite la Curia, y hasta los campamentos eligen cuidadosamente a quiénes admitirán en trabajo y peligro. El tener un alma buena está abierto a todos; para esto todos somos nobles y no rechaza a nadie la Filosofía, sino elige: Sócrates no fue patricio; Cleantes fue aguador y se alquiló para regar un huerto; no recibió Platón una filosofía noble, la hizo.
    ¿Qué hay para que desesperes de poderte hacer igual a ellos? Todos serán antepasados tuyos si te haces digno, y te los harás si te persuades primero de esto: nadie te supera en nobleza; tantos antepasados tenemos unos como otros; no hay origen más allá de la memoria humana, y Platón dice que no hay rey que no descienda de esclavos, ni esclavo que no descienda de reyes. Todo mezcló la larga variedad de los tiempos y revolvió arriba y abajo Fortuna.
    ¿Quién es noble? El bien dispuesto por Naturaleza para virtud. Sólo esto has de mirar. Pues si buscas antigüedad, nadie hay antes de quien no haya nadie. Desde el origen del mundo hasta ahora nos trajo una serie alterna de miserias y esplendor. No hace noble el atrio lleno de imágenes ahumadas. Nadie vivió para nuestra gloria porque nos antecediese. Sentencia nuestra es: “El ánimo hace noble al que de cualquier condición le es permitido alzarse sobre fortuna”.
    Piensa que no eres caballero, sino hijo de un liberto, y puedes conseguir ser tú el único libre entre los hombres libres por nacimiento. ¿Cómo?, preguntas. Con tal de que no distingas lo bueno de lo malo, según la opinión del vulgo. No hay que mirar de dónde vengas, sino adonde vayas. Si algo hay que pueda hacer la vida dichosa, eso es bueno por derecho propio y no puede volverse malo.
    Pues, ¿en qué es en lo que se yerra si todos desean vida dichosa? En que toman los medios de alcanzarla como el fin y, mientras buscan, la calma se aleja. Porque la vida dichosa es la seguridad sólida y la inconmovible confianza, y ellos buscan causas de inquietud, y por el tortuoso camino de la vida, no sólo van cargados, sino arrastrando un gran peso. Así, por su propia culpa, siempre se alejan de lo que quieren, y cuanto más trabajo gastan, más se apartan y andan hacia atrás. Lo mismo que ocurre a los que se precipitan en un laberinto, que la misma velocidad los enreda”.
    SÉNECA. ‘Epistola XLIV’.


    IDEA DEL MÁS ALLÁ:

    41
    “Tanto cuanto dista la filosofía de las demás ciencias, oh Lucilio, otro tanto dista, en la filosofía misma la parte que se ocupa del hombre de la que se refiere a Dios. Más elevada y audaz es ésta, y a mucho se atreve: no contentándose con lo que ve, piensa que hay algo más grande y hermoso fuera de nuestra vista. Tanto entre una y otra cuanto de Dios al hombre.
    Enseña la primera lo que debe hacerse en la tierra; la segunda, lo que se hace en el Cielo. Una disculpa nuestros errores y trae luz que ilumina los dudosos caminos de la vida; la otra se eleva sobre esta densa niebla en que nos movemos, y sacándonos de la oscuridad, nos lleva allí donde nace la luz.
    Por eso, gracias doy a la Naturaleza porque no la veo desde donde todos, sino que penetro más adentro; aprendo de qué elementos se compone el universo; quién es su arquitecto o conservador, que es Dios.
    Si no pudiese elevarme a todo esto, para nada habría yo nacido. ¿A qué regocijarme, en tal caso, por encontrarme en el número de los vivos? ¿Por comer y beber? ¿Por cuidar este miserable cuerpo, que perece en cuanto ceso de rellenarlo y estar toda mi vida a cargo de un enfermo? ¿Por temer la muerte para la cual nacemos todos? Quita los bienes inestimables, y de nada valen las fatigas y sudores. ¡Oh, qué cosa despreciable es el hombre mientras no se eleve por encima de las cosas humanas!”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, I Praef., I, 5.

    42
    “¿Qué es lo más alto de las cosas humanas? No lo es llenar de armadas los mares, pero sí haber contemplado el mundo con el alma y conseguido la mejor victoria, el dominio sobre los vicios. Muchos dominaron ciudades y naciones; pero ¡cuán pocos a sí mismos!
    ¿Qué es lo más alto? Elevar el ánimo sobre las amenazas y promesas de Fortuna. ¿Qué hay digno de nuestros deseos? Si de lo divino caes en lo humano, te sucederá como cuando se pasa de claro sol a las tinieblas.
    ¿Qué es lo más alto? El ánimo firme y sereno en la adversidad que recibe todos los reveses como si los hubiese deseado. Y en efecto, deberíamos desearlos al saber que todo sucede por decreto de Dios.
    ¿Qué hay de grande? El ánimo fuerte e inquebrantable contra los reveses, que rechaza las voluptuosidades y hasta las combate con ahínco; que no busca ni huye el peligro; que no sabe esperar la fortuna sino hacérsela, y sale a su encuentro sin turbación ni inquietud.
    ¿Qué es lo más alto? Cerrar el alma a los malos propósitos, levantar las manos limpias al Cielo, no pedir bienes pasajeros.”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, III Praef., II.


    IDEA DE LA MUERTE:

    43
    “Cuesta toda la vida aprender a vivir y, lo que acaso te asombre más, a morir...
    ...Tú estás ocupado, la vida pasa; la muerte llega; para ella, quieras o no, tendrás tiempo.”
    SÉNECA ‘De Brev. Vit.’ VII.

    ¿Qué importa que falte un pedazo de pan a quien no le falta la posibilidad de morir?
    (‘De Vit. Beata’, XXV, 4)

    “Mal vive quien no sabe bien morir”
    (‘De Tranq. Animi’, XI, 4)

    “Mientras nos volvemos a mirar atrás, llega la muerte”
    (‘De Ira’, XLIII, 5.)

    44
    “Cuando vamos por lo oculto de Naturaleza, cuando tratamos las cosas divinas, hay que librar de sus males el alma y hacerla más fuerte; que también es necesario para los sabios, no porque huyan del ataque de las cosas, pues de todas partes nos caen dardos, sino para padecerlo con fortaleza y constancia. Podemos ser vencidos; no podemos salir intactos. ¿Cómo?, me preguntas. Desprecia la muerte y quedarán despreciadas todas las cosas que llevan a ella. La muerte nos llama a todos por igual. Séanos Dios adverso o favorable, hay que morir.”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, II, I, 59.


    TIPOS:

    LAS BAILARINAS ESPAÑOLAS:

    45
    “Diestra en tomar actitudes lascivas al son de las castañuelas béticas y a menearse al ritmo de Gades; capaz de devolver el vigor al trémulo Pelias y de incendiar al propio marido de Hécuba cabe la pira funeraria de Héctor; Teletusa inflama y atormenta a su primitivo dueño; la vendió sirvienta y la rescató la tierra”
    MARCIAL. ‘Epigr.’ VI, 71

  3. #3
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    PERSECUCIÓN:

    46
    “El gobierno (de Galba en España) duró ocho años, y su conducta fue muy desigual. Mostró al principio gran energía, vigilancia y hasta severidad excesiva en la represión de los delitos. Ordenó, por ejemplo, cortar las manos a un cambiante infiel y clavarlas sobre su mostrador; hizo crucificar a un tutor por haber envenenado a su pupilo, cuyos bienes había de heredar; y por invocar el culpable sus derechos y privilegios de ciudadano romano, Galba como para suavizar en algún modo el horror del suplicio, le hizo clavar en una cruz pintada de blanco y mucho más grande que las corrientes.
    Poco a poco se abandonó, sin embargo, a la inacción y a la molicie, por el temor de despertar suspicacias en Nerón, y porque -según decía-, “a nadie se puede obligar a que dé cuentas de su apatía.” Estaba presidiendo en Cartagena el convento provincial, cuando se enteró de la sublevación de las Galias, por haber recibido una demanda de auxilio del legado de Aquitania. Recibió también cartas de Vindex, que le instaba “a declararse libertador y jefe del universo”. Su vacilación duró poco, e impulsado tanto por el temor como por la esperanza, accedió a la petición. En efecto, había sorprendido una orden enviada secretamente por Nerón a sus agentes para que le diesen muerte, y por otra parte le favorecían felices auspicios, presagios ciertos, y de manera especial las predicciones de una virgen perteneciente a una noble familia; estas predicciones le inspiraban tanta más confianza, cuanto que el sacerdote de Júpiter, Clunio, advertido por un sueño; acababa de hallar en el santuario el mismo oráculo, pronunciado también por una joven adivina hacía ya doscientos años. El sentido de este oráculo era “que saldría de España un hombre que había de ser el dueño del mundo.”
    SUETONIO, ‘Vida de los Césares’, Galba.


    47
    C. Plinio al Emperador Trajano. Salud.
    Señor, me hago una obligación de exponerte todas mis dudas. En efecto, quién mejor que tú podrá disipar mis dudas y aclarar mi ignorancia. Yo no había jamás asistido a la instrucción o a un juicio contra los cristianos, por tanto no sé en qué consiste la información que se debe hacer en contra de ellos, ni sobre qué base condenarlos, como tampoco sé de las diversas penas a las cuales se les debe someter. Mi indecisión parte de una serie de puntos que no sé como resolver. ¿Debo tener en cuenta la diferencia de edades entre ellos o, sin distinguir entre jóvenes y viejos, los debo castigar a todos con la misma pena? ¿Debo conceder el perdón a aquellos que se arrepienten? Y, en aquellos que fueron cristianos, ¿subsiste el crimen una vez que dejaron de serlo? ¿Es el mismo nombre de cristianos, independiente de todo otro crimen, lo que debe ser castigado, o los crímenes relacionados con ese nombre?
    Te expongo la actitud que he tenido frente a los cristianos presentados ante mi tribunal. En el interrogatorio les he preguntado si son cristianos, luego durante el interrogatorio, a los que han dicho que sí, les he repetido la pregunta una segunda y tercera vez, y los he amenazado con el suplicio: si hay quienes persisten en su afirmación yo los hago matar. En mi criterio consideré necesario castigar a los que no abjuraron en forma obstinada. A los que entre estos eran ciudadanos romanos, los puse aparte para enviarlos frente al pretor de Roma.
    A medida que ha avanzado la investigación se han ido presentando casos diferentes. Me llegó una acusación anónima que contenía una larga lista de personas acusadas de ser cristianos. Unas me lo negaron formalmente diciendo que no lo eran más y otras me dijeron que no lo habían sido nunca. Por orden mía delante del tribunal ellos han invocado a los dioses, quemado los inciensos, ofrecido las libaciones delante de sus estatuas y delante de la tuya que yo había hecho traer, finalmente ellos han maldecido al Cristo, todas cosas que jamás un verdadero cristiano aceptaría hacer.
    Otros, después de haberse declarado cristianos, aceptaron retractarse diciendo que lo habían sido precedentemente pero que habían dejado de serlo; algunos de éstos habían sido cristianos hasta hace tres años, otros lo habían dejado hace un período más largo, y otros hasta hace más de veinticinco años. Todos estos, igualmente, han adorado tu estatua y maldecido al Cristo. Han declarado que todo su error o su falta ha consistido en reunirse algunos días fijos antes de la salida del sol para cantar en comunidad los himnos en honor a Cristo que ellos reverencian como a un Dios. Ellos se unen por un sacramento y no por acción criminal alguna, sino que al contrario para no cometer fraudes, adulterios, para no faltar jamás a su palabra. Luego de esta primera ceremonia ellos se separan y se vuelven a unir para un ágape en común, el cual, verdaderamente, nada tiene de malo. Los que ante mí pasaron han insistido que ellos han abandonado todas esas prácticas.
    Luego de mi edicto que, según tus órdenes, prohibía las asambleas secretas, he creído necesario llevar adelante mis investigaciones y he hecho torturar dos esclavas, para arrancarles la verdad. Lo único que he podido constatar es que tienen una superstición excesiva y miserable. Así, suspendiendo todo interrogatorio, recurro a tu sabiduría.
    La situación me ha parecido digna de un examen profundo, máxime teniendo en cuenta los nombres de los inculpados. Son una multitud de personas de todas las edades, de todos los sexos, de todas las condiciones. Esta superstición no ha infectado sólo las ciudades, sino que también los pueblos y los campos. Yo creo que será posible frenarla y reprimirla. Ya hay un hecho que es claro, y este es que la muchedumbre comienza a volver a nuestros templos que antes estaban casi desiertos; los sacrificios solemnes, por largo tiempo interrumpidos, han retomado su curso. Creo que dentro de poco será fácil enmendar a la multitud”.
    PLINIO. ‘Epístola a Trajano’.


    LIBERTAD DE CULTO:

    48
    “Cuando Nosotros, Constantino Augusto, y Licinio Augusto, nos reunimos felizmente en Milán y nos pusimos a discutir todo lo que importaba al provecho y utilidad públicas, entre las cosas que nos parecían de utilidad para todos en muchos aspectos, decidimos sobre todo distribuir unas primeras disposiciones en que se aseguraban el respeto y el culto a la divinidad, esto es, para dar, tanto a los cristianos como a todos en general, libre elección en seguir la religión que quisieran, con el fin de que lo mismo a nosotros que a cuantos viven bajo nuestra autoridad nos puedan ser favorables la divinidad y los poderes celestiales que haya.
    Por lo tanto, fue por un saludable y rectísimo razonamiento por lo que decidimos tomar esta nuestra resolución: que a nadie se le niegue en absoluto la facultad de seguir y escoger la observancia o la religión de los cristianos, y que a cada uno se le dé facultad de entregar su propia mente a la religión que crea que se adapta a él, a fin de que la divinidad pueda en todas las cosas otorgarnos su habitual solicitud y benevolencia.
    Así, era natural que diéramos en rescripto lo que era de nuestro agrado: que, suprimidas por completo las condiciones que se contenían en nuestras primeras cartas a tu santidad acerca de los cristianos, también se suprimiera todo lo que parecía ser enteramente siniestro y ajeno a nuestra mansedumbre, y que ahora cada uno de los que sostienen la misma resolución de observar la religión de los cristianos, la observe libre y simplemente, sin traba alguna.
    Todo lo cual decidimos manifestarlo de la manera más completa a tu solicitud, para que sepas que nosotros hemos dado a los mismos cristianos libre y absoluta facultad de cultivar su propia religión.
    Ya que estás viendo lo que precisamente les hemos dado nosotros sin restricción alguna, tu santidad comprenderá que también a otros, a quienes lo quieran, se les dé facultad de seguir sus propias observancia y religiones -lo que precisamente está claro que conviene a la tranquilidad de nuestros tiempos-, de suerte que cada uno tenga posibilidad de escoger y dar culto a la divinidad que quiera.
    Esto es lo que hemos hecho, con el fin de que no parezca que menoscabamos en lo más mínimo el honor o la religión de nadie.
    Pero, además, en atención a las personas de los cristianos, hemos decidido también lo siguiente: que los lugares suyos en que tenían por costumbre anteriormente reunirse y acerca de los cuales ya en la carta anterior enviada a tu santidad había otra regla, delimitada para el tiempo anterior, si apareciese que alguien los tiene comprados, bien a nuestro tesoro público, bien a cualquier otro, que los restituya a los mismos cristianos, sin reclamar dinero ni compensación alguna, dejando de lado toda negligencia y todo equívoco. Y si algunos, por acaso, los recibieron como don, que esos mismos lugares sean restituidos lo más rápidamente posible a los mismos cristianos.
    Mas de tal manera que, tanto los que habían comprado dichos lugares como los que lo recibieron de regalo, si pidieran alguna compensación de nuestra benevolencia, puedan acudir al magistrado que juzga en el lugar, para que también se provea a ello por medio de nuestra bondad.
    Todo lo cual deberá ser entregado a la corporación de los cristianos, por lo mismo, gracias a tu solicitud, sin la menor dilatación.
    Y como quiera que los mismos cristianos no solamente tienen aquellos lugares en que acostumbraban a reunirse, sino que se sabe que también otros lugares pertenecientes, no a cada uno de ellos, sino al derecho de su corporación, esto es, de los cristianos, en virtud de la ley que anteriormente he dicho mandarás que todos esos bienes sean restituidos sin la menor protesta a los mismos cristianos, esto es, a su corporación, y a cada una de sus asambleas, guardada, evidentemente, la razón arriba expuesta: que quienes, como tenemos dicho, los restituyan sin recompensa, esperen de nuestra benevolencia su propia indemnización.
    En todo ello deberás ofrecer a la dicha corporación de los cristianos la más eficaz diligencia, para que nuestro mandato se cumpla lo más rápidamente posible y para que también en esto, gracias a nuestra bondad, se provea a la común y pública tranquilidad.
    Efectivamente, por esta razón, como también queda dicho, la divina solicitud por nosotros, que ya en muchos asuntos hemos experimentado, permanecerá asegurada por todo el tiempo.
    Y para que el alcance de esta nuestra legislación benevolente pueda llegar a conocimiento de todos, es preciso que todo lo que nosotros hemos escrito tenga preferencia y por orden tuya se publique por todas partes y se lleve a conocimiento de todos, para que a nadie se le pueda ocultar esta legislación, fruto de nuestra benevolencia”.

    EUSEBIO DE CESAREA (275-339), ‘Historia eclesiástica’.


    49
    “No te entrometas en los asuntos eclesiásticos, ni nos mandes sobre puntos en que debes ser instruidos por nosotros. A tí te dio Dios el Imperio; a nosotros nos confió la Iglesia. Y así como el que te robase el Imperio se opondría a la ordenación divina, del mismo modo guárdate tú de incurrir en el horrendo crimen de adjudicarte lo que toca a la Iglesia. Escrito está: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Por tanto, ni a nosotros es lícito tener el Imperio en la tierra ni tú, ¡oh rey!, tienes potestad en las cosas sagradas.”
    OSIO, obispo de Córdoba (256-357) ‘Epístola al emperador Constantino’.


    LA JUSTICIA:

    50
    “Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Los principios del derecho son éstos: vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo. Jurisprudencia es el conocimiento de las cosas divinas y humanas y la ciencia de lo justo y de lo injusto”.
    ULPIANO (170-2289. ‘Digesto’.


    IDEA DE LA PATRIA:

    51
    “Cosa insufrible es no tener Patria”.
    SÉNECA ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, II.

    52
    “Cosa nefanda es hacer daño a la Patria”.
    (‘De ira’ II, XXXI, 4)

    53
    “No quieres intervenir en el gobierno del Estado si no es como cónsul... Pues qué, ¿no querrías hacer la guerra más que como general o jefe? Aun cuando otros vayan en vanguardia y la suerte te ponga en la reserva, desde allí, con tu palabra, consejo, ejemplo, anima a los que combaten. Aun perdidas las manos, hay quien ayuda en la batalla, si queda en su sitio y excita con sus voces. Haz lo mismo. Nunca será inútil obra de buen ciudadano.
    SÉNECA. ‘De Tranq. Animi’. IV, 5.


    EL PRÍNCIPE:

    54
    “A nadie, conviene tanto la clemencia, como al rey o al príncipe, porque los grandes poderes son honor y gloria si su influencia es saludable, como es funesta la fuerza que vale para dañar. Es estable y bien fundada la grandeza de quien todos saben que está no sólo por encima de ellos sino a su favor, cuyo cuidado en atender al bienestar de todos y cada uno diariamente experimentan; que, si cuando sale al público, no le huyen como a monstruo o animal nocivo que saliese de su cubil, sino que a porfía corren a él como hacia un astro luminoso y benéfico.
    Para defenderle están dispuestos todos a ofrecerse al puñal de los traidores y echar sus cuerpos por tierra, si para salvarlo, hay que hacerle camino con su propio cuerpo; todos defienden su sueño con centinelas nocturnos, lo protegen formando un círculo a su alrededor y hacen barrera contra los peligros que le amenazan.
    No es sin razón este consentimiento de los pueblos y de las ciudades en proteger y amar de este modo a los reyes y en sacrificarse a sí y a sus cosas, siempre que lo exige la salud del que reina; ni es vileza o locura que tantos miles empuñen la espada por uno solo y que con muchas muertes rescaten su vida, a veces la de un hombre viejo e inválido.
    Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están a su servicio, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si ella lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si es amo avariento; o si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitaremos en una sima; así también esa inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo, se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de aquél.
    Están, pues, salvando su propia vida, cuando por un hombre van diez legiones al combate y corren a las primeras líneas y oponen sus pechos a las heridas para que no caigan las banderas de su soberano; porque éste es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese la mente que los gobierna. Mientras existe rey, todos irán a una; muerto éste, rompen los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo. Estará lejos de este peligro ese pueblo tanto tiempo mientras sepa soportar los frenos de la autoridad; pues si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá que se los vuelvan a poner; esa unidad y ensambladura saltaría en mil pedazos y dejaría de ser obedecida la nación que dejara de obedecer.
    Por eso no es de maravillar que, los príncipes y los reyes y los que con cualquier nombre protegen el Estado, sean amados más que se ama a los amigos propios, pues si para los hombres cuerdos los intereses públicos están sobre los privados; es lógico que sea también más querido aquel en quien se ha personificado la república; porque ya desde muy antiguo se identifica al César con el Estado, que no pueden separarse el uno de la otra sin que ambos perezcan; porque el César quedaría sin fuerza, y la república sin cabeza...

    ...Lo mismo que el de un padre, es el quehacer del príncipe, al cual llamamos padre de la Patria, no guiados por vana adulación, sino para que sepa que recibió potestad paterna...

    ...Sólo hay una fortaleza inexpugnable para la defensa del príncipe: el amor de los súbditos...”
    SÉNECA. ‘De Clementia’ III.


    LA PATRIA DESHECHA:

    55
    “Campamentos de la misma nación, unos contra otros, distintos juramentos ligando a los padres contra los hijos; incendiada la Patria por mano de un ciudadano; escuadrones de feroces jinetes buscando afanosos los escondrijos de los proscritos, envenenadas las fuentes, extendidas las epidemias por obra del hombre, trincheras cavadas para cercar a los propios padres, llenas las cárceles, entregadas al fuego ciudades enteras, funestas opresiones, conjuraciones para arruinar Estados y tenidas como gloriosas acciones que, cuando se pueden reprimir, son crímenes”.
    SÉNECA. ‘De Ira’, II.


    EL EMPERADOR:

    56
    “He sido yo de todos los mortales el que agradé a los Dioses y fui elegido para hacer en la tierra las veces de ellos. Soy yo, para los pueblos, el árbitro de la vida y de la muerte: la suerte y condición que tenga cada uno está en mi mano. Lo que la fortuna quiera dar a cada uno, lo pronuncia por mi boca; de mi respuesta depende la alegría de los pueblos y ciudades. Ninguna parte del mundo es próspera sino por mi voluntad y mi favor. Estos millares de espadas, que mi paz mantiene ociosas, serán desenvainadas a una señal mía; tales naciones quedarán destruidas, otras se trasladarán; a unas les he de dar libertad, a otras se la he de quitar; aquellos reyes han de hacerse esclavos, tales cabezas recibirán la diadema regia, otras ciudades han de destruirse, otras se edificarán, es derecho mío decretarlo...

    ...Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están al servicio de ésta, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si el alma lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si fuera ama avariento; o bien, si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitamos en una sima; pues así también una inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo (el emperador), se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de uno solo...

    ...Porque éste (el emperador) es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese el alma del Imperio. Mientras exista un rey, todos irán a una; pero muerto éste, se rompen todos los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz romana y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo.
    Estará lejos de este peligro el pueblo tanto tiempo cuanto sepa soportar los frenos de la autoridad; mas si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá el pueblo que se los vuelvan a poner; y esa unidad y ensambladura de tan vasto Imperio saltaría en mil pedazos, y dejará de ser obedecida el día que deje de obedecer...

    ...Lo que hace el padre, ha de hacer también el príncipe, a quien llamamos padre de la Patria no llevados por vana adulación, porque los demás títulos son honoríficos. Los llamados grandes y felices y augustos y hemos aglomerado todos los títulos que pudimos sobre su ambiciosa majestad, atribuyéndoselos por honor; pero al príncipe llamamos padre de la Patria para que sepa que le ha sido dado un poder paternal, que es el más moderado, porque mira por los hijos y pospone al de ellos el bien propio...”
    SÉNECA. ‘De Clementia’.


    IGUALDAD DE DERECHOS:

    57
    “¿Dónde está prohibido, en el tratado con los gaditanos que pueda ser ciudadano romano cualquiera de ellos? En ninguna parte. Y aunque se hubiera incluido en él tal prohibición, estaría anulada por las leyes Gelia y Cornelia, que terminantemente autorizan a Pompeyo para poder conceder el derecho de ciudadanía. Pero el acusador dice: la excepción existe, porque el convenio es sagrado. Te perdono ignores las leyes cartaginesas, puesto que abandonaste tu ciudad, y que no hayas podido examinar las nuestras, porque ellas mismas, por el juicio público, te privaron de conocerlas”.
    CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Pro L. C. Balbo’.

    “Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, hice ciudadanos romanos a los caballeros hispanos en el campamento de Ausculo el día 14 de las Calendas de diciembre, conforme a la ley Julia. Estuvieron en el acuerdo ... (siguen sesenta nombres) el escuadrón Salluitano ... (siguen treinta nombres de soldados, agrupados por el país de origen en Bagarenses, Herdenses, etc.). Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, di al escuadrón en el campamento en Ausculo un cuerno pequeño y una marmita, mi collar y dobled e paja y trigo”.
    CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Inscripción de Ausculum’


    EDUCACIÓN A LOS JÓVENES ESPAÑOLES:

    58
    “Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos, les adornaba con oro y plata los morriones; les pintaba con distintos colores los escudos; enseñábales a usar de mantos y túnicas brillantes, y fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición.
    Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes; pero en la apariencia los instruía para que llegando a la edad varonil participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los romanos llaman bulas.”
    PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’, Sertorio.
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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    LA VIDA COMO MILICIA:

    59
    “Te indignas tanto, Lucilio, y te lamentas… ¿No comprendes que lo único malo es precisamente eso: tu indignación y tus quejas? Si me preguntas a mí, pienso que nada hay miserable para el hombre sino el que juzgue algo miserable. El día en que haya algo que yo no pueda soportar, ese día no podría soportarme a mí mismo ¿Que estoy mal de salud? Es parte de mi destino. ¿Murió alguien de la familia; bajan mis rentas; se me ha hundido la casa; me han venido daños materiales, heridas, trabajos, miedos...? Suele suceder; es más, son cosas que ocurren necesariamente; no son accidentes.
    Créeme y te descubriré mis sentimientos más íntimos. En todo lo que parece adverso actúo así; no es que obedezca a Dios, sino que estoy de acuerdo con su Voluntad; le sigo por propio impulso, pero no porque sea necesario. No me sucede nada que yo acoja con tristeza, con mal gesto. Todo lo que lloramos, lo que nos asusta, es tributo a la vida. De todas estas cosas, amigo Lucilio, no esperes inmunidades ni las pidas: ¿te ha producido inquietud un dolor de cuerpo, recibir cartas amargas, una pérdida patrimonial detrás de otra...? ¿Acaso no deseabas esto cuando deseabas la vejez? Todas esas cosas en una existencia dilatada son como el polvo, el lodo o la lluvia en una caminata larga.
    —“Pero es que yo quería vivir sin todos esos inconvenientes...” Palabras tan afeminadas son impropias de un varón. Mira como recibes este voto mío que yo formulo con grandeza de ánimo, no simplemente con buen ánimo: Ni los dioses ni las diosas hagan que Fortuna te tenga entre delicias. Pregúntate: si Dios te diera el poder de vivir o en el mercado o en el campamento militar, ¿qué preferirías? Porque, querido Lucilio, la vida es milicia. Y así, los que andan activos de un sitio para otro, y van arriba y abajo por lo trabajoso y por lo arduo, y hacen frente a las misiones más peligrosas, esos son los varones esforzados, los héroes del campamento. Pero esos otros a quienes una vergonzosa inacción les hace vivir blandamente son simples gallinas objeto de público desprecio.”
    SÉNECA. ‘Epist. XCVI’.


    MILICIA ESPAÑOLA:

    60
    “Entre tanto el pretor P. Manlio, que acababa de reunirse con el ejército de su antecesor Q. Minucio, los veteranos que antes mandó Ap. Claudio Nerón en la España ulterior, partió a su frente para la Turdetania. Tiénese a los turdetanos por el pueblo menos belicoso de España. Sin embargo, alentados por el número, avanzaron al encuentro de los romanos.
    Un ataque de la caballería bastó para desordenarlos, pudiendo decirse que la infantería no tuvo que sostener combate. Los veteranos que la formaban consiguieron en seguida la victoria gracias a su antigua experiencia y al conocimiento que tenían del enemigo. Pero aquel combate no terminó la guerra. Los turdetanos tomaron a sueldo 10.000 celtíberos y opusieron a los romanos aquellas tropas mercenarias.
    Entretanto, impresionado el cónsul por la revuelta de los bergistanos y convencido de que los demás pueblos seguirían su ejemplo a la primera ocasión, desarmó a todos los españoles de aquende el Ebro; pareciéndoles tan humillante esta medida que muchos se dieron la muerte. Para el altivo español nada era la vida desde el momento en que no tenía armas. Al recibir esta noticia, el cónsul llamó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “Interés vuestro es más que mío que permanezcáis sometidos; hasta ahora, vuestras sublevaciones han hecho más daño a España que trabajo ha costado a los romanos su represión. Creo que no hay más que un medio de evitarlas: el de reduciros a la impotencia. Quiero conseguir este fin por medios suaves. Ayudadme pues, con vuestros consejos en este asunto. Dispuesto estoy a seguir con preferencia el consejo que me deis”.
    Como todos guardaban silencio, el cónsul añadió que les concedía algunos días para deliberar. Llamados por segunda vez, se encerraron en igual silencio. Entonces Catón hizo desmantelar en el mismo día todas las ciudades; marchó contra los que todavía no estaban sometidos y recibió, a medida que se presentaba en una comarca, la sumisión de todos los pueblos que la habitaban. Solamente resistió Segística, ciudad rica y poderosa, teniendo que emplear las máquinas para apoderarse de ella...”
    TITO LIVIO (59 a. C. – 17 d. C) ‘Ab urbe condita’.


    GUERRILLAS:

    61
    “Metelo no sabía qué hacerse con un hombre arrojado que huía de toda batalla campal, y usaba de todo género de estratagemas por la prontitud y ligereza de la tropa española; cuando él no estaba ejercitado sino en combates reglados y en riguroso orden, y sólo sabía mandar tropas apiñadas que, combatiendo a pie firme, estaban acostumbradas a rechazar y destrozar a los enemigos que venían con ellas a las manos; pero no a trepar por los montes siguiendo el alcance de sus incansables fugas a unos hombres veloces como el viento, ni a tolerar como ellos el hambre y un género de vida en la que para nada echaban de menos el fuego ni las tiendas.
    Sucediendo por lo común que el que quiere evitar batalla padece lo mismo que el que es vencido, para éste el huir era como si él persiguiese; porque cortaba a los que iban a tomar agua, interceptaba los víveres, si el enemigo quería marchar le impedía el paso, cuando iba a acamparse no le dejaba sosiego, y cuando quería sitiar, se aparecía él y le sitiaba por hambre, tanto, que los soldados llegaron a aburrirse...”
    PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’.

    ARMAS:
    62
    “Los saguntinos tenían la falárica, arma arrojadiza de mango de abeto redondeado todo él, excepto el extremo en el que se encajaba el hierro; éste, cuadrado como el del pilum, era cuadrado; lo liaban con estopa y lo untaban en pez. El hierro, por otra parte, tenía tres pies de largo a fin de que pudiese traspasar el cuerpo a la vez que la armadura. Pero era especialmente temible, aunque quedase clavado en el escudo y no penetrase en el cuerpo, porque, como se le prendía fuego por el centro antes de lanzarlo y con el propio movimiento la llama que portaba cobraba gran incremento, obligaba a soltar el arma defensiva y dejaba al soldado desprotegido para los golpes siguientes” (Liv. XXI, 8, 10-12).
    TITO LIVIO, Lib XXI, 8-10.

    CONCORDIA:

    63
    “Por el mismo tiempo, 20.000 de la ciudad de Complega vinieron al campo de Graccho con ramos de paz, y ya que estaban cerca le atacan cuando menos lo pensaba y le desbaratan; pero él, aparentando con astucia que huía y les abandonaba el campamento, vuelve sobre sus pasos, les ataca cuando lo estaban saqueando, mata a los más y se apodera de Complega y sus alrededores. Después la puebla de pobres, distribuye entre ellos los campos y ajusta con todos aquellos pueblos un tratado, con expresa condición de que serían aliados del pueblo romano. Tomados y recibidos los juramentos, fueron de mucho provecho a los romanos en las diferentes guerras que después se siguieron.
    APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 43.

    “No muchos años después se incendió otra guerra cruel en la Iberia con este motivo. Segeda era una ciudad perteneciente a una tribu de los celtíberos llamados belos, grande y poderosa, y que no estaba inscrita en los tratados de Sempronio Graco. Esta ciudad forzó a otras más pequeñas a establecerse junto a ella; se rodeó de unos muros de aproximadamente cuarenta estadios de circunferencia y obligó también a unirse a los tithios, otra tribu limítrofe. Al enterarse de ello, el Senado prohibió que fuera levantada la muralla, les reclamó los tributos estipulados en tiempo de Graco y les ordenó que proporcionaran ciertos contingentes de tropas a los romanos. Esto último, en efecto, también estaba acordado en los tratados. Los habitantes de Segeda, sobre la muralla, replicaron que Graco había prohibido fundar nueva ciudades, pero no fortificar las ya existentes; acerca del tributo y de las tropas mercenarias, manifestaron que habían sido eximidos por los propios romanos después de Graco. La realidad era que estaban exentos, pero el senado concedía siempre estos privilegios añadiendo que tendrían vigor en tanto lo decidieran el Senado y el pueblo romano”.
    (‘Las guerras ibéricas’, 44).

    “Viriato no se mostró altanero en este momento de buena fortuna sino que, por el contrario, considerando que era una buena ocasión de poner fin a la guerra mediante un acto de generosidad notable, hizo un pacto con ellos y el pueblo romano lo ratificó: que Viriato era amigo del pueblo romano y que todos los que estaban bajo su mandato eran dueños de la tierra que ocupaban. De este modo parecía que había terminado la guerra de Viriato, que resultó la más difícil para los romanos, gracias a un acto de generosidad.”
    APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 69.

    64
    “Quedaron prisioneros cerca de 10.000 hombres libres; pero (Escipión) dejó en libertad a los que eran de Cartagena, devolviéndoles su ciudad y todo lo que pudo escapar del saqueo. Los artesanos se elevaban a 2.000, y los declaró esclavos del pueblo romano, con esperanza de recobrar muy pronto la libertad, si con celo contribuían en sus oficios a los trabajos de aquella campaña. El resto de los habitantes, jóvenes aun, y los esclavos en el vigor de la edad, le sirvieron para reclutar las tripulaciones de la flota, que había reforzado con ocho naves tomadas al enemigo. Además de esta multitud, encontró los rehenes de España, cuidando de ellos como si fuesen hijos de sus aliados.”
    TITO LIVIO ‘Ab urbe condita’.


    LA PAZ ROMANA EN ESPAÑA:

    65
    “Es Palma quien gobierna a nuestros iberos, ¡oh el más suave de los césares!, y la paz arisca complácese en su blando yugo. Gozosos por un don tan grande, te gratificamos: a esas comarcas nuestras enviaste las costumbres tuyas.”
    MARCIAL ‘Epigramas’ XII, 9.


    COSTUMBRES DE LOS MONTAÑESES EN EL NORTE:

    66
    “Todas las tribus de la montaña viven de manera sencilla, beben agua y duermen sobre el suelo desnudo.
    Los hombres llevan el pelo largo, como las mujeres; durante la pelea se cubren con mitras las cabezas. Comen preferente carne de cabra; a su dios de la guerra le sacrifican machos cabríos y asimismo los prisioneros con sus caballos.
    Organizan sacrificios en masa (hecatombes) de toda especie, como los griegos.

    Les gustan también los desafíos, tanto gimnásticos como en armas y a caballo, y se ejercitan en el pugilato, en el tiro y ela lucha en bandos. Dos tercios del año viven de bellotas, que se secan, machacan, muelen y convierten en pan, a fin de tener provisiones.
    También tienen cerveza. Les falta vino; pero si alguna vez logran poseerlo, lo beben pronto, organizando para ello una fiesta del clan.
    En lugar de aceite usan manteca de vacas. Para comer se sientan en un banco adosado a la pared, según edad y rango; el manjar da la vuelta.
    Para beber se sirven de vasijas de madera, como los celtas. Cuando están embriagados bailan una danza en círculo, al son de la flauta o el cuerno, durante la cual saltan y se arrodillan.
    Su vestido consiste, por lo general, en una capa negra, sobre la que duermen en el suelo; pero las mujeres gustan de trajes abigarrados. En lugar de monedas usan objetos de cambio o rudas piezas de plata.
    Los condenados a muerte son despeñados de lo alto de las rocas, y al parricida lo apedrean delante del a frontera del país. Tienen una sola mujer, como los griegos. A los enfermos los colocan junto a un camino, por si pasa alguien que entienda la enfermedad. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcos de piel a causa de las inundaciones y pantanos, así como también barcos de cuero; pero actualmente son raros. Su sal es roja, pero se vuelve blanca triturándola. Esta es la vida de las tribus montañesas, entre las que comprendo los habitantes de la región norte: los galaicos, astures, cántabros, hasta los vascones y los Pirineos, pues todos viven de un mismo modo”
    ESTRABÓN. ‘Geografía’



    LA VIDA EN LA CIUDAD NATAL:

    67
    “Mientras tú te abres paso agitado,
    entre los ruidos mil de Suburra,
    o mientras subes hacia la colina de Diana;
    mientras por los umbrales de los poderosos
    ondea el aire tu toga sudada,
    y fatigado vas y vienes
    por el Celio mayor y el menor,
    mi Bilbilis –a donde he vuelto-,
    tierra soberbia por sus minas
    de oro y de hierro,
    tras muchos años me ha recuperado,
    y ella me ha convertido en campesino.
    Aquí, tranquilo, sin más esfuerzo que el que dicta mi pereza,
    me recreo por Boterdes y Platea,
    -nombres rudos de la tierra mía-,
    gozo horas de sueño profundo
    y reparador que no interrumpe,
    a veces, ni la hora tercia
    y, así, recupero lo que en treinta años
    no pude dormir.
    Ni me acuerdo de la toga; cuando la pido,
    me alcanzan una túnica que tengo cerca,
    sobre una silla desvencijada.
    El fuego, cuando me levanto,
    ya me espera con un montón de leña
    del encinar cercano, y con corona de ollas
    que puso la granjera;
    acude un cazador que tú querrías
    encontrarte en la apartada selva;
    un granjero imberbe
    reparte las raciones a los siervos,
    y les ruega que hagan cortar
    la larga cabellera.
    Así quiero vivir y así morir.
    Sic me vivere, sic me juvat perire”.
    MARCIAL. ‘Epigr. XII, 18.


    AMOR A LA PATRIA NATIVA:

    68
    ¡Oh mis compatriotas que me ofrece la imperial Bílbilis
    en escarpada colina que ciñe el Jalón con rauda corriente!
    ¿No os enorgullece la alegre fama de vuestro poeta?
    Porque yo soy honor, prestigio y gloria vuestra.
    No debe más al gracioso Catulo, Verona su patria y
    ella misma no desearía menos que fuese yo suyo.
    Cuatro cosechas se han añadido a treinta estíos desde que
    sin mí ofrendabais a Ceres rústicas tortas en tanto que yo
    vivía entre las espléndidas murallas de Roma, señora del mundo.
    Las tierras de Italia blanquearon mis sienes.
    Iré a vosotros si acogéis mi retorno con benévolas intenciones:
    Si me mostráis un corazón hostil, poco me costará volver.”
    MARCIAL. ‘Epigr. X, 103.


    EL AMOR A LA CASA NATIVA:

    69
    "Este bosque, estas fuentes, esta sombra entretejida con los pámpanos, este cauce de agua fertilizante, estos prados y rosaledas que no ceden a Pestum, de dos cosechas, el verdor de estas hortalizas, que no se hielan ni el mes de enero, y esta torre blanca llena de palomas de nieve como ella, tales son los obsequios de mi señora.
    A mi vuelta, después de siete lustros, Marcela me ha regalado esta casa y este pequeño reino. Si Nausica quisiera darme los huertos de su padre, yo podría decir a Alcinoo: ¡Prefiero los míos!".
    MARCIAL. ‘Epigr. XII, 31.


    DANZAS:

    70
    “El dueño de la casa no te leerá ningún manuscrito grasiento, ni las bailarinas de la licenciosa Cádiz moverán en tu presencia sus atractivas caderas en posturas cada vez más libres y provocativas”.
    MARCIAL, ‘Epigr. V, 78.

    71
    “Quizá esperen que alguna gaditana salga a provocarnos con sus lascivos cantos... pero mi humilde casa no tolera ni se paga de semejantes trivialidades”.
    JUVENAL, Sátira XI, 162 y sigs.
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  5. #5
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    IV – ESPAÑA VISIGODA; “AD UNITATEM ET PACEM”

    1
    La antigua Iberia posee ya los instrumentos necesarios para constituirse, proclamar su afirmación y seguir avanzando en la Historia. Su formación definitiva va a ser objeto de una larga espera, a través de la cual depurará aquellos factores que le fueron impuestos y que eran extraños a sus naturales condiciones, adquiriendo, a cambio, nuevas y constantes aportaciones que robustecerán sus esencias, templarán y darán tono a sus fuerzas y consolidarán, en términos precisos, su independiente personalidad.

    Lo que existe únicamente es el “nombre”, y por el nombre, aquella consciente solidaridad, “base de las naciones”. España es y será siempre España. “Las divisiones medievales, las rivalidades intestinas, los alzamientos, las banderías y revueltas entre diversos reinos peninsulares no logran borrar este nombre mágico, cifra y guión de todas las empresas, hacia el que inconscientemente irán convergiendo los esfuerzos de los reconquistadores, hasta dar cima y cabo a la reconstrucción de su unidad”.
    España se romperá, partirá, será despedazada en pequeños y, a veces, ensangrentados jirones; pero la palabra que la recuerda y la nombra, el concepto que la constituye y la une no desaparecerá jamás.

    Roma ha caído en manos del incapaz Honorio. Las miserias que cavaron sus cimientos, las huestes mercenarias que le ayudaron a bien morir y los cismas religiosos que disgregaron su espíritu la entregan en poder de los pueblos bárbaros. Al momento se apoderan éstos de las diversas provincias del Imperio. En España entran con ímpetu germanos: vándalos, suevos, alanos y godos, de creencias arrianas, incultos y salvajes, y luego de vencer las débiles resistencias opuestas por los naturales, ya solidarizados, que, al mando de dos nobles españoles –Dídimo y Veriniano- trataron de cerrarles el paso de los Pirineos, ocupan diferentes partes de la Península.

