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Tema: II Republica asesina y criminal

  1. #41
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    Re: Respuesta: II Republica asesina y criminal

    La IZQUIERDA ENLOQUECE cuando ORTEGA SMITH "les da de su propia medicina" con la MEMORIA HISTÓRICA

    Canal de análisis e información política española que resume las intervenciones más polémicas del Congreso de los Diputados, del Senado y de otras cámaras autonómicas.
    Llevamos cuatro años informando a los españoles sobre los principales problemas políticos de nuestro país, habiéndonos convertido en un canal de referencia sobre la política española y uno de los canales políticos con un mayor número de seguidores. Somos un canal libre, donde conocerás la verdad de la política en España, sin ningún tipo de censura ni mordaza.





    https://www.youtube.com/watch?v=WTEC...228NqmxLrPu2B8
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  2. #42
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    Re: Respuesta: II Republica asesina y criminal

    Cosas que los progres no cuentan ni contarán del 36





    https://www.youtube.com/watch?v=Sy8BD0Dt8cs

  3. #43
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    Re: Respuesta: II Republica asesina y criminal

    Jesús Laínz

    George Orwell, rebelión en la pocilga

    Orwell vino a España para luchar contra Franco y tuvo que salir corriendo para no ser asesinado por sus camaradas comunistas.

    2020-12-20





    Un cerdo orwelliano sobre una bandera republicana. | Montaje hecho por Jesús Laínz

    Sobre algunos libros pende una extraña maldición: todo el mundo los cita pero nadie los ha leído. Uno de ellos es el célebre Homenaje a Cataluña de George Orwell, que muchos suponen una apología de Cataluña e incluso del nacionalismo catalán, aunque el papel de la primera se limite a ser el lugar donde suceden las cuitas del autor y el segundo ni se mencione. Y los homenajeados no son ni Cataluña ni los catalanes, sino los milicianos españoles, ingleses, italianos, belgas y de otras nacionalidades con los que Orwell compartió trinchera en Huesca y tiroteos callejeros en Barcelona. Curiosamente, uno de sus muy escasos comentarios sobre los catalanes trató sobre el desprecio que sentían por los andaluces, a los que consideraban “una raza de semisalvajes”.

    A finales de 1936 Orwell viajó a España para informar in situ a la prensa marxista internacional de lo que allí estaba sucediendo. Con una carta de recomendación del ILP (Independent Labour Party), socio británico del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), él y su esposa llegaron a Barcelona en los últimos días de diciembre. Deseoso de sumar esfuerzos para vencer a un fascismo triunfante desde la ascensión al poder de Hitler y Mussolini, una vez en España, y a pesar de su mala salud, decidió alistarse en las milicias que los partidos y sindicatos estaban organizando. Dada su vinculación con el ILP, optó por alistarse en la milicia del POUM, si bien posteriormente admitiría que, de haber tenido una idea más cabal de la situación política del bando republicano, probablemente se hubiese sumado a los anarquistas.



    La Barcelona que se encontró era una ciudad sucia, caótica, de edificios adornados con banderas rojas e iglesias incendiadas. El aseo, los buenos modales y la elegancia habían desaparecido. La propaganda cubría las fachadas y atronaba las calles hasta el anochecer. Orwell se mostró encantado de aquel prometedor experimento igualitario destinado a servir de ejemplo al mundo entero. Pero también se encontró con el igualitarismo durante los escasos días de instrucción militar previos a la partida hacia el frente.


    La disciplina no existía; si a un hombre no le gustaba una orden, se adelantaba y discutía violentamente con el oficial (…) ¿Cómo demonios podía ganar la guerra un ejército así?


    Asistió a las interminables discusiones sobre lo que era y lo que no era permisible en un ejército revolucionario. No había diferencias entre oficiales y soldados, todo se votaba y cualquier intento de jerarquización era tachado de burgués y fascista. En una ocasión, cuando un soldado se dirigió a un teniente llamándolo señor, éste le reprendió por ser todos camaradas. “No creo que esto facilitara su tarea”, anotaría Orwell. Sólo apelando a la lealtad al partido se conseguía poner un poco de orden.

    Tras el breve entrenamiento, consistente sobre todo en desfilar por las calles, los milicianos marcharon al frente de Aragón sin saber disparar un fusil. Y lo que allí encontró Orwell, ascendido fulgurantemente a cabo, fue el caos. Cuando en una ocasión ordenó a uno de sus soldados que ocupara un puesto de centinela, el afectado se negó alegando que estaría expuesto al fuego enemigo. Al pretender obligarle por la fuerza, se vio inmediatamente rodeado de hombres furiosos que le gritaban: “¡Fascista, fascista! ¡Déjale en paz! ¡Éste no es un ejército burgués!”.

    Dato significativo fue que en las trincheras republicanas no ondeara ninguna bandera tricolor; solamente las rojas comunistas y las rojinegras anarquistas. La única bandera republicana que vio Orwell durante sus cuatro meses en el frente aragonés fue una en las trincheras enemigas, donde evidentemente dominaban las rojigualdas.

    Los escasos fusiles eran antiguallas oxidadas, las balas no disparaban y las granadas estallaban en la mano. No había ninguna organización detrás de las líneas: ni baños, ni zonas de despioje ni lugares donde beber un café, y las pocas prostitutas accesibles “eran una fuente de celos”. Lo que sí había era “algunos sodomitas”, entre ellos un quinceañero al que llamaban “el maricón”.

