Habrá que regresar al género epistolar y a esa maravillosa espera de echar la carta en el buzón y esperar una semana la respuesta. Y para evitar la tentación de que alguien quisiera abrir el sobre con el viejo truco del vapor, dibujar dos líneas cruzadas en el cierre de la solapa. ¡Qué buenos tiempos aquellos en los que aún no existían los güasaps y los imails esos...
Al menos entonces, para espiarnos, la policía y los servicios secretos necesitaban todo un tropel casi infinito de gente concienzuda contratada a tal efecto y mucho tiempo... De este modo hasta se crearía empleo, como ocurría en la extinta Alemania del este, en donde casi todo el mundo tenía su propio espía particular e intransferible. ¡Qué tiempos aquellos!.
Pero hoy ya todo lo han puesto en manos de las nuevas tecnologías. Así que si queréis dormir tranquilos: ¡¡Dejad de usar vuestros güasaps esos y asunto concluído!! (de todos modos, los teléfonos de algunas personas importantes siempre los han pinchado, con orden judicial o sin ella; y por los que escribimos aquí, que nadie se preocupe, estoy seguro de que hace tiempo que no les interesamos. Sabrán de nosotros hasta la marca de calzones que usamos cada uno).
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Por cierto, un fraternal saludo al espía becario, de cuarta o quinta categoría bis, que me estará leyendo. Triste destino el tuyo que te ponen a espiar a un tipo tan insignificante como yo. ¡Hay que ver lo que tenéis que hacer algunos para llevar a casa unas pocas perras con las que pagar la hipoteca!. (a ver si quedamos un día y nos echamos unas manitas de mus; si le quedan algún día un par de agentes libres, envíeme una patrulla a casa. Ya sabe usted dónde vivo... Un abrazo)
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