El efecto dominó kurdo Ignacio Álvarez Ossorio
Occidente y la ONU temen que una eventual independencia incendie por completo Oriente Próximo A pesar
de la oposición frontal
de los países del entorno, el Kurdistán iraquí ha celebrado su referéndum
de autodeterminación, en el que el sí ha logrado un respaldo mayoritario. Para tratar
de calmar a sus aliados, el presidente Masud Barzani se ha apresurado a señalar que el voto no es vinculante, que no habrá declaración unilateral
de independencia y que, a partir
de ahora, se abre un proceso
de negociación con Bagdad que durará varios años.
Estas declaraciones no han conseguido apaciguar los ánimos. El primer ministro iraquí, Abadi, ha advertido
de que el referéndum es anticonstitucional y ha amenazado con desplegar su Ejército en las zonas autónomas. Más tajante aún ha sido Turquía, que interpreta que un eventual Estado kurdo podría generar un efecto dominó y servir
de modelo
de inspiración para su propia minoría kurda.
De hecho, Erdogan ha tachado el referéndum
de «una amenaza para la seguridad nacional» que podría «desencadenar una guerra étnica regional». En represalia, el presidente turco baraja ordenar el cierre
de la frontera (la única puerta al exterior del Kurdistán iraquí) e impedir sus exportaciones
de petróleo (lo que implicaría su colapso económico, ya que cada día exporta 600.000 barriles
de crudo a través
de territorio turco).
Solo Israel, por el ‘divide y vencerás’, y Rusia, por el control del crudo, avalan la consulta También EEUU, la UE y la ONU han condenado el referéndum y han reafirmado el pleno respaldo a la unidad, la soberanía y la integridad territorial de Irak. Todos ellos temen que una eventual independencia kurda añada más leña al fuego e incendie por completo Oriente Próximo. Para estos tres actores, la iniciativa kurda podría provocar una fractura en el frente
de combate contra el autodenominado Estado Islámico y darle un balón
de oxígeno para reagruparse.
Solo dos países apoyan, de manera más o menos velada, el referéndum: Israel y Rusia. Israel interpreta que la creación
de un Kurdistán independiente es un paso más en la fragmentación
de Oriente Próximo y, más importante aún, en la instauración
de nuevos estados étnicos o confesionales que se adecúa a su lógica del 'divide y vencerás'.
Rusia, por su parte, pretende recuperar peso en las antiguas zonas de influencia soviética, pero también hacerse con el control de las reservas petrolíferas kurdas. Recientemente, la empresa estatal Rosneft ha firmado un contrato para explotar el petróleo y el gas kurdos y comercializarlo a través del territorio turco.
Además
de la falta
de apoyos internacionales, otro
de los aspectos más espinosos es que el referéndum no solo se ha desarrollado en las zonas mayoritariamente kurdas, sino también en otras donde existe una abultada presencia
de árabes, turcomanos, caldeos o shabak que temen convertirse en ciudadanos
de segunda categoría. Es el caso
de Kirkuk, ciudad conquistada por los 'peshmerga' el verano del 2014 tras la caída
de Mosul en manos yihadistas, y que concentra buena parte
de las reservas
de hidrocarburos del norte
de Irak, por lo que es vital para garantizar la sostenibilidad económica del Kurdistán iraquí.
FUENTE:
El efecto dominó kurdo, por Ignacio Álvarez-Ossorio
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