AL MISMO ASUNTO.
(De Juan de la Cueva)
Forzado el rey Don Alonso Del daño que le hacia
Desde Córdoba el rey moro, Que sus tierras le corria,
Haciendo en ellas entradas, Robándolas cada dia;
Vino á verse en tanto aprieto, Que la fuerza d'él le obliga
A hacer un fiero hecho Contra razon y justicia ;
Y era dalle al rey Abdalla, Que en Toledo residia,
En casamiento á su hermana, A quien él en tanto estima,
Porque le ayude y defienda Del estrecho en que se via,
Con que entiende reprimir Del moro andaluz la ira.
Resoluto en este acuerdo, Sin mas acuerdo le envía
Sus mensajeros á Abdalla, Y de su intento le avisa.
El moro aceptó el recaudo, Y las alianzas firma,
Cual pidió el rey Don Alonso, Sin que cosa contradiga :
Antes le envió á dar gracias Por merced tan escogida ;
Y en señal de aquella gloria, Por él tan encarecida,
Mandó que á todo su reino Se le avise y aperciba ,
Que la celebren con zambras Y con leilas su alegría.
En lo mismo ocupa el tiempo Don Alonso, y ejercita
Alegres fiestas, y juegos De cañas, toros, sortija.
Llegó el dia de las bodas, Alegre en toda Castilla,
Y sola Doña Teresa, La novia, gime y suspira ,
Y con encendido llanto, Ante un Cristo de rodillas,
Dice : -¡Oh Salvador del mundo! Que las altas jerarquias
Hiciste, y el trono eterno De tu trina esencia habitas,
Y las celestiales formas, Que ilustran el mundo, pisas :
Tú, que ensalzas la humildad, Y la soberbia derribas,
Por la que el soberbio ángel Derribaste de su silla :
Tú, que al pueblo de Israel Libraste de su fatiga,
Y para poder librallo, Tu favor le diste y guia,
Y era solo un rey no mas El que á tu pueblo seguia:
Pues, Dios mio de Sion, Que obras estas maravillas,
¿Qué hará una mujer sola, De dos reyes combatida?
Si para uno tu ayuda Fue visiblimente vista,
Esa te pido, Dios mio, Y suplico no permitas
Que sea mujer de un pagano Quien tiene puesta tu crisma.-
En esto estaba ocupada La triste Infanta afligida,
Cuando los febeos caballos Al Océano se inclinan :
Ciérrase con noche el mundo, Con el mar se envuelve el dia,
Tiende sus alas el sueño, Con que al reposo convida:
Ya con priesa alzan las mesas, Cesan los saraos que habia.
Levántase el rey Abdalla, Y a dormir se va, y envía
Luego por la desposada, Que ante él puesta, él se le humilla ,
Y como quedaron solos, El moro mil niñerías
Le dice , y con mil regalos La regala y acaricia.
Pídele las bellas manos Para besar, y ella esquiva
Las huye, y vuelve ceñosa , Y al moro, que se arde, mira.
El vuelve , y dícele amores, Ella lo aparta y desvía,
Pidiéndole que la deje, Y tal intento no siga ,
Porque morirá primero Que tal yerro hacer permita.
Viendo el moro su esquiveza, Le dice : - Señora mia,
¿Porqué con ese rigor Me tratais, pues sois mi vida,
Mi bien , regalo y contento, Y en dulce amor recebida
Por mi señora y mujer, Por mi gloria y compañía ?
Si os causa ese descontento, Juzgar qu'es mi suerte indina
De tal premio, ved, señora, Que soy rey de tanta estima,
Cual es el Rey vuestro hermano, Pues en toda Berberia
Es estimado mi nombre, Como temido en Castilla. –
Esto le decia el moro, Y ella llorando le oia,
Apartando d'él los ojos, Que aun su vista le ofendia.
Viendo Abdalla, que ya el ruego Ningun efecto hacia,
Quiere que haga la fuerza Lo que no la cortesia.
Y así dejando el respeto, Asió d’ella, y dijo: -¡Mira
Infanta doña Teresa, Que es mucha tu demasia!
No huigas de mi querer, Pues eres ya mujer mia.-
Esto dijo airado el moro, Y con fuerza d'ella tira ;
Ella se defiende d'él, Y al cielo su alma envia,
Rogándole que la ayude, Porque ya se debilita.
Y forcejando con él, Dijo, en el cielo la vista :
- Señor, no me desampares, Y en este aprieto me anima,
Y permite antes mi muerte, Que en tal cosa le desirva.
Las plegarias de la Infanta Del justo Dios siendo oidas,
Estando en su mayor fuerza En su orgullo y su porfia,
El moro cae sin sentido, Sin habla, y casi sin vida :
Echaba en blanco los ojos, Lanzaba negra saliva,
Daba voces mal formadas, Que oillas causaba grima.
A los gemidos y estruendo Que basqueando hacia ,
Acudió su guardia, y viendo A su rey en tal fatiga,
Dan voces, acude el rey Don Alonso, y con la grita
Que daban, volvió en su acuerdo El moro, y dice : -Ya es vista
La voluntad que tu Dios, Cristiana , quiere que siga,
De cuya mano me viene Este castigo, y me priva
Casarme yo con cristiana Siendo moro; y pues me obliga
Su poder a que lo haga, Yo dejo tu compañía,
Que no quiero contender Con quien así me derriba.
En diciendo estas razones Abdalla sigue su via
Para Toledo, y la Infanta Luego desde a pocos dias
Se fué á Oviedo, a un monesterio, Do monja acabó su vida.
(CUEVA, Coro Febeo, etc.)
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