LOAS DE ESPAÑA:
19
“España es vencida por la Galia en abundancia de vino, trigo y carnes; pero la vence en bondad y en el sabor de ellos... los españoles usan mucho de aguas encanaladas, trayendo de muy lejos acequias de los grandes ríos. España no está fatigada por los vientos septentrionales y por los fríos, por lo cual produce con mayor abundancia aceite, miel, azafrán, rubia, minio, cochinilla, azúcar, esparto, romarino, limones, alcaparras, dátiles, limas (mala y púnica) y otros frutos aromáticos.
“El temperamento de los españoles es más cálido y más seco, y la color oscura. ...Es mayor para procrear de las mujeres de los galos que la de las españolas.
... los miembros de los españoles son más duros; tienen delgadísimo el cuerpo en la cintura. Los españoles pugnan con más arte que ferocidad y llevan a la guerra más consejo que fiereza.
“España ha sido siempre recomendada por la ligereza de sus caballos, a los cuales los jinetes de armadura ligera cabalgan pulcramente con las piernas apretadas; dedicándose a los ejercicios de lanza y a todos los actos militares...
... los españoles son más taciturnos, pues aprendieron a disimular mejor... Son los españoles en los banquetes menos sociables, más ceremoniosos, afectando no sé qué severidad, de la que los galos no cuidan.
... los españoles beben diluido en mucha agua. Entre los españoles se recibe a los forasteros más dura e incivilmente; de suerte que, cansado el viajero por el camino, tiene que buscarse la comida de lugar en lugar. Esto hace que los españoles no sean tan avezados a viajar y no quieran gastarse la pecunia tan pródigamente; ni son inclinados a prestar servicios, de tal manera que ni a un príncipe se digna ofrecérselos un rústico si no le da la gana.
España es más extensa por su suelo, pero no tan populosa. Más rica en oro, pero no en negociación de mercaderías; ni tantas rentas en ésta como en aquélla se recaudan para el rey.... en el hispánico suelo hay muchos lugares incultos y desiertos.
De España a la Galia, los mercaderes llevan granos, sedas de todo género, lanas, azafrán, azúcar, arroz, aceite, alumbre, grana de los tintoreros, piedras preciosas y aromas traídos de la India. De la Galia a España, granos, telas de lino, hilo, pastel y otras muchas mercancías menores, como espadas, agujas, etc.
Es muy inquieto y rumiador de grandes cosas el ánimo de los españoles, que son de ingenio feliz....
Es bárbara la costumbre de las mujeres hispánicas de perforarse los lóbulos de las orejas con un aro de oro o de plata, al que prenden las más de las veces alguna piedra preciosa. Rodean también su talle con un cinturón de madera, para que con el dilatado paso parezcan más pomposas.
Es de alabar en las mujeres hispanas que, a manera de las matronas romanas, se abstienen mucho del vino; y es de vituperar que deformen su rostro con colirios, minio y cerusa. Tiénese también a los españoles por supersticiosos en los ritos de la religión. Juran según gentílica costumbre [por el solio del rey y de su vida y se besan las manos al saludarse].
Desde hace algunos años, los españoles alcanzaron algún nombre por su bélica fortaleza en muchas victorias ganadas al enemigo, siendo sufridísimos de hambre, sed y trabajos en la batalla y muy astutos en las estratagemas; de cuerpo tan ligero que fácilmente huyen y persiguen al enemigo. De vida frugal, no consumen tanto alimento como los galos y los germanos, a menos que sean invitados, pues entonces se llenan en los banquetes hasta la saciedad, porque para ellos son raros los convites y los toman con mayor avidez...”
CLAUDIO PTOLOMEO ALEJANDRINO (100-160 d. C) ‘Geografía’
20
“Europa comienza con la Península Ibérica, abundante en frutos y próspera providencia, que produce metales y oro, minio, mármol, piedras preciosas; celebrada por sus dones... ciertamente la Bética limita con Lusitania, cuyo nombre, según la tradición, proviene de Luso, hijo de Liber, bien a causa de sus viñas... También el Tajo resplandece con sus arenas auríferas... además la Bética sobrepuja a todas las provincias por su abundancia en riquezas.”