    Los godos combaten y vencen a los alanos y vándalos, diseminándoles y haciéndoles retirar a la Gallaecia, donde, a su vez, luchan con los suevos allí situados, que les obligan a emigrar a África.
    Al fin, los “westgoths”, los godos del Oeste o visigodos, alcanzan el triunfo, y aunque dependientes del Imperio romano, se establecen en España.
    Una invasión de los hunos, procedentes del Oriente, intentará apoderarse de todo el Occidente; pero la unión de godos, francos y romanos consigue deshacer la amenaza del “azote de Dios”, y en los Campos Cataláunicos queda vencido Atila con los hunos.

    La serie de catorce reyes desde Ataúlfo (410 d. C.) hasta Atanagildo (551 d. C.) no son realmente reyes españoles, pues unos dependen del Imperio romano y otros de los francos. Atanagildo emplaza ya la corte en Toledo, que pasará ser la metrópoli goda peninsular.
    Leovigildo domina por las armas a Córdoba y el Occidente peninsular- bajo dominio suevo- y establecerá la unidad territorial; unidad puesta en peligro después por disidencias religiosas en las que sucumbe su hijo, San Hermenegildo.
    Recaredo –“talento unificador, energía en el mando, tacto político, comprensión de los problemas y profunda religiosidad”-, convirtiéndose al Catolicismo y reuniendo un Concilio en Toledo, construye la unidad religiosa católica de España, base de la unidad civil, dando la paz general a todo el territorio, que hasta el rey Suintila, -expulsando a los invasores bizantinos del Levante- no se verá unido como un sólo reino.

    La importancia de la abjuración del arrianismo por Recaredo consiste en la unidad de creencias: cuando la mayoría hispano-romana estaba concorde y extinguido el priscilianismo galaico, se somete a ella el pueblo invasor, que por rudeza e impericia había abrazado siglos atrás la doctrina arriana, doctrina destructora del principio fundamental del Catolicismo: la acción inmediata y continua de Dios en el mundo; la divinidad personal y viva, el Padre creador y el Verbo encarnado.
    Rebajando el arrianismo a nivel simplemente humano la figura de Cristo, rompíase esta unión y enlace, y el mundo y Dios quedaban aislados, siendo la creación y redención obra de una criatura, de un simple demiurgo.

    Triunfó la regla de Fe de la antigua Iglesia española y así se aseguró la unidad religiosa, “españolizando” la creencia y ley del conquistador visigodo, no por coacción ni por la fuerza de las armas, sino con la caridad, la persuasión y la ciencia.

    El Estado visigodo de Toledo es una organización teocrática-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su monarca erigido por la Iglesia para darle aspecto de inviolabilidad. Ese monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los obispos, son los que, reunidos en Concilios (o Asambleas mixtas) dirigen al pueblo.

    “Reino sin alma, cuerpo muerto espiritualmente”, se le ha llamado a la sucesión de reyes visigodos: menudean las usurpaciones, los destronamientos y los regicidios.
    El país, al margen de los hechos, de las oligarquías, asistirá impasible a esos desordenes fratricidas, distanciándose cada vez más de la casta visigoda que le domina y gobierna. Aun cuando los nuevos Sínodos presididos por San Isidoro propongan y aprueben normas regulares de contención, entre las que merecen destacarse la liturgia del legítimo rito nacional -llamado luego mozárabe- y que Wamba, meritísimo varón sacado de su retiro y alzado sobre el pavés a la fuerza, dicte rectas prescripciones que, a la postre, darán en tierra con la monarquía visigoda.

    La cultura de los naturales asimiló a estos germanos de civilización rudimentaria. Existía por entonces en España, principalmente en la Bética, una civilización floreciente, superior al resto de Occidente, cuyo foco radicaba en Sevilla, con supervivencia de la cultura clásica, aprovechada y continuada hasta la Alta Edad Media. La unidad latina y occidental había arraigado en nuestro suelo con caracteres superiores a los demás. España estaba bastante romanizada y había adquirido profundos caracteres de occidentalismo. Los destellos de Sevilla, Mérida y Toledo son las únicas estrellas que brillan con luz propia en el cielo de Occidente.

    La ciencia y el arte, los cánones y las leyes son gloria de la Iglesia, gloria española, presidida por Leandro y después por Isidoro de Sevilla, fundador de la “escuela isidoriana”, grito de guerra de la ciencia española, llena del vuelo de sus ideas, como el zumbido del enjambre de abejas que anunciaron en su cuna la dulzura de su elocuencia.

    Políticamente, la unidad atará a los dos pueblos (romano y godo) separados por costumbres, lengua y religión y regidos por leyes contradictorias. Apenas unidos godos e hispano-romanos por el culto católico con Recaredo, comenzó rápidamente la fusión y, paso tras paso, olvidaron su habla nórdica para adoptar las dulces y sonoras modulaciones del hablar latino, y tras de Recaredo vino Recesvinto para abolir la ley de razas.

    La organización goda del Estado, hasta entonces ruda y selvática, modificóse al contacto de la ordenación de los Concilios. Predominó la ilustración sobre la rudeza y moderóse todo elemento de opresión y desorden.
    Aun así, el elemento militar godo, arriano y hostil siguió oponiéndose a la unidad romano-goda, persiguiéndola siempre que pudo con conjuras y levantamientos, hasta, con la traición, acabar abriendo fatalmente la puerta de la Patria a los enemigos de ella, tras el desastre del Guadalete. En cuanto a la estirpe de aquellos “nobles” que la vendieron, Dios la hizo desaparecer del océano de la Historia.

    La España con sentido de unidad e imperio llegó entonces a existir levemente, pero el concepto penetró en el alma peninsular. Este concepto quedará anclado en las generaciones venideras y cuando venga el rompimiento de la unidad, servirá de guía y estímulo a sus paladines.

    Unidad religiosa católica, unidad de cultura, unidad de gentes. Sólo faltaba para llegar a la unificación completa la identidad del Derecho, convirtiéndolo de “personal” en “territorial”, y esto se lleva a feliz término por medio del “Liber Iudiciorum” de Recesvinto, elaborado por los obispos de los Concilios de Toledo.
    Anteriormente, tal dualidad legislativa perturbaba el desarrollo del Estado y ponía en peligro la unidad apetecida. Así ya se habían iniciado los estudios para armonizar las dos legislaciones (romana y goda) que regían en la España gótica: el “Statum legum” de Eurico, compilación de leyes públicas y privadas que sólo regía para el invasor godo, y la “Lex Romana Wisigothorum”, reunión de las viejas leyes del Imperio romano, aplicadas exclusivamente al pueblo romano sometido en las Galias y en Hispania.

    El arte visigodo es una extraña mezcla de clasicismo latino y bizantinismo, amasados y vivificados por la levadura “romano-andaluza”, y que después será el fundamento del arte árabe o califal o hispano-morisco, de donde, a su vez, surgirá el llamado “mozárabe”, que en las alturas asturianas, leonesas y hasta pirenaicas impondrá los caracteres prerrománicos donde las artes específicamente cristianas hallaron su fuente inspiradora.
    Las basílicas, los oratorios, las “delabra” o baptisterios y los monasterios o cenobios son las muestras de su arquitectura; los sarcófagos, como escultura, y pocos restos de pintura de la que nos habla San Isidoro.
    De la orfebrería visigoda son testigos las coronas de Guarrazar y el tesoro de Torredonjimeno.

    Los primeros músicos son aquellos religiosos eminentes que organizaron la liturgia católica, escribiendo sus himnos y oraciones, publicando y arreglando los cantos sagrados, cuando no fueron ellos quienes compusieron la propia música. Canto y danza servían para atraer al pueblo, de cuya práctica promiscua llegó a abusarse, y tanto, que el III Concilio de Toledo, en el año 580, condenó la introducción de “danzas y cantos populares” en las festividades de los días santos.

    Los grandes centros de la cultura musical en esta época son Sevilla, Toledo y Zaragoza, y los grandes artífices San Leandro (“multa dulci sono composuit”), San Isidoro, en su libro III de las “Etimologías”, resumiendo a Casiodoro, y en “De Ecclesiasticis Officiis”; San Eugenio, comparable a San Gregorio, autor de los más antiguos cantos profanos de España, y la elegía a la muerte de la reina Reciberga; San Ildefonso, el “creador de nuevas formas literarias y musicales en sus himnos a la Virgen María”, y San Braulio, maestro del anterior.
    El sentido dramático y la incorporación de elementos populares fueron los rasgos sobresalientes dedl canto litúrgico hispano-gótico en las “preces” y en la práctica de la “centonización”, y su apogeo se alcanzó en el periodo que va del 630 al 711.

    Los cultivadores de las letras están representados por los metropolitanos de Toledo; San Eugenio; el primer rebelde hispano contra la uniformidad métrica, San Ildefonso; el elegante san Julián; San Valerio, abad del Bierzo, y todo el grupo de escritores, coherente y denso, entre los que se revelan ciertos caracteres hispanos que reaparecen en toda época propicia.
    Orosio con sus “Historias”, Idacio, Dextro, como historiadores; Orencio con su sermón poético, el “Commonitorium”, y Flavio Merobaudes y su “Carmen de Christo”, como poetas; San Martín de Dumio con su “Fórmula de la vida honesta”, como moralista; y tantos otros nombres gloriosos.
    El rasgo de ellos es la exuberancia en la expresión de la palabra, “las enjoyadas pompas de la palabra, las gárrulas espumas de la facundia”, y todos, con sus obras, producen la última actividad intelectual, el último aliento vital de una cultura que se iba acercando a una muerte irremisible...


    2
    “La unidad se iba haciendo con todos estos forcejeos. La unidad espiritual y material de los pueblos necesita luchar, necesita guerras exteriores y revueltas internas, necesita héroes, víctimas, verdugos y poetas. La unidad es una meta difícil a través de un camino áspero, de traiciones y crímenes, de encrucijadas y de cepos. Necesita de todo para hacerse. Ningún pueblo la alumbra sin espasmos de dolor, sin brutales desgarramientos, sin ríos de sangre y sin facetas nimbadas de martirio... La fuerza unitaria ha triunfado siempre sobre los intentos criminales de dispersión. Y en cada combate por la unidad, el pueblo de Iberia ha ganado para su historia algún nombre con aureola de mito, de la más alta fuerza de realidad y poesía”.

    Pero, ella lograda, es época entonces de entusiasmo gótico. A aquella España moza de los tiempos anteriores, un poco más crecida ahora, cuando ya ha arraigado en su carne y alma el espíritu de Cristo, es su preceptor san Isidoro el que canta su alabanza en loor de España: “De laude Spaniae”, donde define qué es para él España y qué es lo que la hace amable.
    Dice Menéndez Pidal que “la férvida Laus Spaniae se inspira, principalmente, en la Laus Serenae, de Claudiano. Isidoro, con su vaga mención de la riqueza de España en príncipes y gentes, nos impresiona menos que Claudiano con sus precisas alusiones a los augustos hispanos; es que Isidoro tiene el mal acuerdo de buscar elevación o elegancia en la vaguedad, huyendo la individuación de personas y lugares; no estima, como Claudiano, el alto valor poético de lo concreto. Sin embargo, él comunica más emoción a sus palabras y mayor alcance desde el momento que, lejos de hablar de una región del mundo entero, habla como historiador de un pueblo. Por esto, el loor isidoriano se aparta de toda serie de loores de España que produjo la literatura latina. No es el postrero en la serie de ellos, sino, al contrario, es el canto auroral de la alondra que acompaña a los desposorios de España con el pueblo godo y anuncia el advenimiento de la nueva nación. El nuevo loor lo dice; por eso Isidoro, que sabe bien lo que en la nueva edad del Occidente significa el germanismo, confunde la historia de España con la del antiquísimo pueblo godo “emigrante introducido en ella por Ataúlfo”.

    Esta concepción de San Isidoro era participada por todos. La patria y los godos son dos cosas inseparables: “Gothorum gens ac patria” es la expresión corriente, lo mismo en las leyes que en los cánones, para significar el interés general del Estado. Hay una novedad nacida del IV Concilio de Toledo, al establecer una excomunión solemne, “la conciliar, contra los que delinquen en materia tocante al interés general del reino, sea el delincuente súbdito, sea el mismo rey”.
    Se establece una clase de delitos contra la patria, los cuales llevan dos sanciones, la civil y el anatema: el Concilio se hace garante de ciertos principios del Estado, sobre todo de la inviolabilidad del juramento que ante los funcionarios de cada rey nuevo prestaban “todos los pueblos de España” bajo la fórmula: “Por la salud de la Patria, firmeza del pueblo godo e incolumidad del rey”.

    En esta edad germano-romana, el “universalismo” imperial desaparece, quedando sólo representado por el universalismo eclesiástico, y surge un sentimiento contrario: el “nacionalismo” político y cultural. Los germanos son los que suelen dar nombre a estos círculos nacionales nuevos: Anglia, Francia, Burgundia, Lombardía... España está a punto de ser una Gotia si no es porque Ataúlfo no lo quiso así; pero el rasgo fisonómico más saliente de los nuevos países germánicos, el sentimiento nacional, es una creación románica.
    Lo vimos –dice Menéndez Pidal-, como escabulléndose del universalismo agustiniano, surgir de la provincialización del Imperio en Paulo Orosio. Isidoro nos lo da ya perfecto en cuanto a lo político, en su loor de España; y en cuanto a lo cultural nos lo formula en el Concilio IV, por él presidido, proclamando la unificación de la Iglesia en toda España; una misma disciplina, una liturgia, unos mismos himnos “para todos los que vivimos –dice el Concilio- abrazados a una misma fe y un mismo reino”.
    Al lado del Estado nacional se crea, no digamos una Iglesia nacional en el sentido de esta frase, pero sí una Iglesia nacionalizada y coherente, bajo la supremacía de Toledo, Iglesia unificada por una liturgia especial, que fue llamada Isidoriana, la cual no dejará de existir sino en el siglo XI por tenaz empeño del papa Gregorio VII.

    “A pesar de la desaparición, en 711, del Estado godo, las posteriores historias de España se llamaron frecuentemente “Historia de los Godos”, imitando a la de Isidoro; y la autoridad del gran polígrafo hizo que la “Laus Spaniae”, el himno natalicio del pueblo hispano-godo, quedase entre los connacionales del obispo hispalense como el credo nacionalista profesado durante muchos siglos, reiterado y refundido en múltiples formas, lo mismo en tiempos muy críticos para el amor patrio que en épocas de nueva exaltación optimista”.


    3
    El “Rey”, el “Santo”, el “Sabio” son los modelos de este momento histórico.

    El Rey.
    El Rey, entre los visigodos es sólo un funcionario que carece de poder propio y únicamente ejerce el del pueblo en aquella parte que éste le confía y que en lo sustancial se refiere a la jefatura del ejército y a la función judicial. Es el “poderoso”, el “conductor” del pueblo (el “thiudans”). Los Concilios de Toledo recogen la doctrina patrística convirtiéndola en ley del Estado: el rey es un vicario de Dios que recibe su poder de Éste para gobernar al pueblo. De ahí nace su autoridad y la sumisión que debe de guardar el reino.
    El rey debe gobernar rectamente, conservando la Fe y manteniendo en justicia a sus súbditos, tomando por base el proverbio conocido por Horacio: “Rex eris si recte facias; si non facias, non eris”. De esto sacará San Isidoro las últimas consecuencias: rey que no rige y corrige en justicia o se aparta de lo recto, pierde el nombre de rey, “regis nomen amittitur”.

    El Santo.
    “El Santo”, San Isidoro de Sevilla, con su corte de hermanos, San Leandro, Santa Florentina, San Fulgencio y demás claros y píos varones, es el modelo del santo visigodo. Isidoro es un alma llena de bondad, de sinceridad y santidad. El ardor de su fe, grande, pues ha de combatir al hereje, y los ímpetus de su oración, eficaz, pues ha de pedir por él, le cualifican y, como de él diría San Braulio, su dilectísimo hijo, “superó a todos por la pureza de su doctrina, pero aun fue más admirable por sus obras de caridad”.
    Sus días lo fueron de inagotables limosnas, de continuas oraciones, de soledad y recogimiento. El hombre alrededor del cual gira la Historia de España durante medio siglo, vivió y murió en una estrecha celdilla, con tanta pobreza como el más humilde menestral. Y según este patrón fueron todos aquellos españoles santos que formaron su cortejo: Leandro, Florentina, Fulgencio, Braulio, Martín Dumiense, Ildefonso, Eugenio, Julián, todos españoles y latinos que habrán de enfrentarse con los Sinderedos y los Oppas.

    El Sabio.
    “El Sabio” roba al Santo uno de sus modelos y en San Isidoro, el gran doctor de las Españas, aparece el hombre sediento de saberes, el trabajador incansable, el lector ávido de cuanto se había escrito en la antigüedad.
    En el “Laus Spaniae”, que coloca a la cabeza de su “Historia de los Godos, Vándalos y Suevos”, de “tan fuerte nacionalismo”, entroncada literariamente con las de Trogo, Pacato y Claudiano, se ve desvanecida por completo la idea de la supremacía y perpetuidad de Roma. Un nuevo pueblo, asentado en el territorio ibérico, ha tomado las tiendas de la nación hispana. San Isidoro rompe por completo con la concepción histórica de Prudencio, dando valor al pensamiento vacilante de Orosio, según el cual los godos eran ahora los llamados a iniciar una nueva era en la evolución de la humanidad.
    Esta concepción isidoriana de la elección providencial del pueblo godo para regir los destinos de España perdura hasta mucho después de la derrota del 711.

    El nacionalismo de San Isidoro no apagó su universalismo. “Cabalmente acababa de plantearse en el mundo intelectual un problema magno, que había de resolver con amplitud de miras”. “La conversión de los pueblos al catolicismo creó un problema interno, de singular trascendencia, relacionado con la Cultura. El politeísmo y la mitología con él unida –escribe el P. Zacarías García Villada- habían sido declarado falsos y fuera de la ley y de la razón. Frente a ellos surgía la nueva religión, con dogmas rígidos, con mandamientos precisos, con organización férrea. Había que crear una cultura que respondiera a estos postulados. Los autores eclesiásticos de los primeros siglos del Cristianismo escribieron admirables obras, nacidas en su mayor parte de la lucha con el paganismo y la herejía y, por lo mismo, de carácter apologético.
    “Pero esto no bastaba, la organización eclesiástica había exigido la creación de estudios para educar a los jóvenes que habían de ser maestros del pueblo. Como era natural, estos centros de formación y de enseñanza necesitaban libros idóneos para la educación de sus moradores. Esta necesidad inquietó en el último tercio del siglo V y en el VI a Boecio y a Casiodoro, precursores de Isidoro, metropolitano de Sevilla”.

    Lo que estos dos grandes genios de tipo universalista, pero reducido, intentaron, sin conseguirlo, lo llevó a cabo san Isidoro. No poseyó éste la profundidad del primero, pero superó la del segundo y fue más enciclopédico que ambos. Era el hombre que necesitaba la clase intelectual media de aquella sociedad de ideología nueva. La realización de la empresa costó muchos años, mas al fin se vio coronada por el éxito, poniendo Isidoro en manos de todos el “Libro de las Etimologías”.

    Escribe Menéndez Pelayo:
    “Son éstas: milagro de erudición para aquella edad, y ni Casiodoro, ni el venerable Beda, ni Alcuino, ni Rabano Mauro las igualan. Porque allí disertó el obispo sevillano de las disciplinas y del arte, de las siete enseñanzas liberales, de la gramática y de la métrica, de la fábula y de la historia, de la retórica y de la dialéctica, de las ciencias matemáticas y de la música, de la medicina y de las leyes, de las Bibliotecas y su régimen, de la disciplina eclesiástica, de la teología, de las sectas heréticas y de las supersticiones gentílicas, de las lenguas y de los alfabetos, del mundo y de sus partes, de los átomos y elementos, de los fenómenos meteorológicos, de las piedras y de los metales, del arte militar y de las máquinas de guerra y, finalmente, de la arquitectura, de la construcción naval, de las artes suntuarias, de los instrumentos domésticos y rústicos y hasta de los vestidos y manjares; en suma, desde el cedro hasta el hisopo” (Estudios de crítica literaria).

    El influjo ejercido por san Isidoro y, por tanto, por la “Hispania universa”, en la formación intelectual de la Edad Media europea fue extraordinario. “Los papas Adriano I y León IV en Roma; San Beda el Venerable, en Inglaterra; Teodulfo, Alcuino y Tomás de Orleáns en la corte de Carlomagno; Rabano Mauro, Walfrido, Strabón e Hincmaro, en la cuenca del Rhin; los sínodos de París y de Aquisgrán de 816 y 829; los autores de las colecciones canónicas Hibernense y Dacheriana; el colector del Decreto de Graciano y hasta los inventores de las falsas Decretales, acuden a Isidoro como a mina inagotable, explotándole abundantísimamente”.

    Y en España, con mayor razón, constituye la cúspide del movimiento intelectual interno, vivificador, que abarca desde fines del siglo IV hasta 711:
    “Lo inauguran la gallega Eteria con la descripción de su viaje a Tierra Santa; el presbítero Avito, con su carta a Balconio, obispo de Braga –escrita desde Jerusalén-su queridísimo hijo, como él le llamaba; el historiador Orosio, discípulo de Jerónimo y Agustín; el cronista Idacio; San Martín, obispo de Braga, natural de Panonia; Juan de Biclara, cronista preclaro; Leandro, que en Bizancio inspiró a San Gregorio Magno la composición del comentario al libro de Job; Liciano, prelado de Cartagena que, apenas conoció por Leandro esta obra, escribió al célebre Papa felicitándole por ella; Tajón, que habiendo leído los “Morales” de San Gregorio Magno y habiéndolos extractado en sus “Sentencias”, emprende un viaje a Roma para traer a España las obras del insigne Pontífice; y por fin, Braulio, alma y vida del movimiento intelectual del siglo VII.”

    “La monarquía visigoda había llegado a tal esplendor que admitía parangón con la de Bizancio y superaba a la merovingia, a la longobarda y a la anglosajona. Pero en sus postrimerías se debatió en pendencias internas, se corrompió en sus costumbres, olvidó su destino providencial y sucumbió”.
    El traidor que ayuda al enemigo de fuera había de ser el pueblo judío, que al fingir su conversión o al rechazarla, aguardaba el momento propicio para asestar un golpe al Estado teocrático. Recaredo y San Isidoro cometieron el tremendo error político de dejar enquistado en el Estado que acababan de unificar el tumor maligno de las rebeldías, las resistencias y las traiciones.

    ¿Por qué cayó esta poderosa monarquía? Si el pecado individual es causa de desdicha humana, y el pecado social es la explicación del menoscabo y ruina de los Estados, no puede por menos de señalarse como causa primera y decisiva de la caída del reino visigodo el olvido de la ley moral en sus últimos gobernantes.
    Grandes culpas habría de purgar por su incapacidad para constituir un régimen estable y una civilización que, unida a la indisciplina y al desorden acabó dando al traste con el reino que ellos mismos establecieron.
    Última edición por ALACRAN; 21/10/2010 a las 12:58

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    72
    LAUS HISPANIAE:
    “Tú eres, oh España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. ¡Madre España! Tú, por derecho, eres ahora la Reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el Ocaso, sino también el Oriente. Tú eres el honor y el ornamento del orbe y la más ilustre porción de la tierra, en la cual grandemente se goza y espléndidamente florece la gloriosa fecundidad de la gente de los godos.
    Con justicia te enriqueció y fue contigo más indulgente la Naturaleza con la abundancia de todas las cosas creadas. Tú eres rica de frutos, en uvas copiosa, en cosechas alegre; te vistes de mieses, te sombreas de olivos, te coronas de vides. Tú, florida de campos, frondosa en tus montes, abundosa en peces de tus costas. Tú, asentada en la región más grata del mundo, ni te abrasas en el ardor estival del sol, ni te entumecen rigores glaciales, sino que, ceñida por templada zona del cielo, te nutres de felices y blandos céfiros.
    Por cuanto tú engendras todo lo que de fecundo producen los campos, todo lo que de valioso las minas, todo lo que de útil y hermoso los seres vivientes. Ni has de ser tenida en menos por aquellos ríos a los que la esclarecida fama de los griegos ennoblece. Ante ti cede el Alfeo en sus caballos y el Clitumno en toros; aunque el sagrado Alfeo haga correr por los espacios a las veloces cuadrigas, para alcanzar las palmas olímpicas, y el Clitumno inmolara antiguamente enormes novillos en los sacrificios del Capitolio.
    Tú, fertilísima en pastos, ni ambicionas los prados de Etruria, ni admiras, pletórica en palmeras, los sotos de Molorco, ni envidias en las carrera de tus caballos los carros de Elis. Tú eres fecunda por tus abundantes ríos, tú amarilleas en torrentes auríferos. Tú, fuente engendradora de caballos. Tú posees vellones teñidos con púrpura indígena que centellean hasta alcanzar rubores tirios. En ti se encuentra la preciosa piedra en el sombrío interior de los montes, que se enciende con resplandor digno del vecino sol.
    Eres, además, rica en hijos, en joyas y púrpura y, al mismo tiempo, fértil en regentes y en hombres que tienen el don de saber mandar, y así eres opulenta tanto para realzar príncipes, como feliz en producirlos. Y por ello, con razón, hace tiempo que la áurea Roma, cabeza de las gentes, te deseó, y aunque el mismo valor romúleo vencedor, primero te desposara consigo, sin embargo, al fin, el floreciente pueblo de los godos, después de innumerables victorias en el orbe, a su vez te arrebató y amó, y ahora te goza entre ínfulas regias y copiosísimos tesoros seguro en la y felicidad de su Imperio.”
    SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636), “Historia de los Reyes Godos” (prólogo)
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    ESPIRITUALIDAD DEL ALMA RACIONAL:

    73
    “Rogámoste que nos digas en qué lugar puede estar contenida el alma. Si la contuviera el cuerpo, de mejor calidad sería el cuerpo continente que el alma contenida... Pero es absurdo decir que el cuerpo supera en excelencia al alma; luego el alma es la que contiene, y el cuerpo lo contenido.
    Si el alma rige y vivifica el cuerpo, tiene que contenerle. Y no está limitada por el cuerpo que contiene, a la manera del odre lleno de agua... Está toda interior, toda exteriormente, tanto en la parte mayor del cuerpo como en la menor. Si tocas con el dedo una extremidad del cuerpo, toda el alma siente. Y siendo cinco los sentidos corporales, ella no está dividida en los sentidos: “toda oye, toda ve, toda huele, toda toca, toda gusta”, y cuando mueve el cuerpo de su lugar, ella no es movida.
    Y por eso distinguimos bien tres naturalezas: la de Dios, que ni está en tiempo ni en lugar; la del espíritu racional, que está en tiempo, mas no en lugar; la de la materia, que está en lugar y en tiempo.

    Pero acaso se replicará: “El alma no puede existir fuera del cuerpo: su cantidad está limitada por la de éste”.
    Según eso, sería cada cual más sabio, según fuera más alto y desarrollado de miembros. Pero vemos que no sucede así, porque la cantidad del alma no se mide por la del cuerpo.
    Si el alma es de la magnitud del cuerpo, ¿cómo siendo tan pequeña encierra tan grandes ideas? ¿Cómo podemos contener en la mente las imágenes de ciudades, de montes, de ríos, de todas las cosas creadas del cielo y de la tierra? ¿Qué espacio hay bastante grande para el alma, cuando ella abarca y compendia tantos espacios?
    Pero como no es cuerpo, contiene de un modo (“local no inlocaliter”) todos los lugares. Si un vaso está contenido en otro vaso, el menor será el de dentro, el mayor el de fuera. ¿Cómo, pues, el alma, que tantas grandezas encierra, habría de ser menor que el cuerpo?
    Por eso afirmamos que el alma tiene “alguna” cualidad, pero no cantidad; y Dios, ni cantidad ni cualidad. Como el alma no es igual a Dios, tiene cualidad; como no es cuerpo, carece de cantidad.
    Y creemos con la santa fe católica, que Dios, ser incorpóreo, hizo unas cosas incorpóreas y otras materiales, y sujetó lo irracional a lo racional, lo mortal a lo inmortal.”
    CARTA DE LICINIANO Y DE SEVERO, (OBISPOS DE CARTAGENA Y MÁLAGA) AL DIACONO EPIFANIO.


    CARACTERÍSTICAS DEL PUEBLO GODO:
    74 “...(67) Los pueblos godos son por naturaleza constantes, prontos de ingenio, fiados en la conciencia de sus fuerzas, de grandes arrestos corporales, osados por su prócer estatura, magníficos en su atuendo y en sus gestos, prontos al combate, duros en soportar las heridas conforme canta de ellos el poeta: “Los Getas menosprecian la muerte haciendo gala de sus heridas”. Tan grandes guerras sostuvieron y tan estupenda fue la fortaleza de sus insignes victorias que Roma misma, vencedora de todos los pueblos, se sumó a los triunfos de los godos sometiéndose al yugo de su servidumbre, y la señora de todas las naciones llegó a servirles de criada.
    (68) Les temblaron todas las gentes de Europa, y ante ellos cayeron las defensas de los Alpes. Y la tan decantada barbarie de los vándalos huyó despavorida, no tanto de su presencia como sólo de su renombre. Los alanos fueron aniquilados por el empuje de los godos. Y los suevos, hasta la fecha arrinconados en los picos inaccesibles de los confines de España, acaban de ver su fin en poder de las armas godas, y se vieron privados del reino que poseyeron descuidadamente mucho tiempo, con pérdida todavía más desidiosa y torpe, aunque es mucho de admirar cómo le conservaron hasta ahora en que le perdieron sin intentar resistencia.
    (69) Mas, ¿quién será capaz de describir la grandeza incomparable de la pujanza goda?, pues mientras muchas gentes apenas si pudieron reinar libres a fuerza de ruegos, diplomacia y dádivas, ellos conquistaron la libertad con su empuje más que pidiendo paz, y cuando se les enfrentó la dura necesidad de pelear, echaron mano de sus propios arrestos más que de ruegos? Son dignos de espectáculo en el manejo de las armas y pelean a caballo no sólo con lanzas sino también con dardos; y no sólo a caballo sino también a pie pelean bravamente; prefieren sin embargo el curso veloz de la caballería; de ahí que dijo el poeta: “Va el godo volando en su caballo”.
    (70) Sobremanera les agrada ejercitarse en el tiro de flechas y en la esgrima. A diario celebran justas y torneos. Sólo carecían hasta ahora, en lo que atañe al uso de las armas, del ejercicio del combate naval, que descuidaban; pero en cuanto tomó las riendas del gobierno, por la gracia de Dios, el rey Sisebuto, llevaron a cabo empresas navales, merced a los desvelos del príncipe, con tan acabada perfección y fortaleza y fortuna, que ya no sólo domeñan las tierras sino también los mares con sus armas, y el ejército romano es su tributario, y ve con envidia sirven hoy a los godos tantas gentes y a la misma España.”

    SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.

    FIDELIDAD AL REY:

    75
    “Del premio de los que son fieles a los reyes.
    No sólo es inhumano, sino también injusto defraudar a los fieles del premio; y, por tanto, no teniendo por ingrato el mérito de la infidelidad tanto en las cosas divinas como en las humanas, parece digno que miremos por los fieles del rey por sentencia sacerdotal. Por lo cual, a imitación de lo que en el año primero del cristianísimo príncipe nuestro decretó el Santo Concilio, ninguno de los que obedecieren con fiel obsequio y sincero servicio a las voluntades y mandatos del príncipe, y que de toda intención guardaren su salud, o velaren por ella, no sean por los sucesores en el reino expelidos de la dignidad ni de sus posesiones antiguas por causa injusta, sino que aun ahora debe atenderse a la utilidad da cada uno mediante la discreción del príncipe, en el grado que creyere que son necesarios a la patria; será benigno con ellos, sin faltar por esto a los demás la potestad de la gracia, y que de tal modo se lucren de todas las cosas adquiridas justamente, que tengan libre albedrío para dejarlas a quien quisieren, o a quien su voluntad decretare.
    Pero si se mostrare alguno infiel a la cabeza del reino, o inútil para el desempeño de las cosas encargadas por el presente piadosísimo señor nuestro rey Chintila, semejante moderación quede reservada a su clemencia y potestad; pues es una maldad poner en duda el poderío de aquel a quien consta se delegó por juicio más alto el gobierno de todas las cosas. Y si después de su muerte se descubriere que alguno había sido infiel a su vida, carezca de lo que tuviere adquirido por liberalidad suya, debiendo ser confiscado y distribuido entre los fieles.
    CONCILIO VI DE TOLEDO (año 638) Canon XIV.

    76
    “EL REY GLORIOSO FLAVIO ÉGICA. –De la fidelidad que ha de prestarse al nuevo príncipe y de la pena de su transgresión.-
    Como el príncipe, cabeza del reino, toma el cetro y el imperio por voluntad de Dios, no es pequeña la culpa de aquellos que al principio de su elección tardan en jurarle, como es costumbre, la fe real, o si son de oficio palatino desisten de venir a presentarse al nuevo príncipe.
    Más, si algún ingenuo conoce la elevación del príncipe y cuando el que toma (discussor) el juramento llega al territorio donde aquél habita, busca fraudulentamente ocasión de no prestarlo y no quiere obligarse con juramento a conservar la fe real; o aquel que, según dijimos, tuviese oficio palatino y de ninguna manera se presentase ante el rey, entonces la autoridad del príncipe tiene poder absoluto para hacer o juzgar lo que quiera con ellos o con todas sus cosas.
    Pero si, impedido por enfermedad o retenido por alguna acción de utilidad pública, no se presentase ante la vista del rey, cuando llegase a su conocimiento, de cualquier manera que sea, el acontecimiento de la elección real, inmediatamente, por su parte, procure comunicar a la clemencia real la causa que le impide cumplir lo dispuesto en esta ley y manifieste su fe y sinceridad.”
    LIBER IUDICIORUM, II, I, 7.


    LA VIDA Y LA MUERTE:

    77
    “LXI. En esta vida solamente podemos obrar el bien, porque en la otra ya no se espera la obra, sino la paga de merecimientos.
    La vida presente es larga y placentera a los impíos, pero a los ojos de los justos amarga y breve. Y aunque en realidad es breve esta vida, parece, sin embargo, que se hace larga, pues por corto que sea el plazo de tiempo, si para el que vive es corto, para el que ama es, sin duda alguna, largo.
    Quien juzga lo largo de la vida presente, no por su duración, sino por su fin, y así cuan efímera es y mísera, acierta a juzgar con provecho. Por cuanto la presente vida se agota por sus mismos pasos, es breve, pues en su mismo aumento perece cuando lo que aparentemente gana mirando al porvenir lo pierde mirando al pasado.
    Se demuestra asimismo es breve la vida presente en que no perdura, sino que se acaba. La tela se concluye con hilos, y la vida del hombre con sus días respectivos.
    Se pregunta si la vida presente prolongada merece llamarse aumento y no más bien detrimento. Y ¿cómo diremos es aumento lo que por sucesión de las edades viene a parar al menoscabo de la muerte?
    Tú que ansías larga vida, brega tras aquella por la que eres cristiano, esto es: la vida eterna, no la presente, a que para enseñarte descendió la vida eterna, o sea Cristo, el Verbo unido a la carne; porque ésta es vida vital, y la presente nuestra es mortal vida.
    Conviene muera el hombre al mundo en la carne, para que no muera a Cristo el alma; porque entendemos vive cada quien verdaderamente, si muriendo al mundo, se deleita en vivir en sólo Dios.
    Al justo le hastía lo largo de esta vida porque se tarda en llegar a la patria suspirada, y más tarde desecha la fatiga de la vida presente”.
    SAN ISIDORO, ‘Sentencias’ Libro III.


    78
    “XVIII. ...¡Miserable de mí! Me he consumido en el dolor; desfallecieron en el dolor el alma y el cuerpo. La mente es ya vencida, el alma está cercada por el dolor. Sentí muchas cosas intolerables; sufrí muchas cosas acerbas; sobrellevé muchas cosas graves; jamás hasta ahora recibí tan grave y cruel herida; fui oprimido por inopinado golpe; fui herido con instantánea llaga; arrojóme de improviso la calamidad de la vida en tan grande mal; sin preverlo sorprendióme súbita calamidad; me derribaron repentinas contrariedades y muertes.
    ¿Por qué nací, infeliz de mí? ¿Por qué fui echado a esta miserable vida? ¿Por qué, miserable de mí, vi esta luz? ¿Por qué le salió al encuentro a un miserable la aurora de esta vida? ¡Ojalá hubiera salido de este mundo más presto que entré! ¿Por qué motivo, sea cual fuere, dejaría de existir? Mas ¡ay! que la muerte esperada, ansiada, llega tarde a los míseros. ¡Pueda ya, por fin, morir quien de veras lo ansía! Hastío me da vivir, deseo morir; la muerte sola me encanta. ¡Oh muerte, cuán dulce eres para los miserables! ¡Cuán suave para los que viven amargados! ¡Cuán hermosa eres, muerte, para los tristes y afligidos!
    Venga, pues, para el gran mal de la vida, el gran consuelo de la muerte. Sea el término de la vida el fin de tantos males. Dé fin a la miseria el descanso de la sepultura. Y, si no la vida, comience al menos la muerte a apiadarse del miserable.
    La muerte pone fin a todos los males, da finiquito a la calamidad, acaba con toda desventura.
    La muerte, por lo menos, acude al socorro de los miserables; mejor es morir bien que vivir mal; mejor es no ser que ser infelizmente. Comparados con mis miserias, más felices son los muertos que los vivos.
    Os suplico disculpéis mi dolor; excusad, por favor, mi aflicción, dad venia a mi angustia, sed indulgentes con mis dolores; en tan grande aprieto, no os agitéis contra mí.
    Pues lamento mis heridas, deploro mi calamidad, lloro la familiar desolación de mi miseria, desolación grande que acarrea el dolor, no puedo, infeliz de mí, consolarme, porque es insoportable mi dolor, infinita mi aflicción.
    No sana mi herida, no se secan mis lágrimas, no acaba mi dolor. El alma perdió la confianza, ya no puede sufrir más; vencida por las miserias se ha rendido”
    SAN ISIDORO ‘De los sinónimos’ Libro I.


    TIPOS:

    79
    “(Orosio) Es un joven religioso hermano en la Fe, hijo en la edad, compañero en el honor sacerdotal, despierto de ingenio, fácil de palabra, sediento de saber, con el fin de ser un instrumento útil en la casa del Señor”.
    SAN AGUSTÍN ‘Epistola CLXVI’ 2.

    80
    EPITAFIO DE JUSTINIANO, obispo de Valencia (527-548?)
    “Pío preclaro doctor, ágil, facundo, Justiniano, célibe sacerdote y pontífice, construyendo templos de nueva planta y restaurando los antiguos, ornato dio con su palabra a las festividades y con su predicación edificó a los pueblos. Institutor de religiosas vírgenes, tuvo prelacía de monjes. Muchas obras dejó escritas, que aprovecharán a todos los siglos venideros. En cierta isla, rodeada por las aviesas olas del mar, puso admirable dique; y excavando en ella el duro peñasco, hizo surgir una fuente de agua. Éste, al morir, dejó por heredero de todos sus bienes al glorioso mártir de Cristo, Vicente, a quien mucho veneró, rigiendo piadosamente la comunidad de su monasterio. Pasó a mejor vida teniendo cincuenta y cinco años de edad, y de episcopado veinte años y ocho meses, debiendo constarse en el número de los santos”.
    FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 512.

    81
    EPITAFIO DE SERGIO, obispo de Tarragona (519-554?)
    “Solemne, magnánimo, ingenioso, docto, aquí descansa en este sepulcro el santo Pontífice Sergio. El cual, restaurando las techumbres del sacro templo, construyó no lejos de la ciudad un cenobio de religiosos santos. Tuviéronle por padre los pobres, por tutor los pupilos. Halló consuelo para las viudas, redención para los cautivos, alimento para los aquejados de hambre. Con las lágrimas de la vida penitente y austera se preservó del pestífero ardor de la concupiscencia. Parco en medio de la abundancia, de todos amadísimo, manantial exuberante de bondad, fue rico para socorrer al menesteroso. Cumplió setenta años de su carrera mortal; y en su religiosa vida, quince de órdenes sagradas, que precedieron a los treinta y cinco de su pontificado.”
    FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 510-511.


    82
    RETRATO DEL REY RECAREDO
    “Núm. 55. – Y conservó Recaredo en paz las provincias que su padre (Leovigildo) ganó en guerra, y las gobernó en justicia y rigió con bondad y mansedumbre. Fue pacífico, manso y de egregia bondad; de tan gracioso rostro era y tal benignidad de ánimo ostentó, que insinuándose en la mente de todos, atrajo hasta a los malos al cariño verdadero a su persona, y tan liberal se mostró que hizo volvieran a sus dueños las riquezas de los particulares y las fincas de las iglesias que la violencia de su padre había adjudicado al fisco; fue tan clemente que a menudo condonaba largamente bondadoso los tributos del pueblo.
    Núm. 56. – Enriqueció a muchos con dádivas, a no pocos ensalzó con dignidades, fiando sus haberes a los pobres y sus tesoros a los menesterosos, persuadido le había sido adjudicado el reino para que lo disfrutara ventajosa y santamente, y así alcanzó dichoso fin tras excelentes comienzos; porque al cabo de su carrera selló con pública confesión de penitencia la fe de legítima gloria que abrazó al principio de su reinado. pasó a mejor vida muy tranquilo, habiendo reinado quince años”.
    SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.

    83
    INSCRIPCIÓN DE LAS ESTATUAS DE LOS MÁRTIRES TOLEDANOS COLOCADAS POR WAMBA EN LAS PUERTAS DE TOLEDO
    “Vos, santos nuestros, salvad siempre bajo vuestra fúlgida égida esta ciudad y su pueblo”.

    84
    ALABANZA DE SAN ISIDORO
    “Tus libros nos han enseñado el camino de la casa paterna cuando andábamos errantes por la ciudad tenebrosa de este mundo. Ellos nos dicen lo que somos, de dónde venimos y dónde nos encontramos. Ellos nos hablan de la grandeza de la patria, ellos nos dan la descripción de los tiempos, ellos nos enseñan el derecho de los sacerdotes y las cosas santas, las relaciones y los géneros de las cosas, la disciplina pública y la doméstica, las causas, los nombres de los pueblos, la descripción de las regiones y los lugares, la esencia de todas las cosas divinas y humanas.
    Gloria de España, pilar de la iglesia y gloria esplendorosa que nunca se ha de marchitar.”
    ‘Patrología latina’ LXXXI, 17; Esp. Sagr. XXX, 221.

    85
    ELOGIO DE SANTOS VISIGODOS
    “Esta cruz señala los cuerpos de los santos hermanos Leandro e Isidoro, gloria del Orden episcopal. Con ellos está también Florentina, su hermana, que consagró a Dios su virginidad. Isidoro ocupa el lugar del medio. Quiénes fueron estos varones búscalo, lector, en sus libros. Allí verás que todo lo dijeron bien, que fueron maravillosamente castos, firmes en la esperanza e e inconmovibles en la fe; que por su doctrina creció el número de los fieles y por su celo volvieron al Señor los que vivían en la impiedad. Mira sus imágenes dibujadas en la altura, y tendrás la convicción de que esos varones sublimes vivirán para siempre.”
    ‘Versos sobre el sarcófago de San Isidoro y sus hermanos’.

