La Historia desde 1812
Para que el pueblo se engañe se requiere presentar ese engendro nacido en 1812, hoy pútrido, como un paraíso terrenal
11/04/2022
Nos anuncian que la asignatura de Historia en el Bachillerato excluirá los hechos acaecidos en nuestro país antes de 1812. Y es lógico que así sea; pues es en 1812 cuando empieza a morir España y emerge ese engendro sucedáneo llamado «nación española», nacido del contractualismo liberal, que disolvería los vínculos cordiales entre los pueblos de España, reunidos bajo el fundente de una fe común. Pemán explica este birlibirloque siniestro en su obra
Cuando las Cortes de Cádiz, entablando un paralelismo entre la muerte de la protagonista, Lola la Piconera, y la muerte de España: «Y que aprenda España entera / de la pobre Piconera, / cómo van el mismo centro / royendo de su madera / los enemigos de dentro, / cuando se van los de afuera. / Mientras que el pueblo se engaña / con ese engaño marcial / de la guerra y de la hazaña, / le está royendo la entraña / una traición criminal… / ¡La Lola murió del mal / del que está muriendo España!».
Este birlibirloque siniestro que sustituye España por el engendro de la nación ha sido, por supuesto, un completo fracaso, como se prueba hoy, en su fase terminal y degradada del Régimen del 78. Pues lo que a partir de 1812 se implantó fue un régimen político importado de afuera (por
enemigos de dentro), en todo contrario a nuestra tradición política, que arrebató a los españoles su pasión común, convirtiéndolos en una masa amorfa que terminaría precipitándose (tras algunas heroicas resistencias) en esta decadencia infame cuyas escurrajas disfrutamos hoy, convertidos en colonia de potencias extranjeras y en sentina de todos los vicios.
Evidentemente, para que el pueblo se engañe mientras le están
royendo la entraña se requiere presentar ese engendro nacido en 1812, hoy pútrido y agusanado, como un paraíso terrenal; para lo que hace falta matar el juicio crítico de las nuevas generaciones, que si llegasen a atisbar lo que fue España antes de convertirse en
nación, podrían revolverse y renegar del destino de abyección que les han asignado. Y para ello hay que montar una asignatura de la que desaparezca aquella España sostenida (aupada) por una pasión común y sólo se refiera a la
nación que se estrena en 1812 y desemboca en el Régimen del 78, con la que se pretende moldear jenízaros programados que asimilen idiotamente los paradigmas ideológicos vigentes.
Pero no lograrán su empeño. Conseguirán crear una mayoría de jóvenes pasivos y bestiales, sumisos y fatalistas, de orificios oferentes, incapacitados para cualquier empresa común y formateados según los principios del Régimen. Pero habrá una minoría que no se resignará a tan abyecto destino; habrá una minoría que descubra, entre las farfollas oficiales que les enseñen, el ejemplo de unos heroicos resistentes, poseídos por una pasión común, que en sucesivas guerras lucharon por la España moribunda a la que sus enemigos estaban royendo la entraña. Y esa minoría de jóvenes volverá a calarse la boina (roja) y enterrará esta carroña pestilente.
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