Revista FUERZA NUEVA, nº 583, 11-Mar-1978
Blas Piñar en Pamplona
¡NAVARRA POR ESPAÑA!
(Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Olite, de Pamplona, el día 12 de febrero de 1978)
Sean mis primeras palabras, en este acto de afirmación foral y española, para pediros un recuerdo y una oración para quienes, no hace mucho, entregaron sus vidas por Dios y por la Patria en las calles de Pamplona, víctimas del terrorismo antiforal, antinavarro y antiespañol de la ETA y de sus protectores. Ya sabéis que me estoy refiriendo, con pena y con rabia, a esos dos españoles de primera línea que se llamaban José Manuel Baena, inspector del Cuerpo General de Policía, y Joaquín Imaz, comandante de la Policía Armada.
***
Hacía falta celebrar este acto, como fue necesaria la manifestación del 3 de diciembre de 1977. Porque la calle, lo hemos dicho muchas veces y lo repetimos ahora, es de todos; y, porque es de todos, estamos dispuestos a demostrarlo.
Que en el curso de una manifestación, como la que entonces celebrasteis, los que se proclaman defensores de las libertades democráticas y de los derechos humanos hirieran a navajazos y por la espalda y hubiera que registrar en nuestras filas heridos, no importa, porque ello demuestra dos cosas a un tiempo: la inautenticidad de los etarras y la autenticidad y el espíritu de los nuestros.
***
La pena es que estas cosas sucedan; que, por motivos que todos sabemos, la situación se haya tornado otra vez desagradable y difícil, que, a pesar de que la propia experiencia es el único modo que tienen los brutos de conocer, nosotros, luego de la amarga experiencia del liberalismo y del enfrentamiento que dio origen a la Cruzada, volvamos –a nivel inferior a los no inteligentes- a enfrentarnos de nuevo con la misma dolorosa realidad: o lo que es lo mismo, a tropezar otra vez en la misma piedra.
Es lógico, por ello, aunque pueda desmoralizar a algunos, recordar los versos del poeta. Tanto esfuerzo
“para entregar maniatada
al enemigo otra vez
la misma España adorada
Para coger la nación
y echarla por la ventana,
llamándola soberana
para colmo de irrisión”.
Y así como antes, después de suprimir el 2 de mayo, celebramos la fiesta marxista del día primero del citado mes, ahora acabamos de suprimir la conmemoración del 18 de Julio para conmemorar muy pronto la del 14 de abril.
***
¿Qué pasa hoy (1978) en Navarra? A mí me gustaría enfrentarme con los problemas vivos, no escamotear ninguno y ofreceros, con toda claridad y sinceridad, mis puntos de vista.
Hoy, en este trozo vivo y sangriento de la nación que es Navarra, se ponen en tela de juicio varias cosas serias, importantes, decisivas para un futuro inmediato. Cada una de estas cosas importantes y serias no se dilucidan sólo en un contexto regional, sino yo os diría, que universal, porque aquí, en España -aquí y ahora-, se juega el destino de Europa y del mundo.
La temática que hoy nos conturba y monopoliza nuestra atención se enmarca en un capítulo de nuestra historia que comenzó con la Cruzada de 1936 y que no ha concluido todavía (ya que el 1 de abril de 1939 callaron las armas, pero no la dialéctica); pero también en el capítulo de la historia general de los pueblos, que se inició en 1917 al triunfar la revolución bolchevique en Rusia, y que continúa con la expansión ideológica y la ocupación militar soviética. (…)
***
De lo que se trata hoy es, por una parte, de continuar la expansión ideológica y la ocupación militar, es decir de implantar mediante tácticas diferentes -hasta la del eurocomunismo-, la dictadura comunista en todo el mundo; y de otra, de demostrar a España que su victoria de 1939 -que contribuyó de forma ejemplar y estimulante a detener la invasión- fue pasajera y efímera, que no ha sido ni será perdonada, y que traerá consigo la desintegración nacional, el aniquilamiento de España como nación y la pérdida y hasta el olvido de su nombre.
