Comienzo este hilo con el discurso del diputado a Cortes y director del diario tradicionalista El Siglo Futuro, D. Manuel Senante, que me he tomado la molestia de transcribir del ejemplar correspondiente de dicho diario en el que aparece, ya que debió agradar al bisabuelo de mi abuelo, el cual participó en una suscripción de dicho diario para felicitar al Sr. Senante con el obsequio de una pluma de oro con motivo del éxito alcanzado por su discurso.
22 de Septiembre de 1908
DISCURSO DEL SR. SENANTE
en la Asamblea de la Buena Prensa (1)
Al aparecer el Sr. Senante en el estrado para besar el anillo pastoral del Prelado, fue saludado con una estruendosa ovación que se prolongó hasta que el orador llegó a la tribuna.
Repetida la ovación, comenzó –una vez hecho el silencio– el Sr. Senante su discurso con las siguientes palabras:
Muy pocas veces he sentido al comenzar á hablar la confusión que en estos momentos me embarga; porque dirigir la palabra á un auditorio como el que me escucha y después de haber ocupado la tribuna un orador tan elocuente y de tanta autoridad como el señor Magistral de Sevilla, que ha conmovido las fibras de nuestros corazones y ha arrebatado el asentimiento de nuestras mentes, es un atrevimiento que forzosamente ha de confundirme y causarme miedo.
Y estos sentimientos míos se realzan al ver que un humilde periodista va á hablar ante aquellos que son los jueces de Israel, los maestros de la doctrina, nuestros venerables Prelados, ante tantos beneméritos sacerdotes que son verdaderas autoridades en la doctrina de la Iglesia y ante tantos varones cultísimos, fervientes luchadores, cualquiera de los cuales de más méritos y condiciones goza que el que ha subido á dirigiros la palabra.
Esto rebasa ya el límite del atrevimiento.
Pero cuando estas ideas brotaban de mi mente, nacieron entre ellas algunas consideraciones que son las que mueven mis labios.
Aquí –decíame en primer término– nos congregamos todos con el deseo vivo no sólo de procurar la gloria de Dios sino la mayor gloria que á Dios pueda darse, y por eso espero que no han de faltarme las luces del cielo por intercesión de la Madre cariñosa la Santísima Virgen del Pilar.
Otra de las cosas que da á mis labios y á mi corazón confianza es –y tal vez esto no es necesario que lo diga– que todas mis palabras sólo en lecciones de la Iglesia, en afirmaciones de los Prelados estarán fundadas; y cuantos pensamientos exponga y cuantas otras hiciere, todo lo someto con la mayor obediencia al juicio de la Iglesia, del cual no quiero jamás apartarme, pues el germen mayor del liberalismo es la rebeldía á los Prelados, ante quienes nosotros á fuer de católicos nos sometemos.
(Grandes aplausos)
Vengo como director de un periódico que es antiliberal; y no he de perder de vista que el germen interno del liberalismo es el rebelarse contra todo acatamiento de autoridad.
Esta autoridad es la que reside en la Iglesia, en el representante de Cristo en la tierra, en los Prelados en santa comunión con el Pontífice, cabeza visible de la Iglesia, y á ella someto cuanto digo, cuanto pienso, cuanto aspiro.
Y, por último, es la tercera consideración, de las tres á que antes me refería y dan tranquilidad á mi espíritu, el pensar que aquí estoy por obediencia, no por mis merecimientos, que no tengo ninguno. Tráeme aquí la circunstancia de ser director de un periódico que sólo y ante todo es católico, y que antes de dejar de serlo dejaría de existir y al que tampoco mis merecimientos me llevaron, porque no hay merecimiento bastante para suceder á aquel varón ilustre, á aquel gran periodista, á aquel insigne confesor de Cristo, como dijo el Prelado de Tortosa, aquel ornamento de la patria y benemérito de la religión, don Ramón Nocedal, que lo dirigió hasta su muerte. (Ovación)
Aquí me trajo la obediencia. Y en verdad que una vez aquí, y cuando ya hechas estas consideraciones, se anublaban un poco mis zozobras, después de oír el admirable discurso del Magistral de Sevilla, aumentaron en extremo. ¿Queréis saber las razones?
Pues es que cuanto iba á deciros, cuanto iba á exponeros, lo expuso ya, y mucho mejor dicho que yo pudiera hacerlo, el señor Roca y Pensá, y me veo obligado á entrar con la hoz en un campo ya segado, y en el que recogió los ricos frutos persona tan autorizada como ésta.
Pero las verdades hay que repetirlas. Estamos convencidos todos de estas, pero hay que afianzar este convencimiento para dar más fuerza a la voluntad y que obre con asentimiento de la razón. Estamos cansados de ver centenares y millares de católicos que están sometidos del todo á los juicios y á la autoridad de la Iglesia, pero que en cuanto llegan á aplicación de aquellos á las cuestiones que estamos ventilando no llegan á convencerles las razones, como ha indicado galanamente el Magistral de Sevilla.