    La suciedad y el desorden de los edificios usados por las milicias “parecía constituir uno de los subproductos de la revolución”:


    En todos los rincones había pilas de muebles destrozados, monturas rotas, cascos de bronce, vainas de sables y alimentos en putrefacción. Era enorme el desperdicio de comida, en especial de pan. En nuestro barracón se tiraba después de cada comida una canasta llena de pan, hecho lamentable si se piensa que la población civil carecía de él.


    Algunos años después, en 1942, confesaría en su artículo Recuerdos de la guerra de España que “la letrina de nuestros barracones desempeñó un papel importante en el desvanecimiento de mis ilusiones sobre la guerra civil española”. Y si los cuarteles y barracones eran un infierno, las trincheras estaban a otro nivel:


    La posición tenía un hedor nauseabundo, y fuera del pequeño recinto de la barricada había excrementos por todas partes. Algunos milicianos tenían por costumbre defecar en la trinchera, lo cual no resultaba nada grato cuando había que recorrerla a oscuras.


    Luego estaban los hospitales, centros habituales de rapiña. Hasta los camilleros robaban a los heridos que transportaban. Durante su hospitalización por una mano infectada, los practicantes aprovecharon para robarle sus objetos de valor. “Todos robaban en el frente –escribió– como efecto inevitable de la escasez, pero el personal hospitalario era siempre el más ladrón”. Aunque las medicinas y los equipos no solían faltar, el pésimo transporte, la desorganización y la inexperiencia de las enfermeras –muy escasas debido a la ausencia de las monjas que se ocupaban tradicionalmente de esas labores– provocaron que murieran miles de soldados que habrían podido sanar con unos cuidados básicos. Y la cirugía no se practicaba siempre en condiciones adecuadas:


    Mientras esperaba a que me examinaran, en la sala de cirugía se llevaba a cabo alguna espantosa operación sin anestesia, por motivos que ignoro. La operación se prolongó muchísimo, los alaridos se sucedían y, cuando entré allí, había sillas tiradas por el suelo y charcos de orina y sangre por todas partes.


    Pero lo que tuvo consecuencias más graves para el desarrollo de la guerra fue la división reinante en el bando republicano. Orwell pudo comprobar sus desastrosos efectos:


    Señalaron la posición situada a nuestra izquierda diciendo: –Aquéllos son los socialistas (refiriéndose a los del PSUC). Me sentí desconcertado y pregunté: –¿Acaso no somos todos socialistas? Me pareció una idiotez que hombres que se jugaban la vida por igual tuvieran partidos distintos. Mi actitud siempre fue: –¿Por qué no dejamos de lado todas esas tonterías políticas y seguimos adelante con la guerra?


    La división llegó al extremo de que las armas soviéticas que iban llegando fuesen repartidas sólo entre los comunistas, dejando al margen a sus supuestos aliados:


    He descrito ya la forma en que estábamos armados, o desarmados, en el frente de Aragón. Casi no cabe duda de que las armas fueron deliberadamente retenidas a fin de que los anarquistas no contaran con demasiado poder en ese aspecto, pues podrían usarlo más tarde con un propósito revolucionario; en consecuencia, la gran ofensiva de Aragón, que hubiera alejado a Franco de Bilbao y posiblemente de Madrid, nunca tuvo lugar.


    Transcurridos tres meses en el frente, Orwell regresó a Barcelona de permiso a finales de abril. El ambiente con el que se encontró era distinto del de enero: si bien los de la CNT y los de la UGT venían matándose desde meses atrás, seguían agravándose las tensiones entre anarquistas y poumistas por un lado y el estalinista PSUC por otro. El debate ideológico entre los trotskistas y los estalinistas era secundario frente a la cuestión táctica: los primeros consideraban que la guerra y la revolución social debían ser inseparables y simultáneas; los segundos, apoyados por la URSS y el Gobierno de Valencia, pretendían aplazar la revolución hasta que se ganase la guerra.

    La lucha inflamaba periódicos, carteles, panfletos y emisoras de radio. Los anarquistas y los poumistas consideraban que los comunistas del PSUC eran unos derechistas contrarrevolucionarios, mientras que éstos acusaban a aquéllos de ser agentes a sueldo de Franco y Hitler para sabotear el esfuerzo de guerra republicano:


    Decían de nosotros que éramos trotskistas, fascistas, traidores, asesinos, cobardes, espías y cosas por el estilo (…) Uno de los rasgos más repugnantes de la guerra es que toda la propaganda bélica, todos los gritos y las mentiras y el odio provienen siempre de quienes no luchan (…) Los individuos que escribían panfletos contra nosotros y nos insultaban en los periódicos permanecían seguros en sus casas o, en el peor de los casos, en las oficinas periodísticas de Valencia, a cientos de kilómetros de las balas y el barro.


    Lo mismo denunciaría, ya regresado a Inglaterra, en una carta enviada a la Left Review sobre un escrito de intelectuales marxistas apoyando a los republicanos españoles:


    ¿Quiere hacer el favor de dejar de enviarme esta maldita basura? Yo no soy uno de esos mariquitas modernos suyos, como Auden y Spender; yo estuve seis meses en España, la mayor parte del tiempo combatiendo, tengo un agujero de bala en el cuerpo y no me voy a poner a escribir tonterías sobre la defensa de la democracia (…) Y dígale a ese mariquita de Spender amigo suyo que estoy conservando ejemplares de sus poemas heroicos sobre la guerra y que cuando llegue el momento en que se muera de vergüenza por haberlos escrito, como se mueren de vergüenza ahora los que escribieron propaganda bélica en la Gran Guerra, se los restregaré con ganas por las narices.


