La Tradición nos salvará
Lo dije ayer y lo repito hoy.
Sí; cuando el movimiento, llamado liberal, era en el fondo solamente el despotismo; cuando en vez de proclamar la libertad de la Iglesia, de las Regiones y de las Cortes representativas, implantaba el absorbente y caprichoso centralismo y dividía la nación en provincias antinaturales, esclavizaba y perseguía a la Religión y al Clero, e impedía a las clases y organismos sociales su legitima y acostumbrada representación e influencia en las Cortes y en la cosa pública; cuando, en fin, se trataba de implantar un régimen político extranjero, impío y herético —y, por tanto, tiránico; antimonárquico, pues que anula el oficio real; antiespañol, antipopular, sólo conveniente para satisfacer las concupiscencias de los partidos y para crear ambiciones y vanidades personales—, entonces, el pueblo español, amante de sus leyes propias, de su verdadera y orgánica libertad, de su Fe, de sus Fueros venerados, de sus Reyes de verdad con autoridad y responsabilidad, se opuso a la intromisión del régimen liberal y parlamentarista, que venía a matar la genuina democracia de la nación hispana.
Y esta posición que el Jaimismo tradicional sostiene, hoy como ayer, en contra del régimen parlamentarista liberal, tiene derecho al aplauso público, por lo mismo que nadie lo combatió tanto ni tan penosamente, y porque nadie representa y defiende tan pura y radicalmente el régimen tradicional, religioso, monárquico y fuerista.
La Dictadura, que, se decía destinada a destruir el régimen funesto liberal, encontró en sus comienzos el aplauso y la adhesión del pueblo español, que es antiliberal por convicción y por experiencia; pero, contagiada e ilógica, cayó en los mismos vicios y doctrinarismos que pretendió arrancar, fracasando ante la conciencia pública, de la que se alejó.
Esta conciencia pública española, cató*lico-monárquica, mas también amante de sus instituciones populares que, hoy como ayer, reclama la implantación total de su tradicional régimen monárquico fuerista, para la subsistencia y bienestar común de la Patria y de la Monarquía.
Inútil será la propaganda espectacular; ineficaces, todos los agitados trabajos de los partidos... Hablen los jefes y jefecillos; proclámense uniones y organizaciones; créense nuevas agrupaciones con programas máximos o mínimos... ¡Todo será infructuoso, si en contra de la interior y secular espiritualidad política española, se esfuerzan unos y otras en sostener un régimen absurdo y funesto que, lógicamente, tiene que parar en la anarquía o en el despotismo!
¡La Tradición —sólo la Tradición— puede salvar a España!...
JOSÉ SOBRÓN
EL CRUZADO ESPAÑOL, órgano de la Comunión católico-monárquica (partido jaimista) en Castilla la Nueva (Madrid, 6 de junio de 1930)
Reino de Granada
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