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Tema: Blas Piñar contra la “retrocesión” española de Ifni a Marruecos (1969)

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    Blas Piñar contra la “retrocesión” española de Ifni a Marruecos (1969)

    Blas Piñar contra la “retrocesión” por España de Ifni a Marruecos (1969)


    Relacionado con Blas Piñar, contra la independencia a Guinea Ecuatorial dada por España (1968)


    Revista FUERZA NUEVA, nº 106, 18-1-1969

    “RETROCESIÓN”

    por Blas Piñar

    No cabe duda que hay ocasiones en que es preciso hurgar en el diccionario para buscar palabras que encubran la realidad. Así, cuando se nos dijo, todavía no hace mucho tiempo, que se establecía la nueva paridad de la peseta, lo que se nos decía, de verdad, es que se había devaluado, que eran precisas más pesetas para comprar otras divisas y en especial los dólares norteamericanos. Del mismo modo, cuando en los partes de guerra se hablaba de rectificaciones en el frente, lo que trataba de decírsenos era que las fuerzas enemigas habían ocupado parte de nuestro terreno. En fin, cuando se comunica en notas oficiales que se reajustan los precios, lo que pasa, en definitiva, es que los precios han subido.

    Ahora (1969), también, para explicarnos el abandono de nuestra soberanía en Ifni, se ha buscado cuidadosamente una palabra que disimule la entrega de una provincia española. Esa palabra, que convendrá no olvidemos, se llama “retrocesión”. Si la idea de la retrocesión, que significa retroceso, vuelta hacia atrás, devolución de lo adquirido con pacto de restitución, figurase en el Tratado de Tetuán de 25 de mayo de 1860, o en el de 1912, que sirven de apoyo a la ocupación de Ifni por España, poco tendríamos que objetar al Convenio de 4 de enero de 1969, firmado en Fez por nuestra embajador en Rabat y por la representación del Gobierno marroquí.

    Pero la verdad es que ni siquiera la “visión ruin y miserable de la política de aquella España decadente” -como dicen los autores de un famoso libro titulado “Reivindicaciones de España” (Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1941, pág. 554) pudo presumir que la inserción de una palabreja semejante hubiera librado a la Administración española actual de enojosas explicaciones para justificar ante nuestro pueblo porqué entregamos el “enclave de Ifni”. “Enclave que, como dicen los autores del libro mencionado (significa), en este caso concreto… enclave de soberanía” que hizo posible que Ifni, al igual que la Guinea insular y continental y que el Sáhara, fuesen declaradas, con todas sus consecuencias, provincias españolas.

    Una política de afirmación nacional -verdadero paréntesis en “un régimen abyecto” (ob. cit. pág. 598)- permitió que el 6 de abril de 1934, el coronel Capaz, con muy escasos hombres, ocupara aquello que nos pertenecía. “Cuesta trabajo -escriben los autores de “Reivindicaciones de España”- consignar el hecho de que necesitásemos dejar transcurrir un poco más de cincuenta años, a fin de conseguir tuviera cumplimiento el contenido (de la nota de 20 de octubre de 1883 entregado por sid Mohamed Vargas, ministro de Asuntos Exteriores del sultán, a nuestro plenipotenciario en Tánger), que consagra una colosal torpeza de la política española de servidumbre” (pág. 557).

    En la “Historia de la segunda República española”, el ilustre escritor don Joaquín Arrarás recoge el debate de las Cortes del 19 de abril de 1934, en las que el jefe de Gobierno, don Alejandro Lerroux, dio cuenta de la ocupación. Es curioso leer la reacción de los distintos grupos políticos. Mientras el señor Goicoechea felicitaba al Gobierno por la ocupación de Ifni, y el diputado tradicionalista señor Lamamié de Clairac decía: “esperamos que dicha ocupación se hará en beneficio de la soberanía de España”, los socialistas y comunistas se declaraban muy intranquilos por las consecuencias que pudieran derivarse de la ocupación. “No podemos contener nuestra alarma -escribía “El Socialista”- por lo que pueda sobrevenir de la operación de Ifni”. Por su parte, el diputado comunista Bolívar pedía desde el Parlamento a obreros y soldados:“negaos a disparar. Impedid el envío de armamentos. Negaos a ir a Ifni. Formad en el frente único contra el imperialismo” (ob. cit. T. II, págs. 332 y 333. Editora Nacional). ¡No sabían los opositores con qué extraña facilidad habrían de disiparse, treinta y cinco años después, sus dudas y alarmas!

    Yo no sé cómo hubieran reaccionado las fuerzas políticas de signo nacional si esta política de entrega, en que hoy (1969) consiste en parte nuestra política exterior, hubiera sido realizada por la República. Supongo que habrían surgido voces de protesta, manifestaciones de hostilidad, requerimiento de explicaciones, demandas al poder para ratificar con un referéndum lo que supone una amputación de la Patria, en tanto que Ifni sea, como lo es, una provincia española. Sin embargo, en lo que no se nos alcanza -aparte del escrito de un grupo de procuradores-, todo ha quedado reducido a un lamento sentimental y al alegato de que Ifni era costoso para España.