MARCIANO CAPELLA (s. V d. C.) ‘De nuptiis philologiae et Mercurii’ VI, 627
21
“Qué podrá decir la voz humana digno de tus tierras, ¡oh Hispania! La India, primero, levanta el sol de sus aguas; tú quien lo recoge al declinar el día, y en ti respiran los astros fatigados...
Rica en caballos, fértil en cereales, preciosa en minas y, sobre todo, fecunda en píos príncipes. De ti los siglos recibieron a Trajano; de ti a Adriano, fuente de donde por adopción fluyeron los Elios, Antonino y Marco Aurelio, de ti nacieron Teodosio y los dos jóvenes hermanos Arcadio y Honorio. Cada provincia conquistada por Roma entregó sus dones para el Imperio: Egipto y África, trigos para los campamentos; la Galia, fuertes soldados; la Iberia, sus caballos, cosas todas que se hallan por todas partes; sólo Iberia dio un nuevo tributo al Lacio: los Augustos. Ella engendra los que han de regir el mundo”.
CLAUDIO CLAUDIANO (370-404) ‘Laus Serenae’, 50-56.
22
“España, tierra abundante en riquezas y sobre todo en hombres doctos... envía aceite, salmuera, telas variadas, tocino y jumentos en suficiente cantidad para todo el mundo; poseyendo todas las cosas buenas y excelentes en ella; además la aventaja su producción de esparto”.
‘EXPOSITIO TOTIUS MUNDI ET GENTIUM’ (segunda mitad siglo IV).
23
“España fue, ante todo, madre para tí; tú, la tierra más feliz de todas las tierras... Posee numerosas ciudades eminentes; toda, cultivada o yerma, está llena de frutos o rebaños; es rica en ríos auríferos, en metales y en piedras preciosas de esplendor. Esta España produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los facundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio. España dio a Dios cuanto vemos”.
PACATO DREPANIO (último tercio siglo IV) ‘Panegyricus Theodosio Augustus dictus’.
24
“España, tierra fértil y especialmente rica, favorecida en hombres sabios y en toda clase de bienes, envía mucho aceite, salmuera, tejidos varios, jumentos, tocino y esparto, y no solamente abunda en toda clase de bienes, sino que aun excede...”
JUNIOR, ‘Libro del Filósofo’.
25
“Región que hay que comparar entre las mejores de la tierra; a ninguna inferior en frutos, y hay abundancia de todo, bien sea de viñas o de otra clase de árboles, que de todo produce... Tiene plata y oro; no se halla falta de hierro, ni cede en viñas; sobrepuja en aceite; nada hay en ella ocioso o estéril; pues si en algún lugar faltan mieses, se producen pastos; incluso en los lugares yermos produce materias útiles; no se preparan allí las sales, sino que se extraen de minas; obteniendo minio... y el Tajo, a causa de sus arenas auríferas, sobresale sobre los restantes ríos...”
JULIO SOLINO (siglo IV) ‘Collectanea rerum memorabilium’.
26
“Se mostraba favorable la naturaleza de aquella región (Asturias) por las medidas emprendidas. Pues es feraz en oro, crisócola, minio y otros colores varios. (Augusto) obligó a explotar su suelo. Y así los astures, mientras buscaban para otros trabajando en el subsuelo, empezaron a descubrir sus tesoros y riquezas.”
FLORO ‘Historias’, II, 33,60
“La belicosa España, noble por sus guerreros y hechos de armas, plantel de los ejércitos enemigos... Maestra de Hannibal.”
FLORO ‘Historias’, I, 22,38
27
“Eulalia, virgen de nacimiento noble, y todavía más, por su muerte, finamente ama a su Mérida, cuya leche la alimentó y que se adorna con sus restos.