    El 3 de mayo el Gobierno decidió arrebatar la central barcelonesa de la Telefónica a unos anarquistas que permitían o interceptaban a voluntad las comunicaciones, incluidas las del Gobierno y la Generalidad. Aquella fue la chispa que prendió una lucha de todos contra todos que duró una semana y que acabó provocando varios cientos de muertos y varios miles de heridos. Así resumió Orwell lo vivido aquellos días:


    Permanentemente se tenía la estremecedora sensación de que uno podía ser denunciado a la policía secreta por quien hasta entonces había sido un amigo. La larga pesadilla de la lucha, el estrépito, la falta de comida y de sueño, la mezcla de tensión y aburrimiento de las horas pasadas en la azotea preguntándome si al minuto siguiente recibiría un balazo o me vería obligado a disparar, me habían destrozado los nervios (...) Nadie que haya vivido en Barcelona entonces o en los meses posteriores olvidará la agobiante atmósfera creada por el miedo, la sospecha, el odio, la censura periodística, las cárceles abarrotadas, las enormes colas para conseguir alimentos y las patrullas de hombres armados.


    Tres días después de las luchas de Barcelona regresó al frente, donde no tardaría en recibir un disparo en la garganta que no alcanzó la carótida por un milímetro y que estuvo a punto de privarle de la voz para el resto de su vida. Conseguido el certificado médico de inutilidad, decidió regresar a Inglaterra.

    Pero todavía le faltaba mucho por ver. El 15 de junio el POUM fue declarado ilegal por el nuevo Gobierno de Negrín bajo la acusación de estar a sueldo de los fascistas. La policía confiscó sus oficinas y arrestó a todos los que habían tenido vinculación con él, incluidos heridos graves que fueron sacados de los hospitales. Si no los encontraba, la policía detenía a la esposa como rehén. Su máximo dirigente, Andrés Nin, murió despellejado por agentes soviéticos. Avisado a tiempo por su esposa, Orwell huyó y tuvo que dormir en las ruinas de una iglesia incendiada:


    No importaba lo que hubiera hecho. No era una redada corriente de delincuentes, sino el reinado absoluto del terror. Yo no era culpable de ningún acto definido, pero sí de trotskismo (…) Era inútil aferrarse a la idea inglesa de que uno está a salvo mientras cumpla la ley. En la práctica, la ley era la voluntad de la policía.


    Respecto a las cárceles republicanas, comparables según Orwell a las mazmorras inglesas del siglo XVIII, en ellas murieron muchos detenidos, incomunicados, sin juicio, amontonados en celdas sin espacio para tumbarse, nadando en sus excrementos, comiendo bazofia y sin ver el sol durante meses: “No estoy exagerando; cualquier sospechoso político que haya estado encarcelado en España podrá confirmar lo que digo”.

    Hartos de su experiencia española, los Orwell consiguieron cruzar los Pirineos:


    Experimentaba un deseo abrumador de alejarme de todo, de la horrible atmósfera de sospecha y odio político, de las calles llenas de hombres armados, de ataques aéreos, trincheras, ametralladoras, tranvías chirriantes, té sin leche, comida grasosa y escasez de cigarrillos: casi todo lo que había aprendido a asociar con España.


    Ya en casa, Orwell intentó explicar su experiencia a los izquierdistas ingleses, pues, según él, seguían engañados por la propaganda de unos comunistas que habían vencido provisionalmente en la lucha intestina pero que no tardarían en perder la guerra:


    Desde hace algún tiempo, un régimen de terror –la supresión forzosa de los partidos, la censura asfixiante de la prensa, el espionaje incesante y los encarcelamientos masivos sin juicio previo– ha ido imponiéndose. Cuando dejé Barcelona a finales de junio, las prisiones estaban atestadas; de hecho, las cárceles estaban desbordadas desde hacía mucho y los prisioneros se apiñaban en cualquier otro cuchitril provisional que pudiera encontrarse para ellos (…) Si tuve que esquivar las ametralladoras comunistas en los tumultos de Barcelona, si finalmente tuve que huir de España con la policía pisándome los talones, todo eso me ocurrió porque pertenecía a la milicia del POUM y no a la del PSUC.


    El eco de la purga comunista en España acabaría inmortalizado en su celebérrima Rebelión en la granja, fábula destinada a avisar sobre cuán fácilmente “la propaganda totalitaria puede controlar la opinión de la gente en países democráticos” y sobre cómo ese tipo de revoluciones siempre acaba desembocando en la sustitución de unos tiranos por otros:


    Al regresar de España en 1937, se me ocurrió desvelar el mito soviético con una historia que pudiese ser fácilmente traducida y fácilmente comprendida por cualquiera.


    Ésta fue la aventura española de George Orwell, que vino a España para luchar contra Franco junto a sus camaradas comunistas y que tuvo que salir corriendo para no ser asesinado, no por Franco, sino por sus camaradas comunistas.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.libertaddigital.com/cult...cilga-6691291/
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  4. #44
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  5. #45
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  6. #46
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    Re: II Republica asesina y criminal

    ¿Por qué #uncristianonotienemiedo​?





    https://www.youtube.com/watch?v=_RX-UIZs9jk&t=16s

  7. #47
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    Re: II Republica asesina y criminal

    Entrevista a José Javier Esparza, autor de 'El terror rojo en España' -26 noviembre 2020-

    Entre julio de 1936 y abril de 1939, alrededor de 60.000 españoles fueron asesinados por las fuerzas políticas y sindicales del Frente Popular.