    Permítaseme decir, con argumentos en contra, que si era antieconómica la ocupación, no debiéramos haber realizado en aquella zona las inversiones costosísimas que han gravado a los contribuyentes españoles sin ninguna utilidad; que, como proclamaban los autores del libro tantas veces citado, el “apoyo de España en África no supone primordialmente una penetración económica, una búsqueda de recursos, un buen negocio, en suma ya que, (como decía Ganivet), nuestra acción principal no será nunca económica, pues por ella sólo seríamos imitadores serviles (pág. 604); que tenemos la impresión de que con la “retrocesión” de Ifni, nuestra política exterior, ya que no tiene otro norte y objetivo que dar satisfacción constante a los caprichos de París (pág. 597), sí está dirigida a obedecer sin graves reparos las resoluciones que nos dañan de la Organización de las Naciones Unidas, y, por último, que cuando la Armada soviética se mueve sin dificultades por océanos que le estaban vedados, creemos que la entrega de Ifni constituye, en el “orden estratégico” una amenaza grave a la seguridad del archipiélago canario” (página 603).

    El Tratado de Fez de 4 de enero de 1969 habrá de ser aprobado o rechazado por las Cortes Españolas. La Comisión de Asuntos Exteriores de la misma pudo escuchar, a puerta cerrada, un valioso informe del titular de la Cartera. Pero son las Cortes las que, en definitiva, han de decidir.

    Es muy posible que las circunstancias obliguen a nuestro país a una amputación semejante. Pero, ¿acaso esta amputación no se había producido de hecho, y parte de Ifni no estaba ya en poder del Gobierno marroquí?
    ¿Por qué razón se ha ocultado que la tierra salpicada por la sangre del teniente Ortiz de Zárate había sido abandonada?
    ¿Cuáles son las garantías que el Gobierno marroquí ofrece a España, con relación a la seguridad del archipiélago canario y a la no utilización de su puerto y de su infraestructura, por naciones enemigas de nuestro país en caso de guerra?
    ¿Con qué cantidad se nos indemniza por las obras y trabajos de toda índole que allí hemos realizado y que es uno de los requisitos consustanciales a la “retrocesión”? ¿Qué límites se han fijado a la entrega?
    ¿Qué sucederá con la provincia del Sahara?
    ¿No será la intervención de Mauritania, más que nuestra propia voluntad, lo que detenga nuestra inquebrantable decisión “descolonizadora”?
    ¿Qué se ha convenido sobre Ceuta y Melilla?
    ¿Qué renuncias se han logrado?
    ¿Qué concesiones se han obtenido en justa reciprocidad del Gobierno marroquí, a este respecto?
    ¿A cambio de qué, en suma, abandonamos, mejor dicho, “retrocedemos” Ifni?

    No espero que se dé satisfacción completa a las preguntas formuladas, y mientras tales respuestas satisfactorias no existan, habrá, a lo menos, un voto en contra de la ratificación del Tratado de Fez por las Cortes españolas.

    Y que conste que no hay en este punto de vista una falta de respeto para el Gobierno marroquí, sino al contrario, un tributo de admiración a su diplomacia, que ha cosechado éxitos que hasta la fecha no ha sabido conseguir la española con relación a Gibraltar.

    Ocurra lo que ocurra en las Cortes -la Historia juzgará la conducta de quienes asumen la representación de nuestro pueblo en una hora tan decisiva-, no quisiera que nuestro semanario dejara de recordar con la emoción más intensa al coronel Capaz y al teniente Ortiz de Zárate. Al coronel Capaz, que izó en Ifni la bandera española, y luego, con el grado de general, fue asesinado por los rojos. Al teniente Ortiz de Zárate, que por mantenerla en su lugar, murió como un héroe combatiendo a los que querían arrancarla.

    Hoy (1969), cuando parece que nosotros mismos queremos arriar la enseña bicolor de aquella provincia, elevamos una oración al cielo para que los héroes disculpen nuestra debilidad y encuentren alguna explicación honorable al olvido de lo que ellos soñaron para España.

    Como homenaje a los que allí lucharon y murieron, quiero reproducir la oración que un chaval de los centros de vanguardia de la Juventud de Acción Católica acostumbraba a rezar durante nuestra guerra, y que fue encontrada en la cartera del teniente Ortiz de Zárate -porque él la copió y la rezaba también-, muerto en la campaña de Ifni:

    “¡Oh!, Dios, Señor de los que dominan; Guía suprema que tienes en tus manos las riendas de la vida y de la muerte, escucha:
    Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate y mi cuerpo no sienta el temblor del miedo. Haz que yo te sea en la guerra como no te lo fui en la paz.
    Haz que el silbido agudo de los proyectiles alegre mi corazón.
    Haz que la sed y el hambre, el cansancio y la fatiga, no lo sienta mi espíritu, aunque lo sienta en mi cuerpo y en mis huesos.
    Haz que mi alma, Señor, esté siempre tensa, pronta al sacrificio y al dolor. Que no rehuya, ni en la imaginación siquiera, el primer puesto en el combate, la guardia más dura en la trinchera, la misión más difícil en el avance. Pon destreza en mi mano para que mi tiro sea certero. Pon caridad en mi corazón para que mi tiro sea sin odio. Haz por fe que yo sea capaz de cumplir lo imposible. Que desee vivir y morir a un tiempo. Morir como tus santos apóstoles, como tus viejos profetas, para llegar a Ti. Vivir como tus abnegados misioneros, como tus antiguos cruzados, para luchar por Ti. Te pido, Señor, que mi cuerpo sepa sufrir con la sonrisa en los labios. ¡Como murieron tus mártires, Señor!

