Estos demócratas del patíbulo que hoy soportamos a la brava en España, léanse las enjundiosas y fundamentadísimas declaraciones de una tal Adriana Lastra, y a falta de mejores argumentos suelen esgrimir que no se puede consentir que en una democracia, o sea, en una democracia ideológica lo que es lo mismo que decir un Estado totalitario, haya un "mausoleo" dedicado a un dictador. Y todavía abunda más en el extraordinario argumento una tal Carmen Calvo afirmando que ese "dictador" está enterrado junto a sus víctimas. ¡Toma del frasco Carrasco!

Pues lo que a uno no extraña, pero si escandaliza, es que estas dos pájaras de cuota, de las que a una no se le conoce título académico alguno, ni experiencia laboral registrada en el INSS, salvo andar zascandileando de despacho en despacho de alguna siniestra sede socialista, o pegando carteles propagandísticos, y la otra se caracteriza por sus nieblas intelectuales, pausas mentales y fluidez de verbo, anden mintiendo como bellacas en los medios de comunicación, además de hacer alarde de supina ignorancia. Franco no tiene un mausoleo a su medida, ya lo sabe todo el mundo y estas dos lenguaraces siguen erre que erre, Franco no está enterrado junto a sus víctimas, algo que hasta ha provocado tesis y libros publicados demintiendo semejante falacia. Pero es que, para mayor rechifla o recoña, resulta que si, que hay democracias en las que no encuentran objeción alguna a mostrar personajes de su propia historia, independientemente de lo que significaron en vida. Estas dos "individu@s" deberían estudiar más, tener un poco de vergüenza y dignidad (probablemente necesiten consultar un diccionario para saber qué significan tan extraños términos) y sino guardar un prudente silencio, mucho más conveniente que recitar por dentro la canción del ridículo "tierra, trágame". Y es que por la bocaza muere el pez, ¿o la pez@?



Monumentos a dictadores en países democráticos: ¿sólo España?

@ElentirVigo mié 30·11·2011

Lo que veis sobre estas líneas es un monumento a un dictador situado no en un valle escondido entre montañas, sino en el exterior de un Parlamento que él mismo ordenó disolver en 1655 para dar paso a una dictadura militar en toda regla.

El homenajeado en cuestión de Oliver Cromwell. Llegó a su cargo por medio de una Guerra Civil y también fue un regicida, responsable de la ejecución del entonces monarca de Inglaterra, Carlos I, el antecesor en el cargo de la actual reina de Inglaterra, Isabel II. Pero además de dictador y regicida, este personaje fue un criminal de guerra si nos atenemos a los cánones actuales. En Irlanda prohibió la práctica pública del catolicismo, ordenó ejecutar a sus clérigos y mandó confiscar las propiedades de los habitantes católicos de esa isla. A eso hay que añadir que envió a la muerte y a la esclavitud a 40.000 irlandeses, por lo cual muchos le califican como genocida. Sobre él dijo un famoso político británico: “Cromwell sigue siendo una figura odiada en Irlanda, su nombre está asociado con la matanza, la persecución religiosa, y la enajenación masiva de la comunidad católica en ese país”. Lo escribió en 1957 el anglicano Winston Churchill, primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial.

No sólo las personas y sus creencias fueron víctimas de los desmanes dictatoriales de Cromwell, también la música sufrió por sus prejuicios puritanos: durante su mandato prohibió las arpas y los órganos en Irlanda y las gaitas en Escocia. Su despótica forma de gobernar ha hecho que muchos le consideren como un precursor de las dictaduras socialistas contemporéneas. Diversos autores e incluso algunos entusiastas de su figura le han comparado con dictadores tan sanguinarios como Robespierre -cabecilla del Terror jacobino durante la Revolución Francesa- y como Lenin, iniciador de la longeva dictadura soviética.

A pesar de todo ello, no sólo tiene la citada estatua en el exterior del Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico. Además, en honor a Cromwell se ha hecho:

Un busto en el Victoria and Albert Museum de Londres, uno de los museos más grandes del mundo y cuyo nombre, paradójicamente, se debe a la reina Victoria de Inglaterra (es decir, a la sucesora en el cargo del rey decapitado por Cromwell) y a su esposo Alberto.

Una lápida en la Capilla de la RAF de la Abadía de Westminster, el templo anglicano en el que son coronados los sucesores del monarca que él ordenó decapitar.

Un monumento en Wythenshawe Hall, una mansión del siglo XVI ocupada por sus tropas durante la guerra civil que le llevó al poder.

Una estatua en el Bradford City Hall de Bradford, en Yorkshire, donde el dictador es incluido en la línea cronológica de monarcas de Inglaterra, entre Carlos I (al que ordenó decapitar) y Carlos II (el hijo del decapitado).

Durante la Segunda Guerra Mundial hasta se le puso su apellido a un tanque, el Mk VIII, y en 1951 se bautizó con él a una locomotora.

Hay que decir que la figura de Cromwell es muy mal vista por la Corona británica. Los homenajes y honores a este personaje han contado con la desaprobación de los monarcas en no pocas ocasiones. A pesar de ello, ahí siguen los citados monumentos, que no impiden que el Reino Unido siga siendo considerada una de las democracias parlamentarias más veteranas y consolidadas del mundo. Debe ser que en Gran Bretaña no pierden tanto tiempo ni dinero como en España intentando librar batallas del pasado…

Dicho sea de paso, lo de los monumentos a Cromwell en Inglaterra no son un caso único de monumentos a dictadores en países teóricamente democráticos. Hay algunos más:

La gran tumba monumental de Napoleón, autocoronado monarca absolutista y primer gran dictador de la Europa contemporánea, situada en el enorme palacio de Les Invalides de París, sede del Museo del Ejército de Francia. Hoy el país es una democracia republicana pero ahí sigue la tumba monumental abierta a todo el que quiera visitarla.

El gran monumento a Otto von Bismarck en Hamburgo. Es sólo una muestra de los numerosos monumentos en su memoria que hay en Alemania, incluido un conjunto escultórico en Berlín e incluso torres en su honor en Stuttgart y en Taufstein (Alemania) e incluso en antiguas poblaciones alemanas como Zielona Góra y Ober-Johnsdorf (en la actual Polonia). Además está el mausoleo de Bismarck en Friedrichsruh, en Schleswig-Holstein, al norte de Alemania. Su tumba aún recibe ofrendas florales a pesar de haber sido un canciller cuyo mandato fue una dictadura al estilo bonapartista.

Benito Mussolini cuenta con un mausoleo en su villa natal, Predappio, una tumba adornadas con haces lictorios -el símbolo romano usado como emblema por el fascismo italiano-, un lugar de peregrinación para los nostálgicos de aquella dictadura pero también lugar de visita para entre 80.000 y 100.000 turistas al año, según The New York Times. En Roma, ante el Monumento a Víctor Manuel II (inaugurado durante la dictadura fascista), aún se conserva una columna mencionando a Mussolini.

El Mausoleo de Lenin, el brutal instaurador de una de las dictaduras más largas y sangrientas del siglo XX, sigue presidiendo la Plaza Roja de Moscú, junto al Kremlin, otrora palacio de los zares y hoy palacio presidencial de Rusia, en cuyos muros está sepultado otro brutal dictador soviético: Stalin. El comunismo cayó y la democracia llegó a Rusia -de una forma muy mejorable, por supuesto- pero ahí siguen los dos dictadores. La tumba de Lenin incluso admite visitas.



Monumentos a dictadores en países democráticos: ¿sólo España?