    86
    LOA A SAN MARTÍN DUMIENSE (515-580)
    “Martino servata novo, Gallicia plaude,
    Sortis apostolicae vir tuus iste fuit.
    Qui virtute Petrum, praebet tibi dogmate Paulum,
    Hinc Jacobi tribuens, inde Joannis opem.
    Pannoniae ut perhibent veniens e parte Quirinis,
    Est magis effectus Galli Sueva Salus“
    De VENANCIO FORTUNATO (536-610).
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    RESPETO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A LA ROMANA:

    87
    “Cumple bien Vuestra Santidad el deber de mirar con vigilante solicitud por todas las iglesias y confundir con la divina palabra a los que profanan la túnica del Señor, a los nefandos prevaricadores y desertores execrables...
    Esto mismo pensaba nuestro rey Chintila, y por eso nos congregamos en Concilio, donde recibimos vuestras letras...
    Divino consejo fue, sin duda, que en tan apartadas tierras el celo de la casa de Dios
    inflamase a la vez al Pontífice y al rey... por lo cual damos gracias al Rey de los cielos y bendecimos su nombre con todo linaje de alabanzas. ¿Qué cosa puede haber mayor ni más conveniente a la salvación humana que obedecer a los preceptos divinos y tornar a la vía de salvación a los extraviados? Ni a vuestra corona ha de ser infructuosa la exhortación que nos dirigís de ser más fuertes en la defensa de la fe y encendernos más en el fuego del Espíritu Santo. No estábamos tan dormidos ni olvidados de la divina gracia...
    Si alguna tolerancia tuvimos con los que no podíamos someter a disciplina rígida, fue para amansarlos con cristiana dulzura y vencerlos con largas y asiduas predicaciones. No creemos que sea daño dilatar la victoria para asegurarla más. Y aunque nada de lo que Vuestra Santidad dice en reprensión nuestra nos concierne, mucho menos aquel texto de Ezequiel o de Isaías: -Canes muti non valentes latrare-, porque atentos nosotros a la custodia de la grey del Señor, vigilamos día y
    noche, mordiendo a los lobos y aterrando a los ladrones, porque no duerme ni dormita en nosotros el Espíritu que vela por Israel.
    En tiempo oportuno hemos dado decretos contra los prevaricadores; nunca interrumpimos el oficio de la predicación, y para que Vuestra Santidad se convenza de ello, remitimos las actas de este Sínodo y de los pasados.
    Por tanto, beatísimo señor y venerable Papa, con la veneración que debemos a la Silla apostólica, protestamos de nuestra buena conciencia y fe no simulada. No creemos que la funesta mentira de algún falsario encuentre por más tiempo cabida en vuestro ánimo ni que la serpiente marque su huella en la piedra de San Pedro, sobre la cual Cristo estableció su Iglesia...
    Rogámoste finalmente, ¡oh tú, el primero y más excelente de los Obispos!, que cuando dirijas al Señor tus preces por toda la Iglesia te dignes interceder por nosotros, para que con el aroma del incienso y de la mirra sean purificadas nuestras almas de pecado, pues harto sabemos que ningún hombre pasa este mar sin peligro.”
    SAN BRAULIO (590-651) ‘Carta al Papa Honorio’.


    CATOLICIDAD DE RECAREDO:

    88
    “Núm. 53.- Reúne un Sínodo de obispos de diversas provincias de España y de las Galias para condenar la herejía arriana, y a él asiste en persona el mismo príncipe religiosísimo, y confirma sus actas con su presencia y rúbrica, abjurando con todos los suyos la perfidia que hasta entonces había aprendido el pueblo godo del heresiarca Arrio; predica, pues, la unidad de las tres personas en Dios, que el Hijo es engendrado consustancialmente del Padre, y que el Espíritu Santo procede inseparablemente del Padre y del Hijo, y que es uno el Espíritu de ambos por donde los tres son uno”.
    SAN ISIDORO ‘Historia de los Godos’. Declaración de fe de Recaredo

    89
    “Presente está aquí toda la ínclita raza de los godos, la cual, puesta de acuerdo conmigo, entra en la comunión de la Iglesia Católica, siendo recibida por ella con cariño maternal y entrañas de misericordia... Es mi deseo que así como estos pueblos han abrazado la Fe por nuestros cuidados, así permanezcan firmes y constantes en la misma.”
    Abjuración de Recaredo

    90
    “No creo que ignoraréis, reverendísimos sacerdotes, que os he convocado para restablecer la disciplina eclesiástica; y ya que en los últimos tiempos la herejía que amenazaba a la Iglesia Católica no permitió celebrar Sínodos, Dios, a quien plugo que apartásemos este tropiezo, nos avisa y amonesta para que reparemos los cánones y costumbres eclesiásticas. Sírvaos de júbilo y de alegría ver que por favor de Dios vuelve, con gloria nuestra, la disciplina a sus antiguos términos. Pero antes os aconsejo y exhorto a que os preparéis con ayunos, vigilias y oraciones, para que el orden canónico, perdido por el transcurso de los tiempos y puesto en olvido por nuestra edad, torne a manifestarse por merced divina a nuestros ojos”

    “No creemos que se oculta a Vuestra Santidad por cuánto tiempo ha dominado el error de los arrianos en España, y que no muchos días después de la muerte de nuestro padre (Leovigildo) nos hemos unido en la Fe católica, de lo cual habéis recibido gran gozo. Y por esto, venerandos Padres, os hemos congregado en Sínodo, para que deis gracias a Dios por las nuevas ovejas que entran en el redil de Cristo. Cuanto teníamos que deciros de la fe y esperanza que abrazamos, escrito está en el volumen que os presento. Sea leído delante de vosotros y examinado en juicio conciliar, para que brille en todo tiempo nuestra gloria, iluminada por el testimonio de la fe”.
    Discursos de Recaredo en el III Concilio de Toledo (año 589)

    91
    “Qué diré yo, en el tremendo día, al Juez Supremo, cuando me presente con las manos vacías, y tú aparezcas conduciendo toda una grey de fieles que por ti han alcanzado la verdadera Fe?”
    CARTA DEL PAPA GREGORIO MAGNO A RECAREDO (después de serle comunicada su conversión).


    MÁRTIRES:

    92
    «Aliéntate, alma fiel; regocíjate, confesor de la Divinidad, en los agravios que padeces por Jesucristo, como se regocijaban los apóstoles en los azotes y cadenas. Mira postrado el dragón bajo tus pies vencedores…
    Levanta los ojos al cielo: mira el ejército de los mártires, que tejen de sus mismos laureles la corona de tu victoria…
    Mira cuán breve es tu dolor y cuán larga la eternidad del premio…
    Mujer era la madre de los Macabeos; mas, por verse con la fuerte ayuda de Dios, tuvo valor para asistir, inmóvil columna, al martirio de sus siete hijos y animarlos ella misma a la muerte. De ellos se privó con fortaleza, y ahora los ve radiantes, a su lado, con coronas que no les caerán de las sienes eternamente…
    Dios es quien te formó en las entrañas de tu madre; Dios quien creó tu espíritu como todas las demás cosas de este mundo; Dios quien te adornó con la razón y el entendimiento. ¿Podrás negarle el martirio que te pide? ¿Te atreverás a resistir con daño propio al ansia que tiene de glorificarte?…
    La tierra, el sol, la luna, las estrellas, las hechuras más hermosas de este mundo, todas han de acabar; tú solo puedes vivir eternamente… ¡Qué delicia cuando veas con tu alma a Jesucristo y sepas que lo has de ver algún día con tu misma carne!»

    «El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios solo; pero el Hijo encarnó, y no el Espíritu Santo ni el Padre. Así en nosotros, aunque el alma sea una y el entendimiento esté en ella, y sea ella misma, una cosa obra el alma y otra el entendimiento; y la vida es propia del alma, y el conocer propio del entendimiento, a la manera que en un mismo rayo del sol hay calor y luz, aunque no pueden separarse, el calor es el que calienta y la luz la que ilumina, y el calentar es propio del calor y no de la luz, y el alumbrar, propio de la luz y no del calor… Cuando uno tañe la cítara, tres cosas concurren a formar el sonido: el arte, la mano y la cuerda. El arte dicta, la mano tañe y la cuerda suena, y con ser tres cosas que concurren a un mismo efecto, la cuerda sola es la que da el sonido. Así es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: cooperaron en la Encarnación; pero sólo encarnó el Hijo.»
    CARTA DE HONORATO ANTONINO, obispo de Constantina, alentando a varios católicos hispanos martirizados por los vándalos arrianos (siglo V).


    CONVERSIÓN DE LOS SUEVOS:

    93
    «No alcanza mi lengua a decir tan extrañas virtudes. Estaba gravemente enfermo el hijo de Charrarico, rey de Galicia..., y en aquella región había gran peste de leprosos. El rey, con todos sus vasallos, seguía la fétida secta arriana. Pero, viendo a su hijo en el último peligro, habló a los suyos de esta suerte: 'Aquel Martín de las Galias que dicen que resplandeció en virtudes, ¿de qué religión era? ¿Sabéislo?' y fuele respondido: 'Gobernó en la fe católica su grey, afirmando y creyendo la igualdad de sustancias y omnipotencia entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por eso hoy está en los cielos y vela sin cesar por su pueblo.' Repuso el monarca: 'Si verdad es lo que decís, vayan hasta su templo mis fieles amigos, llevando muchos dones, y si alcanzan la curación de mi hijo, aprenderé la fe católica y seguiréla.' Envió, pues, al sepulcro del santo tanta cantidad de oro y de plata como pesaba el cuerpo de su hijo, pero quedaba en el pecho del rey amor a la antigua secta, y por eso no logró la merced que pedía.
    Y, volviendo los enviados, le contaron las maravillas que presenciaron en la tumba del beato Martín, y dijeron: 'No sabemos por qué no ha sanado tu hijo.' Pero él, entendiendo que no sanaría hasta que confesase la divinidad del Verbo, labró un templo en honor de San Martín, y exclamó: ‘Si merezco recibir las reliquias de este santo varón, creeré cuanto predican los sacerdotes’.
    Y tornó a enviar a sus criados con grandes ofrendas, para que pidiesen las reliquias. Ofreciéronselas, según costumbre; pero ellos replicaron: 'Danos licencia para ponerlas aquí y tomarlas mañana.' Y, tendiendo sobre el sepulcro un manto de seda, en él colocaron las reliquias, después de besarlas, diciendo: 'Si hallamos gracia cerca del Santo Patrono, pesarán mañana doble y serán puestas para bendición, buscadas por fe.'
    Velaron toda aquella noche, y a la mañana volvieron a pesarlas, y fue tanta la gracia del santo, que subieron cuanto pudo demostrar la balanza. Levantadas con gran triunfo las reliquias, llegaron las voces de los que cantaban a oídos de los encarcelados de la ciudad, y, admirando lo suave de aquellos sones, preguntaban a los guardas cuál fuese la ocasión de tanto júbilo. Ellos dijeron: 'Llevan a Galicia las reliquias de San Martín, y por eso son los himnos.' Lloraban los presos invocando a San Martín para que los librase de la cárcel. Aterráronse y huyeron, impelidos por fuerza sobrenatural, los guardas; rompiéronse las cadenas, y aquella multitud salió libre de las prisiones para besar las santas reliquias y dar gracias a San Martín, que se dignó salvarlos... Y, viendo este prodigio, los que llevaban las reliquias alegraronse mucho en su corazón y dijeron: 'Ahora conocemos que se digna el santo obispo mostrarse benévolo con nosotros pecadores.'
    Y entre acciones de gracias, navegando con viento próspero, al amparo celeste, mansas las ondas, reposados los vientos, pendientes las velas, tranquilo el mar, aportaron felizmente a Galicia. El hijo del rey, milagrosamente y del todo sano, salió a recibir aquel tesoro... Entonces llegó también de lejanas regiones, movido por divina inspiración, un sacerdote llamado Martín... El rey, con todos los de su casa, confesó la unidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo y recibió el crisma. El pueblo quedó libre de la lepra hasta el día de hoy y todos los enfermos fueron salvados... Y aquel pueblo arde ahora tanto en el amor de Cristo, que todos irían gozosos al martirio si llegasen tiempos de persecución.»
    ‘De miraculis Sancti martini Turonensis’, cap. XI, lib. I


    94
    “A los gloriosísimos señores Santos y a mis fortísimos Patronos, después de Dios, los Santos Mártires Justo y Pástor, así como a Santa María y al obispo San Martín, a los cuales está dedicada la basílica o monasterio situado junto al riachuelo llamado Molina, al pie del monte Irago, en los confines del Vierzo, fundado por tí, el abad Fructuoso, yo el rey Chindasvinto y la reina Reciverga.
    Nada se conoce de cuanto tienen las criaturas terrenas y celestes, que no sea creado por el Dios de los cielos o de lo que El no disponga para su gobierno; por tanto, todas las cosas nacen de su obra y están ordenadas por Él. ¿Qué podemos ofrecer dignamente a Dios si de Él recibimos el soplo de la vida? Sin embargo, Él promete satisfacerse con el sacrificio de humildad, y esta esperanza que hemos recibido de su mano nos alegra con gratísima devoción.
    Nuestro Señor Jesucristo, que es generoso con buena voluntad y ama verdaderamente la buena generosidad, nos da el mandato, siguiendo los derechos eclesiásticos, y traza el camino a los hombres antiguos: seguir las huellas de nuestro redentor y vivir cumpliendo los preceptos con buen ánimo; mostrando tales advertencias para los que estuviésemos errantes cuando temerariamente ciegos en las tinieblas de la muerte les ilumine la luz de la gracia y vayamos por el camino que conduce a este Señor y Rector de la vida; para lo cual nos entregó sus mandamientos saludables. Y que el cumplimiento de sus mandatos logra la vida eterna, lo prueba Aquel que dice: ‘Si quieres venir a la vida, obedece los mandamientos’ y también: ‘Si hiciéseis lo que os mando seréis no mis siervos, sino mis amigos’; pues a los cumplidores de sus mandamientos, por toda ofrenda, Éste les hace firmes y fortísimos en su fe y ricos en su temor; pues todos los bienes que concede a sus fieles hace que formen parte de su gran temor, según está escrito: ‘La sabiduría del príncipe es el temor del Señor’, y repite: ‘El temor del Señor es principio de la religiosidad’. Pues del temor del Señor nace el fruto del Espíritu Santo, que es el esplendor de toda religión; de donde nace de este temor del Señor la generosidad y de vuestra veneración la honra.
    Según los decretos de la disciplina católica y apostólica y según lo establecido en los cánones sagrados, después de examinado con buena deliberación, establecemos con todos en Cristo para el orden santo el decreto referente a la venerable iglesia edificada en este lugar por las benditas manos de vuestro señor el santísimo abad Fructuoso, nacido de estirpe regia, así como a este lugar arriba mencionado, a tus grandes y amplias heredades, pues no parece conveniente falte nuestra autoridad real.
    Pues conocemos este monasterio mencionado, llamado Compludo, en honor de los santos mártires Justo y Pástor, cuyo patrocinio confiamos nos ayude, concedemos, aseguramos y damos a este monasterio de Compludo mencionado y a ti el santísimo abad Fructuoso, en representación de los monjes, anacoretas, ermitaños y de todos los que allí sirven a Dios, estos montes y valles íntegramente, con estos límites...
    Damos, concedemos y confirmamos estos montes y valles íntegramente, con los términos indicados y todo lo que en ellos se encierra. Ofrecemos vasos de altar, un cáliz de plata y patena; una cruz de plata, igualmente dorada; todos los vestidos del altar completos, tanto los frontales como los principales; un instrumento de bronce fundido, que al ser tocado deja oír modulación. También ofrecemos al tesoro de la iglesia libros eclesiásticos, a saber: el Salterio, los Diálogos y la Pasión.
    Mas si alguno en adelante y en los tiempos que en este mundo vengan, sea pontífice de la iglesia, conde, juez, príncipe, abad, monje, presbítero, lego u hombre de cualquier género u orden, así como otro cualquiera, infringiese este decreto nuestro confirmado o realizase cualquier intento de conculcar su contenido, o atrevido quisiese invadir y alzar con temeraria presunción, o quisiese arrancar este lugar o iglesia de vuestra gloria de la tradición monástica o de la constitución de la santa regla e intentase ir contra el documento apostólico y el precepto de los Padres, que está decretado sobre esto: quienquiera que fuese, sea anatematizado en la presencia de Dios padre omnipotente y de sus santos Ángeles; sea condenado y castigado con la pena eterna en la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y de sus santos Apóstoles; sea también excomulgado en la presencia del Espíritu Santo y de sus mártires y castigado con esta doble perdición, para que salga también de este siglo como Datán y Abirón, a los que se sabe que el infierno tragó vivos en la tierra, y sufra las penas del tártaro, atormentado eternamente como Judas traidor a Cristo; y, además, pague por mi orden y la vuestra a este monasterio el duplo o el triplo.
    Hecha la carta de testamento el día 15 de las calendas de noviembre de la Era 684. Yo, el rey Chindasvinto, confirmo este testamento. Yo, la reina Reciverga, confirmo este testamento. Yo, Eugenio, metropolitano de la iglesia de Toledo, lo confirmo. Candidato, obispo de Astorga, lo confirmo. Vasconio, obispo de Lugo, lo confirmo. Odoagio, conde de la cámara lo confirmo. Paulo, conde de los notarios, lo confirmo. Evancio, conde de los coperos, lo confirmo. Riquila, conde de los patrimonios, lo confirmo. Eumenfredo, conde de los espatarios, lo confirma. Fugitivo, abad. Euricio, abad, Ildefonso, abad, Sempronio, abad etc.
    ‘Donación del rey Chindasvinto al monasterio de Compludo’ (año 646)


    - IDEAS POLÍTICAS

    APOLOGÍA DE LA UNIÓN:

    95
    “Adonde quiera que llego nada tengo que temer; soy romano entre los romanos, cristiano entre los cristianos, hombre entre los hombres. La igualdad en las leyes, en las creencias y en el nacimiento, me protege y en todas partes encuentro una patria”.
    OROSIO (383-420), ‘Historias’, lib. V, cap. 2.


    EXALTACIÓN DE LA UNIDAD:

    96
    «La novedad misma de la presente fiesta indica que es la más solemne de todas... Nueva es la conversión de tantas gentes, y si en las demás festividades que la Iglesia celebra nos regocijamos por los bienes ya adquiridos, aquí por el tesoro inestimable que acabamos de recoger. Nuevos pueblos han nacido de repente para la Iglesia; los que antes nos atribulaban con su dureza, ahora nos consuelan con su fe.
    Ocasión de nuestro gozo actual fue la calamidad pasada. Gemíamos cuando nos oprimían y afrentaban; pero aquellos gemidos lograron que los que antes eran peso para nuestros hombros se hayan trocado por su conversión en corona nuestra... Extiéndese la Iglesia católica por todo el mundo; constitúyese por la sociedad de todas las gentes... A ella pueden aplicarse las palabras divinas: ‘Multae filiae congregaverunt divitias, tu vero supergressa es universas...’ Alégrate y regocíjate, Iglesia de Dios; alégrate y levántate, formando un solo cuerpo con Cristo; vístete de fortaleza, llénate de júbilo, porque tus tristezas se han convertido en gozo, y en paños de alegría tus hábitos de dolor. Con tus peligros medras, con la persecución creces, y es tu Esposo tan clemente, que nunca permite que seas depredada sin que te restituya con creces la presa y conquiste para ti tus propios enemigos... No llores, no te aflijas porque temporalmente se apartaron de ti algunos que hoy recobras con grande aumento. Ten esperanza y fe robusta, y verás cumplido lo que fue promesa.
    Puesto que dice la verdad evangélica: Oportebat Christum mori pro gente, et non tantum pro gente, sed ut filios Dei qui erant dispersi, congregaret in unum... Sabiendo la Iglesia, por los vaticinios de los profetas, por los oráculos evangélicos, por los documentos apostólicos, cuán dulce sea la caridad, cuán deleitable la unión, nada predica sino la concordia de las gentes, por nada suspira sino por la unidad de los pueblos, nada siembra sino bienes de paz y caridad. Regocíjate, pues, en el Señor, porque has logrado tu deseo y produces los frutos que por tanto tiempo, entre gemido y oración, concebiste; y después de hielos, de lluvias, de nieves, contemplas en dulce primavera los campos cubiertos de flores y pendientes de la vid los racimos...
    Lo que dijo el Señor: ‘Otras ovejas tengo que no son de este redil, y conviene que entren en él para que haya una grey sola y un solo Pastor’, ya lo veis cumplido. ¿Cómo dudar que todo el mundo habrá de convertirse a Cristo y entrar en una sola Iglesia? Praedicabitur hoc Evangelium regni in universo orbe, in testimonium omnibus gentibus...’ La caridad juntará a los que separó la discordia de lenguas... No habrá parte alguna del orbe ni gente bárbara a donde no llegue la luz de Cristo... ¡Un solo corazón, un alma sola!... De un hombre precedió todo el linaje humano, para que pensase lo mismo y amase y siguiese la unidad...
    De esta Iglesia vaticinaba el profeta diciendo: ‘Mi casa se llamará casa de oración para todas las gentes y será edificada en los postreros días la casa del Señor en la cumbre de los montes, y se levantará sobre los collados, y vendrán a ella muchos pueblos, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob’. El monte es Cristo, la casa del Dios de Jacob es su Iglesia: allí se congregarán todos los pueblos. Y por eso torna a decir Isaías: ‘Levántate, ilumina a Jerusalén, porque viene tu luz, y la gloria del Señor ha brillado para ti; y acudirán las gentes a tu lumbre, y los pueblos, al resplandor de tu Oriente. Dirige la vista en derredor y mira: todos ésos están congregados y vinieron a ti, y los hijos de los peregrinos edificarán tus muros, y sus reyes te servirán de ministros’...»
    SAN LEANDRO, Homilia en el III Concilio de Toledo (año 589)


    EL REINO:

    97
    “I. El reino se llama así de los reyes, pues igual que los reyes son denominados de esta manera porque rigen, el reino lo es por los reyes. 4. Los reyes son así llamados porque rigen, como los sacerdotes lo son porque santifican, así los reyes de regir; pues no rige quien no corrige. Pues si se obra rectamente se tiene el nombre de rey, pecando se pierde. De donde nació el viejo proverbio: ‘Rey serás si obras rectamente; si no lo haces no lo serás’. 5. Las virtudes del rey son principalmente dos: la justicia y la piedad; muy laudable es en los reyes la piedad, pues la justicia es de por sí severa”.
    SAN ISIDORO, ‘Etimologías’ IX, 3, I, 4-5.


    JUSTICIA DE LOS PRÍNCIPES:

    98
    “XLIX. Quien rectamente administra el poder del reino ha de portarse con todos de manera que cuanto más campea en sublime dignidad tanto más en su mente se humille proponiéndose el ejemplo de la llaneza de David, que no se engrió de sus méritos, sino que abatiéndose humilde dijo: ‘Como plebeyo andaba, y ante Dios que me escogió apareceré todavía más llano’ (II Reg., VI, 22).
    Quien rectamente usa el poder del reino asienta el dechado de justicia con hechos más que con palabras. Ese tal no se engríe con prosperidad alguna, ni le trastorna la adversidad; no fía en sus propias fuerzas, ni su corazón se aparta del Señor. Preside en el alto sitial del reino con campechana llaneza; no le complace la maldad, ni le inflama la codicia o liviandad; sin urdir engaño a nadie sabe hacer rico al pobre y lo que lícitamente podría recabar de los pueblos sabe a menudo con misericordiosa clemencia condonarlo.

    Concedió a los príncipes Dios el mando para gobernar a los pueblos, y quiso mandasen a aquellos con quienes tienen idéntico modo de nacer y morir. Debe ser útil, no nocivo, a los pueblos el principado, ni oprimir mandando, sino ayudar condescendiendo, para que sea de verdad provechoso el distintivo del poder y se sirvan del don de Dios en defensa de los miembros de Cristo. Porque miembros de Cristo son los pueblos fieles, y al gobernarles óptimamente con la potestad que reciben, pagan al dador de toda dignidad, correspondencia, en verdad, adecuada.
    El buen rey más fácilmente se torna del delito a la justicia que se trueca o se deja deslizar de la justicia al delito; para que te des cuenta, hay en esto último un infortunio y en lo primero una intención o propósito. Debe siempre tener el propósito de no apartarse jamás de la verdad; y si accidentalmente flaquea, repóngase al punto.”
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    PACIENCIA DE LOS PRÍNCIPES:

    99
    “L. Sabe disimular a menudo el príncipe justo hasta los desmanes de los malos, no que apruebe su maldad, sino que aguarda oportunidad para corregirla, cuando buenamente puede enmendar o castigar sus desórdenes.
    Muchos son descubiertos reos de conjuración contra los príncipes, pero queriendo probar Dios la clemencia de éstos, permite urdan el mal los rebeldes y no abandona a los caudillos. De la maldad de aquéllos saca bien para éstos, al disponer perdonen con admirable paciencia las culpas de los otros.

    Devolver mal por mal es correspondencia de justicia, pero el que añade la clemencia a la justicia no devuelve mal por mal a los culpables, sino que responde y otorga bien por mal a las ofensas.
    Dificultoso es vuelva pie atrás el príncipe si se dejó enredar en las mallas de los vicios. Porque los pueblos cuando pecan temen al juez, y las leyes les refrenan del pecado; mas los reyes, si no se refrenan por el sólo temor de Dios y aprehensión del infierno, desbocados se lanzan al precipicio y por el despeñadero del libertinaje se precipitan en toda sentina de vicios.

    Cuanto alguien está encumbrado en superior categoría tanto mayor peligro corre, y cuanto uno está más elevado en honor de gloria, tanto más pecará si flaquea. Porque los poderosos serán eternamente atormentados (Sap. VI, 7). A quien, pues, más se le confía, más se le exige, aun con aumento de penas.

    Los reyes fácilmente edifican o trastornan con sus ejemplos la vida de los súbditos; no conviene, por tanto, falte el príncipe, para que la libertad sin coercitivo de su pecado no pase a ser norma de transgresión; porque el rey que cae en vicios, a punto muestra el sendero del yerro, conforme se lee de Roboán, que pecó e hizo pecar a Israel (Eccli., XLVII, 29).
    Y así como algunos obran lo que a Dios agrada, a ejemplo de los buenos príncipes, muchos, por el contrario, van fácilmente tras los malos ejemplos de los mismos. Porque muchos que viven con malvados príncipes son malos más por necesidad que por apego al mal, al obedecer sus impías órdenes; algunos, empero, listos a seguir el mal ejemplo del rey, son tardos para imitarlos en el bien.

    A menudo, en lo que los malos reyes pecan se justifican los buenos al corregir la codicia y maldad de los predecesores; porque en realidad participarían de sus pecados si éstos últimos retienen lo que los últimos robaron.
    Menester es participe en el castigo quien imita el pecado; y no será menos atormentado quien igualmente erró y fue vicioso"
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    LOS PRELADOS O GOBERNANTES:

    100
    “XLVIII. El varón justo se despoja de todo poder secular, y si alguno le liga, no se deja dominar por él para entonarse soberbio, sino que le sojuzga a sí hasta aparecer entre todos el más humilde. Pruébase lo dicho con el ejemplo del Apóstol, que teniendo poder no usó de él ni en lo que parecía conveniente, sino que, pudiendo servirse, renunció, sin embargo, a su derecho y se mostró como pequeño en medio de aquellos a quienes presidía (I Thes., II, 6 y 7).
    Quien con tozudo empeño brega por conquistar honores del siglo y prosperidades del mundo, hállase falto de sosiego aquí y en el futuro, y tanto más le abruma la mole de pecados cuanto más vacío se halla de buenas obras.
    Cuanto es uno más encumbrado en dignidad de honra mundanal, tanto más carga sobre él el peso de solicitudes sin cuento, a las que vive esclavo del alma y pensamiento más que autorizado al verse en tan alta jerarquía. Porque, como dice un santo Padre (San Gregorio Magno, Lib XXXVIII): ‘Todo lo que sobresale, más pesadumbre que honores acarrea’.

    Cuanto más uno se engolfa en cuidados mundanales, tanto más fácilmente le dominan los vicios; porque si apenas puede evitar los pecados el ánimo en sosiego, ¿cuánto menos enredado en quehaceres del mundo?
    No es a priori toda señal de poder; será útil de verdad si bien se desempeña cuando beneficia a los súbditos a quienes preside por terrenos honores. Bueno es el poder otorgado por Dios para refrenar el mal con el temor, no para perpetrarlo temerariamente. Porque no hay peor cosa que tomarse la libertad de pecar con ocasión de la autoridad, ni mayor desventura que el poder de obrar mal.
    Quien en el siglo manda con rectitud, reina sin fin para siempre y pasa de la gloria de este mundo a la eterna; los que, por el contrario, malvadamente reinan, después de haber brillado con rozagante atuendo y brillantes preciosísimos, bajan desnudos y miserables a los infiernos para ser en ellos atormentados.

    Los reyes se llaman reyes de ‘rectamente haciendo’; adquieren, por tanto, el nombre obrando con rectitud, y lo pierden pecando. Y así vemos que en las Sagradas Escrituras son llamados reyes los santos varones porque obran rectamente y rigen con acierto sus propios sentidos y sojuzgan con discreción razonable los ímpetus rebeldes. Con razón, pues, se llaman reyes los que acertaron a mejorarse a sí propios y a sus subordinados con buen gobierno.
    Algunos truecan el nombre de mando en crueldad inhumana, y una vez encaramados en el poder, al punto se lanzan en abierta apostasía, y se hinchan de orgullo en tal grado que vilipendian a todos sus súbditos careándolos consigo, y no llegan a conocer a sus gobernados. A esos tales les dice muy a punto el autor sagrado: ‘¿Te nombraron jefe? No te entones, sino pórtate como un camarada’ (Eccli. XXXII, 1).
    Al verse los reyes sublimados a los demás, conozcan, sin embargo, que son mortales, ni paren mientes en la gloria que en esta vida les ocupa, sino en las obras que por ventura arrastran consigo a los infiernos.

    Si pues se han de ver privados de la gloria de esta vida, emprendan obrar lo que les quede sin después de ella.
    Y pues dice el Apóstol: ‘No hay potestad que no venga de Dios’ (Rom., XIII, 1) ¿cómo dice el Señor por el profeta, de ciertas potestades: ‘Reinaron ellos, mas no por mí’ (Os., VIII, 4)? ; como si dijera: no de mi agrado, sino que de ello estoy en extremo irritado. Así añade más abajo por el mismo profeta: ‘Te daré en mi furor un rey’ (Os., XIII, II). En este paso aparece más claro cómo la mala y buena potestad es ordenada por Dios: la buena por Dios propicio, y la mala por Dios irritado.
    Cuando los reyes son buenos, don de Dios son; cuando son malos, fruto son de los crímenes del pueblo; porque conforme al merecimiento de las muchedumbres se dispone la vida de los gobernantes, según dice Job: ‘Dios hace reine el hipócrita a causa de los pecados del pueblo’ (Job, XXXIV, 30). Movido, pues, Dios de ira, les cae a los pueblos el rector que se merecen por su pecado. A veces ocurre que hasta los reyes cambian por la malicia las plebes, y así los que antes parecían buenos, afianzados en el reino se vuelven malvados”.
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    DE LOS CIUDADANOS:

    101
    “2. Los ciudadanos son llamados así porque viven reunidos en uno, para que la vida común sirva de ornato y protección...
    5. El pueblo es una muchedumbre humana, reunida por consentimiento de derecho común y concorde. El pueblo se distingue de la plebe en que en el pueblo se cuentan todos los ciudadanos, incluidos los señores de la ciudad. 6. El pueblo es, pues, toda la ciudad; pero el vulgo forma la plebe. La plebe es llamada así de la pluralidad; pues es mayor el número de los menores que el de los señores.
    SAN ISIDORO, ‘Etymologias’ IX, 4.


    GOBIERNO DE LAS PROVINCIAS:

    102
    “El rey (ostrogodo) Teodorico a Ampelio y Liberia (entre 510-525, apróx.)–
    Yo los envío a España para que repriman con la autoridad de las leyes, ya a los homicidas, ya a los que exigen el dinero público porque oprimían las haciendas con el gravamen de los pesos de los pequeños propietarios territoriales, ya finalmente a todos los profesionales en hurtos y malas acciones.
    I. Conviene que las provincias sujetas a nuestro mando, con el auxilio de Dios, sean regidas por leyes y buenas costumbres; porque verdaderamente sólo es digna de hombres aquella vida que se contiene en normas de derecho. El vivir al acaso es, en efecto, costumbre de las bestias; que mientras dan un rodeo para arrebatar algo, sucumben por su imprudente temeridad. Finalmente, el sabio labrador limpia su campo de frondosas zarzas; porque es un gran mérito del cultivador que se produzcan dulcísimos frutos en un suelo agreste. Así, el descanso suave del pueblo y la disposición tranquila de las regiones es un pregón que habla en favor de los gobernantes.
    2. Hemos recibido quejas de que en la provincia de España, y esto es el mayor crimen de los hombres, por una vaga presunción, se siegan las vidas de los hombres y muchos sufren la muerte por leves causas; de modo que en una mala paz, como por juego, mueren tantos cuantos apenas podrían morir a causa de guerras. Además, las fortunas de los ciudadanos son obligadas a tributar, no según los libros públicos, como es costumbre, sino según el capricho de los recaudadores; lo cual es, evidentemente, un modo de depredación: tener que dar según la voluntad de aquel que se apresura a exigir más para su comodidad.
    3. Nosotros, queriendo proveer a esta cosa con nuestra real providencia, hemos creído que vuestra sublimidad debía ser destinada con jurisdicción en toda España, para que, con vuestras nuevas órdenes, no puedan prevalecer las viejas prácticas. Pero, como es costumbre de los médicos, tributemos los remedios urgentes a las enfermedades más graves y así empiece nuestra curación por lo que conocemos representa mayor peligro. Mandamos que los homicidios sean reprimidos por la autoridad de la ley, y cuanta mayor sea la pena, tanto más debe hacerse para la averiguación del delito: para que no parezca que los inocentes sufren la persecución por un afán de venganza. Así, pues, mueran para corrección de muchos sólo los culpables, puesto que también es un género de piedad corregir el crimen en su comienzo, para que no se fortalezca aumentando.
    4. Se dice que los recaudadores de la Hacienda, por el gravamen de los pesos de tal modo oprimen los patrimonios de los propietarios, que no parece exacción sino botín. Para que se quite toda ocasión al fraude, mandamos que la libra de nuestra cámara, que ahora se os da a vosotros, sea dada a todos los que desempeñen funciones públicas. Pues ¿qué cosa puede ser más desagradable que haya lugar a sospechar que se peca hasta en la cualidad de la balanza? ¿Que lo que se dio en justicia se sepa que ha sido corrompido por el fraude?
    5. A los arrendatarios de los ‘domus regia’, en cualquier parte que residan, después de liquidado escrupulosamente, mandamos que paguen solamente lo que está establecido que paguen nuestros presidios. Y para que a nadie le parezca ingrato su trabajo, queremos que establezcáis con equidad salarios para ellos, según la cualidad de la cosa arrendada, pues no deben ser dichos campos nuestros, sino de ellos, si por voluntad del arrendatario llegará el término de la pensión.
    6. Os mandamos también que averigüéis diligentemente lo que hay acerca de los cánones de los de Ultramar, pues se nos denuncia que hay en ello un gran fraude para los intereses públicos y que establezcáis un número según la cualidad de los derechos; porque es un remedio útil contra los fraudes conocer lo que se introduce.
    7. Hemos sabido que los monetarios, establecidos especialmente para servicio público, se han convertido hasta serlo para ganancia de los particulares: que se quite este vicio y sean aplicados a las funciones públicas en la medida de sus fuerzas...
    CASIODORO (485-580) ‘Variarum’, V, 39.


    LOS ENEMIGOS:

    103
    “Que la ley triunfa de los enemigos.- Comprobadas estas cosas en la paz doméstica, y eliminada toda la peste de desavenencias, primeramente de los príncipes, segundo de los ciudadanos, después de los pueblos y de la casa, se ha de salir al encuentro de los enemigos en las cosas externas con fe y energía, con tanta fe y esperanza en la victoria cuanto que no habrá nada que pueda ser temido en las internas. Porque fundida toda la masa de las plebes en estado saludable con el aceite de la paz y el vino de las leyes, sacará contra los enemigos los miembros invictos y por consiguiente ilesos, y se opondrán las lanzas apoyadas por leyes justas. Y los varones estarán protegidos más por la equidad que por la lanza; para que el príncipe dirija contra el enemigo la justicia antes de que el soldado agite las flechas.
    Así será más feliz aquella pugna del príncipe ante la cual vaya la equidad doméstica, porque en la población enemiga serán también mayores los daños de las lanzas que los que produzcan las leyes domésticas. Pues muestra la experiencia natural de las cosas que al enemigo le vence aquella justicia que protege al ciudadano y, por consiguiente, dirime la lid exterior, y posee la paz interior de los suyos. Pues así como la modestia de los príncipes templa las leyes, la concordia de los ciudadanos es la victoria sobre los enemigos.
    Porque de la mansedumbre de los príncipes nacen las disposiciones de las leyes; de las disposiciones de las leyes el ordenamiento de las costumbres; del ordenamiento de las costumbres, la concordia de los ciudadanos, y de la concordia de los ciudadanos el triunfo sobre los enemigos. De manera que el buen príncipe gobierna las cosas interiores y conquista las exteriores; poseyendo su paz y quebrantando la lid ajena se le celebra como rector por los ciudadanos y vencedor por los enemigos, logrando el descanso eterno después de los tiempos que pasan; después del oro amarillo, el reino celeste; después de la diadema y de la púrpura, la gloria y la corona; aún más: ni siquiera dejará de ser rey, porque dejando el reino de la tierra y buscando el celestial, no sólo no perderá la gloria del reino, sino que la aumentará.”
    LIBER IUDICIORUM, I, 2,6.


    LOS JUDÍOS:

    104
    “El glorioso rey Flavio Egica. De la perfidia de los judíos-.
    Mientras somos enseñados con leyes sagradas para que, o por ocasión o por caridad, solamente sea anunciado Cristo Hijo de Dios, es conveniente y muy oportuno para la fe cristiana que, así como atraemos a los infieles a la gracia de la libertad, así llamemos a los infieles a la vida, para que la fe de Cristo crezca aumentada en nuestros confines, y desarraigada, caiga desplomada hasta sus cimientos la acción prevaricadora de los judíos.
    Por tanto, concedemos con ánimo benévolo este decreto: que en adelante cualquiera del pérfido pueblo de los judíos, hombre o mujer, que volviere a la rectitud de la fe católica por verdadera conversión o profesión y renunciando todo error de sus ritos o ceremonias llevase la senda de su vida conforme a la costumbre de los cristianos, quede libre de toda carga de la functio, la que anteriormente, mientras vivió en el judaísmo, había acostumbrado pagar en utilidad pública; para que la functio de los que aun ofusca la maldad de una incredulidad odiosa se acreciente con su pago y retenga abiertamente el error de los padres. Pues es injusto gravar con la carga del censo y atar más en las indicciones de los judíos a quienes es sabido reciben el dulce yugo de Cristo y su suave carga por una indigna conversión.
    A los que crean perfectamente en la verdadera fe, será completamente lícito en su actuación mercantil acudir al cataplo y ejercitar el comercio con los cristianos, según la costumbre cristiana; de tal modo, que si algún cristiano desconocedor de la conversión de aquéllos, quisiera comprar alguna cosa de aquellos mismos, no podrá hacerlo más que si antes dicen éstos que son absolutamente cristianos y recitan delante de testigos la oración dominical o el símbolo y toman gustosamente los manjares de los cristianos, como verdaderos cristícolas; y si entre aquellos convertidos a la santa fe hubiese alguno que prevaricase, éste será condenado a pagar perpetuamente al fisco.
    Mas, acerca de los restantes judíos, que perseverando en la perfidia de su corazón no quisiesen convertirse a la fe católica, decretamos sea promulgada la sentencia de esta ley: es decir, que no se atrevan a ir en adelante al cataplo para efectuar negociaciones con los comerciantes transmarinos, ni a efectuar, abierta u ocultamente, ningún negocio con cristianos; sino solamente tengan licencia de comerciar entre sí y queden obligados a dar al fisco por las cosas propias, según la práctica acostumbrada, el importe de su censo y del de aquellos que se hayan convertido. Deberán ser añadidos a los bienes del fisco tanto los esclavos como los edificios, tierras, viñas y aun los olivares u otras cualesquiera cosas inmuebles, que se supiese fueron recibidas de los cristianos, tanto por venta como por otros medios, aunque hubiesen transcurrido muchos años y aunque aquellas cosas les fuesen entregadas con precio público; para que la potestad regia goce de libre arbitrio para hacer donación a quien quiera.
    Cualquiera de estos mismos judíos que, persistiendo en la infidelidad, se atreviese a ir al cataplo o a realizar algún comercio con cualquiera, será castigado como perpetuo servidor del fisco, con todo el conjunto de sus cosas.
    Advertimos, pues, a todos los cristianos bajo el juramento del nombre de Dios y atestiguamos por Aquel con cuya sangre hemos sido redimidos, que en adelante ninguno se atreva a practicar el comercio con aquellos judíos que permanecen obcecadamente en la dureza de su perfidia; y si cualquiera de los fieles hiciese tales cosas, si es persona poderosa, pague tres libras de oro al fisco. Si alguien recibiese también de aquéllos más de lo que consta que valen dos cantidades de la misma cosa, pierda lo que comprare de más y sea en beneficio del fisco el precio que dio, junto con el triplo de sus bienes. Si se trata de personas inferiores, si alguna hiciese tales cosas será azotada con cien azotes y, según los bienes que tenga en su patrimonio, reciba por voluntad del príncipe el daño de un castigo especial.”
    LIBER IUDICIORUM, XII, 2,18.


    CLASES SOCIALES:

    105
    “XLVII. Los súbditos.- A causa del pecado del primer hombre se le dio por disposición divina como castigo la sujeción, y así depara misericordiosamente Dios la servidumbre a los que ve no cuadra la libertad.
    Y aunque el pecado original del hombre es perdonado a todos los fieles por la gracia del bautismo, sin embargo, el justo Dios discierne la vida de los hombres constituyendo siervos a unos, señores a otros, para atajar la licencia del mal obrar de los siervos con el freno del poder de los que dominan. Porque si todos se vieran libres de miedo ¿quién estorbaría los desmanes de cualquiera? Por eso vemos son elegidos príncipes y reyes entre las gentes con el fin de refrenar el mal, con su terror a los pueblos, y sujetarlos con leyes a vivir decentemente.
    Por lo que a la razón atañe, no hay acepción de personas en Dios (Col. III, 25), que escogió lo innoble y desecho del mundo y lo que no figura, para abatir lo que campea, a fin de que deje de gloriarse toda carne, esto es: la potencia carnal delante de Él. Porque un solo Señor con equidad da órdenes a señores y criados.
    Preferible es la servidumbre sumisa a la entonada libertad. Se hallan muchos, en efecto, que con libertad sirven a Dios, sujetos a señores malvados, y aunque sean súbditos de ellos en el cuerpo, son superiores suyos en el alma.”
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.

