LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
a) EMPRESAS FÍSICAS
MILICIA:
418
“Qué es la causa (pregunta Aristóteles) que, no siendo la valentía la mayor virtud de todas, antes la justicia y prudencia son las mayores, con todo esto la república y casi todos los hombres, de común consentimiento, estiman en más a un valiente y le hacen más honra dentro en su pecho, que a los justos y prudentes, aunque estén constituidos en grandes dignidades y oficios? A este problema responde Aristóteles diciendo que no hay rey en el mundo que no haga guerra a otro o la reciba; y como los valientes le dan gloria, imperio, lo vengan de sus enemigos y le conservan su estado, hacen más honra, no a la virtud suprema, que es la justicia, sino a aquella de quien reciben más provecho y utilidad. Porque, si no tratasen así a los valientes ¿cómo era posible hallar los reyes capitanes y soldados que de buena gana arriscasen su vida por defenderles su hacienda y estado?”
DR. HUARTE DE SAN JUAN (1529-1588), ‘Examen de ingenios’.
419
“Para que los soldados sean verdaderamente fuertes de aquella fortaleza que es virtud cristiana, y no salteadores de caminos; ministros de Dios y no de Satanás; defensores de la Patria y no destructores; guardas de los amigos y no asoladores; amparo de los templos y cosas sagradas, y no fuego infernal que los abrase y consuma es necesario que el príncipe cristiano tenga gran cuenta con la disciplina militar de su ejército y que mande severamente castigar los excesos, desobediencias, insolencias...”
PADRE RIVADENEIRA.
420
“Comos sabios y católicos, ahora os quiero dar a entender qué es este duelo, que a tanta gente da perpetuo duelo, para que, por ventura, os desengañéis del mayor engaño, del más nefando abuso y de la mayor inhumanidad que hoy se halla entre los hombres. Sabed que la batalla a todo trance que en España llaman desafío o campo cerrado, en Italia, duelo y los latinos, batalla singular entre dos hombres, es aquella por la cual, uno entiende probar al otro por las armas, en el espacio y término de un día, cómo es verdadero hombre de honra y no merece ser menospreciado ni injuriado, y el otro pretende probar lo contrario. Sobre esta manera de combatir han escrito muchos y muy excelentes varones, y no se ponen de acuerdo en su origen: unos dicen que lo inventaron los albiones pueblos de la Gran Bretaña, que hoy es Inglaterra; otros, que los mantineos; y otros, que los Longobardos. Mas parece, que antes que ellos, los españoles acostumbraban a averiguar sus pasiones por la ley del duelo. Dice Tito Livio que, estando Escipión el Africano en Cartagena celebrando las honras de su padre y tío, los dos Escipiones que dicen estar enterrados en Tarragona, vinieron a él dos caballeros principales, españoles celtíberos, llamados Corbis y Orsúa, cada uno de los cuales pretendía ser señor de un gran estado que había sido del padre de uno de ellos, y ya que ni por justicia ni concierto habían podido averiguarlo, determinaron averiguarlo por la espada, y pusieron por juez al mismo Escipión y, así, en su presencia combatieron con espadas cortas y de punta aguda, y con broqueles, que eran las armas comunes de entonces, que desde mucho antes y después usaron los españoles, y en este combate, Corbis mató a Orsúa. Dicen que eran los dos primos hermanos, y que el estado había sido del padre de Orsúa, a quien tan poco le valió su justicia, que la perdió en el duelo con la vida y hacienda. Además de éstos, muchos españoles combatieron delante de Escipión, por casos de honra como por darle placer. Y no me sorprende que se usase tal costumbre en España, porque, del mundo, era la gente que menos aprecio tenía por la vida humana. Tanto, que Escipión halló entre ellos infinitos que, por amor a él, se hicieron sus compañeros en la muerte. Era costumbre de aquellos gentiles españoles que, cuando un hombre principal moría, todos sus compañeros morían con él matándose los unos a los otros, diciendo que iban a acompañar el alma del amigo muerto.”
LA GUERRA
421
“El fin de al guerra es la paz y la seguridad de la república, como dice San Agustín, y no podría haber esta seguridad si con el temor no se tuviese a raya al enemigo”.
P. VITORIA, ‘De iure belli’.
422
“Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.”
