Revista FUERZA NUEVA, nº 545, 18-Jun-1977
(Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Princesa, de Valencia, el 15 de mayo de 1977.)
(...) Legalización del Partido Comunista.
Donde el discurso del señor Suárez llega a la cumbre del sofisma es cuando trata de explicarnos y de justificar la legalización del Partido Comunista. ¡Es, en realidad, asombroso! Sus argumentos son débiles y contradictorios. Vamos a repasar con algún detenimiento el tema:
• 1º Dice el presidente: “Soy responsable de todas y cada una de las acciones del Gobierno”. (Y, por tanto, de la legalización por decreto del Partido Comunista).
Pues bien, si usted se confiesa sinceramente demócrata, usted sabe que esa responsabilidad, cuando no es una declaración vana, no se confronta en solitario y por medio de la televisión. Usted sabe que hay unas Cortes que no han sido disueltas. Usted sabe que hay todavía algunos Principios nacionales, que no han sido derogados y que recogen la ideología de las fuerzas que acudieron a la Cruzada. Pues bien: usted ha violado esos Principios sin pasar por el referéndum, legalizando bajo su responsabilidad, un partido que fue precisamente la antítesis de la Cruzada, y negándose a la convocatoria de un pleno de las Cortes para explicar ante ella su conducta, como exige su elevado espíritu democrático. ¿O es que acaso usted no quiso exponerse a que sus argumentos marchitos por tanta compostura y tanto maquillaje televisivo rodaran por el suelo ante la hábil interpelación de cualquiera de los procuradores que hubiera descubierto su inmenso sofisma?
• 2º El presidente se hace responsable de la legalización del Partido Comunista, pero a continuación dice que esa legalización ha sido posible porque “las Cortes, en el mes de noviembre, aprobaron la Ley de Reforma Política, y, sobre todo, porque ustedes mismos (los del “Sí”) la aprobaron masivamente el pasado 15 de diciembre”.
Señor Suárez: usted no es un demócrata. Usted propuso una ley engañosa; usted (entonces) nos habló de “continuidad perfectiva, de asunción del pasado con el deseo de mejora”. Y siendo esto así, es evidente que el pueblo jamás pudo entender que esa continuidad perfectiva llevará consigo la legalización de aquellos que pretenden la ruptura con el pasado;
-el inicio de un periodo constituyente,
-y el clima de guerra civil en que vivimos.
¿Usted cree que si, con esa limpieza y claridad que se atribuye, hubiera insinuado tan solo que al aprobar la Reforma se asentía de modo implícito a la legalización del Partido Comunista, el referéndum se hubiera desarrollado tal y como se desarrolló, o como -manipulando todo lo manipulable- fue desarrollado? Ni el Partido Comunista se habría abstenido, ni los hombres del “Sí” habrían aprobado la reforma. (…)
Los únicos a los que no puede excusarse de responsabilidad es a los que tenían obligación de ver la maniobra, es decir, a la clase dirigente, que promovió primero y después apoyó la Reforma. A los hombres que la estimaron irreversible en el Consejo Nacional, a los que la aprobaron en las Cortes y a los que con insistencia pidieron el “Sí” en el referéndum, no se les puede declarar irresponsables.
Por eso no llego a entender los razonamientos de Torcuato Luca de Tena y de Carlos Arias.
Dice Luca de Tena:
• “Una gran masa del pueblo español, la menos envenenada…, es precisamente la más desorientada”.
Pues bien, replicamos: para eso están las autoridades, no solo políticas, sino las autoridades sociales de que Vázquez de Mella hablaba: para orientar.
• “No sería la primera vez que una parte muy sana del pueblo español se equivocara, para exclamar después con Ortega y Gasset: ¡No es eso!
No, señor Luca de Tena. Esa parte sana del pueblo español, que es la que trabaja y no tiene demasiado tiempo para hacer política (…) no se equivocó gratuitamente. La equivocó entonces Ortega y Gasset, y luego la han equivocado ustedes, erosionando el régimen de Franco y suspirando por el liberalismo. Al menos Ortega y Gasset confesó sus errores, diciendo ante la catástrofe de la República: “¡No es eso!”. Pero ustedes, causantes de la equivocación, quieren que sea el pueblo -pero no ustedes, a los que incumbe esa responsabilidad- el que pronuncie esa frase bien triste y amarga.
Por eso, no cabe explotar a fines electorales el franquismo sociológico y cantar sus éxitos, si antes se liquida y relega al olvido o al escarnio la doctrina que lo hizo posible. Porque eso es tanto como querer que el agua siga discurriendo por el cauce, cegando su propio manantial.
Hacer el elogio del franquismo, contemplar el desastre que avanza y concluir diciendo que Alianza Popular postula, cara al futuro, “democracia y pluralismo”, es decir, régimen de sufragio universal y de partitocracia, es una “contradictio in terminis” que sólo sirve para, de nuevo, desorientar y equivocar.