    Concédeme, ¡oh, Rey de las Victorias!, el perdón de mi soberbia. Quise ser el soldado más valiente de mi ejército, el español más amante de mi Patria. Perdona mi orgullo, Señor. Te lo ruego por mis horas en vela, el fusil y el oído atento a los ruidos de la noche. Te lo pido por mi guardia constante en el amanecer de cada día. Por mis jornadas de sed y de hambre, de fatigas y de dolor. Si lo alcanzo, ya mi sangre puede correr con júbilo por los campos de mi Patria, y mi alma puede subir tranquila a gozarte en el tiempo sin tiempo de la eternidad”.


    ¡General Capaz! ¡Teniente Ortiz de Zárate! Todavía hay españoles que sienten como vosotros sentíais, y que al invocar vuestros nombres, en posición militar, contestan con bravura: ¡presentes!

    B. P.



    Última edición por ALACRAN; 06/03/2024 a las 19:27
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Blas Piñar contra la “retrocesión” española de Ifni a Marruecos (1969)

    Blas Piñar insistía contra la pérdida de Ifni (y de las enormes mejoras españolas en un territorio virgen y desolado de tiempo inmemorial, regaladas a Marruecos).


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 118, 12-4-1969

    IFNI

    Por Blas Piñar

    Pronto (1969) se llevará al Pleno de las Cortes el “Tratado entre España y el Reino de Marruecos para la retrocesión de Ifni”.

    Quien firma este artículo tuvo el honor, como procurador en Cortes, de presentar una enmienda a la totalidad. El debate, por razones que no se escapan al lector, fue celebrado en secreto, y rechazada la enmienda con cuatro votos a favor, sin que se precisara el número de votos en contra.

    Con la proyectada cesión de Ifni se continúa nuestra política de abandono iniciada en África, al conceder la independencia a las dos antiguas provincias de Río Muni y Fernando Poo con el nombre de Guinea Ecuatorial. Los pronósticos, que en ocasión oportuna hicimos, se cumplieron con rapidez. Las consecuencias de una dirección equivocada las están padeciendo los miles de españoles, blancos o de color, que han sido víctimas de esa gran falsificación histórica que los buitres en acecho, a los que alguien aludía al aprobarse la independencia, han bautizado con el nombre de “descolonización”.

    La situación de Ifni no es idéntica a la de Guinea, pero la orientación es, sin duda, la misma. La provincia de Ifni, salvo la capital y una zona mínima de su contorno, está ocupada por el Ejército marroquí desde la “campaña” de finales de noviembre de 1957, mientras que en Guinea la soberanía española se ejercía de derecho y de hecho sobre la totalidad del territorio. En Guinea hubo un plebiscito, en el que los españoles de raza blanca no votaron, pero en el que, con todas las oscuridades y nebulosas que destacamos al comenzar el referéndum, votaron los hombres y mujeres de color, prescindiendo, según parece, de su verdadera nacionalidad. En Ifni no se ha consultado la voluntad de nadie ni se ha pedido la aquiescencia a los españoles, nativos o no, de aquella provincia.

    Pero, siendo las circunstancias de hecho diferentes, lo que ahora vuelve a plantearse es una nueva retirada española de África. El Gobierno asume la plena responsabilidad de esta conducta y trata de conseguir, como es lógico, el respaldo de las Cortes.

    El problema tiene muchos aspectos importantes: humanos, económicos, históricos y estratégicos. Pero el que priva sobre todos es el jurídico. ¿Hasta qué punto puede España, dentro del cuadro de nuestra Constitución (*), ceder la provincia de Ifni?

    El artículo 2º de la Ley Orgánica del Estado dice en su párrafo I que “la soberanía nacional es una e indivisible, sin que sea susceptible de delegación ni cesión”. El artículo 3º de la misma Ley establece que “son fines fundamentales del Estado: la defensa de la unidad…, entre las tierras de España; el mantenimiento de su integridad…, bajo la inspiración y la más estricta fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional…, que son, por su propia naturaleza, permanentes e inalterables”.

    Ahora bien, el punto IV de los Principios del Movimiento reza así: “La unidad entre los hombres y las tierras de España es intangible. La integridad de la Patria y su independencia son exigencias supremas de la Comunidad nacional”, subrayando el artículo 3º de la Ley de 17 de mayo de 1958, en términos bien categóricos, que “serán nulas las leyes y disposiciones de cualquier clase que vulneren o menoscaben los principios proclamados en la presente Ley fundamental del Reino”.

    Los problemas que hay que resolver a la vista de los preceptos citados son los siguientes: ¿tenía o no tenía España la soberanía sobre Ifni?; ¿son fungibles los términos soberanía e integridad de la Patria?

