Fuente: El Pensamiento Navarro, 7 de Agosto de 1970, página 8.



BOINAS ROJAS EN EE.UU.

Reportaje de Manuel de Santa Cruz



Hace un par de años un grupo de herejes protestantes europeos eligió El Escorial para una reunión de las suyas, al más alto nivel. Y allá estuvieron unos días haciendo con su presencia simbólica desafío y escarnio a la memoria de nuestro gran Rey Felipe II, arropados por la bobalicona sonrisa ecuménica de nuestros pastores progresistas. Estos días estamos asistiendo, gozosos, a la revancha; a un espectáculo diametralmente opuesto, que nos ha llenado de fe, de esperanza y de caridad. Un grupo de norteamericanos católicos ha venido desde su tierra, nada menos, a pasar unos días a la sombra del mismo famoso monasterio. Mil dólares por cabeza les cuesta este simbolismo. Hace también algún tiempo, los dirigentes de la amistad judeo-cristiana se reunieron alrededor de la tumba de Torquemada, en el convento de los dominicos de Ávila, para profanar su memoria. Ahora, este grupo de norteamericanos se trasladará unos días a Ávila para exaltarla, conocer los lugares teresianos y estudiar la espiritualidad de Santa Teresa.

¿Quiénes son; qué hacen; qué quieren? Son un grupo de más de cuarenta personas de edades, sexos y condiciones variadas; muchos de ellos, parientes entre sí, unidos por una misma manera de pensar. Nos los presenta el profesor Frederick Wilhelmsen, que viene con ellos; es un viejo amigo nuestro, que estuvo hace varios años en Ávila y Pamplona y asimiló tan bien el pensamiento tradicionalista, que escribió varios libros y artículos sobre el mismo, todos de purísima doctrina; dejó aquí muchas amistades, que ahora acuden a volver a verle. Aunque son ellos mismos los que dicen sin rebozo que son una tribu, creemos necesario aclarar que en Norteamérica esa palabra no tiene el sentido peyorativo que aquí ha ido adquiriendo a fuerza de identificarla con la manera de asociarse de algunos salvajes. También pueden asociarse en tribus, en bloques de familias, personas civilizadas, como está pasando en aquel país. Están de actualidad las tribus de «hippies», y las hay de negros y de otros grupos humanos homogéneos, en número creciente. Precisamente aquí empieza el meollo de la cuestión.


LA TRIBU COMO RELEVO DEL ESTADO MODERNO.– Ellos comprueban en el panorama político de Norteamérica que el estado moderno, en general, inspirado en las doctrinas de Bodino y de Maquiavelo, está en una crisis insuperable, agonizante. Su muerte señala el final de la Edad Moderna y el comienzo de otra edad histórica. Por esto, aunque en este punto aplauden las doctrinas del tradicionalista español Elías de Tejada y de los tradicionalistas de todo el mundo, se desentienden de sus planteamientos clásicos y se afanan más por las futuras soluciones, aún inéditas, de esta crisis histórica; no somos hombres del siglo XVI, aclaran, sino del siglo XXI, de la era posmoderna. Dicen que aunque la Constitución de los Estados Unidos contenía ya en un mismo origen gérmenes de disolución y de muerte, a pesar de ellos, hasta ahora el Estado iba trampeando y cumplía más o menos ciertas funciones, apoyado en una leve filosofía con reflejos calvinistas de culto al éxito y a la riqueza, a la elevación del nivel de vida y al trabajo y también con algunos valores cristianos; separaba a Dios de todas sus cosas, según la más pura ortodoxia liberal, y por ello acababa mostrándose en no pocas ocasiones anticristiano. Ahora, ese Estado, en su país, ya no puede seguir disimulando su debilidad; se tambalea y cae; ha llegado al final de la crisis general, y va a morir irremisiblemente. Por eso no son, paradójicamente, enemigos del Estado en que viven, porque le desprecian y se desinteresan de su agonía. No tienen una mentalidad “anti”, sino constructiva; quieren ocupar puestos en la configuración que le sucederá, modelarla y cristianizarla. La espontánea aparición de numerosas “tribus” en los Estados Unidos desde hace unos diez años les hace suponer que ésta es la forma de asociación que está ya relevando, reemplazando, al Estado moderno. No lo hará el municipio formado por el interés y la fuerza; el estilo de vida de la ciudad va siendo desplazado por un estilo de vida de la tribu.


¿QUÉ ES UNA TRIBU EN GENERAL?.– Es un grupo de personas y de familias aglutinadas por muchas afinidades no estrictamente materiales; más bien, culturales, estéticas, temperamentales; tienen una misma “weltanschaaung” o cosmovisión, pero también vínculos de menos categoría, en planos inferiores, subconscientes e inconscientes. Dicen que el Carlismo es un ejemplo muy bueno de tribu; todos se conocen, se quieren, fraternizan y hasta se adivinan e identifican silenciosamente por sus aficiones, su temperamento, sus reacciones y comportamiento. (Me figuro que se refieren al Carlismo de antes del Concilio). Los cristeros mejicanos, que hoy reviven y se agrupan, son también un buen ejemplo de tribu. Pero la verdadera tribu traspasa las fronteras artificiales del Estado moderno y reconoce su autoridad fuera de él. Vale aquí lo que me contaba un español famoso: que escondido en el Madrid rojo, se sentía mucho más unido a los católicos extranjeros de ultramar que a los milicianos rojos españoles que le rodeaban. Hay entre los miembros de la tribu una especie de afinidad carismática.

