No quedó reforzada la posición del integrismo sino todo lo contrario. Esa visita integrista española al (supuestamente) "integrista" Pío X fue un auténtico chasco y precisamente marcó su declive:
…Ante la formación del segundo Gobierno Maura, en 1907, se sopesó de modo explícito, no ya la mera posibilidad de que los tradicionalistas («los católicos», en el equívoco lenguaje usual) actuaran en la legalidad, sino la conveniencia de que apoyasen al Partido Conservador. En marzo, José Polo Benito, encargado de cátedra del seminario salmantino y secretario del Centro Sacerdotal de Salamanca -entidad creada en 1906 por el obispo como «centro de cultura, de formación, de mutua ayuda y vigorosos alientos para la acción social» en la diócesis - defendió en la Semana Católica que era «de necesidad absoluta, y de urgencia universalmente reconocida, que los católicos alentemos y protejamos a los que, desde las alturas del Poder, tienen fuerza y deseos para hacer que triunfe la causa de Cristo».
En la polémica local inmediata, muy pronto generalizada, el Centro Sacerdotal de Salamanca publicó un escrito en donde subrayaba la licitud pero además la conveniencia de hacerlo. Sin embargo, sometido el asunto por el obispo a Roma, Merry del Val eludió el compromiso en su contestación del 10 de abril. La cuestión era, dijo, «sumamente delicada», sobre todo por la proximidad de las elecciones. Pío X acababa de exponer en cartas a los prelados de Madrid y de Barcelona «qué línea de conducta deban seguir los católicos españoles, para concurrir más eficazmente a defensa de los intereses religiosos de su patria. Su Santidad, por tanto, no cree deber añadir hoy nuevas lecciones a las que ya ha dado, y no duda que V. S., inspirándose en los citados documentos, sabrá dar a sus diocesanos las direcciones que sean más oportunas. Conforme a esta autorización, en mayo, el Consejo Diocesano de Acción Social Católica resolvía designar al periódico ‘El Lábaro’ como órgano del Consejo, expresamente para realizar «la defensa de la política conservadora»
La propia trascendencia de este acontecimiento y la evasiva vaticana resaltaban no obstante su carácter incidental. Es cierto que, ya en 1902 se daba por sentado en medios conservadores (siguiendo explícitamente a fray Tomás Cámara y a su discípulo el padre Conrado Muiños) que «el liberalismo condenado por la Iglesia -en términos de ‘La Epoca’- es el naturalismo político, el Estado sin Dios, no las libertades particulares ni siquiera las instituciones del gobierno popular, siempre que no se informen en el espíritu naturalista".
Pero en 1908, cuando representantes del Partido Integrista acudieron al Vaticano para que se les indicase la actitud a adoptar, en vista de las últimas polémicas, las exhortaciones a la tolerancia que en Roma recibieron distaban de suscribir esta interpretación del liberalismo ni aquella canonización del Partido Conservador.
Esa decisión de los integristas de acudir a la Santa Sede directamente había sido adoptada según parece en la asamblea del partido, de mayo de 1906, quizás ante la difícil situación doctrinal en que las intervenciones jerárquicas en aquellos debates venían dejándolos.
Tras la muerte de Nocedal en 1907, en plena disyuntiva de colaborar efectivamente o no con los liberales de Solidaritat Catalana, «se consiguió, gracias a la insistencia del elemento catalán, llevar a Roma -medio a remolque- [sic] a los primates del partido; allí fueron recibidos más que paternal, maternalmente por la Santa Sede, y allí hubieron de oír, con la aprobación de su programa, la rectificación de su conducta. Y de tal manera halló la Santa Sede materia de rectificación, errores de procedimiento, en el partido integrista, que el eminentísimo purpurado designado al efecto, y a quien asesoraba personalmente Su Santidad, invirtió siete largas sesiones, algunas de ellas de más de tres horas, en condenar actitudes, trazar planes y rebatir conceptos que se tenían por irreprochables y hasta por consustanciales de la acción católica en el campo político.
