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Tema: Trump y la orfandad de la derecha.

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    Re: Trump y la orfandad de la derecha.

    Cruda realidad / Las cinco lecciones que deben aprender ya los trumpistas

    Los millones de seguidores de Trump han recibido la lección de su vida que, esperemos, acabará calando y les servirá de mucho provecho. Quienes apoyaron a Trump han probado su fuerza, han visto que ni están locos ni son esa insignificante, irrelevante minoría que desprecian los medios.


    Por
    Candela Sande
    07/01/2021





    El presidente de los Estados Unidos Donald Trump. /EFE


    Ya, ya sé que esta mañana hemos despertado en un mundo mejor, después de que las siniestras maniobras de Trump quedaran neutralizadas por esa Providencia que vela por los progresistas y su lado correcto de la historia y la pesadilla al fin ha terminado. Solo que, naturalmente, no. Homero ha sido retirado de algunas universidades americanas por machista y xenófobo, así que me pondré a la altura de las lecturas favoritas de la progresía -Harry Potter, muy especialmente- para informarles: los millones de americanos que apoyaron con entusiasmo a Trump no han desaparecido por un súbito encantamiento aprendido el Hogwarts, ni se han convertido de manera igualmente mágica a la visión ‘woke’ de las cosas.

    Nope. Por el contrario, han recibido la lección de su vida que, esperemos, acabará calando en ellos y les servirá de mucho provecho. Vamos a ver qué aprendió ayer esa masa de población, no exclusivamente americana, que protesta casi por instinto con la tiranía globalista y progre que se está imponiendo sin apenas resistencia.


    1.- El Gobierno tiene poder, pero no es el Poder

    Imaginemos que, por un caprichoso designio del Destino, Vox obtuviera mayoría absoluta y formara gobierno. ¿Alguien cree de verdad que podría aplicar las políticas que anuncia y por las que la gente les habría votado?

    No digo que fuera inútil, ni que no lo intentara o que no supusiera algún tipo de freno al imparable avance del pensamiento único. Pero creo que todos sabemos que se enfrentaría a un muro formado por demasiados poderes, muchos de ellos inasibles. Está Europa, están los organismos supranacionales, están las finanzas y las multinacionales, está el ‘mundo de la cultura’, está el estamento educativo, están las miriadas de chiringuitos, están los grandes medios.

    Lo vimos en estos cuatro años con Trump, vimos cómo tuvo que ceder y ceder y ceder, aguar sus promesas de continuo, sufrir la traición de sus colaboradores, la resistencia de los jueces, la hostilidad cerrada y unánime de los medios. Se inventaron una conjura con Rusia que devino investigación federal y que le ató de pies y manos durante años.

    No, ganar el gobierno no es necesariamente ganar el poder.

    Los progresistas que se han manifestado, a menudo con violencia y daño, estos cuatro años han dejado claro que no creen en las instituciones democráticas. La desventaja de los trumpistas es que ellos sí


    2.- No van a salir de esta votando

    Es el gran argumento, ¿verdad? Si no te gusta lo que hay, vota. Esta premisa tiene mil objeciones, no siendo la menor de las cuales que hay que esperar a una vez cada cuatro años. Y que no deja de ser una lotería, porque los elegidos pueden decir Diego donde dijeron digo sin mayores consecuencias. Y que se elige entre políticos de carrera previamente seleccionados por los partidos, dependientes de los grandes donantes, que se aseguran por lo general de que no se presenta nadie que pueda dañar sus intereses. Por eso no es casual que para romper esta dinámica tuviera que surgir alguien con fama ya reconocida y una fortuna propia.

    Pero luego está, claro, el peliagudo asunto señalado por Stalin: que no importa quién vote, sino quién cuente los votos. No hablaré de ‘pruebas’, si lo prefieren, pero los indicios de fraude electoral en las pasadas presidenciales son lo bastante alarmantes como para justificar una investigación, y nada resulta más sospechoso que quienes aseguran que ha sido unas elecciones limpias no quieran reivindicarse demostrándolo con una investigación a fondo.

    La prueba, al fin, es que casi una mitad de americanos cree que les robaron la elección.

    Los tribunales, incluyendo el Supremo, no han sentenciado que las elecciones fueron justas; simplemente, se negaron a mirar siquiera. Hasta en 60 ocasiones


    3.- Las instituciones no van a protegerte, ni tampoco la Constitución

    Los progresistas que se han manifestado, a menudo con violencia y daño, estos cuatro años han dejado claro que no creen en las instituciones democráticas. La desventaja de los trumpistas es que ellos sí.