***
Aunque a esta segunda tarea se sumen fuerzas ideológicas, económicas, culturales, políticas, religiosas y aun cristianas, no contradice en absoluto el planteamiento, porque la ceguera y la hostilidad de las mismas es sólo coadyuvante y arranca de dos razones:
• de la fidelidad de España a una concepción teológica y sobrenatural de la vida y de la comunidad política; y otra,
• del aguijón que para los cobardes, los entreguistas, los almidonados, los objetores de conciencia a todos los niveles, supone la existencia de un pueblo que sabe que el Reino de Dios padece violencia; y por Dios, y por una Patria en la que Dios reina, se puso en pie, no hace muchos años, para defender su causa y para ganar para esa causa la Victoria.
***
Ahora bien; todos sabemos lo que Navarra supuso en aquel instante decisivo de 1936. Si España, según Lenin, sería el segundo Estado comunista de Europa -el otro brazo de la tenaza, precisado para su dominio-, el deseo del santón marxista se quedó entonces en puro deseo; y ello obligó a un cambio de táctica y una demora en la ejecución de los proyectos.
Y Navarra fue un bastón decisivo para el fracaso del sueño de Lenin. Y lo fue, porque Navarra, la Navarra foral -no lo olvidemos- era el resto, podríamos decir, de la España auténtica, incontaminada por el liberalismo. Mientras, en líneas generales, la obra del liberalismo, de la Enciclopedia y de la Revolución había penetrado profundas capas sociales, Navarra, por obra de su Fuero, preservador de las verdaderas libertades, conservó intacto el genio nacional, es decir: su profunda fe religiosa, varonil y apostólica, al modo de Francisco Javier, organizadora, como la del arzobispo Jiménez de Rada, mística, como la de Diego de Estella; y su amor a España. No un amor romántico o telúrico, sino metafísico, alimentado por la caridad, que comprende en el amor a los padres el amor a la Patria, que no es sólo una unidad social y simultánea de convivencia, sino, como decía Vázquez de Mella, un todo moral e histórico, o, como decía José Antonio, una unidad de destino en lo universal.
La Navarra foral española y católica que
se levantó en defensa de la legitimidad en las guerras carlistas;
rechazó el Estatuto en la época de la República;
puso en pie 40.000 hombres, es decir, la décima parte de su población para luchar contra los enemigos de Dios y de la Patria;
cubrió de boinas rojas y de sangre caliente todas las tierras de España;
izó la bandera roja y gualda en los primeros días del alzamiento; y
levantó una basílica para sus caídos, que conmueve por la generosidad y la hidalguía de tanto esfuerzo al que se suma se sumaron tres generaciones.
Pues bien, esa Navarra, foral, española y católica había que deshacerla, descomponerla, enzarzarla interiormente, y destruirla, en suma.
***
La operación Navarra se puso en ejercicio. Una parte del clero, con las más altas bendiciones, asumió la tarea inicial. Después vendría el enfrentamiento, la crisis de identidad, en la que se pone en juego el ser mismo de Navarra, su fisonomía hacia fuera y su “yo” personalizante hacia dentro.
A tal fin, se descoyunta y falsifica la historia de Navarra, y se pretende que un Reino quede desdibujado en lo que fueron señoríos.
No importa el falseamiento si conviene para el logro del fin. En Cataluña, Prat de la Riba hará del “conseller” Casanova, que lucha por la tradición y por el archiduque Carlos, como rey de España, un líder separatista. En Vizcaya, Sabino Arana, movido por un odio africano a España, montará sobre una tergiversación completa de las realidades, lo que Gregorio Balparda llamó “bizcaitarrismo fenicio”, importado de Barcelona, que “lleva desde su nacimiento el sello de una pedantería inmensa, provista de una erudición de cuarta clase”.
***
Y ya que hablamos de separatismo y de “bizcaitarras”, conviene recordar y poner de relieve cómo para la tarea aniquiladora de España -que reconoce el propio ministro Martín Villa, al decir que el Gobierno pasó los límites de lo justo, en sus últimas declaraciones- se conjugan todas las maniobras y todos los instrumentos, manipulándose con lo que se viene llamando “regionalización”.
***
Que la región existe en una nación como la nuestra es algo evidente. Que debemos exaltar la rica multiplicidad de las regiones, ya lo dijo Franco; pero que deba violentarse el hecho regional convirtiéndolo:
en raíz de conflictos permanentes entre las mismas regiones;
en vehículo para la disgregación nacional;
en encarecimiento ruinoso de la administración;
en vía habilidosa para trocear España y conseguir, desgajándola, lo que sería más difícil si permanece unida;
media un abismo.