    Tratemos de examinar las dos cuestiones de forma sucinta. Que Ifni era territorio de soberanía española parece claro, no sólo por los antecedentes históricos que recogen con toda precisión los autores de “Reivindicaciones de España”, sino, por la afirmación rotunda que los mismos hacen de que Ifni es un “enclave de soberanía”.

    Esta tesis, que no tendría otro alcance que el de una interpretación privada, hecha por quienes ejercían en distintos campos una labor de magisterio cerca de la juventud española de la época en que se publicó el libro, quedó ratificada por la nota del Ministerio del Ejército en la que se hablaba de “los focos de anarquía y agitación próximos a nuestros territorios de soberanía” (“ABC” de 27 de noviembre de 1957), así como por el discurso que el ministro del ramo, don Antonio Barroso, pronunció en las Cortes el 21 de noviembre de 1957, en el que, dando cuenta de los incidentes provocados en Ifni y Sahara por el llamado Ejército de Liberación marroquí, decía: “La opinión pública nacional quedó estupefacta cuando, en los postreros días del pasado mes de noviembre, un comunicado de mi Ministerio hacia público el alevoso ataque contra un territorio de nuestra soberanía. Quiero dejar constancia de lo inatacable de la validez de los títulos y de la antigüedad de su adquisición. Los derechos de España sobre Ifni y Sahara han llevado a esta nación a dirigirlos y organizarlos como tales territorios españoles que son… Todo el mundo encontrará justo que, lo mismo que siempre reconocimos la soberanía y los derechos de Marruecos, defendamos ahora, aun con mayor celo, los de nuestras plazas y provincias africanas del sur. Como haríamos con las del norte si fuera preciso, pues se asientan todas ellas sobre bases jurídicas indiscutibles”. (B. O. de las Cortes, de 27-XIII-1957).

    Por su parte el hoy (1969) vicepresidente del Gobierno, y a la sazón ministro subsecretario de la Presidencia (D. Luis Carrero Blanco), en unas declaraciones a la prensa, después de su viaje por las provincias españolas de África, decía: “En primer término, me ha impresionado el sentimiento patriótico y el entusiasmo por el Caudillo, que, con absoluta unanimidad, había surgido en todas partes, lo mismo en los poblados más interiores del bosque del Río Muni que en las ciudades de las dos provincias de la región ecuatorial, en Sahara y en Ifni. Lo único que aterra a los nativos es la idea de que España les pueda abandonar. Me lo han expresado con toda claridad… Mi afirmación terminante de que España no les abandonará nunca, porque son nuestros hermanos y tan españoles como nosotros, les ha llenado de entusiasmo” (“La Vanguardia Española”, 28-X-62).

    No se olvide que desde comienzos de 1957, y tanto, pues en el mes de noviembre de dicho año como en octubre de 1962, no había variado la titularidad personal de la cartera de Asuntos Exteriores (sr. Castiella).

    La interpretación que podemos considerar como auténtica, por consiguiente, formulada por quienes ejercían funciones de Gobierno era la que consideraba a Ifni como territorio de soberanía.

    Pero si la soberanía no puede cederse (artículo 2-I, Ley Orgánica del Estado), el Tratado con Marruecos es nulo, ya que, confirmando aquella interpretación, el artículo primero de dicho Tratado dice que “España retrocede en plena soberanía el territorio de Ifni tal y como ha sido delimitado en los Tratados”.

    Se podrá argumentar que la Ley constitutiva de las Cortes ha previsto “la ratificación de Tratados o Convenios internacionales que afectan a la plena soberanía o a la integridad territorial española”. Pero este precepto carece de valor por dos razones: por oponerse al punto IV de la Ley de Principios, base de nuestro orden constitucional, sancionado con la disposición anulatoria de su artículo 3º, y ello en la medida en que el Tratado afecte a la “integridad de la Patria”; y por estar en contradicción con otro precepto el mismo rango, por lo menos, que la Ley de las Cortes; a saber, el artículo 2º de la Ley Orgánica del Estado, que proclama que “la soberanía nacional no es susceptible de cesión”.

    Por consiguiente, y aun admitiendo la posibilidad de distinguir entre integridad de la Patria y soberanía nacional, es decir, que haya plazas o territorios que siendo de soberanía no formen parte integrante de España (distinción peligrosa ante los casos de Ceuta y Melilla), nuestro país, dentro del orden constitucional vigente, no puede ceder la provincia de Ifni, ya que si forma parte de la integridad de la Patria, ésta es “intangible”, y si, aun no formando parte de ella, teníamos la soberanía sobre el territorio, tal soberanía no es “susceptible de cesión”.

    El artículo 14-I de la Ley Constitutiva de las Cortes no sería otra cosa que un precepto legal en fraude de ley, una disposición nula, por implicar un fraude en las mismas fuentes de nuestro Derecho político fundamental.

    Mas pudiera ocurrir que se llegara a demostrar que Ifni no forma parte de la integridad de la Patria ni es territorio sobre el cual España tiene soberanía. En tal caso, lo mejor sería reconocerlo así, proclamar con elegancia que las declaraciones formuladas hasta la fecha, a pesar de su rango, eran producto de la euforia del momento o de circunstancias históricas desaparecidas, y advertir a los españoles que de ahora en lo sucesivo sean más cautos al interpretar lo que se dice a ciertas escalas, por su valor perecedero y su necesario oportunismo. Será un modo de sembrar la indiferencia, pero también de impedir en su día la amarga desilusión que tanto enturbia la moral de los pueblos.