Hay, pues, que insistir sobre esto y repetirlo con alguna variación, como será la de que antes lo habéis oído muy bien dicho y ahora muy mal.
Ante todo yo dirijo mis felicitaciones, mis plácemes á la Junta organizadora de la Asamblea de la Buena Prensa, no sólo por convocarla, sino también por la ocasión en que lo ha hecho, como ya se indicó en el Mensaje enviado á Su Santidad, para celebrar el primer Centenario de aquella epopeya que tenéis como solo gloria de Zaragoza, pero que nosotros los de fuera incluimos en las glorias nacionales y la creemos también propia.
Porque para celebrar las hazañas de aquellos héroes que vertieron su sangre por evitar la invasión no sólo de los ejércitos de Napoleón, sino de las nefandas ideas que con ellos vinieron, y que aquí por desgracia se quedaron, después de vencidos los invasores, sólo es á propósito esta reunión de todos aquellos que no nos asociamos con los que mantienen las modas, las ideas, el espíritu de los enemigos.
Aquí donde están deslindados los campos, aquí en que sólo nos reunimos los españoles amantes de las ideas tradicionales, las de aquellos héroes cuyas lides y hazañas gloriosas estaban coronadas por la Cruz, sólo aquí podremos nosotros inflamarnos en el ejemplo de los mártires de la religión y de la patria y disponernos á luchar las batallas incruentas sí, de la pluma pero que muchas veces, son sangrientas para la honra, para la paz y la tranquilidad, que todo esto debemos sacrificar á Dios con gusto, si Dios nos exige este sacrificio.
Celebramos la Asamblea de la Buena Prensa, cuyo objeto, esto claro está, es el protegerla y propagarla. ¿Para qué necesitamos la discusión sobre los medios de propaganda? Solo porque existe la prensa mala, pues si pudiéramos llegar á la desaparición de esa prensa, que sería el ideal; porque el origen de esto fue malo y liberal, no necesitaríamos de más medios de lucha para aquellos que en días gloriosos para la Iglesia la difundían y la ensalzaban. Esto es claro como la luz del sol. La prensa ha sido la calamidad, la plaga, el azote que solo del infierno pudo salir para asolar la tierra, para flagelar á la Iglesia».
Se extendió luego el orador en una explicación sobre el origen de la prensa, que no fue para ser heraldo de Cristo, sino de Satanás. Apareció como una arma de combate, como un medio de propaganda del liberalismo. Por eso la prensa ha producido efectos desastrosos en el orden individual, en el social y en la familia, titulándose protectora única de las ciencias y de las artes, cuyo monopolio ostenta, y produciendo el agotamiento de la razón, de aquella razón que se rebeló contra las enseñanzas de la Iglesia y ahora es esclava del periódico, pues no piensa, ni juzga, ni entiende, ni cree más lo que el rotativo dice y que es para ello artículo de fe invulnerable.
Analizó la influencia de la mala prensa en la política de gobierno y en la política religiosa y los males que produce por haber asentado el principio de autoridad en el pueblo y sojuzgado á la Iglesia proclamando la supremacía del poder civil.
Y siguió diciendo en su análisis del liberalismo y de su prensa.
Así como el liberalismo que es uno en esencia, tiene ramas y grados distintos, así es l prensa que le sirve de oráculo y apoyo.
No hay periódico malo si no es liberal; allí donde veáis mal de cualquiera grado que sea, allí hay prensa liberal. Y así como el liberalismo no emplea por lo regular los medios de los radicales para atacar á Dios, á la Religión, al culto afirmando la autoridad en la guerra y persiguiendo á la Iglesia con saña, porque sabe que estas violencias acabarían con él, así también su prensa.
El temperamento moderado es el medio, es la esencia del liberalismo. Si el liberalismo presentara los errores como tales, desnudos, escuetos, no obtendría éxito, nadie los acogería porque el error no es admitido por lo que tiene de contrario á la verdad, algo por las apariencias de verdad que tiene. El liberalismo moderado es el peor liberalismo; el más genuino sabe envolver, diluir, ocultar con apariencias de verdad el error que corroe sus entrañas, que constituye su esencia.
La obra verdad del liberalismo es como la realizó la serpiente en el Paraíso. Allí seduce á nuestros primeros padres, allí preséntales para conseguirlo el error en forma de verdad: seréis como Dios, les dice, y en efecto, así es. El hombre será como Dios; pero siendo esclavo, súbdito fiel suyo y el liberalismo lo hace revelándolo, poniéndolo sobre Dios, de lo que resulta que el primer liberal del mundo fue Lucifer, los de ahora no son más que imitadores, pero obran igual siempre, lo mismo que su prensa.
