Fuente: España 21, Número 19, 15 – 30 Mayo 1976. Páginas 12 – 15.
Entrevista Sixto Enrique Montejurra 76.pdf
CON DON SIXTO DE BORBÓN, VEINTICUATRO HORAS ANTES DE SER EXPULSADO
“NOSOTROS, NO DISPARAMOS”
“Pretendíamos celebrar un acto exclusivamente religioso, pero se presentaron gentes que no tenían nada que ver con el Carlismo”. · “Ellos (don Javier, don Carlos Hugo y los suyos) no respetan los principios esenciales de nuestra ideología”. · “Yo estuve en la cumbre. Había niebla y se veía muy poco. Es todo lo que puedo asegurar”. · La entrevista se celebró en casa de don José Arturo Márquez de Prado.
“… ¿Oye? Que don Sixto me ha dicho que tendrá mucho gusto en recibirte esta misma tarde o mañana por la mañana; cuando prefieras…”.
Setenta y dos horas después de los trágicos sucesos de Montejurra, el periodista intentaba hacer comprender a un amigo carlista, próximo a don Sixto Enrique de Borbón, la urgente necesidad de que éste contase ampliamente su versión de los hechos –y también sus intenciones políticas– ante la opinión pública, puesto que su grupo se consideraba “inocente” y libre de toda responsabilidad en ellos. Inesperadamente, media hora más tarde, el amigo me anunciaba la entrevista exclusiva. Ningún otro periodista había conseguido llegar hasta don Sixto luego de los incidentes sangrientos, siempre celosamente guardado por sus partidarios. Ya en su “cuartel general”, por espacio de una hora larga, pude observar calma absoluta en el ambiente y en el ánimo de todos los presentes. Nada hacía suponer, en fin, que escasamente veinticuatro horas más tarde, don Sixto Enrique de Borbón iba a ser expulsado de España por orden del ministro de la Gobernación, don Manuel Fraga; ni que el dueño de la casa, don José Arturo Márquez de Prado, iba a ser detenido como presunto responsable de los hechos ocurridos en Montejurra.
No era la primera vez que intentaba conseguir una entrevista con don Sixto. Hace tres meses, aproximadamente, cuando estuvo en Madrid por vez primera, con el objeto de empezar a reagrupar carlistas desperdigados por todo el país, disconformes con la línea política de don Carlos Hugo, mi amigo ya había logrado que don Sixto accediese a tales pretensiones. Pero solicitó las preguntas por escrito. Y después de reclamar sus respuestas en diversas ocasiones, finalmente el cuestionario no me fue devuelto.
(Según ha podido saber esta revista, el grupo carlista en torno a don Sixto Enrique de Borbón viene funcionando desde finales del verano pasado, cuando él y José Arturo Márquez de Prado tomaron contacto en la zona levantina con algunos carlistas perdidos.)
HAY MUCHO QUE CONTAR DEL PASADO
Don Sixto nos esperaba en casa de don José Arturo Márquez de Prado, donde habitualmente reside cuando está en Madrid, aunque también se ha hospedado en algún hotel de la capital. Es una residencia antigua y lujosa, que hace esquina entre las calles General Sanjurjo y Modesto Lafuente. En seguida nos recibió el señor Márquez de Prado: “Pasen, pasen. Su Alteza los atiende ahora mismo. Tendrán que disculparme, pero yo salía en este momento”. Y esperamos en un amplio salón, lujosamente adornado con objetos que aparentan gran valor, al gusto antiguo. La casa estaba llena de gente.
Acompañando a don Sixto, también estuvieron presentes en la charla Juan Sáenz Díez, que fue intendente de la Junta Nacional de Guerra Carlista en 1936 y actualmente es el “jefe-delegado de la Comunión Tradicionalista”; Narciso Cermeño Garzón, que fue jefe del Requeté de Madrid y actualmente se encarga de organizar un poco las relaciones públicas del grupo; otro carlista próximo al dueño de la casa, cuya identidad no pude averiguar, y un chico joven que sirvió las bebidas, en todo momento pendiente de don Sixto; además de mi amigo “intermediario”, el fotógrafo y yo.
