Aunque no todos, la mayor parte de los problemas de los Institutos de secundaria llegaron con la implantación de la LOGSE aunque los primeros responsables del deterioro de la enseñanza fueron los "progresistas" anteriores que con ideas equivocadas sobre lo que significaba ser un "profesor liberal" tuvieron miedo a ejercer la autoridad, cultivaron la indisciplina, confundieron comprensión con blandenguería, la tolerancia con la dejadez.
Desafortunadamente España no es el único país que ha cometido disparates en el proceso "democratizador" de su sistema de enseñanza.
Francia sufre graves destrozos en su sistema de enseñanza pública porque en los '70 unos "totalitarios virtuosos" decidieron cargarse dos principios, para ellos inaceptables: la instrucción y la disciplina.
Cierto que se ha logrado plena escolarización hasta los 16 años, pero no debía haberse hecho a todos en el mismo sistema ni con el mismo "currículo", los alemanes, por ejemplo, no lo han hecho y nadie los ha acusado de elitistas, segregadores e incluso fascistas como acusa la "progresía" española a quienes discutieron un adelanto de la formación profesional o una separación de los escolares en grupos según su rendimiento académico.
Hoy en día uno de los grandes "triunfos" de la izquierda, la pedagogía dominante, sostiene que la labor democrática de la escuela, una vez lograda la plena escolarización, es corregir las naturales desigualdades intelectuales y por eso deslegitima moralmente el valor de la instrucción, del esfuerzo personal y del espíritu de competencia.
La grave crisis de la enseñanza se basa en la combinación de la pedagogía del '68 y la escuela integradora.
En nuestras escuelas está prohibido prohibir, el verbo castigar está proscrito, los escolares tienen derecho a vivir felices y despreocupados.
A los profesores se les ha arrebatado toda autoridad y muchos ven peligrar su propia dignidad.
En las aulas de secundaria coinciden alumnos interesados en estudiar con auténticos objetores escolares. Enseñar en clases de 3º o 4º de ESO se puede volver, en la práctica, imposible.
Y sin embargo esta pérdida total de identidad de la escuela es ignorada, reiteradamente, por los pedagogos "progres". Para ellos la instrucción NO es el principal objetivo de la escuela. El saber, la adquisición de conocimientos y la transmisión cultural han dejado de ser importante, han cedido su puesto a lo que denominan: "educación en valores".
"Actitudes y valores" cuidadosamente elegidos por quienes dominan el terreno educativo: la progresía. Se fomenta la solidaridad, cuidado del medio ambiente, la educación para la paz, la igualdad de género, la educación sexual, etc. Pero nunca o rara vez se hablará de formar la voluntad y/o la responsabilidad, y JAMÁS se hablará de que se deba desarrollar en los alumnos el amor por la verdad o la libertad.
Comentaba un pedagogo, no hace mucho: "afortunadamente ahora ya no se empeñan en enseñar asignaturas de esas que sólo servían para traumatizar a los que tenían dificultades para el estudio y que en cambio no servían para educar en valores", ante mi extrañeza aclaró: "sí, ahora se pretende dar mayor importancia a asignaturas como educación para la ciudadanía, educación para la igualdad, educación para la no violencia, educación para la tolerancia y la solidaridad que al latín, la física o las matemáticas".
Jean Françoise Revel en su obra: El Conocimiento Inútil denuncia la ideologización de la enseñanza francesa tras las revueltas del '68. Refiere estudios que demuestran como los textos escolares franceses en las décadas '70 y '80 servían, principalmente, para difundir las interpretaciones izquierdistas de la historia, la literatura y el arte. Así escribe: "en el curso de ciertos períodos la ideología devora todas las disciplinas y todas las prácticas; sale de su cauce natural para invadir áreas habitualmente reservadas al saber y al aprendizaje puro".
En los últimos años, la ideologización de los textos, la interpretación torticera izquierdista de la cultura ha tomado una forma distinta.
El izquierdismo pedagógico parece haberse inclinado por la "aculturización" la desinformación y la eliminación de los contenidos de la enseñanza.
En los libros de texto españoles se aprecia una tendencia a eliminar contenidos sistemáticamente. Los libros que más gustan al profesorado progresista son los que ofrecen un batiburrillo de ideas, magníficamente decoradas e impregnadas siempre de un catecismo progre que no pasa desapercibido ni a los más tiernos infantes.
Es fácil comprobar como la izquierda usa la educación para predicar el marxismo, pero es más difícil entender la nueva postura posmoderna que relativiza el saber y desprecia la cultura.
La izquierda actual a apostado por la desinformación y la ignorancia de nuestros jóvenes. Tal vez la explicación sea que la izquierda tras la caída del muro de Berlín no podía permitir ceder el monopolio ideológico de la educación y, dado que se hacía imposible seguir predicando las bondades del marxismo, era preciso reconducir la situación y encontrar una nueva retórica.
Tras la caída del muro con la evidencia del fracaso del sistema comunista la izquierda necesitaba mantener la utópica de la "superioridad moral" de su ideología ante cualquier otra.
Es un hecho que la enseñanza en España es coto privado de la izquierda más rancia que reniega del esfuerzo personal y de la disciplina. Pese al palpable estado de ignorancia e ingobernabilidad de las aulas y la falta de responsabilidad de los muchachos, sigue la progresía cantando loas a las teorías pedagógicas que nos han abocado al fracaso más estrepitoso y esta deplorable situación.
La izquierda se empeña, aún, en encontrar soluciones al margen de la educación de la voluntad, de la valoración del esfuerzo individual, de la recuperación de la disciplina, y del fomento del interés por el conocimiento, la cultura y el saber.
Aparte, otro de los grandes triunfos de la izquierda del XX ha sido convencer a una inmensa mayoría de la "superioridad de la escuela pública sobre la privada" pues maniqueamente repiten el mantra de que sólo la enseñanza impartida por el Estado garantiza la igualdad y la justicia social.
Según la izquierda para formar la juventud. Más que los padres y/o familia, más que las facultades del propio individuo, los defensores a ultranza de la escuela pública confían en lo que llaman el Estado y que en la práctica es un "colectivo de docentes" al que se trata de convencer de que su misión principal no es enseñar, ni instruir, es algo mucho más importante: EDUCAR EN VALORES.
Pero cuando el objetivo esencial de la escuela no es enseñar y el docente se convierte en un "educador moral" el funcionario-educador empieza a dudar de su profesionalidad y los ciudadanos pierden la confianza en la escuela pública.
Falta de confianza que es patente en países de nuestro entorno, para indignación de la izquierda más estatalista la enseñanza privada gana adeptos continuamente, incluso en países en la que la enseñanza estatal era prestigiosa, casi mítica: Francia, Suecia, Noruega, etc.
La principal característica de la educación pública española actual es la falta de sentido común. Se cultiva una jerga sofisticada (neo lenguaje) y no se pueden nombrar las cosas por su nombre, hay un escrupuloso respeto por la corrección política y se dan mil vueltas para no llamar disciplina a la disciplina, geografía a la geografía, aritmética a la aritmética, alumnos estudiosos a los que estudian, o suspendidos a los que no aprueban.
LA SECTA PEDAGÓGICA.
Hay ciertas creencias, rutinas y técnicas que la pedagogía ha impuesto al mundo de la enseñanza y que están más próximas a una secta que a un lógico y necesario protocolo profesional.
Son un conjunto de indicios que permiten catalogar de secta a la pedagogía o en todo caso provocar la desconfianza para poner en marcha una URGENTE y severa revisión de sus orientaciones, preceptos y ensalmos.
A primera vista no es evidente que la corriente pedagógica hegemónica desde los '70 hasta hoy se haya convertido en una secta.
Una gran parte del profesorado actual eligió la docencia sin poder presagiar que la colonización de la enseñanza por los pedagogos iba a arruinar su razón de ser.
La ignorancia de los teóricos de la pedagogía sobre los contenidos de estudio complicaba su entrada en un panorama educativo dedicado, precisamente, a enseñar dichos contenidos. Los docentes llevaban décadas manejándose sin necesidad de los pedagogos. La existencia de buenos y malos profesores, contra lo que se ha querido hacer creer, no ha dependido, ni depende, de la intervención de ningún pedagogo. Y eran (y son) totalmente innecesarios.
Pero los pedagogos encontraron un modo de introducirse en el Sistema hasta hacer que éste no pudiera dar un paso sin su consejo u orden y fue alterando los fines y objetivos del mismo. Así encontraban cabida en él. Autoproclamados "expertos" en didáctica universal y metodología para todo se acabaron instalando en la enseñanza.
El primer paso fue una especie de simbiosis, corto período, en el que supuestamente ofrecían al profesorado las mejores técnicas y métodos para desarrollar su labor. Ahí se produjo la primera fase del adoctrinamiento sectario: desbaratar la identidad del profesorado reemplazando sus creencias, comportamientos, formas de pensar y emociones por otras nuevas.
El régimen derivó en un parasitismo en el que el profesorado se fue poniendo, paulatinamente, al servicio de la jefatura pedagógica. El pedagogo fue induciendo al maestro a pensar y conducirse de forma diferente al habitual. Y adulteró su campo afectivo, así ahora el profesor no debía sentirse satisfecho viendo aprender y brillar a sus alumnos a lo largo del curso. No debía sentir orgullo de ser el artífice del desarrollo intelectual (emocional y ético) de sus pupilos.
Tampoco le era dado disfrutar de las preguntas inteligentes hechas en clase exigiendo más conocimiento.
Ese había sido el "camino equivocado", ahora se le indicaba "el correcto":
- el éxito radicaba en usar en el aula metodologías lúdicas y en discurrir ingeniosos procedimientos para entretener a los alumnos.
- es "imprescindible" elaborar laberínticas programaciones para hacer del aula un lugar de ocio.
- los resultados no se miden en función de los conocimientos adquiridos, método despreciable. Los nuevos baremos de evaluación hablan de "ajuste metodológico, procedimental y actitudinal" ante el nuevo orden y la nueva doctrina.
El pedagogo sanciona por ley su parasitismo y con ello su capacidad de atropello y abuso sobre el profesorado al que impone sus criterios, aunque normalmente desconozca los contenidos a enseñar.
El resultado es que el "mejor" profesor es el que formula sin pudor que el saber NO es importante porque, total está en los libros e Internet donde puede consultarse cuando se necesite.
El "mejor" profesor es el que se dedica en cuerpo y alma a convertir lo accesorio en lo mollar, y transformar las herramientas útiles en juguetes. Así por ejemplo vídeos y ordenadores se usan en muchos, demasiados, centros escolares para ver películas alquilables en video clubs o chatear y jugar con videojuegos. Entre tanto los demagógicos políticos nos venden que cifran en la masiva compra de ordenadores y videos la modernización del sistema de enseñanza.
Desde hace años se nos vende el sacrificio de la enseñanza al mundo del mercado como "una necesaria puesta al día" o "una adaptación a la moderna sociedad", etc. Colosal engaño pues sociedad y consumo no son sinónimos por más que los centros escolares sean un codiciadísimo mercado potencial. El sistema educativo se ha convertido en una "gran superficie comercial"
Peor aún, como si los docentes nunca hubieran proporcionado normas de educación a los alumnos y les hubieran exigido un comportamiento acorde con ellas, la pedagogía ha proporcionado al profesorado un nuevo "catecismo" a seguir que salta todos los pasos intermedios (reflexión, interiorización, convicción) para dirigirse directamente a exigir obediencia hacia confusas consignas y dudosos tópicos que hablan de la felicidad como consecuencia directa de una permisividad extrema y de la ausencia del esfuerzo escolar y en la propia vida.
Este catecismo, cada vez más extendido socialmente, se propone como una religión laica, supuesta base de una formación ética.
En lo tocante al docente, éste no deberá caber en sí de gozo cuando sus alumnos coreen consignas filantrópicas o de un ecologismo ignorante y grosero como pequeños boy-scouts del progresismo. Así no pocos alumnos proclaman ungidos de convencimiento que "todos los negros son buenos" o "los blancos son peores que los negros", y los alumnos que lo decían eran blancos, de un blanco culpable.
Pero es la consecuencia lógica de sustituir biología por el ecologismo; la filosofía por la superstición y las ciencias por las manualidades.
Con la captación de los enseñantes la pedagogía no ha pretendido convencer, sino desestabilizar psicológicamente a los profesionales para transformarlos en herramientas del nuevo sistema. Confundirlos, sumergirlos en un marasmo de dudas, hacerles creer ignorantes en determinados aspectos: los que ahora se consideran vitales; culpabilizarlos de cualquier fracaso, problema o contrariedad son técnicas diarias de la pedagogía oficial que como muchas sectas ha tomado ilegítimamente prestadas para sus fines de la psicoterapia.
Así rompe las defensas del adepto, abate sus convicciones personales y desorienta su actividad profesional.
De esa forma puede "modelarse" al gusto del sistema e instalarle nuevos comportamientos, pensamientos y emociones que le hagan creer que la doctrina pedagógica es la realidad aunque hasta el momento no hubiera podido percibirlo.
Como una secta, la pedagogía, captó a los maestros haciéndoles creer que poseía, en exclusiva, la verdad absoluta sobre la educación, el modelo último del progreso, la panacea perseguida. Fue un discurso tan lejano a lo conocido y tan paralizante que cuando se pudo reaccionar contra él, ya había adquirido rango de ley, con sus obligaciones, reglamentos, normativas y amenazas de expediente.
¿Cómo fue posible?
Como siempre, sumergiendo a los docentes-víctimas en un nuevo lenguaje, imponiéndoles un nuevo vocabulario (otra característica sectaria más). El neolenguaje sectario aisla al adepto del mundo introduciéndole en una nueva realidad.
La inseguridad del neófito al no dominar dicho vocabulario le incomunica con el resto del grupo y hace que se sumerja en su estudio y práctica hasta dominarlo. Lo malo es que cuando ya lo ha incorporado, también ha incorporado la ideología implícita en él.
Además hace posible que conversaciones que no resistirían el cuestionario de entrada de cualquier frenopático se consideren normales en cualquier centro escolar. Ej:
-menudo problema tengo en clase.
-pues, ¿qué te pasa?
-me hago cargo de 4ºD y, con 9 años, la mitad al menos no lee bien, comete faltas ortográficas continuas, y apenas saben sumar. Además se portan como salvajes.
-ah, bueno, no te preocupes. Haces una adaptación curricular para los que vayan mal y ya está. Y para el comportamiento, lo mejor es una programación actitudinal cuyo objetivo principal sea el desarrollo de la convivencia en un clima de tolerancia. Pureba a aumentar las sesiones de psicomotricidad, que suele ser muy efectivo.
TRADUCCIÓN: rebaja las exigencias académicas y enseña menos. Pon por escrito, en no menos de 7 folios, lo que sería el ideal de comportamiento en clase, y añadir otros 7 especificando los procedimientos por los que espera que su conducta se modifique (como si los alumnos fueran a leerlos, y de hacerlo a seguirlo). Finalmente si todo eso falla hay que darles más gimnasia, recreo o juegos para que se desahoguen y así, al menos, no den la murga.
Este tipo de soluciones o respuestas (que se dan con mucha frecuencia) muestra que el que las da no percibe como problema lo que se les plantea. El neo lenguaje le parapeta ante la realidad. Para cualquier situación hay un conjuro lingüístico. Pero el que chicos escolarizados desde los 4 años lleguen a secundaria sin saber sumar, redactar, apenas leer, o sin saber comportarse no es considerado como el problema.
Sabemos que no todos los docentes son tan estúpidos, muchos se esconden tras el neolenguaje y comportamiento adoctrinado para evitar represalias, expedientes, o sanciones. Así no llaman la atención. Pero otros muchos han sido transformados en fervientes sectarios en los que el sistema les permite negar sus propias experiencias y sustituirlas por otra realidad, la de la secta pedagógica reinante en el sistema. La corrupción lingüística, el neolenguaje, impone una nueva lectura de la propia vida.
Contravenir, sistemáticamente, la propia experiencia es uno de los caminos directos al aislamiento. Gran parte del profesorado ya ha sufrido una importante pérdida de referencias, especialmente en infantil y primaria, los menos preparados científica e intelectualmente lo que los ha hecho el terreno propicio para todos los ensayos pedagógicos.
La doctrina sectaria es la única referencia, el adepto deja de hacerse preguntas y empieza a buscar instrucciones dogmáticas y la normativa grupal.
Ante cualquier problema en el centro escolar la pregunta ha dejado de ser ¿qué podemos hacer? para convertirse en ¿qué dice la normativa que hagamos?
Así, por ejemplo, ante actitudes vandálicas el profesor no podrá poner en práctica lo más adecuado para finalizarlas, tendrá que ajustarse a las escasas y burocráticas posibilidades no prohibidas por el sistema. Pues si se priva a un agresivo alumno de una sola sesión de clase enseguida vendrá un nutrido grupo de adeptos a recordarle que eso está expresamente prohibido, que si se entera el inspector le cruje o que el derecho a la educación del alumno, de asistir a clase, aunque sea a reventarla está por encima de cualquier otra consideración.
Cuando tras varios años de escolarización se comprueba que los alumnos son analfabetos funcionales, la pregunta no es ¿qué ha pasado? ¿por qué ocurre esto?, no, directamente se acude a ver qué está legislado sobre las horas obligatorias de lenguaje o matemáticas para ese nivel educativo; o se empieza a barajar la posibilidad de diagnosticarlos como alumnos con necesidades educativas especiales, o catalogarlos como alumnos de compensatoria, o cualquier otra maniobra diversiva con tal de no afrontar el problema real: que se les enseña poco y mal.
Pero reconocer esto públicamente es imposible dentro de una secta blindada que sólo acepta las referencias que vengan de la construcción teórica del propio sistema.
Nadie se atreverá a exigir responsabilidades a los docentes que tuvieron a esos alumnos en cursos previos, y muchos menos se cometerá la imprudencia de poner el tema en conocimiento del inspector que estará muy ocupado controlando que no falte ni una papelera en el patio, si la AMPA está cómodamente instalada, si se han consignado correctamente en el Plan del Centro las excursiones a realizar durante el curso o si a algún alumno se le ha regalado el aprobado. etc. etc.
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