Aquel año y los siguientes, alrededor de la campaña por el no a la Constitución y la coalición Unión Nacional en las elecciones generales siguientes, el 20-N parecía querer convertirse en un acto contra el régimen (Girón, mientras tanto, trabajaba para La Zarzuela, como relata él mismo en sus memorias; Piñar sufría ataques de celos ante el superior éxito de los discursos de Casariego). Ni Don Sixto Enrique ni los oradores carlistas participantes manifestaron en ningún momento "admiración al Caudillo y a su legado". Los jóvenes carlistas, por su parte, nunca llevaron camisa azul, como es obvio.
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