En momentos tan delicados, todos los presentes hicieron ver al periodista la necesidad de un cuestionario a responder por escrito, “para medir bien las palabras”. Y llegamos a un acuerdo: “Mañana por la mañana, a primera hora, usted nos trae las preguntas, y por la tarde, nosotros se las devolvemos ya contestadas… Sí, sí, hay mucho que contar del pasado. Usted pregunte lo que quiera: no hay preguntas indiscretas. Luego veremos si le podemos contestar a todo… Y ahora podemos charlar un rato, a condición de que no publique nada”. Fue una conversación “off the record”, en la que se habló un poco de todo. Pero la fulminante expulsión de don Sixto –que no tuvo tiempo de responder a mis preguntas– confirió un gran valor periodístico a sus declaraciones de aquella tarde. Y por eso he querido recordarlas, en la seguridad de que todos los allí presentes, especialmente don Sixto, sabrán comprender la necesidad informativa de su publicación.
Don Sixto Enrique de Borbón aparenta unos treinta y tres años, estatura mediana, delgado, impecablemente vestido y haciendo gala de una amabilidad exquisita. Habla muy bajito, expresándose correctamente en castellano, con el característico acento francés. Casi siempre sonríe y sigue con interés la conversación. Cuando se dirigen a él, todos los presentes le dan tratamiento de “Su Alteza”. Y al referirse a su padre o a su hermano, en alguna ocasión, los tratarán como “don Javier” y “don Carlos”.
UN ACTO EXCLUSIVAMENTE RELIGIOSO
Paradójicamente, empezó interrogándome él. Se interesó por el periodismo español y el papel que estaba jugando la publicidad en su financiación. Satisfecha su curiosidad, en seguida le pregunté sin rodeos por su versión de los trágicos sucesos de Montejurra, que fue narrando poco a poco.
– Todo ha sido muy lamentable. Y, desde luego, no somos responsables de lo ocurrido… Nosotros pretendíamos celebrar un acto exclusivamente religioso, en memoria de los caídos. Pero allí se presentaron gentes que no tenían nada que ver con el carlismo…
– Efectivamente –corroboró el señor Sáenz Díez–. Cualquiera sabe que el pueblo carlista es muy religioso y ninguno de nosotros sería capaz de pronunciar todas esas blasfemias que se oían en el monte. Mucha gente que rezaba junto a las cruces fue bárbaramente insultada… ¿Qué filiación tenían quienes lo hicieron? Bueno, un amigo mío, al que le gusta meterse en todo, me contaba que pudo detectar la presencia de gentes de ETA, del Partido Comunista, del Partido del Trabajo y demás. Y yo me pregunto qué hacían esas personas, reconocidos ateos, en una celebración religiosa…
– Conste que eso no lo decimos solamente nosotros, sino que es algo de dominio público –aclaró el señor Cermeño Garzón–. El llamado Partido Carlista había convocado a todas esas organizaciones ilegales. Luego, la prensa dio cuenta de un comunicado firmado por todas ellas. Así que la cosa está bastante clara.
El grupo que rodeaba a don Sixto parecía muy tranquilo. No daban la impresión de estar excesivamente preocupados por las muertes de Montejurra, descargando responsabilidades en la “infiltración marxista” e insistiendo en sus propósitos exclusivamente religiosos.
Para ellos, la cuestión de fondo gira en torno a los principios fundamentales del carlismo: quiénes pueden y quiénes no pueden denominarse carlistas.
QUE NO SE LLAMEN CARLISTAS
– Ellos no son carlistas –me explicó don Sixto–. Los principios esenciales del carlismo, fundamentados en el ideario “Dios, Patria, Fueros, Rey”, siempre han sido los mismos: Confesionalidad católica. Defensa de los Fueros. Constitución orgánica de la sociedad. Proclamación del principio monárquico. Y vigencia política de la tradición española. Nadie que haya renunciado a ellos puede pretender llamarse carlista… Yo no critico su ideario político, cualquiera que sea. Solamente digo que no es carlista. Que se denominen como quieran, menos carlistas, porque no lo vamos a tolerar.
Don Sixto nunca dijo “Partido Carlista”, ni tampoco nombró a don Carlos Hugo o a don Javier. Siempre se refirió a “ellos” …
– Ellos no respetan los principios esenciales –continuó diciendo–. Últimamente, han dicho, por ejemplo, que el carlismo nunca ha sido monárquico. ¡Resulta inconcebible que después de afirmar tal barbaridad, sigan intentando llamarse carlistas! Porque sin el principio monárquico, el carlismo carecería de sentido.