    Por otra parte, y a estas alturas de la política internacional española, en evitación de espejismos y para saber en un próximo futuro a qué atenernos, no estaría demás que se nos dijera donde comienza y donde termina la integridad de la Patria, sobre qué plazas y provincias, sin formar parte de aquélla, ejercemos la soberanía, y hasta dónde es posible, según esta dirección política, ceder soberanía sin merma de la integridad.

    Vuelvo a repetir mi dolorosa felicitación a la diplomacia marroquí por el éxito de un Tratado que, sin duda, será ratificado por las Cortes Españolas. El triunfo de la diplomacia de este país amigo ha sido completo, pues si se leen con atención los artículos del Convenio y del Protocolo anejo, resulta que el Reino de Marruecos nos indemniza tan sólo el importe de seis viviendas para funcionarios en Sidi-Ifni, con un total de 160 millones de pesetas, a pagar en moneda marroquí, que habrá de invertirse en aquella nación, y de los que podrá disponer la Embajada española en Rabat, a razón de una dieciochava parte por mes.

    El resto de las inversiones españolas en la totalidad de la provincia, de las realizadas para construir el campo de aviación, el difícil y costosísimo puerto, el teleférico, los edificios públicos (con las escasas excepciones de reserva dominical), las carreteras, los negocios y empresas particulares, etc., de eso ni se habla.

    Por 160 millones de pesetas, en dirhams de 1969, la operación no puede considerarse mala para el cesionario. ¡Enhorabuena, Marruecos!

    Blas PIÑAR


    (*) Entiéndase: Leyes Fundamentales, entonces vigentes.

    ,
    Última edición por ALACRAN; 22/05/2024 a las 13:03
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    Re: Blas Piñar contra la “retrocesión” española de Ifni a Marruecos (1969)

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    DEL MORABITO DE SIDI IFNI A UNA GRAN CIUDAD: “DE UNA NADA, ESPAÑA REGALA UN TODO”





    Monumento al Coronel Capaz en Ifni


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 119, 19-4-1969

    DEL MORABITO DE SIDI IFNI A UNA GRAN CIUDAD

    “DE UNA NADA, ESPAÑA REGALA UN TODO”

    El gran señor de Canarias

    Hace 493 años que el gran Señor de Canarias, D. Diego García de la Herrera, puso pie en aquel territorio agreste, inhóspito, salvaje. Concretamente en el año 1476, tan llevado y traído por historiadores, cronistas y periodistas contemporáneos.

    Los Reyes Católicos con su gran intuición política, vislumbraron la necesidad de tener una avanzada en territorio africano que salvaguardarse a las Islas Afortunadas de razias y asaltos procedentes de Berbería, y paralelamente, disponer de una base pesquera en aquellas aguas que forman parte del rico banco pesquero sahariano.

    Y allá se lanzó el caballero de la Herrera, fundando el fortín-factoría que bautizó con el nombre de Santa Cruz del Mar Pequeña, en lugar donde “no hay poblados ni gentes, y donde las tierras no son de persona alguna”.

    Pero he aquí, que el flujo y reflujo de la política hispana por un lado, y las apetencias internacionales nada dignas, por otros, dejan sin verdadera efectividad y sí como símbolo, la Cédula que la Reina Isabel concede en 1505 al Gobernador de Canarias “para atender a los asuntos de Berbería desde la Torre de Santa Cruz…”.

    Fue Suárez de Valenzuela, enviado de los Reyes Católicos, quien hizo esta tarea en un país que no era de nadie, y donde los escasos habitantes, nómadas en su mayoría, libres por excelencia en tierras sin límites definidos, firman en la alcazaba de Tagaós un tratado en que los nativos se reconocen de manera voluntaria (nadie les habló entonces de protección en vidas ni hacienda, ni del mejor vivir en sus míseras existencias), vasallos de la Corona de Castilla. Ellos, los “boamaranis”, jamás supieron del Sultán existente más allá de las montañas, ni de Marruecos (especie de palabreja sacada de la manga por el colonialismo francés) porque allí, a las orillas escarpadas del Atlántico en la zona en que residían, nunca llegó ni la magnanimidad dadivosa, ni la autoridad del “Mazjen”, que no había llegado en el siglo XV, ni ha llegado en el XX.

    Marruecos ha ignorado siempre a estas gentes, por la sencilla razón, que no convence, de lo apartado y costoso; aunque lo intentó en torpe maniobra en 1957, tiñendo de sangre una tierra donde jamás se derramó, al pretender por sorpresa ocupar Sidi Ifni por el llamado “yis” o Ejército de Liberación, “grupos incontrolados”, según Rabat, después del fracaso, pero sin convencer el argumento a nadie en el mundo y menos a los que vivimos aquellos amargos días tanto en el Sáhara como en Ifni. Pero “aquello” pasó. Hemos perdonado, pero no olvidado…

    El coronel Capaz, 1934

    Después de más de cuatro siglos y medio de forcejeos, de intrigas, de tratados, de mil zarandajas absurdas e inoperantes, donde por un lado la política colonial española se orienta hacia América, dejando al virgen y cercano continente africano; y, por otro, ya en los siglos XVIII, XIX y hasta el XX, la atrofia hispánica en cuanto a política se refiere, el juego de partidos parlamentarios en busca de lucro personal; falta de miras nacionales; covachuelismo anquilosado, burocracia centralizada; los gateadores hacia prebendas y canonjías, la subordinación a las logias; surge, vuelve a a surgir, la aletargada chispa de la inmortal España.