    Primero fue la caza del hombre, de la persecución, en nombre de una alucinación revolucionaria. Después, la aniquilación del enemigo encerrado en las prisiones. Veremos también las singularidades del Terror rojo español: las matanzas masivas, el sistema de las checas, el ensañamiento con las víctimas, los saqueos, la función de los tribunales populares, los campos de trabajo forzado... Y no menos importante, el Terror Rojo tendrá una importante dimensión económica, con redes bien organizadas de despojo y saqueo que incluso se publicitarán en los periódicos republicanos.

    Será la caza del enemigo, con la coartada de la espontaneidad incontrolada de las masas. Las víctimas de esa caza, sin embargo, no son aleatorias ni fortuitas, sino muy concretas desde el punto de vista revolucionario. Son los «enemigos de clase»: religiosos de cualquier condición, políticos de la derecha, propietarios e industriales, militares sospechosos…

    En una narración tan ágil y vertiginosa como objetiva e implacable, el historiador y periodista José Javier Esparza muestra en esta reedición de El Terror Rojo todas caras del Terror republicano: el armamento de las milicias, la caza del hombre, la brutal persecución religiosa, las torturas en las «checas», las ejecuciones multitudinarias, la intervención soviética, el expolio generalizado, los campos de trabajo forzado, la extensión del Terror al interior del propio campo republicano.





    https://www.youtube.com/watch?v=q-zMctmsk5g
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  8. #48
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    Re: II Republica asesina y criminal

    Sigamos con Orwell

    Cuando regresó a Inglaterra huyendo de sus camaradas comunistas, tomó la pluma a menudo para rebatir en la prensa británica los que consideró errores y mentiras sobre lo que estaba sucediendo en España.

    2021-02-28





    Las milicias POUM en Barcelona en 1936 | Cordon Press


    No fue Homenaje a Cataluña, ese libro de título tan alejado de su contenido, lo único que escribió George Orwell sobre la Guerra Civil. Cuando regresó a Inglaterra huyendo de sus camaradas comunistas, siguió muy pendiente del transcurso de la guerra y tomó la pluma a menudo para rebatir en la prensa británica los que consideró errores y mentiras sobre lo que estaba sucediendo en España. Porque acusó a la prensa de izquierdas de toda Europa de ser la principal culpable de difundir información falsa siguiendo las órdenes de Moscú.




    Portada de la primera edición, 1938


    Lamentó Orwell que el fanatismo congénito de los seres humanos les lleve a rechazar la información que les desagrada y a ser capaces de creerse cualquier disparate siempre que encaje en sus deseos ideológicos. Sin embargo, él mismo cayó en ese fanatismo al rechazar muchos datos sobre lo que sucedía en España en aquellos momentos –por ejemplo, la masacre de religiosos y otros civiles en la retaguardia republicana, que no acababa de creerse del todo– y al asumir prejuicios históricos sobre la historia de España muy arraigados en la Europa protestante. Por ejemplo, llegó a España con una imagen de ella pueril y folletinesca, como recién salida de la Carmen de Bizet, pero tan arraigada que su experiencia de seis meses en Cataluña y Aragón le sirvió incluso para reafirmarla:

    “En las tranquilas callejuelas apartadas de Lérida y Barbastro me pareció tener una visión fugaz, una especie de lejano rumor de la España que vive en la imaginación de todos. Sierras blancas, manadas de cabras, mazmorras de la Inquisición, palacios moriscos, hileras oscuras y ondulantes de mulas, verdes olivares, montes de limoneros, muchachas de mantillas negras, vinos de Málaga y Alicante, catedrales, cardenales, corridas de toros, gitanos, serenatas: en pocas palabras, España, el país de Europa que más había atraído mi imaginación”.

    Al partir, no pareció haber cambiado mucho su visión sobre “un país primitivo donde el capitalista es lisa y llanamente un explotador, el funcionario un granuja, el cura un fanático ignorante o un pícaro y el prostíbulo un pilar de la sociedad”. Paradójicamente, lamentó que las trincheras republicanas no estuvieran adecuadamente provistas de servicios de desahogo sexual, lo que conducía a los jóvenes milicianos a darse a la sodomía, y encontró enternecedor el detalle de que en los burdeles colectivizados de Barcelona se colgaran carteles rogando a los clientes que tratasen a las prostitutas con el respeto debido a unas “camaradas”.

    No debe sorprender, por lo tanto, que su interpretación sobre el estallido de la guerra encajase con ortodoxia en un esquema marxista de lucha de clases –curas, marqueses y militares contra el pueblo– y completamente ignorante de la violencia contra la oposición y la demolición de la legalidad republicana precisamente por los republicanos:

    “Este gobierno –el del Frente Popular– no estaba de ningún modo dominado por los extremistas. Lejos de propiciar ninguna crisis utilizando la violencia contra la oposición política, antes bien se debilitó por culpa de su moderación (…) El plan de reformas del gobierno amenazaba a los grandes latifundistas y a la Iglesia, como es preceptivo en cualquier reforma radical. En la España contemporánea era imposible acercarse a una democracia real sin chocar de frente con poderosos intereses creados”.