Próximo a Occidente existe un lugar que posee este egregio regalo, ciudad poderosa y rica en pueblos, pero aun más poderosa por la sangre del martirio y por el título de la virgen,
de casi dieciséis años, cuando, frente a la pira de ásperas crepitaciones, pasmó a temblorosos verdugos.
.........
Mérida, gloriosa colonia de la Vettonia, ceñida por el famoso río Guadiana, con su potente onda rapaz, lava tus limpias murallas;
es aquí, oh peregrino, oh indígena, donde tierno resplandor ilumina estos atrios de brillante mármol; en su venerable seno, la tierra guarda sus cenizas sagradas.
Lámparas encendidas en artesonados de oro lucen encima de nuestras cabezas, y piedras sacadas del corazón de la tierra decoran incansables el suelo: de modo que podías imaginarte que te encuentras en un prado herido de diversas flores.
Coged aquí moradas violetas y encendidas amapolas. Invierno es éste tan fecundo que no se priva de flores; ni hay helada capaza de amodorrar estos campos, impidiendo a nuestros cestos cogerlas a porfía.
Cortándolas de entre las hojas, dedicadla esos dones; por mi parte, traeré en el concierto versos tejidos en dáctilos, flojos y de poco valor, pero transidos de alegría;
pues le agrada que sus restos sean venerados aquí con un altar puesto encima de ellos; dormida a los pies del Señor, mira estas tierras y favorece a sus pueblos con encanto propicio”.
AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en alabanza de la dichosísima mártir Eulalia.
“El Cristo anotó en letras de oro los nombres de estos dos mártires en medio del Cielo, y estas inscripciones de sangre legó a las tierras conocidas.
Tiene por esto la tierra Hibera rango feliz de corona por todo el orbe; porque pareció a los ojos de Dios digno lugar para depositar sus cuerpos aquel que había sido acogedor de los austeros cuerpos beatos.
Teñido este lugar de la doble muerte, absorbió sus cálidas ondas. Sus habitantes ahora visitan las tierras empapadas de santa sangre, rogando con voz, promesas y ofrendas.
Gentes extrañas, verdaderos cosmopolitas, vienen aquí, pues Fama va llevando de boca en boca, de tierra en tierra, que aquí están los recomendadores del mundo, a los que asedian con súplicas.
Nadie que rogara aquí rogó en vano. El que suplica con limpio llanto se vuelve con el sentimiento seguro en el fondo del alma de haber conseguido lo que pidió con justicia.
.........
Fue el mismo Salvador el que nos regaló con este bien de que gozamos, cuando consagró a nuestra ciudad con las cenizas de estos mártires que conservan salvos a los colonos de las orillas del río Ebro.
Cantad himnos ahora, en pie, ¡oh madres! Resuene la alegre voz de las esposas que conservan sanos sus maridos. ¡Festivo sea este día y consagrado al gozo por los hijitos que nos han sido dados!
En el lugar donde los mártires padecieron se alza el Baptisterio de Calahorra.
Del lugar de donde Cristo se llevó al cielo estos corazones probados en sangre brota ahora el agua del bautismo para purificar nuevos cristianos.
Dos varones soportaron aquí martirio de sangre en nombre de su Señor.
Fluye ahora indulgencia de líquida fuente para lavar antiguas manchas en río nuevo.
Quien desee subir al eterno reino del Cielo, lleno de sed, que venga aquí: el camino le está aparejado.
Por atrios de dolor subiendo los mártires, consiguieron su corona; almas purificadas en estas aguas buscan ahora el Cielo.
.........
Esta tierra, sagrada tesorera de los restos, por igual hace manar rocíos de agua o de sangre, análogamente purificadores, a los ojos de Dios.
De la misma manera es el dueño de este lugar, Jesucristo, que herido en cada costado vierte torrentes de sangre aquí y agua viva allí.
Como pueda, cada uno se irá al Cielo: con heridas de espada el uno; el otro, purificado en las aguas.”
(Himno en honor de los mártires Emeterio y Celedonio de Calahorra).
