IZQUIERDA.
Actitud romántico-racionalista que pretende domeñar la realidad con abstracciones, con esquemas.
No reconoce ningún tipo de orden superior y anterior al hombre, sino que ve al mundo como una tabula rasa en donde se puede escribir a voluntad cualquier fabulación.
Dominada por la mitología del progreso, sigue predicando la utopía y la instalación de un nuevo orden de invención completamente humana.
Estas bases intelectuales son completadas por una práctica bien conocida. En efecto-como ha dicho Spengler- “izquierda es la adoración a las masas en general como fundamento del poder propio: la voluntad de arrasar lo sobresaliente, de equiparar el obrero manual al pueblo, con despreciativas miradas de reojo a los campesinos y a la burguesía.
Es la agitaciónruidosa, el arte de trastornar la masa urbana con palabras fuertes y razones mediocres”.
Y sobre todo es la falta de respeto a la propiedad, el anhelo de mayorías, la cantidad enarbolada en lugar de la calidad.
DERECHA.
Posición ideológica que reconoce la existencia de un orden superior y anterior al hombre, que es imposible de alterar sin consecuencias fatales para la sociedad.
Así, rechaza la mitología del progreso, la capacidad ilimitada de la razón para crear paraísos artificiales, el relativismo de los valores y la arbitrariedad de las utopías.
Anclada en la realidad, busca entender esa misma realidad y descubrir las leyes esenciales que presiden su dinámica.
Reverencia la tradición y las enseñanzas del pasado, es historicista y conservadora, religiosa y respetuosa con los antiguos valores.
No tiene fe en el cambio ni comparte el optimismo de los iluministas y progresistas.
Escéptica en cuanto al futuro no se adhiere a los proyectos radicales que quieren alterar al hombre y hacerlo “feliz”.
La derecha cree en la competencia, en la desigualdad innata, en la selección, y no acepta fundamentalmente que un cambio en la sociedad pueda a la larga mejorar al hombre. Ese perfeccionamiento será trabajo individual, silencioso, mediante la disciplina, la ascética, la meditación, el combate; la derecha en este punto concreto, cree en el hombre y no en las fuerzas de producción o en la economía; cree en las élites y odia las masas ululantes y los comicios.
Por eso apoya a regímenes autoritarios con gobernantes responsables y esclarecidos, mientras desprecia a políticos mediocres descubiertos por la mayoría mediante el sufragio universal. En cambio, la derecha respeta y sigue incondicionalmente a un duce, a un caudillo, a un jefe carismático, que encarna los valores que constituyen su patrimonio. En momentos de crisis, debido a su deficiente organización, su esperanza se vuelve a la aparición de ese jefe salvador, capaz de aunar nuevamente en un solo cuerpo orgánico todas las voluntades.
Julius Evola, destacado pensador de derecha, ofrece en su ‘Il fascismo visto dalla destra’ una imagen muy valiosa del término: “En esta fase, la derecha se presenta de hecho como la antítesis de la izquierda. Pero en el plano de los principios la derecha representa o debe representar una instancia más alta; debe ser la depositaria y afirmadora de valores relacionados con el auténtico Estado: valores en cierto modo centrales, es decir, superiores a toda oposición partidista, según dicha superioridad insista en el propio concepto de autoridad o en la soberanía tomada en su sentido más profundo”.
Además, subraya la imposibilidad de identificar la derecha política con la derecha económica. Escribe Evola que “es en esa identificación fraudulenta en la que se basa la polémica de los marxistas. Para ellos, la derecha y la burguesía capitalista, conservadora y “reaccionaria”, simplemente interesada en defender sus intereses y privilegios, constituirían un todo unitario. En nuestros escritos nunca hemos dejado de denunciar esta insidiosa confusión... Entre ambas derechas no sólo existe identidad sino una precisa antítesis...”
(M.Bessa-J. Vargas, ‘Diccionario Politico para Occidente’ Madrid, 1978).
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