“Por otro lado, el carlismo es mucho más flexible y mucho más abierto de lo que ellos pretenden hacer ver. Para nosotros resultan fundamentales esos principios que anteriormente enumeré. Pero luego dejamos una libertad total para las demás cuestiones. Cada cual decide lo que mejor le parezca, aceptando voluntariamente nuestra Comunión Tradicionalista. En cambio, ellos han tenido que recurrir a la disciplina de un “partido”.
EN EL MONTE HUBO MUCHA CONFUSIÓN
Los acompañantes de don Sixto echaron la vista atrás y recordaron múltiples detalles y anécdotas, que ratificaban las últimas palabras de “Su Alteza”. Quizá se les escapó alguna “indiscreción”. Y al darse cuenta, una vez más me rogaron discreción.
– Ninguno de nosotros conseguimos explicarnos la evolución de don Carlos Hugo –comenta el señor Sáenz Díez–. No sé, no sé… ¡Han podido intervenir tantos factores!
– Lo cierto es que don Carlos Hugo, hasta hace muy pocos años, era un hombre de ideas “cerradas” –terció el señor Cermeño Garzón–. Por ejemplo, siendo yo jefe del Requeté de Madrid, en alguna ocasión recibí personalmente órdenes suyas que nos resistíamos a cumplir, porque nosotros éramos mucho más “abiertos” …
La charla fue animándose progresivamente, llegando a entremezclarse varias conversaciones. En uno de estos momentos pregunté a don Sixto qué había pasado en la cumbre de Montejurra y quién efectuó los disparos que mataron a un joven y causaron varios heridos.
– Efectivamente, yo estuve en la cumbre –me dijo–. La verdad es que había mucha niebla y se veía muy poco: no más allá de siete u ocho metros. No sé quién hizo los disparos. Desde luego, NOSOTROS NO FUIMOS. NO FUIMOS. Repito que la visibilidad era escasa y se produjeron momentos de gran confusionismo. Esto es todo lo que puedo asegurar.
PRONTO SEREMOS MUCHOS
Antes de despedirnos, el señor Cermeño Garzón esbozó ligeramente sus propósitos cara al futuro más inmediato.
– Hace tiempo que los verdaderos carlistas habíamos dejado de acudir a Montejurra, porque lo que algunos celebraban allí no tenía nada que ver con el auténtico sentir del pueblo carlista. A partir de ahora, nosotros esperamos reagrupar en poco tiempo a los muchos carlistas desperdigados por todo el país… De momento, puede decirse que toda la clase intelectual del carlismo –o sea, la gente de estudios medios o superiores– está con don Sixto. Mientras que don Carlos Hugo cuenta con el apoyo del campo navarro, que tiene muy poca cultura, sigue apegada a la tradición y no se atreven a contradecir la abdicación de don Javier, aunque en su interior sientan que don Carlos Hugo no representa su carlismo.
Ya en la puerta, recordamos lo pactado:
“Mañana por la mañana, a primera hora, usted nos trae las preguntas, y por la tarde, nosotros se las devolvemos ya contestadas”. Y una súplica amigable: “¡A ver si son ustedes fieles a nuestras ideas! Por lo pronto, les honra el hecho de haber venido a escuchar”.
SORPRESA POR LAS DETENCIONES
A las diez de la mañana del día siguiente dejé en casa del señor Márquez de Prado un cuestionario con 25 ó 30 preguntas. Desde las causas y responsabilidades históricas de la actual división del carlismo hasta la situación política española, pasando por los supuestos contactos o identificaciones con organizaciones de extrema derecha y propósitos futuros; todos los interrogantes que ahora mismo están en la calle y tiene planteados el carlismo quedaban apuntados. Una señora recogió el sobre y la casa estaba tranquila, sin que nada hiciese suponer las “sorpresas” del atardecer.