CERVANTES, ‘Don Quijote’ II-XXVII.
423
“Son, pues, propias de la guerra, la fortaleza y la constancia, y el sufrir, animosamente, los males. Y de la paz, la contemplación de la verdad. Comunes a ambos estados, la justicia y la templanza, pero más necesario a los que viven en paz, pues en la guerra la necesidad misma obliga a ser justos y sobrios, pero en la paz y en la próspera fortuna estos bienes hacen perezosos y exigentes y siervos del placer, a menos que acuda la justicia y la templanza a impedir estos males y tenga ocupados los ánimos el estudio de la filosofía y de las ciencias y que, gozando de la contemplación de la verdad y alegre con estas cosas altas, no se busque ninguno de los objetos por los que los hombres son impelidos a pecar.”
J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Del reino y del oficio de rey’.
EJÉRCITO:
424
“La infantería se distingue por su circunspección y la paciencia con que soporta las fatigas, así como por su disciplina, excediendo a italianos, flamencos y alemanes, para preparar una emboscada, defender un desfiladero, hacer una retirada o sostener un sitio”.
MIGUEL SORIANO, ‘Relación del embajador de Venecia’.
425
“Tropa gentil, de bravos y valientes soldados, bien escogidos entre los tercios de Lombardía, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, y una parte de los de la Goleta... todos viejos y aguerridos soldados, tan bien en punto a trabajos y armas, la mayor parte doradas y otras grabadas, que más se les creyera capitanes que soldados... Y se hubiera dicho que eran príncipes, de tal modo eran soberbios y marchaban arrogantemente y con gracia.
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Para las armas no cedían a ninguna nación; para las ciencias y las artes, entregábanse tan fuertemente a las armas que odiaban aquéllas y fuertemente las vilipendiaban, enviando al diablo los libros, de no ser algunos que, cuando a ellos se entregan, son raros, mas excelentes y muy admirables, profundos y sutiles, como no he visto muchos”
PIERRE DE BRANTHOME (1540-1614), ‘Oeuvres complètes’.
ELOGIO DE CASTILLA:
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“Es Castilla madre de todas las demás coronas que ciñen la sien de nuestra victoriosa España y, así, con prevención contemplativa me pareció justísimo explicar primero los blasones e insignias que fueron origen de los otros. Son las que tienen aquesta monarquía, antiquísimas, y tanto que en tiempo de Ecequiel eran muy conocidas. Formábanse de aquesta suerte: un castillo de oro en campo carmesí, con puertas y ventanas azules, con tres torres y en cada una tres almenas de oro. Timbre, cuando se pone, es un castillo de la misma manera.
Llámase Castilla en hebreo Adamuz. Era metrópolis la que conserva hoy el nombre y está junto a Córdoba; que también este reino es parte de la antigua Castilla. En esta provincia es muy probable que formó Dios al primer hombre. En ella consistió lo más ilustre de todo el Paraíso. De ella salen aquellos cuatro ríos que pintó Moisés, y explican con curiosidad muchos autores. Pruébolo muy despacio en otra parte".
JUAN DE CARAMUEL (1606-1682), ‘Explicación mística de las armas de España invictamente belicosas’. (1636)
427
“Los reinos de Castilla, que son, sin duda, la cabeza de esta monarquía, como Roma, Constantinopla, Macedonia y Persia lo fueron de las antiguas..., siendo éstos los que dan más gente, más dinero y más substancia, es justo que considere V.M. cómo están y cómo los tienen las guerras extranjeras y los servicios propios; porque todos los demás reinos de V.M. tienen apariencia de señorío y hacen sombra de grandeza; pero dan poca gente y ningún dinero que salga de los mismos que lo contribuyen para éste o para los demás reinos de V.M.; y, así, o están ricos, o, a lo menos, no necesitados. Todo cuanto se gasta en ellos y en éstos y en los demás que es necesario en un imperio tan grande, para la conservación y aumento de él, todo sale de los tributos de Castilla’.
BALTASAR DE ÁLAMOS BARRIENTOS (1555-1640), ‘Papel que Antonio Pérez puso en manos del rey Phelipe III.’
