Fuente: Franco y Juan Carlos. Del Franquismo a la Monarquía, Jesús Palacios, Flor del Viento Ediciones, Barcelona, 2005, páginas 440 – 444.
FRANCO SABE EN 1966 QUE JUAN CARLOS DESEA REINAR BAJO UN BIPARTIDISMO DEMOCRÁTICO
27 de Mayo, 10 de la noche. En casa de Joaquín Garrigues Walker se celebra una cena que da lugar a un interesantísimo coloquio. El anfitrión ha llamado a Antonio Fontán, Catedrático y Decano de la Universidad de Pamplona, miembro del Opus y antiguo profesor del Príncipe; Pedro Durán, consejero del Banco Urquijo, Presidente de Catalana de Gas y Maquinista Terrestre; Manuel Ortínez, Director General del Instituto Español de Moneda Extranjera; Hermenegildo Altozano, Director del Banco Hipotecario, ex Gobernador Civil de Sevilla, activo miembro del Opus, monárquico de lucha que combina con gran decisión su vinculación al Movimiento y a la línea de Don Juan; Antonio Villar Massó, abogado, grado treinta y tres del Gran Oriente Español (tapado), en los próximos años se decidirá por dar su apoyo al Partido Socialista; Alberto Ballarín, Notario de Madrid; Carlos Fernández Novoa, Catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela; Antonio Barrera de Irimo, Presidente de la Compañía Telefónica; Jaime Urquijo, Secretario General de Energía e Industrias Aragonesas, S. A.; y a Alberto Algora, abogado, Presidente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Se trata sin duda de una más que cumplida representación del espectro social que mueve en esos momentos el Régimen y quiere tener la llave del futuro. Y la verdad es que todos están para hablar y escuchar al Príncipe. Don Juan Carlos es el invitado que realmente destaca.
La conversación, muy viva, desarrollada en términos muy cordiales, se prolonga hasta pasadas las dos de la madrugada. Alguien de los presentes pasa datos y detalles al Servicio de Información de la Dirección General de Seguridad. Alonso Vega ordena que se haga un informe, lo remite a El Pardo. Franco tiene, pues, un completo conocimiento de lo que han dicho unos y otros. Los reunidos hablan libremente, sin cortapisa alguna, del futuro de la Monarquía y de la España después de Franco. Todos dan por hecho que la Corona se establecerá en un régimen democrático. El Príncipe alude a que en el futuro hay que evitar los excesos del pluripartidismo y parece sentirse cómodo con la aceptación general de que llegue a implantarse un sistema de dos partidos –socialista y democristiano–, y algún otro de pequeña representación, similar al de los países anglosajones, que en el juego democrático vayan alternándose en el poder. No hay ningún dato de que Franco hiciera al Príncipe el más mínimo comentario sobre esta reunión. Con su silencio y las vagas afirmaciones que en ocasiones le hiciera de que él tendría que gobernar de forma muy diferente a la suya, parece que el Caudillo admitía una evolución futura del Régimen hacia el bipartidismo.
Éste es el contenido del citado informe:
Por comentarios escuchados a los asistentes, incluso a personas poco sospechosas de excesivo fervor monárquico, el Príncipe causó muy buena impresión, por su simpática personalidad y su interés por conocer las diversas opiniones de los asistentes ante el problema sucesorio, posición de la Dinastía, y configuración de la España futura.
Con respecto a la sucesión, Villar Massó, Jaime Urquijo y Alberto Algora se mostraron partidarios del referéndum previo a la restauración, comportando evidentemente una etapa anterior de información popular y restablecimiento democrático paulatino. Los demás asistentes, salvo Joaquín Garrigues, que no se definió, prefirieron la restauración de hecho, y la consulta o refrendo popular después, cuando la Monarquía hubiese tenido ya oportunidad de demostrar al pueblo su eficacia y su autenticidad democrática.
Sobre la posición de la Dinastía, la mayoría se inclinó por la colaboración con el actual Jefe del Estado, pero sin comprometer su actuación futura. Jaime de Urquijo y algún otro se mostraron reticentes con respecto a la pública aparición del Príncipe como identificado con el actual Régimen. Villar Massó indicó su opinión de que el Príncipe, por una parte, debía aparecer cerca del Poder, para así garantizar su continuidad, pero no debía comprometerse con él, ni tampoco pactar con la Oposición, como concretamente llegaron a proponer Alberto Ortínez [debe tratarse de Manuel Ortínez] y Pedro Durán. Frente a la sugerencia de ambos citados de incluir a algún dirigente exiliado, Villar indicó que los dirigentes exiliados ya no representaban ninguna fuerza real, lo cual fue calurosamente suscrito por el Príncipe.
Acerca de la configuración de la España post-franquista, todos los asistentes se mostraron de acuerdo en que no podía ser otra que un Estado de Derecho, con instituciones democráticas de tipo europeo y actual.
El Príncipe aludió a que habría que evitar los excesos del pluripartidismo, a lo que Villar y otros abundaron en que bastaría con una inteligente Ley Electoral para que se pudiera garantizar en la práctica el sistema de dos grandes partidos, socialista-democrático y demócrata-cristiano, con algún otro sector marginal o complementario.
