Fuente: The Remnant.
Trump gana al tiempo que América retrocede poco a poco del abismo
Escrito por Christopher Ferrara
El tren loco de los Clinton finalmente se queda sin vapor
El 8 de Noviembre de 2016, lo que quedaba de orden moral en América estaba amenazado de extinción por la aparentemente inminente elección del más malvado candidato habido en la historia de América; una firme defensora de la matanza a sangre fría de niños en el mismo momento en que están naciendo, para lo cual estuvo prometiendo una subvención federal en caso de ser elegida. El amplio abismo del “desastre final” del que el Papa León XIII advirtiera, vendría a ser el destino inevitable de la sociedad civil post-cristiana surgida antes de nuestra nación.
Como señalé en mi debate con Alan Keyes, en los inescrutables designios de la Providencia, el mayor impedimento que ha prevenido que América descienda a ese abismo –habiéndose rendido desde hace mucho tiempo el elemento humano de la Iglesia Católica– ha sido un magnate de la propiedad inmobiliaria “casado” por tercera vez, una genuina encarnación de la estupidez y el exceso vulgar americanos. Solamente esta sorprendente realidad explica el perfecto alineamiento de todas las fuerzas de la oscuridad en nuestro mundo contra Donald J. Trump: el establishment político –incluyendo el establishment del Partido Republicano– , el establishment globalista, el establishment financiero, el establishment de la tecnología, el establishment de los medios de comunicación de masas, el establishment cultural, el establishment de Hollywood.
Incluso el establishment de la “industria de la música” marchó en las apretadas filas del eje del mal “Paren a Trump”, o de lo que John Rao tan acertadamente ha denominado “La Gran Coalición del Status Quo”. Considérese el casi preternatural espectáculo de Lady Gaga vestida en un uniforme de estilo nazi en uno de los conciertos de rock que Hillary organizó para atraer a una multitud de demócratas a los cuales ella pudiera recitar su cháchara vacía; zombis que habrían votado por ella incluso si ella se hubiera puesto a pisotear a un niño hasta la muerte en directo en televisión. Esta espectacularmente detestable mujer resulta realmente más bien patética en esta fase de su vida de crimen, engaño y subversión, vida que, en justicia, debería culminar con una larga estancia en una celda federal. Hillary nunca ha sido capaz de articular una sola razón coherente para su elección, porque todo su programa entero, como todo lo malvado, consistía simplemente en la ausencia de algo bueno: contracepción, aborto, sodomía, y una mayor expansión de un estado secular tiránico y de sus interminables guerras contra los mismos enemigos creados por su propia “política exterior” y la de sus predecesores del establishment republicano.
Por cierto, no debe pasársenos por alto que las mismas fuerzas que se alinearon contra Trump generalmente se han alineado en favor de Francisco, elogiándole como a ningún otro Papa en la historia de la Iglesia, mientras que los males en materia sexual que aquéllos promueven inexorablemente son los mismos que Francisco inexorablemente se esfuerza en acomodarlos a la Iglesia bajo el disfraz del “discernimiento” y la “misericordia” hacia los que no pueden seguir la “regla general” debido a la “complejidad concreta de los límites de uno.” Ni tampoco deberíamos olvidar que los supuestos errores que Francisco incesantemente condena tienden a ser los mismos que los pregonados por la hegemonía liberal mundial, incluyendo “cambio climático”, la imaginaria “epidemia de armas”, “desigualdad social” y “exclusión”, y el cierre de las fronteras nacionales a la inmigración ilegal y el diluvio de “refugiados” musulmanes masculinos en edad militar. Los medios de comunicación adoradores trajeron felizmente en sus titulares la torpe condena de Francisco, sólo dos días antes de las elecciones, de los “muros físicos y sociales” que “encierran a unos y excluyen a otros” (ese mismo día invitó a Emma Bonino, la más notoria abortista de Italia y “luchadora de la justicia social”, al Vaticano para otro encuentro privado con el Papa). El amigo de dictadores socialistas y el enemigo del candidato republicano para Presidente de este año es un Papa acorde con las necesidades de Hillary, tal y como ésta dejó bien claro durante la abominable Al Smith Dinner, cuando alabó el mensaje de Francisco “acerca de rechazar una mentalidad de hostilidad, sus llamadas a reducir la desigualdad, sus avisos sobre el cambio climático, su apelación a que construyamos puentes y no muros.”
Pero Trump ha ganado la Presidencia y América ahora retrocede poco a poco del abismo en el que se encontraban acechando el “aborto por nacimiento parcial” federalmente subvencionado, los “derechos de los transgénero” y la “igualdad de género” federalmente impuesta, y nuevos niveles de persecución federal hacia los cristianos recusantes, junto con la perspectiva de una guerra definitiva imposible de ganar que Hillary parecía estar determinada a provocar con Rusia, la imaginaria fuente de todas sus aflicciones con respecto a Trump.