    Y por eso el “gobierno elegido democráticamente” –¿no supo nada Orwell del magno pucherazo frentepopulista, confesado hasta por Alcalá-Zamora y Azaña?– emprendió reformas radicales “ciñéndose por completo a la ley”, lo que provocó que la oposición rompiese la baraja y se sublevara:

    “El odio que la República española suscitó en los millonarios, los duques, los cardenales, los señoritos, los espadones y demás bastaría por sí solo para saber qué se cocía. En esencia fue una guerra de clases. Si se hubiera ganado, se habría fortalecido la causa de la gente corriente del mundo entero. Pero se perdió, y los inversores de todo el mundo se frotaron las manos. Esto fue lo que sucedió en el fondo; lo demás no fue más que espuma de superficie”.




    Orwell en 1930


    Sobre los hechos de los que fue testigo presencial escribió con bastante mayor puntería. Por ejemplo, rebatió el argumento, muy habitual entre los defensores de la República, de que las iglesias sólo fueron atacadas cuando los sacerdotes disparaban desde ellas:

    “No tiene sentido negar que se destruyeron iglesias en toda la España republicana. Algunos partidarios del gobierno, deseosos de dar respetabilidad a su causa, han dicho que sólo fueron destruidas las iglesias que se utilizaron como reducto durante los combates callejeros del principio de la contienda. Es mentira. Se destruyeron iglesias en todas partes, en ciudades y pueblos, y, exceptuando unos cuantos templos protestantes, a ninguno se le permitió abrir sus puertas ni celebrar servicios hasta agosto de 1937”.

    También desmintió que el proletariado internacional se hubiera movilizado en apoyo de sus compañeros españoles, como anunciaba triunfalmente la propaganda izquierdista de toda Europa:

    “Cuando dije que había dejado de creer en la solidaridad internacional de la clase obrera (…) pensaba en la historia europea de los últimos diez años y en el gran fracaso que supuso para la clase obrera europea no mantenerse unida frente a la agresión fascista. La guerra civil española duró casi tres años, y en todo ese tiempo no hubo ningún país donde los trabajadores hiciesen ni siquiera una huelga para apoyar a sus compañeros españoles. Si no me fallan las cifras, los trabajadores británicos dieron a los fondos de ayuda a España alrededor del uno por ciento de lo que gastaron en ese mismo periodo en las apuestas de fútbol y de carreras de caballos”.

    Pero el asunto central de sus críticas y lamentos fueron las luchas intestinas que desangraron el bando republicano, singularmente el exterminio del POUM a manos de los comunistas fieles a la disciplina moscovita, exterminio del que fue testigo directo en Barcelona y por el que estuvo a punto de perder su vida. Según Orwell, la guerra civil había comenzado como una prometedora revolución efectuada por los anarquistas y sus aliados:

    “En agosto de 1936 el gobierno era casi impotente, había soviets locales por todas partes y los anarquistas constituían la principal fuerza revolucionaria. En consecuencia, todo era un caos indescriptible, las iglesias todavía humeaban y se fusilaba en masa a los sospechosos de ser fascistas, pero en todas partes reinaba la fe en la revolución y se decía que había terminado una esclavitud de siglos”.




    Orwel en 1943


    Pero con el paso de los meses, los comunistas habían ido imponiéndose para, según Orwell, liquidar la revolución con la excusa de ganar la guerra. Bajo el dominio comunista, España se había convertido en un “infierno de espionaje y odio político” dirigido desde Moscú:

    “Aunque personas bienintencionadas lo negaron en su momento, hay pocas dudas de que el gobierno español estuvo dirigido por Moscú desde mediados de 1937 hasta los penúltimos momentos de la guerra. Se ignoran las razones últimas de los rusos, pero en cualquier caso querían instalar en España un gobierno obediente, y el de Negrín cumplía ese requisito”.

    La guerra entre el PSUC y el POUM fue descrita con bastante detalle y anécdotas personales en Homenaje a Cataluña, pero Orwell continuó sacando a la luz nuevos datos en los años siguientes. Por ejemplo, en diciembre de 1938, con la guerra a punto de terminar, publicó un artículo sobre el encarcelamiento de su camarada y superior poumista George Kopp, “detenido durante año y medio por los perros guardianes del Partido Comunista”:

    “Después de una intensiva campaña pidiendo la liberación de George Kopp, nuestros camaradas belgas han conseguido salvar a otro militante revolucionario de las garras de los estalinistas españoles. Se ha salvado a George Kopp, pero éste llevará durante mucho tiempo en su carne las huellas de la sádica crueldad de estos inquisidores del siglo XX. Cuando George Kopp llegó a España, era un joven fornido y robusto, lleno de salud y fuerza. Hoy, después de su largo calvario, lo vemos delgado, débil y encorvado, ha de andar despacio y apoyándose en un bastón. Tiene el cuerpo lleno de costras y magulladuras, las huellas de las enfermedades que ha contraido en las mazmorras subterráneas de las checas estalinistas, en las bodegas húmedas y sin aire de los barcos prisión y en los campos de trabajo”.

    Orwell y su mujer tuvieron más suerte que Kopp, pues lograron escapar por los pelos de sus perseguidores comunistas:

    “Cuando salí de España, a finales de junio de 1937, el clima de Barcelona, entre las detenciones continuas, la censura de prensa y las hordas de policías armados al acecho, era de pesadilla (…) La temporada que pasamos en España fue muy interesante, pero también espantosa (…) Fue un asunto extraño. Entramos en el país como heroicos defensores de la democracia y tuvimos que abandonarlo cruzando la frontera de puntillas y con la policía pisándonos los talones (…) Aunque nosotros salimos bien librados, casi todos nuestros amigos y conocidos están en la cárcel, y es probable que se queden allí indefinidamente. En realidad no se les acusa de nada, sólo son sospechosos de trotskismo. Cuando me fui sucedían las cosas más terribles: detenciones en masa, heridos sacados a rastras de los hospitales y metidos en celdas, la gente hacinada en calabozos hediondos donde apenas había espacio para acostarse, presos apaleados y medio muertos de hambre, etc. Por ahora es imposible que la prensa inglesa publique ni una sola palabra sobre lo que acabo de decir”.





