Alégrese la tierra (1718)- ROQUE JACINTO DE CHAVARRÍA ("Letanía" a la Virgen de Guadalupe)
"Alégrese la tierra" es una Letanía policoral compuesta alrededor de 1718 en Sucre por el chuquisaqueño Roque Jacinto de Chavarría (1688-1719).
Chavarría es hasta ahora un ilustre desconocido: apenas dos de sus composiciones fueron grabadas anteriormente, y sólo una de ellas publicada en partitura moderna. Es una verdadera injusticia, dada la gran originalidad de su producción. Chavarría, hijo natural de una mestiza, ingresó en la capilla musical de la catedral de La Plata en 1695, a poco de fallecida su madre. En líneas generales, su carrera corresponde a la de sus contemporáneos: cuando cambió la voz, en 1704, continuó trabajando para la catedral, ahora en plaza de músico. Su voz de adulto, sin embargo, no mantuvo las cualidades especiales que pueda haber tenido de niño. Aprendió, pues, a tocar instrumentos: se registra su participación como arpista y ejecutante de violón (bajo de cuerda). En esta época debe haber vivido en el Seminario y desarrollado estudios regulares para el sacerdocio en la universidad de San Francisco Javier; llegó a obtener el título de bachiller en artes y tomó las órdenes mayores (que habilitan para decir misa). Al mismo tiempo, estudió contrapunto y composición con Araujo. Ni su formación general, ni su dominio de la técnica compositiva de la época muestran fisura alguna: resultado, en parte, de la extraordinaria calidad de la enseñanza que los jesuitas impartían en la universidad, y en parte del celo didáctico de Araujo.
Se diferencia de los músicos coetáneos suyos, sin embargo, en su talento. Conocemos a Chavarría principalmente a través de sus obras: cuando la muerte le sorprendió, el 8 de diciembre de 1719, muy a destiempo, no había escrito nada que sobreviviera, ni siquiera su testamento. Pero su medio centenar de obras — principalmente villancicos policorales en castellano— bastan para delinear una personalidad distintiva. Chavarría tiene algo de sinfonista: sus villancicos crecen, tanto en tamaño como en intensidad expresiva y despliegue de color sonoro. Por, una parte, enhebra tópicos y figuras musicales, tantos como el texto y la música lo permiten; mientras más, mejor. Por otra parte, lleva los tópicos o temas expresivos de sus villancicos hasta el límite del lenguaje policoral; utiliza tramas sonoras de complejidad sin igual en su época, por medio de una verdadera orquestación de recursos solísticos y corales — y sus villancicos para Guadalupe presentan mucha de su mejor música. A veces se encariña con una palabra o un estribillo, los trabaja primorosamente — dos, tres, seis, doce voces, siempre en denso contrapunto — y los convierte en la deslumbrante columna vertebral de sus composiciones.
A pesar de su talento, Chavarría tuvo mala suerte. No llegó a cumplir 32 años: es posible que se lo llevara la tremenda epidemia que abrió una senda de pestilencia y muerte, especialmente entre los indígenas, a lo largo de Sudamérica, de Buenos Aires a Cuzco.
¡Ay del alma mía!- ANDRÉS FLORES
¡Ay del alma mía! (La Plata, 1748) es una breve y sentida canción a 4 voces para la Virgen de Andrés Flores (1690-1754.
Andrés Flores fue uno de los alumnos criollos más importantes de Antonio Durán de la Mota (ca. 1670-1746), este último sucesor directo de Juan de Araujo (ca.1640-1712).
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