    EL TRABAJO:
    106
    “Trabaje de continuo el monje con sus manos y emplee su afán en las variadas artes y labores de los artesanos, siguiendo al Apóstol que dice: ‘No comimos gratis el pan, sino con labor y fatiga, trabajando día y noche’, y que añade: ‘Quien no quiere trabajar, no coma’. Con el ocio crecen los malos pensamientos; con el trabajo se disminuyen los vicios. De ninguna manera debe de desdeñarse el monje de ejercitarse en algún trabajo útil al monasterio; porque los patriarcas apacentaron rebaños; filósofos gentiles hubo que trabajaron como sastres y zapateros; y el justo José, el desposado con la Virgen María, fue carpintero. Ciertamente Pedro, el príncipe de los apóstoles, ejerció el oficio de pescador, y todos los apóstoles se sustentaron con el trabajo corporal.
    Con mayor razón los monjes deben ganar el sustento con sus manos y remediar con su trabajo la indigencia de los demás”.
    SAN ISIDORO ‘Regula Monachorum’, 5
    Pious dio el Víctor.

  9. #9
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    LA INVASIÓN:

    107
    “Mi voz se extingue y los sollozos ahogan mis palabras... Había pensado comenzar hoy mi estudio sobre Ezequiel; pero era tal mi turbación al pensar en la catástrofe del Occidente, que por primera vez me faltaban las palabras. Largo tiempo he permanecido silencioso, persuadido de que estamos en el tiempo de las lágrimas.”
    SAN JERÓNIMO (340-420), ‘Epíst.’ CXXVIII, 4.


    A) EMPRESAS FÍSICAS

    INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS:

    108
    “Los bárbaros que habían penetrado en las Españas, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no menos rápidos estragos.
    Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las fincas y el mantenimiento guardado en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que, obligado por ella, el género humano devora carne humana y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras, aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus profetas.
    Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del señor a hacer la paz, se reparten por la suerte las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania, y los vándalos llamados silingos, la Bética. Los españoles que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias...”

    “Desolando nuestra tierra los bárbaros, ya es todo confuso e incierto....
    Las desolaciones de alanos, vándalos y suevos por España desencadenan cuatro mortales plagas: el hierro de los soldados y de los tiránicos exactores de tributos, que consumen todos los recursos del país; el hambre, que llega a extremos de antropofagia; la peste, que siembra cadáveres por todas partes; las bestias feroces que, avezadas a la carne insepulta, infestan la tierra. Al fin, aquellos bárbaros se deciden a asentarse en las provincias para habitarlas; sólo dejan libre la Tarraconense, y los infelices hispanos que escaparon, refugiados en ciudades y castillos, se someten a la servidumbre. ¡Quién conoce ya aquella feliz España, madre de los dominadores del orbe, cantada por Claudiano!”
    IDACIO (388-470) ‘Chronicon’.

    109
    “Las fuerzas nos faltan y caemos heridos por este huracán de males, y ante la imagen de la patria humeante desfallecemos y nuestro rostro se llena de lágrimas!”
    ANÓNIMO ‘Carmen de Providentia divina’ Patrol. Lat. 41, 61.

    110
    “Dios permite que en España, en Aquitania, en África, en todas partes sean vencidos los católicos, porque tratan muy poco cristianamente a sus esclavos y a los pobres, porque se recrean en los torpes espectáculos del teatro y del circo, porque viven en toda corrupción, mientras sus opresores, aunque arrianos, conservan pureza y virtudes primitivas, hasta moverse a castigar la inmoralidad de los romanos”
    SALVIANO (siglo V) ‘De Gubernatione Dei’


    RELACIONES ENTRE INVASOR E INVADIDO:
    111
    “Los bárbaros dejan las espadas para tomar los arados, y se hacen amigos de los hispanos; éstos preferían una pobre libertad entre bárbaros a soportar el apremio tributario de Roma”.
    OROSIO (383-420).


    A) EMPRESAS MORALES

    LA SABIDURÍA:

    112
    “LXV. ... Nada es mejor que la sabiduría, nada más dulce que la prudencia, nada más suave que la ciencia, nada peor que la necedad, nada más bajo que la fatuidad, nada más torpe que la ignorancia. La ignorancia es madre de los errores y nodriza de los vicios. El pecado campea más a sus anchas por la ignorancia; pues el ignorante no siente lo que es digno de culpa, ni siquiera conoce cuando delinque. Muchos, en efecto, pecan por falta de inteligencia; el tonto peca de continuo y el indocto es fácilmente engañado; el necio cae prontamente en el vicio, mas el prudente ve al punto las celadas y descubre los errores; no evitamos lo dañoso sino merced a la sabiduría. Porque la ciencia aparta del mal. El sabio examina prudente todas las cosas. El sabio juzga cuerdo entre el bien y el mal. El bien sumo estriba en saber qué debes evitar, y la suma miseria el ignorar adónde te diriges.
    Ama, pues, la sabiduría y se te manifestará; acércate a ella y se te aproximará; aficiónate a ella y te aleccionará.
    Aprende lo que ignoras, no salgas doctor inútil. Sé, por de pronto, discípulo para que seas doctor; por la aplicación has de conquistar el nombre de maestro. El bien que oyeres, dilo; el bien que aprendieres, enséñalo. No desdeñes el cuidado de aprender y de enseñar. La ciencia que concibes por el oído, espárcela por la boca. Al impartir a los demás tu sabiduría, para ti mismo la acrecientas. Cuanto más ampliamente se diere la doctrina, tanto más abunda. La sabiduría, dándola se acrece, reteniéndola, mengua; difundiéndola, más rebosa, y cuanto más se comunica más abunda.

    Precedan, empero, las obras a las palabras; lo que dices de palabra cúmplelo con la obra; lo que enseñas con la boca, muéstralo con ejemplos. Sé no sólo maestro de la virtud, sino imitador. Si enseñas y obras tendrás gloria. Pues no basta alabar lo que dices, sino juntar los hechos y los dichos. Esquiva humana alabanza en lo que enseñas, y alecciona a otros de manera que también mires por ti. Enseña de modo que no pierdas tú la gracia de la humildad. Mira no sea que sublimando tú a otros, enseñándolos, te anegues a ti mismo en la pasión del aura popular. Cuando enseñes, no uses palabras oscuras. Habla para que te entiendan, y ni desagrades a los sencillos ni ofendas a los prudentes.
    Según la capacidad del oyente será el discurso del doctor. En conformidad con las costumbres hase de impartir la doctrina. Según sea la herida se ha de aplicar la medicina. Diversos temperamentos reclaman diferente disciplina; se ha de enseñar a cada uno según su profesión.
    Has de tener en cuenta la diversidad de personas, y reflexiona cómo has de instruir a cada uno. Las cosas ordinarias son para todos; las recónditas, para los más aprovechados; enuncia a todos las cosas muy claras, y las oscuras a los menos, porque hay asuntos para explanados y materias adecuadas a muy pocos.

    Has de estar dispuesto a enseñar en todo tiempo, no se pase instante en huelga sin que hagas algo; ni transcurra una hora sin tratar y aplicarte a la doctrina; predica abierta y constantemente sentencias saludables y no te arredres hablar lo que sabes has de defender. Busca en otros lo que vieres te falta a ti de ciencia, pues las oscuridades se aclaran en la mutua conferencia y se desentrañan en la misma los puntos intrincados de doctrina.”
    SAN ISIDORO, De los ‘Sinónimos’ Libro II.


    LAS LEYES:

    113
    “Qué es la ley.- La ley es rival de la divinidad, maestra de la religión, fuente de la disciplina, artífice del derecho, que encuentra y ordena las buenas costumbres, gobernadora de la ciudad, mensajera de la justicia y alma de todo el cuerpo popular”.
    LIBER IUDICIORUM, I, 2, 2.

    114
    “De las leyes diuinales o humanales.- Todas las leyes o son diuinales o son humanales. Diuinales son por natura, humanales por costumbre. Et por ende éstas se departen entre sí ca las unas placen a unas gentes e las otras a otras. Fas que es herencia o libertad es ley diuinal. Ius que es por derechos es ley humanal. Pasar por lo ajeno es fas, esto es, licencia diuinal de Dios e non es ius, esto es, non es derecho humanal de los hombres.”
    SAN ISIDORO, Etymologias, V, 2.

    115
    “El Rey glorioso Flavio Recesvinto. Que esté sujeta a la reverencia de la ley tanto la potestad real como la universalidad de los pueblos.-
    El Señor todopoderoso de todas las cosas y único hacedor, que provee al provecho de la salud humana, enseña la justicia a los habitantes de la tierra y ordena de manera sagrada y conveniente las sentencias de las leyes divinas. Y para que el reinado del imperio inmenso de la divinidad se imprima en los corazones de los hombres, conviene a todos los de la tierra, aun a las más altas potestades, someter al espíritu y las cabezas a Aquel a quien las milicias celestiales se honran sirviendo. Porque, obedeciendo a Dios, se busca la justicia; y si se busca, al momento se obrará en ella, y cada uno la busca tanto más verdadera y ardientemente, cuanto retiene más cerca de sí mismo el mandato de la equidad.
    Por lo cual, con la alegría, comprendiendo los mandatos del Cielo, damos leyes con moderación juntamente a nosotros y a los súbditos, las cuales decretamos obedecer y mandamos acatar, a un tiempo, tanto a la cima de nuestra clemencia y de los reyes que después nos sucedan, como a toda la multitud general de nuestro reino; para que ninguna facción, sean cualesquiera las personas, aunque tengan poder y dignidad, considere que la guarda de las leyes que se otorgan a los súbditos obliga a otros, y a fin de que se sujeten a la reverencia de la ley, sean empujados por la necesidad, sea por voluntad del príncipe.”
    LIBER IUDICIORUM, I, 2.

    116
    “LI. Es justo obedezca el príncipe sus propias leyes. Y convénzase de que guardaran todas las leyes que promulga, cuando él mismo las respeta.
    Obligan a los príncipes sus leyes, y no puede en su persona quebrantar las que a los súbditos impone.
    Justa será, pues, la autoridad de su mando, si no sufre permitirse a sí lo que veda a los pueblos.
    Los potentados del mundo están sujetos a la disciplina de la religión, y aunque vivan encumbrados en real solio, están estrechamente ligados por el vínculo de la fe, de manera que han de predicar la fe de Cristo en las leyes que promulguen y conservar con buenas costumbres la susodicha predicación de la fe.
    Los príncipes seculares conservan a veces dentro de la Iglesia las preeminencias del poder recibido, para salvaguardar con el mismo la disciplina eclesiástica. Por lo demás, no serían menester los supremos magistrados dentro de la Iglesia sino para imponer por el terror de la disciplina lo que no logra el sacerdote por la persuasión de su palabra.
    A menudo beneficia el reino celestial del terreno, a fin de que, cuando los que dentro de la Iglesia están, y proceden contra la fe y la disciplina eclesiástica, se vean espoleados por el rigor de los príncipes, y la potestad civil imponga a las cervices de los soliviantados la disciplina misma que la modestia blanda de la Iglesia no puede imponer; y también contribuya por virtud del poder a que se haga respetar.
    Conozcan los príncipes del siglo que han de dar cuenta a Dios respecto a la Iglesia cuya defensa les confía. Porque, ora se incremente la paz y disciplina eclesiástica, ora se altere por los príncipes cristianos, Él les exigirá cuenta estrecha, pues encomendó su Iglesia al poder de los mismos.”
    SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III.


    BREVIARIO DE ALARICO:

    117
    “INSCRIPCIÓN
    En este cuerpo se contienen las leyes o extractos del derecho, sacados del Teodosiano y de diversos libros, según está mandado, realizado el año 22 del reinado del señor rey Alarico, por orden del ilustre varón conde Goiarico.

    Advertencia del rey Alarico.
    (Ejemplar autorizado).

    Advertencia al conde Timoteo, varón considerado.

    Para conseguir el favor de la divinidad en provecho de nuestro pueblo, corregimos con el mayor cuidado lo que se encontró inicuo en las leyes, de modo que puesta la oscuridad de las leyes de los romanos y del antiguo derecho, ante los sacerdotes y nobilísimos varones, y desaparecida aquélla a la luz de la mejor inteligencia, resplandezca, nada hay dudoso y por ello se oponga a la constante y diversa oposición de los que disputan. Todos estos extractos y las interpretaciones más claras que se han hecho han sido seleccionados y reunidos en un libro por los prudentes y confirmados por los venerables obispos (*) y los elegidos por nuestros provinciales.
    Por ello, todas las causas queden acalladas según las leyes del libro que nuestra clemencia mandó destinar para ti, para la resolución de los pleitos y que es conforme con el libro firmado que está expuesto en nuestro tesoro; no sea lícito proponer para decidir, cualquiera otra de las leyes o del derecho, sino lo que, según mandamos, está comprendido en el orden del libro dirigido y suscrito de mano del considerado varón Aniano. Por lo cual te conviene prevenir que nadie se atreva a presentar o recibir en tu tribunal ninguna otra ley, ni ninguna fórmula de derecho.
    Pues, si acaso se hiciese, sea con peligro de tu cabeza o con pérdida de los bienes que te pertenecen.
    Este precepto mandamos que se una a los libros dirigidos (a los condes), para que la pena mantenga y sancione todas nuestras órdenes y disciplina. Lo comprobamos.

    Dado el IV de las nonas de febrero del año XXII de Alarico, rey de Tolosa (2 de febrero de 506).”
    (*) de religión cristiana-arriana.


    LA MÚSICA:

    118
    “No sé que sucede a las fibras de nuestro ser, que cuando se canta con suave voz y de una manera artística se conmueven más íntimamente, por una oculta simpatía con la novedad y variedad de los sonidos”.
    SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III, cap. VII

    119
    “Música es la armonía que existe en los sonidos y en el canto, y se la llamó así del nombre de las musas, a las cuales, a su vez, se las dio esta denominación del verbo griego que significa buscar, porque gracias a ellos, como quisieron los antiguos, llega a darse con el encanto de las canciones y con la armonía de la voz. Y porque su sonido, como cosa que obra en los sentidos, no es permanente, sino que pasa al dominio del tiempo pretérito y queda solo grabado en la memoria; de ahí que los poetas fingieran que las musas eran hijas de Júpiter y de la Memoria. Pues los sonidos, a no ser que se conserven en la memoria, se pierden y desaparecen ya que no pueden escribirse.
    ......
    Así, pues, sin música no puede haber enseñanza alguna perfecta, pues nada hay que carezca de ella. El mundo mismo se dice que se halla compuesto de cierta armonía de sonidos, y hasta el cielo da vueltas al compás de la armonía. La música mueve los ánimos y provoca en los sentidos diversas disposiciones.
    También en las batallas el resonar de la trompeta enardece a los que pelean, y cuanto más vehemente fuera el sonido, tanto más valor adquiere el ánimo para la lucha. Igualmente el canto anima a los remeros. Calma asimismo la música al espíritu y le ayuda a sobrellevar el trabajo, y la armonía del canto alivia la fatiga de toda labor.
    Llega la música a apaciguar los ánimos irritados, como leemos de David, quien por medio de la dulzura de su arte musical libró a Saúl del espíritu inmundo. Hasta de las mismas bestias y serpientes, aves y delfines consigue la música que escuchen sus armonías. Más aún: toda nuestra habla y las conmociones que interiormente sentimos latir en las venas se puede probar que, por sus pulsaciones rítmicas, tienen algo de común con las propiedades de la armonía.”
    SAN ISIDORO ‘Etimologías’ lib. III, caps. 15-17.
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    V – ESPAÑA ÁRABE; AL-ANDALUS.

    1
    El reino visigodo había llegado ya a la fase de decadencia que sigue a todos los esplendores.
    El pueblo, racialmente apartado de la minoría dirigente; la nobleza, ambiciosa, corrompida y sin sentido nacional; la realeza en precario y a merced de todos los vientos; el ejército, sin un hombre al frente capaz de encauzarlo e inflamarlo; el clero, el gran clero de la época isidoriana, había desaparecido, inclinándose a una u otra facción política, olvidando la gran misión que le incumbía. Este es el cuadro de la España del año 700.
    Por el portillo de la traición saltó el moro de Ceuta a Gibraltar, para llevar desde el Estrecho hasta el Tajo, desde Tarifa y Málaga hasta las peñas de Montserrat y Covadonga un aliento nuevo sobre las viejas tierras ibéricas.

    Triste era, pues, el estado de la Península al mediar el siglo VIII. En las más ricas y fértiles comarcas imperaban extraños invasores, diversos en raza, lengua y rito, y no inclinados a la tolerancia, aunque tolerantes en un principio por la manera como se hizo la conquista. Había dado sus naturales frutos la venganza de los magnates visigodos, que quizá no pensaron llegar tan lejos. Coronada con rápido y maravilloso triunfo la extraña intentona de Tarik y de Muza, merced a los elementos hostiles que en España hervían; abiertas ciudades y fortalezas por la alevosía o pactos; rendida en Orihuela la débil resistencia de Teudemiro, único godo que entre la universal ruina levantaba la frente; custodiadas por guarniciones árabes Sevilla y Córdoba, Toledo y Pax Julia (Beja-Portugal), hubieron de pensar los califas de Damasco en la importancia de tan lejana conquista y en la necesidad de conservarla.
    Creado, pues, el Emirato, comenzó a pesar sobre el pueblo cristiano de la Península una dominación, tiránica de hecho, aunque bastante ordenada en la forma.

    La entrada de los pueblos árabes por la puerta europea de España viene a representar una vindicta contra lo mejor. Mientras había persistido el poderío romano, estos pueblos del África estuvieron domeñados y sujetos por las recias posiciones militares que, para cubrirse, Roma había establecido en todo el Norte africano.
    Mas apenas caído el Imperio y por imitación de las inmigraciones de los bárbaros nórdicos que invadieron a Occidente, fermentaron en estos pueblos insumisos grandes ambiciones, quizá estimuladas y despiertas por los vándalos arrojados de España. Quisieron tomar parte en el espléndido botín de la civilización latina, tan admirada desde lejos, y se prepararon a aprovechar la menor ocasión para conseguirlo.

    Tales ambiciones, que, a lo largo de los siglos, fueron el sueño de estos pueblos y el aglutinante que fundió a sus elementos heterogéneos, incapaces de unidad, lograron ser cristalizadas por Mahoma, que en el siglo VII de nuestra Era consiguió darles una disciplina consistente. Conocedor éste de las cualidades subjetivas de su raza, a base de primitivismo y dispuestas a admitir lo sobrenatural, en vez de fijarles leyes simplemente humanas, dictóles una ley religiosa –el Korán-, a la que revistió de caracteres, como divinos, terminantes, reuniendo los preceptos que –gran penetrador del alma musulmana- entendió necesarios e indispensables para regularizar, sujetar y concretar en una sola creencia y en un solo ideal las energías dispersas de esos pueblos.

    En el Korán asoman ciertos impulsos que llamaríamos nacionales o imperialistas, los cuales, bajo su imperativo aspecto religioso, fomentaron el mesianismo oriental, haciéndoles forjar unos sueños de dominación sobre los restantes países.
    Las gentes que llegan a la Península en el 711 son pueblos conocedores de la ingente civilización occidental, a la que contemplaban y adivinaban dese lejos, llamados a la ambición por el ejemplo de los vándalos y otros pueblos del Norte; eran pueblos que ansiaban poseer y saquear lo que ante sus deslumbrados ojos aparecía como muy superior.

    Ganada la batalla por Tarik, vencedor en Écija, sube a Toledo, y sus huestes y las de Muza ocupan Córdoba, Archidona, Elvira, Niebla, Carmona, Sevilla, Medina Sidonia, Osuna y Mérida. Ambos generales disputarán sobre los resultados de la conquista, preludiando las futuras anarquías de la España árabe, al mismo tiempo que los últimos restos del ejército godo, refugiados en Auriola (Orihuela), son aventados en Lorca. Tarik, depuesto primero, preso después por Muza, y luego rehabilitado por orden del califa, pudo cooperar con el emir en la obra de la ocupación total de España, dirigiéndose hacia el Este con un ejército, mientras Muza seguía hacia el Norte. Tomada Zaragoza y sometida Galicia, la ocupación estaba consumada y terminado el primer acto de la tragedia.

    Los nuevos invasores, que habían demostrado plenamente su capacidad de someter y dominar a España con la violencia y astucia de los orientales, pronto fueron víctimas de graves desórdenes intestinos a los diez años de su desembarco. Los “walíes” o gobernadores de las provincias, los “alkaides” contribuían al desorden prevaricando y resistiéndose a la autoridad central. Grandes eran las rivalidades entre bereberes y árabes. Éstos distribuyeron el Sur peninsular y desterraron a los compañeros de Tarik a los eriales del centro peninsular y a las agrestes montañas del Norte y Noroeste, confiándoles la penosa tarea de defender la frontera contra los cristianos. Tales fueron las causas de las insurrecciones sucesivas.

    En tal momento, dos circunstancias impiden la disolución rápida del dominio musulmán. “La dinastía omiada fue expulsada del califato por los abasidas, en el 730, y el primer Abderramán, en protesta contra la usurpación, logra crear en España un califato independiente, unificando el poder musulman y sometiendo, si bien momentáneamente, a las diversas razas acampadas bajo el estandarte del Profeta: a los árabes del Yemen, a los modharitas, egipcios, sirios y bereberes. la unificación del poder que los omiadas llevaron a cabo en España, se sustentó sobre la ortodoxia, más viva en Occidente que en Oriente”.
    Desde el siglo IX, el islamismo, sintiéndose consolidado, seguía puntualmente el precepto del califa Omar: “Nos toca devorar a los cristianos y nuestros descendientes a los de éstos, y así mientras subsista el Cristianismo”.

    El escepticismo árabe de los primeros gobernadores había puesto en manos del Estado armas que se convirtieron en instrumentos de persecución cuando así lo acordaba el espíritu religioso movido por el celo intolerante de los africanos. “La historia del duelo interminable de ambas razas islamitas empieza de nuevo ahora, salpicada de sangre de los soldados africanos, descuartizados a las puertas de Córdoba en el momento de la reacción triunfante del partido árabe contra los soldados de El-Mansur (año 1013).”

    De ahora en adelante se precipita la caída. Córdoba presencia las orgías de sangre y disolución comunes a los imperios de estos pueblos orientales, incapaces de hallar otra base para su autoridad política que la fuerza. El poder supremo pasa de unas manos a otras merced a revoluciones y guerras civiles, a intrigas y asesinatos; y al vaivén de estas fluctuaciones va perdiendo gradualmente su única base y fundamento, la fuerza.
    De este modo, la desmembración de la España musulmana, que estuvo a punto de consumarse en los primeros años de la conquista, el odio mutuo de las diversas razas invasoras vino a ser un hecho natural e inevitable. España ofrece el aspecto de un haz de pueblos que son otros tantos ejércitos en campaña; las fronteras cambian constantemente, según la suerte favorece las armas de unos u otros jefes militares.
    Los odios partidistas se anteponían en los musulmanes al sentimiento nacional. La consecuencia de todo el desorden era la progresiva retirada de los sarracenos y el constante avance de las fronteras de los reinos cristianos.

    Al contemplar la ruina progresiva de su imperio y el retroceso de sus fronteras, se despertaba también en el espíritu sarraceno una solidaridad religiosa común.
    El espíritu religioso de la plebe mora condenaba únicamente la anarquía política y la impiedad de los centros aristocráticos de los diversos Estados musulmanes. Y el castigo vino con la llegada de los almorávides y Yusuf a la cabeza, que imperó sobre toda la España musulmana.

    Pero con el mando se entibió la fe y bajo el influjo seductor de España modificóse la rigidez almorávide.
    La Andalucía que fue para los árabes otro Yemen lozano y encantador, arabizó al berberisco y trocó al fanático puro y seco en hombre docto y escéptico, aficionado a especulaciones metafísicas, bella especie de poesía. “El genio africano de las dos poblaciones de ambas márgenes del Estrecho reaccionaba contra la acción del clima y la tradición de la cultura árabe.”


    Una nueva revolución religiosa destronó en Marruecos (año 1146) a los almorávides y vino luego a reemplazarlos en el imperio de España con los almohades.
    A mediados del siglo XII, Al-Andalus, convertida en una provincia de África, reconoció a la nueva dinastía almohade.
    Otra dinastía, la de los merinitas, vino a mitad del siglo XIII a sustituir a la anterior; pero ya entonces puede decirse que la historia del dominio sarraceno en la Península Ibérica toca a su término a partir de la victoria de los almorávides, que hizo a la España islámica vasalla del emir de Fez. Los emiratos de Lusitania, del Algarbe y de Andalucía habían caído, sucesivamente, en manos de los reyes cristianos; y en el siglo XIII, el reino de Granada, que tendrá aún más de dos siglos de existencia histórica, será apenas una reliquia de la antigua España musulmana.
    “La espada vencedora había destruido de un solo golpe el reino de los visigodos; las tribus nómadas de los bereberes impidieron la consolidación del califato árabe; finalmente, el dominio completo de los africanos vino a consumar la obra de disolución de la España antigua, del mismo modo que los bárbaros de la segunda irrupción acabaron antaño de destruir el organismo de las Galias y de la Italia romanas.” (Oliveira Martins)

    Este pueblo hispano-árabe, que así comienza y fenece, alcanza su influjo cultural desde el siglo IX al XII y es el depositario de la cultura helénica. “El movimiento intelectual de los árabes es casi superior al de las demás naciones cristianas, que reciben de manos de éstos la tradición de las ciencias griegas”.
    Los árabes eran entonces los maestros, los médicos y los augures de los príncipes cristianos. Los nombres de Mesua y de Geber, de Maimónides, Avicena, Averroes y más, quedaron incorporados a los elementos de la ciencia de la Edad Media. En las grandes bibliotecas árabes, en las que se hallaban las obras de Platón y de Euclides, de Apolonio, de Ptolomeo, y sobre todo de Aristóteles –el más leído y ensalzado de todos-, la literatura, la retórica y los comentarios del Korán ocupaban la mayor parte de las estanterías.
    El cultismo de estas razas, más artistas que pensadoras, más curiosas que investigadoras, literatas y refinadas, para las cuales la imaginación lo es casi todo y apenas elemental el ejercicio de la razón, dales cierta fisonomía femenina e infantil y las impele a preferir, sobre todo, las bellas formas, el estilo elegante, la sutileza, el concepto y todas las extravagancias de la imaginación.

    Toda esta cultura, al crearla dentro de los confines del suelo español, adquiere ese tinte especial que hace que sus cultivadores sean tan españoles como los propiamente originarios de los reinos cristianos. Menéndez Pidal, en su opúsculo ‘Adefonsus Imperator’, refiriéndose a ellos y a su posición con respecto a Alfonso VI, escribe que “aquellos moros, en su mayor parte de raza tan española como los cristianos del Norte, habían desarrollado brillantemente... una cultura musulmana propia, de que España puede estar bien orgullosa... Se sentían... demasiado hermanos de los cristianos del Norte para rechazar la sumisión de Alfonso”.

    Y como ejemplo, valga el hecho que sirvió de origen a la maravilla literaria de Al-Saqundi ( -1231): la “Risala”, o “Elogio del islam español”.
    Relata el historiador granadino Ibn Said al –Magribi ( -1285) en la enciclopedia arábigo-española de al-Maqqari, que su padre le contó una vez lo que sigue: “Estando un día en el salón del gobernador de Ceuta surgió entre Abu-Walid al-Saqundi y Abu Yahya ibn al Mu’allim (el de Tánger) una controversia en que cada cual defendía la superioridad de su país sobre el del contrario. Al-Saqundi decía: ‘Si no existiera el Al-Andalus, no se hablaría siquiera de Berbería ni se le reconocería mérito alguno’.
    Abu Yahya le interrumpió diciendo: ‘¡Quieres dar a entender que las gentes de nuestra tierra son bereberes y las de las vuestras, árabes?’
    Y la discusión sobre cuál de las dos valía más quedó zanjada por el emir del modo siguiente: ‘Mi opinión es que cada uno de vosotros componga un tratado (risala) sobre la superioridad de su país... y de ello saldrá algo digno de eternizarse’.”
    Y así lo hicieron, y de esa disputa salía una de las obras maestras se la literatura arábiga, donde se alaba a la España musulmana con la más sentida verdad poética: la ‘Risala’ de Muhammad al-Saqundi, “donde se plantea íntegramente y en abstracto el problema del valor del Islam español y de su esfuerzo cultural, exaltándolos en bloque, como el técnico militar que amuralla por completo su ciudad sin saber por qué punto ha de atacarla el enemigo”.
    Toda ella está impregnada del orgullo y la soberbia española, tratando al contrario con supremo desdén.
    Escribía el arabista E. García Gómez: “Españoles son, pues, el orgullo de al-Saqundi y su altiva ironía; española es también su actitud reivindicadora. Triste destino de España ha sido siempre tener que doblar el esfuerzo, primero para crear las glorias, y después para defenderlas. Aquí alza su voz al-Saqundi contra los africanos del Sur, y en homenaje a la pura esencia del Islam español, como más tarde harán Cervantes, Quevedo y otros ingenios (defendiendo la honra española); Al-Saqundi viene a ser una especie de Forner del siglo XIII”.

    A pesar del desdén y repugnancia de las relaciones de vencedores y vencidos, existió una virtud poco española, aun cuando de ella existan muestras señeras: la tolerancia.
    Los musulmanes vencedores respetaron las instituciones de los cristianos vencidos, y aun éstos (mozárabes) conservaron bajo el dominio sarraceno sus jerarquías civiles y eclesiásticas. Continuaron existiendo, como antes de la invasión, diócesis, parroquias y monasterios. En los municipios, las autoridades godas conservaron sus cargos y viose en los palacios de los califas a nobles godos ocupar altos puestos.
    La invasión árabe no determinó, en sus inicios, una alteración del régimen religioso y civil de las poblaciones hispano-romanas: tenían plena libertad para regirse por leyes civiles, conservando, además de las jerarquías eclesiásticas, las distinciones nobiliarias.
    Esta clase de ocupación, si, por una parte, no podía originar la unidad social, por otra dará un resultado hasta cierto punto nuevo: el de asimilación de las costumbres de la nación musulmana vencedora por los cristianos vencidos, hecho que origina la existencia de las poblaciones mozárabes, cuya importancia es decisiva para la verdadera comprensión de la historia social de la España moderna.

    Las alabanzas de los historiadores árabes al tratar de la invasión: la exposición de los esplendores y riquezas que albergaban aquellas ciudades visigodas: la opulencia de Sevilla, “la más grande, importante y rica en monumentos artísticos”, según frase de ellos, y las depredaciones a que se entregarán -haciendo despertar a los hispanos de su anterior pasividad-, son muestras más que suficientes de la superioridad de nuestra cultura y de nuestro suelo.

    Siglos más tarde, mezclados ya con los hispanos, los árabes poseerán unas dotes intelectuales de sutil y refinada sensibilidad, a las que se deberá el gran influjo psicológico que les atribuye Ganivet.
    Escribe Menéndez y Pelayo:
    “Lo que con el nombre de civilización árabe se designa, lejos de ser emanación espontánea ni labor propia del genio semítico, le es de todo punto extraña y aun contradictoria con él; como lo prueba el hecho de no haber florecido jamás ningún género de filosofía ni de ciencia entre los árabes ni entre los africanos y sí sólo en pueblos islamizados, pero en los cuales predominaba el elemento indoeuropeo, y persistían restos de una cultura anterior de origen clásico, como en Persis y en España, donde la gran masa de renegados superaba en muchos al elemento árabe puro, al sirio y al bereber.
    Y todavía pudiera excluirse de nuestra historia científica este capítulo de los árabes si nuestros padres de la Edad Media, por fanatismo o mal entendido celo, hubiesen evitado toda comunicación de ideas con ellos, rechazando y anatematizando su ciencia, pero vemos que precisamente sucedió todo lo contrario, y que inmediatamente después de la conquista de Toledo, la cultura científica de los árabes conquistó por completo a los cristianos; se prolongó en sus escuelas gracias al emperador Alfonso VII, al arzobispo Don Raimundo y al Rey Sabio, y por nosotros fue transmitida y comunicada al resto de Europa, y sin nuestra ilustrada tolerancia hubiera sido perdida para el mundo occidental, puesto que en el oriental había sonado ya la hora de su decadencia, de la cual nunca el espíritu de los pueblos musulmanes ha vuelto a levantarse.
    La historia del primer renacimiento científico de los tiempos medios sería inexplicable sin la acción de la España cristiana, y especialmente del glorioso colegio de Toledo, y esta ciencia hispano-cristiana es inexplicable a su vez sin el previo conocimiento de la ciencia arábigo-hispana, de la cual fueron intérpretes los mozárabes, los mudéjares y los judíos. Es imposible mutilar parte alguna de este conjunto sin que se venga abajo el edificio de la historia científica de la Edad Media en España y fuera de España”.

    Nacieron entre ellos genios y mentalidades excelsas, y nos legaron los hispano-árabes las maravillas de su arte monumental. La espléndida civilización oriental, desarrollada en nuestro suelo, fue producto exclusivo del mismo, que, como ya había hecho con los godos, los captó, afinó y, finalmente, dio luces a su natural inteligencia. El arte musulmán de Córdoba, de Granada... fue debido a una cultura hispana que, desde la clásica antigüedad había florecido, especialmente en el sur peninsular, con vivos resplandores.

    Cuando, siglos después, el mundo Occidental despierta y Europa renace, el Islam se recoge a soñar en su cueva mágica. Retirándose de la Historia vuelve al desierto, a su nada originaria.
    Los árabes no conocieron el Renacimiento; Europa no lo hubiese tenido sin ellos. Quizá su misión consistió en eso; y así, una vez cumplida, volvieron al desierto.
    Cuando les faltó nuestra tierra y, rechazados e insumisos, volvieron a su lejana procedencia –a pesar de los siglos de contacto y permanencia en España- sus luces se apagaron; su espíritu se debilitó y se sumieron en la más completa oscuridad.

    La unidad española sufrió honda crisis, debido a la invasión árabe.
    Consideremos esa unidad hispana solo en lo que a ellos se refiere:
    Al principio, España -Al-Andalus, como ellos la designan- constituye una provincia sujeta al califa de Bagdad -y después de Damasco-, y dependiente de su representante en África.
    Abderramán I quebranta esa dependencia, que cuajará con Abderramán III en el siglo X, el cual ya se titula califa, desligándose por completo de Oriente y constituyendo como unidad el de Occidente, poderoso y autóctono.
    En el periodo de Hixem II (965-1013), muestra el imperio el germen de la decadencia, y aunque unidos bajo un mismo cetro y ocupando una misma comarca, el pueblo está constituido de la manera más heterogénea, formando una agregación de pueblos de origen, creencias, idiomas y costumbres diversas.
    Destronado Hixem III (1036), el poderoso Estado musulmán se fraccionó en otros pequeños, los reinos de taifas.
    El fulgor unitario de almorávides y almohades dura muy escasamente, para romperlo de nuevo las guerras civiles, y desaparecer después ante el empuje de la nueva y verdadera unidad que aportan gentes cristianas.

    La comunidad musulmana, ‘Islam’, estaba integrada por creyentes y solo por éstos. En un principio, en Arabia, el territorio del Estado era exclusivamente el ocupado por los creyentes, sin que pudiese penetrar en él ninguno que no fuese musulmán. Luego, al extenderse el Islam a territorios infieles, esta exclusión de elementos extraños se limitó a las ciudades santas, Meca y Medina.
    La población visigoda cristiana y judía -“los del libro” (la Biblia)- fue recogida dentro del Estado, por una declaración del soberano o del general, en una situación de ‘protección especial’, como “dimmíes” o mozárabes, y conservaron su religión, su libertad, sus bienes, su organización y su Derecho.
    Dentro del estado musulmán hubo también territorios autónomos: unos, los visigodos, articulados en el Estado; otros, aquellos que, por anhelos de independencia, intentaban desligarse de él. En este punto se aspiró a mantener a toda costa la unidad teórica del Islam. Para ello, y a fin de evitar daños mayores, se acudió a la ficción jurídica de suponer que los territorios que por la fuerza se habían hecho independientes habían recibido del soberano una delegación del pleno poder, y a cambio de ello reconocían la unidad del Islam, representada en la sumisión teórica al califa.

    El gobierno de esa unidad islámica era teocrático; su único rey (malik) era Allah, y su enviado Mahoma, y los “sucesores” o “representantes” de éste eran los califas. Al fundarse el “principado” emirato español se dio un gobierno monárquico de un príncipe (emir) o de un Hayib, si se quería conservar la ficción de la superioridad teórica de Córdoba. Los taifas que habían adoptado el régimen republicano lo sustituyeron pronto por uno monárquico, y los reyezuelos taifas plagiaron servil y descaradamente los pomposos títulos de los califas árabes.

    2
    La gente árabe trae también una cualidad muy propia de ella a la Historia de España: el carácter individualista musulmán dio pronto sus frutos, y de ahí nacen las convulsiones, guerras y atentados entre ellos -al modo de las revueltas de los clanes visigodos- contra la unidad de la Patria.
    La concreción de este periodo está representada en “el guerrero”, “el poeta”, “el filósofo” y “el sabio”.

    El Guerrero.
    Suele poseer éste los tres aspectos que inmortalizan a los hombres públicos: el político, el militar y el diplomático. Es joven, audaz y enérgico; organiza y disciplina a sus súbditos, inculcándoles una moral de victoria, arrancándoles del clima de la paz de las palmeras o naranjos, o de esa poesía, filosofía y ciencia que florecen en Córdoba –la Atenas andaluza-. El “guerrero” ataja codicias, desbarata intrigas, capta voluntades, aquieta rivalidades y somete anarquías. Es un Almanzor.
    Mas junto a él conviven, dando tono al momento, los hombres apartados de la vida activa.
    El “hombre culto”, vicioso de lecturas y creador de ideas, representa también este periodo español, y dentro de él, y con creces, el “poeta”, el “filósofo” y el “sabio”, conocedor de las ciencias físicas y naturales.

    El Poeta.
    El poeta se distingue por la dicción rica y sonora y por el brillo y atrevimiento de las imágenes. Según F. von Schack (1815-1894) (“Poesía y arte de los árabes en España”):
    “En vez de prestar expresión a los pensamientos y de dejar hablar al corazón, nos agobian a menudo con un diluvio de palabras pomposas y de imágenes esplendentes.
    Como si no les bastase conmovernos, propenden a cegarnos, y sus versos se asemejan por su abigarrado colorido y movimiento deslumbrador de las metáforas a un fuego de artificio que luce y se desvanece en las tinieblas, que hechiza momentáneamente los ojos con sus primores, pero que no deja en pos de sí una impresión duradera. El empeño de sobrepujar a otros rivales populares y famosos ha echado a perder de esta suerte muchas de sus composiciones. Y, por el contrario, el éxito de sus composiciones para con nosotros es tanto mayor cuanto menos ellos lo buscan, olvidados de su ambición, y realizando la poderosa inspiración de un instante dado que expresen un sentimiento verdadero en no estudiadas frases.

    Los asuntos sobre los cuales escriben son de varias clases. Cantan las alegrías del amor bien correspondido y el dolor del amor desgraciado; pintan con los más suaves colores la felicidad de una tierna cita y lamentan con acento apasionado el pesar de una separación. La bella naturaleza de Andalucía les mueve a ensalzar sus bosques, ríos y fértiles campos, o les induce a la contemplación del tramontar resplandeciente del sol o de las claras noches ricas de estrellas.
    Entonces acude de nuevo a su memoria el país nativo de su raza, donde sus antepasados vagaban sobre llanuras de candente arena. Expresiones de un extraño fanatismo salen a veces de sus labios como el ardiente huracán del desierto, y otras de sus poesías religiosas exhalan blanda piedad y están llenas de aspiraciones hacia lo infinito.
    Ora convocan a la guerra santa con fervorosas palabras, a los reyes y a los pueblos; ora aclaman al vencedor, ora cantan el himno fúnebre de los que han muerto en la batalla; o se lamentan de las ciudades conquistadas por el enemigo, de las mezquitas transformadas en iglesias y de la suerte infeliz de los prisioneros que en balde suspiran por las floridas riberas del Genil desde la ruda tierra de los cristianos.
    Elogian la magnanimidad y el poder de los príncipes, la gala de sus palacios y la belleza de sus jardines; y van con ellos a la guerra y describen el relampaguear de los aceros, las lanzas bañadas en sangre y los corceles rápidos como el viento.
    Los vasos llenos de vino que circulan en los convites, y en los paseos nocturnos por el agua a la luz de las antorchas, son también celebrados en sus canciones. En ellas describen la variedad de las estaciones del año, las fuentes sonoras, las ramas de los árboles que se doblegan al impulso del viento; las gotas de rocío en las flores; los rayos de la luna que rielan sobre las ondas del mar; el cielo, las Pléyades, las rosas, los narcisos, el azahar y la flor del granado.
    Tienen también epigramas en elogio de todos aquellos objetos que con un lujo refinado ornaban la mansión de los magnates, como estatuas de bronce o de ámbar, vasos magníficos, fuentes y baños de mármol y leones que vierten agua.
    Sus poesías morales o filosóficas discurren sobre lo fugitivo de la existencia terrenal y lo voluble de la fortuna, sobre el destino a que hombre ninguno puede sustraerse, y sobre la vanidad de los bienes de este mundo, el valor real de la virtud y de la ciencia.
    Con predilección procuran que duren en sus versos momentos agradables de la vida, describiendo una cita nocturna, un rato alegre pasado en compañía de lindas cantadoras, una muchacha que coge fruta de un árbol, un joven copero que escancia el vino, y otras cosas de ese orden.
    Las diversas ciudades y comarcas de España, con sus mezquitas, puentes, acueductos, quintas y demás edificios suntuosos son encomiados por ellos.
    Por último, la mayor parte de estas poesías están enlazadas con la vida del autor; nacen de la emoción del momento; son en suma, improvisaciones, de acuerdo con la más antigua forma de la poesía semítica.”

    Los hombres que la practicaban son innumerables, pero desde Abderramán I, en el emirato, pasando por Abenabderrabihi (Ibn Abd Rabi Hi), El Ramadí, Abenhazan de Córdoba en el califato; Abuishac de Elvira, Almotasin, Almotamid y Abenamar y Abenjafacha de Alcira en los taifas; Abulbeca en los almohades..., éstos y más que les siguieron sienten la belleza y la expresan con reciedumbre y raíz de España.

    El Filósofo.
    El “filósofo” tiene una fisonomía propia, tras haber representado el trasunto fiel de la cultura islámica oriental, sin nexo alguno con las tradiciones indígenas hispanas. La filosofía entra no a cara descubierta, sino en compañía de las ciencias aplicadas, y desde los primeros tiempos viven austeros ascetas españoles que practicaban la mortificación corporal y la pobreza voluntaria, que leían el Korán en vez de dormir, que ayunaban rigurosamente, que se medicinaban en sus enfermedades, que conservaban perpetua virginidad; que repartían su riqueza a los pobres o la empleaban en redimir cautivos; que se dedicaban a la vida contemplativa en la soledad o defendían las fronteras contra los cristianos.
    Este ascetismo, que en los comienzos era personal, se hace después comunicativo; catequizan, enseñan y predican, tienen discípulos y se empieza a ver la vida cenobítica, en cuyos lugares se mezclaban el estudio de la filosofía con el de la religión.