El compromiso de Trump de nombrar sólo jueces conservatistas al estilo de Scalia para los escaños de la Corte Suprema era algo que obligaba a votar a favor de él, aun cuando el conservatismo judicial en América equivale a poco más que una deferencia hacia las mayorías legislativa y electoral. Esas mayorías son todavía capaces de imponer severos límites al azote del aborto (límites que ahora gozarán de apoyo si ellos llegan a la Corte) y hacer retroceder otros logros de la dictadura del relativismo impuestos por la mayoría liberal, de 5 votos a 4, de la actual Corte, incluyendo la imposición del “matrimonio homosexual” en los cincuenta estados en virtud de las decisiones Obergefell y Windsor. Además hay notables promesas de Trump para procurar revocar la Enmienda Johnson y garantizar la elección de escuela, incluyendo la escuela en casa, aboliendo al mismo tiempo los Estándares Estatales de Educación y devolviendo el control de la educación a las localidades. En relación a estos asuntos, el deber católico de mitigar el daño al bien común a través del proceso democrático ciertamente ha sido cumplido mediante el voto en favor de Trump.
Pero incluso si el Presidente Trump mantuviera solamente una fracción de sus promesas, los dos más importantes efectos mitigantes ya se han conseguido: Hillary Clinton ha sido derrotada y la victoria de Trump ha llevado a esa raridad de un control republicano sobre los tres brazos del gobierno federal. Este último resultado reduce drásticamente, si es que no lo elimina, la perspectiva de una mayor subversión social y moral a nivel federal. Y en ese sentido no debemos olvidar que fue un Congreso de mayoría republicana y un Presidente republicano los que aprobaron la Ley federal de Defensa del Matrimonio (DOMA, en sus siglas en inglés), que permitía a los distintos Estados negarse a reconocer los “matrimonios homosexuales” aprobados en otros Estados, pero que la Corte Suprema echó abajo en una de sus decisiones (Windsor) por 5 votos a 4, la cual probablemente se revierta si DOMA u otra ley como ésa es re-aprobada bajo el mandato de Trump.
El casi milagroso resultado de estas elecciones, propulsado por un sorprendente movimiento populista contra prácticamente todos los poderes establecidos, que nunca pensé posible, ha restaurado mi fe en la capacidad del pueblo americano para la regeneración moral, aun cuando este movimiento representa solamente el más pequeño de los primeros pasos hacia una metanoia social que únicamente la Iglesia puede llevar a buen término. La visión de miles de mis compañeros americanos reunidos en medio de una noche fría de Michigan solamente horas antes de las elecciones para prestar su apoyo al líder de ese movimiento ha reavivado en mí un sentimiento que debería residir en el pecho de todo católico: un amor al país como patria, aun cuando nuestro propio país está cargado o ensillado por la invención política de los revolucionarios deístas, engendrados por la Ilustración.
Finalmente, no importa lo que Trump logre como Presidente, si consideramos que sólo el aparentemente imposible éxito del movimiento que le ha llevado a ser elegido ya ha conseguido un gran y duradero bien para la nación: ha expuesto como fraudes cómicos, de pose fingida, que nunca más han de tomarse otra vez en serio, a los pseudo-sabios de la clase política y a los pseudo-periodistas de los medios, con su “cobertura” parcial, su agit-prop liberal disfrazado de “análisis”, y sus falsos sondeos y modelos de datos, engañosamente ponderados y retorcidos a fin de “predecir” cualquier resultado que desearan. No es exageración decir que Trump ha logrado de alguna forma derrumbar la política tal y como venía funcionando en América desnudando al auto-ungido Cuarto Poder de su manto de respetabilidad y reduciéndolo a un estado de impotente hazmerreír. Cuánto durará este efecto es algo que resulta incierto. Pero que efectivamente ha ocurrido es algo que está fuera de toda duda.
Algunos me llamaran ingenuo. Otros dirán que estoy engañado, especialmente a la vista de lo que he escrito antes sobre la escena política americana (será fácil extraer mis anteriores artículos para encontrar “auto-contradicciones”). Pero creo que simplemente estoy apropiadamente esperanzado a la vista de un desarrollo completamente inesperado, sin duda asistido por la Providencia, que avanza contra todo el funcionamiento del sistema bipartidista y de su Ministerio de Propaganda.
¿Y qué hay de malo en tener una pequeña esperanza en medio de toda esta oscuridad?
¡Que nuestra Señora, Patrona de las Américas, interceda por nosotros!
Última edición por Martin Ant; 14/11/2016 a las 11:39
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores