El federalismo, culminación del principio de subsidiariedad





Algunos españoles decididos a no cumplir con su deber de cortar por lo sano el independentismo de Cataluña y a la vez a quedar bien con todos, proponen como salida para apaciguar a los independentistas una trampa que es maquillarles de legalidad mediante una reforma de la Constitución apóstata vigente haciéndola soporte de una España federal. Los patriotas que se dan cuenta de esa trampa, arremeten contra ella y a favor de la unidad de España, pero a veces (SP’ 1-X-2014, pág. 13) de manera frívola, ignorante y caricaturesca.
Los tales patriotas incluyen en sus réplicas ataques generalizados al federalismo, sin distinguir entre el federalismo de los Reyes Católicos, y las bandas de ladrones que hoy están desacreditando a algunas autonomías. También fueron federales las Monarquías de los Austrias y las de los primeros Borbones. Y así con ellas alcanzó España sus mayores cotas de grandeza y de sabiduría política. El federalismo es la culminación del principio de subsidiariedad, que es a su vez uno de los pilares de la Doctrina Social de la Iglesia, que obliga en conciencia a los católicos. Por otra parte es uno de los fundamentos del pensamiento político tradicionalista y de otros españoles. El régimen opuesto, el Estado unitario y centralista, se aleja del principio de subsidiariedad y se acerca al totalitarismo, que siempre ha sido mirado con recelo por la Iglesia. Terminada la Cruzada de 1936, un personajillo que, disimulando sus antecedentes políticos variopintos, se había situado en la cresta de la ola del Partido en el poder, llamado Ernesto Giménez Caballero, escribió un artículo que empezaba cantando las glorias de Navarra en el Alzamiento del 18 de Julio de 1936 y terminaba sugiriendo que, para coronar tanta grandeza, Navarra debería renunciar a sus fueros y entrar voluntariamente en el régimen administrativo común de las demás provincias hermanas españolas. El disgusto y el revuelo que produjo en Navarra aquel artículo fue tremendo, agravado por la sospecha de que el verdadero autor era…, y el artículo un tanteo a ver qué pasaba. Don Tomás Domínguez Arévalo, entonces Conde de Rodezno, el Conde de Rodezno por antonomasia, replicó al camarada Giménez, o a quien fuera el autor, con un extenso artículo diciendo que Navarra defendería sus fueros por encima de todo y que además el artículo tenía la incongruencia de formularse bajo el símbolo del yugo y las flechas, que estaba omnipresente, y era la divisa de los Reyes Católicos, que eran federalistas. Rodezno, que era un hombre independiente, escribió aquel artículo saltándose la norma absolutista de consultar con Franco. Los agentes de éste dijeron que había pedido el artículo y que lo tenía sobre la mesa. No le dijo nada a Rodezno. Sólo se supo que el asunto se enfrió misteriosamente y que poco después Franco nombró Embajador de España en Paraguay a Giménez Caballero.
Manuel de SANTA CRUZ
(Siempre p’alante, núm. 728, 16 noviembre 2014)

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