    Abenmasarra y su escuela (siglo X); Avempace de Zaragoza (siglo XI), el granadino Abentofail (siglo XII), el cordobés Averroes (siglo XII) y sus discípulos representan a los filósofos.
    El misticismo tiene sus figuras principales en los murcianos Abenarrabi (Ibn Arabi) y Abensabin –ambos en el siglo XIII-.


    El Sabio
    El sabio, amante de las ciencias, habla en el siglo XI por boca de Maslama de Madrid -“el Euclides español”- o del toledano Azarquiel, si son las matemáticas las que están en juego; o es Abencholchol, o Abulcasim el Zahragüi, Abenalbeitar y Abuzacaría Benalaguam si se trata de Medicina y Botánica.
    Y si es la Historia; desde el narrador de leyendas como Abenhábib y Arrazi, hasta el que refleja la tradición nacional, como el autor del ‘Ajbar Machmúa’, la influencia oriental se ve matizada por el aire español que las ventea.

    Y si son los pensadores hispano-judíos, Maimónides trata en su ‘Guía de descarriados’ –suma teológico-filosófica del judaísmo-, donde trata de conciliar la razón y la fe, menester altísimo que ya habían intentado Abenhazám y Averroes, y lo será después por Santo Tomás de Aquino.

    También en la música España les dará un puesto glorioso. Aunque los preceptos del Korán prohíben el vino y la música, los árabes transportaron a España el aire vocal e instrumental de Damasco. Traen varios instrumentos, el laúd entre ellos, al que Ziryab, el más famoso de los músicos de la corte de Abderramán II, añade la quinta cuerda. Pero la palma de la música teórica se la lleva Al-Farabi, con su ‘Kitab-al-musiqi al-Kabir’, la más grande obra de música escrita hasta aquellos días.

    Y, finalmente, en el arte, los tres principales monumentos de esta época, la Mezquita o ‘Aljama’ de Córdoba, la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada nos enseñan la trayectoria del proceso de la vida política. Córdoba es la fuerte unidad califal que representa el periodo de formación; la Giralda personifica el de transición y la Alhambra la decadencia.
    En la primera, los materiales romanos y visigodos entraron a formar parte de su edificación, como una continuidad de lo anteriormente vivido, ‘planta única y española que no pudo brotar más que aquí’. Simboliza la fuerte unidad del califato, los monumentos en que aparecen unidos y disciplinados por las recias manos de los Abderramanes y Almanzores.
    Las construcciones de Sevilla y Granada corresponden a los estados de relativa contención y de franca descomposición que anuncia ya la decadencia, motivada por el refinamiento, el intelectualismo y voluptuosidad.
    El arte sirvió para dar una nota tolerante a este periodo: obreros cristianos trabajaron al amparo de las mezquitas árabes, y los reinos cristianos admitieron a los alarifes moriscos, como prueba de la condición respetuosa del carácter español.

    Última edición por ALACRAN; 18/11/2010 a las 13:45
    Pious dio el Víctor.

  11. #11
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    120
    ALABANZA DE AL-ANDALUS (por Al-Saqundi -siglo XIII-)
    “Loado sea Dios, que dispuso que quien hable con orgullo de la península de al-Andalus pueda hacerlo a plena boca, infatuándose cuanto quiera, sin encontrar quien le contradiga, ni le estorbe en su propósito. Porque al día no se le llama oscuro, ni a la cara bonita se le puede llamar fea.
    Cuando paró de hablar Al-Saqundi, se escuchó la voz del gobernador de Ceuta, el emir Abu Yahya ibn Zakariya ben Al-Mumin que dijo:

    Ancho campo encontraste para hablar, si tienes lengua que hable, habla.

    Y la voz orgullosa del poeta dijo al hablar de España:
    -Yo alabo a Dios porque me hizo nacer en al-Andalus y me concedió la gracia de ser uno de sus hijos. Mi brazo puede alzarse con orgullo y la nobleza de mi condición me impulsa a hacer acciones meritorias. Y ruego por nuestro señor Mahoma, su excelso profeta, y por sus inmaculados familiares y compañeros y les envío mi saludo.

    Tras esta impresionante introducción, empezó con el ataque directo a los que ponían sus ciudades por encima de las de las de España, con un ataque frontal al escritor y poeta tangerino Al-Tany, diciendo:
    -Y después de esto digo: Alguien que discutía la superioridad de al-Andalus, me ha movido cuando estaba quieto y me ha llenado estando vacío, obligándome a salir con repugnancia de mis casillas para contradecir y refutar su opinión.
    Y mirando directamente al tangerino añadió:
    - Pretendía éste tal romper la opinión unánime de las gentes y venirnos con algo que no aceptan ojos ni oídos, pues todo el que ve y oye no puede pasar por semejante cosa ni dejarse arrastrar por quien vagabundea en esos andurriales.
    - Querer como él quiere, ensalzar a Berbería sobre al-Andalus es querer ensalzar la
    izquierda sobre la derecha y decir que la noche es más clara que el día. ¿Cosa
    asombrosa! ¿Cómo puede comparar las puntas de las lanzas con los regatones y taladrar la roca con el vidrio? Tú que soplas donde no hay brasas e intentas cazar halcones con gavilanes, dime: ¿Cómo podrás multiplicar lo que Dios ha hecho escaso y ennoblecer lo que Dios dispuso que fuese ruin? ¿Qué intolerable mentira es esta? ¿Cómo puede comparecer un vejestorio delante de una muchacha? Vuelve los ojos al rostro que reverencias y presta oídos a la voz que respetas:

    ¡Gran diferencia hay entre la generosidad de los dos Yazides: Yazid Sulaym y al-Agarr ibn Hatim!

    - No pierdas la vergüenza, ¡oh, tú que intentas gorjear con sollozos, peinarte sin pelo y enamorar a las mujeres honestas con canas teñidas! ¿Dónde ha ido a parar tu juicio? ¿Qué se ha hecho de tu talento y de tu lucidez? ¿Se ha apoderado el prejuicio patriótico de tu corazón, hasta el punto de cegar las luces de tus ojos y de tu entendimiento?
    Dices tú: “Nuestros son los reyes”. Pero también hubo reyes nuestros; que en nosotros se cumple el dicho del poeta:

    La fortuna está un día en contra nuestra y otro día en nuestro favor; un día estamos afligidos y al otro día estamos alegres.

    Si con el califato de los Banu Abd al-Mu’min (¡que Dios prolongue!), tenéis ahora en vuestras manos el trono de todos los países del Magrib, antes lo tuvimos nosotros con el califato de los Qurasies, de quienes dijo uno de ellos, perteneciente a la rama oriental de la familia:

    Yo pertenezco a un linaje de gentes nobles y poderosas. Las cimas de los púlpitos se moldean para que las huellen.
    Califas en el Islam, caudillos contra los infieles. En ellos está y a ellos ha de atribuirse la gloria de todas las hazañas;

    y de quienes dijo otro de ellos, perteneciente a la rama occidental:

    ¿Acaso no somos nosotros los Banu-Marwan, aunque cambie nuestro estado y a pesar de las vicisitudes de la suerte?
    Cuando uno de nosotros nace, la tierra se estremece de júbilo y vibran en su honor los púlpitos.

    En su tiempo florecieron tantos hombres ilustres y poetas, cuantos se han hecho célebres en todos los horizontes, cuya fama es más perdurable sobre las páginas de los días, que los collares en los cuellos de las palomas,

    y avanza con el paso del sol por todos los países y transita con el soplo del viento por la tierra y el mar.

    Sus reyes no cesaron de sucederse, conforme se dijo:

    El califato no cesó de sucederse entre vosotros, como las margaritas se enfilan en el collar.

    hasta que Dios decretó que se rompiera el hilo de sus perlas y se extinguiera su imperio. Entonces desaparecieron, ellos y sus historias, y se borraron, ellos y sus huellas:

    Ornamento de esta tierra fueron en vida; después de la muerte son ornamento de los libros y de la Historia.

    ¡Cuántos beneficios dispensaron y cuántas faltas perdonaron!

    Puesto que el hombre no es más que la historia que tras él queda, sé tú una bella historia para quien ha de compilarlas.

    Uno de los florones de su imperio fue al-Mansur ibn Abi Amir. ¡Qué prodigio el de este hombre, que en sus incursiones por tierras de cristianos llegó hasta el Mar Verde, que no dejó en ellas ningún cautivo musulmán y que, mientras vivió, reunió siempre el ejército de Heraclio y el valor de Alejandro! Cuando murió se escribió sobre su sepulcro:

    Las huellas que dejó hacen inútil que se le describa; por ellas creerás estarle viendo con tus propios ojos.
    ¡Por Dios! Jamás producirán los tiempos otro como él, y nadie que no sea él defenderá las fronteras.

    ................

    Cuando, después de fragmentado este imperio, se alzaron los reyes de taifas y se dividieron el territorio, los más ilustres súbditos estuvieron unánimes en reputar favorable tal división, pues ellos animaron el mercado de las ciencias y rivalizaron en recompensar a poetas y prosistas.
    No había para ellos vanagloria mayor que el que se dijese: “El sabio Fulano vive en la corte del rey Zutano”, o “el poeta Tal está al servicio del rey Cual”. No hubo entre ellos ninguno que no gastara su riqueza en prodigalidades y de quien las alabanzas no despertaran memorias que ya no volverán a dormir a lo largo del tiempo.
    Ya habrás oído hablar de los reyes eslavos amiries, Muyahid, Mundir y Jayran y habrás oído hablar también de los reyes árabes Banu Abbad, Banu Sumadih, Banu al-Aftas, Banu di-l-Nun y Banu Hud. En honor de cada uno de ellos se han eternizado tantas alabanzas que si se alabase a la noche sería más clara que la aurora.
    Los poetas no cesaron de balancearse entre ellos como se balancean los céfiros en los jardines y de entrar a saco en sus tesoros con la vehemencia del ataque de al-Barrad, hasta el punto de que uno de sus poetas, al ver que los reyes rivalizaban en atraerse sus alabanzas, llegó a jurar que no alabaría a ninguno de ellos en una qasida por menos de cien dinares; el propio al-Mutadib ibn Abbad quiso obligarle a que le alabase en una qasida, y él, a pesar de la célebre impetuosidad del rey y de su severidad extremada, se negó a ello, hasta que le diese lo que había estipulado en su juramento.

    .................

    Y aunque todos los reyes de al-Andalus, conocidos por el nombre de reyes de taifas, rivalizaron en afanes culturales, quiero hacer mención especial de los Banu Abbad, pues, como dijo Dios (¡ensalzado sea!), “en ellos hay frutos, palmeras y granados”.

    Todos los días eran para ellos como fiestas y tuvieron una inclinación a las letras que no alcanzaron los Banu Hamdan de Alepo. Ellos, sus hijos y sus ministros fueron los primeros, tanto en el dominio de la prosa como en el del verso, y reunieron en sí todas las ramas del saber. Notorias son sus huellas y célebres sus noticias.
    Eternizaron tantas y tan perfectas bellas acciones cuantas andan en lenguas de las nobles gentes y del vulgo.
    Y, por Dios, dime tú ahora de quién os gloriáis, antes de esta predicación del Mahdi. ¿Es de Saqut el Hayib, o de Salih al-Bargawati, o de Yusuf ibn Tasfin?

    ..................

    Y si te atreves a rivalizar con nosotros en cuanto a sabios, dime: ¿Es que tenéis en la ciencia del Derecho alguien que pueda compararse a Abd al-Malik ibn Habib, conforme a cuyas opiniones se procede hasta el día de hoy, o a Abu-l-Walid al-Bayi, o a Abu Bakr ibn al-Arabi, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el viejo, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el joven, estrellas del Islam y antorchas de la ley de Mahoma, a quien Dios bendiga y salve?

    ¿Tenéis en las ciencias alcoránicas alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn Hazm, que llevó una vida de austeridad en medio del gobierno y de la riqueza, a todo lo cual renunció para dedicarse a la ciencia que, en su opinión, estaba por encima de todas las categorías?
    Él fue quien dijo, cuando mandaron quemar sus libros:

    Dejaos de quemar pergaminos y vitelas y hablad de cosas de ciencia, para que vea la gente quién es el que sabe.
    Aunque queméis el papel, no quemaréis lo que el papel encierra; antes bien, quedará guardado en mi pecho.

    ¿O a Abu Umar ibn Abd al-Barr, autor del Istidkar y del Tamhid? ¿O a Abu Bakr ibn al-Yadd, el mejor hafiz de al-Andalus en esta época?

    ¿Tenéis un lexicógrafo como Ibn Sida, autor del Kitab al-muhkam y del Kitab al-sama, sabio a quien, si Dios le cegó la vista, no le cegó ciertamente la inteligencia?

    ¿Tenéis en gramática alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn al-Sid, y libros como los suyos? ¿O a Ibn al-Tarawa, o a Abu Ali al-Salawbini, que vive ahora entre nosotros y cuya fama ha recorrido el Oriente y el Occidente?

    ¿Tenéis en Música y Filosofía alguien comparable a Ibn Bayya?

    ¿Tenéis en Astronomía, Filosofía y Geometría un rey como al-Muqtadir ibn Hud, señor de Zaragoza, que fue un prodigio de estas materias?

    ¿Tenéis en Medicina alguien comparable a Ibn Tufayl, autor de la Risalat Hayy ibn Yaqzan, tan sobresaliente en la ciencia filosófica, o a los Banu Zuhr –Abu-l-Ala, su hijo Abd al-Malik y el hijo de éste, Abu Bakr- tres perlas puestas en fila?

    ¿Tenéis en la ciencia histórica un Ibn Hayyan, autor del Matin y del Muqtabis?

    ¿Tenéis grandes eruditos como Abu Umar ibn Abd Rabbihi, autor del Iqd?

    ¿Tenéis quien se haya cuidado de eternizar la memoria de los hombres ilustres de su país y preocupado de reunir sus bellas obras, como Ibn Bassam, el autor de la Dajira? Claro es que, aun dando por bueno que lo hubieseis tenido, ¿de qué sirve la bolsa en la casa vacía?

    ¿Tenéis en la prosa retórica alguien comparable a al-Fath ibn Ubayd Allah, el que cuando alabó a alguno lo ensalzó y cuando le censuró lo desacreditó, para evidenciar lo cual son el mejor testigo las páginas de su Kitab al-Qala’id; o a Ibn Abi-l-Jisal en su epistolario, o a Abu-l-Hassam Sahl ibn Malik, aun vivo entre nosotros, en sus sermones?

    ¿Tenéis en poesía un rey como al-Mutamid ibn Abbad, cuando dice:

    Junto a un recodo del río pasé la noche en la deliciosa compañía de una doncella, cuyos brazaletes semejaban las curvas de la corriente.
    Al quitarse el manto descubría su talle, floreciente rama de sauce. ¡Qué bello abrirse del capullo para mostrar la flor!

    .....................

    ¿O como su hijo al-Radi, cuando dice:

    Al caer la tarde, sin previa cita, pasaron junto a mí, encendiendo el fuego de mi corazón, y ¡de qué modo!
    No es de extrañar que se acreciese mi deseo con su paso; la vista del agua exacerba el ansia del sediento.

    ¿Tenéis un rey que haya compuesto sobre las diferentes ramas de la literatura una obra en cerca de cien volúmenes, como la que compuso al-Muzaffar ibn al-Aftas, rey de Badajoz, a quien no apartaron las guerras ni los cuidados del reino de la afición literaria?

    ¿Tenéis entre los visires alguno comparable a Ibn Ammar en su qasida tan divulgada, más extendida que un refrán y más placentera de oír que el encuentro del amante que llega?:

    ¿Has hecho fructificar tu lanza con las cabezas de los reyes enemigos, porque viste que la rama place cuando está en fruto,
    y has teñido tu cota con la sangre de sus héroes, porque viste que la bella se engalana de rojo?...

    ¿O como Ibn Zaydun en su qasida, que a pesar de su longitud es lo más sutil que se ha dicho en el género nasib? Es aquella en que dice:

    Diríase que no hemos pasado juntos la noche, sin más tercero que nuestra propia unión, mientras nuestra buena estrella hacía bajar los ojos de nuestros censores:
    Éramos dos secretos en el corazón de las tinieblas, hasta que la lengua de la aurora estaba a punto de denunciarnos.

    ¿Tenéis entre los poetas alguno comparable con Ibn Wahbun, cuando improvisó ante al-Mutamid ibn Abbad, logrando certeramente su intención? Alababa al-Mutamid el verso de al-Mutanabi:

    Cuando los camellos obtuvieron una mirada tuya, los extenuados y los débiles se sintieron reconfortados,

    y él improvisó:

    Si es elocuente el verso de Ibn al-Husayn, es solamente porque las dádivas producen cosas excelentes y porque los regalos abren las campanillas de las gargantas.
    De orgullo por su poesía se creyó profeta; pero si hubiera sabido que tú habías de recitar sus versos se hubiera creído un dios.

    ¿Tenéis alguien comparable al poeta de al-Andalus Ibn Darray, de quien dijo al-Ta alibi que era en las comarcas de al-Andalus lo que al-Mutanabbi en las de Siria?

    ¿Es por acaso uno de vuestros poetas el que intentó describir la castidad e inventó aquello con lo que el propio encanto fascina y con lo que huele la flor? Es Abu Umar ibn Fray en su dicho:

    Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
    Apareció sin velo en la noche y las tinieblas nocturnas (iluminadas por su rostro) también levantaron aquella vez sus velos.
    No había mirada suya en la que no hubiera incentivos que evolucionaban los corazones.
    Mas di fuerza al precepto divino que condena la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel de mi pasión, para que mi pasión, para que mi instinto no se rebelase contra la castidad.
    Y así pasé con ella la noche, como el pequeño camello sediento, a quien el bozal impide mamar.
    Tal un vergel, donde para uno como yo no hay otro provecho que el ver y el oler.
    Que no soy yo como las bestias abandonadas, que toman los jardines como pasto.

    ¿Acaso llegó algún metaforista entre vuestros poetas a decir algo parecido a lo que dijo Abu Ya far al-Lama:

    En medio del ala negra de la noche avanzó una nube, balanceándose graciosamente, como se balancea el que tiene una herida en un pie.
    El céfiro dispersó las perlas de su collar, y ella, para buscarlas, encendió las lámparas (del relámpago)?

    ¿O a lo que dijo Abu Hafs ibn Burd:

    La noche, al esconderse fugitiva, cuando brilla la aurora, parece
    un negro velo quemado por alguien que quiere encender una lámpara?

    ¿Es por acaso uno de vosotros el que describió el tinte rojo que produce el vino en la mejilla con palabras como éstas, de al-Sarif al-Taliq:

    Salía el sol (del vino) y era su boca el poniente, y el oriente, la mano del copero que, al escanciar, pronunciaba fórmulas corteses.
    Y al ponerse en el delicioso ocaso de sus labios dejaba el crepúsculo en su mejilla?

    ¡Con versos como éste queda en libertad la lengua (para decir alabanzas) y se enorgullece cualquiera!

    ¿Es acaso de los vuestros el que se dirigió al dicho de Imnu-l-Qays:

    Me elevé hacia ella, cuando se hubo dormido su gente, con la elevación de las burbujas de agua, una tras otra,

    y lo arrebató como arrebata el céfiro el aliento de las flores, y lo robó con la delicadeza con que la boca del sol roba la saliva del rocío de las auroras, y lo sutilizó de tal manera que se adentra en las almas, produciendo tal alegría que dispensa de beber vino?

    ....................

    ¿Es uno de los vuestros aquel que estaba atado por los beneficios, pero cuya lengua desató la ingratitud? Es Ibn al-Labbana, el que dijo:

    ¡Por vida mía y por mi gente! Son unos protectores a quienes jamás pedí ayuda contra la fortuna sin que volviese ayudado.
    Después de guarnecer de pluma mis alas, las mojaron de generoso rocío; por eso no puedo volar de su tierra.

    ¿O el otro que, habiéndole retirado aquel a quien alababa el beneficio a que le tenía acostumbrado y habiendo correspondido él a eso interrumpiendo sus loas, como llegase a su noticia que el alabado le censuraba por esta causa, dijo lo que vas a oír? Es Ibn Waddah, y sus versos los siguientes:

    ¿Era yo otra cosa que un pájaro dedicado a alabaros, que se alzaba y moraba en el boscaje de vuestra gloria?
    Pero si me habéis arrancado el plumaje que me disteis y habéis retirado de mí vuestra sombra, ¿cómo voy ya a cantar?

    ¿Es acaso uno de los vuestros el poeta que, viendo que la gente se quejaba a gritos del fastidio de oír comparar la boca con la margarita, las flores con las estrellas y las mejillas con las anémonas, se presentó amablemente a transformar esas metáforas de un modo que hace nueva su forma en los oídos y hace penetrante su enmohecido filo en las inteligencias, llegando al más bello extremo de las cosas peregrinas y haciendo con su espléndida imaginación que fuese incapaz de entenderlo el beduino más hábil en lanzar flechas? Es Ibn al-Zaqqaq, cuando dice:

    Un airoso mancebo giraba en nuestro torno llenando las copas y reavivándolas a la hora en que el sol ya se había levantado y había ya brillado la aurora.
    El jardín nos había ofrendados sus anémonas y daba su perfume el mirto, oscuro como el ámbar.
    ‘¿Dónde está la margarita?’, dijimos, y alguien nos contestó: ‘La he dejado en la boca de quien nos sirve los vasos.’
    Y el copero insistía en negarlo, pero cuando sonrió se descubrió el secreto.

    .......................

    ¿Es acaso de los vuestros el que sobresalió en las descripciones de jardines, arroyos y cuanto se relaciona con esto, y llegó a la bandera de la meta, afrentando a todo el que tras él intentó alcanzarla? Es Ibn Jafaya, el que dice:

    La embriaguez nos acostó una tarde de placer: en ella fue blando y dulce mi lecho.
    El araka se desvistió de su sombra para vestírmela; la rama se bajaba a escuchar lo que decía la paloma;
    el sol se inclinaba pálido hacia el ocaso; el trueno musitaba sus ensalmos y la nube escupía (como una hechicera)...

    .........................

    ¿Acaso es uno de los vuestros el que, al salir de mañana a un jardín, con su amado y con una copa, y encontrar los encantos del jardín cubiertos por la niebla, temió, al ver eso, que se retrasase en llegar un convidado suyo, y le dijo, invitándole, lo que sigue? Es Abu-Hassan ibn Rassam, en sus versos:

    ¡Ea, apresúrate! No hay otra cosa que la convenida: la copa y la luna llena (el amado).
    No seas perezoso porque veas que la niebla cubre al jardín y al vino.
    Lo que sucede es que el jardín está velado hasta que tú vengas a él, y entonces dejará caer su velo.

    ...............................

    ¿Acaso es uno de vosotros el que dijo sobre temas ascéticos palabras semejantes a las de Abu-Wahb al-Abbasi al-Qurtubi? Helas aquí:

    En este estado en que me ves, si atentamente lo consideras, soy el más feliz de los hombres.
    Mi morada es el sitio que quiero en toda la superficie de la tierra. bebo la más clara de las aguas.
    No poseo vestidos que tema despierten envidia ni me verás ningún dinero.
    Como almohada pongo mi brazo derecho y, cuando me vuelvo, el izquierdo.
    No tengo padre ni hijo y, desde que tengo uso de razón, no formé familia.
    Algunas cosas me eran placenteras en tiempos, mas reflexioné y vi que eran fantasmas.

    ..............................

    ¿Acaso surgió entre vosotros una mujer como Wallada al-Marwaniyya? Ella fue la que dijo en chanza al visir Ibn Zaydun, que tenía un esclavo llamado Alí:

    ¿Qué le pasa a Ibn Zaydun que, a pesar de su generosidad, habla mal de mí sin motivo, puesto que soy inocente,
    y me mira de reojo, si me acerco a él, como si no fuese más que a castrar a Alí?

    ¿O como Zaynab, hija de Ziyad, el literato, al-Wadi Asiyya, la que dice:

    Cuando los calumniadores rehusaban todo lo que no fuera separarnos, sin que tú ni yo pudiéramos tomar venganza de ellos;
    cuando lanzaron sobre nuestra buena fama el tropel de sus dicterios, y disminuyeron con ello nuestros protectores y auxiliares,
    los combatí desde los reductos de tus ojos, de mis lágrimas y de mi alma, respectivamente, con espadas, con torrente y con fuego?

    ........................

    La discusión entre ambos duró varias horas, y dio lugar a una de las descripciones más hermosas de España. En dicha discusión, el poeta cordobés fue enumerando una por una las ciudades más importantes mientras la asamblea permanecía callada; maravillada de tantos conocimientos.
    Cuando Al-Saqundi hizo la descripción de Málaga y habló de su vino, el gobernador
    reprimió el aplauso de los presentes. Vinieron luego las descripciones de Córdoba y
    Granada, diciendo de esta última que una de sus bellezas era por ser la ciudad que había dado más poetisas. Después, cuando hablaba de Sevilla, el soberano estalló en una carcajada coreada por todos al contar el poeta la historia de aquel borrachín que estaba muriéndose, y cuando fueron a decirle que pidiera perdón a Dios por sus pecados, porque no podría ir al paraíso, él, elevando los ojos al cielo dijo: ¿Oh, Señor! De todo lo que hay en el paraíso no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.
    Luego el poeta cordobés hizo la descripción de Valencia y su Ruzafa, de Almería y de otras ciudades españolas, y al terminar de recitar añadió una frase de tipo profético que decía: «No hay que desear jamás ayuda, más que de aquel que tiene la espada por amigo intimo».”
    AL SAQUNDI ( -1231); “Risala” (“Elogio de Al-Andalus”)
    Pious dio el Víctor.

  12. #12
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    NECESIDAD DE LA REVELACIÓN:

    121
    “Consta ya que fue Dios quien dio origen al mundo, el cual no existió hasta que fue por Él creado. Ahora bien: sabemos con certeza que jamás podrían ser adquiridas las ciencias y las artes por el hombre, guiado sólo por sus fuerzas naturales sin el auxilio de la enseñanza. Así, la medicina, el conocimiento de los temperamentos fisiológicos y de las enfermedades y sus causas, con toda su múltiple variedad, y la invención del adecuado tratamiento y curación de cada una de ellas mediante las drogas o medicamentos, cuya experimentación total no hay medio de llevarla a su meta; porque ¿cómo cabe que un mismo hombre ensaye cada medicamento en cada enfermedad, si esto no se concibe, ni puede hacerse sino a través de decenas de miles de años y examinando personalmente a todos los enfermos del mundo? Ahora bien, tal estudio habría de verse interrumpido antes de acabarlo, no sólo por la muerte, sino por las ocupaciones imprescindibles para la subsistencia, por las vicisitudes de la fortuna, por otros obstáculos.
    Así también la Astronomía, el conocimiento de las revoluciones de los astros, de sus movimientos de traslación y de su retorno a sus esferas, es tarea que no puede llevarse a cabo sino a través de decenas de miles de años y que, por tanto, habrá de ser interrumpida por los mencionados obstáculos antes de terminarla.
    Igualmente la lengua, sin la cual no puede concebirse la educación, ni la subsistencia de la vida individual, ni las relaciones sociales, es imposible que haya sido inventada por común acuerdo de los hombres, si no es mediante otra lengua; luego es evidente que ha sido necesario un primer principio de una lengua cualquiera.
    Y dígase lo propio de las artes o instrumentos de la siembra, recolección, trilla y molienda de los granos, amasado y cocido del pan, ordeño de la leche, pastoreo y cría de los rebaños, plantación de los árboles, extracción de las esencias vegetales, majado del lino, cáñamo y algodón, su hilado y tejido, corte y cosido de las telas, los instrumentos para todo ello, las herramientas para la agricultura, los molinos, las naves, su dirección para navegar a través de los mares, los aparatos hidráulicos, la apertura de los pozos, la cría de las abejas y del gusano de seda, la extracción de los metales, su aprovechamiento, con el de las maderas y la alfarería para las obras de construcción.
    Todo ello es imposible haya sido inventado sin enseñanza. Luego forzosamente debemos afirmar que debió existir por necesidad un hombre o más, a quienes Dios enseñase en principio todo esto, sin intervención de maestro humano, sino mediante inspiración directa, de la cual estuviesen bien seguros los que la recibiesen. Ahora bien: ésta es la definición de la revelación profética; luego es necesaria la existencia de uno o varios profetas.
    ABENHÁZAM (994-1064), ‘El Fisal’, I 71-73


    EL HOMBRE Y DIOS:

    122
    “Un prisionero amordazado por sus culpas está en pie a tu puerta, atemorizado por todo lo que Tú sabes.
    Tiembla por los pecados, cuya maldad no se te oculta, y al esperar que Tú los juzgues, aguarda y teme.
    ¿En quién igual a Ti podrá esperar? ¿A quién temer? ¿Qué habrá capaz de oponerse al cumplimiento de tus decretos? No me avergüences, Señor, por la lista de mis acciones, cuando sea conocida el día de la cuenta.
    Consuélame en las tinieblas del sepulcro, cuando mis parientes me dejen solo y cuando se alejen mis amigos.
    ¡Que tu generoso perdón, por mí esperado, cubra benévolo mis culpas porque, si no, pereceré!”
    ABENALFARADÍ (962-1013)


    CONCEPTO DEL HOMBRE:

    123
    “Los hombres son como vasos, cuyo fondo es acíbar y cuya boca está cubierta con un poco de miel.
    El que gusta el vaso se deja engañar, hasta que aparece y se descubre lo que en el fondo contiene.”
    ABENCHOBÁIR (1145-1217)


    VALOR MORAL DEL HOMBRE:

    124
    “Muchas veces un hombre generoso, que no hace más que dar, es más rico que un avaro que no hace más que recibir.
    Procurad confiaros más en vuestras propias fuerzas, por pequeñas que sean, que en las de vuestros amigos, por grandes que parezcan; porque el hombre vivo, sostenido por sus propias piernas, que no son más que dos, es más fuerte que el muerto llevado por las piernas de quienes lo conducen al cementerio, aunque sean ocho.”
    ABENXARAF (+1116)


    CONCEPTO PESIMISTA DEL HOMBRE:

    125
    “Cuando se hace un beneficio a un hombre vil, no se reconoce sino ingratitud: el hombre noble contesta con acción de gracias.
    Asimismo, cuando la lluvia cae sobre una víbora, expele su veneno, mientras que rociando las conchas produce las perlas.
    Mis enemigos son para mí generosos bienhechores: ¡quiera el Dios clemente no privarme de ellos! Su celo por buscar mis defectos hace que yo evite éstos; su envidia me ha hecho subir hasta las alturas.
    No esperes, ¡oh varón sensato!, nada bueno de nadie, pues el mal es innato y el bien no es más que un accidente; no te imagines que se hace el bien por ti mismo, pues siempre hay en ello una segunda intención mala.”
    ABUHAYAN (1256-1344)


    ASCETISMO:

    126
    “¡Oh, tú, que el más oculto sentimiento
    sabes del corazón!
    ¡Oh, tú, que en los trabajos das alientos
    y alivio en la aflicción;
    a quien se vuelve lleno de esperanza
    el corazón contrito;
    por quien el pecador tan sólo alcanza
    expiar su delito!
    Tú, que viertes de gracias un tesoro,
    “así sea” al decir;
    escúchame, Dios mío, yo te imploro;
    mi voz dígnate oír.
    Que mi propia humildad por mi interceda,
    oh, mi dulce sostén,
    eres el solo apoyo que me queda,
    eres mi único bien.
    En mi abandono en tu bondad confío;
    a tu puerta he llamado;
    si no me abres, el dolor impío
    me hará caer postrado.
    Tú, cuyo nombre invoco reverente,
    si no das lo que anhela
    tu pobre siervo en oración ferviente,
    Señor, su afán consuela.
    Haz que no desespere en tanta cuita
    el débil pecador,
    pues tu misericordia es infinita
    e inexhausto tu amor.
    ABDERRAHMEN EL SOHALÍ (1114-1185), ‘Para implorar a Dios una gracia cualquiera’

    127
    “Me preguntan si querría poseer una hermosa casa. No, he respondido; una choza es ya bastante para un miserable mortal. Si no hubiese invierno, ni calor abrasador, ni ladrones que me puedan arrebatar mi pan, ni mujeres que es preciso ocultar a las miradas indiscretas, yo me construiría una casa semejante a la de la araña”
    ABUISHAC DE ELVIRA

    128
    “Vedle al que ayer era todavía tan rico. En su loco orgullo se imaginaba que la fortuna jamás le abandonaría; lleno de audacia y de presunción, se envolvía majestuosamente en su manto de púrpura. Los golpes de la suerte acaban de arrebatárselo: ¡vedlo ahora como se pasea cubierto de viejos harapos! No cuentes, pues, con la riqueza, ella deja muy rápida el puesto a la pobreza, porque la fortuna es variable. Lo necesario basta y jamás debe uno tratar de enriquecerse.
    ABUISHAC DE ELVIRA


    PSICOLOGÍA ÉTICA:

    129
    “El que hace mal a sus parientes y amigos es más vil que ellos; el que les devuelve el mal que le han hecho es semejante a ellos; el que no lo devuelve es el señor de ellos, mejor y más noble”.

    130
    “Para el hombre pundonoroso vale más el honor que las riquezas. El hombre pundonoroso ha de defender su cuerpo a costa de sus riquezas; su vida a costa de su cuerpo; su honor a costa de su vida; su religión a costa de su honor, pero a costa de su religión no debe defender cosa alguna”.
    ABENHÁZAM (994-1064), ‘Libro de los caracteres y la conducta’


    LA ADVERSIDAD:

    131
    “Yo era émulo de la lluvia bienhechora, señor de la generosidad, protector de los hombres, cuando mi mano derecha prodigaba los dones el día de la distribución de presentes, o arrebataba la vida al enemigo el día de la batalla, y cuando mi mano izquierda sostenía la brida que refrenaba al corcel espantado por el ruido de las lanzas. Pero ahora estoy bajo el poder de la cautividad y de la miseria; parezco un objeto sagrado víctima de la profanación, un pájaro con las alas rotas. No puedo ya responder al llamamiento del oprimido o del pobre. La alegría de mi rostro, a que estaban acostumbrados, se ha vuelto sombría tristeza; los cuidados no me dejan pensar en la alegría; hoy se apartan de mí las miradas, mientras que antes todos me buscaban.”
    ALMOTAMID (1040-1095)


    IDEA DE LA MUERTE:

    132
    “La muerte en todo momento extiende su sudario, mientras nos olvidamos de que nos visitará.
    No disfrutarás del mundo y sus placeres, ni aunque te adornes con sus más bellos atavíos. ¿Dónde están los amigos y vecinos? ¿Qué hacen? ¿Dónde están todos aquellos que nos ofrecieron tranquilidad?
    Dioles a beber el tiempo un vaso con aguas inmundas y han venido a ser rehenes de la tierra húmeda.
    ABEN ABI ZAMANIN (935-1007)

    133
    “Aunque estamos cerca de la parada terrestre, nos hallamos ahora alejados de ella. Habiendo llegado al lugar de la cita, al sepulcro, guardamos silencio para siempre. Aunque éramos antes poderosos, ya no somos más que osamentas; en otro tiempo dábamos festines, hoy somos el festín de los gusanos.
    Éramos el sol de la gloria; pero ahora este sol ha desaparecido y todo el horizonte se conduele de nosotros.
    ¡Cuántas veces la lanza ha derribado al que lleva la espada! ¡Cuántas veces la desgracia ha abatido al hombre feliz!
    ¡Cuántas veces se ha enterrado en un miserable harapo al hombre cuyas vestiduras llenaban numerosos cofres!
    Di a mis amigos: ¡Abenaljatib ha partido! ¡Ya no existe! Y ¿quién es el que no ha de morir?
    Di a los que se regocijan de ello: ¡Alegraos, si sois inmortales!
    ABENALJATIB (-¿-1374)

    134
    “La sombra del amante viene por la noche a visitar a quien antes le había amado. Si el amante no esperase esta visita, no dormiría. ¿Os admira que la sombra venga a la hora en que todo está envuelto en tinieblas? ¿No sabéis que ella está iluminada con una luz sobrenatural que disipa las negruras de la noche?
    Tú lloras al muerto; ¡déjalo! ¡Él está tranquilo! Llora al que vive; ¡él es más digno de tus lágrimas! El muerto descansa en la tumba; su suerte ya no hay que lamentarla. Pero al que vive, al que todos los días muere a manos de la injusticia, nadie lo consolará.
    ABENHAZAN DE CÓRDOBA, ‘El collar de la paloma’ (año 1020).

    135
    “Párate y considera
    esta mansión postrera,
    donde todos vendrán a reposar.
    Mi rostro cubre el polvo que he pisado;
    a muchos de la muerte he libertado
    pero yo no me puedo libertar.
    AVENZOAR (1113-1199)

    136
    “Mientras que me arrastraba
    del mundo la corriente fugitiva,
    ... yo jamás me olvidaba
    que hacia la muerte caminando iba.
    Hoy la muerte no temo,
    cuando me siento próximo a morir,
    sino del Juez supremo
    el fallo inevitable que he de oír.
    ¿Qué destino me espera?
    De mis culpas el número es crecido.
    Cuán justo el Señor fuera
    castigando a quien tanto le han ofendido.
    Pero el alma confía
    en su misericordia y su perdón
    para gozar del día
    venturoso y eterno en su Mansión.
    ABUSALT OMEYA BENABISALT (1067-1134)



    TIPOS

    EL GUERRERO:

    137
    “Si ahora quieres presumir de nobles caballeros y rivalizar con nosotros en punto a capitanes valerosos, te diré que bien notorio es el recuerdo y bien patentes las huellas de aquellos que vivieron antes de nosotros, en la época de Al-Mansur ibn Amir y en la de los reyes de taifas.
    Y entre los héroes contemporáneos, bastante tienes con lo que has oído del emir Abu Abdallah ibn Mardanis, el cual se lanzaba contra las tropas enemigas, hendiéndolas a derecha e izquierda, mientras recitaba:
    ‘Cargo sobre el escuadrón, sin cuidarme de si mi muerte está en él o fuera de él’.”
    AL SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’


    UN SEÑOR HISPANO ENTRE ÁRABES:

    138
    “Cuéntase de él que Abderramen, hijo de Moavia, mandó confiscar los pueblos de su señorío, y que la causa de ello fue este monarca curioseó la estancia de Arrobás cierto día en que iba de expedición, en la cuál éste le acompañaba, y alrededor de la misma vio aquél no pocos regalos o presentes que los feudatarios solían ofrecer a éste en todas las paradas que hacía en los pueblecillos de sus dominios. Esto causóle envidia a Abderramen. Fuéronle, pues, confiscados, y Artobás hubo de irse a vivir con sus sobrinos, hasta que llegó a la miseria.
    Dirigióse entonces a Córdoba; fue a visitar al canciller Abenbojt y le dijo: ‘Haz el favor de pedir al emir, cuya vida guarde Dios, licencia para verle, pues he venido a despedirme de él.’ Entró el canciller a pedir a Abderramen el permiso, y éste dispuso que entrara Artobás a su presencia.
    Al entrar vio que iba andrajosamente vestido, y le dijo: ‘¡Hola, Artobás! ¿Qué te trae por aquí?’. A lo cual contestó: ‘Tú me traes, tú, que te has interpuesto entre mí y mis posesiones, faltando a los tratados que tus abuelos hicieron conmigo, sin culpa de mi parte que a ello te autorizara’. Abderramen añadió: ‘Pero ¿que es eso que quieres despedirte de mí? ¿Acaso piensas irte a Roma?’. Artobás le contestó: ‘¡Cá, hombre, al revés! ¡Si yo he sabido que tú quieres marcharte a Siria!’. Replicóle Abderramen: ‘¿Y quién me ha de dejar volver allí, siendo así que la tuve que abandonar para que no me mataran?’.
    Entonces Artobás le preguntó: ‘¿Tú te has propuesto que tu dominación se consolide en esta tierra para que tu hijo la herede, o quieres privarle de lo que a ti se te ha dado?’. Abderramen contestóle: ‘¡Ah, no, pardiez! Yo no sólo quiero consolidar mi dominación, sino también que mi hijo la herede’. Entonces le dijo Artobás: ‘Pues veas como se arregla este punto’. Después le denunció paladinamente, sin ambages ni rodeos, todas aquellas cosas por las que el pueblo estaba disgustado, y quedó Abderramen tan satisfecho y agradecido que dispuso le fueran devueltas a Artobás veinte de sus aldeas, le obsequió con espléndidos vestidos y regalos y le nombró para el cargo de conde, siendo el primero que ocupó esa dignidad en Al-Andalus.”
    Crónica de ABENALCOITIA.
    Pious dio el Víctor.

  13. #13
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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    IDEA DE UNIVERSALIDAD:

    139
    “Puesto que mi origen es la tierra, toda ella es mi país, todos los hombres son mis parientes.
    ABUSALT OMEYA BENABISALT (1067-1134)


    IDEA DE LA UNIDAD:

    140
    “Uní las divisiones del país con mi espada, como quien une con la aguja los bordados, y congregué las diversas tribus desde mi primera juventud.
    Pregunta si en mis fronteras hay algún lugar abierto al enemigo y correré a cerrarlo desnudando la espada y cubierto con la coraza.
    Acércate a los cráneos que yacen por la tierra como copas de coloquíntida.
    Te dirán que en su acometida no fui de los que huyeron cobardemente; antes bien, acometí espada en mano...
    ALHAQUÉM I (796-822)


    ELOGIO DEL IMPERIO DE ABU NASAR:

    141
    “¡Oh, hijo de reyes y de los descendientes de los reyes y de aquellos con quienes las estrellas procuran competir en esplendor, si a su origen se atiende! Has edificado un alcázar que no tiene igual y que ha reunido en sí la excelsitud de tal suerte que no hay grado de excelsitud que le aventaje. Un palacio donde tiene su asiento el Califato, de cuyas maravillas se refieren cosas extrañas, que guardarán las páginas de la Historia.
    Edificaste para la religión, en la preciosa cumbre, una tienda de gloria que no necesita cuerdas para su sostén. ¡Cuántos beneficios habías concedido anteriormente al Islam! Se hallaban ocultos y la admiración descubrió sus huellas. Beneficios sin reprobación, bienes que no han de devolver misericordia sin esperanza, perdón sin interés.
    Es verdad, ¡cuán grande es el imperio que Abun Nasar alcanzó! Los signos presagios de la victoria se elevan sobre su alcázar. Favorecido por Dios, millares de hombres temen su ímpetu. Si amenaza, el firmamento, no lucirán en él las estrellas. El temor impele a los reyes hacia sus puertas, al paso que los que buscan amparo son impulsados hacia él por el deseo. Por lo muy acostumbrado que se halla a la liberalidad y benevolencia, sólo posee sus riquezas el tiempo que tarda en repartirla en dones. Jamás ceda en su poderío; séanle los reyes inferiores a él y por él le teman los árabes y extrañas gentes”.
    Inscripción en el Salón de la Barca, en la Alhambra de Granada.


    PÉRDIDA DEL TERRITORIO PATRIO:

    142
    “Cuanto sube hasta la cima
    desciende pronto abatido
    al profundo.
    ¡Ay de aquel que en algo estima
    el bien caduco mentido
    de este mundo!
    En todo terreno ser
    sólo permanece y dura
    el mudar.
    Lo que hoy es dicha o placer
    será mañana amargura
    y pesar.
    Es la vida transitoria
    un caminar sin reposo
    al olvido;
    plazo breve a toda gloria
    tiene el tiempo presuroso
    concedido.