Este liberalismo, estos periódicos liberales son de la peor especie, los más vitandos porque disimulan, no atacan de frente y van asentando en el alma española los principios que acabarán con la fe y acabarán con la misma España. Y claro está como decía el Magistral de Sevilla que se deduce de esto que todo periódico liberal es un mal y que aquél que es afecto, comenta, tolera y disimula ese liberalismo va en contra la Cruzada de la Buena Prensa. ¿Qué concepto os merecía aquel hijo sumiso de la Iglesia que no fuera contra aquel que le asesta puñaladas en el corazón?
Continuó censurando á aquellos periódicos que hacen equívocas campañas, y publican anuncios reprobables, y añadió que esos periódicos hay que ponerlos al otro lado del abismo señalado por el Magistral de Sevilla. Los liberales hacen siempre política contra la Iglesia.
Entró de lleno en el estudio de la acción de la prensa católica, después de dejar afirmado que en la Asamblea no hay partidos de ninguna clase y sí sólo el gran partido de Dios.
La prensa política combate allí donde la Iglesia necesita defensa y trabaja sin descanso para poner la Iglesia encima de los tronos y de las sociedades. En este sentido, sin cercenar ningún mérito á la prensa piadosa y puramente religiosa, puede decirse que la política es la vanguardia, la que ocupa el sitio de más peligro para elevar la autoridad de Cristo sobre las almas, sobre las naciones, sobre las sociedades, sobre los reyes, sobre todo.
Examinó la acción de los periódicos independientes y neutrales. Proclamó la necesidad activa de la acción política enérgica para acabar con las causas que sostienen la mala prensa. Por mucho que se cercenen los lectores de ésta, si no se la mata del todo, el cáncer seguirá arrebatando las almas.
No valen ya los paliativos. Precisa segar de raíz el árbol del mal, derribando el tronco en cuyas ramas cuelgan las malas hojas de prensa impía. Esta es la acción de los católicos: acabar con las fuentes de perdición, una de las cuales es la libertad de imprenta.
Habló con elocuencia de las fatigas de los periodistas católicos.
Desde joven está batallando en los periódicos. El camino es árido y la cruz pesada. El cáliz de la amargura rebosa muchas veces en los labios del periodista. ¡Con cuánta emoción se escuchaba la elocuente palabra del Obispo de Jaca, cuando hablaba de cuán poco se aprecia la labor del periodista!
Alentarlos –dice–, por lo menos rogando por ellos. Pedir en vuestras oraciones que nos aliente Dios para que perseveremos, para que no volvamos el rostro en la pelea, para que derramemos nuestra sangre, si es preciso. Mientras, derramemos mucho sudor y gastemos muchas energías al servicio de Dios.
No pongáis obstáculo á la prensa militante. El problema de la Buena Prensa es como decía el ilustrado cuanto modesto Meseguer, compañero del gran Clavarana, «de poco reglamento y de mucho sacrificio».
Sacrificios de comodidades de dinero y del propio parecer, que es lo que más cuesta, pero también lo más grato al Señor.
No dificultéis la acción católica política, no le quitéis medios, aumentadla, robustecerla, que la prensa política es hoy la mejor arma que se esgrima, puesto que de la política se arroja á Cristo.
De todo lo cual se deduce que, siendo laudabilísimos cuantos esfuerzos se hagan para neutralizar la perniciosa influencia de la mala prensa, no se conseguirá el completo remedio de este mal mientras no se destruya su raíz, que es la libertad de imprenta, una de las libertades de perdición proclamadas por el liberalismo. De aquí la necesidad de la prensa católica política y de una enérgica acción político-católica, en el sentido general de la palabra.
Terminó agradeciendo la atención con que habían escuchado, y dirigió sus últimas palabras á la Virgen del Pilar, Patrona de Aragón y Reina de España, á cuya sombra se reúnen los católicos para tomar parte en la cruzada contra los enemigos de la fe y de España, siguiendo el ejemplo de los héroes de antaño.
Pidió á la Virgen que sean eficaces los acuerdos de la Asamblea, á la que debe bendecir desde lo alto, mientras los periodistas católicos con espíritu de humildad y perseverancia y sometidos siempre á la autoridad de los Prelados, trabajan «por la mayor gloria de Dios», como decía el Santo Patrón del gran solar vasco y del distrito que tengo la honra inmerecida de representar.
El Sr. Senante fue ovacionado al terminar muchos de los párrafos de su discurso, y al salir á la calle fue recibido con grandes aplausos y aclamaciones por la multitud estacionada en los alrededores.
(1) Advertencia importante. Estas notas del discurso de nuestro director están tomadas al óido, y por ello no podemos responder de su rigurosa exactitud.
Marcadores