GALICIA:
428
“Pálido sol en cielo encapotado,
Mozas rollizas de anchos culiseos,
Tetas de vacas, piernas de correos;
Suelo menos barrido que regado;
Campo todo de tojos matizado,
Berzas gigantes, nabos filisteos,
Gallos del Cairo, búcaros pigmeos,
Traje tosco y estilo mal limado.
Cuestas que llegan a la ardiente esfera,
Pan de Guinea, techos sahumados,
Candelas de resina con tericia,
Papas de mijo en cuencas de madera,
Cuevas profundas, ásperos collados,
es lo que llaman reino de Galicia.”
LUIS DE GÓNGORA, ‘Soneto’.
DE LAS COSTUMBRES DE LOS ESPAÑOLES:
429
“Groseras, sin policía ni crianza, fueron antiguamente las costumbres de los Españoles. Sus ingenios, más de fieras que de hombres. En guardar secreto se señalaron extraordinariamente; no eran parte los tormentos por rigurosos que fuesen, para hacérsele quebrantar. Sus ánimos, inquietos y bulliciosos; la ligereza y soltura de los cuerpos, extraordinaria; dados a las religiones falsas y culto de los dioses; aborrecedores del estudio de las ciencias, bien que de grandes ingenios. Lo cual transferidos en otras provincias, mostraron bastantemente que ni en la claridad de entendimiento, ni en excelencia de memoria, ni aun en la elocuencia y hermosura de las palabras daban ventaja a ninguna otra nación.
En la guerra fueron más valientes contra los enemigos que astutos y sagaces; el arreo de que usaban, simple y grosero; el mantenimiento, más en cantidad que exquisito ni regalado; bebían de ordinario agua, vino muy poco; con los malhechores eran rigurosos; con los extranjeros, benignos y amorosos. Esto fue antiguamente, porque en este tiempo mucho se han acrecentado, así los vicios como las virtudes.
Los estudios de la sabiduría florecen cuanto en cualquier parte del mundo; en ninguna provincia hay mayores ni más ciertos premios para la virtud; en ninguna parte tienen la carrera más abierta y patente el valor y doctrina para adelantarse. Deséase el ornato de la letras humanas, a tal, empero, que sea sin daño de las otras ciencias.
Son muy amigos los españoles de justicia; los magistrados, armados de leyes y autoridad, tienen trabados los más altos con los bajos, y con éstos los medianos con cierta igualdad y justicia; por cuya industria se han quitado los robos y salteadores, y se guardan todos de matar o hacer agravio, porque ninguno es permitido, o quebrantar las sagradas leyes, o agraviar a cualquiera del pueblo, por bajo que sea.
En lo que más se señalan es en la constancia de la religión y creencia antigua, con tanto mayor gloria, que en las naciones comarcanas en el mismo tiempo todos los ritos y ceremonias se alteran con opiniones nuevas y extravagantes.
Dentro de España florece el consejo; fuera, las armas; sosegadas las guerras domésticas y echados los moros de España, han peregrinado por gran parte del mundo con fortaleza increíble. Los cuerpos son por naturaleza sufridores de trabajos y de hambre, virtudes con que han vencido todas las dificultades, que han sido en ocasiones muy grandes, por mar y por tierra. Verdad es que en nuestra edad se ablandan los naturales y enflaquecen con la abundancia de deleites y con el aparejo que hay de todo gusto y regalo de todas maneras en comida y en vestido y en todo local. El trato y comunicación de las otras naciones que acuden a la fama de nuestras riquezas y traen mercaderías que son a propósito para enflaquecer los naturales con su regalo y blandura, son ocasión de este daño. Con esto, debilitadas las fuerzas y estragadas con las costumbres extranjeras, demás desto por la disimulación de los príncipes y por la licencia y libertad del vulgo, muchos viven desenfrenados sin poner fin ni tasa a la lujuria, ni a los gastos, ni a los arreos y galas. Por donde, como dando vuelta a la fortuna desde el lugar más alto do estaba, parece a los prudentes y avisados que, mal pecado, nos amenazan graves daños y desventuras, principalmente por el grande odio que nos tienen las demás naciones; cierto compañero, sin duda, de la grandeza y de los grandes imperios, pero ocasionado en parte de las asperezas de las condiciones de los nuestros, de la severidad y arrogancia de los que mandan y gobiernan.”
PADRE MARIANA ‘Historia General de España’.
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