Re: Sandinismo, Marxismo, Comunismo, Socialismo, Izquierdismo, etc. y la Hispanidad.
LIBERTAD RELIGIOSA - LIBERTAD RELIGIOSA EN EL SILO XX
Los mártires de la Guerra Civil Española
Escrito por Pedro María Reyes Vizcaíno
Durante la Guerra Civil Española, hubo una persecución contra los católicos en la retaguardia de la zona leal a la II República. En ella murieron unas 10.000 personas por su fe. Quedaron destrozadas además unas 20.000 iglesias. Se considera una de las persecuciones más encarnizadas de la historia universal.
La República Española fue acogida con alegría y esperanza por mucha gente, también por bastantes católicos. Sin embargo, hubo una persecución religiosa durante los cinco años de este régimen.
La persecución religiosa durante la guerra civil
Durante la Guerra Civil hubo en España represión en la retaguardia de ambos bandos; en el caso de la zona republicana, los católicos fueron identificados con la población desafecta. Desde el 18 de julio de 1936 (fecha alzamiento militar de los sublevados) hubo un estallido revolucionario en la zona republicana. La Iglesia Católica se convirtió en esa zona en uno de los enemigos a los que había que eliminar. Así, Andrés Nin, dirigente del partido revolucionario POUM, proclamaba en un mitin llevado a cabo el 8 de agosto de 1936 que habían resuelto la cuestión religiosa:
Nosotros lo hemos resuelto totalmente yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto.
Prácticamente desde el mismo 18 de julio de 1936 el culto católico debió suspenderse y los ciudadanos católicos hubieron de pasar a la clandestinidad. Entre ellos, era más precaria la situación de los eclesiásticos (obispos, sacerdotes y religiosos). Muchos de ellos iniciaron una huída de refugio en refugio, con gran riesgo de sus vidas y de las personas que les acogían. Había que ser muy valiente para acoger en casa a un sacerdote o a una monja y no todos se prestaban a ello.
La persecución no fue homogénea ni en el tiempo ni en el espacio en la retaguardia republicana. La mayoría de los martirios se produjeron en 1936 y primeros meses de 1937. Especialmente trágico fue el verano de 1936. Según Gabriel Jackson, "los primeros tres meses de la guerra fueron el período de máximo terror en la zona republicana. Las pasiones republicanas estaban en su cenit. Los sacerdotes fueron las principales víctimas del gangsterismo puro" (1).El secretario general de la sección española de la III Internacional y líder del Partido Comunista de Españal, José Díaz, afirmaba en Valencia el 5 de marzo de 1937: "En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada". La publicación catalana L 'Esquella de la Torratxa, en julio de 1937 proclamaba: «¡Ya vivimos tranquilos! Porque hemos matado a todos los curas, a todos los que parecían curas, y a todos aquellos que nos parecían curas». (10).
La Carta colectiva de los Obispos españoles de 1 de julio de 1937
El 1º de julio de 1937 los Obispos españoles que vivían en zonas libres de la persecución consideran conveniente escribir una carta colectiva a los episcopados el mundo entero. En ella explican lo sucedido en España hasta el momento, haciendo hincapié en la persecución que estaba teniendo lugar en España (11). En esta carta los Obispos se declaran partidarios del «movimiento nacional», que es el nombre con el que entonces se conocía a los alzados con el general Franco (12).
Esta carta se debe entender en sus circunstancias. En el momento en que se escribe se había producido la muerte de 80 por ciento de las víctimas de la persecución (es decir, unas 8.000 personas) y la destrucción prácticamente del 100 por ciento del patrimonio eclesiástico en zona republicana, mientras que en la zona bajo control de los alzados la Iglesia Católica tenía casi total libertad. Quien se extrañe de que la Iglesia se declare partidaria del triunfo de las tropas de Franco demuestra una gran ingenuidad. Nadie desea que triunfe quien te persigue hasta la exterminación total. No fueron los Obispos los que apoyaron a Franco en la guerra civil, fue la República quien arrojó a los Obispos a la causa de Franco por simples razones de supervivencia.