    Fue Francia la que aceleró la ocupación de lo que era nuestro desde hacía cientos de años. Francia, solapadamente, se opuso a que España prosperase en el continente negro. Francia siempre se encontró con gobiernos débiles dispuestos a la fácil cesión, a la entrega sin réplica de cuanto pretendió en materia africanista. De esto sabemos “algo”, más que “algo”, pero “agua pasada no mueve molino”, y sí es lo cierto que en aquella ocasión, la clara visión de un gran africanista (antes lo intentó el insuperable hombre del desierto, Teniente Coronel Bens en plena dictadura de Primo de Rivera) el que fue último adelantado de España, inmolado por las turbas republicano-comunistas, don Osvaldo Fernando de la Caridad Capaz y Montes, ¡el Coronel Capaz!, emprende la tarea de la ocupación de Ifni ante el inminente peligro de que nuestra vecina nación del otro lado de los Pirineos se adueñe del territorio. Capaz fue el último Gran Adelantado de España en el siglo XX.

    “Salam-Alicum” (Dios te guarde)

    La fama de Capaz ya había llegado a los nada sedentarios habitantes de aquella intrincada región del Anti-Atlas. La “jabara” (noticia) había corrido con la increíble celeridad que concurre en los hombres del Sáhara o entre las tribus selváticas. Ya se sabía que llegaba un “gran Askari” (un gran soldado)

    Desde la cumbre del Bu-Laalan (298 m.), a cuyos pies se tiende hoy la bella ciudad de Sidi Ifni, y desde los atalayones pétreos que defienden el país de la continua ofensiva del mar contra la tierra, los “boamaranis” de origen berebere de la región (nunca marroquíes, independientes por temperamento y voluntad entre unos breñales donde no impera más ley que la de la fuerza) otean el horizonte marino por donde el “hombre de Dios” ha de llegar. Y un día, el 6 de abril de 1934, se oye entre los riscos milenarios el monosílabo árabe de “¡Chuf, chuf!” (¡mira, mira!) que lanza los vigías al contemplar cómo entre la bruma del incipiente amanecer, dos barcos con bandera española se balancean a poca distancia de la costa. Son el cañonero “Dato”, el heroico “Dato” del convoy de la victoria en agosto de 1936, y el transporte militar “España, núm. 5”.

    Y hacia la playa se deslizan desde las alturas un puñado de nativos no muy superior al ciento- Y del carabo salta un hombre con uniforme militar seguido de otro y de un marinero. Son el Coronel Capaz, el Teniente Lorenzy su ayudante, y el Cabo señalero del “Dato”.

    “Salam alicum” (Dios te guarde), le dicen los que esperan. “Alicun salam” (que Él os guarde) contestan los que llegan…

    El primer paso para izar nuestra bandera está dado.

    “Sel la-bel-la uaggil” (cesta sin grano)

    “Chau-chaus” iniciales. Hidalga acogida entre sorbo de leche agria y bocado de cordero. Deliberación de la “Yemaa” (reunión de notables), la siempre original y sentenciosa “yemaa” con un senequismo inigualable apreciado por cuantos a ellas, pasados los años, hemos asistido tanto en Ifni con el desierto; y de la que sale un ¡SI! unánime hacia la causa de España. Y los colores nacionales se destacan jugueteando al beso de los “alisios” con la enseña en los pedregales solamente, en silencio, medio blanquea el morabito mal conservado, entonces, de Sidi-Ifni (Señor de Ifni).

    Todo ha sido sin lucha. Convenciendo en jornadas de paz…

    Y se empieza a escribir para que toda España y el mundo sepa de la buena nueva. Y al igual que lo hiciese el gran explorador ecuatorial, el insigne alavés D. Manuel de Iradier, de sus primeras impresiones sobre Guinea, y el Capitán de Ingenieros, Sr. Bonelli sobre el Sáhara, Eduardo Maldonado, que formó parte del equipo de toma de posesión de Ifni, escribe entre otras cosas curiosas en documentadas y justas apreciaciones:

    “Desolado aspecto tenía aquel nuevo retoño español. ¡Qué pobreza integral la de todo cuanto nos rodeaba!... Aquellos caballos que compramos al fiado, apenas podían aguantar el sostenido galope de un jinete robusto. Aquellos indígenas hambrientos, a los cuales un coruscante chusco de horno de campaña producía empacho… A los tres meses funcionaba con tal normalidad como si se tratase de unas “cabilas” del Norte. De Canarias comenzó a llegar de todo y a precios de ofensiva económica, porque el país era pobrísimo… Era nuestro, pero sin contenido económico. Como se dice en el país “SEL LA-BEL-LA UAGGIL” (que traducido puede decir: “un cesto, pero sin grano”). Pero ahí está nuestra obra…”

    Gran ciudad en pequeño territorio

    Estoy seguro que ni el propio Capaz llegaría a imaginarse donde alcanzaría la obra que iniciaba en aquel 6 de abril de 1934; porque de la nada, como dice Maldonado, ha surgido un todo.