Dice Carlos Arias, en un artículo reciente titulado “Por amor a España y en servicio al Rey”, al analizar las consecuencias lamentables de la Reforma: “¿Estarán también tranquilos los que ayer mismo juraban lealtad a unos Principios que han olvidado tan fácilmente?”
Parece increíble que el hombre del “espíritu del 12 de febrero”, el que nos llamó maximalistas, el que siendo jefe del Gobierno de la Corona envío a las Cortes el proyecto de Ley que legalizaba los partidos, en contra del pensamiento de Franco, de la doctrina de la Tradición y de la Falange que los repudiaba; que el consejero nacional del Grupo de Ayete -uno de los elegidos como albacea de aquel pensamiento- que no vaciló en apoyar con el “Sí” a la reforma anticonstitucional de Suárez, diga esto.(…)
• 3º Pero hay más. El presidente no sólo hace responsable al pueblo de la legalización del Partido Comunista, sino que, dejando a un lado y pasando como sobre ascuas, la nota del Consejo Superior del Ejército, dice que esa legalización se apoya en “la sentencia del Tribunal Supremo”.
Ahora bien, esa sentencia no autorizaba la legalización. En esa sentencia, la sala 4ª del Tribunal Supremo se declara incompetente para conocer de la legalización de los partidos políticos. Con ello, quizá sin intención, el presidente, falta el respeto a nuestro más alto Tribunal de Justicia.
• 4º Dice el señor Suárez que el Partido Comunista ha variado. Antes era un “enemigo declarado de las opciones políticas fundamentales”, pero como estas opciones políticas fundamentales -es decir, el Régimen del 18 de Julio- han desaparecido, al aprobarse la Reforma, huelga, a partir de la misma, la exclusión del Partido Comunista.
Ello, en principio, revela que la Reforma no ha perfeccionado nada, sino destruido de facto o en potencia lo que se quería perfeccionar.
“Los estatutos del Partido Comunista -dice el presidente- son perfectamente legales, puesto que aceptan una convivencia legal no contradicha en su conducta pública de los últimos meses”.
Pero, señor presidente: que los estatutos presentados por el Partido Comunista se ajusten a las exigencias legales, es lógico y entra en su táctica. ¿O es que cree usted que iban a presentar su programa auténtico de ateísmo, lucha de clases, socialización y dictadura del proletariado?
¡Esto es no conocer, o no querer conocer el comunismo! Esto revela una falta enorme de prudencia política. Lo que ve el pueblo, lo que rechaza el Tribunal Supremo, lo que el Ejército repudia, ¿usted es tan ciego que no lo ve? (*)
El comunismo es igual en todas partes. Dígame: ¿en qué país comunista se aplica el programa presentado por la sucursal española? Dígame: ¿en qué país comunista caben los partidos políticos y queda un resquicio de libertad? (…)
• 5º El presidente apela, por último, para justificar la legalización del Partido Comunista, a dos principios básicos: “realismo” y “patriotismo”.
“Realismo”
“No es buena política la que se basa en cerrar los ojos a lo que existe”.
Tiene usted toda la razón, señor Suárez, en el planteamiento, pero ninguna en las conclusiones. Usted, como gobernante, no puede cerrar los ojos a la existencia de los ladrones, y no por eso legaliza el robo. (…). Ese argumento de llegar a la legalización de lo que existe, simplemente porque existe, supone una quiebra moral en el plano político que conduce al caos. (…)
“Patriotismo”
A mi modo de ver, justificar la legalización del Partido Comunista por razones de patriotismo es tanto como justificar por razones de pureza las casas de prostitución. Por patriotismo, dice Suárez, “hay que albergar en el seno del Estado y en sus instituciones a todas las fuerzas políticas que acepta la legalidad de ese mismo Estado”, porque no puede tolerarse una acción política “socavando sus cimientos”. Por eso hay que “sacarlo… a la luz del día”.
¡Pero cuánto error! (*)
El Partido Comunista, por su misma razón de ser, y en tanto en cuanto aspire a un Estado, no sólo diferente, sino antagónico, y a un hombre y a una sociedad ateos, sólo por razones tácticas acepta la legalidad. Lo que ocurre es que cuando es ilegal, estando al margen del ordenamiento jurídico, el peso de la ley le afecta. Puede socavar los cimientos del Estado, efectivamente, pero en la clandestinidad y con los peligros y las consecuencias de la clandestinidad; y cuando el Poder cree en su misión y la cumple, ni siquiera en la clandestinidad.
Ahora, por el contrario, el Partido Comunista socavará los cimientos del Estado a la luz del día, con la protección del mismo Estado y hasta con subvención a cargo del presupuesto nacional. (…)
Por esa misma razón a la que usted apela, señor Suárez, para justificar la legalización del Partido Comunista, hoy socavan los cimientos del Estado y de España, el separatismo, que usted ha legalizado -y ahí están la “ikurriña” y los muertos de Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra, y la bandera tricolor, y las pintadas de “Monarquía asesina” (…)
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