El porvenir es, evidentemente, de la tribu, me dice Wilhelmsen, porque al final la ciencia va a servir al hombre; hasta ahora, la ciencia ha sido centralizadora y, por tanto, servidora del absolutismo y deshumanizadora; pero la ciencia futura, con sus medios de comunicación y transporte rapidísimos, va a ser descentralizadora hasta el servicio del hombre. Los modernos aviones ya han hecho posible el contacto de estos norteamericanos católicos con unos tradicionalistas españoles que tienen su misma manera de pensar, de sentir y de ser.


UNA TRIBU CATÓLICA.– Nuestros visitantes son católicos a marcha-martillo, de los de antes de la guerra. Son fervorosos, de una pureza doctrinal y de un celo apostólico que para sí quisiera muchos españoles. Les revienta el progresismo a la moda, pero son muy considerados con el Papa Pablo VI, acerca del cual guardan un respetuoso silencio; al fin y al cabo –dicen– es el Papa, el único Papa, y no tenemos otro. Una tribu cualquiera puede vivir su vida interna con una absoluta indiferencia respecto del ambiente exterior que la rodea; es más bien cerrada o poco proselitista. Pero una tribu católica es necesariamente expansiva, apostólica y conquistadora. El aglutinante de ésta es el anhelo de que, en la nueva era histórica que alborea, el continente de América del Norte sea un país católico, donde sea una realidad la soberanía social de Nuestro Señor Jesucristo. Una tribu, inicialmente, tiene mucho de defensa contra un ambiente hostil. El actual Estado norteamericano, liberal y ateo, resulta hostil para los católicos. En todos los problemas que se les plantean han descubierto una raíz común y principal, que es que los Estados Unidos no son, ni han sido, un país cristiano. La actual vida norteamericana no ofrece cauces para influir y conseguir poco a poco la transformación de su carácter anticristiano, y ésta ha sido la causa de que hayan buscado en su tribu una nueva forma de resistencia al ambiente distinta de las clásicas. Pero, además, son expansivos, aunque no traman la conquista del Estado porque le desprecian, sino sustituirle.

Trabajan por una nueva Cristiandad, pero no en el nefasto sentido que Maritain dio a este término; su perfección sería llegar a identificarse con el Cuerpo Místico de Cristo y su reino, aquel lugar en que los hombres saluden antes a la Cruz que a la bandera.


¿A QUÉ HAN VENIDO A ESPAÑA?.– Han venido a España, a El Escorial, a profundizar en su espiritualidad, a beber en la nuestra, a estudiar su propia organización, su desarrollo, sus proyectos. Les entusiasma nuestra historia por el celo en la propagación de la Fe, que resplandece en ella. Envidian la posición geopolítica de nuestra patria, en una encrucijada de continentes. Se saben muy bien los rumbos africanos del testamento de Isabel la Católica y reconocen nuestra especial misión en los países de nuestra lengua. Me entienden perfectamente, y me aplauden cuando les digo que a mí no me hacen ni pizca de gracia los intentos de europeización de España. Ellos luchan en los Estados Unidos contra el aborto, que estos días se exalta en Francia, y contra el divorcio, que se va a implantar en Italia. “¿Con esas gentes se van a identificar ustedes? ¡Sean fieles a sí mismos; defiendan su unidad católica y no se dejen invadir por los herejes protestantes!” ¿Cabe mayor identificación –digo yo– con el tradicionalismo español? Pues sí. Ahora viene lo bueno.


BOINAS ROJAS EN NORTEAMÉRICA.– El profesor Wilhelmsen fundó con sus amigos, hace tres años, la revista “Triumph”. Doy su dirección para quienes quieran enlazar con ellos: Triumph Magazine, 927, 15th St. N.W. Washington, D.C. 20035. U.S.A. El éxito de la revista y la coyuntura política les han llevado a lanzar un gran movimiento católico cuya ideología será permanentemente desarrollada por el Christian Commonwealth Institute. Sus símbolos y emblemas son: la boina roja, la bandera blanca con la Cruz de San Andrés o aspas de Borgoña del requeté y el grito, en español, de ¡Viva Cristo Rey! Con ellos se lanzaron a la calle hace poco en su país a librar su primera batalla contra el aborto, que allá se ha hecho epidémico. (Ver diario “Ya” de 10-VII-70, artículo “Abortópolis”, de Javier Martín Artajo). Me despiden al grito de ¡Viva Cristo Rey!, en castellano purísimo. No se han puesto las boinas rojas ni han sacado las banderas del Requeté para no tener que dar a la Guardia Civil de El Escorial laboriosas explicaciones de que no se trata de una injerencia en la política española, sino de la exaltación a nivel internacional de los símbolos de nuestra Cruzada.