    No cabe duda que fue después de nuestro Alzamiento, cuando tanto el Sáhara como Ifni tomaron rango de señorío y personalidad en esencia y potencia. Y no es menos cierto que la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas, de la Presidencia del Gobierno, dio efectividad a los proyectos planteados, impulsados sin regateos por el ilustre africanista, recién fallecido (1969), general Díaz de Villegas, y un equipo de hombres que, apartados a miles de kilómetros de la Península, han convertido en axioma lo que era un mito, porque Ifni es: “Una verdad evidente por sí misma, que no precisa demostración”.

    A los pies del Bu-laalan, en la franja costera más benigna, entre el pétreo acantilado se eleva el blanco caserío, largo, aprovechando el relativo llano terreno, chato en una acertada arquitectura que armoniza con las edificaciones del país, coronadas por amplias terrazas que recuerdan la necesidad de vivienda y defensa de los primitivos habitantes. Un conglomerado urbano que está enmarcado por las coordenadas geográficas 29° 20’ de latitud N. y 10° de Longitud O. (…)

    Su configuración orográfica es irregular, muy quebrada, eminentemente montañosa en las estribaciones del Anti Atlas, registrándose en los dos macizos montañosos que se orientan de N. a S., las elevaciones máximas de Yebel Mu Mesquidan con 1.250 m., y la del Yebel Tual con 1.200 m.

    La hidrografía podemos tenerla como inexistente pues los “uad” que cortan el pequeño territorio de E. a O. son torrentes sin caudal con lecho arenoso o pedregoso: el Uad Assaka y Uad Ifni.

    Sidi-Ifni es una modernísima ciudad, que puede competir con cualquiera de las que blasonan de “súper” en toda la costa occidental del continente negro, es decir, desde nuestra antigua Arcila en Marruecos, hasta la Ciudad de El Cabo, en la Unión Sudafricana.

    Lo que vamos a regalar, no a “restituir”

    Gran sorpresa me ha causado leer algunas informaciones en la prensa nacional, en las que se habla de “restituir” a Marruecos… ¡No!, ¡no!, restituir es “restablecer una cosa en su estado anterior”, y… ¿acaso lo volvemos a su primitivismo? Restituir es volver una cosa a quien la tenía antes”, y… ¿fue por ventura Marruecos la propietaria de ella? ¿DE MARRUECOS, LA CIUDAD DE SIDI IFNI…? Y con ella, algo a lo que nunca pudieron llegar.

    Desde el mirador sobre el Atlántico en el que me encuentro, en la parte posterior de la Misión Católica, bella, esbelta, dominando su truncado campanario a las edificaciones que componen la atractiva, acogedora y al mismo tiempo inmensa Plaza de España; paso revista “in mente”, en balance aproximado a lo que dejamos después de 35 años de constante inversión, vela y preocupaciones.

    Unos cuantos cientos de seres, famélicos y mal avenidos, componían la población primitiva (1934). Hoy (1969), Sidi Ifni cuenta con unos 16.000, de los cuales pueden ser hasta 10.000 europeos y el resto nativos.

    De unas casas, más parecidas a las “parideras” castellanas que a “refugio” de buenos creyentes, una media docena; hoy se levantan a un lado y otro del río, miles de ellas en condiciones de habitabilidad propia del siglo XX, pues en el núcleo urbano se habían construido y entregado, solamente en 1966, hasta 483, con un valor en pesetas de dieciocho millones.

    A la vela usada por el equipo de capaz en la noche, o al trapo impregnado de grasa del nativo, los reemplazó una central eléctrica con una producción de energía de 1.841.170 kv/h.

    Al cajón sanitario que portaba el Teniente “Tebit” (médico), le fue sucediendo paulatinamente una escalonada organización que ha llegado a un Hospital con 170 camas y un Dispensario Urbano, los cuales son atendidos por diez facultativos europeos, trece auxiliares europeos, doce africanos y dieciséis religiosas; más diez subalternos europeos y 45 africanos.

    Si recordamos a los escurridos lomos de los caballos que nos cuenta Maldonado, a los dromedarios escasos y de poca giba y al puñado de “cortipatas” cabras, grandes aficionadas a los correajes de cuero de los soldados expedicionarios a causa de la falta de pienso, veremos que el cambio sufrido desde 1934 hasta la fecha es “fabuloso”, ya que se cuentan con 18.000 cabras, 75.000 ovejas, 4.500 caballos (…).

    A la llegada de Capaz, sólo existía una “fábrica” de hacer adobes, es decir, las manos del nativo amasando paja estiércol y barro; esa era toda la industria. Hoy: frigoríficos, fábrica de mosaicos, de gaseosas, de lejía, de mantecados, varias sastrerías europeas más las nativas, fontanerías, horno de ladrillos, talleres mecánicos (…) y sobre agricultura no hay que hacer comentario, ya que hay cultivadas en el territorio 30.500 hectáreas donde se recolectan cebada, trigo y maíz.