    .............................

    Con sus cortes tan lucidas
    del Yemen los claros reyes
    ¿dónde están?
    ¿En dónde los Sasánidas
    que dieron tan sabias leyes
    al Irán?

    ..............................

    Montes de escombro y desiertos
    no ciudades populosas,
    ya se ven.
    ¿Qué es de Valencia y sus huertos?
    ¿Y Murcia y Játiva hermosas?
    ¿Y Jaén?
    ¿Qué es de Córdoba en el día,
    donde las ciencias hallaban
    noble asiento,
    do las artes a porfía
    por su gloria se afanaban?
    ¿Y Sevilla? ¿Y la ribera
    que el Betis fecundo baña
    tan florida?

    ..............................

    Allí doncellas gentiles,
    que al andar perlas y flores
    esparcían,
    para faenas serviles
    los fieros conquistadores
    ofrecían.
    Hoy en lejana región
    prueban ellas del esclavo
    la amargura,
    que destroza el corazón
    y hiere la mente al cabo
    con locura.
    Tristes lágrimas ahora
    vierta todo fiel creyente
    del Islam.
    ¿Quién su infortunio no llora,
    y roto el pecho no siente
    del afán?”
    ABULBECA DE RONDA (Siglo XIII)


    NOSTALGIA DE LA PATRIA:

    143
    “Esto es Egipto; pero ¿do está la patria mía?
    Lágrimas su recuerdo me arranca sin cesar:
    Locura fue dejarte, ¡oh bella Andalucía!
    tu bien, perdido ahora, acierto a ponderar.
    ¿Dónde está mi Sevilla? Desde el tiempo dichoso
    que yo moraba en ella, lo que es gozar no sé.
    ¡Qué apacible deleite cuando, al son melodioso
    del laúd, por su río cantando navegué!
    Gemían las aplomas en el bosque, a la orilla;
    músicas resonaban en el vecino alcor...
    cuando pienso en la vida alegre de Sevilla,
    lo demás de mi vida me parece dolor.
    ¡Y aquellas gratas horas en el prado florido!
    ¡Y aquellas en los placeres suave libertad!
    recordando mi dulce paraíso perdido,
    cuanto en torno me cerca es yermo y soledad.
    Hasta el eco monótono de la movible rueda
    que el agua de la fuente obligaba a subir,
    cual si cerca estuviese, en mis oídos queda;
    toda impresión de entonces en mí suele vivir.
    No eran por la censura mis goces perturbados;
    la ciudad es tan linda, que se allana el Señor
    a perdonar en ella los mayores pecados;
    allí hasta el fin del mundo puedes ser pecador.
    La soberana pompa del caudaloso Nilo
    se eclipsa ante la gloria del gran Guadalquivir.
    ¡Cuántas ligeras barcas en su espejo tranquilo
    se ven, al son de músicas alegres, discurrir!

    ..............................

    A Málaga tampoco mi corazón olvida;
    no apaga en mí la ausencia la llama del amor.
    ¿Dónde están tus almenas, ¡oh Málaga querida!,
    tus torres, azoteas y excelso mirador?
    Allí la copa llena de vino generoso
    hacia los puros astros mil veces elevé,
    y en la enramada verde, del céfiro amoroso
    sobre mi frente el plácido susurrar escuché.

    ..................................

    Pasaron estas dichas, pasaron como un sueño,
    nada en pos ha venido que las haga olvidar;
    cuanto Egipto me ofrece menosprecio y desdeño;
    de este mal de la ausencia no consigo sanar.”
    ABENSAID EL MAGREBI (1214-1274)
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  14. #14
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    LA INVASIÓN :

    144
    “E fincará toda la tierra vacía de pueblo, bañada de lágrimas, complida de apellido, huéspeda de los extraños, engañada de los vecinos, desamparada de los moradores, viuda e asolada, de los sus fijos, confondida de los bárbaros, desmedrada por llanto e por llaga, fallescida de fortaleza, flaca de fuerzas, menguada de conorte, asolada de los suyos... toda la tierra astragaron los enemigos, e las casas hermaron, los omes mataron, las cibdades robaron e tomaron. Los árboles e las viñas e cuanto fallaron verde, cortaron; pujó tanto esta pestilencia e esta cuita, que non fincó en toda España buena villa nin ciudad de obispo oviesse, que non fuesse quemada e deribada e retenida de los moros."
    ALFONSO EL SABIO, ‘Crónica general de España”’.


    MALLORCA:

    145
    “La isla de Mallorca es una de las tierras de Dios más pobladas y de las más abundantes en mieses, provisiones y ganados. A pesar de su aislamiento de las demás tierras, puede pasarse sin ellas, y hasta les envía el sobrante de sus productos. Su prosperidad, su independencia, la densidad de su población, la extensión de su campiña, la enriquecen. Hay en ella multitud de ventajas.
    Tiene hombres ilustres y guerreros que se consagran a defenderla de los enemigos que la cercan: ‘No hay que desear jamás ayuda más que de aquel que tiene a la espada por amigo íntimo’.
    Esto es -¡Dios adorne tus méritos añadiendo el de la justicia y honre tu generosidad haciéndote confesar las excelencias ajenas!- lo que me ha ocurrido ahora, a propósito de elogiar la península de al-Andalus.
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    VALENCIA:

    146
    “Valencia es llamada por sus muchos jardines, el ramillete del al-Andalus. Su Ruzafa es uno de los más bellos sitios de placer de la tierra. En esta región está la célebre Albufera, llena de luz y de brillo, y se dice que a causa del reflejo del sol en esta Albufera, es tan abundante la luz en Valencia, hasta el punto de caracterizarse por eso. Entre los productos especiales de esta tierra está el brocado valenciano, que es exportado a las regiones del Magrib. No faltan en ella sabios, ni poetas, ni caballeros que resisten valerosamente la vecindad de los enemigos y apuran en ella la copa de los placeres mezclados con las desgracias. Sus habitantes son las gentes de más pura conducta, de religiosidad más firme, de amistad más constante y los más compasivos en el extranjero”.
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.

    147
    “Valencia, Valencia, vinieron sobre ti muchos quebrantos et estás en ora de te perder. Pues si tu ventura fuer que tú escapes desto, será grant maravilla a quien quier que te viese.
    Et si Dios fizo merced a algún lugar, tovo por bien de lo facer a ti; que fueste siempre nobleza et alegría solaz en que todos los moros folgaban et avien plazer.
    Et si Dios quisiere que de todo en todo ayas de perder desta vez, será por los tus grandes pecados et por los grandes atrevimientos que viste en tu soberbia...
    Las tus muy altas torres et muy fermosas, que de lexos parecían et confortaban los corazones de tu pueblo, poco a poco se van cayendo...
    Las tus acequias claras, de que te mucho aprovechabas, se tornaron turbias; et con la mengua del alimpiamiento llenas van de muy grant cieno.
    Las tus nobles et viciosas huertas, que en derredor de ti son, el rilobo rabioso les cavó las raízes et non pueden dar flor...
    El tu muy gran término, de que te llamabas señora antigua los fuegos lo an quemado, et a ti legan ya los grandes fumos.
    Et a la tu grant enfermedad non le pueden fallar melecina, et los phísicos son ya desesperados de nunca te poder sanar...
    AL GUACAXI ( - 1096) ‘Elegía’ (Intercalada en la ‘Crónica General’ de Alfonso X el Sabio)


    MURCIA:

    148
    “Murcia es la capital del Oriente de al-Andalus. Sus habitantes son tan valerosos e independientes como es sabido y notorio. Su río, es un brazo del río de Sevilla, pues entrambos nacen en Segura, y a su lado hay tantos jardines de ramas ondulantes, tantas norias que cantan notas musicales, tantos pájaros gorjeadores y flores alineadas, como habrás oído. Es una de las tierras más ricas en frutos y perfumes. Sus habitantes son las gentes más alegres y divertidas que existen, a causa de que los alrededores de la ciudad ayudan a ello por la belleza de sus panoramas. Es la ciudad en la cual la novia que escoja su ajuar puede equiparse del todo, sin necesidad de recurrir para cosa alguna a otra parte.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    SEVILLA y sus gentes:

    149
    “Si te atreves ahora a entrar en la descripción del país y en la exposición de sus bellezas y de aquello que Dios le atribuyó particularmente, negándoselo a los demás, oye lo que hará morir de tristeza al envidioso:
    Sevilla cuenta entre sus excelencias lo templado de su clima, la magnificencia de sus edificios, el ornato, tanto de su recinto como de los alrededores, y ese tan alto grado de refinamiento que hace que el vulgo diga: ‘Si en Sevilla se pidiese leche de pájaro, se encontraría’.
    Por su gran río sube la marea hasta setenta y dos millas tierra adentro, para después bajar, acerca de lo cual dijo Ibn Safar:

    El céfiro rasgó la túnica del río al volar sobre él y el río se desbordó por sus márgenes para perseguirlo y tomar venganza.
    Pero las palomas se rieron de él, burlándose al abrigo de la espesura, y el río, avergonzado, tornó a meterse en su cauce y a ocultarse en su velo.

    Los sevillanos son las gentes más ligeras de cascos, más espontáneas para el chiste y más dadas a la burla, aun empleando las más feas injurias; y de tal suerte están habituados a esto y lo tienen por hábito, que entre ellos es considerado odioso y cargante el que no se dedica a tales cosas y no da y acepta esta clase de bromas.
    Acerca del Aljarafe de Sevilla, ya has oído lo que dijo uno de los autores de muwassahas en una compuesta en alabanza de al-Mutamid ibn Abbad:

    Sevilla es una novia
    cuyo esposo es Abbad:
    el Aljarafe es su corona;
    su collar es el río.

    Es decir, que el Aljarafe (al-Saraf) ha reunido toda la excelsitud (al-saraf) que quiso. Sus productos cubren las regiones de la tierra, y el aceite que se prensa en sus olivares es exportado hasta la propia Alejandría. Sus aldeas superan a todas las otras aldeas por el primor de sus construcciones y por el celo con que sus habitantes las cuidan por dentro y por fuera, hasta el punto de que parecen, de encaladas que las tiene, estrellas blancas en un cielo de olivos.
    Sus mujeres, sus vehículos (tanto terrestres como marítimos), sus guisos y sus frutos (lo mismo frescos que secos) son especies que en el reparto del mérito han logrado la parte más copiosa. En cuanto a sus casas, ya tienes noticias de su perfección y del celo con que sus propietarios las cuidan. En la mayoría de ellas no falta agua corriente, ni árboles frondosos, tales como el naranjo, el limero, el limonero, el cidro y otros.
    Sus sabios en toda rama de saber, elevada o humilde, seria o jocosa, son demasiados en número para que puedan contentarse y demasiado célebres para que tengan que ser citados.
    Tocante a los poetas que hay en ella, así como compositores de muwassahas y zayales, son tantos, que si se distribuyesen por Berbería sería ésta estrecha para contenerlos y, sin embargo, todos alcanzan el favor y los regalos de los magnates de la ciudad.
    Mi único propósito al mencionar cuanto he citado respecto a esta noble población ha sido dar con ello una idea representativa de las excelencias de todo al-Andalus, pues aunque ninguna de sus ciudades está falta de nada de eso, sin embargo, he puesto a Sevilla, mejor dicho la ha puesto Dios, como madre de todas sus ciudades y centro de su gloria y de su excelsitud, puesto que es la mayor de sus poblaciones y la más grande de sus capitales.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    ALMERÍA:

    150
    “Almería es ciudad de célebre fama y de importancia grande, cuyos habitantes se distinguen por su carácter ecuánime, su brillante fausto, la suavidad del cutis, la belleza de los rostros y las costumbres, la nobleza en el trato y en la amistad.
    Su playa es la más limpia, más abierta y más linda de ver de las playas.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    MÁLAGA:

    151
    “Málaga reúne las dos perspectivas de mar y tierra, con viñas que se suceden sin interrupción, sin que puedas ver entre ellas un claro de terreno falto de cultivo; con quintas que se parecen a las estrellas del cielo, por su gran número y por el esplendor de su brillo; y con el río, que cruza, visitándolo en las dos estaciones del invierno y la primavera, lo hondo de su vega y la rodea para conocer sus contornos.

    .........................

    También es peculiar de esta ciudad un vino delicioso, tanto lícito como ilícito, hasta el punto de que se ha hecho proverbial el vino de Málaga. A un calavera que estaba a la muerte le decían: ‘Pide perdón a tu Señor’. Y él, levantando las manos, clamaba: ‘¡Oh, Señor! De todo lo que hay en el Paraíso, no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.’”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    GRANADA:

    152
    “Granada es el Damasco de al-Andalus, pasto de los ojos, elevación de las almas. Tiene una alcazaba inexpugnable, de altos muros y edificios espléndidos. Se distingue por la peculiaridad de su río, que se reparte por sus casas, baños, zocos, molinos exteriores e interiores y jardines. Dios la ha adornado colocándola en lo alto de su extensa vega, donde los lingotes de plata de los arroyos se ramifican entre la esmeralda de los árboles. El céfiro de su Nayd y el bello panorama de su Hawz encantan ojos y corazones, sutilizando las almas. Todo es en ella nuevo y peregrino.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.

    153
    “Sobre este palacio de peregrina belleza,
    brilla la grandeza del Sultán.
    Brilla su belleza y sus flores,
    la lluvia de las nubes la cubre generosamente.
    Las manos de sus creadores bordaron en sus lados
    bordados que parecen flores de jardín.
    Su salón parece una desposada que ofrece a la comitiva
    nupcial su belleza tentadora."

    ‘Inscripción en el pórtico del Generalife’.


    JAÉN:

    154
    “Jaén es el castillo de las tierras de al-Andalus, porque es la ciudad más abundante en mieses, la más esforzada en héroes, la más inexpugnable...
    No faltan en ella sabios y poetas. Se le llama ‘Jaén de la seda’ por el gran número de gentes, tanto del campo como de la ciudad, que se dedican en ella a la cría del gusano de seda.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.


    CÓRDOBA:

    155
    “Córdoba fue, en lo antiguo sede del Imperio, centro de la ciencia, faro de la religiosidad, asiento de la nobleza y de la primacía. En ella residieron los reyes y los magnates del tiempo de la Conquista y, más tarde, los reyes Marwaníes. En ella vivieron Yahya ibn Yahya, discípulo directo de Malik, y Abd al-Malik ibn Habid. Ya habrás sentido que sus habitantes sentían gran veneración por el Derecho canónico y rivalizaban con ansia por alcanzar la primacía en esta ciencia, y que los reyes se humillaban ante los ulemas, ensalzando su rango y obrando con arreglo a sus opiniones, y que no elegían ministro ni consejero que no fuese sabio.”
    AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.

    156
    “Poseen en el más alto grado la elevación y el esplendor. Dominantes intelectuales de la región y consumidos en la piedad, son renombrados por la pureza de su doctrina, la exactitud de su probidad, y la belleza de sus trajes, tanto en la manera de vestir y sus monturas, como en lo que toca a la elevación de sentimientos que manifiestan en sus reuniones y en sus sociedades, así como en la elección de los alimentos y bebidas; añadid a esto que están dotados de un carácter amable, de las maneras más distinguidas, y que jamás en Córdoba han faltado sabios ilustres ni personas notables. En cuanto a los negocios, poseen riquezas considerables, habitaciones amuebladas suntuosamente y no son movidos más que por una noble ambición.”
    ABU-ABDALLA MOHAMED AL-EDRISI, (1099-1165) ‘Descripción de España’


    ZARAGOZA:

    157:
    “Zaragoza es una de las principales ciudades de España. Es grande y muy poblada. Sus calles son anchas y sus edificios muy hermosos. Rodeanla jardines y vergeles. Las murallas de esta ciudad están hechas de piedra y son muy fuertes; han sido edificadas a orillas del gran río llamado Ebro... Este río procede en parte de país de los cristianos, en parte de las montañas de Calatayud, y en parte de las inmediaciones de Calahorra. La reunión de estas diversas corrientes de agua se efectúa sobre la ciudad de Tudela. Zaragoza lleva también el nombre de Al-medina Albaida (la ciudad blanca), porque la mayor parte de sus casas están revestidas de yeso o cal... Una de sus particularidades más notables es que allí nunca se ven serpientes. Cuando un reptil de esta clase se le transporta de fuera y se le introduce en la ciudad, muere al instante. Existe en Zaragoza un gran puente por el cual se pasa para entrar en la ciudad, la cual posee fuertes murallas y soberbios edificios”
    ABU-ABDALLA MOHAMED AL-EDRISI, (1099-1165) ‘Descripción de España’
    Pious dio el Víctor.

  15. #15
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    VI – LOS REINOS MEDIEVALES; SPANIAE SALUS.

    1
    Ante el avance de la turba árabe galopando por las tierras de España hubo un repliegue general de los dispersos grupos militares y un éxodo angustioso de las poblaciones civiles que, “despertando en la sangre ibérica”, huyeron a los montes para organizar la resistencia. ¿En nombre de qué idea o persona se realiza este hecho?
    Les mueve la conciencia católica de España, que es unión de dispersos. Y en virtud de ello se lanzan a la guerra santa de guerrillas y acción. “Jesucristo frente a Mahoma; la Cruz contra la Media Luna”. La fe y la fiereza ancestral forman el ideal de esta contienda, que durará siglos y que acoge en los primeros tiempos en las montañas, cuevas y riscos.
    Cuando el viejo reino visigodo se ha convertido en un gran emirato dependiente de Damasco, un grupo que guerrea en las tierras de Asturias desenvaina la espada y aviva el rescoldo de la antigua unidad. No son ejército ni comunidad; son un embrión de pueblo, “mitad monjes, mitad soldados”, a los que manda un jefe que será rey, llamado Pelayo, “el primer rey nacional de España”.

    Abajo, en las tierras calientes de Al-Andalus, otro príncipe se yergue y se separa del califato de Damasco proclamándose único jefe de los musulmanes españoles. Así nacen en el panorama de España dos ciudades que persiguen lo mismo, con signos contrarios: Oviedo y Córdoba.
    Y así comienza y florece la gesta épica de la Reconquista española. A la llamada cantábrica de Covadonga responderá la cristiandad pirenaica desde Roncesvalles, a Sobrarbe y Egara. La exaltación de la victoria de Covadonga ganará el entusiasmo de los naturales y desde entonces se aprovecharán los menores resquicios para combatir al enemigo.
    El diminuto reino asturiano ensanchó lentamente sus fronteras, y los sucesores de Pelayo: los Favilas, Fruelas y Alfonsos consiguen prolongar sus dominios hasta llegar a León, capital de la primera monarquía española.

    Los hombres de aquellas tierras del Cantábrico, los pobladores de los Pirineos, obedecían a unas conscientes ideas de solidaridad, fundadas junto a los móviles religiosos en una conciencia fija, declaradamente nacional.
    “Los habitantes cántabro-pirenaicos entendieron como obligación ineludible la de oponerse a los invasores, que aportaban una mentalidad totalmente unitaria –Oriente contra Occidente-, de la que jamás se desprendieron. A pesar de los núcleos aislados, la idea de España no desaparece, y aparte de la constante convergencia de todos los esfuerzos de la reconquista, cuyas líneas quebradas se dirigieron continuamente hacia un vértice común, existen los significativos ejemplos de aquellos reyes navarros, aragoneses y, en ciertos momentos, hasta árabes, que se consideran subordinados a la dinastía imperial de León, directa heredera de la unidad, y todas las constantes alusiones con que, desde San Isidoro, se hacen en alabanza de la Madre España apasionadamente canta a través del periodo medieval.”
    Y como para afirmar el carácter de la epopeya, militar o terrena, religiosa o celestial, aparecen en ese periodo inicial dos hechos que serán fuente de otros más preclaros: el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en Compostela, “fuente suprema de energía de la restauración nacional”, y la aparición de la Cruz de los Ángeles, como bendición del Cielo a la tarea emprendida.
    Por la gracia del primero se abre una vía de cultura a través de la España guerrera. Mediante la merced del segundo se ata más el alma española con su tierra, dándole la fuerza que mantendrá aquella lucha.

    Pero tal vez el mayor motivo que impulsa a la gente española a recuperar el territorio perdido es la realización de una idea mucho más grande y de mayor trascendencia:
    “En la segunda mitad del siglo VIII comienza a debilitarse el imperio de Bizancio y se afianza el cisma de Oriente: el arzobispo de Constantinopla se convierte en instrumento del emperador. En contrapartida a esa debilitación de la potestad civil más fuerte que entonces existía y a esa escisión que entonces sufría la Iglesia Católica, surgen en Occidente el Imperio de Carlomagno y el poder temporal de los Papas. Estos dos poderes, estrechamente unidos, van tomando la entera dirección de los pueblos llamados bárbaros convertidos al catolicismo.”
    En este momento el árabe se puso frente a ese poder unificador, porque tenía también una religión única y ‘unificadora’, con su centro en la Meca, al modo de los católicos en Roma, y trató de reducir a Europa pasando por España. En este instante los habitantes del Norte de España se acuerdan de su misión providencial en el mundo y se aprestan a defender, con el suelo patrio, la ‘catolicidad’.
    “La virtud de adaptación característica del pueblo español no se practicó en este caso; y ello única y exclusivamente por servir a esa idea providencialista”.

    Por eso, a pesar de que los reinos y condados pirenaicos estuvieron separados ‘políticamente’, conservaron todos la ‘unidad’. Esta unidad estaba constituida por el anhelo común de extrañar a los mahometanos del suelo patrio para reanudar el lazo que a todos, libres e invadidos, les ligaba, es decir, la ‘catolicidad’. Y en este ideal están unidos Asturias, León, Castilla, Navarra y Cataluña. Y así se ve “al Conde de Urgel, Armengol, y a los obispos de Vich, Gerona y Barcelona asistir juntos, con los demás príncipes del territorio libre, a la expedición guerrera de Córdoba en 1010, y a Armengol III tomar parte en la de 1065 por tierras de Aragón, y a Berenguer Ramón II participar con Sancho Ramírez de Aragón y con Alfonso VI en la infausta batalla de Zalaca (1086), y luego a navarros y aragoneses participar en la gloria de las Navas de Tolosa, al lado de Alfonso VIII, y a Ramón Berenguer IV acompañar al rey castellano Alfonso VII en la conquista de Almería, y a Jaime I ayudar a San Fernando en la toma de Murcia”.
    Este hecho de solidaridad común entre los diversos príncipes de la zona libre, que subsiste íntegro a pesar de las mutuas discordias nacidas de rivalidades personales y opuestos intereses, no tiene explicación satisfactoria si no se piensa en que lo que les movía e impulsaba era el esfuerzo al servicio de la nacionalidad y de la catolicidad.

    Al propio tiempo, y movidos por igual impulso, se agitaban los ‘españoles’ de la zona invadida por responder a los mismos principios, y a los cuales se les planteó el problema de saber cuál había de ser la actitud de los católicos con el poder constituido. Tal fue el caso de los mozárabes cordobeses.
    La gente española que vive con los árabes, aquellos abnegados mozárabes de Córdoba, conocen que en el Norte de España se ha planteado la batalla de la Fe y que el Apóstol Santiago yace en España, todo lo cual apiña y fortalece su espíritu, que a fines del siglo IX creen llegada la hora de sublevarse al mando de un jefe de origen visigodo, Omar ben Hafsun, tentativa que fracasa cuando se derraman en busca de Castilla las huestes de Alfonso III y Ordoño II; o como antes lo fuera con la serie de martirios consumados en Córdoba y sus arrabales, que valió que San Eulogio escribiera su ‘Memorial de los Santos’, el ‘Apologético de los mártires’ y su ‘Documental martirial’.

    El P. García Villada nos resume la acción unificadora y militar de este periodo:

    “Fernando I de León y Castilla (1035-1065) conquistó a Lamego, Viseo y Coimbra, llegó hasta Alcalá e hizo tributarios suyos a los reyes moros de Zaragoza, Toledo y Badajoz; Ramiro I de Aragón (1035-1063) ensanchó sus Estados por Sobrarbe y Ribagorza, y los Condes de Barcelona bajan hasta Tarragona.
    “Con don Sancho el mayor de Navarra entra a reinar en Castilla, en la primera mitad del siglo XI, la casa navarra que, influida perfectamente por el espíritu francés, abre la puerta a los monjes cluniacenses, los cuales, secundando los deseos de los legados del papa Gregorio VII, suprimen el rito mozárabe e introducen el romano. Con esta romanización en el culto y la liturgia coincide la entrega que hacen todos los reyes peninsulares de sus Estados a la Santa Sede, declarándose feudatarios suyos.

    “La descollante personalidad de Alfonso VI sobresale a fines del siglo XI entre todos los demás reyes cristianos. El 25 de mayo de 1085 reconquista Toledo. Almotamid de Sevilla le rinde vasallaje, y las huestes de Alfonso VI pasan triunfantes por el territorio zaragozano, por Almería y Granada.
    “Los musulmanes llaman en su ayuda a los almorávides. Alfonso VI, que estaba sitiado en Zaragoza, levanta el cerco y se dirige con sus soldados y los catalanes y aragoneses a su encuentro. Trabóse la batalla de Zalaca, cerca de Badajoz; las fuerzas cristianas fueron derrotadas el 23 de octubre de 1086. Pero los islamitas no supieron sacar fruto considerable de esa victoria.
    “Entre tanto, el Cid se apoderaba de Valencia (año 1094), Alfonso I, el Batallador, los derrotaba, el 1120, en Cutanda; Ramón Berenguer IV conquista Tortosa (1148) y Lérida (1149), y Alfonso VIII, después del desastre de Alarcos, vencía su resistencia en la célebre jornada de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), en la que participaron todas las regiones.

    “El siglo XII vio nacer la Orden de Calatrava y demás Órdenes militares, fruto de aquel ideal arraigado en la mente hispana: en su misión, guerrera y espiritual a un tiempo, aunaban estas instituciones las dos fuerzas inmanentes que sostuvieron vivo el aliento de la Reconquista durante ocho siglos.
    “Es éste, además, el siglo de la tendencia a la unificación de España; porque si bien se produce la secesión de Portugal, que no había de soldarse sino momentáneamente durante el reinado de Felipe II, se unen, en cambio, Aragón y Cataluña; se sella la fusión de León y Castilla, y se advierte la aproximación a ellas de Navarra.

    “El siglo XIII produce a Fernando III el Santo (1217-1252), que se apodera de Sevilla en 1248, y a Jaime I el Conquistador, que conquista las Baleares y el reino de Valencia. A la muerte de estos dos grandes monarcas puede decirse que el poderío musulmán estaba reducido al reino de Granada. Sancho IV conquistó Tarifa el año 1292. Y, por fin, el doble ideal, nacional y católico, sostenido aguerridamente contra el invasor durante ocho siglos, triunfó definitivamente con la toma de Granada en 1492. Entonces se conjuró el peligro de islamización de Europa; se conjuró gracias a la sangre vertida por España en una lucha multisecular.
    “Abnegación tan cruenta y prolongada parecía pedir en recompensa una paz duradera; pero quiso Dios exigir aún a España, brazo derecho de la Cristiandad, nuevos y gloriosos sacrificios.
    “Premio a su heroico denuedo frente al mahometismo fue la reconstrucción de la unidad nacional.”

    Este rosario de hechos terminará en la total unidad, con el matrimonio de las dos ramas en que España había estado dividida.




    2
    Hitos españoles de este período, que proporciona cada uno la buena semilla para su alabanza, son los tres en que puede resumir su espíritu:
    a) El camino de Santiago.
    b) La consolidación de Castilla.
    c) La idea de Imperio.


    A) EL CAMINO DE SANTIAGO

    En el siglo IX, cuando la Cristiandad agonizaba, cuando las masas del Asia y del África irrumpían en avalancha sobre Europa; cuando en todas las costas de Occidente los piratas normandos desembarcaban a hierro y a fuego; cuando se anunciaba para el cercano año 1000 el fin del mundo; cuando el soberbio intento romano-germánico de edificar Europa en orbe cerrado parecía ya deshecho y desvanecido, en un misterioso rincón de España, en tierras de Galicia, un ermitaño vio luces de amanecer en la noche del bosque y del mar. Luces anunciadoras y denunciativas sobre una piedra que, como una concha abriendo su valva, dejara aparecer el arca marmórea con el cuerpo del Apóstol.
    Afanoso el obispo Teodomiro, exploró el paisaje en que el valle estaba alumbrado por una estrella que, al ser descubierto el cuerpo convirtióse en “polvo de luz astral” que creó el ‘camino de Santiago’. “Vía láctea –al decir de Unamuno-, nebulosa de estrellas que guiaba a los peregrinos como a los magos su estrella”.

    Se estremece el obispo, y a poco, los pueblos a la redonda, y luego el Papa y al fin toda la Cristiandad. Y lo que fuera en un principio visión alucinada de anacoreta, pasó en seguida a ser símbolo colectivo; guión de combate, fe de reconquista y, al fin, triunfo decisivo de Roma. Porque bajo el emblema de aquel Apóstol, los orientales serían arrojados de Europa. Y Europa volvería a poner su pie en el África. Y frente a aquellas comarcas atlánticas y tenebrosas donde moraba el brujo Merlín y llegaban monstruos devoradores de doncellas e islas, este Occidente peninsular de Europa mandaría después flotas de carabelas y galeones con la cruz del Apóstol, amainando las ondas y amasando a los bárbaros infieles lejanos.

    El misterio de Santiago coincidió por mucho tiempo con el misterio mismo de lo cristiano en Europa. Y es que Santiago significaba el misterio de la resurrección de lo que no podía perecer: de la misma Roma, universal y católica.
    El mundo se estremeció y emprendió la marcha hacia la tumba descubierta, y los pies, muchas veces descalzos, de innúmeros romeros, trazaron las veredas, hollaron las calzadas por las que han de cruzar los reyes, los prelados, los guerreros, los siervos y los grandes señores, sin distinción de clases, de todos los confines de la tierra. Secularmente, pasa por esa ruta la cristiandad devota, con el alma anhelante, el bordón en la mano, con el zurrón y la caperuza que ornamentan con conchas y azabaches. “La cadena de la peregrinación se agita numerosa de un lado a otro del mundo cristiano; por aquellos caminos se hablan todas las lenguas y visten los más distintos trajes”.
    Se organizan desde tierras de Francia las rutas –“el camino francés”- que atravesando todo el Norte de España conducen a Santiago. Ya veremos después cuáles eran sus etapas. Los papas, los monarcas, las casas abaciales protegen la corriente de los peregrinajes; hospicios y hospitales abren su puerta a todos. Florecen las leyendas; se veneran en distintos parajes imágenes sagradas, y por todos los senderos del mundo camina el peregrino de Santiago. A medias por la tierra y a medias por el cielo va el camino francés. De puente a puente y de estrella a estrella va en ansia peregrina. “Sólo es peregrino el que camina hacia la tumba de Jacobo”, dirá Dante Alighieri en la ‘Vita nova’.

    ¿Dónde está el primer paso y la primera memoria del camino compostelano? ¿Quizá bajo la sandalia de piel de cabra de aquel monje maronita que en la duermevela se sus ayunos al traspaso, bajo el sol de Siria, soñaba que se arrodillaba en la tumba de Santiago? ¿En Novgorod, quizá, bajo las nieves rusas? No se sabe dónde empieza a andar el camino mayor de las peregrinaciones. Basta con saber sus posadas alemanas, sus hospitales franceses, sus pausas españolas. Empiecen donde empiecen, unos llevan a cuestas las cadenas de hierro de que se han liberado, en ofrenda al Apóstol; otros, plomos o piedras para ampliar la santa causa; algunos, sus horrendos pecados. Otros, en fin, el óbolo modesto, sus rezos y sus cánticos.
    Y tanto los que llevan una cruz en la mano, los que ofrecen sus bienes, que pródigos reparten, como los menesterosos que reciben la limosna en la palma, guardan la llama de la fe en su pecho y tienen en los labios la ferviente plegaria. La inmensa muchedumbre consume las etapas, atraviesa los bosques, los campos y los prados, y se acerca el momento de ver allá a lo lejos las torres de la ciudad soñada, de franquear sus puertas y sentirse cobijado bajo las bóvedas del templo en que reposa el Apóstol.


    LA PEREGRINACIÓN.

    Almanzor ha pasado por las tierras de España. Sus huestes –furor y saña- destrozan a mansalva. Hieren, destruyen y matan. Su sed implacable de tierras y ciudades tiene como finalidad principalmente anular la costumbre naciente en la España cristiana, quizá sobre precedentes lejanos musulmanes, de la peregrinación al sepulcro del Apóstol, que florecía cada vez con mayor fuerza y que podía llegar a ser un vínculo espiritual tan definitivo para la cristiandad como lo era la propia peregrinación a la Meca entre los musulmanes. Sus temibles hazañas llevaron el estrago y la desolación hasta el propio corazón espiritual de la España cristiana, llegando a destruir la ciudad de Santiago, hasta que a principios del siglo XI, con la vida de Almanzor, se acabaron sus desmanes.

    Truncada la corriente de aquel peregrinaje, queda a un monarca, Sancho I el Mayor, la misión trascendental de restaurar y consolidar las mansiones del camino de Santiago. Vencido el año 1000, en aquel siglo onceno, el mundo, sacudiéndose a sí mismo y despojado de vejeces, se impuso la vestidura de sus iglesias, catedrales, monasterios y ermitas, trocándolas los fieles por otras mejores.

    Se ha dicho que tal peregrinación estuvo inspirada quizás en la musulmana a la Meca y que respondía fundamentalmente al concepto tradicional de que el pecador, por su propio pecado, quedaba excluido de los beneficios de la comunidad con sus semejantes y le era forzoso hacer penitencia. Esta, en general, siempre larga y dura, era a veces pública. Se tiene referencia acerca de la ‘monstruosidad de los delitos’, así como de la severidad de las propias penas del tiempo. Para reconciliarse, toda la grey católica acude con afán a actos piadosos, y de entre todos ellos se considera como el más eficaz aquel por medio del cual se alcanzan más y mejor las indulgencias, la peregrinación lejana a pie, sufriendo toda suerte de incomodidades a lo largo de los caminos, entre actos devotos y meritorios. Roma es el centro hacia el cual tiende todo el orbe católico.
    Pero además se organizan dos peregrinaciones: una tiende hacia el Oriente, con la visita de los Santos Lugares; la otra se encamina al Occidente para venerar el cuerpo de Santiago. A través de estas vías de peregrinación se relaciona el mundo cristiano, llegando a los confines donde se encuentran los centros más intensos de la cultura musulmana. Y si el camino del Oriente hubo de dar lugar a las Cruzadas, el de Occidente lleva consigo el auge definitivo y la propagación de toda la cultura románica.

    ¡Ultreya! ¡Ultreya! “Adelante los peregrinos del camino de Santiago. La ruta es larga y áspera; el camino, fatigoso y expuesto. Venían entonando sus cánticos, tanto los franceses como los alemanes, los ingleses como los irlandeses, los escandinavos como los griegos, los húngaros, los levantinos, los tártaros y los armenios, agrupándose por nacionalidades, en un desfilar asaz dificultoso en un principio, hasta que los monarcas hicieron practicables las primitivas sendas, tendiendo puentes sobre los ríos, erigiendo hospitales y garantizando, aunque sólo fuera parcialmente, la integridad de cuerpos y de bolsas de quienes circulaban por ese torrente de vida y arte” ( Menéndez Pidal: ‘Poesía juglaresca y juglares’). El camino es muy largo y los peregrinos se animan con sus cantos: “Herru Sanctiagu”; Grot Sanctiagu; eultreya, esuseya; Deus, adjuva nos”.

    Florecen las leyendas, florecen los romances a lo largo de la ruta. Los juglares, con su parvo equipaje, no podían faltar; existen testimonios de su paso por Roncesvalles; se les sigue a través de diversas ciudades, ya solos, ya acompañando a personajes cuyos nombres evocan los de las grandes ciudades: tal es mosén Johan de Chartres, o esos tres bardos alemanes a quienes socorre el rey Carlos el Malo, rey de Navarra; o aquellos tres juglares del rey de Escocia a quienes presta ayuda el propio monarca. No falta tampoco la nota femenina de una juglaresa del arpa, una inglesa que aparece en Olite, o un maestro Tomás, inglés también, juglar del arpa. Todos pasan el camino francés, incluso los de procedencia mucho más remota, lo que viene a demostrar una vez más la extraordinaria importancia internacional que hubo de tener esta vía. Otras veces se les ve acompañando a las reinas y a los grandes señores, de cuyo séquito eran inseparables, sirviendo a tales personajes a lo largo del difícil viaje.

    El número de peregrinos en toda la Edad media y en la moderna fue incontable. Desde Alfonso II el Casto, todos los reyes de España han hecho la visita al Apóstol. Del extranjero, según cuentan, Carlomagno fue l primer romero jacobeo. Por la entrada de ese camino de Santiago llegóse el rey francés, el Carlo Magno que, a pretexto de protección a la gente española, invadía nuestro solar, encubriendo extrañas pretensiones.

    En el siglo X fueron a visitar el sepulcro Simeón, obispo armenio; Teobaldo y Gualterio, descendientes de los condes de Champaña; Gotescalco, obispo de Le Puy, con buen número de la nobleza aquitana; Guido Veluti, obispo de Milán.
    En el siglo XI: don Raimundo de Borgoña, conde de Galicia con su esposa Urraca, y los arzobispos de Braga y de Toledo; Sigfrido, arzobispo de Maguncia; la condesa Ricardina de Spanheim; el conde Engelberto; Rotuardo, prior de la célebre abadía de Fulda.
    En el siglo XII: Luis VII, rey de Francia; santa Matilde, hija de Enrique I de Inglaterra y esposa de Enrique V de Alemania; Felipe, conde de Flandes; Raimundo, conde de Tolosa; Guillermo II, conde de Poitiers y duque de Aquitania; Enrique de León, yerno de Enrique II de Inglaterra; la condesa Sofía de Holanda; Guido de Borgoña, obispo de Viena de Francia, que más tarde ciñó la tiara pontificia.
    En el siglo XIII: San Francisco de Asís, con su pobreza; Raimundo Lulio con sus lágrimas; Santa Isabel de Portugal con sus caridades, y otros muchos en siglos posteriores. Basta saber que sólo en Inglaterra transportaron las embarcaciones desde 1397 a 1437 más de 7.000 peregrinos a los puertos de Galicia, poseyendo un hospital para peregrinos en Truro de Cornualles.

    En muchas poblaciones del camino existieron barrios enteros habitados por emigrados de las tierras de Francia, los cuales habían de hacer más acogedora, si cabe, la vida errante de los peregrinos. De sus cantos trasciende la conmoción profunda que había de causarles el épico paisaje de su entrada en España por Roncesvalles: iban a recorrer el camino que el gran emperador había conquistado a la morisma, cuajado de sugestiones para su fantasía. Canciones, gestas, tienen por fundamento la romería a Santiago; desarrollan sus escenas en los lugares o ciudades que el camino francés encontraba a su paso.
    No todos los romeros tiene fuerza para triunfar a lo largo de las etapas. Enfermos o tullidos, quedan no pocos en los hospicios y hospitales. Mas al fin llegan, venciendo mil fatigas; pero al llegar al pie del altar quedan muertos, como le aconteciera a aquel duque Guillermo de Aquitania, a quien pinta el romance con los pies llenos de sangre, con “longas e brancas barbas” y con sus ojos verdes “com’aga d’o mar”, que los cierra para siempre después de abrazar al Apóstol y ser enterrado “nesta santa catedral”.

    Compostela plasma, pues, la eternidad de una Fe y de un destino: la idea romana, universal y católica. Es la Roma de Occidente en cuanto no pensó en traicionar a Roma con ínfulas feudales, sino ser su vicaria en esta punta española del mundo.


    B) LA CONSOLIDACIÓN DE CASTILLA

    Ya en el siglo XIII ‘vio’ Castilla la totalidad y actuó con espíritu director de los intereses colectivos. Después, en el siglo XV, Castilla fundó y organizó la unidad política aun existente. Castilla creó a España.

    Dentro de la dualidad de fuerzas conservadoras y progresivas que determina la trayectoria histórica de toda nación, Castilla nace en la España cristiana del siglo X con una fuerza innovadora en todos los órdenes de la vida.
    El reino asturiano quiere conquistar España entera restaurando el reino de los godos, y para que la unidad política se mantenga, los reyes de Asturias y León se arrogan el título de emperadores. Frente a esta fuerza conservadora de la Cristiandad se levanta Castilla, un país nuevo, hecho a obrar por cuenta propia en los peligros continuos, que lleva con impaciencia el centralismo leonés, y enfrenta rebeliones prolongadas durante toda la primera mitad del siglo X. Fernán González y las generaciones que le anteceden y siguen no obran sólo impulsados por un egoísmo disociante. Su rebeldía era necesidad en el Occidente europeo, en los albores del feudalismo, y por lo que toca a España, lejos de ser egoísta en momentos de gran peligro para el reino, no pretendió rehuir las desgracias de la comunidad, sino, por el contrario, proseguir la guerra antiislámica con más decisión y constancia que León.
    Así, lo que es aspecto negativo mirando hacia el pasado (un pasado es lo que representaba el imperio leonés en su estructura orgánica y en su poder militar, que empezaba a decaer), es aspecto positivo en atención a las nuevas condiciones de vida que en Europa apuntan, lo cual se comprueba con el largo éxito progresivo que alcanzó Castilla.

    Hacia el 931, Fernán González, reuniendo en su persona varios condados menores, constituye el gran condado de Castilla, el más extenso de España. Pero el rey de León quitaba y ponía a voluntad los condes de su reino. Fernán González no queda como inamovible hasta la muerte de Ramiro II. La independencia de la que suele hablarse no existió; es una imperfecta interpretación del hecho. Una de las innovaciones políticas en que Castilla se adelantó a León y que más contribuyeron a dar a Castilla su carácter histórico es obra del hijo de Fernán González, Garci-Fernández, gran organizador y legislador, que, duplicando el número de los caballeros, es decir, de aquellos que podían servir con un caballo en la guerra, se habilitó para sostener con más tenacidad la lucha, mientras León mostraba menos resistencia antiislámica, por no tener caballería suficiente.

    Así, a través de la calamitosa época de Almanzor, Castilla se robustece en la desgracia, y la nota de Fernán González, con sus caballeros nobles y sus villanos ennoblecidos, constituye la fuerza nueva que más se adelanta en la reconquista, la que llegó hasta saquear a Córdoba sólo siete años después de la muerte de Almanzor.
    Al extinguirse la línea masculina de Fernán González, el condado castellano pasa al rey de Navarra, Sancho el mayor, que inicia la definitiva dislocación del eje político de España hacia el centro castellano, proclamándose antes emperador frente al de León.
    Su sucesor, Fernando I, reconoce ostensiblemente la hegemonía castellana cuando reparte sus Estados, dejando Castilla a su hijo mayor; reconocimiento que se repetirá un siglo después en el reparto a los hijos de Alfonso VII.
    La primacía de Castilla se consolida para siempre, mediante su unión definitiva con León en 1230. León se castellaniza profundamente, y esta España engrandecida viene a ser para todos, dentro y en el extranjero, el reino representativo de España entera.
    Ya después es muy conocido el papel preponderante de Castilla en conducir el Imperio español hasta su cumbre, agotando en esa colosal obra todas sus fuerzas.

