Es un hecho que hubo lo que se llama el Óptimo Climático Medieval, y después vino la llamada Pequeña Edad del Hielo, ya en el Renacimiento, que duró hasta el siglo XIX. Por la dendrocronografía (es decir, por los anillos anuales de crecimiento de los árboles, que son más anchos o más estrechos dependiendo de la estación y la temperaturas) y por innumerables detalles que se observan en las crónicas, la literatura, la pintura, etc., se tiene una idea bastante exacta de la cómo ha sido la climatología.