" CRIMEN Y CASTIGO ", DE FIODOR MIJAILOVICH DOSTOYEVSKI
Biblioteca Edaf
Y nada, que por fin logré degustar la gigantesca novela del genio ruso. No voy a negar que en ocasiones se me ha hecho algo “ pesada “ por su grueso contenido, pero echando a un lado apreciaciones un tanto “ ónticas “, vayamos más al meollo:
El prólogo de Miguel Ángel Molinero contiene datos biográficos sobre F. Dostoyevski harto interesantes, no lo niego. Mas hace un estropicio con una ideologización imposible ( Como todas, pues ). Una de sus piruetas es intentar trazarnos paralelismos entre Nietzsche y Dostoyevski; atrevimiento tal que pocas veces puede tristemente presenciarse. El mismo Tolstoi achaca que Dostoyevksi hubiera alcanzado su cenit si se hubiera dedicado a ser un “ reformador religioso “. Pero ni “ reformador religioso “ ni “ revolucionario de la cultura “, Dostoyevski no fue nada de eso. Escudándose tras su socialismo juvenil en las tradiciones rusas, marcadas quizá por el cisma oriental, los años de Siberia y las vicisitudes de su vida le hicieron afirmar que probablemente nadie como él conocía tan a fondo las Rusias. Dostoyevski es quizá influido por el “ pietismo “, tampoco lo niego. No obstante, al estilo de Solyenitsin, claro que Dostoyevski anhelaba reformas para Rusia, pero nunca copiando literalmente los corrompidos “ modelos occidentales “; sino empezando por aprovechar y resurgir las fuentes orgánicas patrias.
De hecho, en nuestra obra, Dostoyevski pone en Arcadio Ivanovich Svidrigailov, un personaje que aplica su relevancia en la trama final, la siguiente frase: “ En nuestra sociedad ilustrada no hay principios determinadamente sagrados “. De eso es de lo que se quejaba profundamente Dostoyevski, comprendiendo muy bien el valor del cristianismo, todo lo contrario que el tontiloco de Nietzsche. En “ Crimen y Castigo “ Dostoyevski nos presenta una sociedad enferma – Enmarcada en San Petersburgo -, con ansias de imitar como monos un mal conocido “ Occidente “, con relajación en la tradición religiosa, con una ociosidad que se traduce en el alcoholismo en muchos casos, con una desesperación en vidas insulsas y poco acomodadas cuya soberbia, ansias de imitación sin conocer realmente lo que es esa “ bonanza occidental “ e inestabilidad hace caer en el suicidio, etc. Sociedad atónita donde se estaba sembrando el caldo de cultivo de la Revolución, por desgracia, como advirtiera Donoso Cortés.
Rodion Romanovich Raskolnikov es un joven estudiante de Derecho, de provincias, que se ve abocado a dejar la carrera y a vivir una existencia miserable en San Petersburgo. Es una persona de un carácter muy dificultoso, con grandes altibajos en sus emociones. Parece inflexible a “ lo sentimental “ pero sin embargo en la práctica demuestra una honda ternura por los seres desvalidos. Incluso llega a confraternizar con un funcionario alcoholizado y mal casado y con su desvalida familia; sentimiento que le sobrecogerá y que de algún modo marca su carácter en la novela. Su obsesión se cristaliza en el maquiavelismo: Él llega a la conclusión de que las leyes y las normas están hechas para el “ común “ de los mortales, mientras que para los líderes, los “ seres superiores “ no; de hecho, ellos mismos, a base de avasallar son los que acaban imponiendo sus propios criterios que se generalizan en las postreras normas. Él tenía en mente lo que fue Napoleón. Y así, agobiado por las eternas deudas que tenía hacia una vieja usurera, piensa que matándola en verdad hará un bien mayor, pues así evitará que esa mujer siga sangrando con sus intereses a familias honradas. Usura que esa mujer desarrollada precisamente en una sociedad llena de trampas, que por un falso “ mayor nivel de vida “ se ve abocada a un interminable atolladero con innumerables intereses creados. Raskolnikov traza un plan que no puede fallar, pues aunque no lo exteriorice demasiado ( Debido a su antipática taciturnidad ), piensa que puede llegar a ser ese “ líder “, ese “ ser superior “ que no tiene por qué “ acatar leyes “. Y si bien le parecía que su teoría rozaba la perfección, falló en la práctica. Logró matar a la vieja pero al momento apareció su hermana, que era una muchacha dulce e inocente, a la que “ Rodia “ R. se ve “ obligado “ a asesinar también. Y encima, la sensación tan dura que le domina le hace olvidar el robo del dinero, llevándose eso sí, algunas joyas que esconde habilidosamente. Ambos actos criminales marcan en él muy extrañas sensaciones que, aunque logra escapar de que un primer momento una inepta policía lo atrape, no le dejan vivir en paz. Los días anteriores y posteriores al asesinato están marcados por su desaliño, por su poco apetito, por una extraña enfermedad psicológica, “ monomanía “, que le hace delirar a ratos.