    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.libertaddigital.com/cult...rwell-6713653/
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  9. #49
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    Re: II Republica asesina y criminal

    Quilombo Vintage / Las armas y las letras: George Orwell y su 'Homenaje a Cataluña'

    Emitido el 29/10/19

    Una obra clave sobre la guerra civil española por uno de los principales escritores de la época y testigo del episodio.

    Admirado por autores de toda época y condición, desde Connolly o Trilling hasta Javier Cercas, Antony Beevor o Mario Vargas Llosa, Homenaje a Cataluña es un poderoso manifiesto del hombre contra las abstracciones que acaban conduciendo inevitablemente al terror. Es también un texto clave sobre la guerra de España, un testimonio sin par que recoge la experiencia personal de George Orwell.

    El autor británico llegó en diciembre de 1936 a una Barcelona en plena efervescencia revolucionaria, pero en menos de un año tuvo que huir de la implacable maquinaria soviética por haber formado parte de las milicias del POUM. La honestidad y el coraje con el que Orwell narra lo que vivió le convierten en el escritor moral por excelencia.

    La presente edición, avalada por The Orwell Foundation, sigue fielmente el texto definitivo de las obras completas del autor, fijado por el profesor Peter Davison. Incluye, además, un prólogo del profesor y ensayista Miquel Berga, que reconstruye con maestría la historia editorial del libro. Miguel Temprano García firma la estupenda traducción, publicada por primera vez en 2011.





    https://www.youtube.com/watch?v=dGG-WaX3hXY

  10. #50
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    Re: II Republica asesina y criminal

    Fernando Paz y Javier García Isac: "Los campos de concentración de la Segunda República"

    Fernando Paz / "Lo que le importa a la izquierda es consolidar el mito de la Segunda República para seguir imponiendo su hegemonía cultural"

    "La mitificación historiográfica revisionista de la Segunda República para rehabilitarla se la debemos a Tuñón de Lara"

    "Zapatero es el que coge las hipótesis guerracivilista de la extrema radical en el PSOE y asume ese despliegue ideológico"

    "Sacar a la gente de las cunetas llevó a la exhumación de Franco"

    Javier G. Isac / "La mejor garantía para la Casa Real es ver a unos payasos portando banderas de las URSS en pleno Madrid"

    "Revindicar la Segunda República es una estupidez"

    "La izquierda no quiere rivales políticos, exige exterminarlos como hizo en la Segunda República"

    "Aznar condenó el alzamiento de Franco y otorgó la nacionalidad a 300 brigadistas internacionales en 1996"





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    Re: Respuesta: II Republica asesina y criminal

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    Cosas que posiblemente no te han explicado sobre la Segunda República

    Jue 14·4·2011 · 9:04


    Hoy es 14 de abril. Tal día como hoy, hace 80 años, se proclamaba la Segunda República, un régimen sobre el que se han difundido numerosas falsedades. A continuación ofrezco algunos datos que posiblemente no te hayan explicado sobre aquel régimen.


    Una República instaurada tras una victoria electoral monárquica

    Se suele decir que la Segunda República se proclamó tras una victoria electoral republicana. Nada más lejos. En las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos obtuvieron 5.775 concejalías frente a las 22.150 conseguidas por los monárquicos. El número de concejales monárquicos casi cuadruplicaba al de concejales republicanos.

    Sin embargo, el voto republicano se concentró en las ciudades, obteniendo la victoria en la mayor parte de las capitales de provincia, lo que sembró la euforia entre los partidarios de la caída de la monarquía y sembró el desánimo en la Corte de Alfonso XIII, que dos días después de los comicios partía hacia Cartagena y de allí hacia el exilio para evitar que un conflicto entre monárquicos y republicanos acabase en un baño de sangre: "quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil", afirmaba el monarca en una carta publicada el 17 de abril por el diario Abc.


    Una Constitución aprobada sin referéndum y sin voto femenino

    La Constitución de la Segunda República fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes Constituyentes, elegidas el 28 de junio de ese año en unas elecciones en las que sólo pudieron votar los hombres (el voto femenino no fue aprobado hasta el 1 de octubre) y que dieron lugar a un parlamento con una insignificante presencia de la derecha. Para colmo de defectos, no se convocó ningún referéndum para aprobar esa Constitución. Las Cortes republicanas negaron al pueblo español su derecho a decidir sobre esa Carta Magna.


    Dos diputadas socialistas en contra del voto femenino

    En el otoño de 1931 se debatió la aprobación del voto femenino. En aquellas Cortes republicanas sólo había dos mujeres, que irónicamente no pudieron votar en las elecciones: Clara Campoamor, del Partido Radical, y Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista. La primera votó a favor del voto femenino, y la segunda en contra. En su discurso, Kent no dudó en basar su rechazo al voto femenino en una "cuestión de oportunidad para la República", llegando a afirmar lo siguiente: "Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino." Curiosamente, el mismo argumento se podría haber usado para rechazar el voto masculino...