De estas rectificaciones son conciso resumen las bases que se entregaron al señor Olazábal, autorizándole[sic] para tenerlas reservadas -a condición de ponerlas en práctica prudencialmente- ya que, implicando un notable cambio de conducta, no resultara su inmediata publicación mortificante o deprimente para los mismos a quienes se dictaban.
Estas 'Instrucciones' dadas en Roma a los directores del partido integrista en 1908, que fueron divulgadas en la primavera del año 9, puntualizaron desde luego, con precisión no usual, los términos de la actitud querida por la Santa Sede sobre el comportamiento político de los católicos.
Pero mantuvieron de manera implícita la consideración del conservatismo como liberal condenable y, por tanto, sólo la licitud desecundarlo como mal menor. Convenía, afirmaban, que el integrismo siguiera sosteniendo la bandera de la unidad religiosa, frente a la tolerancia de cultos y las libertades individualistas. Mas esto no le autorizaba a «acusar a nadie como no católico o menos católico por el solo hecho de militar en partidos políticos llamados o no llamados liberales», cuyo nombre, no obstante, era desaconsejable.
«Lo bueno y honesto que hagan, digan y sostengan los afiliados a cualquier partido y las personas que ejerzan autoridad puede y debe ser aprobado y apoyado. Y deberían incluso de «estar siempre prontos para unirse con todos los buenos sea cual fuere su filiación política, en todos los casos prácticos que los intereses de la religión y de la patria exijan una acción común.
Esta unión supondría tan solo «sacrificar... las opiniones privadas y las divisiones de partido, salvo la existencia de los mismos partidos, cuya disolución a nadie se le puede exigir». No pretendería tampoco, únicamente, «unión de fe y de doctrina, que ya existía en el hecho de pertenecer a la Iglesia, ni asociación o cofradía o «academia», sino -y esto era fundamental- acuerdo para «una 'acción práctica' no constante y permanente o per modum habitus, sino de circunstancias y necesidades o per modum actus…
…Los integristas no ingresarían en el Partido Conservador,sino que aspiran a formar nuevo grupo político, la extrema derecha, con el título de Partido Católico»...
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Desde entonces podemos decir que la causa del integrismo quedó apartada (y hasta más bien satanizada) de las directrices de la Iglesia (tanto de la española como de la vaticana), manifestándose ya sin disculpa alguna como partidaria del mal menor en materia política y de la colaboración con el moderantismo liberal que era en realidad a lo que estaban jugando desde 1876 (pese a que a algunos obispos les remordiera algo la conciencia y de corazón estuvieran con el integrismo).
El tema, en resumen, era muy claro: los obispos españoles estaban a gusto bajo el canovismo. La Iglesia española (paradójicamente) mejoraba y crecía con aparición de numerosas nuevas órdenes religiosas, ampliaba su campo en el mundo de la enseñanza (dos tercios del alumnado en manos de religiosos), asociacionismo católico etc, y LO MÁS IMPORTANTE: el canovismo deslegitimaba la revancha de los adversarios anticlericales concediéndoles derechos (libertad de cultos, cátedra, asociacionismo anticatólico, masónico y pro-revolucionario) que en teoría estaban vetados por la Iglesia y que, de haberlos pedido prohibir (como postulaba el integrismo) hubieran generado ataques a religiosos, quema de iglesias, etc (como entre 1868-1873); episodios que la Jerarquía no quería dar pie a revivir.
Y de hecho el siguiente periodo de movilización y política anticlerical (1900-1912) lo motivó la reacción izquierdista ante el temor de la llegada del "catoliquísimo" general Polavieja al gobierno en la operación que montó mons. Cascajares, hacia 1899.
Optó la Jerarquía por mirar hacia otro lado e ignorar el Syllabus y, en definitiva, llamar radicales, fanáticos, etc y mandar silencio y obediencia a los que la recuerden que incumple sus deberes. Una canción que, mira por donde, les va de maravilla y repiten y repetirán cada vez que les convenga.
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