“Nuestro pueblo natal, Zaragoza, guarda en un solo sepulcro las cenizas de dieciocho mártires. En alta voz, una y otra vez, proclamamos a la ciudad de Zaragoza poseedora de tan altísimo interés.
Una patria llena de ángeles y que lleva en su seno tanto que ofrecer al Cristo, no tiene que temer la ruina de este mundo frágil.
Cuando Dios, fulminante su ardiente diestra, venga envuelto en rubia nube para ajustar la cuenta, hasta el detalle de su peso, a las gentes.
De todo el orbe, orgullosa al encuentro de Cristo y con presteza, irá cada ciudad con sus ofrendas y dones de precio.
Cartago, la africana, mostrará tus huesos, oh Cipriano, doctor de boca elocuente. Córdoba, a Acisclo, a Zoilo y tres coronas más.
Tú, Tarragona, engendradora de gente piadosa, le ofrecerás bella diadema de tres perlas, en la que Fructuoso puso lindo broche.
Es éste el nombre de la perla atada al anillo; a su lado brillan piedras gemelas y las tres brillan con igual lucimiento.
Es pequeña, sí, Gerona, pero rica en martirios; exhibirá orgullosa a su Félix. Nuestra Calahorra llevará a los dos hermanos que veneramos.
Se alzará Barcelona, celosa de su preclaro Cucufate, y Narbona, enamorada de su Paulo, y, en fin, a ti, San Gregorio, te poseerá la sobresaliente Arles.
La urbe cabeza de las urbes lusitanas, poderosa con los restos de la llorada muchachita, saldrá al encuentro del Cristo hasta el mismo altar.
A la villa de Alcalá le gustará exhibir la sangre de Justo unida a la de Pástor, manjar y regalo doble.
Tánger presentará a su Casiano, reliquia dichosa de los reyes Massylos, cuyo holocausto movió a las gentes domeñadas.
Pocas serán las que se contenten con uno o con dos o con tres; algunas, caudalosas en amables prendas, comparecerán hasta con cinco mártires.
Tú, Zaragoza, que te desviviste por el Cristo, tu cabeza ungida de aceites en prenda de paz, presentarás dieciocho santos.
Con cantidad más crecida que ninguna otra ciudad, te alhajaste para este encuentro, y por la mucha piedad te iluminas de la máxima luz. Con dificultad, la ciudad madre del Peno y la misma Roma podrán superarte en regalos de sangre.
Por esta sagrada sangre dedicada, te son apartados de la puerta los torpes demonios y las negruras de las tinieblas.
No hay horror de sombras dentro de ti; la peste fulminada y vencida huye de tus pueblos. en cada plaza tuya habita el Cristo. En todas partes Cristo está.
Puede confiarse en esta tierra fecunda en coronas sagradas, de donde, en levantado tropel, vuelan hacia el cielo las famosas togas formando un coro de nieve.
De allí vino, oh Vicente, tu palma. En tu raza religiosa. Engendró tu gran triunfo esta patria de los infulados sacerdotes Valerios.
Cuantas veces la feroz persecución retembló en este pobre mundo nuestro con los viejos tormentos, más enconada fue la rabia contra esta fortaleza.
Ninguna oleada se amansó sin que nuestros compatriotas no cosecharan alabanzas; bajo la granizada aumentó siempre el número de tus mártires.
Tú, al que la huella de su sangre caminante había de traer a morir a esta tierra, oh Vicente, con tu cercana muerte, ¡no la dejaste sellada de belleza futura? Siguen cultivando tus hijos esta tierra, que guarda tus restos en abrazo de amorosa sepultura.
Nuestro eres, aunque padeciste lo indecible lejos de aquí, en Roma y cerca de Sagunto, después de vencer, hayas dejado tu sepultura.
Nuestro y bien nuestro es aquel famoso infante que, empapado en el aceite de virtud y fe, en la gloriosa palestra supo probar cómo se doma al enemigo.
Había conocido hasta dieciocho frescas palmas, y sabedor de los laureles, con ansia, persiguió el mismo honor.