Y lo que hoy se pretende es lo último:
constituyendo regiones y “nacionalidades” de un modo artificial antieconómico y anti-histórico;
pretendiendo, con un régimen de autonomías, cesión de potestades soberanas;
rompiendo, en suma, el sistema foral allí donde, como en Navarra, se conserva.
Y lo gracioso es, en la contradicción ambiente, que Navarra, que es (1978) una provincia foral, que supo en 1841 mantener su foralidad en la unidad, se encuentra a punto de perderla por obra de la democracia y de la Monarquía liberales.
Porque si Navarra fuese absorbida por “Euzkadi”, ¿créeis que el Fuero sería respetado? No. Navarra perdería su foralidad, absorbida por un Estado ferozmente nacionalista que impondría, de un modo tiránico, leyes, costumbres y hasta idioma a quienes, por muchas razones, han hilvanado su vida con arreglo patrones distintos de aquellos que se trata de imponer, por nobles y respetables que estos últimos sean.
***
Esto nos lleva a tratar el tema de España. “España como problema”, escribía Laín Entralgo. España como “enigma histórico”, decía Sánchez Albornoz. ¡Qué pena produce este desasosiego íntimo sobre la esencia cuando los intelectuales y los filósofos se dejan arrastrar por la existencia¡
La duda interior es un síntoma de falta de fe, de enfermedad del alma. Y esta enfermedad conduce a la abulia o al suicidio, tanto a los hombres como a los pueblos.
De aquí que sea precisa una introspección de España para entenderla y para servirla. Y en ese examen introspectivo llegamos a la siguiente conclusión:
España no es una creación, sino una restauración de los Reyes Católicos. La España antigua, la prehistórica de Hércules e Hispan, la de Roma, la Hispania Universa de Paulo Orosio, y, sobre todo, la de Recaredo ya existía. La invasión musulmana la avasalló, la inundó, como las aguas del Ebro anegan las tierras. Pero no todo se había perdido. La España sumergida y arrinconada rebrotó de manera dispersa, espontánea, pero obediente a un secreto instinto nacional en vía da recuperación, en los Reinos de España. La España formal, como organización política, había desaparecido; pero la España real continuó viviendo y resurgió en el Norte. Esa España, porque era real, se compuso de reinos, y en esos reinos, un doble juramento de fidelidad -el del Rey para con el pueblo y el del pueblo para con el Rey-, equilibrio de autoridad y de libertades, preparó el estamento básico de la Reconquista.
Los cinco reinos de que habla Menéndez Pidal, a su modo y según sus posibilidades, se pusieron en marcha para la tarea común. (…) Pues bien: como una clara muestra de ese gran objetivo de los Reinos y de los Reyes que configuran ochocientos años de vida española, destaquemos:
que hubo empresas comunes, en las que todos participaron;
que las dinastías buscaron su unidad a través de matrimonios constantes, y
que el protagonismo de esa unidad pasó, según las circunstancias, de uno a otro de los Reinos.
Así:
•la conciencia de ser partes de un todo; instrumentos provisionales de lucha para un fin superior, se revela en el común denominativo de “reges Hispaniae”, como los designan las crónicas y el “Poema del Mío Cid”;
•las grandes empresas comunes, para las cuales fueron creadas las Órdenes religioso-militares de Calatrava, Santiago y Alcántara, y la fraterna colaboración en el hecho decisivo de las Navas de Tolosa.
La victoria de almohade de Alarcos, el 19 de julio de 1195, trajo como fruto el retroceso de la Reconquista a la ribera del Tajo.
Para continuar la obra y recobrar todo lo perdido, se reunieron en la mesa de los tres reyes, entre Ágreda y Tarazona, Alfonso VIII de Castilla, Alfonso II de Aragón y Sancho VII el Fuerte de Navarra. De allí salió el acuerdo de combatir unidos. Y en las Navas, los navarros tuvieron, con el triunfo, la dicha de encontrar y de arrebatar las cadenas protectoras del Miramamolín, convirtiéndolas en su propio escudo;
•el protagonismo alternativo, pues si es verdad que, en última instancia, los reinos españoles se unen en torno a Castilla, también es cierto que, mucho antes del matrimonio de Fernando e Isabel, Sancho el Mayor, rey de Navarra, lo había sido “gratia Dei Hispaniarum Rex” desde León a Cataluña; y si es verdad que Navarra se unió a Castilla a comienzos del siglo XVI, lo es igualmente que Castilla estuvo antes, y en dos ocasiones, unida a Navarra.