    La monarquía leonesa representaba la idea tradicional en la Península; era la continuadora de la monarquía visigótica. Pero la unidad visigótica, en principio, era extraña a Castilla. Castilla, por rara paradoja, puesto que al fin ella forjó la unidad moderna, representaba el separatismo ibérico frente a León, exponente de la unidad nacional.

    Ya desde el siglo X, Castilla afirma su personalidad, singularmente en el campo de la administración de justicia. Los jueces leoneses aplicaban, naturalmente, las leyes visigóticas; en tanto que los castellanos creaban el Derecho (a la manera de los jueces ingleses) según los usos del país. Se dice que en Burgos se quemaron cuantas copias del Fuero Juzgo se encontraron en Castilla, para atenerse los jueces a las costumbres hispánicas y germánicas excluidas del Fuero Juzgo, como la solidaridad familiar en materia penal, el duelo judicial, etc.

    Sólo cuando Castilla llega a dominar a León y su papel es preponderante, se desplaza el centro de gravedad de la unidad española; pero de la unidad concebida de otro modo diferente de la que expresaba el imperio leonés. En este desplazamiento la figura del Cid es importante, al serlo en la hegemonía de Castilla.
    Al estallar la guerra entre Castilla y León con motivo del reparto de los reinos y aspiraciones de los hijos de Fernando I, venció, en la batalla de Llantada, Sancho de Castilla; pero Alfonso (VI) de León no se sometió a la derrota. Tras breve reconciliación estalló de nuevo la guerra entre León y Castilla. Se encontraron castellanos y leoneses en Golpejera. Los castellanos, con el Cid, vencieron a los leoneses y se apoderaron de Alfonso de León. Sancho II de Castilla se coronó rey de León, enviando a su hermano a tierras de moros, a la corte de Mamun, en Toledo, tributario de Alfonso.

    La idea hegemónica castellana sufre una crisis como consecuencia del asesinato del rey castellano Sancho II en el episodio del cerco de Zamora.
    Tras el juramento de Santa Gadea, el Cid ,castellano, pasó a ser sospechoso a los ojos de Alfonso, rey común ya a Castilla y a León. Lo cual no fue obstáculo para que, dadas las relaciones entre señor y vasallo, casase el rey al Cid con una dama del reino de León, doña Jimena, sin duda, con la mira política de reconciliar, en aras de la unidad, a castellanos y leoneses.

    El destierro del Cid de Castilla fue para éste una liberación y, a la vez, un motivo para la revelación de Castilla: ofreciendo el Cid sus servicios a Moctadir, rey moro de Zaragoza –rey tributario de Alfonso VI- defendía al protegido de su rey y a la vez, trabajaba para mantener a Zaragoza bajo Castilla, preparando con su actuación y con el pensamiento puesto en la unidad, la anexión de ese reino moro al de Castilla; con lo que continuó de este modo, aun en el destierro, la obra de hegemonía castellana a que nos vamos refiriendo.

    Del lado cristiano ya hemos visto su influencia en el abandono de la idea declinante del imperio leonés para desplazar el eje de la unidad española hacia Castilla, que más tarde habría de traernos la unidad moderna.
    Tendencia unitaria tanto más meritoria cuanto que el siglo era profundamente confuso y en el que tantos conceptos estaban en formación o en permanente evolución.

    Fernán González y el Cid deben quedar juntos como héroes representativos de Castilla en los siglos X y XI, con las naturales diferencias que median entre un siglo de desolación y uno de reconstrucción. Uno y otro pugnaron por establecer modalidades nuevas, dentro del Imperio leonés, no preocupándose sólo de sus propios intereses, sino cargando sobre sí la misma misión antiislámica que se arrogaba el Imperio, por sentirse ellos más decididos y capaces para llevarla a cabo. Ambos fueron tensión operante que no necesitaban descanso, que no sufren quebranto ni laxitud.
    Bien puede unirlos en su veneración Castilla, en pareja inmortal; cada uno de los cuales sería bastante para honrar y embellecer el pasado de un pueblo. Don Juan Manuel resumía la tenacidad de Fernán González en la frase de aliento con que venció el cansancio de sus vasallos maltrechos: “Amigos, por las feridas non lo dexemos, ca estas feridas nuevas ca agora nos darán nos farán que olvidemos las que nos dieron en la otra batalla”. Por esa voluntad incansable del conde, Castilla recibía la primera condición necesaria para constituirse en directora de una vida nueva entre los pueblos de la Península. Ese es el supremo bien de la magnanimidad, y sólo con magnanimidad pueden ser dirigidos los pueblos en convivencia pacífica, duradera.


    C) LA IDEA DE IMPERIO.

    La supervivencia de la idea imperial de España, esa tradición romana, no se pierde en estos siglos. En los albores de la Edad Media tal anhelo se destaca claramente. La idea nacional de España radica en la creación de un Imperio español. La transmisión y elaboración de esta idea imperial española se asocia íntimamente a la Reconquista, basándose en la concepción de un Estado unitario, cuyos fundamentos militares y eclesiásticos hubieran de buscarse tal vez en modelos carolingios, con modalidades especiales.
    Tres reyes de Castilla y León ostentaron oficialmente el título de ‘emperador’, formulado, en fin, con todo el objetivismo del derecho político, considerándose como emperadores de un Imperio español descendiente del pasado romano.

    En León existía, antes que en Castilla, una idea de unidad. El rey era emperador. Esta idea imperial no era exactamente la que encarnaba Carlomagno, que fue el primero, como es sabido, que la representó después del Imperio romano de Occidente. Carlomagno pretendía resucitar la unidad de los emperadores romanos, a lo que se opuso España, según la leyenda de Bernardo del Carpio. Con ese mismo carácter tomó el título de emperador Fernando I, para oponerse a las pretensiones de Enrique III de Alemania. “Quizá pensaba también Fernando I –escribe un historiador- en la explicación práctica de ese título, sobreponiéndose a los reinos de Navarra y Aragón y haciéndoles sus tributarios.” En este sentido emplearon el título de emperador Alfonso VI y Alfonso VII.
    Este Imperio era, pues, español, circunscrito al territorio peninsular, y expresaba una idea unitaria radicalmente española que, al fracasar, frustró la posible confederación de los reinos cristianos peninsulares bajo la autoridad del emperador. La unidad se hubiera forjado, a juicio de Menéndez y Pelayo, aun sin los acontecimientos del siglo XV, si bien venciendo las dificultades del defecto ibérico de falta de interés hacia toda empresa colectiva.

    En los siete siglos de lucha contra la morisma, León y Castilla forman los núcleos principales de acometividad y resistencia. Su monarquía es la heredera genuina del reino visigodo. En virtud de esta idea, León se constituye en primer foco unitario, tras la ruina de España. Sus monarcas, conscientes de la importancia de su misión unificadora, adoptan desde Alfonso III (866-910) el título de ‘Imperator’ o el de ‘Magnus basileus’, afirmando así su supremacía sobre los nacientes reinos pirenaicos, navarro-aragonés y catalán. Y no sólo en lo político; también en lo eclesiástico aspiraron Oviedo y León a recoger la herencia de los primeros toledanos. Imperio pudo significar, en los tiempos de Alfonso III, la renovación del Estado visigótico, con su apuntada ambición imperial y con la clara conciencia del título jurídico sobre las tierras ocupadas por el Islam.

    La preeminencia de los emperadores leoneses sobre los otros reyes de las regiones españolas está reconocida en innumerables documentos. Oliva, abad de Ripoll, llama emperador a Alfonso V; ‘Imperator fortissimus’ llaman las crónicas a Fernando I; ‘Imperator magnus’, sus hijos, resucitando el ‘magnus basileus’ que usó Ramiro III; Alfonso VI adopta el título de ‘Imperator totius Hispaniae’; pero la consagración oficial de esta prerrogativa se lleva a cabo con Alfonso VII, del que se describe, como loa importante, su coronación.

    Roma desplegaba por aquel entonces sus actividades centralizadoras. Alejandro II e Hildebrando, monje de Cluny (que luego fue Gregorio VII), que era la figura más destacada de la Iglesia, afirmaba la soberanía de la Santa Sede sobre los poderes temporales y nacionales. Se documentaba la aspiración con textos canónicos. La Sede Apostólica podía utilizar, como arma, según la interpretación de los textos, la excomunión y aun las expediciones militares contra los Estados.
    El poder de Roma es de origen divino; el de los reyes, de origen humano: tal era la tesis vigente que, a lo largo de los siglos, había de plantear conflictos entre Roma y las iglesias nacionales y dar lugar a la desviación de los excesos regalistas, singularmente en lo que a España se refiere, en el siglo XVIII.
    Esta idea de monarquía universal se expresaba no sólo en nombre de la Santa Sede, sino también del Imperio romano germánico; en 1065, el emperador de Alemania, Enrique IV, predecía que mediante la unión de los magnates sería un hecho el Imperio universal y renacería el Imperio del César y de Carlo Magno, para que fuese regido el universo bajo el signo de San Pedro.

    La centralización romana actuó sobre España. Alfonso VI rechazaba las aspiraciones de la Santa Sede; se negó a pagar el tributo que pagaban otros reinos peninsulares y a proclamar, reafirmándola, la dignidad imperial, no conformándose con que se le reconociese emperador, como su padre Fernando I, sino que él mismo, con intención política clara, frente al imperialismo romano, se designaba emperador: ‘Ego Adefonsus, Imperator totius Hispaniae’.
    En esta reacción nacionalista, según la tradición, el rey, que expresaba la voluntad de Castilla, fue apoyado por el Cid, que llegó a aconsejar la desobediencia al Papa; afirmó que la reconquista era empresa de españoles y no de extranjeros, y llegó a dirigir la resistencia a Francia, que apoyaba las pretensiones de Roma sobre el tributo español. En pleno siglo de religiosidad, como el XI, la idea de unidad política se afirma con su exponente nacionalista frente al imperialismo de Roma.

    La idea del Imperio, reconocida tan solemnemente al monarca leonés, languidece a mediados del siglo XII, si bien algunos reyes, como Alfonso VIII y Alfonso X, aspirarán a reproducirla. En este siglo, Castilla asume la parte principal de la Reconquista y se convierte en heredera de León y creadora directa de España. En las grandes empresas reconquistadoras que darán por resultado la victoria de las Navas de Tolosa y la toma de Córdoba, Sevilla, Jaén y Granada, vienen a ponerse todos (navarros, aragoneses y catalanes) bajo la dirección de sus reyes.

    A medida que se consuma la Reconquista palidece el brillo imperial del medievo, cediendo el paso a la idea renacentista del Imperio antiguo. Ella determina toda la vida y anhelos de Alfonso el Sabio. Encarna este rey un verdadero renacimiento romano en España, tal como iba a surgir en Italia, espiritualmente, merced a Pedrasca, y en lo político, por obra de Cola di Rienzo. Alfonso representa este renacimiento en la periferia del antiguo Imperio romano, engendrado y nacido gracias a la tradición y cultura romanas.
    Y aquí se manifiesta a la vez el europeísmo alfonsino en sus aspectos cultural y político, creando ideológicamente un nuevo Imperio romano de nacionalidad hispánica. Aparece Alfonso X como rival solidario del derrumbado Imperio romano de linaje alemán, que por entonces iba hundiéndose a ojos vistas. Y perseverando en la misma trayectoria histórica, al calor del indeleble recuerdo de gloriosos días de dominio mundial, la política española de las generaciones venideras hallará siempre su más honda correspondencia y su síntesis más perfecta en la idea imperial.

    Pero, llegado el momento de la gran hazaña que Dios tenía reservada a nuestra patria, Castilla, que se había impuesto a todos por su calidad de ser más ‘igualitaria’ que ninguna otra región en el Derecho, en la distribución de la tierra y en la organización municipal y de las clases sociales, mantiene el espíritu unificador. Y es curioso que al hacerse la unión definitiva española por el matrimonio de Isabel y Fernando de Aragón, continúa predominando en el desarrollo del conjunto hispano la región representada por el elemento femenino. Pero por cima de él, aun prescindiendo de las cualidades de la reina, estaban las virtudes unificadoras y universalistas de Castilla. Por eso la cultura y la lengua que adquieren prepotente influjo en todo el territorio son las creadas por Castilla; y es Castilla, asimismo, la que dirige la conquista y civilización del mundo recién descubierto. De ahí que haya podido decirse con verdad que León y Castilla han hecho a España, pero la han hecho por medio de la monarquía y de la Iglesia, sin perder de vista su destino providencial.

    Al final de estos tres hitos, ya en el camino de Santiago, con las canciones de gesta o nuestros poemas épicos, los cánticos y plegarias, no se menciona otro nombre que ESPANNA, L’ESPEGNE o L’ESPAIGNE. Y así en Castilla, la España del poema del ‘Mio Cid’ constituye obsesión, no en su unidad material o política, sino en la espiritual. Y cuando se trata del Imperio, es la España total, con su ‘Imperator totius Hispaniae’ la que brilla en todos los labios.

    Por eso, las crónicas e historias medievales reflejan el fervor nunca disminuido y olvidado de la grande España, sentida al modo de la cima o empresa común de todos los peninsulares, y la unanimidad con que los reinos y pueblos medievales, aislados y en ocasiones reñidos y encontrados, convergían hacia un fin único, al cabo del cual se encontraba solamente España.

    En este periodo será un rey, y por añadidura sabio, el que proclame la alabanza de España.
    Alfonso el Sabio quiere ser señor del ecúmeno y amante de su patria por encima de todas las cosas, y le canta la endecha más tierna y vibrante, más sonora y castiza que dijeron labios españoles.
    Lo más emocionante de esta loa es que la cante un alma llagada por desdenes, deslealtades, incomprensión, traiciones; la misma que en entrañables confidencias confiesa su melancolía ante la triste y espaciosa patria:
    “...pues en la mía tierra me fallece quien me había de servir y de ayudar, forzoso me es que en la ajena busque quien se duela de mí. Pues los de Castilla me fallecen, nadie me tenía en mal que yo busque a los de Venamerin; si los míos fijos son mis enemigos, non será ende mal que yo tome a los mis enemigos por fijos; enemigos en la ley, mas no por ende en la voluntad, que es el buen Rey Aben Yuçef...” (‘Carta a Don Alfonso Pérez de Guzmán’, publ. por Ortiz de Zúñiga).

    Sobreponiéndose a su pena personal, hunde su amargor en los ríos caudales Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir y Guadiana, y con su agua dulce rocía la majestad española, la unge de orgullo y carismas, de misión divina. Con su énfasis y altivez entona el elogio para que sea España quien se entone, se ponga en pie, enhiesta ante una gloria universal y un grandioso horizonte. A fin de suscitar esa conciencia, le da ciencia, ejemplos históricos, recuerdos de gestas, memoria y esperanza.

    A través de su elogio se le ha aparecido el destino español. Alfonso lo sueña desde su cueva islamizante, desde su lejana soledad triste, cual en la estrellada noche del alma.
    Tras él, la España de vocación imperial se queda dormida, y sin sueño, como una piedra. Cuando despierte ya habrá pasado la aurora.

    España tiene la gloria de anticiparse a todo, de ser precursora, y en esos periodos aflora en su sentido un matiz de unidad fundado en la religión, en las leyes y en la independencia.
    Ideológicamente, va saturándose durante esta Edad Media suya del ideal de ‘universitas cristiana’, del deseo de coordinar y dirigir los esfuerzos de todos los reinos cristianos contra el infiel, contra lo que no es espíritu, a fin de lograr la universalidad de la cultura europea.
    Y como un corazón gigante que despidiera destellos de energía y sabiduría, da luz con su pensamiento a esas ideas. Es la nostalgia de la tradición romana que se convertirá después, en nuestros teólogos, en un valor axiológico.
    Y en lo interior –frente a la historia- dibujanse los trazos de amor a la independencia, la fe, la perseverancia, la afición a lo maravilloso, la despreocupación, la tendencia a anteponer lo ideal a lo real, y a despreciar el rendimiento del trabajo penoso, pero lucrativo, prefiriendo las aventuras o la misma pobreza. Es un pueblo que lucha sin tregua ni descanso, y que vence y domina aun pareciendo dominado y vencido.







    3
    LOS DEMÁS REINOS DE ESPAÑA.

    Así como Castilla y León combaten para continuar la idea española, de igual modo Aragón y Cataluña sirven por su lado a tamaña empresa. “Equilibrio de fuerzas y de territorios. Exacta ambición y capacidad de cultura. Dos idiomas ya granados en la flor de dos literaturas. Dos estilos políticos y estéticos. Monarcas genialmente iguales y genialmente distintos”. La guerra santa –primero de independencia, luego de reconquista y después de unidad-, tiene cabezas directoras y brazos ejecutores que, conscientes del destino, no se interfieren si se recelan.
    También Navarra, con sus cumbre pirenaicas y sus tierras generosas y sus gentes de recio temple coadyuvará a la gran tarea.


    ARAGÓN.

    La historia de Aragón nos da la clave de su temple moral. Del condado que se asienta en el siglo IX en el Pirineo central va saliendo aquel reinado del primer Ramiro que lo engrandecerá y al que después ayudan un Pedro I y un Alfonso el Batallador.
    A comienzos del siglo XIII, Jaime I el Conquistador arrebata a los moros Mallorca y Valencia, cuya acendrada fe religiosa fue el móvil de todas sus empresas. El deseo de amplificar el reino de Cristo tuvo parte principalísima en el ímpetu creador de sus conquistas, y hasta soñó con emprender una cruzada a Tierra Santa. Al morir dejaría a sus sucesores un nuevo programa: la expansión mediterránea.

    Don Jaime I, dentro de la actuación particular de su reino, demuestra su conciencia y sentimiento españoles, como un “mandato ineludible de la tierra”, en su ayuda al rey Alfonso X de Castilla cuando se ve combatido por el rey moro de Granada, haciéndolo así para que “sea salvada Espanya”. El rey y sus caballeros sometieron todo el territorio rebelde y, sin demandar ni pretender recompensa alguna, tornaron a su reino.
    Su sentido de hispanidad se acrecienta con los caracteres que él presenta. El rey, catalán de nacimiento, de costumbres y hasta de lenguaje, salvo en documentos, en que ya empleó el idioma nacional, entonces castellano, unido a su pueblo, cuyas comunidades y concejos le acompañan fielmente, da cima con su auxilio a ese sentido de colaboración y de unidad, esa España que ni él ni el pueblo podían olvidar.

    Aragón nos lega en el reinado de Pedro III la concesión del ‘Privilegio de la Unión’, en el que algunos han querido ver una manifestación de las doctrinas políticas modernas, como una ‘Carta Magna’ inglesa, primer y fundamental atisbo del derecho constitucional, estrecha limitación del poder real intervenido por el pueblo.

    A partir del rey don Jaime II, las armas de Aragón no combaten a moros, pero tampoco permanecen ociosas: “Los peces del Mediterráneo se preparan para pintar de sol en sus escamas las barras insignes aportadas por los condes de Barcelona al escudo que será de España”. Italia, Grecia, Nápoles y Atenas son las rutas de gloria de este pueblo. Ya Jaime I, el Gran Conquistador, había plantado sus banderas en Baleares. La sombra de las alas del murciélago de su cimera, después de planear sobre Valencia, Palma e Ibiza, se cierne políticamente sobre Italia.

    En 1303, tropas mercenarias catalanas y aragonesas acuden en auxilio del emperador de Bizancio, Andrónico, y el mundo asiático conoce el valor y la dureza táctica de los ‘almogávares’.
    Más tarde, Alfonso V –“rey militar, político y mecenas”-, por el lauro de sus batallas victoriosas, se proclama rey de Nápoles. Árbitro de Italia, dirime en su favor varios pleitos políticos peninsulares y logra ser reconocido heredero de los Estados del duque de Milán.
    Son los caminos para lograr el futuro Imperio: “Si España, al alcanzar su unidad nacional, obtuvo un vasto Imperio europeo, por el que se vio obligada a luchar varios siglos, no fue por un capricho personal de nadie, ni siquiera por una vena colectiva de ambición y voluntad de mando. La voluntad del Imperio español es lógica consecuencia de una cadena de derechos sucesivos en cuya elaboración intervinieron por igual el secreto designio del Destino y la habilidad matrimonial de la Casa Real Aragonesa, verdadera rival en este aspecto de la Casa de Habsburgo, con la que acabará enlazándose un día”.

    El Imperio europeo de España será, pues, un Imperio de Derecho. Cada trozo que se le fue añadiendo desde el siglo XIV tiene profundas raíces jurídicas que sólo la mala fe de los historiadores enemigos ha podido motejar de ambición. La pérdida sucesiva de cada uno de ellos en guerras desafortunadas contra Estados rapaces –de manera principal con Francia- sí supuso muchas veces la codicia contra el Derecho, la violencia contra la posesión jurídica y la intriga contra la razón de sangre y destino que llevaran hasta tierras ajenas a España a los hombres nacidos en ella.


    CATALUÑA.

    La porción de territorio que a un lado y otro de los Pirineos constituían la Marca Hispánica bajo el cetro de Carlomagno, la formaban los condados de Rosellón, Cerdaña, Pallars, Urgel, Ampurias, Besalú, Barcelona, Gerona y Ausona.
    A fines del siglo IX el conde independiente Wifredo el Velloso reúne bajo su dominio gran parte de los condados catalanes, y con él comienzan los condes-reyes y la historia de Cataluña como tal Estado español.
    No sólo asienta Wifredo las bases del Estado, sino la semilla de la cultura, con la fundación del monasterio de Ripoll, donde se darán cita todas las corrientes literarias: relampagueos de cultura clásica, residuos del saber isidoriano, reflejos de las letras helénicas, influencias del renacimiento carolingio y fiero palpitar de la ciencia islámica.

    En la serie de condes que la rigen a mediados del siglo XI sobresale Ramón Berenguer I el Viejo, que otorga a sus catalanes el ‘Código de los Usatges’, contribuyendo con él a la exaltación de la autoridad condal. A fines de ese siglo y comienzos del XII llega Cataluña a su apogeo con la incorporación de la Provenza bajo el gobierno de Berenguer III. Aliado con la república de Pisa, lleva sus expediciones a las Baleares, preparando su hijo después la unión de Cataluña a la Corona aragonesa al contraer matrimonio con la hija del rey de Aragón. Alfonso II será el primer rey de Aragón y Cataluña, y ambos pueblos, estrechamente unidos, llevarán a cabo la expansión mediterránea.

    A través de la Edad Media, Cataluña aportó a la cultura hispánica el brío de sus geniales producciones. La poesía provenzal, cultivada por juglares y trovadores, influyó decisivamente en las composiciones literarias de los poetas catalanes; la historia y la novela caballeresca fueron los géneros preferidos por los prosistas.
    Cataluña se incorpora a la gran familia hispana, al tiempo que Aragón, en la persona del rey Fernando el Católico.


    NAVARRA.

    En el siglo IX aparece Navarra como núcleo independiente frente al pueblo musulmán, con Íñigo Arista. Sancho III traerá en su cetro el poderío de su reino y con él vendrán al patrimonio Sobrarbe y Ribagorza, y el propio condado de Castilla. En la guerra, Calatañazor lo ve luchando contra los moros, y en la paz, fomenta las peregrinaciones a Santiago, trasladando a la tierra llana el viejo camino que corría por tierras de enemigos y fundando además el monasterio de San Salvador de Leyre. “El alma de Navarra vibraba en medio de aquellos peñascos bravíos. Allí se fortalecía para luchar, allí se recogía para orar, allí encontraba un seguro en los días malos. La abadía era palacio real, curia pontificia, escuela y parlamento del reino y cementerio de los reyes y nobles. Corte y entraña de la tierra navarra” (Fr. Justo Pérez de Úrbel).

    Considerando la monarquía como un bien privado o patrimonial, repartió Sancho los Estados entre sus hijos. Su testamento fue de una importancia inmensa en orden a la Reconquista y a la historia posterior. En él tuvieron origen, como reinos, Aragón y Castilla. Ésta, que había sido condado hasta entonces, fue cedida a su hijo Fernando I, que tomó el título de rey. A su vez, y con carácter de reino, cedió a Ramiro los territorios de Aragón. Y ambas monarquías, cabezas de todos los demás reinos peninsulares, fueron las forjadoras de la Reconquista patria.

    Navarra, tras las vicisitudes de su historia, uniones y separación con Aragón, con la Corona de Francia y las Casas de Evreux y Albrit, vendrá a incorporarse a Castilla en 1515, quedando terminada la empresa gloriosa de la unificación nacional.



    Tales reinos, con sus comarcas, posesiones e ideales, no representan para la historia de la unidad española compartimentos estancos, cerrados en el contacto y a la influencia mutua. Los momentos de separación tal vez obedezcan a un individualismo y falta de cohesión característicos del español, en ocasiones, tan fatales para nuestra acción.
    Pero los instantes de entronque entre ellos van dibujando una España renaciente que, pese a sus diferentes procedencias y no obstante las miras interesadas que cada uno posee, obedeciendo acaso todos ellos de un modo inconsciente a los impulsos misteriosos del ancestralismo, van convergiendo, sin darse cuenta, en el vértice común de la unidad.

    Como dos hondos y anchos caudales de agua, fluyen y corren las vidas de Aragón y Castilla hacia la desembocadura de la unidad nacional. La estabilización de las nacionalidades; la configuración de la Realeza fortalecida por el principio hereditario y por la personalidad eminente de algunos soberanos; la caída del peligro musulmán y el progreso de la cultura y el lujo... traen aparejados un nuevo concepto de la vida pública y privada.
    La monarquía dejará de ser patriarcal para hacerse patrimonial. El rey evolucionará, y de ser caudillo militar de la guerra santa contra el moro pasará a desempeñar las funciones políticas y representativas con una autoridad mucho más limitada.




    4
    Ateniéndonos a lo más concreto en la configuración de esa España ‘total’, las características especiales en lo que atañe a la vida de sus pueblos y a sus gentes son las que siguen:
    Ante todo, como ambiente que envuelve a la Piel de Toro, existía en los ánimos de todos la idea de que la Reconquista había de comenzar por al purificación de costumbres, y de ahí el que pensaran que la más poderosa ayuda había de venir no de su esfuerzo, sino de Dios. Ello obedecía a la idea de que los pecados de los reyes, del clero y del pueblo fueron la causa de su perdición, como lo consignan los cronistas contemporáneos, el ‘Anónimo’ toledano, el Albeldense y Alfonso III.


    Religión.
    En lo que atañe a la religión, España sigue fiel a su tradición de defender la pureza de la ortodoxia con el mismo brío que la defendió San Isidoro y defiende Pelayo con las armas. Beato de Liébana guarda intacta la tradición, el salvador espíritu de Osio y de los padres Iliberritanos, de Liciniano, de Mausona y Leandro. Y la herejía adopcionista sustentada por Elipando, que vive entre los árabes, es vencida y humillada.
    La Iglesia de la Edad Media vive en íntima comunión con el pueblo, alentaba todas sus empresas, apaciguaba sus temores y, en todo momento corría a ponerse a su lado, compartiendo sus riesgos y peligros y aleccionándole con sus conocimientos superiores.
    Dentro de ella, los monjes de la Edad Media realizan una extraordinaria función religiosa, patriótica y social, hablando al pueblo en su tosco lenguaje vulgar, asistiendo a la vida social y mezclándose en la carne viva de las inquietudes y preocupaciones populares.

    Política.
    En el orden político, la institución fundamental donde las demás se apoyan fue la Monarquía. Ella entera simboliza a la Patria. Servir al rey era servirla, porque a los ojos del pueblo el monarca simboliza la nacionalidad. De los reyes dimanaba el poder; fueron fuente de legislación y en su nombre se administraba la justicia.

    Las villas y lugares se desenvolvían bajo un admirable régimen municipal que gozaba de gran autonomía.

    Como derivación de los Concilios toledanos visigóticos surgieron las Cortes de Aragón y de Castilla, constituidas por los tres brazos en que se dividía la sociedad: el clero, la nobleza y el estado llano. Con la intervención de este último elemento, a partir del siglo XII surgió el pueblo español a la vida política mucho antes que otras naciones europeas.

    Legislación.
    En lo que a la legislación se refiere, en los primeros siglos de la Reconquista desarrollóse la legislación foral, conjunto de cartas pueblas y de fueros municipales otorgados por los reyes a los pueblos. La monarquía asturleonesa, entre las demás instituciones de los godos, mantiene el ‘Fuero Juzgo’; a él se atienen también Aragón, Cataluña y los mozárabes de al-Andalus.
    Pero la Castilla alto-medieval repugnaba en general la legislación del viejo Código y prefería regirse por sus costumbres locales, lo que indicaba que había cambiado en sus costumbres más que las otras comarcas y que percibía, en pleno siglo X, la necesidad de la nueva forma jurídica.

    En el siglo XI, tanto León como Cataluña empiezan a aplicar su derecho nuevo, pero aun entonces Castilla sigue distinguiéndose al continuar sus costumbres locales, sin fijarlas por escrito hasta el siglo XIII con el ‘Fuero real’.
    Entre todos los pueblos hispanos León tiene la ventaja de la solidez interna, de la pujanza de lo heroico y lo tradicional; sigue allí la tradición legislativa del ‘Fuero Juzgo’ y se flexibilizan las normas según avanza la Reconquista.

    Cultura
    Júbilo inmenso embarga a toda la cristiandad cuando, en 1085, el rey Alfonso VI entró en Toledo, la vieja capital del reino visigodo. A partir de entonces iníciase una era floreciente en la España cristiana, como si hubiera necesitado cierta base y estabilidad en sus dominios y anchura suficiente en su desenvolvimiento para, de ese modo, encender su luz bienhechora, iluminando a Europa con toda la ciencia de la antigüedad que yacía olvidada.
    Créase entonces la Escuela Alfonsina de traductores, que llegó a su máximo apogeo en tiempos de Alfonso VII el Emperador, con la protección del obispo don Raimundo y la reunión de los cultivadores de las ciencias de entonces, en su mayoría árabes y judíos. El dominio del fanatismo almohade en la España musulmana de la época la favoreció, al perseguir a hombre doctos que hubieron de exiliarse al Toledo cristiano.

    El papel cultural que representa así Castilla es de los más ilustres. El servicio rendido a la ciencia fue definitivo y con ello Europa dio un paso gigantesco hacia su perfección cultural. Traductores fueron, principalmente, el arcediano de Segovia y filósofo Domingo Gundisalvo; el italiano Gerardo de Cremona, el judío converso Juan de de Sevilla, Roberto de Retines, Miguel Escoto y tantos otros, gloria de la Escuela toledana.
    Antes, cuando las armas hacían huir a las ciencias y a las letras, se refugiaron éstas en la santidad de los monasterios, abadías, catedrales, y allí se hacían perdurables. Ahora se crean los Estudios generales de Palencia y Salamanca, origen de las Universidades, que tan próspera vida alcanzaran.

    El lenguaje.
    Otra característica innovadora de Castilla es el lenguaje. Ya en la época de Vardulia, que luego se había de llamar Castilla, discrepaba de todos en varios puntos que se hicieron muy notables cuando los romances se hallaban más diferenciados en el siglo X.
    Sólo Castilla comenzaba a sentar unas normas del decir. La razón principal del comienzo de la fijación del idioma era que Castilla lo mismo hacía con sus costumbres: estimaría la lengua propia a la par que la latina o más. En suma, igual que en la política, en la guerra y en derecho, se adelantaba a cumplir una evolución destinada a triunfar. Entre los siglos XII y XV el castellano, como una formidable cuña, penetra desde el Norte hasta el Sur, sustituyendo la antigua unidad lingüistica, careada por la unidad visigoda. “Políticamente, el reino de Toledo llegó a hacerse Castilla la Nueva. Del mismo modo, la lengua del toledano Cervantes, admirada en el mundo, no es otra que la lengua del burgalés Fernán González”. (Menéndez Pidal)

    La literatura.
    Durante los dos siglos primeros de la Reconquista se restaura en el reino asturiano la Escuela de San Isidoro, con la producción de las crónicas latinas.
    Después también se escribe esta clase de crónicas por toda la España cristiana. Sólo Castilla cultiva una nueva manera de historia, obras de juglares en lengua romance, destinadas al común de las gentes, manera desconocida a la tradición latina eclesiástica -únicamente del latín, pero no a la gótica: sabemos que los godos practicaban cantos épicos.
    El romanismo combatía esa poesía como saturada de ideario bárbaro. Los temas de los cantos épicos castellanos son precisamente esas costumbres germánicas que aparecen al par de la epopeya.


    Desde el siglo XIII se elevará España a esplendorosa altura. Alfonso el Sabio, con sus ‘Cántigas’; Jaime I, con sus ‘trovas’; el infante Don Juan Manuel con ‘El Conde Lucanor’, y la misma nobleza rivalizando en la producción de obras literarias meritísimas, como el Marqués de Santillana, y Pero López de Ayala; Gonzalo de Berceo, monje que inmortalizó su nombre con ‘Los milagros de Nuestra Señora’ y su ‘Vida de San Millán’ y otros poemas, y Juan Ruiz, arcipreste de Hita, con su ‘Libro de Buen Amor’.
    En las ciencias sobresalen Domingo Gundisalvo y Juan Hispalense, que se asimilaron todo el saber filosófico oriental; Petrus Hispanus y Pedro Pascual, y Alfonso de Madrigal, el Tostado.
    Y, por encima de todo ello, el hito inconmensurable del poema del ‘Mio Cid’, ejemplo para los imitadores y modelo para los demás poemas europeos.

    En el siglo XV, Villena, Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique y otros sentarán la base de nuestro clasicismo literario; es el tiempo de los ‘Pasos honrosos’, como el de Suero de Quiñones; de las especulaciones científicas, de los libros de trovas y caballerescos y de los albores del Renacimiento difundidos por las empresas del magnánimo Alfonso V de Aragón, ‘rey de Italia’.

    Las aficiones de los dos soberanos coetáneos Juan II de Castilla y Alfonso V de Aragón, su protección decidida a la literatura y a las artes, la introducción de los manuscritos y textos antiguos, copiados a sus expensas y por su mandato, acreditan el relieve intelectual de la época que, con sus inclinaciones suntuosas, hicieron de las cortes castellana y aragonesa el punto de reunión de los barones y caballeros y artistas extranjeros, lujo y boato de Don Juan II y de Don Alfonso V y de sus respectivos cortesanos.

    En los otros reinos hispánicos, Raimundo Lulio en Mallorca, caballero insigne, teólogo, filósofo y poeta místico, contribuye a la civilización con su vida ejemplar y la influencia de sus doctrinas; Berenguer de Fluvia, Sabunde y Juan Llobet serán sus seguidores.
    El poeta Ausias March, profano y místico, amante y filósofo; Arnaldo de Vilanova en Medicina y Antonio Andrés en Filosofía derraman su renombre por el ámbito peninsular.

    El arte.
    El arte camina a la vera de la historia. El camino de Santiago nos trae el románico -arte que es no sólo belleza del objeto, dibujo de la idea platónica, espíritu incorporado, con exclusión del alma, como el arte griego, sino que además del objeto consistente admite el objeto existente que está fuera de sus causas-.
    Este estilo tiene camino y posada; llega y marcha lento, de piedra en piedra, por Jaca, Loarre, Estella, Silos, Sahagún y la Basílica de San Isidoro -cuyas pinturas y sepulcros recogen la grandeza del momento y son símbolo de nuestra primera unidad política, religiosa e intelectual- para alcanzar su perfección en Compostela, en la Catedral, acrópolis del Cristianismo, Partenón del Occidente, en cuyo Pórtico de la Gloria están plasmados los cantos del paraíso dantesco, o en versos de ‘cuaderna via’, como hechos por Berceo:.
    “El maestro Mateo es el Fidias del primer gran estilo que ha dado la Cristiandad”. El Pórtico de la Gloria ha significado en el románico lo que el Partenón en el arte griego y la portada de la Universidad de Salamanca en el plateresco; una unidad de estilo, una perfección, un clasicismo ejemplar, una cima europea de medida, de canon, de gracia eterna; un módulo inmortal” (E. Montes)

    Pero también estos siglos medios aportan otra innovación del arte, que constituirá, a su vez, característica española; Castilla y la idea de Imperio nos traen, después, las catedrales góticas.
    León, Burgos y Toledo representan la idea del ‘Totius Hispaniae’. El estilo ojival llena las necesidades de su época. Su elevación ideal, los haces esbeltos de sus columnas y nervaduras, la rica floración de sus accesorios y la amplitud de sus ámbitos basilicales, responden por entero a las condiciones espirituales y caballerescas de los siglos bajomedievales, ya idealmente soñadores, preñados de simbolismo.
    El ojival españolizado de Burgos, Sevilla y Toledo en su robusto arqueo de masas, en la fuerza y severidad de su conjunto y en la rica profusión de sus motivos ornamentales señala hondo y peculiar carácter a nuestras catedrales.
    En su época de transición o nacimiento apunta en los monumentos cistercienses; en su florecimiento, surgen la mayoría de nuestras catedrales, y en su decadencia, debida a la pérdida de su severidad, a lo recargado de sus ornamentaciones y al relajamiento de sus cánones artísticos, estará representado por San Juan de los Reyes y la catedral de Segovia.

    La gran aportación que da España a lo ojival es el ‘mudejarismo’, arte exclusivamente peninsular resultante del encuentro de las civilizaciones oriental y occidental; el pensamiento es gótico; la ejecución, detalle y material serán musulmanes o influenciados por tales.
    De ese encuentro, rehabilitación del modesto ladrillo, saldrán las maravillas afiligranadas de Tauste, Teruel y Toledo.

    Como personalidad artística medieval debe señalarse el ‘castillo’ con todas sus vicisitudes, desde el castillo llano de ‘señorío’, como el de Paradilla en Valladolid, pasando por los de ‘mota’, erigidos sobre colinas escarpadas, para llegar al castillo roquero, al montano y a los de raya o salvatierra. Ellos fueron el ambiente de nuestra personalidad histórica y de nuestra propia existencia, defensores de la vida nacional, y los esforzados artífices del alma española del medievo.

    A toda aquella arquitectura peregrina corresponde un algo que los antiguos no habían conocido por la estructura propia de sus lenguas, pero que tampoco los bárbaros, faltos de sentido rítmico, podían inventar: ‘la rima’.
    Vedier ha escrito que la épica romance ha nacido en el camino de Santiago.
    Los cuerpos de los héroes que habían muerto a lo largo del camino de Santiago, allí quedaban como centinelas, como los álamos temblorosos de los ríos, custodiando el camino, y los fresnos de las orillas del Cea eran las lanzas florecidas de los caballeros de Carlos, caídos al atravesar el cauce.
    El mismo espíritu que creó la ‘Chanson de Roland’ inspiró el ‘Pelerinage de Charlemagne’, la ‘Entrada de España’ y el poema de ‘Anseis de Carthage’; los autores de estos poemas escritos en los siglos XII, XIII y XIV insisten en las mismas ideas caballerescas y describen el camino que conduce a Compostela. La juglaría española pide prestados a la francesa algunos asuntos relacionados con el camino de Santiago, como el poema de Roncesvalles y la ‘Peregrinación del Rey de Francia’, incluida en la Crónica del Tudense.

    También en la música influye el camino de Santiago. El texto y la música de los himnos latinos que en el camino se cantaban se conservan el ‘Codex Calixtinus’. Son las voces de toda la Cristiandad cantando las glorias y alabanzas del hijo del Trueno.



    5
    Tipos representativos de este trozo de historia son:

    El Rey.
    Pudiera llevar como lema aquella indicación que se hizo de un rey medieval: “Es ardido y probo y valiente y longánimo en dar y agradable a toda la gente y muy misericordioso y tiene puesto todo su corazón y voluntad en guerras contra los sarracenos”.
    El tipo de nuestro rey es compendio de conquistador, legislador y civilizador de pueblos. Signado con la ley de la Casa de Dios, está predestinado a grandes cosas. Fe insigne es el motor de su vida, y el deseo de emplear el reino de Cristo le impelerá a realizar sus conquistas. En la dureza obligada del oficio pondrá la ternura y el frescor que tienen las fuentes claras en el ardiente desierto.

    La unión de la santidad y de la fuerza, el triunfo sobre los afectos domeñados, la perfección moral convertida en norma de república y buen gobierno, la vida de la Gracia rigiendo la vida política se dará en un San Fernando, ideal del príncipe cristiano.
    Pobre en amor y triste en gobierno, pero rico en ciencia y alegre en su siembra de sabiduría, será un Alfonso el Sabio, que por azares del destino quedará malparadas su autoridad real, oscilante y débil.
    Pero siempre la institución con nobilísimas prendas adornada, con el interés fijo en el bienestar y en la grandeza del pueblo. Su representación podía concretarse en aquella imagen de un rey sobre cuya coraza de guerrero descansa el manto de armiño del soberano. Empuñada en la diestra, la espada, guía y amparo de la Cristiandad española. Con la izquierda sostiene pesada esfera, símbolo de los cuidados y fatigas del mundo. En el rostro, donde la piedad y el amor marcan sus huellas, los ojos humildes y reverentes, levantados a las alturas del cielo, y los brazos aferrados a la tierra, a la que gobierna ambicioso, decidido y valiente.


    El Guerrero cristiano.
    El guerrero cristiano es valeroso, noble, arriesgado, cristiano auténtico y orgulloso. Siente el goce de la lealtad, que no consiste sólo en servir fielmente al señor, sino en hablarle con voz de verdad en todas las ocasiones.
    Ellos nacen en la historia como un fruto de circunstancias. Unas veces pelearán en el desfiladero de Roncesvalles contra un ejército invasor y se llamará Bernardo del Carpio. Otras saldrá de un ‘pequeño rincón’ la cabeza de un reino por obra de un conde que sacará a los suyos del ‘antiguo dolor’, y se llamará Fernán González. Otro será el buen Cid Campeador, o Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Entenza o Ricafort.

    La Mujer fuerte.
    La noble y firme entereza de las mujeres castellanas la representan Doña Berenguela y Doña María de Molina, corazones animosos y bien templados, de voluntad decidida y ardiente. Prodigios de habilidad y de valor realizan para el logro de su ideal, como amas de casa y amas de Reino. Ni las fortunas de la guerra consiguen amilanarlas ni las intrigas quebrantar su tesón.
    El monumento que dejan a su Patria será las constantes del alma femenina española: tenacidad contra los ambiciosos y traidores, fidelidad a la memoria del esposo, el amor a su hijo, el valor, la arrogancia, la generosidad... Todo lo que al cabo de siglos recordará a las mujeres españolas.

    El Poeta.
    Muchas veces llevará un nombre rotundo y sonoro, -que será Gonzalo de Berceo, Juan Ruiz o Gómez Manrique entre tantos otros-, y cantarán las vidas de los santos, el contraste entre el amor divino y el humano, o problemas de moral, o ‘decires’ de amor en cancioneros o trovas. Exaltar en sus poesías a la religión, a la mujer, las virtudes morales, las glorias y desdichas de la Patria, dentro del canon mesurado de la alabanza sencilla, como consejo callado que da tono a la poesía española de aquel entonces.
    Pero otras será el poeta innominado, que pudo ser juglar, trovero o cortesano, cuyos cantares de gesta, romances o relatos de caballería van creando en el español un subconsciente de audacia, de propensión a las hazañas y al sacrificio; de expansión del nombre de España para surgir esa gloria única de la Patria que es el ‘Romancero’, tesoro de la poesía española y cofre donde se guardan, como en el del Cid, la buena moneda de las costumbres y hechos históricos de la época.