La discusión fue viva y muy libre, y las bases comunes se revelaron grandes. En todo caso, Villar y otros asistentes indicaron que emitían las opiniones a título exclusivamente particular, si bien no debían ocultar que eran compartidas por ciertos sectores de opinión del país. Alberto Algora se mostró muy liberal en sus manifestaciones, como la mayor parte de los asistentes. El Príncipe estuvo a la vez espontáneo y prudente, y, según hemos escuchado a algunos de los asistentes, realmente estuvo muy en su papel, demostrando tener capacidad de opinión, pero no comprometiéndose en ningún momento. Habló con respeto de la figura del Jefe del Estado, dijo que el balance del Régimen sería positivo, y aludió al Conde de Barcelona con evidente afecto y respeto. Sin embargo, se mostró muy convencido de su propio papel como futuro Rey de España, aunque, como es natural, no se trató el tema de la opción entre padre e hijo [99].
El desfile de la Victoria de este año se salda con una Declaración de repudio por la presencia del Príncipe. Pero al menos en esta ocasión, Don Juan Carlos no es insultado por alguien en la calle. Rafael Rivas Benito, Jefe del Requeté de Madrid, remite a Solís el Manifiesto. Los carlistas «repudiarían la presencia en la presidencia del desfile conmemorativo de la Victoria de Juan Carlos, ya que dicho Príncipe representa la Monarquía liberal que nos empujó a derramar tanta sangre» [100]. Unos meses más tarde el Infante Javier de Borbón ofrece, en una proclama de principios, su Monarquía a Franco. La Monarquía tradicional sin partidos, incluso el carlista desaparecerá cuando se establezca la Monarquía. Sistema fuerte de autoridad. Representación regional, local, profesional. Descentralización mediante el sistema de fueros que es el que da la tradición democrática a nuestro pueblo. Fidelidad a la Iglesia Católica. El Rey como árbitro [101].
Los primeros días de Junio se hace pública la creación del Secretariado Permanente de Don Juan. Lo integran catorce miembros con Areilza a la cabeza, los demás se distribuyen en cuatro Comisiones: Leyes, Información, Organización, y Economía; están Altozano, Sánchez Agesta, Anson, Guillermo Luca de Tena, Melgar, Jesús Obregón, Ramón de San Pedro y los Condes de los Andes y de los Gaitanes, entre otros. Su misión es trabajar en el interior y fuera de España a favor de la causa política de Estoril. El New York Times saca la conclusión de que se trata de un «gabinete en la sombra» del Conde de Barcelona. Apenas transcurrida una semana, Estoril se llena de protestas de monárquicos por la designación de Areilza. Según Ibáñez Martín, Ramón Rato Rodríguez San Pedro visita a Don Juan. En su opinión, el Secretariado no debía haberse creado, pero una vez hecho y, pese a que haya elementos que enfaticen que para nada quieren ver a Motrico a su frente, la «seriedad de Villa Giralda exige que se mantenga» [102].
Don Juan Carlos, en tanto, sigue despachando una vez al mes con Franco. Normalmente hablan durante una hora, salvo que le pida más tiempo, entonces le concede dos horas, siempre por la tarde las semanas que no hay Consejo de Ministros. En la reunión que mantienen el 17 de Junio, Don Juan Carlos se interesa por cómo quedará la Ley Orgánica. Cuatro días antes Franco la ha cerrado definitivamente y se la pasa a Carrero para que la estudien los Ministros durante el Verano, antes de darla a trámite a las Cortes y posterior referéndum. El Príncipe pregunta al Caudillo sobre las funciones que desempeñará en el futuro el Jefe del Estado y el Presidente del Gobierno. Franco le da algunos detalles, pero aparcan la conversación para más adelante.
El 21 de Julio, Anson escribe en ABC: «La Monarquía de todos». Franco y Fraga se indignan. Al periódico le cuesta el secuestro de la edición, y al brillante periodista una forzada corresponsalía en el sudeste asiático. En el artículo, Anson mantiene la tesis de que las monarquías europeas que han sobrevivido a la acción revolucionaria republicana, reinan sobre sociedades democráticas. La Monarquía española tendrá que ser igual, no podrá eludir esto porque la sociedad camina hacia el régimen democrático, la libertad. Reconoce que el régimen español ha dado un giro de noventa grados desde 1945; por eso mismo, la Monarquía dentro de veinte años no podrá ser igual, como no lo es el Régimen hoy. Cita varias decenas de nombres, que han compartido mesa, mantel y homenaje la noche de San Juan en Estoril; desde Serrano Suñer a Tierno Galván, dispares en sus concepciones políticas, unidos en las declaraciones a favor de Don Juan. E introduce una cuña para herir la estrategia de quienes están sembrando el paso del Príncipe hacia el Trono. «Pensaba yo esto, y pensaba también en la postura ejemplarísima de Don Juan Carlos cuando un periodista indiscreto le habló de sus posibilidades al Trono y el Príncipe hizo esta declaración perfecta, recogida en la revista Time de 21 de Enero de 1966: “Nunca, nunca aceptaré la Corona mientras mi padre esté vivo”» [103]. Curiosamente, esta última supuesta frase del Príncipe, se volverá a utilizar como declaración de fondo en la entrevista apócrifa que Point de Vue publicaría en Octubre de 1968, a un paso ya de la designación como sucesor.
[99] Archivo Franco, leg. 109. Informe de 30 de Mayo de 1966.
[100] Archivo Franco, leg. 77.
[101] Archivo Franco, leg. 212.
[102] Archivo Franco, leg. 97. Carta de 22 de Junio de 1966.
[103] Anson, Don Juan, págs. 359 – 361.
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