Aquí reposa ¡oh Engracia!, lo que nos quedó de tus virtudes con las que, oh poderosa virgen, fustigaste al espíritu deshonrado de aquel mundo.
A ninguno de los mártires les quedó tiempo, durante su vida mortal, de habitar en nuestra tierra; sólo tú, sobreviviente de tu propia muerte, vives por el orbe todo.
Fue éste un nuevo título de gozo para Zaragoza: tesoro fue proclamada la patria del mártir vivo.
Hora es ya, con Optato y Luperco, de que el propio senado te dedique salmos consagrada por sus dieciocho mártires.
¡Muéstranos a Suceso!, ¡canta a Marcial!, ¡la misma muerte de Urbano te corresponde! ¡resuenen canciones a Julia y Quintiliano!
¡Haya coro en honor de Publio!, ¡sea descrita la victoria de Fronton y que consiguió Félix el bueno!, ¡qué el duro Cecilio!, ¡cuánta sangre costó tu victoria, oh Evoto!, ¡cuántas las tuyas, oh Primitivo!, ¡laúd fresca siempre para tu triunfo, oh Apodemo!
para no añadir el especialísimo tormento de la muchacha viva, ni la muerte de Vicente, cuya sangre mana de aquí como fuente de honor.
A más de Gayo (por no pasarlo por alto) y tú, Clemente, que en famosa batalla conseguisteis honor incruento.
Por dificultad métrica me quedan por ensalzar a continuación cuatro nombres de varones a los que una remota tradición llama Saturninos.
Mi amor por sus nombres de oro poco se importa de las leyes poéticas, aunque el cuidado en hablar de las cosas santas no es cosa viciosa ni perjudicial.
Maravilloso es poder rezar, en verso, nombres anotados por el Cristo en el libro del cielo, que será abierto en el momento oportuno;
Un ángel, entonces, en presencia del Dios Padre y del Hijo, agasajará a tus dieciocho santos, que en esta ciudad tienen derecho de ciudadanía por ley de sepulcro.
Tantos mártires como guarda la ciudad rica en altas cabezas purpuradas, ruegan sin cesar por nuestras culpas.
Concededme que con piadoso llanto riegue hasta hacer surcos en estos mármoles de manera que me quede esperanza de pagar la pena de mis culpas.
Prostérnate conmigo, ciudad generosa de las santas sepulturas. Más tarde irás detrás de las almas que resucitan con sus huesos.”
AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en honor de los dieciocho mártires de Zaragoza.
DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS:
28
“Nos espera el Océano, circundador del mundo: busquemos los campos, venturosos campos; busquemos las islas ricas, donde la tierra sin arar rinde trigo cada un año y está en cierne la no podada viña y no engañoso jamás germina el pimpollo de la oliva, y el higo negro es adorno de su árbol, y la miel corre de las encinas huecas y de los altos montes delgada el agua se desliza con su pie fresco y sonoroso.
Allí las cabras sin dueño se acercan a la colodra por sí mismas y la vacada amiga trae tensas las ubres; ni el vespertino oso ronda bramando los apriscos ni hincha la tierra el nido de las víboras.
Ningún contagio daña allí al rebaño ni el hervor impotente de astro ninguno causa horror a los ganados.
Muchas más cosas, gusto al par que asombro, nos han de dar; como que ni el Euro acuoso hiende la tierra con sus largas lluvias, ni el árido terrón abrasa nunca la simiente pingüe, porque el rey celeste atempera todos los extremos.
No enderezó acá su rota la nave Argos, con ayuda del remo, ni la princesa impúdica de Colcos puso allí su pie.
No hacia allá volvieron sus antenas los mercadantes de Sión ni el trabajado séquito de Ulises.
Júpiter segregó del mundo estas riberas y las reservó para una raza piadosa, cuando manchó de bronce la edad de oro; con bronce primero, luego con hierro endureció los siglos de quienes, según mi vaticinio, escaparán los hombres con una fuga a tiempo.”
HORACIO (65-8 a. C.) ‘Epodo XVI’
Marcadores