    ¿Por qué es una desventaja? Porque es una idolatría, pura y simple. Los americanos comunes no creen meramente en su sistema, en su Constitución: los reverencian. Cuanto más dejan los hombres de creer en lo sobrenatural, más sobrenaturalizan aquello en lo que creen. El presunto fraude se basa en eso: que es difícil creer que pueda violarse tan sagrado proceso.

    Pero las instituciones no pueden ir más allá de los hombres que las dirigen. Los tribunales, incluyendo el Supremo, no han sentenciado que las elecciones fueron justas; simplemente, se negaron a mirar siquiera. Hasta en 60 ocasiones. ¿Y qué vas a hacer ahora?


    4.- No pongas tu confianza en los príncipes, porque no salvan

    Una lección con milenios de historia (Salmo 146), pero que siempre conviene recordar. Y grabarlo a fuego.

    Apoyar a Trump tenía todo el sentido del mundo. Creer que él era el movimiento es sencillamente un disparate. ¿Qué ha conseguido, al fin? Poner a los suyos a los pies de los caballos, hablar mucho y muy fuerte y hacer poco. ¿Qué va a ser de todos los que han confiado en él cuando decía que no iba a ceder, cuando insinuaba que tenía ases en la manga para aburrir?

    Trump nunca fue Trump, creo que lo he dicho. Trump catalizó una opinión muy extendida, algo vaga, y se subió a la ola. Pero esto no va de Trump, ni va a acabar con Trump. Al menos ahora, gracias a Trump, todos esos millones de americanos se han conocido a sí mismos, han probado su fuerza, han visto que ni están locos ni son esa insignificante, irrelevante minoría que desprecian los medios.


    5.- La acción callejera no sirve para nada

    Esto debería grabárselo a fuego la derecha o, en general, todas las tendencias que no coincidan con las dominantes. ¿No se han fijado que las protestas, violentas o no, multitudinarias o menos, que obtienen lo que desean o, al menos, una narrativa amable en la opinión publicada van siempre en la misma dirección, avanzan siempre los mismos objetivos?

    Nada de esto sirve para el otro lado. Si estás en el otro lado, tus protestas son fascismo puro, intentos de golpe de Estado, intolerable atentado contra la paz pública, y justifica cualquier represión.




    _______________________________________

    Fuente:

    Cruda realidad / Las cinco lecciones que deben aprender ya los trumpistas (actuall.com)

  3. #3
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    Re: Trump y la orfandad de la derecha.

    Un día para que la derecha que apoya a Trump se dé cuenta de lo desamparada que está

    DEJA AL PRESIDENTE SIN OPCIONES

    Carlos Esteban


    07 enero 2021





    Guau. Cuando escribí que el panorama político americano de los últimos meses se había convertido en una trepidante película del mejor Hollywood, nunca pensé que iba a acabar con la escena de un tipo disfrazado de búfalo y pintado con la bandera de las barras y estrellas en la tribuna del Congreso, o con un menda que carga sonriente con un atril con el sello del Senado de vuelta a casa, suponemos, para ponerlo en el recibidor.

    Lo de ayer fue un absoluto desastre, pero quizá no por lo que suponen muchos medios y analistas, incluso de bandos enfrentados. Voy a intentar explicarme.

    La acción callejera no sirve para nada. Nunca. Ni manifestaciones ni marchas ni protestas. El problema es que el conservador asediado ve, no sé, un ‘rodea el Congreso’ de podemitas, o una marcha feminista a escala nacional, o los meses de ciudades americanas ardiendo, con pillaje y violencia e incluso muertos, y contempla cómo las autoridades y los medios justifican, ‘comprenden’, admiten y ceden a las demandas, y piensa: “¡Eso es lo que tenemos que hacer nosotros, movilizarnos! ¡Hay que salir a la calle, es la única manera de que nos escuchen!”.

    Y, mira, no, no has entendido nada de lo que has visto. Las marchas ‘progresistas’ son una mera escenificación, una coreografía, una danza en celebración de la victoria. No están pensadas para amedrentar al Poder, sino a ti, al ciudadano; para que aceptes luego la cesión por parte de las autoridades de nuevos privilegios a los grupos que protestan. “Ya ven ustedes -vienen a decir los gobernantes-, el Pueblo ha hablado. No nos queda otra que darles lo que quieren”.

    Pero esa es una herramienta para la progresía. No para ti, olvídalo, en serio. Lo tuyo se presentará como asustante, fascista, violento. Justificará cualquier reacción represiva. Tus propios representantes políticos lo condenarán unánimes y todos los medios de peso, todos, lo presentarán como un intolerable intento de golpe de Estado. Porque tú no tienes el megáfono, y ellos sí, y porque Los Miserables es solo un libro/un musical y la Toma de la Bastilla fue una escenificación que no hubiera cambiado régimen alguno si el régimen no estuviera ya podrido y en manos de traidores. Es un símbolo, y va bien como tal, que todavía es la Fiesta Nacional en Francia.

