No me resisto a copiar la parte en la que a la Suiza católica del magnífico ensayo de Dumont:

¿Es distinto en Suiza? Ciertamente, pues la firme resistencia de los cantones católicos de montaña-Suiza se encuentra rodeada por todas partes de regiones católicas-no permiten ninguna imprudencia. Sin embargo, si se exceptúa el cantón montañés protestante de Glaris, sólo los cantones católicos siguen practicando la democracia directa universal, la Landsgemeinde. Casi todos los cantones pasados a la Reforma caen bajo la autoridad de poderes tan oligárquicos como teocráticos, cuyo modelo es Ginebra. La asistencia al culto, atiborrado de sermones, día tras día, es obligatoria; las diversiones son las obligatorias del Estado; la comedia es prohibida, y la danza y el juego, incluso el juego de cartas. El siglo XVIII ginebrino será una larga sucesión de revueltas de los habitantes pobres contra la oligarquía. ¿Qué se puede hacer en este país, donde "la sonrisa era algo raro", como indica el profesor de la Sorbona, Pierre Moreau? A la oligarquía, que tenía todas las facilidades, no le faltaba más que una cosa: enriquecerse. Y secundariamente, ¿no sería agradable a Dios el éxito financiero, puesto que confirmaría la elección que hacía de un fiel un predestinado?.



Por otra parte contradiciendo los mejores resultados (al igual que las opciones antiinvasión en Francia) se han dado donde hay más incidencia de catolicismo tradicional. No sólo en el magnífico Seminario de Ecône sino en muchos más ámbitos de la Suiza tradicional, que mantiene sus formas multiseculares de gobierno y una vida volcada en el campo hay una enorme fuerza del catolicismo tradicional que se resiste a la presencia indeseable del "Islam inmoral y corruptor", como lo definió un santo llamado Marcel Lefebvre.