Cuando a las seis y media de la tarde llamé para recoger las respuestas, una voz masculina me dijo: “Dicen los señores que el cuestionario no estará contestado hasta mañana; que habían quedado así”. A las siete y a las ocho de la tarde volví a insistir, con el objeto de hablar con alguno de los presentes en la reunión anterior y hacerles ver que no estaban cumpliendo lo acordado. Pero ninguno se quiso poner al teléfono. Finalmente, la misma voz masculina sentenció: “El señor Cermeño Garzón tendrá mucho gusto en atenderle mañana por la mañana”.
EXPULSIÓN DE ESPAÑA
Y a la mañana siguiente, los periódicos daban la noticia: don Sixto Enrique de Borbón había sido expulsado de España a las nueve de la noche del día anterior. Y don José Arturo Márquez de Prado fue conducido a la Dirección General de Seguridad, como presunto implicado en los sucesos de Montejurra.
En casa de este último, “cuartel general” de don Sixto, nadie atendía el teléfono, que sonaba insistentemente. Por fin conseguí ponerme en contacto con el señor Cermeño Garzón, quien confirmó mis sospechas:
– ¡Ya se puede imaginar cómo estamos!... No, Su Alteza no dejó contestado su cuestionario. Creo que se llevó todos los papeles… De momento, no puedo decirle nada más, entre otras cosas, porque no tengo poder para ello.
Una vez más –la segunda– se había frustrado la entrevista con don Sixto Enrique de Borbón. Pocas horas después, mi amigo carlista me aseguraba que “Su Alteza” empezó a contestar mis preguntas aquella misma tarde, alrededor de las cuatro.
(Según ha podido saber esta revista, José Arturo Márquez de Prado es un hombre sin problemas económicos, con fincas en Extremadura y una empresa de juguetes, que distribuye en exclusiva para España determinadas marcas extranjeras. Fue jefe nacional de Requetés, hombre amante de la disciplina rígida y partidario de mantener estructurados los “cuadros” carlistas. Don Carlos Hugo, contrario a este tipo de organización, lo destituyó. Y el señor Márquez de Prado se marchó a su casa.
Fuentes cercanas al grupo carlista de don Sixto también han señalado a esta revista que José Arturo Márquez de Prado es el hombre más cercano a “Su Alteza” don Sixto, acompañándole prácticamente en todos sus recientes viajes por España, con el fin de tomar contactos y empezar a reorganizarse, puesto que en la actualidad casi carecen de estructuración interna.
Por último esta revista ha escuchado en círculos próximos al señor Márquez de Prado, que, enterado de las acusaciones públicas formuladas contra él, como responsable de los sucesos de Montejurra, por José María de Zavala, secretario del Partido Carlista, el señor Márquez de Prado había hecho las consultas oportunas con el propósito de querellarse contra el autor de tal denuncia.)
SEGUIREMOS ADELANTE
Luego de conocerse la expulsión de don Sixto y la detención del señor Márquez de Prado, el periodista conversó personalmente con don Juan Sáenz Díez, en estos momentos máximo responsable del grupo de don Sixto en España, por su condición de jefe-delegado de la Comunión Tradicionalista. El señor Sáenz Díez se encontraba visiblemente emocionado y nervioso. Todavía no sabía qué postura iba a tomar su gente, “porque yo siempre he meditado un poco las cosas, antes de tomar una decisión”.
– Lo cierto es que todo ha sido una gran sorpresa. De ninguna manera podíamos esperar una reacción semejante… No, yo no estaba en casa del señor Márquez de Prado cuando se produjo su detención. La última vez que los vi fue anteayer, igual que usted, cuando celebramos la entrevista… Por supuesto, el señor Márquez de Prado no ordenó disparar a nadie en Montejurra. Ni siquiera llevaba pistola… A mí, todas esas informaciones publicadas en la prensa sobre lo ocurrido en el monte me parecen muy confusas. Desde luego, las cosas no están nada claras… Esas declaraciones del señor Fraga no me han gustado demasiado. Porque se podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con nuestros ideales, pero reducirlo todo a una lucha entre “personajillos”, como él ha dicho, no me parece muy acertado… En fin, esto es un bache más; desde luego supone un duro golpe para nosotros. Sin embargo, don Sixto es un hombre que no se desanima fácilmente. Y por mi parte, aquí estoy, dispuesto a comprometer mi nombre y mi persona hasta donde sea preciso.
Texto: Rafael L. TORRE
Fotos: Novelty ALONSO
Caricatura: Carlos RUBIO
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