    Dejemos la palabra a la diputada podemita estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, que opinaba así sobre las algaradas de Black Lives Matter en mayo: “La razón de ser de las protestas es hacer que la gente se sienta incómoda. Los activistas se sirven de esa incomodidad con el status quo & defienden cambios políticos concretos. El apoyo popular es a menudo escaso al principio & va creciendo. Mensaje para quienes se quejan de que las exigencias de la protesta incomodan a otros: esa es su razón de ser”. ¿Ven? Bueno, pues esto se lo aplican a ellos mismos, pero no vale para ti, al contrario.

    Como no escribo para eremitas de la Tebaida ni para los nativos de Sentinel del Norte, doy por hecho de que a estas alturas ya todos habéis visto la movida de ayer, cuando se iba a votar la aceptación de los votos de los electores de los estados y decidir así quién será el próximo presidente de Estados Unidos. Si no es así, Marcial Cuquerella es su hombre, no se lo pierdan.

    Sé que es horriblemente frustrante, que la prensa y, en consecuencia, todo el mundo ha olvidado ya los incendios de ciudades de Black Lives Matter (“mostly peaceful”) en los meses pasados o, por citar algo más parecido a lo de ayer, cuando los manifestantes ocuparon el Edificio Hart del Senado para protestar contra la nominación para el supremo del juez Kavanaugh. Pero patalear sirve exactamente para nada.

    Esta frustración ha llevado a muchos trumpistas a apuntar lo extraño de este caso, que un país que invierte billones -con ‘b’- de dólares en seguridad tenga una sedes del poder tan fácilmente asaltables por unos matados a los que cualquier policía del mundo disolvería en un pispás; a colgar en redes vídeos en los que se ve cómo los policías son los que retiran las barreras para que pasen los asaltantes; a insinuar una operación de falsa bandera, con antifas colándose entre las filas de pacíficos ‘trumpers’ para liarla parda; a denunciar la muerte de una mujer desarmada a manos de un policía; a preguntarse por qué no se aceptó la intervención de la Guardia Nacional; a escandalizarse de que las redes sociales censuraran un vídeo del propio Trump llamando a la calma y deslegitimando toda violencia. Pero, ¿saben qué? Da. Exactamente. Igual.

    Miren, Trump lleva meses vociferando que los demócratas han robado las elecciones y más o menos la mitad de los americanos lo creen. Y luego convoca al núcleo duro de sus partidarios en Washington en el día clave. En serio, ¿qué creía que iba a pasar? ¿Puede haber habido antifas infiltrados que movieran el cotarro? Sí, claro, pero, ¿de verdad les parece imposible que una muchedumbre de ‘rednecks’ cabreadísimos hicieran por sí mismos lo que se hizo? No sé, no me imagino a Trump tan terminalmente ingenuo.

    Varios de los legisladores republicanos que habían sacado pecho ante sus votantes comprometiéndose a rechazar los votos electorales han recogido velas después de esto. Kelly Loeffler, por ejemplo, que explica: “Los sucesos que se han producido esta mañana me han obligado a reconsiderar mi postura, y no puedo ya en buena conciencia objetar a la certificación de estos electores”. Kelly, corazón, ¿sabes lo que estás diciendo? Una de dos: a) “No, nunca he creído en el mito del megafraude, solo pensaba que muchos de mis votantes lo creen y quería asegurarme la reelección” o b) “Claro que ha habido fraude, que ha ganado en realidad Trump pero, sinceramente, me importa un rábano y ahora mismo me haría quedar mal apoyarle”. Elige.

    Todo esto no quiere decir en absoluto que lo de ayer no vaya a tener consecuencias, e importantes. En primer lugar, deja a Trump no solo sin opciones, sino susceptible de ser detenido en cuanto ponga un pie fuera de la Casa Blanca. También ‘justifica’ una purga de trumpistas a escala nacional. Y un descrédito absoluto de las instituciones: no creo que se olvide en mucho tiempo la imagen de Toro Sentado en la tribuna.

    Pero al menos servirá para una cosa: para que la derecha que ha apoyado a Trump, que ha puesto sus esperanzas en Trump, se dé cuenta de lo desamparada que está, que deje de soñar con el sistema y advierta que el campo de juego está diseñado para que pierdan siempre. La Posguerra Mundial ha terminado, señores.




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    Fuente:

    Un día para que la derecha que apoya a Trump se dé cuenta de lo desamparada que está - La Gaceta de la Iberosfera

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