    El caso más esperpéntico de rechazo al voto femenino vino de Margarita Nelken, del PSOE, que resultó elegida diputada por Badajoz en las elecciones parciales celebradas el 4 de octubre de 1931. Nelken no dudó en mostrar su rechazo al voto femenino con estas palabras: "Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario". Hoy en día la web del PSOE presenta a Nelken como una pionera pero no menciona su voto en contra del sufragio femenino. Las mujeres votaron por primera vez en unas Elecciones Generales el 19 de noviembre de 1933, dando la victoria por mayoría a la derecha y evidenciando el motivo sectario por el que buena parte de la izquierda se negó a apoyar este derecho de las mujeres.


    Censura de prensa y duras limitaciones a la libertad de expresión

    El Artículo 34 de la Constitución de la Segunda República afirmaba: "Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones, valiéndose de cualquier medio de difusión, sin sujetarse a previa censura." Sin embargo, la Ley de Defensa de la República de 1931 convirtió en delitos ciertos ejercicios de la libertad de expresión y de información, por ejemplo:

    - "La difusión de noticias que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz o el orden público"

    - "Toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado"

    - "La apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras"


    Con ello, se impedía a cualquier ciudadano, asociación o medio de comunicación ejercer la crítica al gobierno o al régimen, lo que proporcionaba a la Segunda República normas represivas propias de una dictadura. En la práctica, esta ley supuso la instauración de una férrea censura previa, que llenó los periódicos de diverso signo de espacios en blanco bajo el título de "visado por la censura".


    Censura en el cine a escenas "lujuriosas" de abejas y flores

    Durante la Segunda República también se censuraban las películas. La censura suprimía escenas de desnudos, aquellas que tuviesen una cierta carga erótica e incluso cualquier mención a la prostitución o a los homosexuales, como señalan María Antonia Paz Rebollo y Julio Montero Díaz en "Las películas censuradas durante la Segunda República. Valores y temores de la sociedad republicana española (1931-1936)". En dicho trabajo se recogen, además, casos de censura en "una escena que recogía la cópula de las abejas", o "una escena de una yegua y un caballo y otra en la que se fecundan las flores", pues "se consideró que presentaban una tendencia lujuriosa".


    Censura política e ideológica en las obras de teatro

    Durante la Segunda República también existía censura previa en las obras de teatro, incluso en las infantiles. Como señaló Manuel L. Abellán: "Autores, empresarios o representantes de las compañías teatrales elevaban una instancia con anterioridad al estreno de la obra." En su trabajo se indica como diversas obras fueron censuradas por motivos políticos e ideológicos, e incluso suprimiendo críticas al gobierno.


    La Ley de Vagos y Maleantes, un invento de la Segunda República

    Hay mucha gente que piensa que la tristemente famosa Ley de Vagos y Maleantes fue un invento del franquismo, pero la realidad es que fue promulgada el 4 de agosto de 1933, durante la Segunda República, y fue un proyecto del gobierno izquierdista de Manuel Azaña. La versión original de la ley declaraba "en estado peligroso" a diversos individuos entre los que contaban los "vagos habituales", los "ebrios", "los que ocultaren su verdadero nombre" o incluso los que no justificasen la posesión del dinero que se hallase en su poder. Los castigos iban desde multas al internamiento, pasando por la pérdida del dinero y demás posesiones.


    Un escudo monárquico para una bandera que no usó la Primera República

    A diferencia de lo que muchos piensan, la bandera tricolor de la Segunda República no fue utilizada durante la Primera República (1873-1874), régimen que usó la bandera bicolor que había establecido Carlos III como bandera nacional en 1785. La Segunda República cambió el diseño de la bandera, pero irónicamente mantuvo el escudo con los cuarteles que representan a los reinos de Castilla, León, Navarra, Aragón y Granada, cuya unión ha simbolizado siempre el Reino de España. La Segunda República también mantuvo las Columnas de Hércules con la cinta luciendo el lema "Plus Ultra", incorporado por Carlos V para simbolizar su Imperio. Simplemente, se suprimió el escusón con las flores de lis que representaban a la dinastía borbónica, y se sustituyó la corona real por una corona mural, elección muy inadecuada pues dicha corona se usaba tradicionalmente en diversos países -mayoritariamente monarquías- para timbrar los escudos de los municipios, y no de una nación.


    Una Constitución que lesionaba la libertad religiosa

    La Constitución de la Segunda República, en su Artículo 26, establecía la disolución de las órdenes religiosas que estableciesen un voto de "especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado". Se proscribía así a las órdenes que hacían voto de obediencia al Papa. A comienzos de 1932, esa norma dictatorial se utilizó para disolver la Compañía de Jesús, nacionalizar sus bienes e iniciar una auténtica persecución contra sus miembros.

    La Constitución de 1931 establecía, además, la disolución de todas las órdenes religiosas que "constituyan un peligro para la seguridad del Estado". Con una afirmación así se abría la puerta a que cualquier gobierno se cargase toda orden que no complaciese los caprichos del poder. Además, dicha Constitución prohibió a las órdenes religiosas dedicarse a la enseñanza, una labor a la que los religiosos había dedicado enormes esfuerzos y que había permitido educarse a numerosas personas de las clases más humildes. Se trataba de un atropello en toda regla que violaba el derecho a la libertad de educación. Pero las medidas anticatólicas de esa Constitución no acababan ahí.