Raskolnikov sólo logra hacer un buen amigo en la facultad, y ése es Razumikin, un joven dicharachero, honesto, laborioso, y que si bien no era un “ cateto “, no era muy dado a las falsas novedades que ladraban nihilistas y/o socialistas. Razumikin es un joven que en ocasiones, como muchos de su generación, se entrega a la bebida, pero que sabe estar en su sitio y sale adelante como traductor, lo cual acrecienta su carácter emprendedor. Razumikin se preocupa por la salud de Rodia y por todo lo que le acaece al huraño provinciano, que desconcierta a propios y extraños.
La madre y la hermana de Raskolnikov llegan a San Petersburgo, pues se supone que Dunechka ( Su hermana ) va a contraer matrimonio con un joven provinciano que ha va “ subiendo “ por su picardía, un joven moderno que está convencido en el capitalismo más extremo y que denigra las tradiciones y la compasión así como toda “ forma religiosa “ en general, aunque de puertas para afuera sea gustoso de guardar ciertas “ convenciones “. El tal Lujin es enseguida calado tanto por Raskolnikov como por Razumikin, quienes serán sus enemigos; y máxime Razumikin, que acaba prendado por la joven Dunechka. La madre es una viuda que sufre por las carestías de la vida y que tiene muchas ilusiones puestas en su hijo y en la honradez de su hija, la cual estuvo a punto de ser vejada por un vicioso, el marido de María Petrovna, donde ella trabajaba como institutriz. Ese personaje es Svidrigailov, un tipo sin escrúpulos y algo estrafalario que parece divertirse consigo mismo. Razumikin y Raskolnikov y hasta un joven socialista logran desenmascarar a Lujin ante los ojos de Dunechka y su madre y ambas se convencen de que su propósito radicaba en una equivocación. Raskolnikov llega a pensar que si su hermana aceptara ese matrimonio porque ello podría proporcionarle buena economía y así mantener un tanto a su madre y a él, sería sinónimo de prostitución. Es una de las muchas divagaciones que corren en la novela, que en un soberbio y llano lenguaje se mezclan con tramas que penetran en la angustia. Quizá no tanto por su voluminosidad, sino por esa misma angustia que te cala hasta los huesos cual frío vecino del Guadalquivir, a veces me sentí tentado a abandonar su lectura. Y a veces me siento tentado, mientras más conozco la obra de Dostoyevski, a aprender ruso para poder leerlo en su lengua. Qué cosas....
Al poco del asesinato, el alcohólico que Raskolnikov conociera en una taberna de mala muerte perece atropellado por un coche de caballos casi en su misma faz. El poco dinero que le da su madre lo gasta Raskolnikov en socorrer a la viuda en los gastos del entierro y etc. Aquel borrachón tenía una hija que a la larga había acabado como prostituta y de muy joven. La joven Sonia Semenovna, una chica bella, dulce y religiosa abocada a un mísero destino. Raskolnikov acabará locamente enamorado de ella. Ella se convierte en su confidente. Y es esa prostituta la que convence a Raskolnikov para que acepte la expiación que le toque en vida. En toda la novela en el fondo se ve ese ansia de salvación, ansia en que tanto insistía Ramiro de Maeztu. Por ello, el autor de “ Defensa de la Hispanidad “ acaba citando a Dostoyevski, y hace para la Hispanidad un dilema suyo: “ O el valor absoluto o la nada absoluta. “ Raskolnikov se contradice en su interior continuamente, su carácter acaba por desesperar a su familia, a sus amigos. Y en el fondo, un despabilado policía le admira, aunque ya sabe que fue él el asesino, a pesar de que un pintor que se encontraba por allí confesara, teniendo la idea del sufrimiento como fuente de regeneración vital. Raskolnikov fue incluso al lugar de los hechos, no sabiendo exactamente a qué ni por qué. Sus movimientos estaban marcados en el fondo por la inseguridad, a pesar de que a él le gustaría todo lo contrario.
Por ello, los momentos finales de la novela están destinados a un profundo mensaje de redención. El mismo Svidrigailov querrá insistir en sus malas intenciones sobre Dunechka pero fracasará, y al final se asqueará demasiado de sí mismo. Los detalles finales que desenlazan la trama dostoyevskiana no los cuento porque ya sería un estropicio para los neófitos; pero encierran ese ideal de salvación a través del sufrimiento, de un sufrimiento merecido por las miserias propias del ser humano que éste mismo agranda con falsedades creadas en una “ sabiduría moderna “ que no es tal; que a veces nos parece extraño y más por el patetismo del genio ruso, pero que advierten una grandeza moral harto necesaria. Grandeza moral que se complementa ante el valor que nuestro autor le da al sacramento de la confesión, anulado por los protestantes. Durante algunos momentos, creí reflejarme en Raskolnikov, no por criminal – Pues creo que no talento ni para eso -, sino por creerme superior en un momento dado para descubrir que no era más que un cúmulo de miserias; y recobrar la sanidad a través de ese merecido sufrimiento...Muy, muy recomendable; y deseando seguir conociendo la obra de Fiodor Mijailovich D.
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