    El Héroe.
    Lo característico del héroe español es que se sitúa dentro de la vida: no es lo mítico ni lo desproporcionado, sino personaje de carne y hueso. Es el centro en torno del cual giran las más hondas alteraciones históricas. El héroes es el triunfo de la voluntad, que supera lo insuperable, característica española muy saliente que arrolla las dificultades y se sobrepone al pensamiento.
    Es la acción antes que la perfección, lo cual ha de caracterizar toda la obra española.

    El Santo.
    Prototipo de santo de hálito ardiente es Santo Domingo de Guzmán. Su siembra es la más prodigiosa del espíritu español.
    “Las demás Órdenes religiosas fueron influidas por el espíritu dominico. La Merced, el Carmelo, Santa Brígida, los Jesuitas. La suya dio santos como Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer, Catalina de Sena; pintores como Fra Angélico; teólogos como Victoria, Soto; predicadores como Savonarola, Juan de Vicenza, fray Luis de Granada; fundadores como Peñafort... Sus ‘Constituciones’ llegaron a influir en Washington para fundar los EE.UU, y su Orden, la más universal de España.
    Este hijo de Castilla y de Roma fue para la Cristiandad de la Edad Media una bandera de fuego, como antes lo fuera de luz San Isidoro de Sevilla y como después había de serlo de amor Santa Teresa de Jesús”.

    Este santo puede ser también un Raimundo de Peñafort; puede serlo también un Vicente Ferrer, asceta y misionero, ‘fe hecha carne’, que arrastra las multitudes porque posee el don de lenguas y manifiesta el don de profecía y de ciencia teológica a caballo de la Guerra de los Cien años, el Compromiso de Caspe y en la supresión del Cisma de Occidente.


    El Monje.
    Resalta esta figura en su aspecto humano y español, desenvolviéndose a través de lo que ha rendido a la fe por una vida edificante, al arte y a la cultura, y más aún por su obra civilizadora; trabajadores infatigables, con frecuencia anónimos, cuya vida se desarrolla al compás de la vida nacional.
    Son los campeones de una vida heroica, toman parte en los Concilios, intervienen en las disputas doctrinales, suban a los puestos más altos de la jerarquía eclesiástica, aparecen en los Consejos de los Reyes, se mezclan con la muchedumbre en ciudades y aldeas; enseñan, predican, consuelan, escriben, sostienen la sociedad, defienden la ortodoxia, crean artes, fundan escuelas, son poetas, historiadores, teólogos, pintores, calígrafos y arquitectos; un elemento de influencia capital en la vida religiosa, social, política y cultural de España.

    “¡Monjes españoles! Primavera románica, versos leoninos y leyendas hagiográficas. Catedrales con apariencias y sombras de fortalezas, báculos pastorales blandidos detrás de bosques de lanzas, ritmos de gestas cruzando ritos litúrgicos. ¡El alma de la Edad Media aguzada por el cayado y la azada del monje!”
    ¡Gran cosecha de los siglos medios!

    Eran de temperamento vibrante, alma hermosa y corazón seráfico. Su aspecto risueño es luz y vive siempre alegre y confiado, porque dentro de su corazón bulle el lucero inextinguible que encendió el Paráclito. Caminan al lado del magnate, implorando la bendición del Cielo sobre espadas y escudos.
    Dos clases de hombres son los que trabajan en esta época: el siervo, por fuerza; el monje, por amor. Y como éste es más fecundo, cuaja en seguida en obras que le alabarán a él y a su tierra: levanta el monasterio, fertiliza las tierras con el propio sudor, y lo convierte en asilo de cultura, foco del patrimonio y refugio de los defensores de la patria.

    Así nacen aquellos monasterios: Samos, Sahagún, Nájera, San Pedro de Cardeña, Oña, Veruela, La Oliva etc.
    Prez y orgullo de esta cosecha fueron San Martín de Dumio, San Fructuoso, San Valerio, Odeario, Atilano, Froilán, Genadio y Rosendo, y la monja Eteria, almas místicas y guerreras, cuerpos vigorosos y suaves, abnegados, que junto a la oración y el rezo, lo mismo abaten árboles que rasguean el cálamo sobre los blancos pergaminos.
    Monjes españoles que viven en San Isidoro de León, en Santo Domingo de Silos, San Juan de la Peña, Leyre, Roda, Ripoll y en tantos otros que fueron centros espirituales donde se plasmaron los anhelos colectivos de le Reconquista; monasterios, abadías y santuarios que mantuvieron los recuerdos nacionales y prepararon la unidad de las comarcas para que se fuera realizando la unidad de todos los españoles.

  16. #16
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA

    ELOGIO DE ESPAÑA:

    158
    “Por esso vos lodigo que bien lo entendades,
    mejor es dotras tierras en la que vos morades,
    de todo bien conplida en la que vos estades;
    dezir vos e agora (quantas) ha de bondades.

    Tierra es muy tenprada, syn grandes calenturas,
    non faze en ivierno destenpradas friuras;
    non es tierra en mundo que aya tales pasturas,
    árboles pora fruta siquier de mil naturas.

    Sobre todas las tierras mejor es la Montaña,
    de vacas e ovejas non ha tierra tamaña,
    tantos ha y de puercos que es fiera fazaña,
    sirven se muchas tierras de las cosas d'España.

    Es de lino e lana tierra much’ abastada,
    de çera sobre todas buena tierra provada,
    non sería de azeite en mundo tal fallada,
    Inglatierra nin Francia desto es abondada.

    Buena tierra de caça e buena de venados,
    de rrío e de mar muchos buenos pescados,
    quien los quiere rezientes, quien los quiere salados,
    son destas cosas tales pueblos muy abastados.

    De panes e de vinos tierra muy comunal,
    non fallarían en mundo otra mejor nin tal,
    muchas de buenas fuentes, mucho río cabdal,
    otras muchas mineras de que fazen la sal.

    Ha y muchas veneras de fierro e plata
    Ha y venas de oro, son de mejor barata,
    ha en sierras e valles mucha de buena mata,
    todas llenas de grana pora fer escarlata.

    Por lo que ella mas val aun non lo dixemos:
    de los buenos cavallos mençión non vos fiziemos,
    mejor tierra de las que quantas nunca viemos,
    nunca tales cavallos en el mundo non viemos.

    Dexar vos quiero d'esto, assaz vos he contado,
    non quiero más dezir, que podría ser errado,
    pero non olvidemos al apóstol honrado,
    fijo del Zebedeo, Santyago llamado.

    Fuerte mient quiso Dios a España honrar,
    quand al santo apóstol quiso y enbyar;
    d'Inglatierra e Françia quiso la mejorar,
    sabet non yaz apóstol en tod’ aquel logar.

    Onro le otra guisa el preçioso Señor,
    fueron y muchos santos muertos por su Señor,
    de morir a cochiello non ovieron temor,
    muchas vírgenes santas, mucho buen confessor.

    Com’ ella es mejor de las sus vezindades,
    assi sodes mejores cuantos aquí morades,
    omnes sodes sesudos, mesura heredades,
    desto por tod’ el mundo muy gran d preçio ganades.

    Pero de toda España Castiella es mejor,
    porque fue de los otros el comienço mayor,
    guardando e temiendo sienpre a su señor,
    quiso acreçentar la assi el Criador.

    Aun Castiella Vieja, al mi entendimiento,
    mejor es que lo al, por que fue el çimiento,
    ca conquirieron mucho, maguer poco convento,
    bien lo podedes ver en el acabamiento.”

    POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ (Siglo XIII)



    DEL LOOR DE ESPAÑA, COMO ES CUMPLIDA DE TODOS BIENES:

    159
    “E cada una tierra de las del mundo e a cada provincia honró Dios en sennas guisas, et dio su don; mas entre todas las tierras que El honró más, España la de Occidente fue; ca a ésta abastó El de todas aquellas cosas que omne suel cobdiciar. Ca desde que los godos andidieron por las tierras de la una parte e de la otra probándolas por guerras e por batallas e conquiriendo muchos logares en las provincias de Asia e de Europa, probando muchas moradas en cada lugar e catando bien e escogiendo entre todas las tierras el más provechoso logar, fallaron que España era el mejor de todos, e mucho preciaron más que a ninguno de los otros, ca entre todas las tierras del mundo España a una estremança de abondamiento e de bondad más que otra tierra ninguna.
    Demás es cerrada toda en derredor: del un cabo de los montes Pirineos que llegan fasta la mar; de la otra parte del mar Occeano, de la otra del mar Tirreno. Demás es en esta España la Galia Gótica, que es la provincia de Narbona desuno con las cibdades Rodes, Albia et Beders, que en el tiempo de los godos pertenescien a esta misma provincia. Otrosí en África habíe una provincia señora de diez cibdades que fué llamada Tingintana, que era so el sennorío de los godos así como todas estas otras.
    Pues esta España que decimos tal es como el paraíso de Dios, ca riégase con cinco ríos cabdales que son Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir, Guadiana; e cada uno dellos tiene entre sí e el otro grandes montañas et tierra; e los valles e los llanos son grandes e anchos, e por la bondad de la tierra e el humor de los ríos llevan muchos fructos et son abondados. España la mayor parte della se riega de arroyos e de fuentes, e nunqual minguán poços cada logar o los ha mester.
    España es abondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche et de todas las cosas que se della facen; llena de venados et de caça, cubierta de ganados, loçana de cavallos, provechosa de mulos, segura et bastida de castiellos, alegre por buenos vinos, folgada de abondamiento de pan; rica de metales, de plomo, de estanno, de argent vivo, de fierro, de arambre, de plata, de oro, de piedras preciosas, de toda manera de piedra mármol, de sales de mar et de salinas de tierra et de sal en pennas, et dotros mineros muchos: azul, almagra, greda, alumbre et dotros mineros muchos de cuantos se fallan en otras tierras; briosa de sirgo et de cuanto se faze del dulce de miel et de açucar, alumbrada de cera, complida de olio, alegre de açafrán.

    España sobre todas es engennosa, atrevuda et mucho esforçada en lid, ligera en affán, leal al sennor, affincada en estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien; non a tierra en el mundo que la semeie en abondança, nin se eguale ninguna a ella en fortalezas et pocas en el mundo tan grandes como ella. España sobre todas es adelantada en grandez et mas que todas preciada por lealtad. ¡Ay España! non a lengua nin engenno que pueda contar tu bien.
    Sin los rios cabdales que dixiemos de suso; muchos otros ay que en su cabo entran en la mar non perdiendo el nombre, que son otrossí ríos cabdales, assí como es Minno que nasce et corre por Gallizia et entra en la mar; e deste río lieva nombre aquella provincia Minnea; et muchos otros ríos que a en Gallizia et en Asturias et en Portogal et en ell Andaluzia et en Aragón et en Catalonna et en las otras partidas de Espanna que entran en su cabo en la mar. Otrossí Aluarrezen et Segura que nascen en esa misma sierra de Segura, que es en la provincia de Toledo, et entran en el mar Tirreno, et Mondego en Portogal que non son nombrados aquí.
    Pues este regno tan noble, tan rico, tan poderoso, tan onrrado, fue derramado et astragado en una arremessa por desabenencia de los de la tierra que tornaron sus espaldas en sí mismos unos contra otros, assí como si les minguassen enemigos; et perdieron y todos, ca todas las cibdades de Espanna fueron presas de los moros et crebantadas et destroydas de mano de sus enemigos.”

    ALFONSO X EL SABIO (1221-1284), ‘Estoria de España’ 558.



    DEL DUELO DE LOS GODOS DE ESPAÑA ET DE LA RAZÓN PORQUE ELLA FUE DESTROYDA:

    160
    “Allí se renovaron las mortandades del tiempo de Hercules; allí se refrescaron et podrescieron las llagas del tiempo de los vándalos, de los alanos et de los suevos que comenzaran ya a sanar.
    Espanna que en el otro tiempo fuera llagada por la espada de los romanos, pues que guaresciera et cobrara por la melezina et la bondad de los godos, estonces es crebantada, pues que eran muertos et aterrados cuantos ella criara.
    Oblidados le son los sus cantares, et el su lenguaje ya tornado es en ageno et en palabra estraña.
    Los moros de la hueste todos vestidos del sirgo et de los paños de color que ganaran, las riendas de los sus caballos tales eran como de fuego, las sus caras dellos negras como la pez; el mas fremoso dellos era negro como la olla, assí luzíen sus oíos como candelas; el su cavallo dellos ligero como leopardo, e el su cavallero mucho más cruel et mas dañoso que es el lobo en la grey de las oveías en la noche.
    La vil yente de los africanos que se non solie preciar de fuerça nin de bondad, et todos sus fechos fazie con art et a engaño, et non se solíen amparar si non pechando grandes riquezas et grand aver, essora era exaltada, ca crebantó en un hora más ayna la nobleza de los godos que lo non podríe omne dezir por lengua.

    ¡Espanna mezquina!, tanto fué la su muert coytada que solamientre non finco y ninguno qui la llante; laman la dolorida, ya más muerta que viva, et suena su voz assí como dell otro sieglo, e sal la su palabra assí como de so tierra, e diz con la grand cueta: "vos, omnes, que passades por la carrera, parad mientes et veed si a cueta nin dolor que se semeie con el mio".
    Doloroso es el llanto, llorosos los alaridos, ca Espanna llora los sus fijos et non se puede conortar porque ya no son.
    Las sus casas et las sus moradas todas fincaron yermas et despobladas; la su onrra et el su prez tornado es en confusión, ca los sus fijos et los sus criados todos moriron a espada, los nobles et fijos dalgo cayeron en cativo, los príncipes et los altos omnes ydos son en fonta et en denosto, e los buenos conbatientes perdieron se en estremo.
    Los que antes estavan libres, estonces eran tornados en siervos; los que se preciavan de cavuallería, corvos andavan a labrar con reias et açadas; los viciosos del comer non se abondavan de vil maniar; los que fueron criados en pannos de seda non avien de que se cobrir nin de tan vil vestidura en que ante non porníen ellos sus pies.
    Tan assoora fué la su cueta et el su destroymiento que non a torvellinno nin lluvia nin tempestad de mar a que lo omne pudiesse asmar.
    ¿Qual mal o qual tempestad non passó Espanna? Con los ninnos chicos de teta dieron a las paredes, a los moços mayores desfizieron con feridas, a los mancebos
    grandes metiéronlos a espada, los ancianos et vieios de días moriron en las batallas, et fueron todos acabados por guerra; los que eran ya pora onrrar et en
    cabo de sus días echolos a mala fonta la crueleza de los moros; a las mezquinas de las mugieres guardavan las para deshonrrar las, e la su fermosura dellas era guardada pora su denosto.
    El que fue fuert et coraioso murió en batalla; el corredor et ligero de pies non guaresció a las saetas; las espadas et las otras armas de los godos perdonaron
    a los enemigos et tornaron se en sus parientes et en sí mismos, ca non avíe y ninguno qui los acorriese nin departiesse unos dotros.

    ¿Quien me daríe agua que toda mi cabeça fuesse ende bannada, e a míos oios fuentes que siempre manassen llágrimas por que llorasse et llanniesse la pérdida et la muerte de los de Espanna et la mezquindad et ell aterramiento
    de los godos?
    Aquí se remató la santidad et la religión de los obispos et de los sacerdotes; aquí quedó et minguó ell abondamiento de los clérigos que sirvien las eglesias; aquí peresció ell entendimiento de los prelados et de los omnes de orden; aquí fallesció
    ell ensennamiento de la ley et de la sancta fe.
    Los padres et los sennores todos perescieron en uno; los santuarios fueron destroydos, las eglesias crebantadas; los logares que loavan a Dios con alegría, essora le denostavan yl maltrayen; las cruzes et los altares echaron de las eglesias; la crisma et los libros et las cosas que eran pora onrra de la cristiandat todo fué esparzudo et echado a mala part; las fiestas et las sollempnias, todas fueron oblidadas; la onrra de los santos et la beldad de la eglesia toda fue tornada en laydeza et en viltança; las eglesias et las torres o solíen loar a Dios, essora confesavan en ellas et llamauan a Mahomat; las vestimentas et los calzes et los otros vasos de los santuarios eran tomados en uso de mal, et enlixados de los descreydos.
    Toda la tierra desgastaron los enemigos, las casas hermaron, los omnes mataron,
    las cibdades quemaron, los árboles, las vinnas et quanto fallaron verde cortaron.”

    ALFONSO X EL SABIO (1221-1284), ‘Estoria de España’ 559.


    ALABANZA DE ESPAÑA:

    161
    “Loemos los muy famosos
    Prudentes de nuestra España,
    Segund que Sirac se baña
    En loar los gloriosos
    Varones e virtuosos
    Príncipes del pueblo hebreo,
    Pues de nuestros muchos leo
    Nobles e virtuosos.

    Non quedó España callada
    E muda en las istorias
    Por defectos de vitorias
    Nin de virtudes menguada;
    Mas porque non fue dotada
    De tan alto pregonero,
    Como fue de Grecia Omero
    En la famosa Iliada.

    Tanto son más ensalzados
    Los varones excelentes
    Cuanto de los diligentes
    Sabios fueron más notados:
    E tanto más obligados
    Somos a los Coronistas,
    Cuanto de las sus conquistas
    Nos facen más avisados.

    España non caresció
    De quien virtudes usase,
    Más menguó e fallesció
    En ella quien las notase;
    Para quien se igualase
    Debían ser los caballeros
    De España e los Omeros
    De Grecia quien los loase.

    Por amor e afección
    De la patria a quien tanto
    Natura me obliga cuanto
    Debo a mi generación.
    Dejada la introducción
    Vengo a poner la mano
    En loor del pueblo hispano,
    Dando Dios su bendición”.

    FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN (1370-1460), ‘Loor de los claros varones de España’.
    Pious dio el Víctor.

  17. #17
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    COMPOSICIÓN DEL HOMBRE (Doctrina mística):

    162
    “El hombre consta de dos substancias: cuerpo y alma. El cuerpo pertenece a la tierra, de donde trae su origen. El alma no tiene origen porque es espíritu, hecho a imagen de Dios...
    Cuando contempla a Dios y le conoce, se llama propiamente espíritu...
    El espíritu es el entendimiento superior y angélico del alma...
    Cuando tiende a Dios y a las cosas celestiales se hace con Dios y con los ángeles un sólo espíritu...
    El espíritu, que es luz, tiene participación con Cristo, que es el sol, y de entrambos resulta una sola luz, es decir, un mismo espíritu, pero no una misma naturaleza...
    El uno es luz que ilumina, el otro luz iluminada...”
    ...............
    “Tiene el alma muchos nombres, según sus operaciones, pero en sustancia es una. Cuando contempla a Dios, es espíritu. Cuando siente, es sentido. Cuando sabe, es ánimo. Cuando conoce, es entendimiento. Cuando discierne es razón. Cuando consiente, es voluntad. Cuando recuerda, es memoria. Cuando preside a la parte vegetativa, se llama propiamente alma... Pero el alma es siempre una.
    BEATO DE LIÉBANA (+798) ‘Carta a Elipando’.


    FIRMEZA EN LA VERDAD:

    163
    “Con nosotros está David, el de la mano fuerte, que con una piedra hirió y postró al blasfemo Goliat. Con nosotros Moisés, el que sumergió las cuadrigas de Faraón en el mar Rojo e hizo pasar el pueblo a pie enjuto. Con nosotros Josué, el que venció a los amalecitas y encerró a los cinco reyes en una cueva. Con nosotros el Padre Abraham, que con trescientos criados venció y arrancó los despojos a los cuatro reyes. Con nosotros el fortísimo Gedeón y sus trescientos armados, que hirieron a Madián como a un solo hombre. Con nosotros Sansón, más fuerte que los leones, más duro que las piedras; el que, solo y sin armas, postró a mil armados. Con nosotros los doce Patriarcas, los dieciséis Profetas, los Apóstoles y Evangelistas, todos los mártires y Doctores. Con nosotros Jesús, Hijo de la Virgen, con toda su Iglesia, redimida a precio de su sangre y dilatada por todo el orbe”.
    BEATO DE LIÉBANA (+798) ‘Carta a Elipando’.


    EL HOMBRE Y SU DIGNIDAD:

    164
    “Otrosí fizo el home a su semejanza et esta semejanza que el home ha con Dios es en el alma, que, así como Dios es cosa espiritual et dura para siempre; pero entre Dios et el alma ha dos departimientos: el uno que Dios es criador et el otro que Dios nunca hobo comienzo; mas siempre fué comienzo et criador de todas las cosas, et el alma ha comienzo cuando Dios la cría et la pone en el cuerpo del home, desque es vivo et formado en el cuerpo de su madre; et desque una vez es criada nunca después puede haber fin et ha comienzo, mas non fin.
    Et así este segundo departimiento es entre Dios et el alma, et semeja el home en la razón a Dios, et en el entendimiento et en el libre albedrío.
    Por estas cosas que puso Dios en el home dijo quel queríe facer a su imagen et a su semejanza, por estos cumplimientos et mejorías quel dió más que a todas las otras cosas; por ende quiso que se apoderase et se sirviese et se aprovechase de todas las criaturas que son en el cielo et en la mar et en la tierra”.
    DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘Libro de los Estados’, cap. XXVIII.


    LA FE EN LO SOBRENATURAL:

    165
    “Abu Yacub salió de Sevilla para combatir a Alfonso [VIII], ¡que Dios maldiga!, y vino a acampar cerca de una ciudad llamada Huete, que formaba parte de los Estados de su enemigo, y en la cual, por lo que había sabido, se encontraban los grandes de la corte de Alfonso, así como los jefes de sus tropas.
    Sitió la ciudad y mantuvo el cerco durante varios meses, con tal rigor, que los sitiados querían rendirse.
    Yo sé por muchos jefes, con los que he estado en relación, que los habitantes, agotados por la sed, pidieron cuartel al príncipe de los creyentes, prometiéndole abandonar la ciudad; pero él rehusó aceptar la oferta, llevado de la esperanza que le inspiraban las noticias sobre la miseria ocasionada por la falta de agua y por el número de bajas.
    Los sitiados no tenían nada que esperar de él, cuando una noche los sitiadores oyeron en la plaza un gran ruido, acompañado de clamores; los cercados estaban paseando sus libros santos, rodeados de los sacerdotes y de los frailes, que dirigían súplicas al cielo, mientras el resto del pueblo respondía amén.
    La lluvia empezó entonces a caer a torrentes y tan en abundancia que pudieron llenar sus vasijas y beber cuanto quisieron. Esto les permitió continuar su resistencia, y el sitiador volvió a Sevilla después de haber pactado con Alfonso una tregua de siete años.
    HISTORIA DE LOS ALMOHADES DE MARRAKESH.


    HEROÍSMO:

    166
    “Cercó luego a Tarifa con aquel poder del rey Aben Yacob e combatiéronla muy fuerte, e Don Alonso Pérez de Guzmán, que la tenía, defendiógela muy bien.
    E el infante Don Juan tenía un mozo pequeño, fijo deste Don Alonso Pérez, e envió decir a éste Don Alonso Pérez que le diese la villa, e si non, que le mataría el fijo que él tenía.
    E Don Alonso Pérez le dijo que la villa que gela non daríe; que cuanto por la muerte de su fijo, que él le daría el cuchillo con que lo matase; e alanzóles de encima del adarve un cuchillo, e dijo que ante quería que le matase aquel fijo e otros cinco si los toviese, que non darle la villa del rey su señor, de que él ficiera omenaje; e el infante Don Juan, con saña mandó matar su fijo antel, e con todo esto nunca pudo tomar la villa.
    E cuando los moros que estavan con el infante Don Juan vieron que él facía mucho por tomar la villa e non pudo, levantáronse de la cerca e pasáronse allen la mar.”
    CRÓNICA DEL REINADO DE SANCHO IV (Siglo XIV)


    VALOR:

    167
    “Llegaron los cristianos a Montiel, alzaron los pabellones de su campamento, cayeron después de rodillas y oraron al Señor diciendo:
    ‘¡Oh, Jesús Nazareno, que por nosotros fuiste colgado de un madero y por nosotros derramaste tu sangre; aquí vienen contra nosotros, para perdernos, los moabitas y agarenos, enemigos tuyos y nuestros; compadécete de nosotros y líbranos de ellos! ¡Oh, Virgen de las Vírgenes, intercede por nosotros cerca de tu hijo Nuestro Señor Jesucristo! Si nos libras de este peligro daremos a la Iglesia fundada en Toledo en honor tuyo, el diezmo de lo que nos has dado y nos dieres en adelante. ¡Oh, Santiago, apóstol de Cristo, defiéndenos en la pelea para que no perezcamos en el tremendo juicio de los sarracenos!”.
    Dicha esta oración, Munio Alfonso ordenó dos fuertes hazes de jinetes para resistir a los sarracenos, y dijo de nuevo:
    “Cristianos: confortaos y pelead con audacia y varonilmente contra Abenzeta, rey de Sevilla, que es el más fuerte de todos los sarracenos, porque si Abenzeta fuere vencido o muerto, todos serán vencidos. Que ninguno de vosotros muera volviendo las espaldas al enemigo. Mejor nos es morir todos aquí en la lucha que ser dispersados”.
    Y añadió:
    “Acordaos, compañeros, de que en otra ocasión sesenta y dos caballeros que estaban conmigo, de los cuales hay aquí algunos presentes y otros han permanecido en nuestras ciudades, peleamos con el rey Texufín y con toda la milicia de Córdoba y con muchos miles de peones en Almodóvar de Tiendas o del campo, y el Señor les entregó en nuestras manos y fueron vencidos. Recordad que el rey Texufín huyó, que fueron muertos sus príncipes y caudillos y muchos cientos de caballeros y peones, que escaparon los demás, que no cayó de los nuestros sino un caballero, que cogimos innumerables despojos y que volvimos en paz a nuestras ciudades. Tan fácil es a Dios entregar a pocos en manos de muchos, como a muchos en mano de pocos. hágase ahora como fuere la voluntad del cielo”.
    Comulgaron luego por mano de los clérigos que llevaban consigo y se dispusieron a la pelea”.
    CRÓNICA ADEFONSI IMPERATORIS (Siglo XII)


    NOBLEZA E HIDALGUÍA:

    168
    “E habéis de creer que Dios fizo homes e non fizo linages en que escogiessen. A todos fizo nobles en su nacimiento; la vileza de la sangre e obscuridad del linage con sus manos las toma aquel que dexando el camino de la clara virtud se inclina a los vicios del camino errado.
    E pues a ninguno dieron elección de linage cuando nació, e a todos se dio elección de costumbres quando viven, imposible sería según razón, ser el bueno privado de honra, ni el malo tenerla, aunque sus primeros la hayan tenido. Muchos de los que descienden de noble sangre, vemos pobres a quien ni la nobleza de sus primeros pudo quitar pobreza ni dar autoridad.
    Donde podemos claramente ver que esta nobleza que opinamos, ninguna fuerza natural tiene que la faga permanente de unos en otros, sino permaneciendo la virtud que la verdadera nobleza da.”
    HERNANDO DEL PULGAR (1436-1493) ‘Crónica de los Reyes Católicos’.


    NOBLEZA:

    169
    “Los grandes señores de su naturaleza siempre deben ser mansos et de buen talante et deben querer que todas las gentes, de cualquier manera que sean, quepan en la su merced et vivan et se mantengan et se aprovechen en lo que ellos han. Mas cuando les facen cosas desaguisadas, por fuerza se han de ensañar et de embravecer, et segunt las cosas desaguisadas que les facen, así cresce la saña et la braveza”.
    DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘El Libro del Caballero y del Escudero’ Cap. XLVII


    EL CABALLERO:

    170
    “Todo home se debería guardar de facer malas obras, por que Dios non se lo acaloñase en este mundo nin en el otro. Et mayor mente los caballeros que han tanto mester la gracia de Dios para les guardar las almas et para los mantener en este mundo en honra et sin vergüenza, et para los guardar de los peligros en que todo el día andan más que ningunos homes de otros estados, de que sabe Dios que pasé yo muchas en cuanto al mundo duré et viví en estado de caballería et por ende non hobe tiempo nin lugar de aprender mucho de otras sabidurías nin de otras sciencias”.
    ...Cap. XLVI

    “Ca los caballeros, por mucho que vivan, asaz han de facer en toda su vida, en servir sus señores et ayudar sus amigos et defender a sí mismos et a los suyos et en facer mal et daño et vengarse de aquellos que hobieren recibido tuerto”.
    ...Cap. XLVI

    “Digo que el mayor et más honrado estado que es entre los legos es la caballería. Ca comoquiera que entre los legos hay muchos estados, así como mercaderes, menestrales et labradores, et otras muchas gentes de muchos estados, la caballería es más noble et más honrado estado que todos los otros, et los otros deben pechar et mantener a ellos.
    Et otrosí porque de esta orden et de este estado son los reyes et los grandes señores, et este estado non puede haber ninguno por sí si otro non se lo da, et por esto es como manera de sacramento, ca bien así como los sacramentos de Santa Iglesia son en sí cosas ciertas, sin las cuales el sacramento non puede ser cumplido, otrosí la caballería ha mester cosas ciertas para se facer como debe”.
    DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘El Libro del Caballero y del Escudero’ Cap. XVIII


    CABALLEROS:

    171
    “E vos otros defensores
    Que seguís cauallería,
    Non vseys de tiranía
    Como lobos robadores,
    Mas como lindos açores
    Que ninguno de la vanda
    Jamás come con quien anda,
    Antes son sus guardadores.

    “Pues guardad con diligencia
    Los vasallos e amigos,
    A los justos enemigos
    Perseguid syn nigligencia;
    Obseruad la preminencia
    De los vuestros soberanos,
    Dándoles consejos sanos,
    Pospuesta beniuolencia.

    “E conplid sus mandamientos,
    Digo los que fueren justos,
    E poned a los ynjustos
    Honestos defendimientos.
    Nunca fagáys juramentos,
    Que viene grand daño dellos;
    Do pusierdes vuestros sellos,
    Jamás aya mudamientos.

    GÓMEZ MANRIQUE (1412-1490) ‘Debate de la razón contra la voluntad’.


    REBELDÍA:

    172
    “En aqueste tiempo se leuantaron contra el abbad e todos nosotros, non solamente los rricos e aun como quiera deçir los nobles burgeses, mas aun las personas muy biles, ansí como cortidores, ferreros, xastres, pelliteros, çapateros e aun los que en las casas soterrañas façían sus ofiçios; los quales, según su costunbre, llamauan honbres maçeuos, ca aquestos tales tomauan arcos e saetas e armas de dibersas maneras, e por fuerça quebrantando, rrouaban de los guertos, las frutas de los árboles, e el feno de los prados, e las rramas nueuamente salientes fuera de los montes, los pánpanos de las vinnas taçando e destroyendo antes que llegasen a saçón, ca lo vno arrancauan de las manos, lo otro lo pisauan de los pies, en tal manera, que todo lo disipauan e destruían; e los que façían los escudos, e avn los que pintauan las sillas, por siete annos continuamente, cortaban madera del monte, de donde façían e acauauan sus obras, ninguna cosa demandando al abbad nin façiéndoselo sauer; e ya si alguno les rreprehendiese de los excesos sobredichos o les contradixese, duramente rrespondiendo, deçían: de parte del diablo fué e vino quien donó a los monjes poseer tal heredad, e aun añadían, por el braço, por los ojos e por la sangre de Dios jurando: si alguno dixere palabra destas cosas, su caueça cortaremos e quebrantaremos.
    E nos e el abbad, oyendo estas cosas, dentro del claustro nos encerráuamos, ansí como los rratones en sus cauernas, muchas veçes dentro de nos rrebolbiendo e diçiendo aquel dicho del profeta David: Señor, ¿quándo farás de los que nos persiguen juiçio?
    CRÓNICAS ANÓNIMAS DE SAHAGÚN.




    ESTOICISMO:

    173
    “Mayor virtud es non cobdiciar cosa alguna que aver e poseer todas las cosas. Et esto, por ser cosa más cierta e segura non aver muchas cosas, que non averlas et poseerlas, por cuanto el señorío de las cosas se suele perder, mas la virtud siempre queda, la qual non se pierde por ninguna cosa triste de fortuna que acaesca.
    Et como quiera que el acatamiento de las riquezas, quanto a lo de fuera, parezca alegre, pero de dentro es lleno de mucha tristeza e trabajo; porque con trabajo se ganan, e con temor se poseen, e con dolor se pierden.
    E asi la fas de la riqueza es contraria a la de la pobreza; porque la cara de la riqueza es alegre de fuera, e de dentro muy aborrescible e espantable; e la cara de la pobreza es triste de fuera, e alegre de dentro; porque los pobres non han que se duelan de dentro, ca non tienen que perder, e por ende mayor e más seguro estado es el de la pobreza que el de la riqueza.
    El pobre que sea contento o aya paciencia de su pobreza es habido por rico, et el rico que non es contento con lo que tiene, es habido por pobre aunque posea muchas cosas”
    DON ÁLVARO DE LUNA (1390-1453) ‘Libro de las claras e virtuosas mujeres’.

    174
    “Non es dubda que en pos de estas cosas andan et trabajan, que o las cobran o non. Si las cobran, cierto son que les han de durar poco... Et... es a ellos mayor el dolor et la tristeza que sienten en la pérdida que no fue el placer que ovieron quando las dichas cosas ovieron más a su voluntad...
    Lo primero, porque el placer es ya pasado et el dolor es presente, et en esperança de mucho durar; et los placeres pasados so ya fuera de los sentidos, salvo de la memoria, en la qual quedan, porque la remembranza sea mayor acrecentamiento de dolor et de tristeza.
    Los segundo, porque el placer fue poco según el tiempo, et el dolor grande por la mayor dureza; et el dolor es presente et no sabemos cuánto durará.
    Lo tercero, porque los sentimientos de los dolores et de las tristezas son mayores que los de los placeres; et que esto es verdad, sábelo cualquiera que estas cosas logró et las perdió”
    FR. LOPE FERNÁNDEZ ‘Libro de las Tribulaciones’.

    175
    “Partimos cuando nacemos,
    Andamos mientras vivimos,
    Y llegamos
    Al tiempo que fenescemos,
    Así que cuando morimos
    Descansamos.
    Ved de cuán poco valor
    Son las cosas tras que andamos
    Y corremos;
    Que en este mundo traydor
    Aun primero que muramos
    Las perdemos.
    “Non tengamos tiempo ya
    En esta vida mezquina,
    Por tal modo,
    Que mi voluntad está
    Conforme con la divina
    Para todo:
    Y consiente en mi morir
    Con voluntad placentera,
    Clara e pura,
    Que querer hombre vivir
    Quando Dios quiere que muera
    Es locura”.
    JORGE MANRIQUE (1440-1479) ‘Coplas a la muerte de su padre’.



    BREVEDAD DE LA VIDA:

    176
    “Si fuese en nuestro poder
    tornar la cara fermosa
    corporal,
    como podemos facer
    el ánima gloriosa
    angelical,
    ¡qué diligencia tan viva
    tuviéramos toda hora,
    y tan presta,
    en componer la cautiva,
    dexándonos la señora
    descompuesta!

    Ved de cuán poco valor
    son las cosas tras que andamos
    y corremos,
    que, en este mundo traidor,
    aun primero que muramos
    las perdemos:
    dellas desface la edad,
    dellas casos desastrados
    que acaescen,
    dellas, por su calidad,
    en los más altos estados
    desfallescen.


    Dezidme, la fermosura,
    la gentil frescura y tez
    de la cara,
    la color y la blancura,
    cuando viene la vejez,
    ¿cuál se para?
    Las mañas y ligereza
    y la fuerça corporal
    de joventud,
    todo se tornó graveza
    cuando llega al arrabal
    de senectud.

    .........
    Los plazeres y dulçores
    desta vida trabajada
    que tenemos,
    ¿qué son sino corredores,
    y la muerte, la celada
    en que caemos?
    No mirando nuestro daño,
    corremos a rienda suelta
    sin parar;
    desque vemos el engaño
    y queremos dar la vuelta,
    no hay lugar.”


    JORGE MANRIQUE (1440-1479) ‘Coplas’


    177
    “Por aquesto fallesce
    El placer corporal
    Y lo que siempre cresce
    Es lo spiritual.

    Tristesa yo non siento,
    Que más fase penar
    Que el plaser como viento
    Que se ha de acabar.”
    RABÍ DON SEM TOB DE CARRIÓN (...-1369) ‘Proverbios’

    178
    “El bien deste mundo es falleçedor
    Segunt que por obra lo vedes passar,
    Pues non se deve ninguno esforçar
    De mucha rryqueza nin ser grant señor,
    Que non veo en él más fructo mejor
    Que ser diligente en el bien obrar,
    De más synplazeres pudier tomar,
    Que todo lo otro ha poco valor.
    ......
    Por ende, sseñores, querrya de grado,
    Pues vedes la burla que a todos se estiende
    El cuerdo consejo la su vyda enmiende,
    Asy como omme que bive aplazado.”
    ALFONSO ÁLVAREZ (1350-1424) ‘A la tumba de Don Enrique III.’ (Cancionero de Baena)

    179
    “Ca non es vida la que bevimos,
    pues que biviendo se viene llegando
    la muerte cruel, esquiva; e cuando
    pensamos bevir, estonce morimos.
    ...................
    ¿Qué se fizieron los Emperadores,
    Papas e Reyes, grandes Perlados,
    ........................
    Padres e fijos, hermanos, parientes,
    Amigos, amigas, que mucho amamos,
    .......................
    Dueñas, donçellas, mançebos valientes
    Que logran so tierra las sus mançebías,
    E otros señores que ha pocos días
    Que nosotros vimos aquí estar presentes?
    ...........................
    Pues ¿dó los imperios e dó los poderes,
    Rreynos, rrentas e los señoríos,
    A dó los orgullos, las famas e bríos?
    A dó las empresas, a dó los traheres?
    ¿A dó las ciencias, a dó los saberes,
    a dó los maestros de la poetría;
    a dó los rrymares de grant maestría;
    a dó los cantares, a dó los tañeres?”
    FERRANT SÁNCHEZ DE TALAVERA (...-1443) ‘Decir a la muerte de Ruy Díaz de Mendoza’ (Cancionero de Baena)

    180
    “Vyste en el mundo ommes abondantes
    De onrras e viçios e muy alto estado,
    Mas nunca los viste en un ser estantes,
    Nin aver un solo plaser acabado.
    ...............
    Qué pro les tovo la grand exçelencia,
    Nin rricos thesoros tan mal allegados,
    Castillos e villas, baxillas, estados
    Que asy poseyeron con tanta femencia?
    ..................
    Mira qué fué de los que imperaron
    En esta presente e gloria mundana,
    Mira qué fué de los que alcançaron
    Aver la fortuna asy como hermana.
    Así commo sueño é cosa muy vana
    Pasó el rroçío de su vana gloria,
    E de todo ello non finca memoria
    Que para sus almas pudiese ser sana.
    ...........................
    Mira todos estos que viste e pasaron,
    De cuanto tovieron non levaron cosa,
    Desnudos nasçieron e asy se fallaron
    Después d’esta vida esquiva, engañosa.”
    GONZALO MARTÍNEZ DE MEDINA (Cancionero de Baena).


    181
    “Pues todos aquestos decidme ¿dó son?,
    E de sus inperios, rryquesas, poderes,
    Rreynados, conquistas e cavallerías,
    Sus viçios e onrras e otros plazeres,
    Sus fechos, fasañas e sus osadías.
    ¿A dó los saberes e sus maestrías?
    ¿A dó sus palacios, a dó su çimiento?
    Cerrado el ojo, parésçeme vyento:
    Agora lo cred syn muchas porfías.
    Fynida.
    Conviene, pues, mucho rregir vuestras vías
    E çesar el planto de mi morimiento,
    Ca vos esso mesmo faredes mudamento:
    Velat una muerte que van se los días.”
    FR. MIGIR ‘A la muerte de Enrique III’ (Cancionero de Baena).

    182
    “Yo so la muerte cierta a todas criaturas
    que son e serán en el mundo durante,
    Demango e digo: «O homo, por qué curas
    De vida tan breve en punto pasante?
    Pues non hay tan fuerte nin rezio gigante
    Que deste mi arco se pueda anparar,
    Conviene que mueras cuando lo tirar
    Con esta mi frecha cruel traspasante.

    ¿Qué locura es esta tan magnifiesta?
    ¿Qué piensas tú, homne, que el otro morrá,
    E tú quedarás, por ser bien compuesta
    La tu complisión e que durará?
    Non eres cierto si en punto verná
    Sobre ti a deshora alguna corrupción
    De landre o carbonco, o tal inplisión
    Porque el tu vil cuerpo se dessatará.

    ¿O piensas por ser mancebo valiente
    O niño de días que a lueñe estaré,
    E fasta que liegues a viejo impotente
    En la mi venida me detardaré?
    Avísate bien, que yo llegaré
    A ti a deshora, que non he cuidado
    Que tú seas mancebo o viejo cansado,
    Que cual te fallare tal te llevaré.

    La plática muestra seer pura verdad
    Aquesto que digo sin otra fallencia,
    La sancta escriptura con certenidad,
    Da sobre todo su firme sentencia,
    A todos diciendo: «faced penitencia
    Que a morir habedes, non sabedes cuándo;
    Si non ved el fraire que esta pedricando,
    Mirad lo que dice de su grand sabienda”.
    ANÓNIMO. ‘La Danza de la Muerte’.

    183
    “Cuando Turín se vio afincado del infante non osó encubrir la verdad, et por ende le dijo: “Señor, ya vos dije que aquel que era cuerpo de home muerto, et la razón porque non puede facer lo que los otros facen es porque se partio dél el alma que le facía mover et facer todas las cosas que los homes vivos facen”.

    “Turín –dijo el infante– pues decides que el alma se partió dél et non puede facer lo que los otros facen, quiero que me digades, pues atan gran daño et atan grant mengua le vino en partirse el alma dél, ¿por que la dejó partir de sí?”

    Dixo Turin: “Mas esto [que dezides] non puede ser; ca lo mas que ella puede fincar en el cuerpo es en cuanto en él dura la calentura et la humidad natural, et esta calentura et humidad natural del día que nace el hone fasta que muere, cada día mengua et non ha cosa en el mundo que la pueda acrescentar, ca el comer nin el beber non acrescienta en la calentura nin en la humidad natural, mas enmiendal et mantiénelo que se desface del cuerpo por los trabajos et por los vaciamientos que le acaescen.
    Mas ha otras razones por que esta calentura et humidad natural se desface más aina, así como por dolencias o por feridas o por vaciamientos que desfacen más de la calentura et de la humidad natural de cuanto es lo que se mantiene por el comer et por el beber; et aun ha otra cosa por que el alma non puede fincar en el cuerpo para siempre: ca el alma es criatura de Dios espiritual, et por voluntad de Dios ayúntase al cuerpo et fácel’ vivir; et porque el cuerpo es compuesto de los elementos et de los humores, conviene que se desfaga. Et otrosí, porque es compuesto el home de alma et de cuerpo, conviene que se desfaga cuando es voluntad de Dios; ca el alma, él la puso en el cuerpo, et desque la parte dél finca, el cuerpo muerto et desfácese.”
    DON JUAN MANUEL, ‘Libro de los Estados’ Cap. IX
    Pious dio el Víctor.

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