    El Artículo 27 proscribió los cementerios religiosos, ya fueran católicos, judíos, protestantes, etc. Dicho Artículo también establecía lo siguiente: "Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno." Se sometía así a la voluntad del poder el ejercicio de la libertad religiosa, suprimiéndola de facto.


    Una República sin libertad de educación

    El Artículo 48 de la Constitución de la Segunda República afirmaba: "La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana." Como ya he señalado, se prohibía a las órdenes religiosas dedicarse a la educación. Al declarar la enseñanza laica se excluía a la religión del sistema educativo, algo que hoy en día violaría el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El citado Artículo 48 de la Constitución de 1931 se limitaba a afirmar: "Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos." Es decir, que la República reconocía a la Iglesia el derecho a enseñar su religión en sus parroquias, conventos o monasterios... pero incluso así esa enseñanza estaría sometida al control del Estado.

    Significativamente, y en línea con las tesis de las logias masónicas -un poderoso y socialmente muy minoritario grupo de presión, pero al que pertenecían nada menos que 151 de los 470 diputados de las Cortes Constituyentes-, ese Artículo 48 reconocía la "libertad de cátedra" -es decir, que los profesores podían imponer sus opiniones y tesis ideológicas a sus alumnos- pero omitía toda mención al derecho de los padres a decidir la educación que deseaban para sus hijos, derecho históricamente denostado por la izquierda pero que hoy recoge el Artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


    Cuando la derecha ganó las elecciones y no la dejaron gobernar

    La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, gana las Elecciones Generales del 19 de noviembre de 1933 -las primeras elecciones de la historia de España en las que votan las mujeres-, obteniendo 115 diputados. La segunda formación más votada, el Partido Radical, obtiene 102, y la tercera, el PSOE, se queda con 59. A pesar de los resultados, la izquierda amenaza con una insurrección si la CEDA forma gobierno. La izquierda más extremista ni siquiera espera a que ocurra tal cosa: los anarquistas de la CNT inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, que se salda con 89 muertos y 163 heridos, atentados con explosivos, destrucción de archivos, quema de iglesias y atentados contra vías férreas, puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El acto más grave de esa intentona golpista es el descarrilamiento del tren rápido Barcelona-Sevilla en Punzol (Valencia), un atentado terrorista que mata a 23 pasajeros y deja 38 heridos.

    El 18 de diciembre el Presidente de la República, Alcalá Zamora, ignora los resultados electorales y encomienda la formación de un nuevo gobierno a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical, el segundo más votado. La CEDA se pliega a las amenazas de la izquierda y decide apoyar el gobierno de Lerroux. Sin embargo, en el otoño de 1934 la CEDA exige a Lerroux que le permita participar en el gobierno. Alcalá Zamora lo acepta y el 4 de octubre entran tres ministros de la CEDA en el ejecutivo de Lerroux. Al día siguiente, el PSOE pone en marcha una nueva intentona golpista bajo el disfraz de una huelga general. En Madrid miembros armados del sindicato del PSOE, la UGT, intentan asaltar -sin éxito- los edificios de la Presidencia del Gobierno y del Ministerio de la Gobernación. En diversas zonas de España la intentona golpista se traduce en una semana de violencia, lo que obliga al gobierno a hacer intervenir al Ejército. El golpe se salda con más de un millar de muertos, entre ellos 35 sacerdotes asesinados por los golpistas. Se trata del levantamiento armado más grave sufrido por la Segunda República antes del 17 de julio de 1936.


    La actitud golpista del PSOE durante la Segunda República

    La sangrienta experiencia revolucionaria de octubre de 1934 no es un caso aislado en la actitud del PSOE hacia la Segunda República. Basta con repasar los incendiarios discursos de Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT hasta 1938 y presidente del PSOE entre 1932 y 1935. Ya el 23 de noviembre de 1931, cuando ocupaba el cargo de Ministro de Economía y ante la posibilidad de que se disolviese el gobierno por falta de apoyos parlamentarios, Largo Caballero advirtió: "No puedo aceptar la posibilidad, que sería un reto al partido, y que nos obligaría a ir a una guerra civil". En febrero de 1933 vuelve a repetir su amenaza: "Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución… tendremos que conquistarlo de otra manera". En agosto evidencia en otro acto del PSOE lo que opina de la República: "Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista".

    En plena campaña para las Elecciones del 19 de noviembre de 1933, Largo Caballero vuelve a mostrar su peculiar talante: "El jefe de Acción Popular decía en un discurso a los católicos que los socialistas admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del Poder". El 5 de octubre de 1934, como acabamos de ver, cumplió con creces su amenaza, cuatro días después de afirmar en un mitin en Madrid lo siguiente: "Nuestro partido, es ideológicamente, tácticamente, un partido revolucionario... cree que debe desaparecer este régimen".

    Tras esa intentona golpista, Largo Caballero es detenido. El 1 de diciembre de 1935 es puesto en libertad. De cara a las Elecciones Generales de febrero de 1936, el presidente del PSOE continúa con sus soflamas golpistas. El 19 de enero de 1936 afirma en un mitin en Alicante: "si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada". Al día siguiente, en otro mitin socialista en Linares (Jaén), aclara todavía más su posición respecto de la República: "la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución". El 10 de febrero, en el Cine Europa de Madrid, declara sin rodeos: "estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia". En ese mismo mitin Largo Caballero deja claro lo que entiende por "nuestra democracia" con estas palabras: "Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese período es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos."




    _______________________________________

    Fuente

    https://www.outono.net/elentir/2011/...nda-republica/

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