Así lo declaran los Obispos en la misma Carta: afirman que «a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella» la Iglesia no podía ser indiferente por «el sentido de conservación». La Iglesia no quiere comprometerse incondicionalmente con el régimen que se instaure, ni apoya sus excesos: «la Iglesia, con ello, no ha querido hacerse solidaria de conductas, tendencias o intenciones que, en el presente o en el porvenir, pudiesen desnaturalizar la noble fisonomía del movimiento nacional, en su origen, manifestaciones o fines» (13).
Hay autores que explican la persecución religiosa por el carácter revolucionario de los acontecimientos en la retaguardia republicana durante 1936. De hecho casi todos los investigadores aceptan que en el lado republicano la calle estaba dominada por los revolucionarios hasta 1937. Los gobiernos de la República a partir del 18 de julio de 1936 nunca se formaron como fruto de acuerdos entre fuerzas parlamentarias, sino a resultas de quién dominaba la calle en cada momento. Solo hasta principios de 1937 el gobierno logró contener algo a las fuerzas revolucionarias, pero los gobiernos que se formaron no lo fueron como resultado de una vida parlamentaria ordinaria. De hecho, es admitido que en el seno del bando republicano estallaron varias "guerras civiles" internas. Estos autores no advierten la contradicción que supone aceptar que se estaba produciendo una revolución en el bando republicano, y criticar a la Iglesia por apoyar al gobierno del general Franco en la Carta colectiva del 1º de julio de 1937. Si los alzados el 18 de julio de 1936 no tenían la legitimidad de las urnas, tampoco la tenían los gobiernos del bando republicano. De hecho -como ya se ha señalado- en la retaguardia republicana nunca hubo libertad religiosa y hubo mártires durante toda la guerra civil. Los gobiernos republicanos de la época más "tranquila" tampoco garantizaron la libertad religiosa.
Beatificaciones y canonizaciones
Una vez acabada la Guerra Civil se localizaron los restos de los mártires, y fueron exhumados y trasladados con gran recogimiento y solemnidad desde el lugar donde se encontraban a sus lugares de entierro definitivo. Además, se recogieron en todas las diócesis testimonios de los asesinatos y se iniciaron algunos procesos de beatificación. En la fase romana de estos procesos, sin embargo, fueron paralizados. Tanto Pío XII como Juan XXIII y Pablo VI prefirieron dilatar la apertura de beatificaciones para no abrir heridas aún no cicatrizadas en España. Bajo Juan Pablo II se consideró que ya había pasado tiempo suficiente. La primera beatificación fue la de las mártires carmelitas de Guadalajara, muertas el 24 de julio de 1936, que realizó Juan Pablo II en Roma el 29 de marzo de 1987. Hasta el momento se han realizado 10 ceremonias de beatificación, que incluyen a 471 mártires, de los que 4 son obispos, 43 sacerdotes seculares, 379 son religiosos, y 45 laicos.
También ha habido varias ceremonias de canonización, las de los nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón muertos en 1934, otro religioso de la misma orden asesinado en Tarragona en febrero de 1937, y Pedro Poveda Castroverde, fundador de la Institución Teresiana, asesinado en Madrid el 28 de julio de 1936. Esta última canonización fue en la Plaza de Colón de Madrid (junto con tros cuatro nuevos santos) por Juan Pablo II. Asistieron más de 1,5 millones de personas.
El 28 de octubre de 2007 fueron beatificados 498 mártires en la plaza de San Pedro en el Vaticano ante una multitud de peregrinos. Ha sido la ceremonia con mayor número de beatificados de la historia.
