ANALISIS HISTORICO: Una antorcha que debe apagarse


(Por Jose Luis Perez)








Los Juegos Olímpicos en sus orígenes siempre fue un evento estrictamente deportivo en donde los mejores de cada especialidad deportiva competían entre sí en busca de honor, reconocimiento y gloria.

Con la destrucción de Olimpia por el emperador Theodosius II en el año 426 cayó también el espíritu deportivo de la época que solamente llegó a resurgir el 23 de Junio de 1894 cuando el Barón Pierre de Curbertain, creó, en París el Comité Olímpico Internacional (COI) con la única finalidad de reactivar los Juegos Olímpicos griegos.
Desgraciadamente los Juegos Olímpicos Modernos llegaron a politizarse de tal manera que cualquier país que organiza tal evento, si no se atiene a los ‘Principios Fundamentales’ contenidos en la Carta Olímpica como son, entre ellos, “el respeto a los principios fundamentales del hombre” y “el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida”, corre el peligro de que los ciudadanos del mundo se manifiesten en contra.

Para China, los Juegos Olímpicos son la mayor operación para mejorar sus relaciones públicas con el mundo después de la famosa masacre de la Plaza de Tiananmen en 1989, en la cual millares de manifestantes, bajo el liderazgo de estudiantes, fueron aplastados por los militares chinos por oponerse al régimen dictatorial de Deng Xiaoping. A ello hay que añadir el problema del Tíbet, ocupado en forma violenta en octubre de 1950, por más de 40.000 soldados que invadieron la región ocupándola unilateralmente.

Podríamos mencionar el Falun Gong, un movimiento estrictamente pacifista y religioso, perseguido por los líderes chinos como un grupo subversivo. La violación de los derechos humanos en China es sistemática debido a que su autoridad máxima, el comunismo, no permite que ninguno de sus ciudadanos se manifieste en contra.

En otras palabras, China no está preparada ni interesada en cumplir con los ‘Principios fundamentales’ de la Carta Olímpica.

La primera vez que se originó el relevo de la antorcha olímpica fue en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), bajo los auspicios de Hitler, como medio de propaganda para el nazismo. Pero cuando una antorcha olímpica para ir de ciudad en ciudad alrededor del mundo necesita más de 5.000 policías, helicópteros y soldados para su protección, lo mejor es apagar la llama y no participar.

Los eventos de París, Londres, San Francisco, Buenos Aires y los que puedan ocurrir en otras capitales por donde debe pasar la antorcha, pudiera ser un preludio de lo que podría pasar en Pekín.

Es muy posible que durante los juegos, a iniciarse el 8 de agosto, los nacionalistas del Tíbet, los grupos anticomunistas y la secta religiosa Falun Gong tengan algo preparado para convertir los juegos en algo más que un entretenimiento deportivo.

Las Olimpiadas son, en cierta forma, un reto al mundo. El inconformismo y la violencia son parte del reto. La violencia ocurrió en la ciudad de México en 1968 cuando tres días antes de su inicio, la policía mató a tiros entre cien y quinientos estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. En 1972 fue en Munich en donde un comando palestino mató y tomó rehenes a atletas israelíes y en un intento de rescate murieron todos.

El boicot a las juegos olímpicos de 1980 por los americanos a la ciudad de Moscú por ocupar Afganistán y lo ocurrido cuatro años después en la ciudad de Los Ángeles cuando los rusos dejaron de asistir, son muestras de desafío a las instituciones organizadoras.

China, con más de 1.300 millones de habitantes, es un mercado que puede aportar grandes beneficios a occidente. Razón más que suficiente para evitar extinguir la llama de la antorcha olímpica.