El protagonismo es lo de menos; lo que importaba y lo que importa es la conciencia de formar parte de un todo, el anhelo de constituir una sola nación. (…)
Por eso, Navarra recibió a Fernando el Católico apenas sin resistencia; la incorporación fue calificada de feliz, y las Cortes de 1549 acuñaron, mucho antes de que lo pusiera en circulación ese gran vizcaíno que fue monseñor Zacarías de Vizcarra, el vocablo “Hispanidad”.
***
Para explicarnos en parte las tensiones de hoy (1978), hay que contemplar la geografía navarra. Navarra, que es una “nava” entre montes, tuvo dos fuerzas marginales de presión y tiene dos polos magnéticos atractivos.
Las dos fuerzas de presión han sido históricamente: el imperio carolingio al Norte y el proceso islamizador, al Sur.
Los dos polos de atracción la imantan hacia el Cantábrico y el Ebro, hacia Elizondo y Tudela.
De aquí que la gran habilidad política de Navarra, como síntesis y resultado del dilema, haya sido: el Fuero, el camino de Santiago y la capitalidad de Pamplona.
Navarra, como España, mantiene su unidad en medio de su diversidad. Junto al cono norte, “euskaldun” sólo en parte, y de impregnación típicamente “euskera”, la casi totalidad del reino, aun la étnicamente vasca, tiene, desde tiempo muy remoto, una conformación cultural y económica que podríamos llamar “erdera” (no euskera), utilizando un término filológico perfectamente calificador.
Lo “euskaldun”, tanto en Navarra como en las provincias vascongadas, se refiere al dominio de la lengua, no a la estirpe, y mucho menos al “ius solis”. Por eso, hay vascos que no son “euskaldunes” y vascongados y navarros que no son ni vascos ni “euskaldunes”.
De ahí que los Fueros se escribieran en castellano, hace siglos, y el castellano comenzara a ser hablado por los vascos antes de que se hablase en Castilla; y que el ingrediente constitutivo de la personalidad de Navarra no esté ni en la etnia ni en el idioma.
Y es precisamente esa personalidad -fisonomía y “yo” colectivo-, síntesis foral lograda con madurez y genio político, lo que trata de romperse (1978) enfrentando a unos navarros con otros y pretendiendo el absurdo de diluir la personalidad Navarra en el tejido regional de un ente histórico que jamás existió (“Euzkadi”) -no se olvide que el Fuero, hasta bien entrado el siglo XIX, considero extranjeros a los procedentes de las provincias vascongadas-, de un Estado nuevo, fruto de la imaginación y del odio de Sabino Arana, que impondría un idioma desconocido para la inmensa mayoría, una bandera sin precedentes (“ikurriña”) -que expulsaría la nuestra- y una dictadura administrativa y cultural insufrible, bajo el triunvirato neolítico de Irujo, Leizaola y Monzón.
Y esto sólo sería el comienzo, porque los hijos del Partido Nacionalista Vasco están devorando a sus progenitores, monopolizan su dialéctica romántica y burguesa y la utilizan con el sólo objetivo de implantar un Estado independiente, socialista y vasco.
¡Y es curioso que el propósito anexionista de Navarra por parte de los que aspiran al “gran Euzkadi” tenga tanto parecido con el pangermanismo explicable de Hitler!
Los auténticos racistas de la etnia vasca, a los que repugna el nacional-socialismo, no vacilarían en anexionarse a Navarra entera, porque necesitan económicamente las tierras feraces de las orillas del Ebro para poder vivir; y porque necesitan vengar la victoria conseguida por aquellas brigadas de valientes que conquistaron para España Irún y San Sebastián, y pusieron en fuga a los gudaris del tristemente famoso cinturón de hierro de Bilbao.
Decía Sabino Arana que los “vizcaínos” no tenían voto en los asuntos de Navarra. Pues parece que sus seguidores, a juzgar por los hechos, no opinan lo mismo, incluyendo al “lendakari” José Antonio Aguirre, que insultó a los navarros llamándoles traidores por ser fieles a España.
***
Y es que España es anterior a Navarra y a Castilla, y a cada una de sus regiones. Los reinos de España nacieron para rehacer la unidad jurídica y administrativa que la invasión sarracena hizo desaparecer. Los reyes, y en última instancia la única Monarquía española, restauraron con el Estado la unidad perdida.
Los problemas de la reintegración a la unidad fueron lógicos y semejantes, para entendernos, a los que plantea la colocación de las piezas de un juego que alguien diseminó, dejándolas esparcidas.
En esa reintegración, el respeto a la personalidad, a la foralidad, constituyó un requisito del engarce, y éste fue el logro ejemplar de Navarra, el 16 de agosto de 1841, con el pacto-ley que, respetando la proclama de Espartero, en Hernani, de 1837, y la ley de confirmación de Fueros de 25 de octubre de 1839, hizo de aquélla una provincia foral, respetando el Fuero.
De aquí que ese pacto, que reviste la forma jurídica de ley, esa ley paccionada, como se la denomina, no pueda modificarse unilateralmente por ninguna de las partes, pues incide en el proceso reconstitutivo de la nación española.
La Ley paccionada no es un tratado cuasi internacional entre España y Navarra. Es un convenio entre el Gobierno de la nación y los apoderados de una parte de la misma, para reintegrarse a la unidad, sin pérdida de aquello que la identifica, para enriquecer, en suma, esa unidad, y no para desdibujarse o desdibujarla.
La plena reintegración de Navarra a la unidad no sólo no la desdibujó -y he aquí la gran diferencia entre Fuero y Estatuto-, sino que la reforzó y la salvó, como lo demostraron los hechos y lo confirmó la Cruzada. Foralidad no es autonomismo. Los autonomistas se alzaron contra España. Los fueristas se levantaron para defenderla. Y Navarra, la que por amor a sus Fueros amó a España, ganó, para abrazar amorosamente a su escudo, una Laureada de San Fernando. (…)
***
Todo lo que hoy (1978) sucede es, sin duda, un verdadero dislate antidemocrático.
Me imagino la inquietud y hasta la buena voluntad de algunos diputados y senadores. Han querido defender a Navarra y han ido a la trinchera del Gobierno. Pero se han equivocado, porque el Gobierno de Suárez no tiene otro compromiso histórico que deshacer España. Y para ello, antes hay que deshacer Navarra y disparar sobre sus bravos pero equivocados defensores.
Fijaos en esta serie de dislates:
•Los parlamentarios no fueron elegidos (1977) para elaborar una Constitución. En derecho político, como en el derecho de Sociedades, hay Juntas generales ordinarias y extraordinarias, que no pueden confundirse. A las últimas, previa convocatoria específica, se llevan los asuntos más graves. Pues bien, ningún asunto más grave que el de la Constitución, y este asunto no fue programado al convocar las elecciones.
•Aun así, las preautonomías inciden en lo constitucional, que no puede adelantarse, prejuzgando. Por eso, la disensión (…) sobre la autonomía del País Vasco y de Navarra, con el propósito de evitar el plebiscito posterior ratificante. (…)
•Se dice que las negociaciones se harán en el futuro con el órgano foral competente, aunque ese órgano -la Diputación foral- ya existe (1978). Pero se agrega enseguida, aunque no sea de modo explícito, que la Diputación no es representativa, a pesar de que se ha negociado con un representante tan poco legítimo como el presidente exiliado de la Generalidad de Cataluña, señor Tarradellas (*).
•La preautonomía se logra con amenazas y violencia, convocando manifestaciones de presión, robando dinamita en cantidad, bajo la sombra de asesinatos como los de Araluce y Unceta, pero también como los de Berazadi y “Pertur” como signo de que las pistolas no se detienen ante nada y ante nadie.
***
De nuevo Navarra se ha convertido en punto de mira de todos los españoles. Y los españoles tenemos confianza -a pesar de todo lo ocurrido- en los navarros: y si lo necesitáis y nos llamáis, vendremos.
Las palabras de Vázquez de Mella continúan con todo su vigor: “El alma de Navarra permanece enérgica, inmutable, desafiando al tiempo con los músculos de acero de sus hijos; es uno de los pedestales sobre los que ha de sentarse la regeneración de la patria”. (…)
Navarra, danos tu amor a España. Y con ese amor surgirán los nuevos poetas, porque si algunos de los que tuvimos dejaron de ser sal y no nos sirven, los que tu amor alumbre volverán a mover a nuestro pueblo.
¡Viva Navarra, foral, española y católica!
|
Marcadores