La Congregación para las Causas de los Santos (órgano de la Santa Sede) lleva diez años trabajando estas causas de mártires. Además, sus procesos de beatificación se iniciaron bastantes años antes (muchos en la década de 1950), y se recogieron testimonios en la mayoría de los casos en los años inmediatos al fin de la guerra. Si se tienen en cuenta estos datos es difícil mantener la tesis de que esta beatificación masiva es la respuesta de la Iglesia Católica a la Ley de Memoria Histórica (14). Basta considerar que esta Ley comenzó a tramitarse varios años después de que hubiera comenzado el último de los procesos que ahora han culminado en la beatificación.
Críticas a las beatificaciones de mártires de la guerra
Se han formulado críticas a las beatificaciones y canonizaciones de mártires de la guerra civil. Como resumen de ellas, se puede citar la que pronuncia un hispanista como Ian Gibson, que afirma que la Iglesia debe pedir perdón por sus acciones, a raíz de la negativa de Monseñor Rouco Varela, que abrió el proceso de beatificación de varios de los mártires de la Guerra Civil, de pedir perdón por la guerra civil:
Yo lamento los asesinatos de los curas, porque estoy contra la pena de muerte, pero la Iglesia fue la que sembró la semilla del odio y la violencia. Tienen la obligación de pedir perdón y no son capaces. Son menos humildes que su propio jefe, el Papa; son cobardes y traicionan el mensaje de Cristo (15).
Estas críticas se deben enmarcar en la tesis de una Segunda República Española como gobierno de plenas libertades y plenamente democrático, agredido por la reacción de derechas el 18 de Julio de 1936. La Iglesia sería, en este caso particular, un cómplice de ese asalto a la democracia destruida, y por lo tanto parte responsable y criminal del inicio de la Guerra Civil.
Sin embargo, no hay constancia alguna de que los religiosos se dedicasen a sembrar odio y violencia (nadie ha aportado hasta ahora apoyo documental alguno), sino que más bien fue el odio sembrado contra la Iglesia durante el período 1931-1936 el que alentó a las masas durante el estallido violento de 1936-1939. Ello por no hablar de la complicidad del gobierno o de los partidos que lo apoyaban al menos por omisión en estos lamentables hechos.
Los representantes de la Iglesia indican que con las beatificaciones la Iglesia busca fomentar el espíritu de reconciliación (16). En el Mensaje Vosotros sois la luz del mundo sobre la beatificación de 498 mártires, aprobado por la Conferencia Episcopal de España, se afirma que «los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación» (17).
Se ha acusado a la Iglesia de fomentar actitudes nostálgicas respecto al régimen del general Franco. Algunos añaden que la Iglesia es la única institución que todavía hace homenajes a los caídos del bando franquista. Como ya se ha visto, los católicos eran perseguidos por ser católicos y los sacerdotes y obispos tuvieron exquisito cuidado en no intervenir el asuntos políticos. No cayeron por apoyar el bando franquista, sino por ir a Misa o rezar el Rosario. Esta afirmación es válida en general, pero no se debe olvidar que la inmensa mayoría murió a los pocos días o semanas de iniciarse la guerra. No es fácil decir que quienes se debieron esconder el 18 ó 19 de julio de 1936, y murieron antes de finalizar ese mes, apoyaron al bando franquista. Quienes hacen estas afirmaciones no aportan ningún dato (una declaración de alguno de ellos, una homilía, una carta pastoral o alguna otra prueba) de que los mártires hubieran apoyado a Franco alguna vez.
Rendir homenaje a los mártires no es apoyar el régimen del general Franco, y menos aún sus excesos o la represión de retaguardia o la que hubo después de la guerra civil. Algunos partidos políticos y ayuntamientos actuales rinden homenaje a los caídos del bando republicano, y eso no implica que apoyen con ello la persecución de curas y monjas y demás excesos republicanos. No es mucho pedir que traten igual a la Iglesia Católica y a los mártires de la guerra civil. Rendir homenaje a los mártires de la guerra civil es rendir homenajes a unos hombres y mujeres sencillos que se convirtieron en héroes porque defendieron sus creencias y su derecho a la libertad religiosa con sus vidas.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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