    En el orden pedagógico, he aquí los resultados obtenidos: Enseñanza primaria con ocho escuelas, cuatro de niños y cuatro de niñas, donde se educan europeos y musulmanes sin discriminación alguna, servidas aquéllas por doce maestros y dieciocho maestras, más un profesor de religión islámica. Además existen dos colegios de religiosas, uno para chicos y otro para chicas a los que acuden, caso curioso, alumnos de religión islámica.

    Para la Segunda Enseñanza cuenta Ifni con un instituto con 24 profesores; y la escuela laboral “Carrero Blanco”. En difusión cultural se dispone de bibliotecas, dos cines-teatros, el semanario A. O. E. y la Emisora local. En el orden deportivo con dos campos de fútbol, dos de deportes y cuatro piscinas.

    Y por último, para no hacer interminable la exposición de la positiva labor de España en aquel pedregal, hago constar que tampoco olvidó la preparación religiosa de unos y otros. Los católicos disponen de dos parroquias y un santuario. Los indígenas musulmanes de ciento ochenta y ocho mezquitas.

    No quiero terminar esta numeración sin hacer voto para que los que van a recibir esta desinteresado ofrenda española conserven, pero de verdad, esa obra de ingeniería moderna que es el puerto aéreo, y el aeropuerto con rango de poder llegar a internacional…

    Me retiro del solitario lugar que he elegido, sobre el Atlántico, para hacer estas notas, mientras la chiquillería del próximo Colegio se desbanda como gorriones desenjaulados, entre risas y saltos, por los bien conservados jardines de la Plaza.

    ¿Qué dicen los residentes?...

    Nada. Estoicamente encajan el golpe. No hay gestos melodramáticos ni conversaciones que puedan empequeñecer el empaque y señorío de nuestra raza, pero en el fondo, no, no están conformes ninguno con la decisión gubernamental.

    En los medios oficiales se continúa trabajando con el ritmo metódico y efectivo de siempre, como si en no muy lejana fecha no fuese a entregarse, a donarse mejor dicho, esta pequeña gran joya. La serenidad impera en todos los medios. Nadie manifiesta exteriormente la amargura de un mañana que irremediablemente tiene que llegar.

    ¡YO SIGO SIENDO ESPAÑOL!
    (Un veterano “askari”)

    Enjuto, delgado, de mirada penetrante y rostro curtido. Hombre paralelo a nuestros campesinos de besana parda y surco recto. Hombre al que una muleta le sirve de pierna derecha, y un cortísimo muñón que cuelga de su hombro izquierdo señala el lugar donde existió un brazo. Es viejo amigo. No vive en Ifni, él es saharaui, pero ha venido a recibir y traer “jabara” a parientes y amigos que aquí tiene. Él es Caballero Mutilado de Guerra por la Patria Absoluto de nuestra guerra de Liberación luchando en el favor de Ifni-Sáhara. “Yo sabía que estabas aquí “sidi”. Yo no quería verte porque mi corazón llora de pena, y tú y yo siempre hemos hablado de Dios y de “la España”, allí, en el desierto. Mis “barientes” y amigos también tienen “bena”. Ellos se irán al Sáhara, y con ellos sus mujeres y sus hijos; y muchos, muchos más. “Porque ellos no quieren “babela” (papela, documentación) que no sea de la “Esbaña”. Si “Mulana” (Dios) lo ordena, “missiano” (bueno). Pero ellos, todos, y yo somos “siembre” de la “Esbaña” del Dios Grande”.

    No sé replicarle. Con un abrazo y la mano al pecho me despido de este español que sin volver la cabeza hacia donde me he quedado, pasea orgulloso su maltrecho cuerpo con la mirada en la bandera por la que luchó, y que ondea en las almenas más altas del palacio del Gobierno.

    Un veterano militar, amigo de muchos años, me despide en el aeropuerto. Juntos hicimos las operaciones en el Sáhara. Juntos estábamos el día que se entregó Cabo Juby, Villa Bens o Tarfaya. Un simple apretón de manos es suficiente. Huelgan las palabras, solamente oigo, mientras desciendo la escalinata que conduce hasta la pista, este ligero comentario: “Sé que volverás”.

    Desde el avión, contemplo por última vez a Sidi Ifni. En la vertiente occidental del Bu Laalan, destaca el imponente emblema de la Legión tendido entre la enana vegetación, obra de los hombres de la heroica 13ª Bandera. A la derecha, el acuartelamiento de los bravos de Tiradores. Bajo nosotros, la playa donde un 6 de abril de 1934, el último Adelantado de España fue saludado cordialmente con un “salam alicum”.

    Tras el timón de cola va quedando el caserío, que desde la altura asemeja a una inmensa cortijada andaluza. Allá queda, para quien quiera ver, saber y entender, el regalo que España hace a Marruecos. Lo único que en cambio pedimos es: ¡QUE SEPA CONSERVARLO!

    Abril 1968
    HABARA


    Última edición por ALACRAN; 28/05/2024 a las 14:04
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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